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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.1 Bernal jun. 2015

 

ARTICULOS

Antiperonismo sin Perón: imágenes del Partido Socialista Democrático*

 

Silvana Ferreyra

CEHIS-UNMDP / CONICET

 


Resumen

La imagen de Américo Ghioldi avalando los fusilamientos de civiles durante la "libertadora" ha cristalizado un conjunto de sentidos sobre esta fuerza política, acuñados por la historiografía revisionista y compartidos -paradójicamente- por la historiografía surgida al calor de la transición democrática. Nuestra intención no es desmentir imágenes que si se han consolidado fuertemente es en buena medida a raíz de su verosimilitud, sino historizar las relaciones entre socialismo y antiperonismo, diferenciando momentos y dimensiones en la trayectoria del Partido Socialista Democrático. En primer lugar, observamos cómo los usos del concepto de totalitarismo estuvieron cada vez menos asociados a la lucha contra el peronismo, cuya proscripción criticaron, y se asociaron cada vez más a la denuncia de comunistas y otros antiperonistas. En el marco de la guerra fría mostramos la convivencia entre el rechazo a las intervenciones norteamericanas en territorio latinoamericano y un apoyo parcial al bloque occidental. En segundo término, observamos cómo la lucha contra el totalitarismo no ocluyó el impulso a reformas económico-sociales que favorecieran a los grupos subalternos en general y a la clase obrera en particular. Vínculos con sindicatos, propuestas de racionalización administrativa y la cuestión peronista interfirieron de distintos modos con los proyectos que priorizaban el intervencionismo estatal.

Palabras clave: Partido Socialista Democrático; Antiperonismo; Totalitarismo; Proscripción

Abstract

Anti-Peronism without Perón: images of the Socialist Democratic Party

Americo Ghioldi's image as a man who supported the execution of civilians during the "Libertadora" has fixed meanings about this political force, which were built up by revisionist historiography and shared -paradoxically- with the historiography which sprang from the heat of the democratic transition. We do not intend to disprove such an image, as to a great extent it is its verisimilitude that led to its deep rootedness. Rather, we seek to historicize the relationships between Socialism and anti-Peronism by differentiating moments in and features of the Socialist Democratic Party. First, we observed how the concepts of totalitarianism became increasingly disconnected from the fight against Peronism, having disapproved of its proscription, and grew ever more associated with Communists and other anti-Peronists. We show two parallel discourses within the framework of the Cold War: resistance to American intervention in Latin American countries and a partial support to the Western bloc. In addition, we note that the fight against totalitarism did not weaken support for socio-economic reform, which would benefit subaltern groups in general and the working class in particular. Ties with unions, administrative rationalization plans and the Peronist issue hindered pro-interventionist proposals by various means.

Keywords: Socialist Democratic Party; Antiperonism; Totalitarism; Proscription


 

La historiografía académica sobre el Partido Socialista (PS) en la Argentina se ha dedicado fundamentalmente a desmontar la descripción que de esta fuerza política construyó el revisionismo histórico. En especial, durante los años sesenta y setenta los autores de la izquierda nacional y peronista se habían referido al socialismo local instalando su caracterización como "cipayo". Esta adjetivación buscaba resaltar una supuesta alianza del PS con el capital imperialista y la oligarquía terrateniente argentina, comunión que identificaban con la defensa de posiciones librecambistas. En esta línea, los historiadores revisionistas lo catalogaban como un típico partido pequeñoburgués, alejado de las clases populares vernáculas. En contrapunto con estas versiones, la historiografía profesional posterior a la transición democrática -tanto la que se identificó con la izquierda reformista como la que lo hizo con proyectos revolucionarios- se dedicó a reescribir la historia del socialismo en la Argentina, mostrando su arraigo nacional y enfatizando en la diversidad de posiciones en el seno del partido.1 En este último sentido, existe un consenso para describir al Partido Socialista en la Argentina por el carácter inestable y bifronte de su proyecto político, marcando la dicotomía entre un partido revolucionario que se definía por su identidad de clase y un partido reformista legal de base pluriclasista.2 Sin embargo, esta construcción analítica -que ha sido aceptada hasta la llegada del peronismo- no es refrendada después de 1945, cuando prevalece la imagen de un partido de identidad obrera, al menos defensor de la justicia social, que entra definitivamente en crisis por canalizar todas sus energías en la lucha democrática contra el "totalitarismo peronista". Al respecto, si para los orígenes y auge del socialismo argentino las tesis revisionistas han sido revisadas completamente, el debate fue menos intenso para el período posterior.
No obstante, en los últimos años también se han efectuado algunos esfuerzos por complejizar la imagen de un socialismo ahogado por su compromiso con el antifascismo, en especial indagando la segunda mitad de los treinta y los primeros años del peronismo. Por un lado, se han explorado los diversos usos y significados que tuvo para el socialismo la lucha contra el totalitarismo, como un modo de historizar una caracterización que se había considerado cristalizada.3 Por otro, se ha mostrado que existieron alternativas al camino eticista que planteaba la lucha omnipresente contra el fascismo, atendiendo especialmente al sostenimiento de un programa de reformas económico-sociales que hacía énfasis en la intervención del Estado en la economía para el mejoramiento de las condiciones de vida de las clases subalternas.4
Pero a partir de la segunda presidencia de Perón,5 la imagen de un socialismo que se desintegra por su encono ciego contra el peronismo vuelve a tomar fuerza. El recuerdo de sus principales dirigentes, como Américo Ghioldi y Franciso Pérez Leirós, avalando el fusilamiento de civiles y la represión de huelgas durante la "libertadora", ayuda sin duda a fortalecer estas tesis. En esta línea, el ejemplo paradigmático de un partido de derecha, alejado de las clases subalternas y defensor de un programa liberal y republicano que acerca sus puntos de vista a los de sectores conservadores y grupos dominantes, estaría dado por la creación del Partido Socialista Democrático (PSD) en 1958. Paradójicamente, debe ser este uno de los pocos tópicos de la historia argentina en que la historiografía profesional post 1983 coincidió con las tesis del revisionismo.
En el campo académico, tanto para la historiografía de izquierdas como para la historiografía socialdemócrata la confianza en esta hipótesis derivó en que para los años posteriores a la caída del peronismo el foco de estudio estuviese puesto en aquellos socialistas que transitaron un camino revisionista, a partir de nuevas lecturas del peronismo y la experiencia de la Revolución Cubana.6 La elección parece obvia en el caso de la historiografía de izquierda, cuyo leit motiv era la búsqueda de fracciones internas que reivindicaban un perfil obrero y revolucionario para el PS, algo improbable de encontrar en las filas del PSD. Sin embargo, ¿por qué una historiografía marcada por la transición democrática, cuyo horizonte político era la conjugación entre socialismo y democracia, no exploraría precisamente la experiencia del socialismo democrático?
Una posible explicación se encuentra en que el dispositivo de construcción del campo historiográfico post 1983 estuviese signado por la herencia de José Luis Romero, como representante político-académico de una corriente de socialismo renovadora.7 En este sentido, la historiografía académica sería heredera del grupo moderado -posteriormente denominado socialismo argentino- que rompió con el ala conservadora en 1958 junto con las juventudes socialistas.8 De ahí que su mirada crítica al ghioldismo, que derivaría de esa experiencia, lo considerara una expresión conservadora que solo tomó el programa liberal-republicano del socialismo, y se alejó del reformismo social.
Sin embargo, cuando abordamos empíricamente la historia del PSD, advertimos que la contradicción entre una dimensión cívica y otra social estuvo en la base de los debates de 1958 y que la ruptura partidaria no terminó de resolver estas tensiones. En este sentido, probablemente el devenir posterior del socialismo democrático y de algunos de sus dirigentes9 la volvieron un espejo en el que nadie quería observarse.
En este artículo nos proponemos rastrear las contradicciones entre las consignas de lucha contra el "totalitarismo" y la defensa de la justicia social que aparecen en la trayectoria del psd durante sus primeros años en el período conocido en la historia política argentina como "semi-democracia". Con este objetivo, seguiremos las dos líneas de trabajo que señalamos en los párrafos anteriores, ya exploradas por algunos estudiosos del socialismo para los orígenes y los primeros años del peronismo. En primer lugar, nos interrogaremos sobre las características que tomó la lucha del PSD contra el "totalitarismo" en el plano nacional, con un peronismo proscripto y en un escenario de guerra fría a nivel internacional. En segundo término, observaremos en qué medida la influencia del programa antitotalitario en general, y antiperonista en particular, borró o no el impulso del socialismo democrático a reformas económico-sociales que buscaban favorecer a los grupos subalternos y a la clase obrera.
Por un lado, se trata de admitir que el PSD no fue simplemente una caricatura del antiperonismo radicalizado, sino que existen una serie de imágenes que nos permiten tener una visión más completa de su trayectoria y más compleja de las características del "antiperonismo sin Perón". Nuestra intención no es desmentir imágenes que si se han consolidado fuertemente es en buena medida a raíz de su verosimilitud. Buscamos historizar las relaciones entre socialismo y antiperonismo, diferenciando momentos y dimensiones en la trayectoria partidaria. Por otro lado, este recorrido advierte que el horizonte de conjugación entre socialismo y democracia no era únicamente el de la izquierda reformista que imaginó la generación de historiadores de la transición democrática. Al respecto, consideramos que analizar uno de los intentos por conjugar socialismo y democracia en la Argentina posperonista puede ser útil para complejizar el punto de vista desde el que se ha "normalizado" la historia argentina.10 En última instancia, nos interesa complejizar nuestras visiones sobre la relación entre izquierdas y populismo en la Argentina.

Totalitarismo: entre la proscripción del peronismo y la Revolución Cubana

Los significados asociados al antifascismo y al antitotalitarismo en la tradición socialista argentina han sido recorridos por bibliografía especializada. Andrés Bisso mostró cómo la variante liberal-socialista de dicha apelación fue extraordinariamente efectiva en el contexto de las movilizaciones cívicas de la "década infame" pero no logró trasladar su representatividad hacia otras formas después de 1945, lo que le impidió alcanzar a nuevos sectores sociales.11 Por su parte, Ricardo Martínez Mazzola ubicó las tesis antifascistas en un proceso de más larga data, asociado al enfrentamiento del socialismo con los movimientos nacional populares, intentando explicar las dificultades del PS para transformarse en un partido de masas. En esta línea, sus trabajos se han concentrado en la relación entre socialismo e yrigoyenismo, aunque en el último tiempo su campo de preocupaciones se ha extendido al período peronista.12 Sus investigaciones para esa etapa dialogan con los estudios de Carlos Herrera, quien hizo hincapié en los vaivenes de la caracterización del peronismo como totalitarismo en el seno del PS, problematizando los cambios de la interpretación ghioldista sobre el peronismo como nazifascismo. En una mirada que puede ser complementaria, Mazzola mostró que fue la propia noción de totalitarismo la que sufrió variaciones, y a partir de 1945 su significado se extendió desde los movimientos nazifascistas hasta los vinculados con el gobierno soviético. Este desplazamiento conceptual se reforzó a nivel internacional a partir de 1951, cuando a través de la Declaración de Frankfurt la Internacional Socialista dejó de considerar como enemigo principal al capitalismo, para incorporar entre sus adversarios más importantes al Este Comunista.
Por su parte, Herrera analizó los vaivenes que sufrió la interpretación ghioldista a partir de los cambios en el gobierno peronista y los conflictos internos en el PS, considerando el desplazamiento posterior del antifascismo a la denuncia del comunismo y a la defensa de la civilización occidental como una muestra de la absolutización del concepto de totalitarismo en la lectura socialista. En este apartado nos proponemos mostrar cómo este camino también puede ser historizado, atendiendo a los usos del concepto por parte del PSD entre mediados de las décadas de 1950 y 1960. Con tal fin, nos detendremos en algunos acontecimientos clave de la década, como el golpe de 1955 y la Revolución Cubana.
Al respecto, la vinculación con la "revolución libertadora" resulta obvia, pues para los socialistas se convirtió en la concreción de sus sueños de "abatir el totalitarismo". Esta etapa fue de apogeo para sus consignas democráticas, pero también de inicio de la crisis partidaria e implicó nuevos matices para la identificación de los actores "totalitarios". Sabemos que en 1958, al igual que muchos otros partidos en la Argentina para esos años, el socialismo sufrió una importante fractura. Un sector considerado moderado, que más adelante se identificaría como Partido Socialista Argentino (PSA), evaluó necesario desplazar el foco de la lucha "democrática" contra el peronismo para concentrarse en la identidad obrera de la tradición partidaria.13 El otro sector, que pasará a denominarse Partido Socialista Democrático (PSD), se identificó con un "antiperonismo radicalizado",14 en ocasiones incluso más que el del gobierno "libertador". Pero la apertura electoral abriría una etapa totalmente nueva para los pedidos más radicales de "desperonización".
Por una parte, ningún análisis puede perder de vista la vinculación del PSD con los militares colorados, la continuidad de una denuncia ético-política al peronismo como "régimen totalitario", su actitud férreamente opositora al gremialismo de las 62 organizaciones peronistas, su crítica al voto en blanco y a las acciones de la resistencia peronista, entre otras evidencias de una actitud rígidamente antiperonista. Sin embargo, nos interesa destacar el hallazgo de otras posiciones que nos llevaron a preguntarnos si el "antiperonismo radicalizado" era una estrategia política viable en este nuevo período.
Si entre 1945 y 1955 las campañas electorales buscaron diferenciar al socialismo de la fuerza liderada por Juan Domingo Perón, en la década posterior la marginación del peronismo del juego electoral llevó a que su principal oponente fuesen las fuerzas antiperonistas que buscaron cooptar los votos del electorado vacante. En esta línea, conviene resaltar que el Partido Socialista Democrático consideró que la proscripción al peronismo era una medida negativa, en la medida en que incentivaba cierto tipo de jugadas electorales, que se constituyeron en la marca de la "política criolla" para el período. En consecuencia, promovió la representación proporcional como herramienta central para eliminar la influencia del "totalitarismo", que ya no se vinculaba solamente con el peronismo, sino también con los partidos "pactistas".15 En ocasión de los comicios de 1960, sus dirigentes sostenían:

[P]asadas ya las elecciones y en momentos en que no puede ser interpretada su posición con intenciones demagógicas y de engaño expresa que hay que terminar definitivamente con las proscripciones políticas que, además de testificar una desigualdad constitucional irritante, sirven de pretexto para que demagogos inescrupulosos agudicen su ingenio para engañar a los seguidores de los partidos proscriptos, de quienes se proclaman defensores y a los que imploran su voto, incitándolos a la deslealtad con su propio grupo y a la "traición partidaria". El cese de las proscripciones políticas será un golpe rudo para esos aventureros que medran con la persecución de los adversarios y será, también, una afirmación clara de los principios democráticos y de igualdad constitucional para todos los partidos políticos argentinos (las cursivas son nuestras).16

Su rechazo a las proscripciones se plasmó en numerosas declaraciones en la prensa partidaria,17 así como en el acompañamiento parlamentario al levantamiento parcial de las mismas que se llevó adelante en 1962 y 1965.18 Asimismo, aunque continuaba asociando peronismo y totalitarismo, ya en los años sesenta el PSD consideraba la posibilidad de "socialdemocratizar"19 este movimiento, reconociendo sus avances en materia social y aceptando la posibilidad de su transformación en un "actor democrático".
También en el plano internacional, la lucha contra el totalitarismo irá tomando sus propios matices. El análisis que el PSD efectuó de la Revolución Cubana no solo es útil para ilustrar estos cambios, sino que permite observar como la visión de un proceso externo atraviesa siempre un prisma conformado por las reflexiones nacionales. Las primeras noticias sobre la Revolución en Cuba fueron recibidas con júbilo en las páginas de Afirmación, el periódico creado por la fracción ghioldista al perder la dirección de La Vanguardia en el marco de las disputas internas. Desde la perspectiva de los socialistas democráticos, la Revolución Cubana fue considerada inicialmente como un episodio más en la lucha contra el fascismo y el nazismo, derrotado en la Segunda Guerra Mundial en Europa y recién en ese momento en decadencia en América Latina. A mediados de 1959 Afirmación comenzó a dar cuenta de las simpatías que la Revolución Cubana empezaba a despertar entre los comunistas argentinos. Las sospechas más concretas llegaron un año después, con la denuncia que hizo Nicolás Repetto a partir del acercamiento de Cuba al bloque comunista.20 Finalmente, para los primeros meses de 1961, los socialistas democráticos habían impuesto la categoría de totalitario al régimen cubano. Esta etiqueta fue colocada incluso antes de la proclamación de Fidel Castro como marxista-leninista en el famoso discurso del 2 diciembre de 1961. La victoria de Alfredo Palacios, candidato a senador del Partido Socialista Argentino para las elecciones de febrero de 1961 en Capital Federal, marcó un viraje definitivo en la caracterización del proceso cubano, pues el eje de su campaña había sido el fidelismo y el antiimperialismo. Los sucesos de Playa Girón reforzaron esta tendencia, colocando a Cuba en el centro de la guerra fría. En este marco sostenían:

Con cabeza serena y corazón ardiente, el Socialismo Democrático pide a los trabajadores, a la juventud, a la ciudadanía y a los habitantes todos, que en esta hora de confusiones espontáneas y, al mismo tiempo, de organización estratégica de desorientaciones, tome por medida o eje, para comprender los hechos, algunos criterios básicos de nuestra civilización, que es heredera y parte de la civilización de occidente.21

En la coyuntura se vislumbraba un apoyo contundente a los "valores occidentales", aunque el mismo debe ser sopesado advirtiendo el rechazo a la intervención unilateral de los Estados Unidos.22 No obstante, la salida tampoco puede considerarse una posición neutral, ya que solicitaban la actuación de la Organización de los Estados Americanos para obtener el cese de la guerra civil y la convocatoria a elecciones. También en 1965, ante la invasión estadounidense a República Dominicana, los socialistas democráticos protestaron contra la intervención unilateral y reclamaron de la OEA un rápido pronunciamiento y la afirmación del principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos.23 Sin embargo, incluso cuando votaban en el Congreso este tipo de declaraciones junto a los radicalismos y a los partidos neoperonistas, buscaban diferenciarse de las posiciones antiimperialistas defendidas por estas fuerzas. En el Congreso nacional sostenía Américo Ghioldi:

[M]e apoyo en mi posición antinorteamericana en el sentimiento de las clases trabajadoras de Estados Unidos, en la opinión de la gente liberal de aquel pueblo, en la opinión de los socialistas de Estados Unidos de Norteamérica, en sus pensadores y en el sentimiento inmortal de Kennedy.24

Los socialistas democráticos no querían ser tildados de antiimperialistas, aunque tampoco admitían que los opositores se quedasen con el capital electoral que portar esa etiqueta implicaba. Por un lado, acusaban a peronistas y frondicistas de defender un falso antiimperialismo, haciendo grandes proclamaciones en política internacional mientras estaban a la caza de inversiones extranjeras; por otro lado, identificaban al Partido Socialista Argentino con la defensa del "imperialismo soviético".
Comparando la posición del psd con la de otros socialismos nacionales, consideramos que sus posturas podrían emparentarse con la que sostenía la Internacional Socialista para esta época marcada por la Guerra Fría, oscilando entre posiciones de autonomía entre ambos bloques o alineamientos con el bloque occidental.25 Sin embargo -paradójicamente- las posiciones del PSD diferían radicalmente de la postura del Partido Socialista Argentino, la rama del socialismo local que había quedado oficialmente alineada con la Internacional.26 En efecto, en el contexto latinoamericano los principales partidos socialistas de la región (en particular, el chileno y el uruguayo) sostuvieron una posición antiimperialista diferenciada de la comunista, pero con una crítica contundente al imperialismo norteamericano. En este sentido, tomando en cuenta las posiciones del Secretariado Latinoamericano27 y de la Confederación Socialista Asiática, podemos sostener que los socialismos del "tercermundo" se radicalizaron respecto a la organización central, situación que incluso implicó la disolución de estos organismos hacia principios de 1960. De esta manera, aun cuando no pertenecía oficialmente a la Internacional, la línea del PSD se emparenta mejor con la de los países europeos, en particular con el pro-occidentalismo del laborismo británico, tal como pudo observarse en la relevancia que otorgaron a la visita de Morgan Philips a la Argentina.28
Reflexiones sobre las vinculaciones entre estas opciones y los posteriores lazos del PSD con la dictadura militar argentina en 1976 pueden resultar tentadoras. En esta línea, aunque podríamos considerar que la trayectoria de estos años engendra ya un alineamiento estrecho con el bloque occidental, los lazos posteriores de la Internacional Socialista con los procesos democratizadores29 muestran también que los caminos todavía podían ser múltiples.

Justicia social: entre el planismo y la racionalización

Como ya hemos señalado en las primeras páginas, hay un acuerdo generalizado en la historiografía en considerar que la causa de la crisis del socialismo en la Argentina fue su insistencia en la interpretación del peronismo como un movimiento totalitario, homologable a los fascismos europeos. En el apartado anterior, observamos cómo para los diez años que transcurren entre 1955 y 1965 primaron otros usos para el concepto de totalitarismo. En esta sección nos detendremos en rastrear las alternativas que surgieron dentro del partido a las campañas antitotalitarias, centradas en la dimensión liberal-republicana.
Siguiendo esta línea, algunos autores se esforzaron por demostrar que la crisis peronista del socialismo no respondió solo a cuestiones programáticas. La existencia de un universo más complejo en el interior del partido los llevó a alertar sobre la presencia de causas exógenas para pensar la crisis. Estos estudios pusieron en evidencia que durante la segunda mitad de los treinta los debates no se habían dado solo en torno al eje democracia-fascismo, sino también a partir del tópico Estado-mercado. Al respecto, han mostrado cómo para esta década un sector de los socialistas encabezado por Rómulo Bogliolo se alejó de la mirada librecambista en política económica que sostenía la tradición justista, planteando un papel más importante para la intervención del Estado en la economía. Esta línea política, autoproclamada como revolución constructiva, se postuló como una posición intermedia entre la tradición reformista y el grupo revolucionario, que terminaría constituyendo el Partido Socialista Obrero. El congreso socialista de 1938 sistematizó estos conceptos como línea oficial del partido, aprobando un "plan de defensa nacional" que avalaba la planificación y el intervencionismo estatal en la regulación de las actividades económicas y la nacionalización de las fuentes de energía, los transportes y los servicios públicos.
Para Juan Carlos Portantiero, este congreso fue el punto culminante de esa línea política, pues el advenimiento del peronismo terminó por anclar la posición partidaria en las consignas antifascistas, dejando en otras manos las banderas que el socialismo comenzaba a izar.30 No obstante, Osvaldo Graciano ha mostrado la persistencia de estas consignas en el programa de gobierno que el socialismo aprobó en su congreso de 1945.31 Por su parte, Andrés Bisso señaló elementos comunes en el programa económico y social de la Unión Democrática y el del Partido Laborista en las elecciones de 1946.32 Según Nicolás Azzolini y Julián Melo estas similitudes responden a un proceso de "lógicas compartidas" antes que de "banderas robadas", tal como lo habían pensado los propios actores y buena parte de los intérpretes.33
En efecto, el recorrido por distintos estudios34 y la lectura de algunas fuentes partidarias del período nos muestran que aunque la dimensión cívica y ética de crítica al peronismo se volvió cada día más omnipresente, otras alternativas sobrevivieron. La disidencia frente a la línea oficial cuya referencia ha sido recurrente en la bibliografía fue el planteo de Julio V. González en el congreso partidario de 1950. González, al igual que Ghioldi, consideraba al peronismo como una dictadura, pero señalaba como innegables los avances que en torno al programa mínimo del PS se habían logrado durante ese gobierno. En este sentido, creía que lo único que podía hacer el PS para diferenciarse de los partidos burgueses era asumir el programa máximo de socialización y supresión del salario, abandonando el eje antitotalitario de lucha contra el peronismo.35 Aunque iba más allá de lo que los constructivistas habían planteado una década atrás, el planteo de González condensaba varias críticas hasta entonces dispersas, y cuya mención ha sido menos común en las investigaciones.
Más recientemente, Ricardo Martínez Mazzola ha llamado la atención sobre otras alternativas a la interpretación oficial.36 Entre ellas, y en relación con la dimensión socio-económica que nos ocupa, merece destacarse un libro escrito por Bogliolo en 1951, donde el dirigente continuaba argumentando que era necesario avanzar hacia una economía planificada.37 Otro dato importante en esta línea es la crítica que a principios de los cincuenta efectuó Dardo Cúneo al "liberismo", lo que marcaba un agudo contraste respecto de una línea oficial que en ese momento rechazaba el intervencionismo estatal y la política peronista respecto a los productores agrarios. De hecho, Cúneo protagonizó una de las importantes separaciones partidarias que tuvieron lugar en esta etapa, y otra a señalar por su alto impacto político fue la expulsión de Enrique Dickmann. Los procesos de expulsión de Cúneo y de Dickmann desencadenaron la conformación de sendas agrupaciones: Acción Socialista y el Partido Socialista de la Revolución Nacional.38
En 1955, el golpe de Estado que derrocó a Perón profundizó los vínculos que la cristalización de la línea antitotalitaria los había llevado a tejer con radicales y conservadores, lazos que preocupaban a un sector del socialismo, que consideraba que los llevaría a perder su identidad específica como partido de los trabajadores. No obstante, y a raíz del júbilo inicial que despertó la caída del peronismo, en el año que transcurrió entre fines de 1955 y diciembre de 1956 el PS en su conjunto formó parte de la coalición dominante en el seno del gobierno nacional. Resulta interesante señalar que, en función de la dimensión de análisis que se enfatice, encontramos a los socialistas formando parte de la fracción más dura o "radicalizada" del antiperonismo o bien como integrantes de un sector "blando" respecto de las políticas económico-sociales que se deberían implementar.39 Su ubicación en el "antiperonismo radicalizado" se vinculaba con su caracterización del peronismo como mal totalitario que derivaba en un proyecto político-pedagógico dirigido a eliminar la identidad peronista y a reeducar a sus partidarios en valores republicanos, junto con una propuesta de reforma del régimen político hacia un sistema descentralizado y con creciente importancia de las minorías.40 Su vinculación con el sector "blando", espacio que compartía con buena parte de la oposición partidaria, se manifestaba en la crítica a la política represiva que buscaba eliminar todas las restricciones que el peronismo había impuesto a la dominación burguesa, fomentada centralmente por las corporaciones empresariales y apoyada por un sector de las fuerzas armadas. En su lugar, proponían adoptar una serie de medidas populares, tales como el congelamiento de los precios y alzas salariales, que garantizarían el apoyo de los trabajadores a la "libertadora", a la vez que legitimarían los lugares ocupados por el gremialismo "democrático".
En consecuencia, podemos considerar que -a grandes rasgos- las fracciones en que se dividió el socialismo terminaron enfatizando una u otra línea. Por un lado, el sector vinculado al futuro PSA apuntó a que el gobierno encarnaba el revanchismo patronal, admitiendo que durante el peronismo los trabajadores habían obtenido diversas conquistas sociales. Por otro lado, ya hemos señalado cómo el grupo ghioldista denunció a la Unión Cívica Radical del Pueblo como la opción "continuista" y criticó su debilidad para encarar reformas institucionales e ideológicas más profundas que terminaran por borrar de la Argentina los restos de la "política criolla".
Pero aunque la tensión entre dimensión social y dimensión cívica parece haber estado en la base de los debates, creemos que la ruptura de 1958 no terminó de resolver estas tensiones. Por un lado, como ha señalado Cristina Tortti, la reconceptualización del fenómeno peronista dentro del socialismo fue un proceso que recién se hizo visible a partir del seguimiento de los posicionamientos dentro la juventud del partido, con posterioridad a la ruptura de 1958.41 Por otro lado, y es el que en este apartado indagaremos con cierto detalle, durante la década del sesenta en el seno del socialismo democrático se rescatará un programa de reformas económicas y sociales que implicaban mejoras para los grupos subalternos y que convivirá con sus más conocidas posiciones contra el totalitarismo. A raíz del peso y la radicalidad de los posicionamientos antitotalitarios, la presencia programática de iniciativas vinculadas a reformas económico-sociales prácticamente no ha tenido visibilidad en la bibliografía. Su escaso tratamiento se vuelve más significativo si las consideramos dentro de un contexto internacional asociado al auge del Estado de bienestar promovido por la socialdemocracia europea o si las pensamos en vinculación con la línea partidaria constructivista de la segunda mitad de los treinta en la Argentina.
En el campo de la asistencia social, algunos de los principales proyectos presentados en el parlamento nacional y provincial42 fueron: el seguro nacional de salud,43 las pensiones no contributivas a la vejez desamparada44 y los créditos y exenciones de impuestos para viviendas. La iniciativa central que articuló estas propuestas fue un plan de objetivos nacionales para el período sexenal 1964/1970 denominado NUBA (Nuevas Bases) que, junto con el proyecto de creación del Consejo Económico y Social, fueron presentados por Américo Ghioldi a mediados de 1964. El plan se proponía: el aumento de la producción y la productividad, el crecimiento de las exportaciones, la prioridad de realización para obras de equipamiento colectivo con incidencia directa en el desarrollo de las regiones del país, una economía nacional de pleno empleo, la estabilización de los precios de los artículos de consumo, la construcción de 100 mil viviendas por año, un programa de lucha contra la erosión del suelo, un aumento progresivo del presupuesto en investigación y educación hasta alcanzar el 25 por ciento de los gastos totales de la nación, el aumento de las horas de clase en la enseñanza primaria, la provisión de agua corriente y cloacas para cubrir el 50 por ciento del déficit actual, entre otros objetivos En el mismo número de La Vanguardia donde se describió el plan, se buscó conectarlo con la tradición intervencionista de los treinta. Junto al artículo anterior se publicó una nota de Rómulo Bogliolo donde relataba que en 1932 había presentado junto a Ghioldi, en la Cámara de la que formaban parte, el proyecto socialista de "comisión de planes económicos", que era el mismo que el ahora "inteligentemente ampliado por Ghioldi".45
Estas iniciativas no solo tuvieron lugar a nivel nacional y provincial, ya que los socialistas democráticos impulsaron proyectos similares en los municipios, el espacio de poder al que accedieron con mayor frecuencia durante este decenio. En las concejalías, apuntaron a fomentar la asistencia y subsidios a las cooperadoras escolares, hospitales y salas de primeros auxilios locales, viviendas y servicios sociales, en que merece destacarse el proyecto del Instituto Municipal de Crédito y Vivienda y el impulso a la educación municipal en la intendencia socialista de Mar del Plata.46
Aunque estos proyectos muestran la pervivencia de una dimensión social en los planteos partidarios, también podría argumentarse que se trata de apelaciones supraclasistas dirigidas, al igual que los planteos liberal-democráticos, a reforzar la ideología universalista del individuo-ciudadano antes que a profundizar en la identidad obrera del partido.47 Si bien existe una tendencia en el discurso del Partido Socialista Democrático hacia la defensa de ideas universales que lo vincula a una función eminentemente pedagógica, todavía podemos observar que sus vinculaciones gremiales (así como las territoriales) mantienen en algunas dimensiones su función representativa. En definitiva, aunque después del peronismo se redujeron muy significativamente, los vínculos políticos concretos con el movimiento obrero -allí donde pervivían- continuaban modificando el programa del socialismo democrático.48 Al respecto, nos interesa resaltar que los proyectos directamente vinculados a los trabajadores no estuvieron ausentes de la agenda legislativa del partido. Por un lado, hubo varias iniciativas vinculadas a brindar resolución a conflictos particulares, tales como el proyecto ante el cierre de cristalerías Papini 49 en el Gran Buenos Aires, la declaración en oposición a la movilización militar tras la huelga ferroviaria,50 el pedido de aumento de los sueldos docentes en la provincia de Buenos Aires51 o el horario de cierre unificado para los empleados de comercio.52 Manuel Pardo -gremialista y legislador provincial a lo largo de todo el período- desempeñó un papel relevante como defensor de los derechos obreros, especialmente cuando entre 1963-1965 presidió la comisión de "Legislación Laboral y Seguridad Social". Otros proyectos más generales que conviene mencionar fueron: la actualización de los montos indemnizatorios por accidentes de trabajo, el pago de intereses por atraso en el pago de sueldos, los requerimientos para aumentos salariales del personal público y el promocionado proyecto del salario mínimo, vital y móvil.53 Otra iniciativa importante, pero no concretada, fue el seguro nacional de desocupación.54
En las votaciones parlamentarias de este tipo de proyectos en defensa de los intereses de los trabajadores en particular y de los sectores subalternos en general los socialistas generalmente se alinearon junto a demócratacristianos, socialistas argentinos, neoperonistas y, aunque en menos oportunidades, con radicales del pueblo o radicales intransigentes. No obstante, en aquellos proyectos en que la cuestión obrera se superponía más directamente con la cuestión peronista, tales como la libertad o la autonomía del movimiento sindical, la ley de asociaciones profesionales o la descentralización de los tribunales del trabajo, las iniciativas del socialismo democrático se contraponían con las propuestas sostenidas desde las organizaciones obreras mayoritarias, vinculadas a las 62 Organizaciones peronistas.55 En estas votaciones, y en muchas otras asociadas a temas eminentemente políticos de la cuestión peronista -cuyo ejemplo más claro es el de los homenajes a los líderes del movimiento-56 se alineaban con radicales del pueblo, conservadores y UDELPA; es decir, con la mayoría de aquellos con los que se enfrentaban en las cuestiones relacionadas con las mejoras para los trabajadores.
La posición del PSD frente al Plan de Lucha de la CGT muestra con claridad estas tensiones. En mayo de 1964 la Unión Conservadora presentó sobre tablas un pedido de informes al Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires pidiendo explicaciones sobre su supuesta falta de acción frente a las ocupaciones y toma de rehenes en fábricas de San Martín y Pilar, cuyo tratamiento fue avalado por UDELPA y por la UCRI. Tanto la democracia cristiana como el socialismo argentino se opusieron, en la medida en que consideraban que el reclamo de los conservadores era una declaración contra el Plan de Lucha que ellos avalaban, a la vez que defendían la actitud "mesurada, equilibrada y prudente" que había tomado la UCRP a cargo del ejecutivo. Pardo, en su rol de presidente de la comisión de asuntos laborales, también quiso diferenciarse de la posición antiobrera de la Unión Conservadora, sugiriendo que el pedido de informes no podía ser tratado sobre tablas, pues el mensaje de fundamentación contenía posicionamientos ajenos al sentir de toda la Cámara.57 Si bien el PSD tenía una actitud claramente opositora al plan ejecutado desde la CGT, a cuyos dirigentes acusaba de generar una situación prefascista,58 justificaban el descontento de los trabajadores por el alza creciente del costo de vida.
En definitiva, el análisis pormenorizado y en distintas escalas permite afirmar que los socialistas democráticos respondían a distintos alineamientos políticos según el problema que estaba en debate. El efecto que el peronismo tuvo sobre la línea partidaria que desde los años treinta defendía el intervencionismo estatal no habría sido entonces el de su derrota completa. Aun más, el aumento de las capacidades estatales que originó el peronismo, en un proceso asociado a las experiencias de la socialdemocracia en la segunda posguerra y la consolidación del Estado de bienestar, volverían difícil rechazar estos lineamientos para un partido con aspiraciones populares.
Pero si la influencia del programa antitotalitario no ocluyó la línea de planificación económico-social, sirvió para establecer una dicotomía entre "planificación democrática" y "planificación totalitaria". En palabras del propio Rómulo Bogliolo:

Nosotros, que combatimos a los que hacen del Estado el amo absoluto de la vida colectiva, propugnamos en cambio, el control del mismo por vías democráticas y la orientación de la economía con órganos nacidos de la libre acción económica y no constituidos por una sola categoría de habitantes. Anhelamos una economía cooperativa para someter a la naturaleza a favor del bienestar.59

En este sentido, el período peronista sí habría implicado un cambio rotundo respecto a la posición favorable que tradicionalmente había tenido el PS frente a las nacionalizaciones,60 ya que comenzaron a interpretarlas como procesos de centralización y estatización que recordaban los desplegados por el fascismo.61 En particular, los socialistas llamaron la atención respecto a que una parte importante del déficit del presupuesto tenía su origen en los quebrantos siderales de los transportes y otros servicios públicos, que terminaban siendo pagados por quienes no eran sus usuarios. Proponían entonces racionalizar los servicios, disminuir los costos de explotación y eliminar la mano de obra innecesaria.62
Para esta etapa, es la noción de racionalización -antes que la de antitotalitarismo- la que va ganando mayor peso en el programa del socialismo democrático y funciona como contrapeso de las propuestas que enfatizan en el intervencionismo estatal. Con respecto al tema de las estatizaciones, la línea oficial es definitivamente reemplazada por la de "socialización", impulsando la conformación de cooperativas de usuarios, trabajadores y municipio como prestadoras de servicios. Estas propuestas, si bien de vieja data en la tradición partidaria, se identifican en estos años con las propuestas descentralizadoras de algunos organismos internacionales.63 En casos puntuales, comenzaron incluso a aparecer algunas manifestaciones a favor de la privatización de servicios públicos, concretándose la transferencia a una empresa privada de la recolección de residuos en el municipio socialista de Mar del Plata durante mayo de 1964.64 Otras consignas partidarias en que puede observarse la primacía del ideario racionalizador fueron: la tecnificación como elemento principal de la reforma agraria inspirado en las políticas de las FAO,65 la habilitación del capital extranjero para efectuar inversiones petroleras con el objeto de maximizar los beneficios,66 una política económica que buscaba soluciones en el aumento de la productividad67 y, centralmente, el énfasis en las ya tradicionales campañas de racionalización y moralización administrativa.
En este sentido, las nacionalizaciones no solo se asociaban a la centralización estatal, sino también al crecimiento del empleo estatal. Si en Europa las críticas conservadoras al Estado de bienestar se dirigieron hacia el crecimiento de la burocracia estatal, aquí fueron los propios socialistas quienes realizaron una ardua campaña de racionalización y moralización administrativa, que en el ámbito parlamentario vemos reflejadas en las discusiones sobre el presupuesto.
Nuevamente, como contrapunto, si en este tópico adhirieron a las políticas liberales más ortodoxas, que estaban siendo implementadas en el gobierno de Frondizi a partir del Plan de Racionalización Administrativa, no siguieron la misma línea en otros aspectos. Así, se opusieron a los planes de reestructuración ferroviaria que quiso imponer el gobierno desarrollista, tal como lo sugiere la incidencia de sus militantes en las huelgas organizadas a fines de 1958 y 1961 y su impulso a los proyectos legislativos contra el levantamiento de varios ramales del ferrocarril provincial.68 Otro ejemplo puede observarse precisamente en los debates sobre el presupuesto, donde el principio del equilibrio contable solo se asumía como prioritario si se trataba de eliminar "gastos improductivos", tales como los generados por el clero o las fuerzas armadas. Una marca más de flexibilidad frente a las posiciones más ortodoxas, vinculada con política monetaria, fue la aprobación de la reforma de la carta orgánica del Banco Central, para que el gobierno de Illia aumentara las disponibilidades en relación a los depósitos. En esa oportunidad, Ghioldi señaló que la cantidad de circulante no se determinaba por el monto del oro sino por las necesidades concretas previsibles a través de los índices de precios minoristas y mayoristas, del producto bruto, del tráfico ferroviario, etcétera.69
En definitiva, se trata de un período de transición en el que todavía cuesta asignarle un significado político único a estos cambios. Las palabras que Nicolás Repetto retomaba de Hugo Gaitskel, mostrando una vez más el influjo del laborismo británico, permiten esbozar alguna hipótesis.

Yo estoy en desacuerdo tanto con los que sostienen la supremacía de la propiedad privada como con los que sostienen que la nacionalización debe ser el todo y el fin de todo, el principio primero y la aspiración principal del socialismo. Yo creo que este modo de ver surge una confusión completa sobre el significado fundamental del socialismo, y en particular de una confusión entre fines y medios.70

En este sentido, podemos considerar que aunque las tareas económico-sociales no desaparecieron del programa socialista, ya no volvieron a constituir su norte. Para los socialistas democráticos en la Argentina, tanto las políticas asociadas al Estado de bienestar como las medidas racionalizadoras fueron consideradas, de igual modo, como opciones estratégicas en el marco de un programa modernizador.

Reflexiones finales

El Partido Socialista Democrático es recordado como el ejemplo más caricaturesco del encono obstinado de un partido político contra el peronismo. Al respecto, la imagen de Américo Ghioldi avalando los fusilamientos de peronistas que participaron de la resistencia a la "revolución libertadora" en 1956 ha servido para cristalizar un conjunto de sentidos sobre la relación entre socialismo y antiperonismo.
Otras imágenes partidarias se han perdido en la medida en que la historiografía académica ha hecho propia esa simbología, construida por los historiadores revisionistas. En este artículo hemos intentado rescatarlas, no porque nos interese borrar o reemplazar el símbolo elegido, sino para preguntarnos sobre las repercusiones de una perspectiva sincrónica y unidimensional en nuestras lecturas sobre el mapa político.
En primer lugar, hemos observado cómo tras el momento apoteótico que significó la "libertadora", el uso que el socialismo democrático le asignó al concepto de totalitarismo estuvo cada vez menos asociado con exclusividad al peronismo. La proscripción reorganizó a los adversarios y etiquetó como totalitarios a nuevos sujetos: los "pactistas" y todos aquellos que buscaban "cooptar" al electorado peronista. Asimismo, la factibilidad de transformar al peronismo en un actor democrático fue cada vez más clara en el imaginario socialdemócrata después de los sesenta. En esta línea, el uso del concepto totalitarismo estuvo crecientemente asociado a lo que percibían como la nueva amenaza: el comunismo, cuyo crecimiento en América Latina se hacía visible tras la Revolución Cubana. El alineamiento del socialismo democrático con el bloque occidental daba sus primeros pasos, aunque estaban lejos de ser firmes.
En segundo lugar, sin perder de vista el perfil republicano y liberal que se enfatizaba en su enfrentamiento con el peronismo, durante los sesenta el partido impulsó una serie de reformas económico-sociales asociadas a su defensa del Estado de bienestar. Si esta dimensión social del programa partidario estuvo subordinada a la dimensión cívica durante el peronismo, consideramos que para el "posperonismo" los temas sociales recobraron importancia en el programa partidario y se equipararon a los problemas democráticos. Esta situación se observa con más claridad en las votaciones parlamentarias, en que los socialistas participaron de distintos alineamientos en función del tema en debate. Más allá de los vaivenes de los radicalismos, cuya votación seguía en más de una ocasión la lógica oficialismo/oposición, en aquellos proyectos asociados directamente a la cuestión peronista se alineaban con los conservadores y con UDELPA. Sin embargo, cuando impulsaban mejoras para los trabajadores o reformas económico-sociales asociadas al Estado de bienestar, los socialistas democráticos votaban con otro espectro de partidos, como demócratacristianos, socialistas argentinos e incluso neoperonistas.
El efecto que el peronismo tuvo sobre la línea partidaria, que desde los años treinta hacía énfasis en el intervencionismo estatal, no habría sido entonces el de su derrota completa. Aunque durante los gobiernos peronistas estas consignas pasaron a un lugar secundario en el programa socialista, el aumento de las capacidades estatales que originó el peronismo, en un proceso asociado a las experiencias de la socialdemocracia en la segunda posguerra y la consolidación del Estado de bienestar, marcarían un camino en la década siguiente.
Si pensamos el discurso político a partir de los contenidos y desde la perspectiva de su producción, omitir la dimensión social que el PSD incluyó en sus programas y acciones de gobierno sería una falacia grave. Desde su óptica, la defensa de la clase obrera y la justicia social era totalmente compatible con su actitud contra el peronismo. Al respecto, creemos que este tipo de iniciativas constituyen la especificidad del socialismo en lo que Cavarozzi ha denominado el bloque liberal,71 pues si bien los socialistas democráticos coincidían plenamente con el programa descripto por el autor para este sector, apoyando la erradicación del peronismo y la eliminación de los sectores industriales que juzgaban menos competitivos, rechazaban la drástica reducción del intervencionismo estatal que otros actores de este grupo propugnaban.
Por el contrario, si pensamos el discurso político en términos de articulación y desde la lógica de la recepción, tal como ha señalado Ricardo Martínez Mazzola, la estigmatización de los populismos por parte del socialismo habría imposibilitado la constitución de un discurso capaz de articular motivos y símbolos de importancia en la identidad popular.72 En este caso la hipótesis de una estructuración del campo de las derechas a partir del rechazo al populismo y la mitologización de la república puede resultar interesante para pensar una parte de la lógica política del período.73
En definitiva, para el socialismo democrático los sesenta parecen ser una época de transición. Cuando miramos hacia atrás, el partido es menos antiperonista y atiende más las demandas de justicia social que su antecesor de la década peronista. Sin embargo, cuando miramos hacia adelante, aparece su paulatino compromiso con el Bloque Occidental y un creciente énfasis en las consignas eficientistas y racionalizadoras, dos elementos que parecen más importantes para pensar en las derechas de los años subsiguientes que en el antiperonismo. En efecto, en la encrucijada que plantea esta década la tensión entre socialismo y liberalismo sigue definiendo al Partido Socialista Democrático, aunque el segundo componente vuelve a primar, pero por razones algo diferentes a las de la década anterior. En este sentido, si bien su programa ya no se limitaba a consignas liberal-republicanas, la trayectoria del PSD nos muestra que la unión entre reformas sociales y lucha democrática no siempre tiene horizontes progresistas.

Notas

* Este artículo resume algunas de las conclusiones de mi tesis doctoral -"Socialismo y antiperonismo: el Partido Socialista Democrático. Transformación partidaria y dinámica política en tiempos de proscripción (Provincia de Buenos Aires, 1955-1966)", tesis de doctorado, UNMDP, 2012-. Agradezco los valiosos comentarios realizados por el evaluador de Prismas.

1 Véase Silvana Ferreyra, "Socialismo y peronismo en la historiografía sobre el Partido Socialista", Prohistoria, vol. 15, 2011, disponible en <http://ref.scielo.org/xqynms>. En ese artículo delimitamos tres generaciones de autores que han indagado en la historia del socialismo en la Argentina: el revisionismo de izquierda, los historiadores de la transición democrática y la historiografía sobre la izquierda. Jorge Enea Spilimbergo y Juan José Hernández Arregui; José Aricó y Juan Carlos Portantiero; Alberto Pla y Hernán Camarero son algunos referentes de las respectivas corrientes.

2 Hernán Camarero y Carlos Herrera, El partido socialista en Argentina.Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Buenos Aires, Prometeo, 2005.

3 Andrés Bisso, Acción Argentina: un antifascismo nacional en tiempos de guerra mundial: Acción Argentina y las estrategias de movilización del antifascismo liberal-socialista en torno a la Segunda Guerra Mundial, 1940-1946, Buenos Aires, Prometeo, 2005; Carlos Herrera, "¿La hipótesis de Ghioldi? El socialismo y la caracterización del peronismo (1943-1956)", en Hernán Camarero y Carlos Herrera (eds.), El Partido Socialista en Argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2005; Ricardo Martínez Mazzola, "Nacionalismo, peronismo, comunismo: Los usos del totalitarismo en el discurso del Partido Socialista Argentino (1946-1953)", Prismas, nº 15, 2011.

4 Mariana Luzzi, "El viraje de la ola. Las primeras discusiones sobre la intervención del Estado en el socialismo argentino", Estudios Sociales, vol. 20, 2001, y "De la revisión de la táctica al Frente Popular. El socialismo argentino a través de Claridad, 1930-1936", Prismas, nº 6, 2002; Juan Carlos Portantiero, "Imágenes de la crisis: el socialismo argentino en la década del treinta", Prismas, nº 6, 2002; Cristina Tortti, Estrategia del partido socialista. Reformismo político y reformismo sindical, Buenos Aires, CEAL, 1989, y "El Partido Socialista ante la crisis de los años '30: La estrategia de la 'Revolución Constructiva'", Revista Socialista, vol. 4, 2009.

5 La amplia bibliografía sobre estudios del peronismo ha indicado un giro hacia un régimen y un partido más vertical desde 1951. Para el caso del ps este año opera como bisagra pues la represión peronista, desatada con posterioridad a las huelgas de ferroviarios de principios de 1951 y el intento de golpe de Estado en septiembre de 1951, funciona como catalizador de una intransigencia partidaria ya lo suficientemente radicalizada como para participar de estos movimientos opositores.

6 Solo para mencionar algunos ejemplos clásicos y trabajos más recientes, Carlos Altamirano, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 2001; Beatriz Sarlo, La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001; Oscar Terán, Nuestros años sesentas: la formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956-1966, Buenos Aires, Puntosur, 1991; María Cristina Tortti, El "viejo" Partido Socialista y los orígenes de la "nueva" izquierda, 1955-1965, Buenos Aires, Prometeo, 2009.

7 Esta hipótesis es sugerida por Omar Acha, Historia crítica de la historiografía argentina: Las izquierdas en el siglo XX , Buenos Aires, Prometeo, 2009.

8 La división dio como resultado inicial dos nuevos partidos: Partido Socialista Democrático y Partido Socialista Argentino. No obstante, ya en 1958 se advierte la presencia de tres corrientes: izquierdistas y moderados que actuaban en conjunto como un sector renovador, enfrentados al grupo ghioldista o liberal democrático. Véase María Cristina Tortti, El "viejo" Partido Socialista y los orígenes., op. cit.

9 Nos referimos en particular a la participación de Américo Ghioldi como embajador de Portugal durante la dictadura militar de 1976-1983. Aunque su actuación ha sido la más difundida, no fue la única. Otros dirigentes partidarios como Luis Pan y Luis Nuncio Fabrizio colaboraron con el gobierno de facto, como director de EUDEBA y como comisionado en Mar del Plata, respectivamente.

10 Véase Omar Acha y Nicolás Quiroga, El hecho maldito: conversaciones para otra historia del peronismo, Rosario, Prohistoria, 2012, p. 25. En este libro, centrado en la normalización de los estudios del peronismo, los autores afirman que la misma se inscribe en un proceso más extenso de profesionalización historiográfica consumada en un contexto de transición democrática, donde los nudos de la historia argentina debían ser amoldados al horizonte evolucionista de la Argentina liberal-democrática.

11 Andrés Bisso, "Los socialistas argentinos y la apelación antifascista durante el 'fraude tardío'", en Hernán Camarero y Carlos Herrera (eds.), El Partido Socialista en Argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2005.

12 Ricardo Martínez Mazzola, "Nacionalismo, peronismo, comunismo"; "La ciencia frente a la esfinge. Las interpretaciones socialistas del populismo en la Argentina", Intersticios de la política y la cultura latinoamericana: los movimientos sociales, 1, 2011, disponible en <http://publicaciones.ffyh.unc.edu.ar/index.php/filolat/article/view/270> y "Punto muerto. Los debates del Partido Socialista en los años del primer peronismo", VII Jornadas de Sociología de la UNLP, La Plata, 5, 6 y 7 de diciembre de 2012.

13 Cecilia Blanco, "El PS en los 60: enfrentamientos, reagrupamientos y rupturas", Sociohistórica, 7, 2000; María Cristina Tortti, El "viejo" Partido Socialista y los orígenes., op. cit.

14  En el sentido que le da María Estela Spinelli, Los vencedores vencidos: el antiperonismo y la "revolución libertadora", Buenos Aires, Biblos, 2005, cap. 3.

15 Esta adjetivación, relacionada típicamente con el lenguaje de la UCRI, se extendió hacia la democracia cristiana, el socialismo argentino, los conservadores populares y, en términos amplios, hasta para los radicales del pueblo, todos los cuales habitualmente fueron tildados de "demagógicos" en el discurso partidario.

16  El Trabajo, Diario socialista (Mar del Plata), 14/4/60.

17 Algunos ejemplos representativos pueden leerse en El Trabajo, 17/3/62; Afirmación, 22/8/62; LaVanguardia, 30/4/63 y 9/9/64.

18  Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires (DSCDPBA), Período 103º, Sesión 19/10/62; DSCDPBA, Período 105º, Sesión 27/8/64; DSCDPBA, Período 105º, Sesión 21/10/65.

19  Tomamos esta caracterización de Eugenio Kvaternik, "¿Fórmula o fórmulas? Algo más sobre nuestro sistema de partidos", Desarrollo Económico, vol. 12, nº 47, 1972. Según Amaral, la condición para que Perón volviese al país era la obtención por parte de los otros actores políticos de su reconocimiento como actor político legítimo, situación que recién se concretaría en 1972. Véase Samuel Amaral, "De Perón a Perón 1955-1973", en Nueva Historia de la Nación Argentina, vol. 7, Buenos Aires, Planeta, 1997. Desde las evidencias que proporciona nuestra perspectiva, la legitimidad para considerar al peronismo (aunque todavía no a Perón) como actor democrático estuvieron dadas ya en la década del sesenta, incluso por partidos como el PSD, de cuya radicalidad en el intento desperonizador nadie dudaría. En este sentido, y a raíz de los largos años que duró la proscripción peronista, la brecha entre las declaraciones de los partidos y las posibilidades concretas de integrar al peronismo en un acto eleccionario merecerían una exploración más profunda. Aunque he mostrado con mayor profundidad este argumento en mi tesis doctoral, cito aquí como evidencia al propio Ghioldi: "Hay dos etapas de lucha, de enfrentamiento con el peronismo. Cuando fue dictadura, había que derribarlo; no era el caso de hacer filosofía. Ahora es un movimiento más, en igualdad de condiciones de llegar con los otros, y llega la hora de analizarlo más serenamente, con ecuanimidad. Yo creo -a lo mejor lo que le voy a decir le sorprende- que dentro del peronismo se dan elementos muy positivos: el más importante de todos es su sentido social. Cuando ese sentido social pueda aplicarse sin reticencias en la democracia, se transformará en un factor decisivo de progreso, esto es, cuando acepte el juego de las instituciones" (La Vanguardia, 1/6/66).

20 "Nicolás Repetto opina sobre Cuba y el futuro político de América Latina", Afirmación, 27/07/60.

21 "Los últimos acontecimientos internacionales y el espíritu público de la democracia argentina", Afirmación, 4/5/61.

22 La posición del socialismo en la Argentina frente a las intervenciones extranjeras en América Latina ha sido discutida por distintos autores. Mientras que los autores de la izquierda nacional han acusado al socialismo de connivencia con los intereses extranjeros, algunos trabajos académicos en los últimos años han complejizado el vínculo entre socialismo y antiimperialismo con nuevos interrogantes. Para un estado de la cuestión sobre este problema véase Pérez Branda, Pablo y Silvana Ferreyra, "El antiimperialismo del socialismo argentino. Una lectura a partir de las rupturas del Partido Socialista Independiente y el Partido Socialista Democrático en tiempos de revoluciones latinoamericanas", en Memorias Arbitradas de las II Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos Contemporáneos, Córdoba, noviembre de 2010.

23 "Los sucesos de Santo Domingo", La Vanguardia, 12/5/65.

24 Ibid., 12/5/65.

25 La ambigüedad que sostuvo la socialdemocracia internacional en algunos aspectos durante los cincuenta y sesenta ha derivado en que sus acciones en el marco de la Guerra Fría puedan ser consideradas de distintos modos. Para una lectura que remarca el alineamiento con el bloque occidental véase Michael Löwy, "Trayectoria de la Internacional socialista en América Latina", Cuadernos políticos, 29, 1981, disponible en <http://www.copppaljuvenil.org/DOCUMENTOS/29.5.MichaelLowy.pdf>. Para una lectura más detallada, que subraya la ambigüedad, véase Fernando Pedrosa, La otra izquierda: la socialdemocracia en América Latina, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2012.

26 Las razones por las que el PSA mantuvo la afiliación merecen ser exploradas, más aun cuando los representantes al congreso de la Internacional en 1955 habían sido Ghioldi y Repetto, ambos de la fracción democrática.

27 Humberto Maiztegui, Memorias políticas del secretario latinoamericano de la Internacional Socialista,1956-1970, Buenos Aires, CEAL, 1992.

28 Afirmación, 23/2/60 y 8/3/60.

29 Estos lazos son el eje de la tesis de Fernando Pedrosa, La otra izquierda., op.cit.

30 Juan Carlos Portantiero, "El debate en la socialdemocracia europea y el Partido Socialista en la década de 1930", en Hernán Camarero y Carlos Herrera (eds.), El Partido Socialista en Argentina., op. cit.

31 Osvaldo Graciano, "Los debates y las propuestas políticas del Partido Socialista de Argentina, entre la crisis mundial y el peronismo, 1930-1950", Revista Complutense de Historia de América, vol. 33, 2008.

32 Andrés Bisso, "Los socialistas argentinos y la apelación antifascista.", op.cit.

33  Nicolás Azzolini y Julián Melo, "El espejo y la trampa. La intransigencia radical y la emergencia del populismo peronista en la Argentina", Papeles de trabajo, vol. 8, 2011, fecha de consulta 7/5/2013.

34  Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas: (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001; Marcela García Sebastiani, Los antiperonistas en la Argentina peronista: radicales y socialistas en la política argentina entre 1943 y 1951, Buenos Aires, Prometeo, 2005; Carlos Herrera, "¿La hipótesis de Ghioldi?...", op. cit.; Daniel Omar de Lucía, "Unas relaciones curiosas: Trotskismo y socialdemocracia (1929-1956)", Pacarina del Sur, 7, 2011; Ricardo Martínez Mazzola, "Punto muerto. Los debates del Partido Socialista.", op. cit.

35  Carlos Herrera, "¿La hipótesis de Ghioldi?...", op.cit.

36  Ricardo Martínez Mazzola, "Punto muerto. Los debates del Partido Socialista.", op.cit.

37  Rómulo Bogliolo, El problema de nuestra época ¿Marchamos "fatalmente" hacia el socialismo?, Buenos Aires, La Vanguardia, 1951.

38  El segundo proceso ha sido más explorado. Véase María Dolores Béjar, "La entrevista Dickmann-Perón", Todo es Historia, 1979; Carlos Herrera, "El Partido Socialista de la Revolución Nacional, entre la realidad y el mito", Revista Socialista, año III, nº 5, 2011. Enrique Dickmann relata que en el congreso de 1948 planteó que el PS debía recuperar su independencia y autonomía, desconectándose de todo vínculo conservador y radical para volver sobre su pensamiento y acción específicos: trabajar por la emancipación material y espiritual de la clase trabajadora. En ese momento no habría querido forzar una votación porque otros referentes que respetaba, como Alfredo Palacios y Américo Ghioldi, tenían una opinión contraria. Sin embargo, así lo hizo con posterioridad en el Consejo Nacional, donde perdió por 18 votos contra 10, todo un signo de que el malestar no se limitaba a su figura. En efecto, en 1948 fue expulsado un grupo de afiliados (Alfredo López, Carlos María Bravo, José Oriente Cavalieri) vinculado a la publicación Unidad Socialista, cuyas propuestas apuntaban incluso un poco más allá de las de Dickmann, solicitando una mejor predisposición analítica sobre el peronismo y ciertas políticas de apoyo al gobierno tendientes a superar las acciones de oposición recurrente. Asimismo, la abstención para las elecciones de constituyentes de 1948 se comprende mejor en el marco de estas discusiones. Mientras que la línea oficial del PS enunciaba la no concurrencia como un modo de denuncia a la realización de la reforma constitucional como proyecto reeleccionista, otros afiliados la consideraban un modo de favorecer al radicalismo, que cosecharía sus votos, a la vez que una oportunidad perdida para mostrar un programa socialista de reformas económico-sociales de cara al futuro. Para reconocer estas disidencias trabajamos con algunas fuentes primarias: PS, XXXIX Congreso Nacional, Mar del Plata, abril de 1953; PS, XLI Congreso Nacional, Capital Federal, junio y julio de 1956. Asimismo, consultamos los folletos que editó el CEN del PS en ocasión del voto general para el caso Dickmann (abril de 1952) y el caso Cúneo (septiembre de 1952).

39  Marcelo Cavarozzi, Sindicatos y política en Argentina,1955-1958, Buenos Aires, Centro de Estudios de Estado y Sociedad, 1979.

40  María Estela Spinelli, Los vencedores vencidos, op.cit.

41  María Cristina Tortti, El "viejo" Partido Socialista y los orígenes., op.cit.

42  En la Legislatura de la provincia de Buenos Aires los socialistas democráticos tuvieron cuatro diputados entre 1958-1965, tres entre 1965-1966 y un senador para 1963-1966. En la Cámara de Diputados nacional ocuparon cinco bancas entre 1963-1965 y dos para 1965-1966, a partir de las representaciones que obtuvieron en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires.

43  El seguro nacional de salud se garantizaría a partir de la creación del Servicio Nacional de Salud, como un servicio público con carácter de entidad autárquica, que tendría a cargo la prestación de la asistencia médica integral para la totalidad de la población. Su presupuesto se basaría en la contribución de las cajas nacionales de previsión al 2,5% de las remuneraciones sobre los que realizaban aportes y el 2% de las jubilaciones, sumado a la parte del presupuesto nacional dedicada al mantenimiento de servicios asistenciales dependientes de la administración nacional, los cuales estarían bajo su órbita. Podrían integrarlo además, de modo optativo, los centros asistenciales de las provincias que se adhirieran a la ley y sus respectivos municipios, así como las entidades privadas sin fines de lucro y las de carácter mutual que decidieran incorporarse al sistema (La Vanguardia, 3/6/64 y 10/6/64).

44 El proyecto de ley buscaba garantizar que todos los habitantes de la provincia de Buenos Aires, sin distinción de sexo ni nacionalidad, de 60 años cumplidos, que tuvieran residencia continua de cinco años en su territorio, y carecieran de parientes con deberes alimentarios de acuerdo a las leyes vigentes, gozaran de una pensión mensual de 2.500 pesos. El otorgamiento de esta pensión no dependería de aportes previos o posteriores del beneficiario (La Vanguardia, 30/10/64).

45 La Vanguardia, 29/1/64.

46 MGP, Instituto Municipal de Crédito y Vivienda, Mar del Plata, Editorial Pueyrredón, 1965. Folleto. Archivo Privado Jorge Raúl Lombardo y La Vanguardia, 29/9/65.

47 Para el caso europeo véase Adam Przeworski, Paper stones: a history of electoral socialism, Chicago, University of Chicago Press, 1986. En la Argentina varios autores consideran que este giro identitario ya se había dado hacia principios del siglo XX. Para citar a uno de los exponentes más reconocidos, Dora Barrancos señala que para esos años "el socialismo terminó de definirse como un 'partido de los consumidores' más que de los productores, adquiriendo un perfil esencialmente urbano, más allá de sus innegables preocupaciones por arrendatarios y trabajadores", Educación, cultura y trabajadores, Buenos Aires, CEAL, 1991, p. 92.

48 El estudio de las huelgas durante los gobiernos peronistas ha mostrado el modo en que en numerosas oportunidades los reclamos corporativos primaron sobre el clivaje peronismo-antiperonismo en la articulación de los conflictos obreros. En esta línea, es probable que un estudio exhaustivo del gremialismo socialista devuelva imágenes menos intransigentes que las que obtenemos a partir de la lectura del discurso de la comisión gremial o de las posiciones de algunos dirigentes, como Francisco Pérez Leirós.

49  Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados (DSCDPBA), Período 102º, Sesión 21/7/60.

50  Ibid., Sesión 12/6/60.

51  Ibid., Período 100º, Sesión 1/10/58.

52  Ibid., Período 106º, Sesión 30/10/65.

53  En mayo de 1964 se debatió en la Cámara de Diputados Nacional la ley de salario mínimo vital y móvil, sobre la base de los proyectos presentados por los diputados Juan Antonio Solari (PSD), Alfredo Palacios (PSA), Juan Luco (Unión Popular) y Juan Carlos Cárdenas (UCRI). Tanto este proyecto como el de la Ley de Abastecimientos, sancionada dos meses antes, fueron iniciativas del gobierno de Illia apoyadas por el socialismo democrático.

54 Su objetivo era proveer seguridad social a las personas que por falta de oportunidad de trabajo hubieran perdido su ocupación y no encontraran otra. Durante los primeros tres meses de su desempleo el desocupado cobraría el 80 porciento de la remuneración promedio que hubiera recibido en los últimos doce meses de su ocupación. Después de esa etapa inicial la remuneración iría disminuyendo hasta alcanzar el 50% después del octavo mes de desempleo. El beneficio del seguro cesaba desde el momento en que la persona que lo recibía conseguía ocupación remunerada o rehacía el ofrecimiento de una ocupación que le hiciera la respectiva oficina de trabajo, nacional o provincial. El Poder Ejecutivo organizaría la administración del servicio en la órbita nacional sobre la base de las Cajas de Previsión Social (La Vanguardia, 28/10/63).

55 Como ejemplo véase DSCDPBA, Período 106º, Sesión 28/10/65.

56 Homenaje a los fusilados en junio de 1956 tras el alzamiento de Valle (La Vanguardia, 16/6/65.); Homenaje a Eva Perón (DSCDPBA, Período 106º, Sesión 29/7/65).

57 DSCDPBA, Período 105º, Sesión 18/6/64.

58 En su prensa, homologaban la experiencia del plan de lucha con la ocupación de fábricas en la Italia de los años veinte que habría desembocado en la reacción fascista. La Vanguardia, 22/6/64.

59 La Vanguardia, 5/6/63.

60 A diferencia de otras iniciativas vinculadas al intervencionismo estatal que aparecieron en el programa socialista recién durante los años treinta, las nacionalizaciones eran avaladas desde los orígenes partidarios. María Liliana Da Orden, "Un recorrido a través de las ideas y las prácticas políticas de Juan B. Justo", Iberoamericana, año VII, nº 28, 2007; Richard J. Walter, The Socialist Party of Argentina, 1890-1930, Institute of Latin American Studies, University of Texas at Austin, 1977.

61  Osvaldo Graciano, "Los debates y las propuestas políticas del Partido Socialista de Argentina, entre la crisis mundial y el peronismo, 1930-1950", op. cit..

62  Alocución de Della Latta, DSCDPBA, Período 101º, Sesión 6/5/59.

63  En una nota sobre "Sugerencias para el quehacer municipal" (Afirmación, 10/7/58), el concejal por Lanús Emilio Giannoni impulsó la utilización del esfuerzo creador de las organizaciones ya existentes, en línea con las sugerencias de Naciones Unidas en sus planes de ayuda a los países "insuficientemente desarrollados".

64  Esta ruptura no puede limitarse a la experiencia de Mar del Plata, pues aunque en los años sesenta la iniciativa privatizadora no tenía un consenso completo en el seno del socialismo democrático, tampoco puede juzgarse como una excepcionalidad. El intento de los socialistas democráticos de Mar del Plata -cuyo peso específico en el seno del partido no era nada despreciable- por ampliar el consenso hacia este tipo de iniciativas racionalizadoras queda plasmado de manera clara en una proposición que presentaron al congreso nacional de 1964. Asimismo, un proyecto similar habría presentado Carlos Goodwyn como concejal del PSD en Lomas de Zamora. Véase PS, XLVIII Congreso Nacional, Capital Federal, diciembre de 1964, pp. 45-46, y La Vanguardia, 26/02/64.

65  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

66  DSCDPBA, Período 100º, Sesión 21/10/58.

67  "Productividad bien entendida", en La Vanguardia, 14/6/56, o "Zánganos", en El Trabajo, 22/04/57.

68  La Vanguardia, 20/9/61; DSCDPBA, Período 106º, Sesión 12/8/65; Juan Carlos Cena (comp.), Ferroviario.Sinfonía de acero y lucha, Buenos Aires, La Cuadrícula.

69  PS, XLVIII Congreso Nacional, Capital Federal, diciembre de 1964, pp. 28-29.

70  Afirmación, 8/3/60.

71 Marcelo Cavarozzi, Autoritarismo y democracia: 1955-2006, Buenos Aires, Ariel, 2006.

72  Ricardo Martínez Mazzola, "La ciencia frente a la esfinge. Las interpretaciones socialistas del populismo en la argentina", op. cit.

73  Sergio Morresi, "Un esquema analítico para el estudio de las ideas de derecha en Argentina (1955-1983)", en Ernesto Bohoslavsky (ed.), Las derechas en el Cono Sur, siglo XX. Actas del taller de discusión, Buenos Aires, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2011.

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