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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.1 Bernal jun. 2016

 

RESEÑAS

Ana Clarisa Agüero y Diego García (eds.), Culturas interiores. Córdoba en la geografía nacional e internacional de la cultura, Villa María, eduvim, 2016 [2ª edición aumentada], 306 páginas

 

En su libro Mundos del Arte. Sociología del trabajo artístico, el sociólogo norteamericano Howard Becker remarca insistentemente que todo trabajo (no importa del tipo que sea) es resultado de un conjunto de redes de cooperación y asistencia que involucran a muchas personas.1 Culturas Interiores. Córdoba en la geografía nacional e internacional de la cultura, el primer libro del Programa Cultura Escrita, Mundo Impreso, Campo Intelectual (cemici) del Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, es resultado de ese potente trabajo en equipo, de esas redes de cooperación de las que habla Becker. Tal como se lee en el prólogo, a cargo de Gustavo Sorá, este libro comenzó a gestarse en el año 2006 y su publicación constituyó "la primera manifestación impresa de una experiencia colectiva" (p. 14), que ha involucrado e involucra a los miembros del Programa y a otros investigadores que no son miembros formales en un diálogo permanente y un intercambio activo con grupos de investigación, núcleos de discusión e investigadores de diversos centros y universidades del país y del extranjero.

Publicado por primera vez en el año 2010 (La Plata, Ed. Al Margen), la segunda edición de Culturas Interiores reactualiza aquella experiencia colectiva no sin transformaciones. Por un lado, respecto del Programa, que ya no responde a la sigla "cemici" sino que se denomina Programa de Historia y Antropología de la Cultura (PHAC). Una transformación de siglas que expresa movimientos más amplios y profundos, en relación con los temas de estudio, las perspectivas y sus integrantes. Por otro lado, respecto del propio libro-objeto, engrosado con un nuevo "Epílogo" de Ana Clarisa Agüero y Diego García (miembros del equipo de trabajo desde sus inicios), además de producto de una nueva editorial y detentador de una nueva portada.

El libro, a cargo de los ya mencionados Agüero y García, se construye como una compilación de artículos surgida de diversas investigaciones que se sitúan en la encrucijada de la historia cultural y la historia intelectual. Cada uno de estos artículos se centra en una particular "zona de la cultura" (p. 26): el derecho, la sociología, la historiografía, la prensa, la literatura, la edición o la plástica, dando cuenta de los ritmos específicos y diversos de configuración de esas extensiones de espacio/tiempo/ sujetos, cuyos bordes se fueron delineando en los vínculos, en los cruces, en los contactos, en las relaciones. Tal como señalan los editores, "zonas todas que se definen con sus específicos ritmos y al calor de la constitución de mercados nacionales, influjos internacionales y migraciones muy puntuales de hombres, bienes e ideas desde o hacia Buenos Aires, el resto de América o Europa" (p. 28). Una perspectiva "más abierta y compleja de los procesos de diferenciación social y cultural" (p. 27) que, salvando las distancias temáticas, (me) remite al clásico y siempre vigente llamamiento del antropólogo noruego Frederik Barth (1976) a descentrar el foco de la investigación de la constitución interna y de la historia de los grupos étnicos para dirigirlo a los límites étnicos y su persistencia.2

Tanto Córdoba como cada una de las "zonas" abordadas en este libro no son entendidos como entidades cerradas, preexistentes; contrario a eso, la reflexión está orientada a advertir cómo "se hacen y deshacen ciertas realidades territoriales o culturales" (p. 24) a partir de y en los contactos y las interacciones.

Quien se adentre en las páginas de Culturas interiores se encontrará con diversas estrategias de abordaje de estas "zonas", territorios siempre en movimiento: a través del análisis de determinadas instituciones, asociaciones y formaciones culturales (María Victoria López con su análisis del Ateneo de Córdoba entre 1894 y 1913; Adriana Petra y su investigación sobre la "experiencia intelectual" del "grupo cultural" nucleado en torno a la revista Pasado y Presente); mediante la reconstrucción de trayectorias intelectuales construidas como relevantes para la exploración de zonas específicas dentro del campo cultural e intelectual de Córdoba (Ana Clarisa Agüero, quien estudia la figura de Vicente Rossi en su carácter múltiple de escritor/impresor/ editor; Ezequiel Grisendi, y su estudio sobre la temprana iniciación de la sociología en el espacio universitario cordobés a través de la trayectoria social e intelectual de Enrique Martínez Paz; Fernando Rodríguez, y su exploración de la figura de Brandán Caraffa, un intelectual "secundario" para cierta historiografía sobre el movimiento reformista; Diego García, quien realiza un recorrido por la historiografía cordobesa en los '60 a través de la figura de Garzón Maceda); por medio de la opción por ciertos "eventos densos" como puntos de entrada para problematizar cuestiones más amplias (Pablo Requena con su análisis del homenaje al escritor Arturo Capdevila en 1935, presentado por Raúl Orgaz); o bien, a través del estudio de determinados productos culturales (Ricardo Martínez Mazzola y su indagación sobre El último caudillo, de Carlos Sánchez Viamonte; y Carolina Romano y su abordaje de la nueva figuración de los '60 a través de la serie pictórica "Adán y Eva", de Roberto Viola).

Más allá de la diversidad de temas y perspectivas (que aquí he simplificado en extremo), el eje fundamental que atraviesa todos y cada uno de los capítulos -porque no funcionan en absoluto como producciones individuales compiladas en un único volumen- que componen este libro podría ser definido como de tipo teórico-metodológico. Se trata de una particular mirada sobre el objeto de estudio, atenta a los cruces, a los contactos, a la circulación, que pondera en la misma medida -y hace dialogar fructíferamente- las dimensiones temporales y espaciales de los diversos procesos culturales estudiados. En este sentido, la "Introducción" luce como punto de partida y texto medular de Culturas interiores, ya que en ella Agüero y García señalan -casi a la manera de un manifiesto programático- los puntos centrales de un modo de hacer historia cultural e intelectual que cada uno de los artículos pone en acto de manera cabal, en torno a diversos objetos de estudio. Esta mirada particular invita, dicen los editores, "a pensar a Córdoba en términos de geografía de la cultura" (p. 15), restituyendo el clásico vínculo entre espacio e historia (entre geografía e historiografía) que los esquemas habituales de comprensión de la historia cultural de Córdoba han dejado de lado por mucho tiempo.

Pensar a Córdoba en la geografía de la cultura lejos está, como reconocen los editores, de constituir una propuesta novedosa, sino que se inscribe en una cadena de reflexiones que se remonta al nombre y la obra de Fernand Braudel. Y que, a su vez, reconoce "antecedentes particulares", principalmente en la obra del historiador Carlos Sempat Assadourian, traductor del legado braudeliano para la historiografía económica y social cordobesa. El mérito de este equipo de investigación es traer de nuevo a la escena historiográfica (no solo) local aquel conjunto de reflexiones que impactaron en algunas áreas de la investigación histórica, como la historia económica, política o social, mas no en los trabajos de historia cultural. Ese traer de nuevo supone no solo "entablar una relación más fluida y nutritiva con la historiografía cultural occidental de los últimos 30 años", sino también "identificarse con la sutura de aquella interrupción (o elisión) del impacto braudeliano" (p. 23). En este sentido, la apuesta del equipo podría pensarse a partir de la acción de "costurar" -evidenciando los cortes- tradiciones, perspectivas, zonas de la historiografía y disciplinas en torno a una reflexión histórico cultural que reconozca, entre otras cosas, la heteronomía de fenómenos por mucho tiempo estudiados desde una mirada exclusivamente local/localista.

Colocar a Córdoba en la geografía de la cultura implica romper con varios supuestos que durante largo tiempo han sido reproducidos en y por la historiografía local, como lo son el combate entre "modernidad y tradición" que signaría cierta particularidad cordobesa; y la supuesta "modernidad provinciana" -que se construye en oposición a una "cosmopolita", "verdadera"- que resultaría del triunfo de la tradición y que serviría de fundamento del devenir de la cultura en Córdoba.

Ante esto, quienes escriben en Culturas interiores adoptan una mirada diferente, que abandona esos supuestos para privilegiar el estudio de las relaciones sociales, para "seguir las rutas de los agentes, de las ideas, de las obras [.] ligadas a Córdoba en Buenos Aires, en México, en París, así como observan individuos y hechos sociales ligados a estas ciudades en Córdoba" (p. 13). De este modo, lejos de reforzar ciertos esencialismos acerca del "fenómeno cordobés", los autores contribuyen a descentrar aquello que parecía tan central, excepcional e inalterable mediante una reconstrucción y problematización de los contactos, de las circulaciones, de los fenómenos de producción y reproducción, de las redes y las trayectorias. Esta mirada histórica "geográficamente enriquecida" sobre Córdoba enfatiza su "carácter de encrucijada dentro de cambiantes 'mapas' [.] su condición de lugar de paso, sede temporaria o sitio de recreo en el marco de realidades territorialmente cambiantes" (p. 24). Si esto viene a construir una "relativa particularidad cordobesa" es algo a continuar discutiendo, pero a partir de la lectura de este libro se torna válido -y necesario- afirmar que debería ser el punto de partida de cualquier indagación histórica sobre Córdoba.

El "Epílogo" que incorpora esta segunda edición funciona como algo más que un resumen de los principales aspectos abordados en el libro. A través del mismo, Agüero y García convocan a una práctica historiográfica orientada a reformular los mapas de la historia de la cultura argentina. El desafío que colocan para la historiografía intelectual y cultural por venir no consiste en "completar" la cultura nacional con múltiples historias locales/ provinciales/regionales (más allá del señalamiento respecto del efectivo desbalance en la producción historiográfica, concentrada sobre todo en la capital del país), sino en formular nuevos programas de pesquisa que avancen "en una comprensión relacional de ese conjunto" (p. 288), en la cual los alcances y sentidos de "lo nacional" y "lo local" son redefinidos constantemente y no sin tensiones.

Hay pistas concretas para avanzar en esta línea. En primer lugar, el reconocimiento de la vasta historiografía ya existente en torno a las articulaciones entre lo local y lo regional, en relación con espacios más amplios, no solo para el caso cordobés. Luego, y a partir de ese reconocimiento, considerar otro tipo de figuras, más allá de (o junto a) las elites intelectuales: periodistas, impresores, editores, maestros, traductores, jueces y todo un conjunto de otras figuras que los autores refieren bajo la rúbrica de "mediadores culturales" (p. 290). Este movimiento ampliatorio del área social abordada por la historia cultural e intelectual es, para los autores, fundamental para avanzar en una comprensión complejizada de los fenómenos culturales. Finalmente, en esta misma dirección, atender a la "cuestión de los contextos activos en todo fenómeno cultural" (p. 292), para lo cual retoman la práctica contextualista inspirada en la microhistoria italiana y ampliamente difundida por Jacques Revel.

Al leer el "Epílogo" me sentí tentada de ejercitar algunas de las preguntas que allí se formulan para (re)pensar las modalidades de circulación de ideas, figuras y objetos culturales, colocando como referente empírico este mismo libro. ¿Qué contextos es posible restituir a partir de este objeto-libro? ¿En qué redes sociales se inscribe? ¿Cuáles son las marcas materiales presentes en cada una de las ediciones y qué nos dicen sobre particulares modalidades de circulación de ideas, personas y bienes simbólicos? Interrogantes que no están colocados aquí para ser respondidos sino como una forma de hacerse eco de uno de los principales aportes que realiza este libro que, a través de indagaciones concretas, nos convoca a alterar las condiciones de la reflexión histórica. No solo a los fines de complejizar las miradas en torno a la historia cultural e intelectual de Córdoba, sino también para traer al centro de la discusión la misma práctica historiográfica.

María Lucía Tamagnini
Instituto de Humanidades-FFYH-UNC / CONICET

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