SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.19 número1Sociologia no espelho: ensaístas, cientistas sociais e críticos literários no Brasil e na Argentina (1930-1970)Penser l'histoire de l'Amérique latine: Hommage à François-Xavier Guerra índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.1 Bernal jun. 2015

 

RESEÑAS

Alejandra Laera,
Ficciones del dinero. Argentina, 1890-2001, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2014, 395 páginas

 

En las sociedades capitalistas todos o casi todos los aspectos de la vida social están monetizados, o son susceptibles de monetización. El dinero es la condición de posibilidad para el acceso, el mantenimiento y la reproducción de los sistemas expertos sin los que ninguno de nosotros podría sobrevivir: salud, comunicación, producción y distribución de alimentos -o cualquier otro bien-, educación, transporte, albergue. Incluso aquellos aspectos que en nuestra cultura aparecen -ilusoriamente- más anclados en la biología o en la psicología (la raza, la identidad sexual, las pasiones), aparentemente más ajenos a las opciones de mercado, son cada vez más plausibles de monetización: psicofármacos cada vez más poderosos y especializados que intervienen y transforman nuestra psiquis, operaciones de reasignación de género, intervenciones quirúrgicas -radicales o no- para cambiar los signos visibles de pertenencia racial, software que posibilita (y define) los encuentros sexuales más efímeros; todo está allí esperando al próximo comprador, todo es posible, pero solo por la mediación del dinero. El trabajo moderno se define por una relación del tiempo y el cuerpo con el dinero; el ocio se define por otra (pero no por un exceso o exterior con respecto al dinero: todo lo contrario). Hoy, el dinero es casi invisible, lo que no implica que el dinero haya dejado de ser importante: es probablemente más importante que nunca porque es ubicuo, y se ha convertido en una especie de segunda naturaleza. El dinero es, siempre ha sido, lenguaje. Pero nuestra época es cada vez más consciente de que es un lenguaje que no representa la realidad, sino que produce realidad. La realidad que el dinero crea está hecha de sujetos y sus historias, pasiones, modos de relación y de circulación, todas instancias que no preexisten al dinero, sino que son creadas por él. Si el dinero es un lenguaje (una ficción) que produce realidad, no la única pero, tal vez, la más importante, es posible que por medio del examen de las ficciones que ponen en su centro el dinero el crítico cultural pueda acceder a una visión única de algunas de las líneas de fuerza que definen una cultura.
Ficciones del dinero: Argentina, 1890-2001 hace precisamente eso. Laera recorre el ciclo moderno argentino desde el prisma de la novela (o de la narrativa, ya que el libro no se agota en el examen de una serie de novelas, aunque ellas ocupen sus reflexiones principales). Así, a un nivel, Ficciones del dinero es un intento ambicioso (y logrado) de redefinición de qué fue la narrativa moderna en la Argentina, desde su origen hasta su crisis. En este nivel, el libro es una continuación y la ampliación de El tiempo vacío de la ficción (2003), donde Laera examina el surgimiento de la novela argentina moderna a partir de la obra de Eduardo Gutiérrez y de Eugenio Cambaceres.
A otro nivel, Ficciones del dinero es una exploración de qué fue la modernidad argentina, dando al dinero el rol de ficción crucial a la formación de esa modernidad. Así Laera reposiciona -sin negar ni desconocer- otras ficciones fundacionales (el término podría resultar escandaloso para algunos) de la modernidad argentina: los conflictos políticos, ideológicos, de clase, aparecen en su libro, pero cruzados (y hasta cierto punto definidos) por el problema del dinero.
Las ficciones del dinero (término tomado, como es notorio, del ensayo de Ricardo Piglia sobre Roberto Arlt) no son meramente ficciones donde el dinero aparece como tema, como objeto de pasiones o disputas, como héroe. En las ficciones del dinero, más bien, el dinero es el motor de la trama, lo que echa a andar la historia, la matriz explicativa del relato que, en forma ficcional, ilumina zonas veladas de espacios y temporalidades en la Argentina. Así, afirma Laera, estas ficciones sirven tanto para procesar la circulación real del
dinero como para negociar su relación con la experiencia del dinero.
El libro tiene dos polos entre los que Laera se mueve constantemente: las ficciones del dinero producidas inmediatamente después de la crisis económica y bursátil de 1890 (una de cuyas causas principales fue la devaluación del peso billete y el alza en la cotización del oro), y las ficciones del dinero producidas entre la crisis de 1989-1990, que dio pábulo a la implantación del modelo de modernización neoliberal de los noventa y la crisis (aparentemente terminal) de ese modelo a fines del 2001. Entre esas dos crisis, entre esos dos corpus disímiles, Laera ve el inicio y el ambiguo fin del ciclo de la novela moderna argentina (y de la modernidad argentina). Cada uno de esos momentos es abordado a partir de sendas novelas-emblemas que Laera ve como un núcleo donde se condensan (aunque no se agotan) los problemas que definen sus épocas respectivas. Por una parte, La Bolsa (1891), de Julián Martel, y por otra parte, cien años después, El aire (1992), de Sergio Chejfec. Cada una de esas novelas le sirve a Laera para ordenar una constelación más o menos disímil de novelas o narrativas. Laera lee cada uno de esos polos a partir del otro; en el otro: El aire (con cuyo examen Laera abre el libro) es leído (desde La bolsa) como una puesta en escena y deconstrucción en clave narrativa de algunos de los tropos cruciales de la relación dinero / sociedad establecidos en el siglo XIX, o incluso antes. Por otra parte, La Bolsa es leída (desde El aire) como el sitio donde, por una parte, la novela busca retotalizar lo social fracturado por el crack bursátil pero que, en su reverso, pone en evidencia una conciencia del potencial desterritorializante del capital financiero en relación con lo social. Así, Laera encuentra La Bolsa en El aire, y viceversa. Lee los problemas de una novela en otra, articulados de manera diferente (y hasta opuesta), en contextos diferentes (y hasta opuestos). Eso es lo que define, en mi opinión, lo que Laera llama la heterocronía como modo de aproximación a su corpus (en oposición a la cronología, y a la implicación teleológica de la cronología como el rastreo del origen, desarrollo y madurez de un fenómeno dado).
En Ficciones del dinero, La Bolsa es leída por Laera como un testimonio de la ruptura "epistemológica" que la crisis de 1890 generó en la sociedad argentina, un testimonio de los efectos disruptivos que la modernización y la creciente hegemonía del capital financiero ejercía en la sociedad. Un testimonio, y una especie de exorcismo, de cancelación de esos mismos efectos. Así, dice Laera "en esas condiciones de modernización y crisis profundas y abruptas, tienden a aparecer relatos que -prospectiva o retrospectivamente- proponen, por un lado, versiones a contrapelo de la euforia modernizadora, y por el otro, algún tipo de intervención que denuncia la crisis desatada por la incontinente circulación del dinero. [.] En todos los casos se denuncia la ilusión de los años previos al crac y se muestra el dominio ejercido por la Bolsa sobre los personajes -quienes sucumben a ella y terminan perdiéndolo todo- y en la mayoría, además, se incluye alguna figura ligada a la literatura, el pensamiento o las artes, que es presentada como una reserva moral".
Sin embargo, esa confianza decimonónica en que la novela, de la mano de la ilusión referencial, organizara a través de la representación de situaciones ilustrativas los desórdenes sociales provocados por la economía, y la apuesta por construir mundos que resolvieran imaginariamente los conflictos detectados en la realidad y que redistribuyeran los valores según una escala no material, fueron cayendo a jirones a lo largo del siglo XX. "Y -dice Laera- si los escritores argentinos de finales del siglo XIX esperaron a que se desatara la crisis para poder advertirla, reaccionar ante sus posibles causas y ponerse a novelarla, los narradores de finales del siglo XX ya sabían muy bien que el dinero es artificio, que es mutable, volátil y abstracto. [.] Ese saber, aun cuando se renueve y amplíe, ya es, además de un supuesto teórico, una experiencia histórica, y los modos en los que se imbrica con la narración han cambiado por completo" (pp. 26-27).
Así, en El aire el dinero, en vez de mostrar su potencial heroicidad, declara su imposibilidad de ser un héroe moderno (y del héroe moderno en general). La novela narra la desaparición del dinero gubernamental y su reemplazo por vidrio; una transfiguración sin retorno, el fin de la
intercambiabilidad y, consecuentemente, la desintegración de todas las instancias de lo social modernas, que dependían de la existencia y la circulación del dinero. De este modo, El aire, y las novelas que pertenecen a su mismo "ciclo" (Wasabi, de Alan Pauls, Varamo, de César Aira, Plata quemada, de Ricardo Piglia, La experiencia sensible, de Enrique Fogwill) ofrecen módicas alegorías que pueden leerse a modo de alegorías finales de la novela argentina moderna. Todas imaginan una situación que funciona como umbral de un cambio total, como bisagra entre tiempos y espacios e imaginan también un modo de reconversión de ese valor que, altamente simbólico, se vincula por diferentes recorridos con el mundo de la literatura. "Entre las situaciones que presentan y las condiciones de su enunciación, se trama la motivación que encuentra en el dinero una potencia renovada para el relato, una matriz que permite hablar a la vez del mundo y de la literatura, que permite tramitar esa experiencia."
Entre esos dos polos que acabo de mencionar, el libro de Laera propone una cantidad de lecturas de otros autores (de Lucio V. Mansilla en adelante), donde el dinero funciona diversamente: mito de origen de la literatura, condición de posibilidad y ruina del proyecto utópico, emblema visible del valor literario, punto de ruina de la comunidad, o de redención de esa misma comunidad, metáfora de la literatura, del universo, de la sociedad. Es imposible, en estas breves páginas, realmente hacer justicia a la densidad de este libro. Diré solo que, en mi opinión, su mérito es doble: por una parte, ofrece una cantidad de estudios de caso donde brilla la agudeza y la erudición de Laera. Tengo para mí que las secciones sobre Martel, sobre Mansilla, sobre Darío, sobre Fray Mocho, sobre Arlt, sobre Gálvez, sobre Wast, son sencillamente magistrales, en concepción y en ejecución. Por otra parte, ofrece una visión de conjunto, articulada a partir de esos estudios de caso, que reordena el campo, crea nuevos problemas, discusiones, afinidades. Desde esta segunda perspectiva, creo que el libro de Laera formará parte de un selecto grupo de textos de la crítica argentina, donde la erudición se aúna al impulso ensayístico, y que nos enseñaron a leer un grupo de textos, pero, sobre todo, nos enseñaron a pensar algunos de los problemas que definen a la literatura argentina. Pienso en El discurso criollista, de Adolfo Prieto; pienso en El género gauchesco y El cuerpo del delito, de Josefina Ludmer; pienso en Literatura argentina y realidad política, de David Viñas; pienso en Muerte y transfiguración del Martín Fierro, de Ezequiel Martínez Estrada.

Juan Pablo Dabove
University of Colorado Boulder

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons