SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.20 número1Música, dictadura, resistencia. La Orquesta de París en Buenos Aires índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.1 Bernal jun. 2016

 

Fichas

 

La sección es organizada por Martín Bergel, Gabriel Entin y Ricardo Martínez Mazzola.

 

La sección Fichas se propone relevar del modo más exhaustivo posible la producción bibliográfica en el campo de la historia intelectual. Guía de novedades editoriales del último año, se intentará abrir crecientemente a la producción editorial de los diversos países latinoamericanos, por lo general de tan difícil acceso. Así, esta sección se suma como complemento y, al mismo tiempo, como base de alimentación de la sección Reseñas, ya que de las fichas sale una parte de los libros a ser reseñados en los próximos números.

 


 

Achille Mbembe, Crítica de la razón negra, Buenos Aires, Futuro Anterior, 2016, 285 páginas

A solo tres años de su publicación original en francés, tenemos la fortuna de contar con la versión castellana de una obra fundamental y destinada a convertirse en un clásico no solo para los estudios poscoloniales, sino para el vasto pensamiento crítico de nuestros días. Precedida por un prólogo de Verónica Gago y Javier Obarrio, la Crítica de la razón negra, del camerunés Achille Mbembe, se nos presenta como una deconstrucción política y cultural del mundo contemporáneo mediante la renovación de la lógica imperialista que, desde la provincialización de Europa tras la segunda posguerra, impone nuevas formas de dominación del sujeto, como la necropolítica y el gobierno privado indirecto. Según Mbembe, “el capitalismo racial es el equivalente de una vasta necrópolis que descansa en el tráfico de muertos y de osamentas humanas”, algo que sucede bajo un neoliberalismo que, fusionado por primera vez con el animismo, captura, devasta y saquea un mundo cuyo drama ya no reside en una multitud explotada, sino en su expulsión del sistema y su conversión en humanidad superflua y prescindible para las necesidades del capital. Junto a su indudable evocación kantiana vía Foucault y la recuperación del legado de Frantz Fanon, el dispositivo “razón negra” debe ser entendido, en realidad, como un “devenir-negro-del-mundo” que no solo remite a la situación africana, sino a la expansión de los procesos de racialización que, en la actualidad, afectan a todo el planeta, resemantizando así un uso tal como lo hace Boaventura de Sousa Santos con “sur” cuando piensa una epistemología emancipatoria. En su conjunto, la obra se quiere tanto una pieza literaria de gran elegancia –algo que esta traducción no descuida gracias al buen oficio de Enrique Schmukler– como una sucesión de pliegues enhebrados por múltiples saberes mediante una inspiración más posdisciplinaria que ecléctica, condición que, por cierto, no pierde en ningún momento su carácter histórico.

Andrés G. Freijomil


 

Emmanuel Biset et al., Sujeto. Una categoría en disputa, Buenos Aires, Ediciones La Cebra, 2015, 429 páginas

El Programa de Estudios en Teoría Política del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad de la UNC y el CONICET viene realizando desde el año 2011 publicaciones colectivas producidas en el marco del pensamiento político posfundacional. La obra más reciente, Sujeto. Una categoría en disputa, despliega respuestas siempre abiertas a una pregunta por el estatuto ontológico de la categoría de sujeto. Allí se recuperan perspectivas diversas que van desde Foucault, Lacan, Derrida, Rancière, Laclau, Butler, entre otros. El libro se compone de doce capítulos y una rica introducción en la que se presenta el contexto de producción teórica en que se inscribe la obra. En el primer capítulo, en que Emmanuel Biset reconstruye una crítica del sujeto desde su herencia metafísica, parte de Martin Heidegger y llega hasta Jean-Luc Nancy. En el segundo capítulo Sofía Soria retoma la pregunta por el sujeto desde una perspectiva decolonial. El tercer capítulo, de autoría de Natalia Lorio, analiza posibles articulaciones, aporías y consecuencias políticas entre la noción de soberanía de Georges Bataille y la categoría de sujeto. En el capítulo cinco Manuel Ignacio Moyano aborda críticamente la cuestión desde el pensamiento de Giorgio Agamben. Los tres capítulos subsiguientes ensayan diversas propuestas a la luz del psicoanálisis lacaniano. Natalia Lorio y Mercedes Vargas desarrollan el concepto de sujeto en Lacan desde la dialéctica del deseo, identificando las derivas teóricas de esta perspectiva para pensar la política. Roque Farrán aborda la noción de sujeto desde el prisma del nudo lacaniano y propone puntos de diálogo con otros abordajes teóricos, especialmente con la perspectiva de Alain Badiou. Daniel Groisman problematiza la articulación entre Badiou y Lacan para pensar posibles vínculos entre sujeto, política y psicoanálisis. Los últimos cuatro capítulos ponen el foco en las relaciones entre discurso, sujeto, política y poder desde apuestas teóricas diversas. Hernán García realiza una aproximación a esta cuestión desde una mirada foucaultiana. Natalia Martínez Prado problematiza el concepto de sujeto a la luz de la perspectiva feminista y desde la noción de performatividad del lenguaje. Carolina Juaneda y María Aurora Romero piensan las relaciones entre sujeto y ciudadanía desde las tensiones entre sujeción y subjetivación. Juan Manuel Reynares se aboca al estudio del problema del cambio social en relación con la dimensión subjetiva y recupera una ontología política discursiva. Finalmente, Fernando Chavez Solca analiza la noción de sujeto desde la perspectiva de Jacques Rancière.

Ana Lucía Magrini


 

Maya González Roux y Enrique Schmukler (eds.), Seis formas de amar a Barthes, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2015, 117 páginas

Desde la circulación de las primeras traducciones al castellano por parte de José Bianco, Nicolás Rosa y Oscar Terán, entre otros, a principios de los años 1970, junto a un trabajo de difusión que encontrará su punto de inflexión en la antología El mundo de Roland Barthes publicada por Beatriz Sarlo en 1981, la recepción de la obra barthesiana –sin dudas, una de las más importantes de la historia intelectual del siglo XX– ha ocupado un lugar de primer orden en el campo cultural argentino. Seis formas de amar a Barthes se inscribe en esta tradición y tal vez no haya mejor modo de presentar esta antología crítica que a partir de un gesto amatorio definido en Fragmentos de un discurso amoroso: “el gesto del abrazo amoroso parece cumplir, por un momento, para el sujeto, el sueño de unión total con el ser amado”. ¿Cómo amar al maestro, unirse a él en un abrazo, sin caer en la idolatría o hundirse en los peligrosos determinismos de la canonicidad? Tal es lo que han escudriñado con suma prestancia Maya González Roux y Enrique Schmukler al editar esta obra con la complicidad de seis brillantes ensayos, tres de los cuales ellos mismos traducen del francés. Así pues, Julia Kristeva indagará la extrañeza barthesiana hacia la literatura y su propia obra junto a la invención de un lenguaje crítico como gesto de transición entre el autor y los lectores. Tiphaine Samoyault (autora de una monumental biografía de Barthes publicada en 2015) elabora el vínculo de fascinación que Barthes mantenía con las lenguas extranjeras a pesar de o debido a que no dominaba realmente ninguna, a través de una triple cartografía: las lenguas reales, aprendidas y secretas. Alberto Giordano se arrojará a la historización del Barthes crítico-ensayista como parte de una genealogía francesa que se remonta al propio Montaigne. Éric Marty (editor de los cinco volúmenes de sus Œuvres complètes) se pregunta si existe en Barthes una crítica radical de la idea de mimesis o bien su liberación por medio de la visibilidad de las imágenes. Silvio Mattoni rastreará al “poeta” de Mitologías y de qué modo los objetos más insospechados de la vida cotidiana pueden convertirse en mito. A modo de coda, Edgardo Cozarinsky traza una semblanza personal de quien ha sido uno de sus grandes maestros. En suma, un trabajo valioso de bella factura material que revisa y refuerza el legado de una obra inagotable.

Andrés G. Freijomil


 

Peter Burke, El sentido del pasado en el Renacimiento, Madrid, Akal, 2016, 201 páginas

Curiosa celebración nos depara la aparición en castellano de este trabajo del primer Peter Burke, publicado originalmente en 1969. La obra, que versa sobre la idea de pasado durante el Renacimiento y que, ya desde su primera versión, intentaba evitar caer en una mera “historia de la historiografía”, conlleva los evidentes problemas de recuperar un escrito que tiene ya casi medio siglo, pero con la indudable ventaja de incorporar a nuestra lengua un objeto histórico cuya bibliografía no es mayormente abundante. Para atenuar los embates del tiempo, Burke ha incluido un prólogo a la edición española y un apéndice que, con gran esfuerzo, intentan situar la obra y poner al día las últimas investigaciones sobre el objeto. Asimimo, no conviene olvidar lo que la edición de Akal disimula y el prólogo tampoco aclara: la obra pertenece, en su original inglés, a una colección titulada Documents of Modern History por lo que el lector no deberá sorprenderse al encontrar, tras la introducción general de cada uno de los capítulos, extensas citas de los autores analizados puesto que el espíritu de esa colección era, precisamente, ofrecer una suerte de antología comentada. Esta variable se convierte en un insumo importante para aquellos textos renacentistas que no tienen traducción en nuestra lengua, pero atenta contra la profundidad de análisis para un libro ya de por sí muy breve. El esquema interpretativo que sigue Burke está marcado por tres variables que recorren toda la obra: el sentido del anacronismo, la necesidad de contrastación de los datos y el interés por las causas, cuestiones que el Renacimiento habría inaugurado en beneficio de una nueva idea de pasado frente a su virtual inexistencia durante la Edad Media. Este último juicio tal vez resulte demasiado extremo para una historiografía medieval que, en las últimas décadas, ha realizado notables descubrimientos y matizado buena parte de su imagen tradicional, sobre todo desde que Bernard Guenée publicó en 1980 el ineludible clásico Histoire et culture historique dans l’Occident médiéval que, con gran humildad, Burke menciona en el prólogo, pero que, al no reescribir su obra, queda tan solo como alerta para los lectores. En todo caso, la obra será de enorme valor como manual al uso y como apertura de un campo historiográfico que, en nuestra lengua, necesita, sin duda, de nuevos expertos.

Andrés G. Freijomil


 

Sebastian Conrad, What is global history?, Princeton y Oxford, Princeton University Press, 2016, 300 páginas

El notable incremento de la historiografía modelada a partir de la “escala global” en los últimos años ha proyectado ciertos consensos respecto de la conectividad geográfica entre diferentes procesos a la vez que disparó debates respecto de las condiciones de desigualdad y concentración de recursos a escala planetaria. Si bien ese interés no parece enteramente nuevo, la dimensión global de los estudios históricos se presenta como un nuevo mainstream en la producción académica internacional. Sebastian Conrad explora los contornos de esta perspectiva recolocando el “boom de la historia global” en el marco de las transformaciones político-culturales que siguieron al derrumbe de la Unión Soviética, a la expansión de las tecnologías de la información y a la acentuación de los conflictos migratorios. Los énfasis en el trabajo historiográfico sobre redes, nodos, flujos y circulaciones transnacionales como instancia superadora del “nacionalismo metodológico” tradicionalmente propio de las ciencias sociales y humanas permiten a Conrad verificar tanto el significativo éxito de la historia global como las variantes específicas que asumió: desde la historia total de “biografías globales” de objetos discretos, a aquella que inscribe uno o más casos nacionales en un marco global que le otorga sentido, pasando por las historias de intercambios o conexiones transnacionales.

Conrad, profesor de historia global en el Friedrich-Meinecke-Institut de la Freie Universität Berlin, explora en este libro los diferentes derroteros de la historia global cuya potencialidad interpretativa no debe ocultar sus propias limitaciones, tanto heurísticas como metodológicas. Tras un breve repaso sobre las tradiciones historiográficas que pensaron sus objetos a escala planetaria, Conrad señala el estado actual de la competencia en el “mercado académico” entre la historia global y otras perspectivas, como la historia transnacional, teoría de los sistemas-mundo, los estudios poscoloniales o las aproximaciones sobre las modernidades múltiples. Respecto de estas, la historia global ofrecería una versión mejor entramada de las conexiones entre sociedades al examinar las grandes estructuras de integración que posibilitan aquellos contactos a la vez que privilegia el efecto concreto de las transformaciones globales en el cambio social a escala nacional/ local. A partir del “spatialturn” que experimenta la historiografía en el último cuarto de siglo, Conrad contribuye a la discusión sobre la historia global con este estimulante libro.

Ezequiel Grisendi


 

Maria Rubins, Russian Montparnasse. Transnational writing in Interwar Paris, Nueva York, Palgrave/ MacMillan, 2015, 302 páginas

Metrópolis cultural mundial, la París de entreguerras se constituyó no solo en el destino predilecto de los intelectuales, artistas y escritores que acudían a la capital francesa en búsqueda de involucrarse en nuevas tendencias estéticas, trabarse en debates filosóficos o consagrarse en el medio literario. Si para muchos la estación parisina representaba un momento anhelado de su circuito europeo de formación cultural, para otros el contacto con la bohemia de Montparnasse se relacionó a exilios (o auto-exilios) políticos o recorridos diaspóricos aún escasamente estudiados. A diferencia de las comunidades de intelectuales estadounidenses o latinoamericanos, que han recibido mayor atención, Maria Rubins concentra su estudio en los emigrés culturels rusos y su notable dinámica en la París de los años veinte, atendiendo a los espacios de sociabilidad literaria, sus publicaciones periódicas y los contactos generados entre estos y el resto de la escena intelectual francesa. En las figuras de Vladislav Khodasevich, Gaïto Gazdanov, Dmitry Merezhkovsky, Boris Poplavsky, Yury Felzen, Vasily Yanovsky e Ivan Bunin se resumen algunas de las trayectorias que permiten a Rubins trazar los derroteros de esa “comunidad transnacional”.

La práctica literaria de los exiliados rusos es analizada a partir del posicionamiento de dos grupos, aquellos que arribaron a París con un reconocimiento adquirido e identificados como “guardianes de la nación rusa” frente a la “nueva generación” de escritores forjados en los cafés parisinos, partidarios de una renovación estética de vanguardia que pronto los enfrentará a sus mayores. El “ambiente distópico” de Montparnasse propició, según Rubins, las condiciones sociales y culturales que suspendían, al menos parcialmente, las referencias binarias que condenaban a los refugiados culturales rusos. En ese microcosmos de librerías, ateliers y cafés se forjó un “diálogo intercultural con la literatura de vanguardia occidental” que permite explicar derivas literarias posteriores. A lo largo de doce capítulos y con un especial cuidado en el trabajo de fuentes, Rubins muestra cómo el círculo del “Montparnasse ruso” fue no solo una experiencia de intelectuales emigrados de notable actividad, sino que en torno a sus producciones se interpelaron también los cánones políticos y culturales de una literatura nacional mediante intervenciones transnacionales.

Ezequiel Grisendi


 

Adrián Gorelik y Fernanda Areas Peixoto (comps.), Ciudades sudamericanas como arenas culturales, Buenos Aires, Siglo XXI, 2016, 466 páginas

Pivoteando en derredor de la figura de la ciudad latinoamericana como una “arena cultural” incitante y multiforme, mestiza y excesiva (una figura reelaborada a partir de una propuesta de comienzos de los años ‘80 de Richard Morse, pionero en los estudios sobre cultura urbana en el continente), el libro organizado por Adrián Gorelik y Fernanda Areas Peixoto recoge veintitrés provocadoras incisiones en distintos momentos de la historia pluridimensional de urbes como Buenos Aires, São Paulo, Lima, Quito, Bogotá, Córdoba, Río de Janeiro y Montevideo, entre otras. Aunque esas aproximaciones son deliberadamente heterogéneas en cuanto a los temas y los abordajes que proponen, un espíritu común las recorre y las hace dialogar entre sí. Y es que el volumen, resultado de tres años de trabajo colectivo, lleva de manera indeleble la marca del tipo de trabajo que Gorelik ha desplegado en su trayectoria como especialista en el objeto “ciudad latinoamericana”, a partir de una perspectiva que se ha propuesto reconstruir sofisticadamente los modos en que tramas materiales urbanas y representaciones intelectuales y culturales de diversos aspectos de la ciudad se iluminan mutuamente y han producido a lo largo de la historia una gama de efectos recíprocos. Pero si en el libro esa premisa general se expresa productivamente y con distintos acentos en cada uno de los capítulos que lo componen, es porque ellos han estado a cargo de un destacado conjunto de investigadores. Así, en uno de los textos Lila Caimari ofrece una variación sobre el tema de Buenos Aires como ciudad de mezcla, a partir de una inspección del viaje de las palabras del lunfardo como lengua popular expansiva y proliferante en el escenario metropolitano del período de entreguerras; en otro, Julia O’Donnell ausculta una serie de registros culturales que participaron en los años 1940 y 1950 en la “invención de Copacabana” como espacio de condensación de un proyecto de ciudad, pero también de nación, a un tiempo distintivo y moderno, brasileño y cosmopolita; en un tercero, Guilherme Wisnik reconstruye dos momentos del Teatro Oficina, el grupo de vanguardia estética y arquitectónica que, enclavado en el tradicional distrito paulista de Bexiga, en su praxis artística se propuso desafiar los efectos sobre el tejido barrial tanto del autoritarismo militar de los años setenta como de la lógica de la especulación inmobiliaria de los años 2000. En conjunto, el libro ofrece un haz de miradas que destila una perspectiva del escenario urbano latinoamericano como espacio de mixturas, donde lo moderno, entendido como la producción de nuevas maneras de habitar y circular, de experimentar y de representar la ciudad, es interceptado en el cruce de ansiedades cosmopolitas, apuestas estéticas y circuitos y movimientos populares autónomos.

Martín Bergel


 

Andrés Kozel, Florencia Grossi y Delfina Moroni (coords.), El imaginario antiimperialista en América Latina, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación/CLACSO, 2015, 420 páginas

En los últimos quince años, la historiografía sobre el antiimperialismo latinoamericano se ha renovado con nuevos enfoques en torno de la historia transnacional y las redes intelectuales. Dicha renovación coincidió con un contexto geopolítico específico: la crisis del neoliberalismo, el giro a la izquierda de los países latinoamericanos y el distanciamiento respecto de las políticas impulsadas por los Estados Unidos. Este libro es una expresión de esta renovación a la vez que da cuenta del contexto que la hizo posible, en la medida en que se traza un amplio mapa del imaginario antiimperialista desde 1898 hasta su reflorecimiento en el presente. A diferencia de la gran mayoría de las contribuciones recientes que se inscriben en la historia intelectual y estudian el período que va desde 1898 hasta 1936, este libro, como señala Andrés Kozel en su introducción, propone tres ejes para analizar el imaginario antiimperialista latinoamericano: el de la historia intelectual y cultural, el problema de las injerencias y las intervenciones, y la economía política y la geopolítica. A pesar de que esta tríada no aparece cabalmente representada en los capítulos que integran el volumen, resulta sugestiva, porque habilita una reflexión sobre la relación entre el antiimperialismo y el imperialismo, que suele pasarse por alto.

El libro está dividido en cuatro partes, precedidas por una sugestiva y breve introducción de Kozel. En la primera parte se exploran algunos aspectos panorámicos generales del antiimperialismo latinoamericano. La segunda parte examina el período que va de la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898 hasta la intervención estadounidense en Guatemala en 1954. La tercera parte abarca el período que va desde la Revolución CUBAna hasta 1990. La cuarta parte se concentra en la historia reciente, desde el ascenso de Hugo Chávez al poder en Venezuela hasta la actualidad. El volumen reúne contribuciones muy variadas que por momentos no son del todo parejas, si bien algunas de ellas abren nuevos caminos para la investigación e incluso el debate político. Este es el caso de los capítulos de Kozel, Ana María Vara, José Julián Llaguno Thomas, Jaime Andrés Castro Serrano, Florencia Grossi, Delfina Moroni, Marcelo González, Kristina Pirker y María Luisa Eschenhagen, entre otros. Antes que como un volumen acabado y compacto, la obra se ofrece como una caja de herramientas para nuevas investigaciones sobre el antiimperialismo latinoamericano y también sobre el imperialismo.

Juan Pablo Scarfi


 

Juan Pablo Scarfi y Andrew R. Tillman (eds.), Cooperation and Hegemony in US-Latin American Relations. Revisiting the Western Hemisphere Idea, Londres, Palgrave Macmillan, 2016, 260 páginas

Este volumen tiene, entre muchos otros atributos, la particularidad de tensar críticamente categorías como la de “Hemisferio Occidental” al tiempo que las presenta como posibles renovaciones en el análisis de la cultura, la política y, sobre todo, disciplinas diversas como las relaciones internacionales y la ciencia política. La propuesta del libro pone en primerísimo plano una revisión de los diversos modos en que han sido analizadas las relaciones entre América Latina y los Estados Unidos. Ello implica tomar en serio la aserción de que ninguna de esas totalidades es autoexplicativa: los vínculos entre los Estados Unidos y América Latina deberían ser estudiados atendiendo a las complejidades de una historia que podría pensarse como común (las “Américas”), así como también atendiendo a las asimetrías que fueron constituyéndose como marca de agua histórica en sus desarrollos. Tanto la introducción –donde está planteado el objeto del libro, las elecciones de los editores–, cuanto cada uno de los capítulos –que, si bien son escritos por autores/as distintos explicitan el diálogo del cual el libro es un resultado más que fructífero– compaginan un trabajo que merecería una buena traducción al español. En primer término, porque da cuenta del interés y el esfuerzo en atravesar la historiografía sobre el problema investigado desde una perspectiva transnacional y global sin descartar por ello las especificidades (locales, nacionales, regionales, etc.), los “malentendidos” (funcionales, explícitos, implícitos, azarosos), las coerciones concretas (intervenciones estadounidenses de diverso tipo), así como también revisa algunos presupuestos en torno a disciplinas como las de las relaciones internacionales y/o la ciencia política cruzándolas con la historia de los intelectuales. Los dos primeros capítulos, a cargo de Charles Jones y Tanya Hermer, son reflexiones acerca del problema y sus alcances, que además recuperan una suerte de historia del tópico estudiado en disciplinas diversas, tanto latinoamericanas como estadounidenses; los cuatro capítulos que siguen, a cargo de Mark Jeffrey Petersen, Ricardo D. Salvatore, Juan Pablo Scarfi y Par Enstrom, explicitan apuestas teórico-metodológicas y estudios de caso. En todos se intenta construir otros ángulos de toma al revisitar viejos protocolos de análisis sin descuidar lo que esos protocolos tenían de certero: el vínculo no exento de problemas de la cooperación y la hegemonía entre América Latina y los Estados Unidos.

Ximena Espeche


 

Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte (eds.), Entre el humo y la niebla. Guerra y cultura en América Latina, Instituto Iberoamericano de Literatura Iberoamericana, 2015, 354 páginas

Entre las apuestas principales de este libro se encuentra decir la guerra: sus editores proponen retomar y discutir una serie de argumentos sobre la aparición y la reaparición de la guerra como tópico pero también como tecnología discursiva en la cultura latinoamericana. El foco está en la relación entre carencia y exceso: cómo la ausencia de la guerra ha tenido reverberaciones en la producción cultural latinoamericana. Dedicado a las representaciones letradas en tanto que prácticas, en un amplio sentido que va desde ficciones novelísticas a crónicas en el frente de batalla pero también la ausencia/presencia de fotografías sobre la guerra, el volumen tiene la virtud de poner en escena diversos ejemplos de latitudes distintas que operan en dos direcciones volviéndolas objeto de reflexión: el tiempo y el espacio. Tanto en lo que respecta a los temas trabajados y las fuentes revisadas, desde la Guerra de castas en el Yucatán de un México en construcción hasta la Amazonia en la Guerra con el Perú, o la guerra narco y la guerra de Malvinas, cuanto en la reflexión crítica sobre los escasos trabajos que han tenido a la guerra en América Latina como centro del análisis cultural.

Desde su introducción el libro está planteado como un interrogante teórico-metodológico sobre el estudio de la guerra y sus representaciones, y el andamiaje que las ha vuelto posibles en una región que pareciera haber hecho de la guerra, aclaran los editores del volumen, una ausencia a la hora de definir una identidad: Nuestra América. La organización del volumen propone un eje cronológico: encontramos estudios dedicados a los finales del siglo XIX, en un período ya reconocido como de formación de los estados nacionales, hasta la actualidad, en que esa misma formación ha sido objeto de múltiples cuestionamientos. Y, al mismo tiempo, otros ejes entran en juego: desde la sincronía en los capítulos dedicados a un período similar pero a territorios diversos, que en algunos casos superponen las guerras en la definición de fronteras (interiores y exteriores), hasta la pregunta por los supuestos en los que el estudio de la guerra está inscripto; desde la definición disciplinar (las geografías, las historias, las literaturas) hasta la pregunta por la productividad –pero también por lo que podría obturar– el seguimiento siempre igual de una suerte de repetición en el estudio de los “protocolos” de representación de la guerra. La elección ha sido –ya sea en la introducción o en cada capítulo– ensayar, más que una respuesta, una nueva formulación a la pregunta sobre la relación entre guerra y cultura.

Ximena Espeche


 

Hugo Vezzetti, Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista. Batallas ideológicas en la guerra fría, Buenos Aires, Siglo XXI, 2016, 290 páginas

Las interacciones entre el campo disciplinar de la psiquiatría y el psicoanálisis y el movimiento comunista son parte de un capítulo intenso en la historia intelectual del siglo XX, en especial durante la denominada “guerra fría de los intelectuales”. Hugo Vezzetti ofrece una mirada aguda sobre esa relación, en la cual identifica las intervenciones “dogmáticas” por parte del comunismo partidario pero también deja entrever una cantidad de espacios en tensión y en disputa.

A través del seguimiento de los vínculos entre los profesionales y los partidos comunistas, el autor plantea problemáticas generales, por ejemplo, acerca de los grados de autonomía de los intelectuales que fueron militantes comunistas, a la vez que indaga en espacios específicos y reducidos, como redacciones de revistas psi. Vezzetti describe con destreza los principales escenarios culturales, intelectuales, disciplinares y políticos, al tiempo que establece vasos comunicantes entre diferentes espacios geográfico-intelectuales: Buenos Aires, París, Londres, los Estados Unidos y la Unión Soviética se conectan a través de lecturas, revistas, congresos y viajes. Así se diseña un cuadro de la cultura comunista en el que los militantes y los “compañeros de ruta” buscan, con diferentes estilos y resultados, conciliar sus tareas y capitales profesionales con sus preocupaciones e ilusiones político-ideológicas.

A través de los itinerarios de Gregorio Bermann, Jorge Thénon y José Bleger, sin olvidar influencias como las de Aníbal Ponce, en el libro se reconstruyen aspectos fundamentales de la historia del freudismo, la salud mental y también de la historia política, cultural e intelectual. Quizás uno de los mayores méritos de esta investigación es que logra brindar un panorama de época a través de una narración centrada en determinados momentos condensadores, en los que los sujetos y los contextos dialogan hasta transformarse mutuamente.

Laura Prado Acosta


 

Leticia Prislei (dir.), Polémicas intelectuales, debates políticos. Las revistas culturales en el siglo XX, Buenos Aires, Editorial de la FFYL, Universidad de Buenos Aires, 2015, 444 páginas

En los últimos años las revistas han renovado su centralidad en los estudios sobre el pensamiento y las ideas, y este libro colectivo es una cabal demostración de ello. Su propuesta es una interesante entrada a la cultura intelectual y política argentina, pero no solo argentina, a través de polémicas devenidas combates ideológicos que permiten reconstruir los problemas de una época, las derivas intelectuales y las apuestas político-ideológicas con las revistas en el centro. Tal como sostiene Leticia Prislei en la presentación, “las revistas pueden ser consideradas observatorios privilegiados de la actividad intelectual porque configuran estructuras elementales de sociabilidad que permiten analizar el despliegue de las ideas”.

Las revistas elegidas para dar cuenta de este proceso son: Nosotros, a cargo de Leticia Prislei; Ariel, presentada por Natalia Bustelo; Martín Fierro, en la caracterización de Karina Vasquez; Sur, por Mauro Donnantuoni Moratto; Sexto Continente, abordada por Daniel Sazbón; Marcha, por Ximena Espeche; Centro, analizada por Luciano Barreras; Pasado y Presente, por Alexia Massholder e, iluminando otra arista de la revista, también por Leticia Prislei; Antropología del Tercer Mundo y Envido, por Miguel Faigón; Controversia, analizada por Matías Farías y, por último, La Ciudad Futura, a cargo de Ricardo Martínez Mazzola.

Los modos en que los autores presentan las revistas y visitan o (re)visitan ciertas polémicas que estructuraron el mundo político-cultural del siglo XX dan cuenta de la pluralidad de enfoques y abordajes a la hora de trabajar con revistas. Es por ello que algunas intervenciones exploran las revistas como expresión de una identidad política, como un momento de tránsito de identidades, como eslabones del despliegue de determinadas tradiciones trazando linajes y genealogías, como espacios de sociabilidad pero también de disputas entre sus miembros, o como espacios de debate y reflexión en los que se articulan los contextos internacionales, regionales y nacionales.

En cualquiera de las elecciones hay una preocupación constante por recuperar esas revistas y dar cuenta de ciertos momentos de inflexión en el pensamiento. Un libro que invita a reflexionar sobre el estatuto de la intelectualidad, la relación entre cultura y política, entre intelectuales y poder, entre teoría y práctica; a discutir la guerra, la revolución, la violencia y la democracia, ahondando en las tensiones y los pliegues que signaron al siglo XX.

Martina Garategaray


 

Laura Prado Acosta, Los intelectuales del Partido Comunista. Itinerario de Héctor Agosti (1930-1963), Raleigh, Editorial A Contracorriente, 2015, 137 páginas

Lo interesante del género biográfico es –como resume Milada Bazant en su compilación sobre el género– “que nos obliga a conocer el contexto de manera diferente”.1 En Los intelectuales del Partido Comunista. Itinerario de Héctor Agosti (1930-1963) Laura Prado Acosta compone la biografía intelectual de Héctor Agosti y a través de este ejercicio nos ofrece una historia del Partido Comunista Argentino en esos años. La apuesta, como la misma autora admite, debe ser ubicada dentro de la renovación historiográfica sobre los estudios del comunismo local.

Prado Acosta se centra en la dimensión pública de la vida de Agosti pero sin desdeñar aquellas experiencias personales que identifica como centrales en la historia de un intelectual y militante del pc, por ejemplo la prisión. En cinco capítulos y una introducción la autora ilumina cuidadosamente las aventuras políticas, la obra, los proyectos colectivos y las intervenciones públicas de Agosti entre el período del apogeo del antifascismo en los años treinta y cuarenta hasta los años posteriores a la caída del peronismo en 1955. El Agosti que surge es uno que vive constreñido por las demandas y las cambiantes disposiciones del partido tanto a nivel local como internacional y por las pulsiones de un intelectual con intereses que a veces se alejaban de las posiciones más duras dentro del partido. La autora muestra cómo en los años del auge del antifascismo Agosti es un articulador del universo antifascista que permitirá el acercamiento del pca con otros sectores del espectro político e ideológico.

La figura de Agosti también permite a Prado Acosta analizar el paso del pca a la Unión Democrática. El giro a la posición democrática se condice en la reconstrucción de Prado Acosta con la propia “lógica de la estrategia política del pca” y con “el rumbo adoptado por los comunismos europeos” en la posguerra (p. 89). La figura de Agosti también habilita a la autora a observar cómo la llegada del peronismo y la derrota de la Unión Democrática impacta al pca provocando rupturas y grietas generacionales. Es de destacar el atento análisis que el libro realiza de la temprana lectura de Gramsci que hace Agosti y su acercamiento y posterior quiebre con el grupo de los jóvenes gramscianos. El trabajo también se detiene en las peculiares posiciones de Agosti frente al peronismo. Este último se aleja de las posturas antiperonistas rígidas, lo que, como Prado Acosta subraya, anticipa muchas de las preocupaciones que convergerían en el nacimiento de la nueva izquierda.

Flavia Fiorucci

1 Mílada Bazant (coord.), Biografía. Métodos, metodologías y enfoques, Zinacantepec, El Colegio Mexiquense, 2013, p. 23.


 

Roberto Pittaluga, Soviets en Buenos Aires. La izquierda de la Argentina ante la revolución en Rusia, Buenos Aires, Prometeo, 2015, 400 páginas

Desde su título, el libro de Roberto Pittaluga juega con una ambigüedad. No hubo soviets en Buenos Aires, salvo en los discursos y los temores de parte de las elites. Pero el autor no se limita a una desmentida y tampoco simplemente a dar cuenta del modo en que la experiencia soviética fue interpretada desde estas costas. Por el contrario, da cuenta de cómo los ecos de la revolución rusa suscitaron una fuerte voluntad de activación, lo que le permite afirmar que en cierto sentido sí hubo soviets en Buenos Aires.

Para sostener su argumento el libro presenta una estructura dual. En la primera parte, y luego de recordar que la recepción de la revolución se dio en un contexto de intensificación del conflicto social, Pittaluga da cuenta del modo en que dicha experiencia revolucionaria fue leída desde las distintas tradiciones de la izquierda argentina. Con atención en el detalle ilumina cómo la experiencia soviética generó debates en las filas socialistas y después en las comunistas pero también en las anarquistas y, algo hasta aquí poco abordado, en las del sindicalismo revolucionario.

En la segunda parte del libro Pittaluga abandona la división por corrientes, tan característica de la historiografía de las izquierdas argentinas, para organizar las intervenciones en torno a algunos conceptos clave. Analiza el modo como a partir de ella se retematizó la cuestión del tiempo y, dialogando con las formulaciones de Koselleck, subraya que las concepciones lineales, presentes en las posiciones reformistas pero también en muchos vanguardistas, contendían con miradas más atentas al acontecimiento y a la potencia legendaria y visionaria del pasado. Da cuenta de los debates acerca del sujeto de la revolución (si las minorías poseedoras del saber técnico y político o las masas) y detecta las voces de aquellos que, en palabras de Rancière, cuestionaban el reparto de lugares sociales. También reconstruye los debates en torno al régimen y los conceptos de dictadura del proletariado y democracia, las discusiones sobre el problema de la tierra, el lugar de la mujer, el papel de la educación, el lugar de los intelectuales, la misión del arte. Finalmente, y en torno al concepto de espacio, subraya el modo en que se articulaban las afirmaciones de que Rusia no era un modelo con el hecho de que su ejemplo convocaba a una reevaluación crítica de la práctica de las izquierdas, generando la pregunta por “qué hacer en la Argentina”. En conclusión, abriendo el espacio para una revolución próxima, la revolución rusa generaba una profunda modificación en el horizonte de expectativas de las izquierdas argentinas.

Ricardo Martínez Mazzola


 

Carla Lois, Mapas para la Nación. Episodios en la historia de la cartografía argentina, Buenos Aires, Biblos, 2014, 291 páginas

El libro reelabora una serie de artículos que abordan la “cuestión cartográfica” en su dimensión teórica, historiográfica e histórica. Como explica la introducción, los textos se proponen narrar una historia de la cartografía en la Argentina a través de episodios que hablan de las relaciones entre cartografía e invenciones constitutivas de la nación. Esta aproximación implica que la cartografía deja de verse limitada al campo de las representaciones técnicas del territorio para ser integrada al conjunto de acciones y procesos que constituyeron el imaginario nacional.

Para construir esta historia cultural de la cartografía, la obra incluye su objeto en el campo de la cultura visual, desarrollado intensamente en las últimas décadas. Tal inclusión implica privilegiar el carácter visual de los mapas, abandonando los enfoques textuales habituales desde los años 1980, cuando el debate anglosajón liderado por Brian Harvey y David Woodward renovó los estudios cartográficos. Como en otros campos de estudio de la cultura, el “giro visual” desplazó el enfoque lingüístico: los mapas recuperan así su carácter de objetos a partir de su materialidad, su especificidad visual y su composición compleja que articula imágenes y palabras. Se los analiza en diálogo y tensión con otras imágenes y discursos que integran la cultura visual de un momento histórico y se los interroga como dispositivos de visualización antes que de representación.

La obra se estructura en tres partes. La primera, “Pensar el mapa”, son dos capítulos teóricos de gran utilidad, que revisan el estado actual de los estudios sobre cartografía, sus debates y su inclusión dentro de los estudios visuales. La segunda parte, “La historia de la cartografía”, son dos capítulos que presentan la dimensión historiográfica del tema en América latina y en la Argentina, mostrando la forma en que las particularidades de producción de la cartografía obligan a discutir las conceptualizaciones tradicionales de centro y periferia. En la tercera parte, “Mapas para la Nación”, los cinco capítulos restantes seleccionan otros tantos episodios de la historia de la cartografía en la Argentina: los dispositivos visuales y textuales que acompañaron la anexión de la Patagonia y el Chaco, el uso de evidencias visuales en el conflicto de límites con Chile en 1900, el mapa del Centenario dentro del “espectáculo de la modernidad argentina”. El último capítulo se aparta de las cuestiones históricas y presenta una encuesta realizada entre 2008 y 2011 para dar cuenta de ciertos rasgos fundamentales del imaginario geográfico de los argentinos.

Anahi Ballent


 

Marcela Vignoli, Sociabilidad y cultura política. La Sociedad Sarmiento de Tucumán 1880-1914, Rosario, Prohistoria, 2015, 163 páginas

Marcela Vignoli explora en este libro el derrotero de una asociación (la Sociedad Sarmiento de Tucumán) en el período de 1880 a 1914. Esta comienza en la década de 1880 como una modesta agrupación que nuclea a alumnos del Colegio Normal y el Colegio Nacional de Tucumán. Con el devenir de los años la sociedad se convierte en un actor central de la vida cultural y política de esa provincia. Su importancia se verá sellada con la concreción de uno de sus proyectos: la creación de la Universidad de Tucumán en 1914. Para Vignoli la Sociedad Sarmiento no solo lidera la demanda por una casa de estudios superiores en Tucumán sino que es también un espacio donde las prácticas asociadas a la enseñanza universitaria se empiezan a ensayar.

Vignoli muestra cómo la trayectoria de esta asociación vivió múltiples transformaciones en planos diversos. El primero de ellos social: la sociedad comienza reuniendo a jóvenes sectores de escasos recursos y termina convocando, veinte años después, a propietarios de grandes fortunas, a políticos de influencia y a la elite intelectual provincial con conexiones en el plano nacional, abriendo incluso en un momento el espacio a las mujeres. La autora muestra otro giro, relacionado con el lugar que ocupa la política en la identidad de la agrupación. En un principio, la institución busca distanciarse de la lucha de partidos y facciones. A partir de 1890 esta se convierte en voz y escenario de las disputas políticas que se viven en la provincia y en su seno resuenan algunos de los debates más candentes del momento, como es el de la cuestión social a fines del siglo XIX. La autora también describe y analiza el tipo de prácticas que propicia esta institución: concursos, clases, conferencias, edición de publicaciones y el armado de una importante biblioteca. Entre dichas prácticas Vignoli destaca el papel que la institución asume en los actos públicos relacionados con la exaltación patriótica, lo que según la autora otorga prestigio y protagonismo a la asociación.

Para Vignoli la historia de la Sociedad Sarmiento muestra la influencia que tuvo la creación de instituciones educativas nacionales en un espacio como Tucumán. Ellas contribuyeron a “generar un ambiente cultural que modificó los patrones de sociabilidad decimonónicos” (p. 29) caracterizados por ser espacios que concentraban a los miembros de las elites locales. La mirada sobre la asociación permitiría, según la autora, matizar algunas nociones arraigadas en la historiografía que “no han contemplado la intervención de los sectores emergentes en el espacio público” (p. 152) tucumano durante el período conocido como el del Orden Conservador.

Flavia Fiorucci

 

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons