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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.1 Bernal jun. 2016

 

RESEÑAS

Daniela Slipak, Las revistas montoneras. Cómo la Organización construyó su identidad a través de sus publicaciones, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015, 272 páginas

 

Al contrario de lo sugerido por un título que describe con mucha prudencia su contenido, el libro de Slipak sobre la identidad política montonera comprende un significativo arco de problemáticas históricas, teóricas y políticas que convierten sus casi 300 páginas en una obra notable, especialmente sobresaliente en el contexto de la prolífica y no siempre interesante literatura sobre las organizaciones armadas de las décadas previas a la última dictadura militar. Parte de un recorrido iniciado con dos tesis de Maestría y Doctorado, el trabajo plasmado en Las revistas montoneras. amplía de un modo ciertamente original el horizonte a partir del cual pensar la trayectoria histórica de Montoneros.

En el ámbito de las Ciencias Sociales, el modo de renovar agendas parecería poder resumirse en dos estrategias: una que tiende a los márgenes de los temas considerados centrales y construye nuevos objetos de análisis, y otra que apunta al centro de un campo dado de estudios para reconsiderarlo y proponer un enfoque que lo transforme. Es sin dudas esta última vía la elegida por Slipak al poner bajo análisis la organización armada más connotada de la historia reciente argentina. ¿Cómo lo hace? Mediante la interrogación histórica y conceptual acerca de una cuestión que como la identidad política montonera suele darse por descontada; y sosteniendo tal interrogante a través de una lectura aguda, exhaustiva de sus revistas oficiales, El Descamisado, El Peronista lucha por la liberación, La Causa Peronista, y la clandestina Evita Montonera; además de su "antecedente simbólico", Cristianismo y Revolución, y las publicaciones de los dos grupos disidentes más importantes hasta 1976: Puro Pueblo, de la Columna José Sabino Navarro, y Movimiento para la Reconstrucción y la Liberación Nacional, editada por simpatizantes de la Juventud Peronista Lealtad.

En la línea de la sociología política de las identidades inspirada en nuestro medio por Gerardo Aboy Carlés y en productivo diálogo con la teoría política clásica y contemporánea (las referencias fundamentales dentro de esta última son Hannah Arendt y los franceses Claude Lefort y Pierre Rosanvallon), Las revistas montoneras. propone reconstruir la densidad y la peculiaridad históricas de la identidad de esta organización armada entendiendo esta como una configuración de representaciones que estructuraron solidaridades y pertenencias de grupo, y otorgaron sentido a sus acciones públicas: una tradición reinventada y un proyecto de futuro, las relaciones imaginadas de antagonismo con otros actores presentes y pretéritos, una idea de comunidad deseada y la fijación de una normatividad interna.

Cada una de esas dimensiones constitutivas del concepto de identidad preside el articulado de los capítulos que despliegan un hilo argumental sostenido a lo largo del libro en discusión con lo que Slipak llama las teorías del "desvío" y del "espejo", es decir, la idea presente en distintos estudios de la experiencia montonera (pero primero en evocaciones testimoniales) según la cual la militarización y la burocratización de la organización, y el sobredimensionamiento de la violencia en desmedro de la política a mediados de la década del '70 habrían sido desviaciones o perversiones del proyecto político originario, ocurridas por imitación de la lógica de otros actores políticos (las fuerzas armadas, el gobierno u otros grupos armados). En la discusión con este argumento resulta clave el comienzo por Cristianismo y Revolución, la publicación de García Elorrio y Ahumada que aunque fue anterior a la formación de la guerrilla montonera contó con la participación de algunos de sus miembros fundadores y resultó, según argumenta Slipak, un antecedente simbólico en la escenificación de la guerra como forma privilegiada y horizonte comprehensivo de la lucha política. A partir de aquí, sostiene la tesis de la autora, la imbricación de política y violencia fue consustancial al núcleo ideológico del proyecto montonero y no un desvío ulterior. El imaginario bélico permeó la forma como representó esta publicación -y a través suyo, la prensa orgánica posterior- la política, las relaciones con sus antagonistas, así como la rigidez y la uniformidad con que se delinearon el propio cuerpo político y el militante heroico arquetípico. En uno de los tramos especialmente esclarecedores del libro, Slipak muestra las diversas acepciones de la violencia que en Cristianismo y Revolución se aunaron a la gramática bélica y a las figuras de la escatología cristiana: violencia por reacción a otra anterior que proviene desde arriba; violencia como medio para realizar la toma del poder; como fin en sí misma en tanto espacio de realización y gestación del "hombre nuevo"; y violencia asociada al ejercicio de una justicia popular. El resultado de esa mezcla dio en palabras de la autora "una particular relación entre el proyecto grupal y la vida individual [.] [la construcción de] las solidaridades políticas a partir de las imágenes del sacrificio, la inevitabilidad de la victoria y la existencia de conflictos absolutos" (p. 232).

La polémica central del libro se bifurca en discusiones parciales a medida que el argumento avanza, como la sostenida en el segundo capítulo, "El descamisado: los orígenes del pueblo", con la clásica interpretación de Sigal y Verón en Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista (1986), acerca de la "trampa" en que habría caído la Juventud Peronista ante la imposibilidad de elegir entre Perón y el pueblo. Slipak discute este postulado y el de la ausencia de un origen definido en la narrativa identitaria montonera. Si el mito del 17 de octubre evocaba la imagen de un vínculo inmediato entre los dos polos de la díada peronista, un pueblo feliz y un rol constitutivo para Perón en su consecución, el mito de la Resistencia Peronista movilizaba, por el contrario, la noción de un vínculo frustrado, la de un pueblo combativo y autónomo, y un papel secundario para el líder en el exilio. Ahora bien, aunque implícitamente, hay aquí también una impugnación metodológica al paradigma discursivo-estructuralista que hizo célebre al libro de Sigal y Verón. Porque si allí se subrayaba la importancia analítica del dispositivo de enunciación por sobre los enunciados para la correcta (científica, podríamos agregar) interpretación del fenómeno peronista, Slipak les devuelve todo su espesor y complejidad a los enunciados montoneros para extraer de ellos su significación histórica y política.

Es por lo tanto a partir del tercer capítulo del libro que la densidad en la interpretación de las ideas vertidas en la prensa montonera da sus frutos más originales. En su repaso de la configuración del espacio de alteridades trazado entre El Descamisado (1973-1974) y La Causa Peronista (1974), la autora revela que al asignar el lugar del "otro" a dirigentes sindicales, políticos y funcionarios del gobierno, asociados a la función de intermediación o negociación, Montoneros no solo heredó del peronismo precedente un antiliberalismo reticente a los mecanismos formales de alternancia de las poliarquías, sino que abrigó una concepción "inmediata" de la democracia y de la voluntad popular según la cual -la autora retoma aquí decisivamente a Rosanvallon- el cuerpo unido del pueblo se daba por supuesto y se descartaba, por tanto, todo mecanismo o mediación institucional que lo configurara. Se rechazaban así dos versiones alternativas del peronismo: la de un movimiento que fuera parte del sistema político y compitiera en elecciones frente a otros partidos, y la de "un peronismo que se asentara en una organización segmentada de la sociedad a través de asociaciones intermedias entre el Estado y los individuos (sindicatos, partidos políticos y demás organizaciones de la sociedad civil)" (p. 126). "Para las revistas, antes que configurar la voluntad popular, el pluralismo institucional y las agrupaciones intermedias eran una amenaza para la díada peronista, dado que terminarían por corromperla" (p. 128). El argumento esbozado culmina señalando la pretensión de "representación-encarnación" del pueblo por parte de Montoneros, para lo cual Slipak retoma elaboraciones de Kantorowicz, Lefort y, nuevamente, Rosanvallon. Si respecto del liderazgo de Perón la visión de la prensa orgánica oscilaba entre la teoría del cerco y la crítica explícita, el principio de verticalidad se mantenía, en cambio, intacto, y el papel dirigente podía recaer alternativamente en el viejo líder o en la conducción montonera. Lo que importa destacar, dice la autora, más que el intento de Montoneros de reemplazar a Perón, es la distinta concepción de comunidad que ostentaban uno y otros: la cúpula montonera concebía la voluntad popular como inmediata, es decir, existiendo allí, ya dada naturalmente, sin necesidad de su configuración mediada por instituciones -como era la concepción del propio Perón-, por lo que solo restaba encarnar al pueblo y evitar cualquier intermediación que pervirtiera ese vínculo de "representación-encarnación". Simbólicamente, explica Slipak, Montoneros se ubicó al mismo tiempo en el lugar del sujeto representado y en el del representante, en "el lugar de quien incorpora una sustancia y también la conduce" (p. 234). "Con ese mecanismo pudo condensar aquello que exhibió su reconstrucción de la tradición peronista y que también sobrevoló sus exclusiones y vínculos contemporáneos: la tensa oscilación entre la importancia del liderazgo y el protagonismo combativo del pueblo" (p. 140), concluye.

La exploración de la imagen comunitaria delineada en las publicaciones orgánicas concluye en el último capítulo del libro, "Evita Montonera: la ley de la revolución", donde se desmenuzan los indicios en esa revista clandestina acerca de la normativa que regía la vida interna de la organización. Si el sacrificio, la obediencia -incluido el mandato de resistencia ante la tortura- son aspectos de la disciplina codificada que trabajos anteriores han subrayado, Las revistas montoneras. pone en evidencia la imbricación entre ámbitos políticos, familiares e íntimos, entre moral y política, identificando las escenas difundidas en la publicación de circulación clandestina en las que no quedaba admitido ni para el "fuero íntimo" del militante observar la diferencia con la Organización. En la consideración de esta cuestión la autora reelabora argumentos de teóricos de la modernidad política y la democracia como Koselleck, Lefort y de nuevo, con una significación destacada en la tonalidad general de la interpretación, Arendt.

La totalidad del libro da muestras de la retroalimentación productiva y poco frecuente en el ámbito local de la historia reciente entre un marco de hipótesis teóricas y la lectura lúcida de las fuentes. El cuarto capítulo sobre las disidencias montoneras guarda un lugar especial en ese sentido. Porque si hay un andamiaje teórico-filosófico insoslayable para responder a la pregunta por la identidad política montonera, el trabajo con documentación menos transitada, como las publicaciones de las rupturas orgánicas más importantes hasta 1976, revela otros caminos alternativos presentes en la arena histórica de esa década. Tales alternativas existentes en el pasado, "las otras revoluciones peronistas" como subtitula Slipak este cuarto capítulo, destacan por contraste el carácter contingente de la tradición peronista inventada por Montoneros. Inevitablemente situado en el 2015, el libro desestima con elegancia un tópico habitual en el debate sobre el tema: si la pertenencia de Montoneros al tronco del peronismo era o no legítima. El capítulo sobre las disidencias de la Columna José Sabino Navarro y la Juventud Peronista Lealtad arroja intensa luz sobre otro punto clave: la medida en que los estudios historiográficos y las evocaciones testimoniales estructurados en torno a la idea del "desvío" militarista o burocrático (y que impugnaron la apropiación por Montoneros de la noción de vanguardia y del marxismo ajenas a la tradición peronista), replicaron los argumentos de la segunda de esas disidencias, argumentos que, como muestra Slipak, funcionaron en su momento como un mito de ruptura de la nueva agrupación. La perpetuada vigencia de la teoría del "desvío" o el "espejo" militarista, marxista o disciplinario se explica para la autora por su "papel crucial en la explicación que algunos sectores de la militancia dieron al fracaso" y, más en general, por las dificultades de la "puesta en sentido de una historia, en verdad, bastante más tensa y ambigua de lo que suele reconocerse" (pp. 239-240). Gracias al libro de Slipak esa historia comienza a hacérsenos más inteligible.

Laura Ehrlich
UNQ / UBA / CONICET

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