SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.19 número1Penser l'histoire de l'Amérique latine: Hommage à François-Xavier GuerraVanguardia y revolución: Arte e izquierdas en la Argentina de los sesenta-setenta índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.1 Bernal jun. 2015

 

RESEÑAS

Miranda Lida,
Años dorados de la cultura argentina. Los hermanos María Rosa y Raimundo Lida y el Instituto de Filología antes del peronismo, Buenos Aires, Eudeba, 2014, 264 páginas

 

Una intención anima este valioso libro de Miranda Lida, intención que es expresa ya en el comienzo de sus páginas: reconsiderar la memoria edificada en torno de Raimundo y María Rosa Lida, dos scholars argentinos, especie rara en el país. Raimundo, un filólogo y ensayista que tras su alejamiento de la Argentina hará en el Colegio de México, primero, y en Harvard después, una destacada carrera académica; María Rosa, discípula como su hermano de Amado Alonso, e investigadora erudita, entre cuyos estudios figura un libro excepcional entre nosotros, La originalidad artística de la "Celestina". Según el relato -o mito, como lo llama Miranda Lida- que encierra esa memoria que se propone revisar, la vocación intelectual de los dos jóvenes talentosos que fueron los hermanos Lida, nacidos en la Argentina, donde habían hecho los primeros pasos de su carrera, solo pudo realizarse afuera, concretamente en los Estados Unidos. Allí, en el exterior, consiguieron el reconocimiento y los laureles, no en el país que dejaron atrás y al que no volverían sino esporádicamente. En esos ocasionales y breves retornos, hallarán que tanto la universidad como la vida pública no habían cambiado sino para empeorar. Este relato, que se liga y se mezcla con el recuerdo de los avatares del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, se alimenta de opiniones familiares de los Lida, a veces de lo dicho por los propios María Rosa o Raimundo en ciertas ocasiones, pero también de la memoria de muchas otras personas vinculadas al mundo de las humanidades en la Buenos Aires de los años veinte y treinta del siglo XX. La autora no busca desmentir ese relato contraponiéndolo a la autoridad de otra memoria, sino revisarlo a la luz de un elaborado trabajo histórico, en cuyo despliegue entreteje varios hilos o historias. Por un lado, la historia de una familia judía, los Lida, de donde proceden los hermanos Emilio, Raimundo y María Rosa. Las peripecias de los Lida se inscriben así en un marco más amplio, el de la inmigración judía en la Argentina. Por otro lado, el trayecto biográfico de Raimundo va a enlazar otra historia de inmigrantes -de españoles, en este caso-, la de la familia de Leonor García, que será la esposa del futuro filólogo. Podríamos decir, por lo tanto, que en este libro tenemos trozos de la Argentina que, como dice la conocida humorada, "desciende de los barcos" o, para emplear la imagen de José Luis Romero, trozos de la "Argentina aluvial", con los dos rasgos que a los ojos de Romero caracterizaban a esa sociedad en formación: la movilidad social y la aventura del ascenso económico.
En Son memorias, Tulio Halperin Donghi anotará que no todas las familias de argentinos nuevos se ajustaron a esas pautas y expresará reservas respecto de un exceso de "imaginación sociológica" que creía advertir en la idea de un perfil general en el comportamiento de las familias de origen inmigratorio. Admitía que hubiera preocupaciones compartidas por las familias de argentinos nuevos; por ejemplo, el cuidado por evitar que el tango, juzgado incompatible con la respetabilidad del hogar, llegara al ámbito familiar a través de la radio. Pero había otras formas de ascenso al reconocimiento y a la excelencia social: la carrera del talento.
Aunque en el caso de los Lida, ninguno de los miembros de la pareja paterna integraba el mundo de las clases medias ilustradas, los hijos van a encontrar muy tempranamente que los libros y la música forman parte del ambiente doméstico. Además de los progenitores, ¿qué tienen en común los hermanos María Rosa y Raimundo Lida? Un español que debía mucho al aprendido en los libros -"usted" y "tú", nunca "vos"- y la preocupación por la corrección lingüística. ¿Podría verse en este cuidado el anuncio de la vocación por la
filología? Hacer conjeturas sobre esto sería tomar la pista siempre dudosa de los presagios teleológicos. De la correspondencia familiar y la memoria conservada, la autora recoge para caracterizar a los hermanos Lida otras dos actitudes: el rechazo de los comportamientos considerados vulgares y la adopción de un estilo de urbanidad comedida, deferente. Por lo demás, la personalidad de los hermanos no podía ser más diferente, desenvuelta y mundana en el caso de Raimundo, tímida y reservada en el de María Rosa.
En fin, el otro hilo que anuda la reconstrucción de Miranda Lida es el de las peripecias del Instituto de Filología, que se estableció en la Facultad de Filosofía y Letras en 1923. Tras la efímera dirección del erudito español Américo Castro, que no conquistó precisamente el corazón de los porteños (es célebre la sarcástica réplica de Jorge Luis Borges a las consideraciones de Castro sobre el habla rioplatense), la gestión del Instituto pasó a manos de Amado Alonso, filólogo todavía joven en 1924 que será una suerte de héroe cultural a los ojos de los estudiantes que reclutó en la Argentina esa disciplina recién llegada. La creación y la presencia del Instituto en la actividad intelectual de Buenos Aires fueron parte del esfuerzo que había emprendido España por la reconquista espiritual de Hispanoamérica y que se hará manifiesto sobre todo a partir de los centenarios.
La autora habla, desde el título mismo que dio a su libro, de "años dorados de la cultura argentina" para referirse particularmente a los años veinte y treinta del siglo XX. Pero el espacio que nos hace ver es el de Buenos Aires. El escenario de las vidas cuya historia traza es Buenos Aires y es esta la ciudad donde se esboza ese circuito literario en que "todos se conocen" (aunque esto no fuera empíricamente cierto, las dimensiones del universo cultivado producían en sus integrantes esa impresión). A través de los recorridos de Raimundo Lida se ven los contornos de aquella república literaria: las revistas Nosotros y Sur, el suplemento cultural del diario La Nación, el Colegio Libre de Estudios Superiores, el Instituto de Filología, el Instituto de Profesorado, la embajada de México durante la gestión de Alfonso Reyes. Los nombres salientes en esa reducida comunidad se repiten: Jorge Luis Borges, Francisco Romero, Roberto Giusti, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y, en un lugar especial, Amado Alonso. Como destaca Miranda Lida, la actividad que tenía como protagonistas a estas figuras no se hallaba desconectada de otro fenómeno, el del formidable crecimiento de la industria editorial argentina, cuyo comienzo se sitúa a fines de los treinta. En Años dorados en la cultura argentina, la vida de esa república de gente de letras se recorta sobre el fondo de las vicisitudes políticas de la Argentina, vicisitudes cuya gravitación será cada vez mayor a medida que se ingrese en la polarización de la segunda mitad de los años treinta y que el estallido de la Segunda Guerra Mundial no hará más que agudizar. El antisemitismo será un rasgo de ese tiempo, como señala nuestra autora. No se trataba de un hecho extraño en el país (en un documentado estudio, Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina, Daniel Lvovich siguió sus huellas desde fines del siglo XIX), pero no fue sino en los treinta y los cuarenta cuando alcanzó una escala alarmante en el espacio público.
Mediante el entretejido de estos diversos hilos, Miranda Lida busca resituar a los hermanos Lida en su tiempo y en su medio. Como ella misma escribe: "Se trata de mostrar que, lejos de cualquier mito, ambos hermanos fueron un producto de su tiempo y de su lugar: la ciudad de Buenos Aires en el período de entreguerras".
Miranda Lida no desconoce, por supuesto, que sobre los años que ella evoca existe un retrato consagrado, el de una "década infame", título con que el escritor nacionalista José Luis Torres bautizó y condenó la etapa de los gobiernos conservadores que se establecieron a partir de1932. ¿El que fuera un período floreciente de la cultura argentina, la cultura de una elite intelectual, como lo muestra la autora, contradice el hecho de que en ese mismo tiempo el país conociera el fraude electoral sistemático, la persecución política y la corrupción pública? No lo creo, solo hace ver, me parece, que la historia no transcurre en una sola dimensión, que no es posible reducir sus diferentes planos al juicio que puede extraerse de uno de ellos.
El advenimiento del hecho peronista significó el fin de la Argentina en que no solo
habían nacido, sino en que se habían formado los Lida. Ellos continuaron sus vidas y su labor de docentes y estudiosos en el exterior y, en sus regresos, nunca se reencontrarían con el país que consideraban el suyo y que había quedado atrás. Tampoco se sentirían atraídos por la universidad reformista que surgió en 1956, tras el derrocamiento del peronismo. La erudición de los Lida aún hoy nos asombra, si bien la obra que cada uno dejó no es similar a la del otro: la de Raimundo más discontinua y diversa, la de María Rosa, más especializada, constante y poderosa. A los ojos de Miranda Lida, lo más interesante, sin embargo, no se halla en lo que esos dos hermanos hicieron, escribieron o desearon ser, "sino más bien lo que pudieron llegar a ser y las oportunidades a las que accedieron en el curso de sus vidas en Buenos Aires". A través de la trayectoria de aquellos dos scholars su libro nos devuelve a un momento de la cultura intelectual de la metrópoli argentina.

Carlos Altamirano
UNQ / CONICET

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons