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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.1 Bernal jun. 2014

 

RESEÑAS

María Teresa Gramuglio,
Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina, Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2013, 400 páginas

 

María Teresa Gramuglio es una de las figuras más destacadas de la crítica literaria universitaria argentina y, como sucede con los escritores para escritores, es admirada por sus colegas tanto por sus contribuciones críticas, como por haber formado al menos tres generaciones de académicos en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Rosario. A pesar de la naturaleza insoslayable de sus hipótesis sobre literatura argentina y de que sus ensayos sobre la revista Sur, sobre nacionalismos literarios y sobre la obra de Juan José Saer han organizado las agendas de investigación sobre estos temas desde principios de la década de 1980, Gramuglio nunca había publicado un libro propio, monográfico o que compilara sus escritos sobre algunas de estas áreas. "Nunca creí necesario reunir mis artículos en libro. Aunque amo los libros, sostengo que hay demasiados y sólo la convicción de que uno tiene algo nuevo que decir justifica a mi juicio incorporar uno más a la superpoblada galaxia Gutenberg", escribe Gramuglio en el prefacio del muy esperado Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina, que recoge algunos de los ensayos más significativos que la autora publicó en volúmenes colectivos y ediciones críticas, actas de encuentros universitarios y en diversas revistas académicas y culturales (principalmente en Punto de Vista, de la que Gramuglio fue miembro del comité editorial desde su fundación en 1978 hasta 2004), y también tres ensayos inéditos. El libro cuenta además con un estudio preliminar deslumbrante a cargo de Judith Podlubne (profesora e investigadora de Literatura Argentina del siglo XX en la Universidad Nacional de Rosario) que, a partir de un trabajo de investigación de una intensidad poco frecuente para este tipo de prefacios, oscila entre la biografía intelectual de Gramuglio, la historia cultural de los contextos institucionales y políticos en los que se desarrolló y un racconto crítico de sus -para decirlo en términos del Pierre Menard de Borges- obras visibles e invisibles: sus artículos, sus proyectos de investigación, las formaciones intelectuales y políticas de las que participó, pero también las huellas de su trabajo docente, de sus líneas de investigación y de sus keywords en la configuración actual del campo académico-crítico.
Más allá de las razones íntimas que pueden haber llevado a Gramuglio a la decisión de no publicar un libro con sus ensayos hasta el año pasado (ella misma elige no explorarlas en el prefacio: "¿Por qué publicarlo ahora? No sabría decirlo"), su decisión pasó a constituir un paradójico capital simbólico investido de
significación diferencial dentro del mundo académico, pero al mismo tiempo disimuló la notable sistematicidad y el alcance de un proyecto intelectual que Nacionalismo y cosmopolitismo vuelve evidente. El "efecto libro" no se agota en la recolocación de Gramuglio en el centro del canon académico de la crítica literaria (lugar que ya ocupaba para sus colegas de la Universidad Nacional de Rosario, de Punto de Vista y del Club de Cultura Socialista, así como para sus estudiantes más afines) sino que, por el contrario, sirve a un propósito fundamental en el contexto de las metodologías de investigación actuales. Si el déficit de bases de datos y sistemas de indexación electrónica y online de publicaciones en América Latina hace que artículos publicados en revistas o capítulos publicados en volúmenes colectivos resulten inhallables para quienes no los conocen de antemano, este libro vuelve a poner en circulación las hipótesis de Gramuglio, pero ahora subsumidas bajo un efecto de conjunto que las potencia, que las vuelve todavía más relevantes.
Las cuatro secciones que estructuran Nacionalismo y cosmopolitismo ("Nacionalismo y escritores nacionalistas", "La década del treinta", "La revista Sur" e "Interrelaciones entre literatura argentina y literaturas
extranjeras") dan cuenta de los núcleos problemáticos y los corpora literarios sobre los que Gramuglio trabajó más intensamente, y a partir de los que hizo contribuciones decisivas a la disciplina crítica: las políticas estéticas del nacionalismo literario tal como se articulan en la construcción retórica de las imágenes de escritor; los modos en los que Sur negocia la distancia entre la cultura europea y argentina y abre un espacio político-cultural de cosmopolitismo periférico, y la resignificación de la historiografía literaria argentina en contextos globales a partir de la demanda de una perspectiva crítica comparada. En el cuadro que compone la suma de estas partes se puede leer la pregunta central que atraviesa la práctica crítica de Gramuglio sobre los modos en los que las tensiones políticas constitutivas de la literatura argentina se articulan en textos, procedimientos y formaciones literarias significativos por su capacidad de cristalizar dislocaciones paradigmáticas en el arco temporal que abre el Centenario y cierra la década peronista. La última sección, sin embargo, es notoriamente diferente e insinúa una nueva línea de investigación, profundamente original en el contexto de la tradición crítica argentina, que Gramuglio comenzó a desarrollar después de su renuncia al comité editorial de Punto de Vista en 2004. Allí, a partir de una lectura magistral de la improbable función de la figura del buen salvaje en La cautiva de Esteban Echeverría y en Atala de René de Chateaubriand, Gramuglio propone que en el estudio comparado de los presupuestos transculturales de los movimientos románticos se encuentran las claves de una contribución relevante a la empresa colectiva del estudio de la literatura mundial.
La primera y más extensa sección del libro está marcada por su definición culturalista y discursiva del fenómeno del nacionalismo, al que considera no en función de su consistencia ideológica o de sus determinaciones estructurales, sino como "un ideario, un repertorio de ideologemas y figuras semánticas heterogéneo que se expresó en diversas prácticas, entre ellas la literatura" (p. 71). Lo que le interesa a la autora es pensar la manera en que la literatura, como práctica social privilegiada en el período en el que se concentra, produce discursividad nacionalista, y cómo "orienta las elecciones estéticas y formales; cómo incide en las carreras y proyectos literarios, en la construcción de imágenes de escritor y de las subjetividades, en las concepciones de la función literaria, en los géneros, en las poéticas y en los tópicos, las retóricas y las figuraciones" (p. 83). Y para dar cuenta de este entramado textual de literatura e imaginarios nacionalistas, Gramuglio hace foco en las obras de dos escritores paradigmáticos de la emergencia nacionalista, Leopoldo Lugones y Manuel Gálvez. A diferencia de los estudios tradicionales que se caracterizan por aislar el nacionalismo literario de "los giros de las trayectorias ideológicas" y posicionamientos públicos de
estos y otros escritores en relación con el Estado (p. 100), ella lee la politicidad de la literatura, y subraya "cuánto de su atractivo y de su aptitud para captar adhesiones debe el nacionalismo político a esas expresiones literarias que precedieron a los textos doctrinales" (p. 118). En una interpretación virtuosa de sus poemas y novelas, pero también en sus ensayos y prólogos programáticos y autorreferenciales, Gramuglio da forma a una de sus hipótesis más eficaces. Para ella, el modo en el que el nacionalismo encuentra su especificidad retórico-literaria en un contexto de transformaciones estructurales y cambios en la función social del escritor, es en momentos en los que los textos dan forma a "una imagen de escritor", a través de la que los escritores definen una colocación en el espacio literario y social que ellos figuran como un panteón patrio, y en la que se dirimen sus relaciones con la tradición literaria nacional en la que pretenden intervenir (p. 100). La imagen de escritor es la mediación conceptual en función de la que Gramuglio inscribe al texto literario en la totalidad social en la que interviene. En el caso de Lugones, Gramuglio destaca en sus Las montañas de Oro, Los crepúsculos del jardín, Odas Seculares, Poemas solariegos, Romances de Río Seco y La Grande Argentina la autorrepresentación del poeta de la patria, construida sobre el énfasis en el linaje familiar, masculino y patrilineal, anudado con el ideario nacionalista y la exaltación de los muertos y la tierra, o el imaginario nacional-militar en clave épica en La guerra gaucha. Respecto de Gálvez, Gramuglio recorre buena parte de su obra narrativa en los cuatro ensayos que le dedica en este libro (pero sobre todo en "Novela y nación en el proyecto literario de Manuel Gálvez"), y sin embargo, encuentra en el notable ensayo ficcionalizado sui generis, El diario de Gabriel Quiroga, un precursor de la tradición del ensayo del ser nacional que consolidaron Scalabrini Ortiz, Mallea y Martínez Estrada, entre otros, a partir de los años treinta. Explica que, aunque esta tradición venía ya de la ensayística del siglo XIX, la eficacia con la que Gálvez pone en circulación ideologemas nacionalistas a partir de sus imágenes de escritor patrióticas y apostólicas que canalizan lo que Gálvez llamaba "energía nacional" rara vez había sido vista antes del Centenario (por cierto, la tradición crítica le debe a la brillante lectura de Gramuglio la consolidación de este ensayo con forma de diario personal como texto ineludible para el estudio de los modos en los que la literatura produce y reproduce el ideario nacionalista en función de una complejidad formal y tradiciones dislocadas que casi siempre se pierden de vista cuando se reúnen materiales literarios menores o textos doctrinarios para estudiar este fenómeno).
Las siguientes dos secciones dedicadas al campo cultural y literario de la década del treinta y a la revista Sur presentan tres de las contribuciones más importantes de Gramuglio a los estudios de este perí odo. El primero supone una relectura y
reorganización radical del campo cultural argentino de los años treinta que la historiografía literaria canónica ha caracterizado bajo el signo político del nacionalismo esencialista cristalizado en el ya mencionado ensayo del ser nacional. La operación de Gramuglio consiste en desplazarlo del centro de la escena literaria y colocar en su lugar a Sur y su cosmopolitismo periférico. En un ensayo sobre la obra de Gramuglio incluido en María Teresa Gramuglio. La exigencia de la Crítica (editado por Judith Podlubne y Martín Prieto, y recientemente publicado por Beatriz Viterbo), Adrián Gorelik explica que Gramuglio "sostiene que Sur está en el corazón de lo más nuevo de la década del treinta, coloreando las dos dimensiones que la vuelven 'una década dinámica'. En primer lugar, las transformaciones de la narrativa [ya que] presenta a Sur más que como un medio de difusión, como laboratorio para Borges y su grupo. [...] En segundo lugar, contra la asentada imagen de la 'parálisis generalizada' y 'la apatía intelectual' de la década, [la autora] destaca la intensidad de sus debates político-intelectuales, lo que lleva a reperiodizarla en función de ellos, y a definir la formación cultural que fue el grupo Sur como una 'constelación política'" (p. 34). La referencia de Gorelik es a uno de los ensayos fundamentales de este libro, "Sur en la década del treinta. Una revista política", donde Gramuglio reconstruye la presencia regular de debates políticos que interrogaban la coyuntura argentina y mundial que tuvieron lugar en las páginas de la revista de Victoria Ocampo. Este ensayo fue publicado en Punto de Vista en 1986, y creo que debe leerse como parte de un esfuerzo colectivo de los integrantes del comité editorial de la revista por leer la politicidad del alto modernismo de la cultura argentina, con Sur y la obra de Borges como ejes principales, en contra del lugar común crítico que identificaba la posición de clase y la sofisticación formal de sus prácticas discursivas con un rechazo reaccionario de la política que la investigación de Gramuglio desmiente. Por el contrario, en función de estos debates sobre la tradición nacional, sobre el lugar social del intelectual o sobre diferentes modos de articular la defensa de la cultura (occidental) amenazada por el totalitarismo, tanto en Europa como en la Argentina, así como el rol creciente que adquiere la traducción como misión cosmopolita de la revista, llevan a Gramuglio a caracterizar la política cultural de Sur como un "elitismo democratizador" (p. 332).
En la estructura del libro -y sin duda también en el proyecto intelectual de Gramuglio tout court-, Sur es el nombre del eje cosmopolita referido en el título, que introduce la tensión constitutiva del período que ella estudia. Gramuglio conceptualiza el cosmopolitismo de Sur como un modo de proyectar la formación de la cultura argentina por fuera de la organización nacionalista del campo simbólico que había anticipado en su lectura crítica de estos imaginarios en la primera parte, y explica que "no
todas las naciones se construyen en función de un programa nacionalista" (p. 75), es decir: el cosmopolitismo de Sur no es una negación de la cultura nacional, sino que se recorta sobre ese horizonte nacional no-nacionalista al que la cita refiere. Su proyecto de traducción de la cultura occidental moderna al castellano rioplatense es una forma de intervención en un campo de fuerzas culturales concretas que busca afectar con el objetivo de abrir un espacio de enunciación propio, argentino y cosmopolita (esto es, moderno): "no es posible construir nada verdaderamente nuevo en el encierro de una sola cultura y una sola lengua; para encontrar la voz propia es indispensable mantener una relación activa con todo el ámbito americano y con Europa" (p. 219). Para Gramuglio, el cosmopolitismo no agota su potencial crítico en su historicidad como objeto de estudio que ella analiza en el contexto específico de la cultura argentina; por el contrario, se trata sobre todo de una metodología crítica que la lleva a prestar particular atención a tensiones y dislocaciones, y también un posicionamiento sesgado respecto de las determinaciones disciplinarias del campo discursivo en el que inscribe su propia práctica crítica. Lo que este libro, una vez más, vuelve evidente es que Sur es mucho más que un objeto de estudio privilegiado, y que por el contrario constituye el horizonte discursivo de una práctica crítica cosmopolita en la que Gramuglio inscribe su propio trazo. Por otra parte, Sur le permite a Gramuglio establecer -en diálogo con las primeras secciones del libro- una diferencia normativa entre la legitimidad de un horizonte nacional para la agencia cultural y la ilegitimidad de los discursos nacionalistas. Esta diferenciación normativa y valorativa que recorre el libro de punta a punta con una estabilidad que, creo, no tiene ninguna otra idea en su pensamiento, define el lugar de enunciación ético-crítico de la propia Gramuglio en el contexto de un campo intelectual-académico argentino en el que, desde la transición democrática, la interrogación de la modernidad cultural y los procesos históricos de modernización, estuvo siempre tensionada por diferentes formulaciones de un discurso populista de izquierda o nacionalista.
La última sección, "Interrelaciones entre literatura argentina y literaturas extranjeras", es radicalmente diferente al resto del libro, aunque las líneas de continuidad con la sección inmediatamente anterior sobre el cosmopolitismo de Sur son evidentes. Los seis ensayos giran alrededor de una propuesta de renovación metodológica para la crítica y la historiografía literaria argentina, que supone la inscripción del campo literario y sus corpora textuales en redes de relaciones transnacionales: "históricamente, todas las literaturas nacionales se han formado en una red de relaciones que son, en realidad, internacionales, aunque este no sea un dato fácilmente admitido por los nacionalismos culturales, que por lo general prefieren imaginar condiciones
esenciales incontaminadas e intransferibles. Las literaturas nacionales se definen siempre con respecto a otras" (p. 348). Esta propuesta de refundación de los estudios literarios (seguramente Gramuglio no se sentiría cómoda con esta formulación grandilocuente, pero sin lugar a dudas esta es la apuesta implícita de su propuesta de negociación entre la cultura nacional y las redes transnacionales como contextos de significación de una formación textual dada) se enmarca dentro de la noción de literatura mundial conceptualizada por Goethe en 1827, y que luego fue retomada por una importante genealogía de comparatistas que Gramuglio recorre e historiza (enfatizando especialmente la reapropiación del concepto por parte de Auerbach en el contexto de la guerra fría). Sobre el telón de fondo de la literatura mundial, la autora explica que "los textos deberían considerarse a la vez como parte de una literatura nacional y como parte de esa red o 'polisistema' transnacional que la trasciende. Serían leídos en 'contrapunto', para adoptar libremente la fórmula de Edward Said" (p. 363). A diferencia de lo que sucede en el resto del libro, donde las hipótesis sobre nacionalismo y cosmopolitismo están apoyadas sobre un trabajo de archivo contundente e iluminador, aquí Gramuglio pone a trabajar esta metodología relacional sobre "casos", autores y títulos presentados como instancias de ejemplificación, que apenas son interpretadas de manera somera y algo expeditiva. La excepción a esta modalidad puede encontrarse en "El buen salvaje no existe. Para una relectura comparativa de dos textos románticos", un ensayo en el que Gramuglio despliega una lectura brillante de Atala de Chautebriand y La cautiva de Echeverría como piedra de toque para un proyecto de romanticismos comparados al que ya hice referencia al comienzo de esta reseña.
Por supuesto, hay razones para la diferencia radical de esta última parte respecto de los protocolos críticos de las secciones que la preceden. Gramuglio escribió y revisó estos ensayos durante los últimos diez años y son todos posteriores a los escritos sobre nacionalismo y sobre Sur; y creo también que es significativo que se trate de textos posteriores (todos menos el primero de seis) a su renuncia a Punto de Vista, porque se trata de una problemática (la literatura comparada, sus métodos y debates disciplinarios) ajena a los intereses del comité editorial de la revista. En cada uno de ellos, Gramuglio explica de manera explícita y recurrente que se trata de un proyecto en curso y de una propuesta de trabajo que no intenta agotar su desarrollo; una invitación a renovar la disciplina "con una finalidad cosmopolita", para citar el ensayo clásico de Immanuel Kant. Las marcas de este intento de abrir un nuevo espacio de investigación comparativo en el contexto de un campo académico excesivamente volcado sobre sí mismo (en el que la renovación de las agendas de investigación
suele tener el dinamismo de un movimiento de placas tectónicas) no aparece únicamente en el nivel retórico. También se pueden leer en la manera en que estos ensayos reconstruyen el resurgimiento de la literatura mundial en las academias norteamericana y francesa a través de comentarios bibliográficos sobre los libros que alumbraron estos reacomodamientos disciplinarios (especialmente en las lecturas polémicas que Gramuglio hace de las propuestas de Franco Moretti, Pascale Casanova, Itamar Even Zohar) y en el esfuerzo por diferenciar el alcance de su propuesta del de la filología comparada de Spitzer, Auerbach y Curtius, cuyos aportes la autora considera inestimables, pero con quienes establece una relación parricida que hace pensar en la teoría de "la angustia de las influencias" de Harold Bloom.
Si bien es cierto que el eje indicado en el título del libro supone un claro recorte en el interior de la producción ensayística de la autora, se extraña la ausencia de una sección que reúna sus textos sobre la literatura de Juan José Saer. Los ensayos de Gramuglio sobre el escritor santafesino (en particular "El Lugar de Juan José Saer", que escribió en 1986 como postfacio para la antología Juan José Saer por Juan José Saer, pero también el prólogo a Lugar, "Una imagen obstinada del mundo" sobre El concepto de ficción y La narración-objeto, y "La filosofía en el relato" sobre El entenado, entre otros) constituyen una summa
critica categórica y establecieron los parámetros hermenéuticos para leer su narrativa hasta hoy. Pensándolo bien, la ausencia en este libro de los ensayos de Gramuglio sobre Saer, además de clases, textos aún inéditos y hasta la copiosa correspondencia que sostuvieron ameritan la publicación de un segundo tomo con esos materiales indispensables, que completaría esta excelente iniciativa de la Editorial Municipal de Rosario de devolverle visibilidad al corpus Gramuglio.
"En una carta fechada en agosto de 1987, María Teresa Gramuglio alude al proyecto de reunir sus notas escritas como 'ese libro imposible'. El libro en cuestión responde a una sugerencia de Beatriz Sarlo. Como algunos otros colegas, discípulos y editores lo harán tiempo después... Igual que en ocasiones posteriores, Gramuglio atiende a la sugerencia sin llegar a concretarla" (p. 7): así comienza el exhaustivo y deslumbrante prólogo que Judith Podlubne escribe para Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina, y hay que agradecerle a ella y a Martín Prieto que finalmente hayan convencido a Gramuglio de concretar "ese libro imposible" que llega para consolidar el lugar central que tiene en el campo académico argentino y, ahora también, en los estantes de nuestras bibliotecas.

Mariano Siskind
Harvard University

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