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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.1 Bernal jun. 2015

 

RESEÑAS

Rebecca J. Scott y Jean M. Hébrard,
Freedom papers. An Atlantic odyssey in the age of emancipation, Cambridge/Londres, Harvard University Press, 2012, 259 páginas

 

En los últimos treinta años la llamada "historia atlántica" ha ido concitando un interés creciente y sus cultores se han multiplicado en los dos márgenes del océano que da nombre al campo.1 Entre los trabajos realizados en este espíritu pocas obras dan cuenta de las potencialidades y la riqueza de este enfoque como Freedom Papers. En cierto sentido, podemos decir que la "promesa de la historia atlántica" (de la que hablaban Greene y Morgan)2 se cumple en este libro en toda su extensión. La colaboración entre dos autores, Rebecca Scott (Universidad de Michigan) y Jean Hébrard (École des Hautes Études en Sciences Sociales), provenientes de continentes distintos, con lenguas maternas diversas y pertenecientes a tradiciones historiográficas disímiles pero que logran confluir, es realmente fructífera. Gracias a esa cooperación la investigación se nutre de una notable multiplicidad de fuentes: desde archivos parroquiales a cartas privadas, pasando por censos, periódicos, leyes, debates constitucionales, testamentos, registros de prisiones, de barcos, de comerciantes, cartas de ciudadanía, expedientes judiciales, y la lista puede continuar. Lo más sobresaliente de ello no es solo la variedad de archivos -en al menos cinco lenguas- consultados, sino que cada tratamiento de las fuentes se constituye en un manual sobre su potencial uso historiográfico. Merece también ser destacado el diálogo que el libro establece con historiografías locales y temáticas muy diversas que no acostumbran a interactuar entre sí. El recorrido por al menos cuatro de las revoluciones del siglo XIX que pusieron en marcha discursos y luchas por la igualdad (la revolución haitiana, la francesa de 1848, la guerra civil y la reconstrucción norteamericana y la revolución de independencia cubana de fin del siglo XIX) es una muestra de ello.
Otro elemento valioso del libro es que -a diferencia de lo que Paul Gilroy denunciaba en 1992 en su Black Atlantic3 sobre la tendencia a escribir historias atlánticas olvidando a África- esta obra realiza un esfuerzo notable por reconstruir los lazos africanos del mundo atlántico. Ciertamente el libro no es un caso aislado y participa de una tendencia creciente en los estudios sobre la diáspora africana, el tráfico esclavista y la esclavitud. Sin embargo, en general se estudian los lazos entre dos continentes y pocas veces se integran los tres -África, Europa y el mundo americano- como lo hacen Scott y Hébrard.
Freedom papers representa así una monumental reconstrucción de la trayectoria de cuatro generaciones de una familia cuyo recorrido se inicia en tierras senegalesas hacia fines del siglo XVIII -donde una mujer es capturada, traficada y vendida luego en Saint Domingue como esclava- y termina en Europa -donde una de sus descendientes muere como prisionera política en 1945 en el campo de concentración nazi de Ravensbrück-. En el camino, los autores nos llevan de Haití a Santiago de Cuba, de allí a Louisiana; luego a México, Francia y Bélgica, con pasajes por Inglaterra. En cada una de estas "paradas" -reconstruidas en diferentes capítulos- se van trazando las alternativas de libertad y esclavitud, de igualdad y discriminación, de pobreza y progreso, de participación y exclusión que padecieron y construyeron los miembros de este linaje y -a través de ese prisma- también sus contemporáneos.
En el primer capítulo, comenzamos a conocer los orígenes de quien luego como esclava se llamará Rosalie Vincent. El ejercicio desanda los caminos de la cosificación de una "pièce d'Inde" vendida en tierras americanas para llegar a la historia de la niña senegalesa capturada. A contramarcha de la absoluta negación del pasado y la humanidad que marca la esclavización, los autores procuran comprender desde dónde fue embarcada Rosalie, cuál pudo haber sido su experiencia y su cultura, qué transformaciones se estaban experimentando en el valle del Río Senegal en el momento de su probable secuestro, y cuáles eran las dinámicas del tráfico esclavista por entonces, hacia el interior del continente y desde Saint-Louis du Senegal hacia el atlántico. Gracias a este trabajo podemos saber que Rosalie (como tantos otros) fue embarcada hacia 1780 y vendida como "negra de la nación Poulard". Las "naciones" eran un atributo relevante para los traficantes ya que solían asociar características específicas a grupos particulares. Para los historiadores, en cambio, el dato importa porque permite identificar su pertenencia a una región senegalesa que a fines del siglo XVIII estaba restringiendo la exportación de esclavos por los límites impuestos por el líder musulmán allí instalado a través de una revolución. A su vez, esta pertenencia Poulard de Rosalie puede indicar una probable experiencia previa con textos escritos, en particular, con versos preparados que funcionaban como amuletos protectores. Como mostrarán los autores a lo largo del libro, los papeles eran centrales para la libertad. Los actores aprenderán de la manera más dura que "las palabras pueden proteger, y las palabras pueden esclavizar" (p. 19).
En el segundo capítulo Rosalie ya se encuentra en Jérémie, poblado al sudeste de Puerto Príncipe, colonia francesa de Saint-Domingue, donde fue comprada por un amo afrodescendiente y luego vendida a otro. Las trayectorias de estos amos son reconstruidas y puestas en un contexto de historias de vida similares, y los autores nos muestran cómo la compra de esclavos por quienes habían sido esclavos o tuvieron padres esclavizados era parte de una estrategia de progreso económico y de reafirmación de la propia condición de libertad. Se reconstruye la estructura social de la región, sus cambios y las dinámicas de un mundo popular en el que se tejían estrechas redes personales entre libres de color, blancos empobrecidos y negros esclavizados. Finalmente, en este capítulo se abordan los cambios abiertos con el impacto de la revolución francesa en la colonia, que fueron profundizados primero con los rumores, luego con la realidad de la abolición de la esclavitud y finalmente radicalizados con la declaración de independencia de Haití. En medio de este torbellino, los autores rastrean los cambios en la vida de Rosalie, quien en 1794 vive junto al colono francés empobrecido Michel Vincent con quien tendrá tres hijos. Ante la posibilidad de que Napoleón enviase a Haití una violenta expedición y que se organizara una fuerte resistencia local, muchos adoptaron la emigración como estrategia de supervivencia, entre ellos, Vincent y Rosalie.
El escenario del tercer capítulo es entonces Santiago de Cuba, aún colonia española. Bastión de la esclavitud -en tierras cubanas la libertad lograda a través de la revolución no sería fácil de mantener-. Allí la política de admisión de refugiados y las re-esclavizaciones estuvieron a la orden del día. Rosalie, y su segunda hija Elisabeth (de los otros hijos ya no hay registros), evitaron ser catalogadas como esclavas. Junto a Michel se integraron a una populosa ciudad, con una extensa población libre de color. Rosalie procuró certificar su libertad por un medio tradicional -una carta de libertad entregada por Michel- que prometía una mayor eficacia extraterritorial que la libertad general declarada por la Convención francesa y luego por las autoridades haitianas. Con la invasión napoleónica a España las autoridades coloniales cubanas decidieron en 1809 expulsar a todos los franceses de su territorio. Aquí se bifurcan los senderos de Rosalie y su hija: Elisabeth, a cargo de su madrina, una próspera mujer de color conocida como viuda Aubert, partiría a los Estados Unidos. El lugar más promisorio era Louisiana, donde había una sustancial población francoparlante. Sin embargo, el congreso norteamericano había prohibido el tráfico de esclavos por lo que el ingreso de estos supuso la puesta en marcha de ambiguas estrategias de clasificación de estos pasajeros como "criados" a fin de evitar la incautación. Rosalie, en
cambio, como tantos otros refugiados en Santiago, habría optado por regresar a Haití "buscando vivir como ciudadanos en una nación sin esclavitud" (p. 61).
Louisiana es entonces el escenario del cuarto capítulo. Nuevamente los autores describen las redes, los patrones de residencia y el mundo laboral de la ciudad, junto a las regulaciones específicas en torno a la población de color. En el puerto de New Orleans se produjo un nuevo proceso de atribución de estatus que inclinó la balanza hacia la presunción de esclavitud de cientos de refugiados. Ellos duplicaron la población de la ciudad y desarrollaron trabajos no remunerados para los residentes libres del futuro estado de Louisiana. Allí a Elisabeth y a su tutora se les aplicó la etiqueta "de color", pero su libertad no fue desafiada. Aubert convivió con un carpintero belga formando una de las tantas uniones conyugales interraciales de la ciudad. En 1821, Elisabeth se comprometió con Jacques Tinchant, joven hijo de una mujer de color y un colonialista francés que, emigrado tiempo atrás desde Saint-Domingue, no tuvo más vínculos con su prole. Tinchant vivía en otra casa interracial, ya que su madre ahora convivía con un masón blanco, Louis Duhart, maestro de escuela y también haitiano. Durante la década de 1820 Louisiana estuvo signada por un progresivo endurecimiento de las leyes hacia las personas libres "de color" que llevaron a la madre de Tinchant y Duhart a abandonar el país e instalarse en Francia. Jacques y Elisabeth permanecieron en los Estados Unidos y progresaron económicamente. Mientras, procuraron sacudirse los signos de estigma individual. Elisabeth intentó adquirir el derecho a su apellido paterno. A pesar del progreso y la respetabilidad formal adquirida, la creciente discriminación y el control sobre los "negros libres" llevaron al matrimonio Tinchant-Vincent hacia 1840 a seguir los pasos de los padres de Jacques e instalarse en Francia con sus hijos. Scott y Hébrard realizan un notable ejercicio de reconstrucción de las opciones y los contextos que orientaron esta decisión.
En el quinto capítulo los autores describen las diferencias en los momentos de arribo al viejo mundo de una y otra pareja, las dificultades de los más jóvenes pero también las ventajas que tuvieron y buscaron en términos de educación. Detallan los rasgos de esa formación así como el viaje a París del segundo hijo del matrimonio Tinchant-Vincent, Joseph, quien en el álgido contexto de la revolución de 1848 y la abolición de la esclavitud se identificó con los principios en boga de derechos públicos e igualdad social así como con la hostilidad hacia las distinciones de "castas". Ese escenario revolucionario así como la posterior represión contra los republicanos del '48 son centrales para explicar la decisión de Joseph, "fiel a la tradición atlántica Vincent-Tinchant", de regresar a Louisiana en busca de nuevas oportunidades.
En el sexto capítulo, los autores reconstruyen la vida de los jóvenes hermanos Tinchant -nietos de Rosalie- en sus distintas locaciones: en New Orléans -donde dos de ellos se inician en el negocio del tabaco y organizan su comercialización transatlántica- y en Antwerp, Bélgica, puerto elegido como base europea de operaciones. El último en llegar a Mississippi fue el menor de los hermanos, Édouard, quien arriba en plena guerra civil. Scott y Hébrard analizan la complejidad de la posición de la población de color en la guerra y la errática política del gobierno federal norteamericano hacia ella. En este contexto de guerra y discriminación muchos afrodescendientes -entre ellos Joseph, sus cuñados y dos de sus hermanos- optaron por emigrar, por ejemplo, a México. Édouard, en cambio, nacido y educado en Francia, se transformaría en un americano radical: no solo se alistaría voluntariamente en el ejército de la Unión, sino que más tarde entablaría polémicas en la esfera pública local y terminaría teniendo una activa participación política durante la Reconstrucción (1866-1877). El papel público y político de Édouard se aborda en el séptimo capítulo. En estrecha relación con un libro anterior de Scott4 donde se analizan las tensiones, esperanzas y posteriores frustraciones del período de la Reconstrucción, el capítulo se centra en ese mundo y en el papel de Édouard como veterano de guerra, publicista, director de una escuela para niños de color libres y, más tarde, delegado para la nueva Convención Constitucional de Louisiana de 1866. Un punto interesante del libro es el estudio de la trayectoria de la idea de "derechos públicos". Esta idea, incluida en la nueva constitución estatal jurada en 1868, fue una herramienta útil para enfrentar tentativas segregacionistas en el espacio público. Sin embargo, cuando en 1876 la hostilidad de la Corte Suprema norteamericana a este concepto se hizo evidente, su eficacia desapareció. A la par, los republicanos -los abanderados de la abolición en el inicio de la guerra- fueron construyendo una alianza con blancos conservadores y con algunos demócratas restringiendo la participación de sus antiguos aliados de color. En este contexto, Édouard, sin grandes perspectivas en la capital, casado y con una situación laboral inestable, volvió a partir. Alejado de la escena pública y la militancia, se mudó a la ciudad de Mobile en Alabama. En el censo de 1870, fue inscripto como nacido en Francia, hijo de extranjeros, ciudadano americano, y catalogado como "blanco".
El capítulo octavo rastrea las trayectorias en México de los demás hermanos Tinchant en la década de 1860. Su instalación en Jicaltepec, el impacto de la invasión francesa y el imperio establecido por Maximiliano, el cultivo del tabaco en la zona y los destinos de la empresa de exportación montada por los Tinchant. Quizá la reflexión más interesante de los autores en este apartado se refiere a las reelaboraciones del significado de la identidad "criolla" de la familia a medida que se desplazó. Si en Louisiana su carácter "criollo" se ligaba al Caribe y a los africanos traídos a América como esclavos, en Bélgica (adonde casi todos los hermanos regresaron) algunos transformarán su "criollismo" como identidad asociada a su estancia en México y, por extensión y conveniencia económica en el negocio de los cigarros, a Cuba.
El capítulo noveno aborda las estrategias de naturalización de los hermanos Tinchant en Bélgica. Allí se analizan los diversos componentes de la ciudadanía que ellos adquirieron a lo largo de sus múltiples viajes atlánticos, muchas veces sin gozar de los derechos legales conferidos por nacimiento, paternidad o naturalización oficial, así como su experimentación con una secuencia de afiliaciones subjetivas alternativas. En todas estas idas y vueltas, sostienen los autores, el color permaneció como una delicada y casi siempre silenciada cuestión.
Finalmente, los autores reconstruyen rasgos centrales de la vida de Marie-José Tinchant, nieta de Joseph, durante el siglo XX. En 1937 la joven huyó a Londres para casarse por la oposición de sus suegros al matrimonio. Rastreando periódicos londinenses e incluso norteamericanos, los autores dan con las palabras de Marie-José, quien atribuye tal negativa a que "su madre es blanca, su abuela es blanca, pero yo tengo color". Ya casada y de regreso en Antwerp, Scott y Hébrard reconstruyen el divorcio de Marie-José, su prisión y muerte en las cámaras de gas nazis. El debate oficial posterior en torno a su condición o no de presa por razones "políticas" o "raciales" y el impacto sobre la condición de héroes o víctimas de esas personas da un cierre perfecto a uno de los temas centrales del libro: la construcción de identidades y las relaciones entre raza, política y libertad.
Este intrincado relato de biografías familiares y escenarios cambiantes puede parecer por momentos anecdótico. Sin embargo, es todo lo contrario: en cada capítulo podemos descubrir cómo se interrelacionan sutilmente agencia y estructura, decisión y contexto, individualidad e historia.
Freedom papers puede interpelar a distintos públicos. Excede ampliamente los límites de los campos en que se inscribe -estudios diaspóricos, historia de la esclavitud y el tráfico, historia atlántica, historia social y cultural-, y se transforma en un ejercicio logrado en el que cualquier historiador encontrará lecciones sobre el oficio y cualquier lector podrá apreciar las potencialidades de la historiografía.

Magdalena Candioti
Instituto Ravignani - UBA / UNL / CONICET

NOTAS

1 Bernard Bailyn, Atlantic History: Concept and Contours, Cambridge- Londres, Harvard University Press, 2005.         [ Links ]

2 Jack P. Greene y Philip D. Morgan (eds.), Atlantic History: A Critical Reappraisal, Nueva York, Oxford University Press, 2009.         [ Links ]

3 Paul Gilroy, The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness, Cambridge, Harvard University Press, 1992.         [ Links ]

4 Rebecca Scott, Degrees of freedom. Louisiana and Cuba after slavery, Cambridge, The Belknap Harvard University Press, 2005.         [ Links ]

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