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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.1 Bernal jun. 2015

 

ARTICULOS

El Centenario de la Independencia y la construcción de un discurso acerca de Tucumán: proyectos y representaciones*

 

Soledad Martínez Zuccardi

Universidad Nacional de Tucumán / CONICET

 


Resumen

El trabajo examina las representaciones de la provincia delineadas en los volúmenes de Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas (1916), compilación publicada como parte de la celebración oficial del Centenario de la Independencia Argentina. Tales representaciones pueden ser condensadas en cuatro imágenes (la de edénico jardín, de naturaleza y geografía prodigiosas; la de heroica cuna de la libertad y la independencia, poseedora de un pasado de gloria; la de una provincia de "porvenir" brillante a partir de la pujanza de la industria azucarera, y la de una ciudad culta, animada y atenta a la moda). El análisis destaca el carácter estratégico que este discurso casi sin fisuras sobre Tucumán presenta en relación con el ambicioso proyecto modernizador emprendido por la denominada "generación del Centenario" local, que aspiraba a establecer a la provincia como un significativo polo económico y cultural del país y como capital de la región noroeste. Carácter estratégico que se acentúa al considerar ciertos aspectos silenciados por la compilación en la medida en que podrían arrojar una sombra de duda sobre algunas de las certezas del proyecto mencionado.

Palabras clave: Representaciones; Modernización; Elites culturales locales; Provincia y nación

Abstract

The Centennial of the National Independence of Argentina and the construction of a discourse about Tucumán: projects and representations

This article studies the way in which the province of Tucumán is represented in the volumes of Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas (1916), compilation published as part of the official celebration of the first Centenary of the National Independence of Argentina. These representations can be condensed in four images (the image of a paradisiacal garden, with a magnificent and prodigious nature; of a cradle of freedom and independence, owner of a heroic past of glory; of a province with a brilliant future based on the prosperity of the sugar industry; and of an educated, animated and modern city). The analysis underlines that this almost idyllic discourse about Tucumán presents a strategic character in relation to the ambitious project of modernization led by the so called local "Generation of the Centenary", group which intended to establish the province as an important economic and cultural pole, as well as the center of the Northwest region. This strategic character appears even more clearly if we consider certain aspects which seem to be silenced in the compilation, for they could throw a shadow of doubt over some of the certainties of the project mentioned above.

Keywords: Representations; Modernization; Local Intellectual Elites; Province and Nation


 

Entre las actividades que integran el programa oficial de festejos del Centenario de la Independencia en Tucumán figura la publicación de una obra ambiciosa: la compilación Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas (1916), que aspiraba a reunir "todo cuanto, importante o ameno, anda escrito sobre nuestra provincia, desde los tiempos más remotos hasta los más recientes", como se afirma en el prólogo de la obra. Tal interés de recopilar todo lo escrito sobre Tucumán puede vincularse con el afán fundacional que parece caracterizar en esta época la función de la literatura -entendida aquí en un sentido amplio, no especializado-. Según Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, una de las "misiones" del escritor de estos años es fundar la tradición del país, pensar los orígenes de la nación.1 Es posible conjeturar que a partir de la realización de una compilación histórica de escritos acerca de Tucumán se aspiraba a fundar la provincia en el plano simbólico, a forjar una memoria local y cimentar una tradición.
En las páginas que siguen me detengo en esta -hasta el momento poco examinada- compilación, enfocando en el modo en que allí aparece representada la provincia.2 Propongo una sistematización de esas representaciones, que pueden ser condensadas en cuatro imágenes de Tucumán: 1) la de edénico jardín, de naturaleza y geografía prodigiosas; 2) la de heroica cuna de la libertad y la independencia; 3) la de una provincia de "porvenir" brillante a partir de la pujanza de la industria azucarera; y 4) la de una ciudad culta, animada y atenta a la moda. Tales representaciones -que, como intentaré mostrar, en conjunto parecen estar orientadas a destacar la singularidad y la relevancia de Tucumán en la historia y el futuro de la nación- revisten un carácter estratégico en relación con el proyecto modernizador de la provincia desplegado por el grupo que encomienda la realización de Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas.3

1. La iniciativa de una compilación de textos sobre Tucumán. Juan B. Terán, Manuel Lizondo Borda y el grupo del Centenario local

La compilación es encargada a Manuel Lizondo Borda por la Comisión Provincial del Primer Centenario de la Independencia Argentina, constituida en 1915 con el objeto de organizar la celebración de la fiesta patria. Los integrantes de la Comisión eran en su mayoría -aunque no exclusivamente- miembros de la elite política y socioeconómica tucumana, y muchos de ellos formaban parte además de un grupo que en el marco de la historiografía local ha sido denominado como "generación del Centenario" o "generación de la Universidad" y que dio impulso a un vasto proyecto de modernización económica y cultural de la provincia, tendiente a convertirla en el centro de la región del Noroeste argentino y en un importante polo a nivel nacional.4
Dicho proyecto se vio muy ligado al vertiginoso crecimiento experimentado por la industria azucarera desde el último cuarto del siglo XIX. Como afirma Mark Alan Healey, "[e]l Tucumán moderno surgió a la sombra de las chimeneas de los ingenios azucareros".5 Donna J. Guy precisa que durante el decenio de 1880 tal industria se había visto beneficiada por ciertos gobiernos nacionales -con cuyos funcionarios el empresariado tucumano estaba estrechamente vinculado- y que, de acuerdo con una política de fomento de las industrias regionales ejecutada como un modo de promover la consolidación nacional, impulsaron medidas tendientes a favorecer el proceso azucarero.6 Debido a su temprano desarrollo industrial, la provincia constituiría, para Luis Alberto Romero, una excepción (al igual que Córdoba, Mendoza y Santa Fe) en relación con otras provincias del denominado "interior" del país, entonces todavía incapaces de incorporarse al mercado mundial.7 Pese a la existencia de tempranas crisis de sobreproducción, a partir del impulso azucarero Tucumán moderniza rápidamente su fisonomía y vive un clima de progreso y prosperidad, vigente hasta los festejos del Centenario de la Independencia.
Este grupo de hombres del Centenario -entre quienes puede destacarse a Juan B. Terán (1880-1938, fundador de la entonces flamante Universidad de Tucumán), Ernesto Padilla (1873-1951, gobernador de Tucumán en 1916 y último mandatario conservador de la provincia), el filósofo Alberto Rougés (1880-1945), el naturalista Miguel Lillo (1862-1931), los abogados José Ignacio Aráoz (1875-1941) y Julio López Mañán (1878-1922), el poeta modernista boliviano Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933)- revela una hasta entonces inédita inclinación por la acción cultural y se aboca, entre otras tareas, a la creación de publicaciones (como la significativa Revista de Letras y Ciencias Sociales),8 a la conducción de instituciones ya existentes como la Sociedad Sarmiento (principal asociación científica y literaria de la época, que había sido fundada en 1882), y a la gestación de una nueva institución: la mencionada Universidad de Tucumán. Es sin duda esta última la obra más importante del grupo. Proyectada en 1909 con una fuerte orientación experimental y práctica -diferente, así, de las más "doctorales" casas de estudio de Córdoba y Buenos Aires, y más próxima a la de La Plata-, la universidad tucumana se inaugura en 1914.
Terán, fundador, ideólogo y primer rector de la institución -y miembro fundamental del grupo del Centenario-9 es precisamente quien tiene la iniciativa de crear la compilación que deriva en Tucumán al través de la historia, y quien dirige a Lizondo Borda en su confección, como lo destaca el propio compilador en el prefacio: "Túvose a bien [.] bajo la dirección del Dr. Juan B. Terán poner en nuestras manos [la compilación]"; "La idea determinante de este libro ha sido la de un 'mosaico', -al decir del Dr. Terán- de cosas y hechos tucumanos desflocados del paño de su historia".10 Cabe destacar el importante papel que se atribuye a Terán en la elaboración de la obra, dato que no aparece mencionado en los estudios sobre su figura y que confirma a la compilación como un proyecto más de los hombres del Centenario.
¿Cuáles pueden haber sido los motivos de la elección de Manuel Lizondo Borda (1899-1961) para llevar adelante la tarea? El origen de clase media de este entonces joven abogado tucumano -graduado de la Universidad de Buenos Aires- y su inclinación radical contrastaban con el "brillo" social y la orientación política predominantemente conservadora de los integrantes del grupo del Centenario. Es factible pensar que, pese a tales diferencias, Terán haya visto en este antiguo alumno suyo del Colegio Nacional de Tucumán a una figura adecuada para concretar una compilación de la naturaleza de la planeada, dadas su inclinación por la literatura -Lizondo Borda había ingresado al campo cultural local como poeta, en tanto autor del que parece ser el primer libro de poesía publicado en Tucumán: El poema del agua (1908)-, así como su experiencia previa en la edición de libros-homenaje por encargo: había realizado, en colaboración con Emilio Catalán, una biografía de Alberdi, publicada en 1910 en ocasión del Centenario de su nacimiento y repartida en las escuelas de la provincia.11
Con el tiempo, su "sentido público" se afianzaría en torno a su condición de historiador. Ramón Leoni Pinto le dedica un lugar destacado en su estudio sobre la historiografía local y afirma que en sus más de treinta libros, Lizondo Borda escribió la historia de la provincia desde sus orígenes hasta la década de 1930, dando una visión integral de la vida provincial y regional. Califica, no obstante, sus criterios de trabajo como más "didácticos" que "sistemáticos", lo que a su juicio en ocasiones "restó profundidad a sus inferencias".12 Pero en 1916 recién se despertaba su vocación historiográfica. El propio Lizondo Borda considera precisamente a Tucumán al través de la historia como su "primera inmersión" en la investigación histórica, a la vez que el inicio de su vínculo con el grupo del Centenario. En una evocación de Ernesto Padilla, afirma que sus diferencias políticas no le impidieron "entrar en el círculo de intelectuales que entonces lo rodeaba [a Padilla, y menciona en este punto a Terán, Rougés, Jaimes Freyre, José Ignacio Aráoz, entre otros]". Agrega que

[F]ue entonces cuando, por encargo de Terán y Padilla, realicé la compilación histórica -y también literaria- titulada Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas, publicada por el gobierno como un acto más de los programados para celebrar el centenario de nuestra independencia. Y así a Padilla y Terán debí yo mi primera inmersión en la historia.13

El fragmento muestra gratitud y reconocimiento hacia Terán y Padilla, e incluso sugiere una respetuosa admiración. Lo cierto es que su relación con ellos y con el grupo en general continuaría, a tal punto que el nombre de Lizondo Borda es mencionado cuando se enumera a las figuras jóvenes ligadas a la llamada "generación del Centenario" local.14 Así, poco después de publicada la compilación, se le encomendaría la dirección de la Revista de Tucumán, órgano de extensión de la Universidad que publica siete números durante 1917 y en la que escriben Terán, Jaimes Freyre, Padilla, Lillo, entre otros. Más adelante, en 1938, Terán apadrinaría el ingreso de Lizondo Borda a la Junta de Historia y Numismática Argentina (actual Academia Nacional de la Historia) y le brindaría un discurso de bienvenida, texto incluido luego como prólogo a uno de los libros de Lizondo Borda, Tucumán indígena, de 1938. No serían infrecuentes estos mecanismos de apoyo del grupo del Centenario a figuras provenientes de otros sectores sociales o de orientaciones diferentes pero que tal vez, a los ojos de sus integrantes, podían enriquecer o continuar el proyecto de desarrollo cultural iniciado por ellos. Además de Lizondo Borda, pueden mencionarse los casos de Alfredo Coviello (cuyas iniciativas culturales y universitarias son resueltamente apoyadas por Padilla y Rougés a fines de la década de 1930 y comienzos de la siguiente) o Juan Alfonso Carrizo (cuya vasta labor de recopilación folklórica es impulsada, en la misma época, por esas mismas figuras).15
Ahora bien, ¿en qué consiste la compilación? Tucumán al través de la historia se organiza en dos tomos, publicados ambos en 1916 por Prebisch y Violetto, principal imprenta de la época a la que se encargaban las publicaciones oficiales y, de manera incipiente en el momento, las universitarias. El primer tomo reúne diversos textos en prosa: escritos, informes y documentos coloniales que aluden a la región del Tucumán, numerosas crónicas de viajeros que visitaron la provincia, fragmentos de las memorias de Juan B. Alberdi y Gregorio Aráoz de Lamadrid, escritos de Domingo F. Sarmiento, páginas literarias de Juana Manuela Gorriti, textos de Paul Groussac, entre otros. El segundo tomo recoge composiciones poéticas de alrededor de treinta autores, desde Martín del Barco Centenera (siglo XVII), a escritores y figuras públicas de los siglos XIX y comienzos del XX (Fray Cayetano Rodríguez, José Agustín Molina, Marco Manuel Avellaneda, nuevamente Groussac, Esteban Echeverría, Adán Quiroga, Mario Bravo, Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas, por mencionar solo algunos).
Ambos volúmenes componen un corpus caracterizado por la heterogeneidad, tanto en lo que atañe a los diversos géneros incluidos como a la variedad de autores involucrados. Si el segundo tomo está integrado por textos excluyentemente poéticos -en el sentido de ser composiciones escritas en verso-, el primero abarca textos en prosa que van desde el documento oficial a los recuerdos más personales. Prevalece, de todos modos, en este primer volumen una forma discursiva: la de la crónica o el relato de viajes (de viajeros provenientes de Europa o de distintos puntos de la Argentina), predominio que implica que la mirada a la provincia presente en muchos de los textos proviene de ojos externos a ella. En cuanto a los autores, a su dispar procedencia geográfica se suman los disímiles grados de reconocimiento en el espacio público o, de modo más específico, en el ámbito intelectual y literario. Lizondo Borda selecciona textos tanto de presidentes de la República como de viajeros poco conocidos, o bien de autores relevantes en la historia de la literatura argentina, así como otros de significación muy local, relacionada en muchos casos con la participación en juegos florales o en otros certámenes literarios celebrados en Tucumán.
En el prefacio del primer tomo Lizondo Borda explica el propósito de la obra, consistente en reunir, según lo mencionado al comienzo del trabajo, "todo" cuanto se hubiera escrito sobre la provincia. He indicado antes que tal aspiración se vincula con el afán fundacional de la literatura argentina del momento; cabe agregar además que en el ámbito local dicha aspiración se inscribe en el marco de una más vasta labor impulsada por el mismo grupo del Centenario y sustentada en el afán de reunir, elaborar y publicar escritos y documentos relacionados con Tucumán. Se trata precisamente de la época en que comienza a organizarse el Archivo Histórico de la Provincia (tarea que el gobernador Padilla encomienda en 1913 a Jaimes Freyre) y en que ven la luz importantes publicaciones oficiales o universitarias, ligadas todas a la historia provincial o a la realidad local, como Tucumán y el Norte argentino (1910), de Terán, Tucumán antiguo (1916), de López Mañán, los cinco libros de Jaimes Freyre aparecidos entre 1909 y 1916: Tucumán en 1810, Historia de la República de Tucumán, El Tucumán del siglo XVI , El Tucumán colonial, Historia del descubrimiento de Tucumán, las ediciones oficiales realizadas durante la gestión de Padilla: El Congreso de Tucumán, de Groussac, el lujoso Álbum del Centenario, la propia compilación de Lizondo Borda que aquí nos ocupa. Se conforma así una suerte de movimiento de investigación en torno a la historia de Tucumán, que para Leoni Pinto supone el punto de arranque de la "historia científica en la provincia".16
En el mencionado prefacio el compilador alude también a la premura con la que declara haber tenido que dar término a la obra, de modo que ella pudiera aparecer en los días de conmemoración del Centenario de la Independencia. Lizondo Borda se refiere seguramente al momento en que se centralizan los festejos, esto es, al mes de julio de 1916, en que se llevan a cabo los correspondientes actos protocolares (desfiles militares y escolares, reuniones científicas, habilitaciones de museos, parques, escuelas). Habla, así, en el prefacio del "escasísimo tiempo disponible", de "la exigüidad del tiempo", del "plazo angustioso para darle fin [a la compilación]". Sin embargo, cabe pensar que la obra no llega a estar lista para los festejos de julio y por lo tanto no se distribuye en el marco de los actos realizados en ese mes.17 En efecto, en sus largas y detalladas coberturas de tales ceremonias, El Orden -entonces principal diario local- no hace mención alguna al respecto. Recién el 9 de octubre publica una relativamente extensa nota a propósito de la aparición de Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas.18 Se trata de un comentario firmado por Roberto J. Ponssa, abogado integrante, junto a Terán y otros, de la "Comisión de Concursos y Celebraciones Intelectuales", especie de subcomisión dentro la ya mencionada "Comisión Provincial del Primer Centenario de la Independencia Argentina". La nota se refiere a la compilación como un "hecho bibliográfico verdaderamente encomiable", sobre todo debido a su valor histórico, y describe con cierto detalle su contenido, además de destacar el papel desempeñado por Terán en tanto autor de la iniciativa.19

2. "Dichosa Tucumán": tierra bendecida, edénico jardín

Una de las imágenes más "fuertes"20 de la provincia que recorre ambos tomos de Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas se vincula con la dimensión de la naturaleza y la geografía, y aparece condensada en la idea de jardín, en alusión a lo que se describe como la belleza, el esplendor, la fecundidad y la abundancia de la tierra y la vegetación tucumanas. El primer texto que puede mencionarse en esta línea es la crónica del capitán inglés Joseph Andrews titulada Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826 y publicada originalmente en Londres en 1827, de las que Lizondo Borda selecciona varias páginas. Andrews habla de las "incomparables bellezas de esa tierra deliciosa" y declara: "En cuanto a grandeza y sublimidad, no creo que sean sobrepasadas en parte alguna de la tierra" (I, 221). Igual construcción hiperbólica hace de los cerros tucumanos. Dice del "magestuoso [sic] Aconquija" que es "quizás lo más bello que jamás formó la naturaleza" (I, 222). Llama la atención que en la compilación no se incluya la que posteriormente sería una expresión muy citada de Andrews, quien en la misma crónica define a Tucumán como el "jardín del universo". De todas maneras, a continuación del texto del viajero inglés, Lizondo Borda difunde extensos fragmentos de la Memoria descriptiva sobre Tucumán (1834), de Alberdi, donde la frase de Andrews es recuperada.
Aunque oriundo de la provincia, Alberdi adopta la perspectiva del viajero y afirma: "Por donde quiera que se venga a Tucumán, el extranjero sabe cuando ha pisado su territorio sin que nadie se lo diga. El cielo, el aire, la tierra, las plantas, todo es nuevo y diferente de lo que se ha acabado de ver" (I, 227). Al describir la vista desde el cerro San Javier, traza una descripción de la naturaleza tucumana que la asemeja a un verdadero edén:

Allí no hay más monotonía que la de la variedad. Cada paso nos pone en nueva escena. Un aire puro y balsámico enajena los sentidos. No hay planta que no sea fragante, porque hasta la tierra parece que lo es. Los pies no pisan sino azucenas y lirios. Propáganse lenta y confusamente por las concavidades de los cerros, los cantos originales de las aves, el ruido de las cascadas y torrentes. Repentinamente queda envuelto uno en el seno oscuro de una nube y oye reventar los truenos bajos sus pies y sobre su cabeza y se encuentra envuelto en rayos, hasta que impensadamente queda de nuevo en medio de la luz y la alegría (I, 231).

Si bien Alberdi no llega a apelar a términos como edén o paraíso la idea de verse envuelto en nubes y rayos y en medio de la luz y la alegría remiten sin duda a esos términos. Él parece consciente de que su visión puede resultar hiperbólica, o bien juzgada como parcial debido a su propia condición de tucumano. Y es en ese contexto que remite al texto de Andrews, al que apela para respaldar su propia exaltación de la tierra tucumana:

Ruego a los que crean que yo pondero mucho se tomen la molestia de leer un escrito sobre Sud América, que el capitán Andrews publicó en Londres en 1827. Advirtiendo que el testimonio de este viagero [sic] debe ser tanto menos sospechoso por cuanto pocos países le eran desconocidos, y que su carácter no dio motivo para creer que fuera capaz de mentir por mero gusto. [.] dice "que en punto a grandeza y sublimidad, la naturaleza de Tucumán no tiene superior en la tierra"; "que Tucumán es el jardín del universo" (I, 230-231).

La imagen de jardín aparece reiterada en diversos textos del primer tomo. Así, otro viajero inglés, Woodbine Parish, autor de Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata, desde su descubrimiento y conquista por los españoles (1852), afirma que "la naturaleza ha sido tan pródiga para con ella de sus más esquisitos [sic] dones, que con justicia merece la provincia de Tucumán su nombradía y apelación de Jardín de las Provincias Unidas" (I, 259). Afirmación que demuestra, por otra parte, que la imagen de jardín aparece a mediados del siglo XIX como una representación muy difundida, cuyo probable origen se remonta a la definición de Andrews recuperada por Alberdi. Otro texto que alude al justo merecimiento del mote de jardín es extraído de un manual inglés, Manual de las Repúblicas del Plata, firmado por M. G. y E. T. Mulhall y publicado en Londres en 1876. La sección allí dedicada a la provincia comienza significativamente: "Bien merece el título de jardín de Sud América, por sus ricos y variados productos, su clima suave, sus paisajes encantadores, y los varios otros dones que la naturaleza brinda al punto más favorecido de todo este continente" (I, 311). Cabe mencionar también un breve texto de Groussac -un autógrafo inscripto en 1894 en el Álbum de la ya mencionada Sociedad Sarmiento- que se refiere directamente a Tucumán como "el perfumado 'jardín de la República'" (I, 333). Al encerrar entre comillas la frase "jardín de la república", Groussac parece sugerir que está retomando una expresión ya consolidada.
Una indudable ausencia en la compilación es el conocido pasaje del Facundo donde Sarmiento alude a Tucumán como el "Edén de América, sin rival en toda la redondez de la tierra", texto responsable quizá de la popularización de esta imagen de Tucumán como un espacio de naturaleza privilegiada y única. Si bien resulta difícil conocer las razones de lo que es posible visualizar retrospectivamente como una ausencia, lo cierto es que Lizondo Borda incluye un breve escrito de Sarmiento (otro autógrafo en el Álbum de la Sociedad que lleva su nombre, firmado en 1886) donde el sanjuanino reitera esta idea, al afirmar que "Tucumán está designado por la naturaleza misma a reconstruir el soñado Edén" (I, 328).
Sin afán de abundar, resta tan solo mencionar otros textos que esbozan construcciones igualmente exaltadoras de lo que se presenta como la privilegiada naturaleza tucumana: un escrito de 1854 de un viajero argentino, Domingo Navarro Viola, publicado póstumamente en 1863, que describe a Tucumán como "el panorama más bello y el cuadro más poético que puede reflejarse sobre la imaginación del que contempla a la naturaleza en sus perspectivas inmensas como ella misma" (I, 275); y, en segundo lugar, un pasaje de "La novia del muerto", de Juana Manuela Gorriti (incluido en Sueños y realidades de 1865), donde se define a la provincia como la "imagen del Edén" (I, 290).
La belleza, el esplendor, la fecundidad y la abundancia son también las notas con las que con mayor frecuencia se construye a la provincia en los poemas que integran el segundo tomo de la compilación. La tierra tucumana es por ello descripta en muchas ocasiones como una tierra "bendecida", "dichosa", "feliz" y construida metafóricamente en términos de jardín o de edén. Son numerosos los ejemplos al respecto. En su poema "Avellaneda", de 1870, Esteban Echeverría habla de una "tierra bendecida por la fecunda mano del Creador" y describe a la provincia como "Encantado jardín, valle florido/del Edén desprendido/para adornar el argentino suelo" (II, 52). Echeverría asocia directamente a Tucumán con las nociones de felicidad y promisión: "Tierra de promisión y de renombre/engendra en sus entrañas virginales/ cuanto apetece y necesita el hombre/para vivir feliz" (II, 51). La idea de jardín y de dicha también está presente en el soneto de Groussac "A Tucumán" (1882), que comienza significativamente con la exclamación "¡Dichosa Tucumán!" y alude a ella como "tierra de selección-jardín de amores" (II, 64). Santiago Vallejo dedica un largo poema a su suelo natal (1882), en el que vincula el esplendor de su "naturaleza exuberante" ("Todo es grandioso, espléndido, salvaje", II, 67), con las ya aludidas ideas de dicha y felicidad: "¡Salud dichoso suelo,/donde vertió con generosa mano/para felicidad del ser humano/delicia y tanta maravilla al Cielo!" (II, 66).
Construcciones similares se encuentran en los poemas de Adán Quiroga (1898), Damián Garat (1897) y Ramón Oliver (1882), donde abundan exclamaciones como "Salve, tierra feliz!" (II, 113), "Tierra de promisión!" (II, 106), "Oh Tucumán feliz", "Oh tierra bendecida!" (II, 57-58). Uno de los textos finales del segundo tomo, tomado de un poemario de Doelia C. Míguez publicado en La Plata en 1910, alude expresamente a la imagen de Tucumán como edén americano y jardín de los argentinos, imagen que se presenta también aquí, al igual que en los textos citados del primer tomo, como ya consolidada: "Tierra que de tu seno das por tesoro/El dulzor de las mieles y la ambrosía,/No te extrañe si al riente tintín del oro,/Te mezcla sus estrofas la poesía;//Ni que aspirando aromas que dan tus flores,/Te llamen por mil nombres los peregrinos:/Edén americano, nido de amores,/Jardín que enorgulleces a los argentinos!" (II, 140).

3. Cuna de los héroes y de la patria: Tucumán y su pasado de gloria

En ambos volúmenes de Tucumán al través de la historia se alude a lo que se presenta como un glorioso pasado tucumano, un pasado entonces no muy lejano, que se remonta al siglo XIX y sobre todo a acontecimientos de la etapa independentista, protagonizados por figuras como Manuel Belgrano y su actuación en la Batalla de 1812, Marco Manuel Avellaneda, los tucumanos Bernardo de Monteagudo, Gregorio Aráoz de Lamadrid y -ya en los años de organización nacional- el mismo Alberdi. Los textos referidos a tales figuras y etapas predominan claramente, en especial en el segundo tomo, sobre los ligados a períodos históricos anteriores, como la Conquista y la Colonia.21 Predominio que puede pensarse como parte del afán de mostrar un Tucumán moderno o incipientemente moderno, imagen acorde con el proyecto modernizador del grupo del Centenario.
A partir de la apelación a figuras como las mencionadas se construye a la provincia como cuna de la patria y se la vincula con las nociones de gloria, heroísmo, independencia, libertad. Esta imagen "heroica" está especialmente presente en los poemas del segundo tomo. Composiciones que, en muchos casos, resultan premiadas en certámenes literarios realizados en ocasión de festejos patrios y que pueden ser descriptas como ejemplos de una poesía directamente orientada hacia una función celebratoria. En su poema "Tucumán", ya citado, Damián Garat menciona al conjunto de las figuras antes nombradas, por las que Tucumán aparece construido como "cuna" de héroes:

Tierra de promisión! Para su lustre
Le basta ser la cuna
Donde vieron la luz, Avellaneda,
-el príncipe genial de la tribuna,
Que en su frase galana
Vibradora de trópica elocuencia,
Vertió aromas de selva tucumana-.
Alberdi, Lamadrid el esforzado,
Que el triunfo con su sable dominara,
Y Monteagudo, el rayo de la idea,
Cuya palabra que su sol caldeara,
Fue el toque de clarín de la pelea.
Pero más gloria tiene!
Fue de la noche del ayer aurora,
La destinó Dios mismo,
Para campo de lucha redentora,
Palenque de heroísmo! (II, 107-108)

El texto de Garat dedica además varias estrofas a la batalla de 1812 (un "encuentro de colosos") y a la acción de Belgrano ("hijo de los andes", "altivo guerrero americano" destinado a "misiones inmortales"). Tucumán aparece en el poema como sitio destinado por Dios a la "más limpia gloria": la proclamación de la "libertad de la conciencia humana,/la independencia de la patria mía" (II, 109-110).
Por su parte, en una extensa composición titulada "El poema de mi tierra" y premiada en los juegos florales de Tucumán de 1905, Pedro N. Berreta dedica una sección a Lamadrid ("hijo de Palas y del dios Tonante"), otra a Alberdi ("eras el genio, el mártir y el vidente"), y otra a Belgrano ("brillará entre las glorias verdaderas,/la sombra augusta de Manuel Belgrano,/ en el Campo inmortal de las Carreras!) (II, 125-126). Alberdi y Belgrano también están presentes en el poema ya citado de Doelia Míguez, que invoca así a la tierra tucumana:

Preclara es de tus hijos la inteligencia,
De Alberdi el grande ingenio voceó la fama,
Su rastro luminoso como una herencia,
De cerebro en cerebro prende la llama.
Y como si no fuera tu suerte mucha,
Tienes el venerado trozo de llano,
Campo de las Carreras, campo de lucha,
Donde venció la espada del gran Belgrano! (II, 144).

Según lo expuesto antes, Echeverría dedica un largo poema a Avellaneda y a Tucumán, en el que alude también a Belgrano ("el varón inmortal cuya noble alma de/todas las virtudes participa, adiestra a combatir al Tucumano/y a manejar el hierro que emancipa") y a Monteagudo ("el de gran corazón e ingenio agudo,/del porvenir apóstol elocuente/que entre las pompas del marcial estruendo/fue desde el Plata hasta el Rimao vertiendo/la fe viva y la lumbre de su mente") (II, 54).
Belgrano es sin duda la figura a la que se apela en mayor medida en los textos. Lugones se refiere a él como el encargado de dotar a Tucumán de "la excelencia del lauro soberano" (II, 138) y en su figura se centra también un pasaje del poema de Vallejo: "Aquí está la famosa/'Ciudadela', ilustrada por Belgrano,/cuya espada selló nuestra gloriosa/Sagrada libertad [.]" (II, 69). A continuación se invoca a Tucumán con la siguiente exclamación: "¡Patria de la esperanza y los ensueños!/cuna del heroísmo y de la gloria!" (II, 70). Imagen similar de un Tucumán glorioso y heroico se desprende del poema "Mi tierra cuna", del libro Lumbre auroral (1910), de Delfín C. Valladares, que alude al "bello Tucumán", como aquel que "[.] [A]l que con maga/conjunción de entereza y de victoria/supo ser Cuna de la Patria Grande,/ sintetizado en la virtud que expande/el épico poema de su historia" (II, 133).

4. El azúcar y el "brillante porvenir" de la provincia

Además de remontarse a un pasado de gloria, muchos de los textos de la compilación presentan un porvenir brillante basado en la pujanza de la industria azucarera y signado por las ideas de "adelanto" y "progreso". Así, la provincia aparece visualizada como un rico y activo polo económico. Esta imagen predomina en los textos surgidos en los últimos años del siglo XIX o bien en los primeros del XX, esto es, en una etapa en la que podían observarse ya los efectos del notable crecimiento experimentado por la actividad azucarera.
Los extensos fragmentos seleccionados por Lizondo Borda de una crónica de Manuel Bernárdez, titulada La nación en marcha y publicada en Buenos Aires en 1904, se ocupan con detenimiento de esta cuestión. Allí se ofrece la mirada de un viajero de Buenos Aires sobre la actividad de un ingenio tucumano: el "colosal" Ingenio Santa Ana (I, 338). Propiedad de la familia Hileret, dicho ingenio contaba con un lujoso chalet y con magníficos jardines diseñados por el paisajista francés Carlos Thays,22 responsable también del diseño del parque principal de la capital tucumana: el Parque Centenario (hoy 9 de Julio). La visita al ingenio de Hileret comenzaba a convertirse en un ritual casi obligado para los viajeros que pasaban por la provincia, así como para las visitas oficiales: allí serían agasajadas poco después figuras como el embajador de Francia Pierre Baudin en 1910, el vicepresidente Victorino de la Plaza en 1911, el presidente Roque Sáenz Peña en 1912.23
La riqueza, la magnificencia, el vigor, el ambiente de trabajo febril, el bienestar general, e incluso la alegría, son los términos a los que se apela para dar cuenta de la vida en el ingenio: "Un resuello de actividad, un vigoroso y continuo afán de trabajo se percibe, sube como un jadeo, del inmenso valle en fiebre todo sacudido por la ráfaga activa, de confín a confín" (I, 339). Se habla del "mugir de los potentes ingenios en marcha" que difunden un "contagio de acción", "produciendo el espectáculo de la tarea incesante y fecunda, una alegría sanguínea y fuerte" (I, 341). Como una "buena señal" de la pujanza del ingenio se llega incluso a decir que "hasta los perros [.] están gordos" (I, 339).
El texto configura una verdadera alabanza a la industria azucarera, por la que la provincia es definida como "uno de los centros de producción más activos y fecundos del país" (I, 362). La industria es presentada como la principal fuente de la economía de Tucumán y, al mismo tiempo, como una actividad clave en la economía nacional, dados factores tales como, entre muchos otros que se detallan, el uso de las vías férreas, la procedencia dispar de los numerosos peones que se emplean durante la zafra, la compra de leña y de ganado a otras provincias, así como de otros insumos para abastecer la labor de los ingenios:

De ella [la industria azucarera] ostensiblemente, vive Tucumán; pero con su substancia se nutren, además, muchas fuerzas de afuera. Para algunas provincias la industria azucarera es tan vital como para la misma Tucumán. Y a poco que se analizase varias veríamos cómo, por todas las venas de la economía nacional, circula jugo de los cañaverales tucumanos. Es que ninguna industria tiene tanto poder de difusión, tanta necesidad de esparramar dinero (I, 345).

Bernárdez, el autor de estas crónicas es, como él mismo lo indica, invitado por la familia Hileret y ocupa, por lo tanto, una de las habitaciones de huéspedes del chalet familiar. Desde la comodidad de una alta ventana, declara mirar el trajín de los trabajadores, a quienes percibe casi como parte del paisaje dorado y dulce de los cañaverales:

En el vastísimo mar dorado de los cañaverales, amarillentos por las heladas tempranas, se ve el avance de las cuadrillas de cortadores que van, machete en mano, con un canto monótono, acostando a millares, con golpes cadenciosos, las apiñadas cañas, cuyo dulce humor salpica las caras atezadas al recibir el machetazo. Brillan al sol las armas del trabajo; los carros se colman y emprenden pesadamente el camino del ingenio, se vuelcan y tornan por más, y los cortadores avanzan sin cesar, y van agrandándose en el manto inmenso y dorado de los cañaverales sin término visible, los manchones oscuros de los rastrojos (I, 338-339).

Se trata de una visión idealizada de la tarea de los trabajadores, cuyas siluetas se funden en los cañaverales, y de quienes más adelante se destaca la alegría con la que concluyen la jornada laboral y regresan a sus casas chupando un par de cañas "amorosamente" elegidas: "Yo miraba, desde mi alto observatorio, el curioso espectáculo de la vuelta de los peones a sus casas con las cañas y me resultaba muy atrayente, lindo y característico". Bernárdez describe este cuadro como muy "alegre para todos", "hasta para las gallinas, los chivos y los perros" (I, 348). La representación ofrecida por el texto contrasta sensiblemente con la realidad de explotación y extrema pobreza en la que los trabajadores desempeñaban su labor en la época, en especial los obreros temporarios, como los peladores de caña a los que alude el fragmento, que durante la época de la zafra se asentaban con sus familias en los alrededores del ingenio en precarias chozas hechas de "maloja", y debían cumplir jornadas diarias de doce horas de trabajo.24
Llama la atención en este punto que Lizondo Borda no incluyera en la compilación un texto relevante que también dedica varias páginas al ingenio Santa Ana y que discurre además sobre la industria azucarera tucumana en general: se trata de Notas de viaje por la América del Sur. Argentina. Uruguay. Brasil, de Georges Clemenceau. El libro aparece en 1911 en francés y el mismo año es publicado en castellano en Buenos Aires. Clemenceau, eminente político francés y uno de los visitantes "ilustres" recibidos por la hospitalaria Argentina del Centenario de Mayo, decide visitar Tucumán luego de su estadía en Buenos Aires. Él mismo relata que se le había aconsejado conocer Córdoba ("ciudad de frailes"), Mendoza (con sus "hermosos ríos bordeados de álamos, viñedos por todas partes") y Tucumán (donde "vería campos de caña de azúcar, con ingenios para trabajarla, y la entrada de la selva"). Como declara que "había visto ya ríos, álamos, viñas y hasta frailes", no vacila en dirigirse directamente a Tucumán.25
En Tucumán Clemenceau es recibido con honores y su visita forma parte de los festejos patrios de 1910 en la provincia.26 Para organizar su recepción se constituye una comisión integrada por miembros de la colectividad francesa, a los que se suman luego figuras ya mencionadas, como Terán, Padilla, López Mañán, Jaimes Freyre, esto es, muchos de los que participarían también activamente, poco después, en las conmemoraciones de 1916. El día de su llegada Clemenceau es recibido en la estación de tren por el gobernador, el presidente de la Corte Suprema de Justicia y el intendente municipal, junto a otros encumbrados personajes de la ciudad. El 20 de agosto dicta una conferencia en el Teatro Belgrano, presentada por Terán y subvencionada con 1000 pesos por el gobierno provincial. Entre otras actividades, Clemenceau participa en un banquete oficial y es invitado a colocar la piedra fundamental de la Escuela Francesa.27
En sus crónicas de viaje, las impresiones iniciales de la provincia registradas corresponden a la de una "tierra colonial" en cuya población no se habrían atenuado aún "los rasgos del indígena":

La primera sensación de Tucumán después de los baches de las calles, es de tierra colonial. Las medias casas por todas partes, de aspecto precoz, pero encantadoras por el patio y muy confortables por la disposición de las habitaciones a la sombra de los follajes. Por medio de sus mestizos, el indio es el rey de Tucumán, "Jardín de la República", donde se dice que las mujeres son más bellas que las flores. En efecto, por todas partes no se ven más que caras bronceadas en las que brilla, en dos ojos impasibles, la llama del diamante negro y una larga y sostenida mirada transmite no sé qué que no es de Europa. [.]
Ignoro si algún día la raza dominadora atenuará o borrará los rasgos del indígena. Hasta ahora nada parece consumir la huella indeleble de la sangre americana. Algunas mujeres son de una rara belleza.28

Clemenceau dedica luego varias páginas a su estadía en el Ingenio Santa Ana. Destaca la magnificencia del chalet de Hileret, así como de los parques y jardines que lo rodean, y revela el enorme contraste existente entre esa suntuosa casa y las viviendas de los 2000 obreros que ocupa el ingenio, mestizos en su mayor parte, y algunos "indios de pura sangre", según él mismo informa:

Las aglomeraciones de las casas obreras son indescriptibles. A ambos lados de una ancha avenida se alinean pequeñas casas bajas donde toda noción de higiene y hasta de la más rudimentaria comodidad parece sin piedad desterrada. Son guaridas de refugio más que viviendas propiamente dichas. Mujeres y viejos, encenagados en el polvo y con la bombilla en los labios, están inmóviles en el éxtasis del mate. [.] Las leyes de protección obrera son desconocidas en la Argentina [.]. A despecho de la universal comodidad de vivir bajo un bello cielo y aunque los jefes de la industria me hayan parecido humana y hasta generosamente inclinados, no puedo creer que grandes fábricas, como las que he visto, puedan subsistir largo tiempo sin que la cuestión obrera sea planteada ante los legisladores.29

Poco después habla de los "ranchos ruinosos" de los cortadores de caña, que describe como "chozas construidas con restos encontrados al azar".30 Continúa con el relato de una excursión a un bosque virgen para cazar loros. Se detiene largamente en la descripción de una mujer que encuentran en medio del bosque y que llama la atención por su belleza y su simplicidad "semi-salvaje". La describe como a "una mestiza a igual distancia entre las dos razas".31 Su texto finaliza con la crónica de la "bella recepción de la colonia francesa", ya en la ciudad capital, en la que "una numerosa y bella asistencia dio testimonio, por sus grandes sombreros emplumados que Tucumán, en suma, no está muy lejos de París".32
Los fragmentos citados permiten notar que Clemenceau da cuenta de un Tucumán signado por enormes contrastes: el contraste entre la magnífica y afrancesada casa de Hileret y los ruinosos ranchos de los obreros mestizos de la fábrica, entre las bellas mujeres tucumanas cuya mirada transmite un "no sé qué que no es de Europa" y sus emplumados sombreros que muestran que Tucumán "no está muy lejos de París". Resulta casi imposible pensar que Lizondo Borda y Terán desconocieran el texto de Clemenceau, publicado en Buenos Aires casi un lustro antes del momento de preparación de Tucumán al través de la historia. Más aun, cabe conjeturar que la noticia de la publicación de las notas de viaje de una figura cuya visita había causado tanto revuelo sería esperada con ansias por los encargados de recibirlo en la provincia -e incluso de presentar su conferencia, como es el caso de Terán-. Todo ello permite afirmar que la ausencia del texto de Clemenceau en un volumen que aspiraba a reunir todo cuanto "anda escrito" sobre Tucumán parece constituir un silenciamiento.
Silenciamiento que podría fundarse tal vez en el hincapié que hace el francés en dos aspectos que desde luego no favorecían los intereses de la elite azucarera tucumana, varios de cuyos miembros participaban, según lo indicado, en la compilación de Lizondo Borda. Me refiero, por un lado, a la insistencia en las precarias condiciones de trabajo de los obreros de ingenio -que a ojos de Clemenceau ameritaban la explosión de lo que llama "cuestión obrera"- y, por otro lado, a la insistencia en remarcar la fuerza del componente indígena y mestizo en la población de Tucumán en general y de los obreros azucareros en particular. Esto último era directamente contrario a los afanes de los industriales locales de mostrar la actividad azucarera tucumana como una "industria blanca". Al respecto, Oscar Chamosa indica que tales afanes se basaban en la presunción de que los consumidores porteños y sus políticos serían menos reacios a pagar un precio mayor por el azúcar nacional si se los pudiera convencer de que los trabajadores de la industria no eran ni indios ni mestizos. Tesis que a su vez descansaba en la visión más o menos extendida de la Argentina como país blanco.33
Finalizado este excurso sobre la ausencia de la visión de Clemenceau en la compilación, cabe indicar que son varios los textos que, en contraste con la perspectiva del francés, parecen continuar la línea exaltadora de las crónicas de Bernárdez antes consideradas. Se observa en ellos una visión que podría describirse como acrítica y "naturalizada" de los trabajadores azucareros. Así, en un escrito de 1873 titulado "Los jesuitas en Tucumán", Groussac alude a los cosechadores de caña como un componente más del paisaje configurado por los cañaverales: en el marco de una descripción de lo que presenta como la tibia atmósfera de la provincia, habla de los "dorados campos de caña de azúcar donde hormiguea la población cosechera" (I, 296). Tal representación también está presente en ciertos poemas del segundo tomo, como el antes citado de Doelia Míguez, donde los obreros aparecen como un enjambre en el trasfondo de un paisaje armónico y dulce, del que se desprende cierta sensación de placidez, suavidad, arrullo y rumoreo:

Altos cañaverales, donde los vientos
Arrullan a los tiempos con sus canciones,
Prestadme esos flexibles tiernos acentos
Y esas dulces y bajas modulaciones.
[. ]
Del campo hacia el ingenio va, peregrina, La colonia apiñada de tus obreros;
Y bajo el sol caliente de mediodía,
En torno de los altos cañaverales,
Parecen un enjambre, cuando porfía
Goloso del azúcar de los panales (II, 140-141).

Más allá de la figura de los trabajadores, el azúcar en general aparece en varios poemas del segundo tomo como un componente más de la belleza de la tierra tucumana y, al mismo tiempo, como fuente de riqueza y signo del "progreso" de la provincia. En el texto de Míguez que acabo de citar la construcción de la caña en términos de paisaje se conjuga con la vinculación del cultivo y el procesamiento del azúcar con el progreso ("adelanto") de la provincia: "Los ingenios que pueblan tus extensiones/a la labor, con ruedas, alzan su canto/y cuentan los productos a las naciones/lo fecundo y hermoso de tu adelanto" (II, 142). Y es a causa de la caña de azúcar que el pueblo tucumano es descripto, hiperbólicamente, como el más dichoso de la tierra:

Con solo ver tus cañas que se cimbrean,
Y el panal de las mieles que el tallo encierra,
No extraño que al mirarte todos te crean
El pueblo más dichoso que hay en la tierra (II, 141).

En el texto también citado ya de Damián Garat el azúcar es asimismo asociada a la felicidad de la tierra y el pueblo tucumanos. Pero en este caso tal felicidad no se ve ligada a la belleza y la dulzura de los cañaverales, sino a la pujanza de la industria azucarera, actividad vista como "promesa de progreso seguro" y como un sinónimo de transformación de la provincia de cara al tiempo futuro:

Salve tierra feliz! Todo lo tiene
Para la acción engendradora y ruda
Del transformismo que doquier se espande [sic]:
La red de fierro, cota que la escuda
En la contienda del progreso grande;
El motor del ingenio que jadea
Con hervor poderosos,
Y talleres y fábricas que entonan
Al porvenir un himno sonoroso (II, 113).

La pujanza y el dinamismo de la actividad azucarera recorren también, a partir de la mención del ingenio, las maquinarias y el obrero, el poema de Delfín Valladares:

[.] Los ingenios que aclaman a la industria Con
la afluencia fecunda del obrero.
El trabajo rural y prodigioso
Que traduce el Progreso verdadero
Con el eco estupendo y fragoroso
Que emerge de las grandes maquinarias,
Mientras vagan en voces proletarias
Los cantos entonados al Progreso [.]
Todo es vida y prodigio, fuerza y nervio,
encanto y porvenir, gloria y anhelo
en este bello Tucumán que avanza
soberbio en la potencia de su vuelo (II, 135).

Los versos finales del fragmento contribuyen a la delineación de un Tucumán pujante, rico, industrioso, activo, que con vigor avanza hacia el futuro; un epítome, en fin, del progreso.

5. Una ciudad hospitalaria, culta, animada y atenta a la moda

Otra representación de la provincia que aparece de modo reiterado en los textos, sobre todo en las crónicas de viaje incluidas en el primer tomo, está vinculada con la vida en la capital tucumana y con los habitantes de la ciudad, de quienes se destaca la educación, la elocuencia, la hospitalidad, la desenvoltura en el trato, así como su actualización en materia de moda. Se construye de ese modo la imagen de una ciudad de vida social particularmente animada, y diferente, en tal sentido, de lo que en los mismos textos se percibe como el retraso y la somnolencia de otras ciudades del interior del país, en especial de la región del Noroeste.
Es posible notar que esta comparación ventajosa respecto de las provincias vecinas contribuía a reforzar la postulación de Tucumán como principal capital de la región y, por lo tanto, como su lógico centro y "natural" sede de una Universidad como la que había comenzado a funcionar solo dos años antes de la publicación de Tucumán al través de la historia, y que debía todavía establecerse y afianzarse.34 Puede advertirse también que las diferencias en relación con otras provincias de la región -diferencias a las que se alude ya, como se verá a continuación, en textos relativos a mediados del siglo XIX-, se agudizarían a partir del mencionado rápido desarrollo del que se beneficia Tucumán a partir de la transformación agroazucarera. Las restantes industrias del Noroeste, en cambio, "no pudieron afrontar las ventajas comparativas de la pampa húmeda de acceso a los mercados de consumo y a la integración con el mercado europeo".35
En sus crónicas -Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826-, ya citadas, el capitán Andrews alude al talento y a la singular elocuencia de los habitantes de la ciudad. Afirma que en su estadía allí pudo llegar al "convencimiento de que los tucumanos están dotados de talento y condiciones naturales verdaderamente superiores" (I, 219). Como prueba de ello menciona ciertas discusiones sostenidas en la cámara legislativa local, que, a sus ojos, dieron lugar a "un despliegue de talentosa oratoria". Destaca el modo de hablar "con un aire de independencia y franqueza, muy agradable para un inglés acostumbrado a la libertad de los debates" y juzga la manera de debatir en la cámara de Tucumán como "diferente de la que había visto en otras partes" durante su viaje, y muy próxima, en cambio, a la de la Cámara de Comunes inglesa (I, 220). En otras secciones de su texto, Andrews describe las ocasiones en que pudo disfrutar de reuniones sociales, como una comida con el gobernador que evoca como "brillante" y de la que elogia el "gracioso minué" bailado por las damas (I, 223-225).
Los bailes, las tertulias, los salones, las visitas, la alegría y la animación de la ciudad son mencionados en varios textos. Me detendré solo en tres de ellos. El primero consiste en una serie de "Recuerdos de Tucumán y Salta", firmados por Vicente G. Quesada y publicados en la Nueva Revista de Buenos Aires en 1884, aunque se remontan al año 1852. Allí se describe la mi rada de un visitante de Buenos Aires que llega a Tucumán con recomendaciones para relacionarse con ciertas familias de la elite local. El texto comienza destacando la alegría y la animación de la ciudad capital, rasgo que se acentúa a partir de la comparación con lo que se describe como "la tristeza perezosa y soñolienta de Santiago del Estero", camino obligado desde Buenos Aires (I, 264). El autor caracteriza a la sociedad tucumana como "muy amena, muy agradable" y afirma que "en su gusto en los trajes y en la desenvoltura intelectual de la conversación, se revelaba instrucción adelantada" (I, 266).
Quesada alude a la práctica de la visita -"las familias recibían con frecuencia y con franqueza", afirma- (I 267) y recuerda haber participado en tertulias y bailes. Destaca sobre todo la "sociedad de damas", que, según indica, era calificada de "aporteñada" porque asimilaba "los usos y las modas de Buenos Aires". Describe con detenimiento la belleza de las mujeres tucumanas, refiriéndose a la hermosura de sus ojos, a la gracia de sus atuendos y a lo "alegre y chispeante" de su conversación (I, 266-267). El autor refiere luego la continuación de su viaje hacia Salta, a la que alude como un desierto, como un escenario "radicalmente cambiado". Afirma así que "a la vida social y cultísima [de Tucumán] sucedió el retraimiento y la soledad" (I, 268). Concluye el relato de su impresión de la provincia afirmando que, pese a la existencia de algunos problemas (como los relativos a la falta de medios de transporte adecuados para el desarrollo del comercio y de la industria, o a la higiene y el estado de las calles), en Tucumán "había un bienestar general y muy notable". Manifiesta, por último, que "la misma ciudad de San Miguel de Tucumán era más alegre, más bulliciosa, había más movimiento y más industria" y "comparándola con otras ciudades era muy superior" (I, 270-271).
El segundo texto a considerar aquí también consiste de una suerte de recuerdos relativos a 1854, publicados en la Revista de Buenos Aires en 1863. Su autor es Domingo Navarro Viola, otro viajero que visita Tucumán desde Buenos Aires, cuyas descripciones de la naturaleza tucumana he citado antes. Al igual que el texto de Quesada, este comienza destacando el cambio que supone el paso de Santiago a Tucumán: "Nada hay que más impresión produzca al viajero [.] que el paso sensible de la Provincia de Santiago del Estero, de donde se sale con la cabeza y el corazón oprimidos de aburrimiento, a Tucumán" (I, 273). Si bien critica la arquitectura de algunos edificios de la ciudad o el alumbrado público, hace una larga y elogiosa descripción de sus habitantes. Se refiere en particular a las mujeres y define a la "señorita de Tucumán" como la más próxima, de las mujeres del interior, a "la elegante" de Buenos Aires:

Sus gentes son en general de un trato amable y franco, con especialidad sus mujeres cuyo tipo es preciso verlo para poderlo juzgar. Son de ojos bellísimos, de talle esbelto, de color blanco y fresco, de pie pequeño en general. Sus cabellos largos y negros completan con su gusto en el vestir, la gracia que la naturaleza les donó y que ellas no han querido desperdiciar. Un tacto fino en la imitación de las modas importadas de Buenos Aires, las hace estar siempre a la altura de ellas y con esto y con cierta coquetería de buen tono, la señorita de Tucumán es la que más se acerca de las mujeres del interior, a la elegante de las orillas del Plata.
El viajero que viniendo de allí asiste a una tertulia en Tucumán, no solo no sale descontento, sino que sí puede asegurar que no la olvidará nunca. Está difundido el gusto por la música, tanto, que hay muy pocas niñas que no toquen el piano o el arpa, o se dediquen al canto (I, 279-280).

Cabe notar aquí que cuando se habla en el texto de la mujer tucumana, se alude tan solo a las mujeres de la elite, excluyendo a las mujeres provenientes de otros sectores sociales. También se dedica a elogiar a la mujer de la alta sociedad local el escrito posterior del periodista francés Jules Huret, titulado La Argentina. De Buenos Aires al Gran Chaco y publicado en París en 1911. Es, de los textos seleccionados por Lizondo Borda, el que ofrece una mirada menos complaciente de la provincia. Huret critica sin miramientos la ciudad, las casas, el hotel donde almuerza; califica de "pésima" la estatua de la plaza principal. Sin embargo, solo tiene palabras de elogio para las mujeres. Llega a afirmar que el "único placer" de la vida en la provincia consiste en "devorar" con los ojos a las muchachas tucumanas, de las que afirma que "todas, o casi todas", son bonitas (I, 355):

Recuerdo la sorpresa que experimenté la primera tarde de mi llegada viendo en la plaza a una multitud de muchachas que marchaban por grupos, con paso vivo y decidido, vestidas elegantemente -acaso demasiado- y tocadas con sombreros tan de última moda que el modelo me era desconocido.
[.] Los modistos y modistas de París envían sus representantes a esta población y hacen gran negocio. La preocupación de la "toilette" es mayor aquí que en Buenos Aires, si esto es posible (I, 353).

Aunque se advierte cierta condescendencia crítica en el hecho de calificar como "acaso demasiada" la elegancia en el vestir de las mujeres, la descripción de Huret y los datos que proporciona en torno a la presencia de representantes de modistos parisinos en la capital tucumana resultan reveladores de la capacidad adquisitiva de la que gozaban las mujeres de la elite tucumana hacia 1910, así como, en otro plano, de su afán de exhibición. La imitación de la moda europea en materia de vestimenta da cuenta de la penetración de una costumbre extranjera que resulta característica -junto con el mencionado deseo de exhibición, de ver y ser visto- de las "ciudades burguesas" de las que habla José Luis Romero.36 La sorpresa en la mirada de los viajeros que se desprende de los fragmentos citados sugiere, en definitiva, la imagen de una ciudad interior en la que seguramente perviven costumbres y mentalidades tradicionales, pero que crece con rapidez al ritmo de la modernización económica y que, muy atenta a las novedades de París, busca imitar algunos aspectos del moderno estilo de vida europeo.

Conclusiones

Las imágenes de la provincia analizadas componen, en conjunto, la silueta de un Tucumán bello, edénico, rico y feliz, animado y alegre, dueño de un heroico pasado de gloria así como de un porvenir brillante a partir de la pujanza de su principal industria. Se trata de una representación casi sin fisuras, afín al espíritu celebratorio y optimista que recorre la Argentina en el momento de cumplir sus primeros cien años de vida institucional, etapa signada, según Oscar Terán, por una casi indudable confianza en el progreso indefinido del país y en su destino de grandeza.37 Se trata, además, y según he anticipado al comienzo del trabajo, de una representación que reviste un carácter estratégico en relación con el proyecto que la elite local del Centenario -grupo que, con Juan B. Terán a la cabeza, había tenido la iniciativa de la publicación de la compilación y había seguido de cerca a Lizondo Borda en su realización- tenía para Tucumán, proyecto sustentado en el afán de situar a la provincia como un polo económico y cultural de singular prestigio y relevancia en el espacio nacional. Por último, es asimismo posible pensar que se trata de una representación que legitimaba también la existencia de una Universidad en el Norte del país, como la que el mismo grupo estaba poniendo en marcha en los años de elaboración y publicación de los volúmenes aquí examinados. El carácter estratégico de estas representaciones se acentúa si se considera la existencia de textos relevantes que son silenciados por la compilación y que ofrecen una visión que podría arrojar una sombra de duda sobre algunas de las certezas de los proyectos del grupo del Centenario, como el caso analizado de las notas de viaje de Clemenceau y su insistencia en la cuestión obrera y racial.
Para terminar, resta mencionar que esta visión optimista y sin conflictos de la provincia gozaría de una larga perdurabilidad (incluso hoy es posible leer en los diarios locales la utilización de la idea de jardín así como de ciudad histórica en la promoción de proyectos turísticos e inmobiliarios). No obstante, interesa destacar la sistemática impugnación que de esta imagen idílica realizan en la década de 1960 ciertos discursos surgidos de la aguda crisis social sufrida por los tucumanos a partir del cierre masivo de ingenios azucareros ordenado en 1966 por Juan Carlos Onganía. Entre otros ejemplos, puede citarse otra compilación, Veinte poetas cantan a Tucumán (1967), cuyos textos muestran la transformación del edénico jardín que parecía "promesa de progreso seguro" en una provincia sumida en un amargo presente de carencia e injusticia.38

Notas

* Una primera versión de este trabajo fue leída en las XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (Mendoza, 2013). Agradezco a Flavia Fiorucci sus valiosos comentarios en el marco de dichas jornadas.

1 Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, "La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos", en Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, Ariel, 1997, p. 188.

2 Esta obra es objeto tan solo de breves alusiones en estudios sobre la literatura de la región (David Lagmanovich, Literatura del Noroeste argentino, Rosario, Biblioteca, 1974, pp. 205-206), o bien sobre las celebraciones de los centenarios en la provincia (Elena Perilli de Colombres Garmendia, Tucumán en los dos centenarios (1910-1916), Tucumán, Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo, 1999, p. 165).

3 Utilizo el término "representación" para aludir a esas construcciones discursivas efectuadas como un modo de aprehender una realidad dada pero que actúan "con un propósito, de acuerdo a una tendencia y en un ambiente histórico, intelectual e incluso económico específico" y revelan acaso más acerca de los sujetos que las construyen que de aquello que buscan representar (Edward Said, Orientalismo, Barcelona, Debolsillo, 2004, p. 360).

4 Esta generación es estudiada en el libro de Elena Perilli de Colombres Garmendia y Elba Estela Romero, Un proyecto geopolítico para el Noroeste argentino. Los intelectuales del "Centenario" en Tucumán, Tucumán, Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo, 2012. En cuanto a la labor específicamente cultural del grupo, pueden verse los libros de mi autoría: Soledad Martínez Zuccardi, Entre la provincia y el continente. Modernismo y modernización en la Revista de Letras y Ciencias Sociales (Tucumán, 1904-1907), Tucumán, IIELA, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, 2005, y En busca de un campo cultural propio. Literatura, vida intelectual y revistas culturales en Tucumán (1904-1944), Buenos Aires, Corregidor, 2012.

5 Mark Alan Healey, "El interior en disputa: proyectos de desarrollo y movimientos de protesta en las regiones extra-pampeanas", en Daniel James (ed.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Nueva Historia Argentina, vol. 9, Buenos Aires, Sudamericana, 2003, p. 183.

6 Donna J. Guy, Política azucarera argentina: Tucumán y la generación del 80, Tucumán, Fundación Banco Comercial del Norte, 1981, pp.13-17.

7 Ibid., pp. 22-23.

8 Para un estudio específico de esta revista y del grupo realizador, puede consultarse Martínez Zuccardi, Entrela provincia y el continente, op. cit.

9 Miembro de una prominente familia azucarera, abogado y autor de libros de historia y sociología, Terán es una figura clave para la historia cultural de la provincia de las primeras décadas del siglo XX. Al respecto, puede verse Carlos Páez de la Torre (h), Pedes in terra ad sidera visus. Vida y tarea de Juan B. Terán, Tucumán, Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo/Academia Nacional de Historia/Academia Argentina de Letras, 2010; Nilda Flawiá (ed.), Juan B. Terán. Estudios críticos sobre su obra, Buenos Aires, Corregidor, 2013.

10  Manuel Lizondo Borda, Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas, Tucumán, Publicación Oficial, 2016, vol. I, pp. 9-10. Todas las citas corresponden a esta primera y única edición. En adelante, indico entre paréntesis el número de volumen y de página en el cuerpo del trabajo.

11   Perilli de Colombres Garmendia, Tucumán en los dos centenarios, op.cit., p. 52.

12  Ramón Leoni Pinto, "Historiografía en Tucumán (1880-1950). Autores, obras y problemas", La historia como cuestión. In memoriam Antonio Pérez Amuchástegui, La Rioja, Canguro, 1995, pp. 80-81.

13  Manuel Lizondo Borda, "Epílogo", en G. Furlong S. J., Ernesto E.Padilla.Suvida.Suobra, vol. III, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, p. 1174.

14  Perilli de Colombres Garmendia y Romero de Espinosa, Un proyecto geopolítico, op.cit., p. 12.

15  En el segundo capítulo de Martínez Zuccardi, En busca de un campo cultural propio, op.cit., me detengo en los vínculos de Coviello con la "tradición" cultural del Centenario. Sobre la labor de Carrizo y su relación con Padilla y Rougés, puede consultarse Diego Chein, "Provincianos y porteños. La trayectoria de Juan Alfonso Carrizo en el período de emergencia y consolidación del campo nacional de la folklorología (1935-1955)", en F. Orquera (ed.), Ese ardiente jardín de la república. Formación y desarticulación de un "campo" cultural: Tucumán, 1880-1975, Córdoba, Alción, pp. 161-190, y Oscar Chamosa, Breve historia del folklore argentino. 1920-1970: Identidad, política y nación, Buenos Aires, Edhasa, 2012.

16 Leoni Pinto, "Historiografía en Tucumán", op. cit., pp. 71 y ss. Hay que aclarar aquí que algunos años antes de la aparición de estas publicaciones y de la organización del Archivo provincial, la citada Revista de Letras y Ciencias Sociales había iniciado, de la mano de Terán y de López Mañán, una sistemática labor de producción de escritos y publicación de documentos ligados al pasado tucumano (Martínez Zuccardi, Entre la provincia y el continente, op. cit., pp. 139-165).

17  En los volúmenes no hay datos sobre el mes en que efectivamente se publican. Sin embargo, el prólogo del primer tomo está firmado por Lizondo Borda en mayo de 1916, probable fecha de culminación de la tarea de recopilación y de inicio del proceso de publicación. Al final de ese primer tomo se anuncia mediante una breve nota que el segundo volumen aparecerá con posterioridad al primero.

18 Así, El Orden no da cuenta de ningún acto público en el que se haya dado a conocer la obra.

19  Roberto J. Ponssa, "Al margen del libro. Tucumán a través de la historia", El Orden, Tucumán, 9 de octubre de 1916, p. 4.

20  Tomo esta expresión de "imágenes fuertes" del excelente artículo de Ana Clarisa Agüero, "Córdoba en el imaginario de lo nacional. La ciudad pensada por Domingo F. Sarmiento, Joaquín V. González y Juan Bialet-Massé", Prismas. Revista de Historia Intelectual, nº 10, 2006, pp.79-98.

21 Entre los textos referidos a la Conquista y a la Colonia pueden citarse "El Tucumán de la Conquista" (1897), de Adán Quiroga, ciertas zonas de los Comentarios reales del Inca Garcilaso, de El Tucumán colonial (1915), de Jaimes Freyre, de la Argentina, de Ruy Díaz de Guzmán, de El lazarillo de ciegos caminantes, de Concolorcorvo. Todos ellos están incluidos en el primer tomo.

22  Daniel Campi, "Los ingenios del Norte: un mundo de contrastes", en Fernando Devoto y Marta Madero (eds.), Historia de la vida privada en la Argentina, vol. II: La Argentina plural: 1870-1930, Buenos Aires, Taurus, p. 201.

23  Perilli de Colombres Garmendia, Tucumán en los dos centenarios, op.cit., p. 48 y passim.

24 Daniel Campi, "Los ingenios del Norte", op.cit., pp. 190 y ss.

25 Georges Clemenceau, La Argentina del Centenario, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, p. 154. Cito por esta edición centrada en el espacio dedicado a la Argentina en el más amplio texto de Clemenceau.

26 Perilli de Colombres Garmendia, Tucumán en los dos centenarios, op.cit., p. 48.

27 Ibid., pp. 49-50.

28 Clemenceau, La Argentina del centenario, op.cit., p. 160.

29 Ibid., p. 162.

30 Ibid., p. 163.

31  Ibid., p. 166.

32 Ibid., p. 171.

33 Oscar Chamosa, Breve historia del folklore, op. cit., p. 76. El autor profundiza el mito de la nación blanca en "Indigenous or Criollo: The Myth of White Argentina in Tucumán's Calchaquí Valley", Hispanic American Historical Review, vol. 88, nº 1, 2008, pp. 71-106.

34  En otro trabajo he estudiado el modo en que se legitima la creación de la Universidad de Tucumán a partir de la construcción de la provincia y de la región como un espacio "destinado" a ser cuna de una casa de estudios. véase Martínez Zuccardi, "El Norte como instrumento de equilibrio nacional. Juan B. Terán, Ricardo Rojas y la Universidad de Tucumán", en Paula Laguarda y Flavia Fiorucci (eds.), Intelectuales, cultura y política en espacios regionales de Argentina (siglo XX), Rosario, Prohistoria, 2012, pp. 23-38.

35  Raúl Armando Bazán, "La región del Noroeste en la Argentina del Centenario", en La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste argentino (1900-1950), Tucumán, Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo, 2000, p. 38.

36 José Luis Romero, Latinoamérica. Las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2001.

37  Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina.Diez lecciones iniciales,1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 227.

38  Sobre esta compilación puede verse el agudo estudio de Fabiola Orquera, "Crisis social y reconfiguración simbólica del lugar de pertenencia: sentidos de la 'tucumanidad' en un contexto de crisis (1966-1973)", en F. Orquera (ed.), Ese ardiente jardín de la república, Córdoba, Alción, pp. 295-318; así como S. Martínez Zuccardi, "Provincia y azúcar en compilaciones poéticas de Tucumán (del Centenario a la década de 1960)", Primer Encuentro Nacional de Poética y Poesía, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2012.

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