SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.19 número1Viajes de un cosmopolita extremoUna historia del libro judío: La cultura judía argentina a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.1 Bernal jun. 2015

 

RESEÑAS

Leandro de Sagastizábal y Alejandra Giuliani,
Un editor argentino: Arturo Peña Lillo
, Buenos Aires, Eudeba, 2014, 176 páginas

 

Desde el título este libro nos propone introducirnos en la vida de un individuo, y nos predispone a leer la biografía de un editor. Un editor que ya se había ocupado de sí mismo, publicando su autobiografía, Memoria de Papel, en 1988, y de su oficio, en Los encantadores de serpientes, publicado en 1965. Pero rápidamente conocemos, en el primer párrafo de la introducción, que es la noción de editor argentino la que justifica la empresa de los historiadores Leandro de Sagastizábal y Alejandra Giuliani, a cargo de la obra que estamos reseñando.
Ya que se trata de un editor argentino en un doble registro. Por un lado, que sistematiza lo que él mismo llamaba el pensamiento nacional, agrupando autores argentinos que escribían ensayos sobre problemáticas nacionales. Pero por otro, no menos interesante, es un editor orientado al mercado interno, que supo interpelar al público de libros nacionales y de ese modo contribuyó a generar lectores argentinos para sus títulos. El análisis de las prácticas que llevó adelante Arturo Peña Lillo entre aproximadamente 1953 y 1976 revela que se trataba de un editor activo en la construcción de una identidad particular para su empresa A. Peña Lillo Editor, logrando perfilarla como la editorial de ensayo de autor nacional, aunque no editara ese género exclusivamente.
El trabajo de De Sagastizábal y Giuliani combina reflexiones sobre la trayectoria personal del editor -sus comienzos en el oficio, sus aprendizajes y motivaciones personales- con la historia de la empresa, su organización y distintos aspectos económicos que hacen al sostenimiento comercial. A mi juicio, en la obra son dos los ejes o nociones que permiten la combinación de todos estos elementos: el modelo y el catálogo.
El modelo de editor refiere a estudiar a Peña Lillo en sus elementos compartidos y los que lo distinguieron en tanto editor respecto de otras formas disponibles de entender y dar sentido al oficio. Mientras que el catálogo no solo ha sido reconstruido y se ofrece como apéndice al final del libro, sino que el texto mismo puede considerarse una minuciosa descripción del proceso de constitución y diversificación del catálogo, tanto en sus lógicas internas como en sus vínculos externos.
De este modo, encontramos capítulos que si bien siguen un orden cronológico, varían el énfasis que se otorga a cada eje, y por ello tenemos, luego de la "Introducción", un capítulo definido de acuerdo a una lógica más clásicamente biográfica, como es el de "Los primeros años (1952-1959)", seguido por uno que corresponde a un interés por las publicaciones: "La Siringa (1959-1966)". Sin embargo, debemos notar que se trata de énfasis diferentes para temas y problemas que son inescindibles.
Puede verse en el capítulo sobre La Siringa que se ocupan tanto de describirla temáticamente, como de ponderar los roles que ejercieron Peña Lillo y Jorge Abelardo Ramos en su conformación y desarrollo, intentando reconstruir su relación y las lógicas editoriales que aportaba cada uno y también analizar qué significó la colección para la consolidación de la empresa editorial: los autores consideran que La Siringa fue el núcleo desde el cual se fue formando un catálogo. En el capítulo que sigue, "A. Peña Lillo editor (1966-1976)", se recorre ese catálogo desde poco antes del período indicado, para remarcar que se produce una apertura en 1966 -cuando termina de editarse La Siringa-, y reconstruir los vínculos personales de Peña Lillo con sus autores, en especial con Arturo Cambours Ocampo y con Arturo Jauretche. El éxito editorial fue en buena medida un éxito de Arturo Jauretche como autor, pero también se reconoce en Peña Lillo un editor exitoso al considerar las reimpresiones que sus títulos tuvieron en el período.
Estos entrecruzamientos son de alguna manera inevitables por las características particulares del objeto de investigación, me refiero a Arturo Peña Lillo como
editor, quien por su fuerte personalismo, que era también su modo de entender su profesión, explica que lo encontremos inevitablemente en el centro al analizar el catálogo y las prácticas editoriales. En otras palabras: referirse la empresa A. Peña Lillo es de varias maneras referirse a la persona física, que se ocupaba tanto de buscar los autores como de seleccionar manuscritos, crear colecciones y hasta escribir las contratapas. En el último capítulo anterior al Epílogo, titulado "La empresa del editor", se hacen explícitas estas marcas que atraviesan el texto.
Otro punto a destacar es que la investigación realizada por los autores pone de manifiesto todo lo que aún queda por hacer para una historia del libro y la edición del período. Son los primeros y esperados pasos en la búsqueda de los lectores empíricos, aquellos lectores del pensamiento nacional que esta editorial contribuyó a conformar y que garantizaban el éxito de muchos de sus títulos. Con ese horizonte en vista, los autores indagaron en las fuentes disponibles -en especial en el archivo personal de Laura Peña y en entrevistas- las formas de circulación de los libros y algunos testimonios de quienes los leían. Sin pretensión de exhaustividad, los autores brindan datos novedosos y perfilan un panorama de lecturas que nos muestra la importancia de seguir indagando por estos caminos. Rastrean indicios como la carta de un lector de la Resistencia Peronista, detenido en Caseros, que le pedía a Peña Lillo que le enviara libros, como también la presencia de títulos de la colección en la bibliografía de las Cátedras Nacionales.
¿Por qué ocuparse de Peña Lillo? En primer lugar porque implica abrir aun más la pregunta y las posibles respuestas respecto al modelo argentino de editor -que ya había descrito Gustavo Sorá1 para un período anterior, recuperando los avances de investigaciones hasta 1950- y que Martín Ribadero2 analizó para el caso de Jorge Abelardo Ramos. Y a su vez, y un poco más allá -o más acá- de los avances y los debates dentro de lo que se entendería estrictamente por una historia de la edición, el trabajo de De Sagastizábal y Giuliani da cuenta de un punto importante, que explica el interés por este editor en particular desde otros niveles de análisis: señalan los autores que el pensamiento nacional no es una entidad que la editorial expresaría, sino una construcción activa por parte de Peña Lillo, faceta de la función editorial que, puesta de manifiesto gracias a la investigación de los autores, hace de este libro un aporte no solo para una historia del libro y de la edición, sino para una historia de los nacionalismos y una historia de las ideas de los sesenta argentinos. Es en este sentido que consideramos que el trabajo que hemos reseñado hasta aquí entraría fácilmente en diálogo con recientes contribuciones en ese campo, como las de Michael Goebel.3 Un diálogo aún pendiente, por lo menos en profundidad, que permitiría por ejemplo matizar o revisar las nociones de marginalidad y antiintelectualismo a las que los autores recurren como descripción del proyecto y de quienes allí participan. Unir lo propuesto en el libro con problemas más generales de la historia intelectual de los sesenta resultaría útil precisamente por lo que señalan los autores, en el sentido de que sería un error identificar a la editorial como expresión de un pensamiento nacional previamente existente y consolidado, ya que lo mismo puede decirse de otras corrientes, como la izquierda nacional y el revisionismo histórico, también en proceso de definición, hacia el interior y el exterior de dichas definiciones. Así quedaría abierta la pregunta acerca de si la tarea de Peña Lillo fue realizar una fusión ideológica o si su intervención generó un efecto de unidad que estaba lejos de producirse más allá de la biblioteca construida por él mismo.
Por todos estos motivos, por las preguntas respondidas y por las que estimula su lectura, se trata de una obra imprescindible. La figura de Peña Lillo merecía la atención que no había recibido hasta ahora y esta contribución significa un aporte muy positivo en ese sentido.

María Julia Blanco
UNR / ISHIR - CONICET

NOTA

1 Gustavo Sorá, "El libro y la edición en Argentina. Libros para todos y modelo hispanoamericano", Políticas de la Memoria, Buenos Aires, 2011, pp. 125-142.         [ Links ]

2 Martín Ribadero, "Marxismo y nación: discursos, ideología y proyectos culturales en los grupos intelectuales de Jorge Abelardo Ramos (1945-1962)", tesis doctoral, Universidad Nacional de Buenos Aires, 2013.         [ Links ]

3 Michael Goebel, La Argentina partida. Nacionalismos y políticas de la historia, Buenos Aires, Prometeo, 2013.         [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons