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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.19 no.2 Bernal Dec. 2015

 

OBITUARIOS

Tulio Halperin Donghi (1926-2014)

 

Tulio Halperin Donghi falleció el 14 de noviembre de 2014, en su casa de Berkeley, California, a los 88 años de edad. El eco que su muerte suscitó a ambos lados del Atlántico nos recuerda que el autor de Revolución y guerra fue no solo el mejor historiador argentino del siglo XX sino también una figura de referencia para los estudiosos del pasado latinoamericano. Nacido en Buenos Aries el 27 de octubre de 1926, Halperin Donghi escribió una veintena de libros y más de cien artículos. Prolífico y erudito, incisivo e iconoclasta, su ambición de conocimiento traspasó las fronteras disciplinares. Su registro temático fue inusualmente amplio: escribió sobre intelectuales y pensadores, sobre política y cultura. Pero también hizo contribuciones notables a la historia social y económica e incluso a la fiscal. La amplitud de su cultura histórica -en rigor habría que decir de su cultura- era proverbial. Parecía haber leído y asimilado todo.
Halperin Donghi vino al mundo en el seno de una familia de inmigrantes que habían arribado a la Argentina en el paso del siglo XIX al XX. Una generación más tarde, sus padres se ganaron un lugar en el sistema de educación superior y en el mundo letrado porteño. Ese hogar, formado por un profesor de latín y una profesora de literatura que se conocieron como estudiantes universitarios y desde entonces permanecieron vinculados a la enseñanza superior, lo introdujo casi naturalmente en el mundo de la cultura. Sin embargo, inicialmente quiso tomar otro rumbo. Luego de finalizar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires ingresó a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales con el fin de estudiar química. Tres años más tarde, sin embargo, abandonó esta carrera, cediendo al deseo de ser historiador. Ya antes de terminar sus estudios universitarios en esta disciplina había publicado varios artículos sobre Sarmiento y otras figuras de la generación del 37 y su primer libro, El pensamiento de Echeverría (1951). Durante esos años de formación se vinculó con José Luis Romero y, a través de este, con Fernand Braudel, con quien pasó una temporada de estudios mientras preparaba su tesis doctoral, Los moriscos en el reino de Valencia (1520-1609) (1954).
Desoyendo el consejo de estos influyentes mentores, abandonó los temas de historia europea moderna una vez que recibió su doctorado. A partir de ese momento, se dedicó al estudio del pasado latinoamericano. Su siglo fue el XIX, pero se movió con gran familiaridad discutiendo la Revolución Cubana y la Revolución Mexicana, el batllismo y el peronismo, las reformas borbónicas y la literatura latinoamericana. El dominio que pronto alcanzó de ese vasto territorio se advierte en Historia contemporánea de América Latina, aparecido en 1967, cuando apenas tenía 40 años, que presenta un sofisticado cuadro de conjunto y revela una fina sensibilidad hacia las singularidades de más de diez historias nacionales. Ese texto, traducido a varios idiomas y reeditado en reiteradas oportunidades, le dio una proyección continental y lo convirtió en un referente de los estudios latinoamericanos. Unos años más tarde volvería a ofrecer visiones panorámicas en Hispanoamérica después de la independencia: consecuencias sociales y económicas de la emancipación (1972) y en Reforma y disolución de los imperios ibéricos (1985). A la historia latinoamericana destinó su último gran libro, Letrados y pensadores. El perfilamiento del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX (2013).
Su principal foco de interés, sin embargo, fue la historia argentina. Aun cuando pasó la mayor parte de su vida profesional fuera del país -luego de breves estancias en Harvard y Oxford en 1972 se estableció en la Universidad de California, Berkeley-, a su manera él también participó de esa convicción tan idiosincrática entre los argentinos que hace de este país el centro del universo. En su caso, esta actitud no reflejaba una visión alienada sobre el peso específico de la Argentina en el mundo sino, más bien, la intensidad de su peculiar compromiso con los destinos de la comunidad que dejó en 1966, cuando la dictadura de Onganía lo privó de su cargo en la universidad y lo forzó a comenzar una carrera internacional.
Su obra tiene un personaje central, el hombre de letras. Halperin Donghi trazó el perfil de esta figura y sus mutaciones desde la colonia hasta mediados del siglo XX. Una y otra vez volvió sobre los letrados, desde sus primeros trabajos sobre Sarmiento hasta El enigma Belgrano (2014), publicado pocas semanas antes de su muerte. Estos dos nombres dicen mucho sobre el tipo de personajes que más lo atraían y, a la vez, sobre cómo concebía esta exploración. Halperin Donghi solía colocar el foco en los hombres de cultura pero se interrogaba por la relación entre los integrantes de la elite intelectual y el campo del poder y, en un sentido más amplio, por la sociedad de la que los letrados formaban parte. Sin renunciar a poner de relieve todo lo que de específico y singular tiene la esfera de las creaciones textuales y las disputas entre los agentes del campo de las ideas, la marca distintiva de su trabajo era la pregunta de qué podía verse no solo en ellos y su entorno inmediato sino a través de ellos. Fue un excepcional historiador de los intelectuales, pero fue mucho más que eso: un historiador de la sociedad y, en particular, de la sociedad nacional.
Sus trabajos sobre la historia argentina giran en torno a tres núcleos. En la década de 1960 concentró su atención en el ocaso del orden colonial, la revolución de independencia y la sociedad surgida bajo el impacto de la guerra de independencia y la incorporación a la economía atlántica. Integró todas estas facetas en el gran cuadro de conjunto que ofreció en Revolución y guerra: formación de una elite dirigente en la Argentina criolla (1972), con frecuencia considerado el mejor libro de historia argentina. Este ciclo también dio lugar a trabajos como Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo (1962) y Argentina: de la revolución de la independencia a la confederación rosista (1972).
Desde la década de 1970, su curiosidad giró hacia la segunda mitad del siglo XIX. En esos años, por otra parte, dejó progresivamente de lado el tipo de estudios de historia económica y social que había cultivado en la etapa previa de su carrera y concentró sus esfuerzos en un arco más acotado de cuestiones: la vida política, el debate de ideas y la formación del Estado. De ese período data su célebre Proyecto y construcción de una nación: Argentina, 1846-1880 (1980), pero también Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1982), y José Hernández y sus mundos (1985).
En la década de 1990 volvió a cambiar su foco de interés, dirigiéndolo al análisis de la política y las ideas políticas en la Argentina de la primera mitad del siglo XX. Escribió dos importantes estudios que tienen por tema el impacto de la democratización sobre el orden político y el debate intelectual: Vida y muerte de la República Verdadera (1999) y La República Imposible (2004). Estos trabajos fueron acompañados por dos estudios más específicamente centrados en el mundo de las ideas, La Argentina y la tormenta del mundo: ideas e ideologías entre 1930 y 1945 (2003) y la compilación de ensayos Las tormentas del mundo en el Río de la Plata, aparecida póstumamente en 2015. En esta etapa también realizó incursiones en el estudio de la segunda mitad del siglo XX, pero dejó inconclusa una historia general algunos de cuyos argumentos presentó en La larga agonía de la Argentina peronista (1994). También publicó un libro de memorias sobre el primer tercio de su vida, Son memorias (2008).
Obra abierta, capaz de dialogar con los cambios en la sociedad y la cultura, la reflexión de Tulio Halperin Donghi está marcada por la convicción de que el pasado ayuda a iluminar el presente tanto como el presente al pasado. No es exagerado afirmar que, amén de un hito en los estudios sobre América Latina, su obra contribuyó como ninguna otra a definir el terreno sobre el que se erige la mejor historiografía argentina contemporánea.

Roy Hora
UNQ /CONICET

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