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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.1 Bernal jun. 2015

 

RESEÑAS

Antonio Brasil Jr.,
Passagens para a teoría sociológica: Florestan Fernandes e Gino Germani, San Pablo, Hucitec, 2013, 304 páginas

 

La relación con las teorías y los conceptos de los centros mundiales de la disciplina ha sido siempre una cuestión problemática para los sociólogos latinoamericanos. Si en algunos momentos esa cuestión podía perder visibilidad o recibir escasa atención, en otros generó agudas polémicas y debates, movilizando argumentos que, en términos estilizados, se organizaron en torno a dos posiciones. Por un lado, aquella que, defendiendo la "universalidad" del conocimiento científico, no veía ningún problema en la incorporación y aplicación más o menos directa al medio local de los productos teóricos elaborados en los países "avanzados". Por otro lado, aquella que, reivindicando las particularidades propias de nuestras sociedades, recusaban la "importación" de lo que veían como una "sociología enlatada" y llamaban a la producción "nacional" de las teorías y los conceptos. En una región sometida a diversas formas de dependencia intelectual y académica, la cuestión y los problemas de la recepción de las teorías sociológicas elaboradas en y para otras realidades sociales, no podía -ni puede- dejar de actualizarse una y otra vez. En este marco de discusiones, propio de una situación intelectual periférica, se inserta el libro Passagens para a teoría sociológica: Florestan Fernandes e Gino Germani, de Antonio Brasil Jr. El libro, basado en su tesis de doctorado,1 se propone analizar y reconstruir el proceso de recepción -o "aclimatación", según la fórmula escogida por el autor- de la denominada sociología de la modernización en las dos figuras centrales de la renovación de la sociología brasileña y argentina de mediados del siglo pasado: Florestan Fernandes y Gino Germani.
La sociología de la modernización, tal como muestra Brasil Jr. a lo largo de los dos primeros capítulos, se organizó en torno a una serie de diagnósticos y esquemas analíticos de cuño funcionalista que buscaban dar cuenta de las profundas transformaciones que por entonces se daban en un conjunto (muy heterogéneo) de países "subdesarrollados". Inspirada en algunos elementos de la teoría de Talcott Parsons -en particular sus pattern-variables- y en los desarrollos metodológicos elaborados por Paul Lazarsfeld, esta perspectiva pudo gozar de un fuerte ascendiente y presencia en diversas regiones gracias al decidido apoyo de un conjunto de instituciones norteamericanas e internacionales (entre ellas, la Unesco) que además de financiar sus ambiciosos surveys a lo largo y ancho del mundo, promovían su difusión como la sociología encargada de dar cuenta de los procesos de transición "tardía" a la modernidad. Según su visión, que Brasil Jr. reconstruye a partir del estudio pormenorizado de dos investigaciones "típicas" (llevadas a cabo por Alex Inkeles y Joseph Kahl), la transición a la modernidad constituía un proceso que se daba de manera semejante en todas las sociedades, independientemente de sus particularidades históricas o posición en el mundo. Una vez producido el "take off", según esta mirada, cada sociedad avanzaría, con mayores o menores resistencias, hacia un mismo punto de llegada, caracterizado por la secularización de las actitudes y comportamientos, el desarrollo económico y la democracia política.
Frente a estas elaboraciones, referencias obligadas en la época, Fernandes y Germani no procedieron a una simple incorporación o aplicación pasiva. Lejos de ello, a la hora de analizar sus sociedades y las tensiones e impasses que sus procesos de modernización presentaban -que desmentían en los hechos las previsiones de
sus pares norteamericanos-, estos sociólogos introdujeron una serie de inflexiones y reorientaciones que distanciaron de manera creciente sus elaboraciones de aquella "matriz original". Según la hipótesis que recorre el libro, Fernandes y Germani, gracias a su profunda sensibilidad histórica, preocupada por captar las especificidades y las singularidades de las sociedades brasileña y argentina, realizaron una aclimatación creativa de aquella corriente, lo que llevó a la formulación de unos productos intelectuales bien novedosos. Las particularidades de cada sociedad, señala el autor, no habrían incidido solamente en el contenido de las obras sino, y esto es lo que más le importa destacar, en la propia "forma" o "principio de composición de la teorización sociológica". Según Brasil Jr., en efecto, los desajustes "entre los esquemas importados y la experiencia local", entre una teoría que relegaba la historia y una "materia social" que se revelaba "problemática", llevaron a estos autores a adoptar, en contraste con las relaciones "universales" y simplificadoras planteadas por la sociología de la modernización, una perspectiva analítica abierta a las contingencias de la historia y lo social.
Si resaltar los vínculos entre las teorías sociológicas y la realidad social no es algo novedoso en la medida en que esas teorías tienen justamente por finalidad dar cuenta de esa realidad, la solidez con la que Brasil Jr. encara la tarea, reconstruyendo en la sucesión de obras de Fernandes y Germani las inflexiones suscitadas por una modernización que desmentía sus promesas originales, es notable.2 Inspirado en elaboraciones de la crítica literaria brasileña preocupadas por dar cuenta de la relación entre "texto" y "contexto" de una manera "mediada" y no mecánica, el autor, a partir de una lectura atenta y sistemática de los textos y de la movilización de una serie de materiales documentales (que incluyen cartas, apuntes, clases, etc.), ofrece una interpretación que no concibe los contextos de producción como condiciones meramente "externas", sino como elementos que, al "interiorizarse" en las obras, devienen principios organizadores de la misma. Es con ese presupuesto que Brasil Jr. procura captar en la propia forma de entender y concebir lo social cómo Fernandes y Germani pusieron en juego las "marcas" dejadas por las sociedades que buscaron estudiar y a partir de las cuales elaboraron sus reflexiones y propuestas.
En función de lo anterior, y para ver cómo cada experiencia social condicionó una particular aclimatación, Brasil Jr. procede a una comparación sistemática de las principales obras de Fernandes y Germani realizadas entre 1950 y 1970, desde la realización de sus primeras investigaciones empíricas (cap. 3) o conceptualizaciones "intermedias" (caps. 4 y 5), hasta la elaboración de sus "productos teóricos finales" bien distantes ya de la sociología de la modernización (cap. 6). Para llevar a cabo esta empresa, el autor incorpora como "caso de control" las elaboraciones de Talcott Parsons, un sociólogo que "aunque no haya sido un practicante directo de la 'sociología de la modernización', fue fundamental en su configuración intelectual e institucional". A partir del cotejamiento sistemático y cuidadoso de las elaboraciones de Fernandes y Germani con la obra del sociólogo norteamericano, Brasil Jr. reconstruye los procesos de elaboración y reelaboración teórica mostrando cómo, a partir de los desafíos impuestos por "materias sociales" divergentes, cada autor produjo una recepción y reformulación diferenciada de aquel cuerpo de ideas. Inicialmente, es posible constatar una relativa proximidad entre los tres sociólogos, con un Parsons que reconocía las tensiones y los conflictos que los procesos de modernización podían conllevar, al lado de un Fernandes y un Germani que, apelando a la idea de "demora
cultural" o "asincronías", guardaban aún un relativo optimismo sobre las posibilidades de formación de un "orden social competitivo" y una "sociedad democrática". Sin embargo, y sin que medie un intervalo temporal muy prolongado, ante las dificultades de la transición brasileña, controlada por elites que se resistían a los cambios sociales que pudieran menoscabar sus intereses, y de la transición argentina, signada por una secular inestabilidad institucional, las divergencias no se hicieron esperar. Al tiempo que Parsons adopta una perspectiva cada vez más optimista sobre la modernidad y su tendencia hacia una diferenciación e inclusión crecientes -visión que, como nos muestra Brasil Jr., no se vio afectada siquiera por los intensos conflictos originados en la fallida integración de los negros a la sociedad norteamericana-, Fernandes y Germani, en contextos donde lo moderno no parecía tener aquel poder por el cual "todo lo sólido se desvanece en el aire", hacen de la profundización de la sensibilidad histórica la clave de sus miradas sociológicas. Así, si el sociólogo norteamericano, cada vez más fascinado por su esquema de las cuatro funciones (su célebre agil) y la idea de la "evolución" social, dejaba poco lugar para la contingencia, sus pares latinoamericanos, en el contexto de sociedades que ponían en cuestión cualquier teleología universal, forjaron una perspectiva que, aun cuando no abandonaba la preocupación por la generación de modelos explicativos, era constitutivamente histórica. Según Brasil Jr., frente a materias sociales "problemáticas", "paradojales" e incluso "enigmáticas", Fernandes y Germani se ven llevados a hacer de la historia y sus contingencias parte integrante de la forma en que conciben la teorización sociológica, una teorización que rechaza los modelos "universales" y las generalizaciones que no tengan en cuenta las "asperezas" o rasgos particulares de cada sociedad.
Es a partir de esta sensibilidad por la dimensión histórica, forjada en el trabajo con realidades que no se acomodaban a los modelos importados, que los sociólogos latinoamericanos pudieron, desde sus posiciones "periféricas", develar los "puntos ciegos" de las teorías elaboradas en el centro. Fue claro, en ese marco, cómo esas teorías, que se apoyaban en una experiencia social particular -aquella de los Estados Unidos-, generalizaban de modo ilegítimo sus hallazgos a escenarios que les eran ajenos, poco o mal conocidos. Como apunta André Botelho en su prólogo al libro, la aclimatación de la sociología de la modernización permitió "desnaturalizar los propios presupuestos de la teoría central", develando el "carácter contingente de una teoría que, como el funcionalismo de Parsons, se pretendía más allá de la historia". A partir del trabajo creativo de Fernandes y Germani, "se queda sin sustento la concepción parsoniana de que las sociedades modernas convergirían para un único patrón societario independiente de sus secuencias históricas" (p. 13).
Si Brasil Jr. a partir de su trabajo "cuerpo a cuerpo" con los textos logra argumentar de modo convincente sobre las inflexiones que las sociedades brasileña y argentina impusieron a la aclimatación de la sociología de la modernización realizada por Fernandes y Germani, una dimensión no explorada en su libro es la influencia de otras tradiciones intelectuales provenientes de "afuera" pero también, y sobre todo, de sus propios países. Si es cierto que tanto Fernandes como Germani plantearon sus iniciativas intelectuales en ruptura con las formas previas de pensar sus sociedades - Germani de hecho gustaba presentarse como un autodidacta-, lo cierto es que la recepción de la sociología de la modernización y su ajuste creativo a las realidades locales estuvo mediada también por el conjunto de producciones intelectuales que, de un modo ciertamente variado, había intentado dar cuenta del desarrollo de ambas sociedades y de algunos de los problemas que estos sociólogos ahora se planteaban. Aun cuando el diálogo con esas producciones no fuera siempre explicitado, la relación con ese universo de discursos es un material que, junto con la propia "realidad" social, condicionó la aclimatación de la sociología de la modernización. La idea de Argentina como una sociedad o experiencia "excepcional", que, como muestra Brasil Jr., Germani terminó abrazando, no era, por ejemplo, una invención suya, sino que presentaba una genealogía bastante más extensa (idea que, en aquellos momentos, el peronismo -aquel movimiento
"indescifrable"- no había hecho más que reforzar). Si Brasil Jr. no se propuso explorar esa dimensión -y es siempre algo injusto solicitarle a alguien que haga lo que no se propuso hacer-, la influencia de los textos o tradiciones locales en la aclimatación de las teorías forjadas en otras latitudes constituye una variable relevante cuando se estudia un proceso de recepción intelectual. Por supuesto, al lado de esos elementos más "textuales", existen también otros de carácter "contextual" que, como los elementos biográficos (abordados en algunos pasajes del libro), las disputas con los pares y otros intelectuales, o las relaciones con las diversas audiencias o públicos no especializados, inciden también en esa recepción.
Sin dudas, el libro de Brasil Jr. constituye una referencia obligada para diversos lectores, para aquellos preocupados por la historia intelectual de la sociología latinoamericana, por supuesto, pero también para aquellos que, desde diversas especialidades y áreas de estudio, están comprometidos con la producción de teorías y conceptos originales desde América Latina.3 En la medida en que, como nota el autor, "el problema de las complicadas relaciones entre condición periférica y vida intelectual no es un dato coyuntural" (p. 283), propio de la época en que Fernandes y Germani desarrollaron sus empresas, sino una realidad estructural aún vigente. La vuelta a nuestros clásicos a la que nos invita el autor, de un modo tan estimulante y enriquecedor, bien puede colaborar en la realización de una tarea creativa en la que, pese a los avances registrados en otros planos (con la expansión de los espacios de formación, el aumento de las publicaciones, la producción de reuniones y congresos, etc.), aún queda mucho por hacer. Si es cierto que la sociología y las ciencias sociales, como señala Emilio de Ípola,4 avanzan, no sin cierta paradoja, a partir de una serie de "operaciones de retorno" a sus clásicos, la reivindicación de la tradición intelectual representada por Fernandes y Germani -una tradición que, consciente de los desafíos y problemas impuestos por la dependencia, pudo desarrollar una labor creativa pero al mismo tiempo abierta al diálogo internacional-, constituye una labor de gran relevancia y actualidad.

Juan Pedro Blois
NETSAL- IESP

NOTA

1 Defendida en 2012, la tesis fue premiada en el I Concurso Internacional de Teses sobre o Brasil e a América Latina organizado por FLACSO y recibió la Menção Honrosa do Prêmio Capes de Tese del área de Sociología.

2 Para referir solo dos ejemplos "clásicos", ¿sería posible deslindar la concepción weberiana del poder político como una realidad no reducible al poder económico sin tomar en cuenta la situación alemana (a él) contemporánea en la que la clase "políticamente dominante" -la aristocracia terrateniente- se hallaba en un proceso de franco deterioro económico, mientras la "clase económicamente dominante" -la burguesía- se mantenía apartada del poder político, "inmadura" para ejercer el liderazgo de su nación? Del mismo modo, ¿la vinculación directa y necesaria que Marx hacía entre poder económico y poder político no había sido inspirada por las experiencias asociadas a la Revolución Inglesa y la Revolución Francesa, en que las conquistas de una clase en el plano material le habían dado, de forma más o menos rápida, el predominio político?

3 También sería relevante para aquellos sociólogos del "norte" que se proponen, tal como Burawoy en su conocido artículo sobre la sociología pública, "provincializar" su sociología, bajándola del "pedestal de la universalidad" en el que suele ser ubicada.

4 Emilio de Ípola, El eterno retorno. Acción y sistema en la teoría social contemporánea, Buenos Aires, Biblos, 2004.         [ Links ]

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