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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.18 no.2 Bernal dic. 2014

 

DOSSIER: 50 AÑOS DE PASADO Y PRESENTE. HISTORIA, PERSPECTIVAS Y LEGADOS

Tras las huellas de Pasado y Presente en La Ciudad Futura

 

María Jimena Montaña

CHI-UNQ / CONICET

La Ciudad Futura, Revista de Cultura Socialista hizo su aparición en Buenos Aires en agosto de 1986. Dirigida por José María Aricó, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula, publicó 49 números de manera continuada hasta la primavera de 1998. Tras una interrupción de tres años, su publicación fue retomada en la primavera de 2001 hasta el otoño de 2004, año en que la revista dejó de salir definitivamente.
Aunque conformada por integrantes que provenían de distintas experiencias políticas e intelectuales, sus directores1 habían pertenecido al antiguo círculo que animara Pasado y Presente y habían editado durante su exilio mexicano la revista Controversia, en colaboración con un sector de la izquierda peronista. Sin embargo, la experiencia de La Ciudad Futura suele ser leída en clave de radical discontinuidad respecto de aquella primera publicación. La reflexión encarada fundamentalmente en el marco de Controversia, a su vez, es señalada como la que habría operado el quiebre entre uno y otro momento. En esta clave de lectura, el retorno de la democracia y el regreso a Buenos Aires tras los largos años del exilio habrían puesto fin a la experiencia de Pasado y Presente como expresión destacada de la "nueva izquierda" revolucionaria surgida en la década de 1960, provocando un cambio de registro en las trayectorias personales y grupales.2
Indudablemente, la derrota política, la persecución, el exilio y la desmovilización, junto a una serie de procesos políticos y económicos de escala global (entre los que podemos señalar la crisis de los "socialismos reales", el declive del Estado de Bienestar y los cambios en el modo de acumulación capitalista) provocaron que un número considerable de grupos políticos e intelectuales se abocaran durante parte de los años setenta y ochenta a reconsiderar sus tradiciones de pensamiento y sus prácticas políticas, lo que en muchos casos derivará en rupturas y resignificaciones. Para los intelectuales nucleados en torno a La Ciudad Futura, esto se tradujo en la profundización de un extenso debate político intelectual iniciado en el exilio, que acabó poniendo en cuestión algunos de los principios que habían dominado el imaginario de la izquierda.
Sin embargo, si pensamos los procesos autodefinitorios en tanto operados por una variable dialéctica que asume un rol mediador (conservando lo negado, es decir, los momentos anteriores) no es posible comprender la experiencia de La Ciudad Futura sin pensarla en el marco de un largo proceso de constitución y transformación de las identidades intelectuales de sus principales referentes.
Atendiendo al papel gravitante que Pasado y Presente ha tenido en las trayectorias intelectuales de sus integrantes, cobra sentido la pregunta por las marcas que esta experiencia pudiera haber dejado. ¿Es posible encontrar algún hilo conductor que, sin desatender las sustanciales diferencias entre una y otra revista, nos permita pensar algún tipo de legado o herencia pasadopresentista en La Ciudad Futura? En las breves páginas que siguen, quisiéramos hacer el ejercicio de atenuar el énfasis puesto en las transitadas rupturas, para trazar ciertas líneas de continuidad que -salvando las distancias- nos permitirán ligar ambas experiencias.
La tarea no es sencilla. ¿Qué nexo podría establecerse entre una revista que tal como la caracterizara Oscar Terán3 cedió al difundido antiliberalismo del período acusando a la tradición liberal de una tiranía de la que era preciso desmarcarse y que desconfió de la democracia por considerarla atrapada en un puro formalismo, y otra cuya propuesta consistió en impulsar y acompañar la conformación de una identidad de izquierda en la Argentina que sobre la base de la plena aceptación de la democracia reinterrogase la relación entre liberalismo y socialismo?
El sentido que cada colectivo editorial le otorgó a los términos socialismo, liberalismo, democracia y peronismo, así como los modos en que cada uno intentó articularlos, parecieran dar cuenta de rupturas que son casi abismos. Los procesos sociales concretos y los contextos intelectuales precisos en los que ambas experiencias emergieron y se desarrollaron son, además, sustancialmente distintos. Mientras Pasado y Presente fue animada por una joven generación adscripta al marxismo en un período de radicalización política creciente y llevó adelante esta tarea de renovación y revisión bajo la "confianza en la cuasi infinita capacidad del marxismo para dialogar y devorar cuanto de nuevo y estimulante apareciera bajo el sol de la teoría",4 La Ciudad Futura encontró a parte de esos mismos intelectuales, de entre 45 y 55 años, encarando el que sería su último proyecto político cultural en un contexto marcado por el agotamiento del comunismo como teoría y práctica política, lo que sumado al fracaso de los métodos de la izquierda revolucionaria en la Argentina y en gran parte de América Latina hacía necesario repensar el socialismo y las posibilidades de cambio social desvinculados del concepto de revolución.
Sin que ello suponga adentrarnos en la polémica5 respecto de la existencia o no de un "grupo" y de la mayor o menor proyección que habría tenido su actuación colectiva, quisiéramos señalar, sin embargo, que tanto la revista que editaran en su juventud como el grupo de sociabilidad más amplio al que pertenecieron los directores de La Ciudad Futura deben ser pensados como algo más que un punto de referencia en común. A lo largo de los años, se sostuvieron ciertas ideas y valores compartidos que aseguraron en muchos casos una larga amistad y contribuyeron a la formación de sucesivos emprendimientos político- culturales, que pese a no haber estado definidos programáticamente y a haber encarnado adscripciones políticas diversas, de algún modo retuvieron una identidad específica que los distinguió respecto de otros grupos intelectuales.6
Consideramos que esta impronta distintiva puede ser caracterizada como una modalidad específica del trabajo intelectual, que partiendo de la creencia en una radical interrelación entre cultura y política, se manifestó en un tipo de intervención intelectual de carácter colectivo encarnada en emprendimientos editoriales y en una actitud crítica frente a la teoría que les permitía poner a prueba el instrumental teórico y, abriéndose al diálogo con las más diversas tradiciones, "medirse con el mundo".
He aquí lo que podríamos señalar como las marcas del legado intelectual "pasadopresentista": una concepción gramsciana de las revistas,7 que las entiende como instituciones culturales de primer orden que por su acción integradora de las funciones intelectuales cumplen en la sociedad con la acción de organización de la cultura y una "apertura teórica y política" que se traduce en cierta heterodoxia entendida como la certeza de que una cultura de izquierda solo podría realizarse a través del debate, de la discusión y de la libre circulación de ideas. Legados que -a su vez- están interconectados, pues el trabajo en el marco de revistas implica una reflexión colectiva que supone asumir y aceptar la coexistencia de distintas posiciones y formaciones.
En su primer número, La Ciudad Futura8 se presenta como una de las formas de organización de una presencia cultural de izquierda que, rechazando las ideologías totalizantes, se propondrá transformar la sociedad "según valores de libertad, solidaridad y justicia". Este programa de renovación y transformación de la cultura política de izquierda se asentaba, además, en la constitución de la revista como un terreno crítico de confrontación de las distintas voces que animaban un proyecto de reconstitución de la sociedad argentina sobre bases democráticas y socialistas. Partiendo del diagnóstico de que el ideal socialista y la cultura de izquierda se encontraban en crisis ya que no se podían "medir" con los problemas de las sociedades complejas, desde las páginas de La Ciudad Futura se planteaba la necesidad de abrirse a todas las contribuciones teóricas de alto nivel, incluso cuando estas probaban ser ajenas al pensamiento de izquierda de la época, como fue el caso de Weber y de Schmitt.
De acuerdo con la interpretación que estamos ensayando, esta compleja recomposición teórica y práctica, caracterizada por una "apertura intelectual" de la izquierda y un abandono o resignificación de la idea de revolución, podría ser pensada no solo como el resultado cruel y traumático de los golpes de Estado, como señalara Lechner,9 sino también como una actitud teórica que, más que ser nueva, estaba en sintonía con el que fuera uno de los puntos de partida del proyecto político formulado con el lanzamiento de Pasado y Presente en 1963: la apertura teórica y política de la izquierda que permitía la convivencia tensionada de matrices y apelaciones teóricas diversas.
Si en el caso de Pasado y Presente esto había implicado la confrontación del marxismo con las alternativas del pensamiento occidental desde fines del siglo XIX y la apertura a la influencia de otros filones de la cultura europea (desde la fenomenología de Husserl al psicoanálisis lacaniano, pasando por el estructuralismo de Lévi Strauss) fundada en la creencia de que el cruce de culturas produciría efectos fecundos,10 en el de La Ciudad Futura, la iniciativa se traducirá en la expansión de una "nueva izquierda" que, buscando superar tradiciones agotadas en su potencialidad teórica y práctica de transformación, intentará plantear soluciones alternativas a la explotación capitalista del mundo, apelando a pensadores nuevos o viejos no necesariamente marxistas e incorporándolos a las exigencias de la política de izquierda,11
En ambos casos, las publicaciones procuraban realizar una doble intervención: en el plano teórico y en el plano político, de aquí que las operaciones de lectura, relectura y recepción eran a la vez fenómenos teóricos y políticos que en ocasiones tenían por finalidad abordar problemas y debates teóricos de las ciencias sociales y el marxismo europeo, y en otras respondían a una urgencia política. De tal modo, así como Gramsci (entre otros autores) había sido usado para renovar a Marx y superar el reduccionismo economicista en los sesenta, en los años ochenta los desplazamientos teóricos que permitieron la reflexión y la revisión del desempeño de las experiencias históricas del socialismo y de la teoría marxista que le daba sustento estuvieron impulsados por una nueva lectura de Gramsci,12 pero también por autores tales como Dahl, Schumpeter, Rawls, Bobbio y Weber que al tiempo que permitían abandonar la estrategia revolucionaria y reivindicar la salida democrática como alternativa política, también permitían pensar en el papel del Estado y de la política, que en contacto con la democracia adquirían renovada importancia.
Este tipo de intervención intelectual desprejuiciada, abierta, no dogmática y esencialmente "laica" era lo que les permitía ponerse a la altura de los debates teóricos y a la vez enfrentarse a cambiantes realidades históricas y políticas en el momento de encarar la renovación crítica de la cultura de izquierda. Que el sentido de esa "renovación" no haya sido necesariamente el mismo para ambas publicaciones no quita que el modo de intentar renovar la izquierda supusiera una práctica intelectual semejante. Y es allí donde detectamos una velada línea de continuidad, que así como no responde a la existencia de un proyecto teórico y político de transformación de la sociedad, que habría sido adoptado y compartido por el heterogéneo grupo de intelectuales que pueden ser vinculados de un modo u otro a ambas experiencias editoriales, tampoco puede ser atribuida a una identidad teórica compartida que funcionara como frontera. Las disímiles miradas e interpretaciones de los procesos histórico-políticos, las opciones políticas concretas y las apelaciones teóricas en el momento de encarar la reflexión, harían difícil verificar cualquier intento de postular una unidad o coherencia teórico-política (incluso en el interior de cada una de estas empresas político-culturales) sin reducir experiencias colectivas y marcadamente heterogéneas al devenir de un itinerario personal.
Sostenemos, entonces, que aquello que nos permitiría ligar ambas experiencias reside en un modo de intervención político-intelectual a través de publicaciones pensadas como centros de elaboración, que, apartándose de las versiones doctrinarias y abriéndose a lo nuevo, apostó a la productividad de las tensiones del diálogo, de la discusión franca y de la confrontación de opiniones13 bajo la creencia de que ello les permitiría dar sentido a los hechos de una realidad que cambiaba "sin hacer del pensar siempre lo mismo una extraña virtud", como dirá Oscar Terán refiriéndose a Portantiero.
Tal vez haya sido el reconocimiento del valor del "eclecticismo como método",14 la admisión de la actitud ecléctica como hábito laico y democrático del pensar que permitiría mantener abierta la mirada hacia lo nuevo y recomponer las tradiciones intelectuales en un gigantesco proceso de síntesis lo que, junto a la reflexión como un proceso colectivo, constituya aquello que la experiencia de Pasado y Presente les legara a sus integrantes, definiendo, casi sin querer, un modo singular y distintivo de encarar la tarea intelectual.
El ejercicio de intentar asir un legado intelectual que, pese a ser difuso, logró enhebrar proyectos culturales y políticos disímiles ha sido también un modo indirecto de reflexionar sobre la especificidad de estas experiencias; especificidad que solo puede emerger si se las inscribe en la tradición intelectual a la que pertenecen y se las despoja de ciertas aparentes singularidades históricas e ideológicas.

Notas

1 De los tres directores de la revista, dos de ellos, José Aricó y Juan Carlos Portantiero, habían formado parte de la experiencia de Pasado y Presente, tanto en su primera época (1963-1965) como en su breve segunda época (de abril a diciembre de 1973), mientras que Jorge Tula se había sumado en la segunda etapa. Por su parte, Héctor Schmucler, quien fuera secretario de redacción de la segunda época de Pasado y Presente, acompañó la publicación desde los primeros números, pese a no figurar en el comité editorial de La Ciudad Futura.

2 Horacio Crespo señala que el cambio de escenario, la irrupción de una nueva generación en la Argentina, la renovación sustantiva de la estrategia de intervención en los eventos públicos y el acontecer social y el cese definitivo de la actividad editorial de Pasado y Presente son los elementos decisivos para determinar esta periodización que fija el año 1984 como el fin del colectivo. Véase Horacio Crespo, "En torno a Cuadernos de Pasado y Presente 1968-1983", en Claudia Hilb (comp.), El político y el científico. Ensayos en homenaje a Juan Carlos Portantiero, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, p. 172.

3 Oscar Terán, "Intelectuales y política en Pasado y Presente", La Ciudad Futura, nº 27, febrero-marzo de 1991.

4 Oscar Terán, "Intelectuales y política…", op. cit., p. 30. "Es así como el marxismo deviene fuerza hegemónica, se convierte en la cultura, la filosofía del mundo moderno, colocándose en el centro dialéctico del movimiento actual de las ideas y universalizándose". Véase también José Aricó, "Pasado y Presente", Revista Pasado y Presente, nº 1, abril-junio de 1963, p. 17.

5 Para más datos respecto de esta polémica véase Raúl Burgos, Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.

6 La perspectiva analítica que estoy ensayando encuentra su formulación más precisa en el trabajo de Raymond Williams. Una aproximación semejante puede encontrarse en el trabajo de Heloisa Pontes sobre el Grupo Clima. Véase Heloisa Pontes, Destinos mistos. Os críticos de Grupo Clima em São Paulo 1940-1968, San Pablo, Companhia das letras, 1998, y Raymond Williams, "The Bloomsbury fraction", en Problems in materialism and culture, Londres, Verso, 1982.

7 Véase José Aricó, "Pasado y Presente", op. cit., p. 9

8 "La Ciudad Futura", La Ciudad Futura, nº 1, agosto de 1986, p. 3.

9 "De un modo cruel y muchas veces traumático, acontece una crisis de paradigma con un efecto benéfico empero: la ampliación del horizonte cultural y la confrontación con obras antes desdeñadas o ignoradas", Norberto Lechner, "De la revolución a la democracia", La Ciudad Futura, nº 2, octubre de 1986, p. 34.

10 Véase José Aricó, La cola del diablo, Buenos Aires, Puntosur, 1988.

11 En el Suplemento/2, "Nuevas ideas para una política de los años 80" (La Ciudad Futura, nº 2, octubre de 1986, p.18) Gianfranco Pasquino sugiere que esta tarea sea realizada con alguna "infidelidad creativa" al pensamiento de autores como Keynes, Weber, Kelsen o Rawls. El debate sobre la izquierda, que, inaugurado en el nº 6 de La Ciudad Futura se extendió hasta el nº 22, también da cuenta del examen crítico -en términos teóricos y prácticos- de posiciones, puntos de partida y objetivos que los intelectuales que participaban de la publicación encararon junto a otros sectores de la izquierda.

12 La relectura de Gramsci habría permitido la revalorización de la política frente a la economía y la recuperación del concepto de hegemonía en clave no revolucionaria. Considerada como proceso de constitución de los propios agentes sociales en su proceso de devenir Estado, o sea, fuerza hegemónica, se postulaba como una superación de la noción leninista de alianza de clases, aun si de algún modo la presuponía.

13 "Esta es en el fondo la preocupación que anima a los redactores de Pasado y Presente. La de hacer una publicación que al afrontar los problemas históricos o los derivados de la investigación filosófica […] incursione por todos los campos de la realidad, aún por aquellos poco frecuentados […] a través de traducciones de cuanto viene escrito en el mundo y esté a nuestro alcance sobre la problemática del marxismo teórico y otros campos del conocimiento humano. Además, apelaremos a todos aquellos que desde diferentes puntos de vista se planteen las mismas exigencias, las mismas preocupaciones, puesto que no deseamos que la orientación marxista de la mayor parte de los colaboradores de Pasado y Presente excluya la participación de estudiosos de otras tendencias", José Aricó, "Pasado y Presente", op. cit., p. 16.

14 José Aricó, "Debemos reinventar América Latina, pero… ¿Desde qué conceptos 'pensar' América?", entrevista de Waldo Ansaldi, en José Aricó, Entrevistas 1974-1981, Córdoba, CEA, 1999, p. 182.

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