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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.20 no.2 Bernal dez. 2016

 

LECTURAS

Tocqueville y la biografía intelectual

 

Darío Roldán
UTDT / CONICET

 

A propósito de Lucien Jaume, Tocqueville. Los orígenes aristocráticos de la libertad. Una biografía intelectual, Madrid, Tecnos, 2015, traducción de Nere Basabe Martínez, 506 páginas

Cuando se publicó La Democracia en América, en 1835, la crítica fue unánime: se trataba de un libro comparable a la Política, de Aristóteles, o al Espíritu de las Leyes, de Montesquieu. Paradójicamente, luego de 1880 y hasta los años 1970 casi nadie se interesó por ella. No obstante, desde estos años, Tocqueville se transformó en un autor esencial tanto para la teoría política como para la sociología política o aun para la filosofía política. Ese interés fue acompañado por un renovado interés por el pensamiento político liberal de esos años, tal como lo atestiguan las obras dedicadas a publicistas liberales o doctrinarios, tales como Mme. De Staël, B. Constant, F. Guizot, entre otros, que permitieron redescubrir las riquezas del pensamiento político francés en la primera mitad del siglo XIX. Las razones de ello son complejas pero es posible indicar, rápidamente, algunas. En primer lugar, la renovación de la reflexión política de los años '70 se produjo en el contexto de una revalorización de la tradición liberal, movilizada por el despliegue de la crítica a la dictadura soviética, coincidente con el momento en que el horizonte de la modernidad dejó de ser pensado bajo la forma de la superación socialista. En segundo lugar, la justeza de Tocqueville en haber visto en la irrupción de la democracia el acontecimiento mayor de la sociedad del siglo XIX, allí donde otros autores habían visto la emergencia de la industria o el surgimiento del capitalismo, en el momento en que la democracia se había convertido en el único régimen deseable. En tercer lugar, Tocqueville había rechazado subordinar la política a la economía y deducir de esa subordinación la superación de la política. Por último, esta renovación se inserta también en un triple movimiento de reconsideración de la obra de Tocqueville en quien coincidieron las nuevas orientaciones producidas en la sociología política -la obra de Raymond Aron-, la filosofía política -la obra de C. Lefort- y la historia política -la obra de F. Furet-. En este doble contexto, político e intelectual, Tocqueville se convirtió en un autor central al menos desde los años 1970.1

La revalorización de Tocqueville y de otros publicistas de la Restauración producida durante los años '70 también hizo emerger un renovado interés por el período que separa el retorno de los Borbones de la revolución de 1848. Uno de los primeros en señalar el punto fue Rosanvallon, argumentando que ese período no debía ser tratado como un simple paréntesis entre los dos Napoleón sino como un espacio de un trascendental debate acerca de la política y de la democracia puesto que todos los publicistas se asomaban descarnadamente a los problemas que las primeras experiencias habían cimentado. Así, este período conoció también un ordenamiento político e ideológico que separó a los partidarios del rechazo en bloque de toda la herencia revolucionaria aprovechando el retorno borbónico (De Maistre, Bonald, Lamennais, Le Play), quienes aceptaban las consecuencias sociales de la revolución pero impugnaban los principios con los que se había realizado, en particular, la soberanía popular (Guizot, Rémusat) y quienes aceptaban tanto los principios como las consecuencias (Constant, Thiers). Muy pronto esta caracterización se complejizó pues las opciones políticas condujeron a la reivindicación de distintas formas de monarquía constitucional (el debate entre Constant, Guizot y Thiers) y el gobierno representativo (esencial a fines de los años'30 entre Duvergier de Hauranne y Guizot), quienes, luego de su aniquilación de los años '20 y de su derrota de los años '30 buscaron radicalizar la opción revolucionaria (los republicanos) y quienes pugnaban por un rediseño de la sociedad inspirados en el saint-simonismo (Chevallier).

Desde esos años e inspirados en esas tres orientaciones evocadas, la proliferación de obras, ensayos y artículos sobre Tocqueville ha sido imponente. Nada fue ajeno a ese interés: la biografía (Jardin2 o Brogan3), las interpretaciones generales (Mélonio,4 Manent,5 Gauchet,6 Lamberti,7 Pierson,8 Wolin9), las descripciones del recorrido de Tocqueville en los Estados Unidos (Schleiffer10), la relevancia de Tocqueville como científico social (Elster11), más allá de centenas de artículos. Un nuevo libro sobre Tocqueville y, además, una biografía y, para colmo de males, una biografía intelectual corría el riesgo de pasar desapercibida. Sin duda, no fue el caso del libro de Lucien Jaume.

Lucien Jaume, profesor de la Fondation Nationale des Sciences Politiques (Sciences-Po), es uno de los más importantes especialistas del pensamiento político francés. Su obra ha trazado un abanico en torno de un conjunto significativo de problemas: desde su primer libro, dedicado al jacobinismo, hasta Lo religioso y la política en la Revolución francesa,12 Jaume ha desplegado una investigación centrada en un haz de problemas relativos a la filosofía política, en el caso de Hobbes, al pensamiento político y las ideas políticas, tal como lo expresa su interés por el discurso jacobino y su vínculo con la democracia, que lo ocupó en uno de sus primeros trabajos, o el liberalismo decimonónico francés, al que dedicó una de sus más transcendentes obras. La extensión de su obra, la relevancia de los temas de los que se ha ocupado y, sobre todo, la densidad de sus contribuciones lo han convertido en una de las figuras más importantes en el área del pensamiento político europeo, especialmente francés pero también italiano y español. Tocqueville. Los orígenes aristocráticos de la libertad. Una biografía intelectual, sin embargo, no solo es una obra notable, inscripta en una pléyade de libros relevantes.

En ella, Jaume acomete la ambiciosa tarea de buscar renovar el tratamiento de la biografía intelectual, la de ofrecer una interpretación de la obra de Tocqueville y exponer una concepción que busca renovar metodológicamente un área de la tradicional "historia de las ideas" que, como saben bien todos los lectores de Prismas,13 se encuentra en un proceso significativo de renovación.

A pesar de poseer una dilatada historia, el género biográfico conoce una reactualización considerable. Por un lado, porque un considerable número de biografías ya no reproducen el esquema básico de narrar una vida; también puesto que la biografía se problematizó generándose una reflexión "historiográfica" que involucra una discusión, a la vez, metodológica y epistemológica.14 De este modo, desde hace varios años, las biografías ya no buscan reconstruir la vida ejemplar de un personaje ni el estudio de la singularidad personal.

Aun en ese contexto, el libro de Jaume llama la atención. A pesar de su título, no se trata de una biografía intelectual sin más. En ella, Jaume no solo abarca la dimensión contextualista; también incluye una reflexión acerca de lo que "dice" el autor, pero sobre todo exhibe la voluntad de capturar el lazo entre Tocqueville y su medio intelectual, buscando reconstruir, con notable precisión, las deudas de Tocqueville con algunos de los publicistas del período tales como Chateaubriand, Guizot, Lamennais, De Maistre, etc. Pero este examen se funda también en la convicción de que existe un "enigma" Tocqueville porque su modo de escritura es sutil, complejo y avanza y retrocede constantemente, incluso modalizándolo, de modo que no siempre es definir con claridad qué piensa. Existe un velo en la manera de escribir de Tocqueville.15

Por otro lado, Jaume remite a referencias bibliográficas para relevarse de presentar elementos biográficos de Tocqueville; en ese sentido, hace una operación similar a la de El Momento Guizot,16 de Rosanvallon, quien tampoco incluía datos biográficos, remitiéndolos a un anexo. Tampoco Jaume explora la noción de "obra virtual" que preside el texto de Rosanvallon para "ordenar" la enorme variedad de textos que se analizan17 como parte del entorno conceptual de Tocqueville. Pero, también a diferencia de la biografía que Kloockle18 dedicó a Benjamin Constant y en la que el autor buscó totalizar los distintos aspectos discordantes de Constant, Jaume se propone producir una interpretación que va más allá del análisis de la herencia o la multiplicidad de las facetas de la vida o de la obra de Tocqueville. Es más, se trata de una biografía intelectual que no remite ni a la vida de Tocqueville ni a la totalidad de su vida; tampoco se interesa por reordenar la obra puesto que Jaume puede prescindir de comentar o analizar algunos de sus libros (los Souvenirs, o L'État social et politique de la France avant et après 1789, o los múltiples artículos que Tocqueville publicó en los años '40).

Pero el libro de Jaume también se diferencia de otros clásicos que han abordado una lectura específica de Tocqueville. Dos ejemplos bastan para ilustrar estas diferencias. La noción de Autoridad que Jaume pone en el centro de su argumento impugna la noción de "poder social" que ordena el argumento clásico utilizado por P. Manent en su Tocqueville et la nature de la démocratie.19 Es notable, sin embargo, que Jaume retome un concepto que formaba parte del lenguaje del período y que había sido utilizado centralmente por Constant para impugnar a Hobbes y a Rousseau, en la célebre discusión que abre los Principios de Política.20 Por otro lado, Jaume discute largamente la hipótesis desarrollada por J. C. Lamberti en Tocqueville et les deux démocraties21 según el cual existen diferencias sustanciales entre los dos volúmenes de La Democracia en América relativas a la consideración de las formas del despotismo democrático y, en particular, a la presuposición de que existe una ruptura en el interior del segundo volumen de La Democracia en América entre la parte destinada a examinar el despotismo "doux" y los capítulos que lo preceden. El tipo de análisis que expone lo conduce a concluir que solo una lectura atenta a la cuestión global de Tocqueville acerca de las metamorfosis de la Autoridad permite comprender que no se trata de dos interpretaciones distintas del problema del despotismo entre los dos volúmenes de La Democracia en América.

Desde el principio, Jaume establece que el propósito de su biografía intelectual no se agota en presentar una biografía ni en ofrecer un comentario más; al contrario, lo anima la voluntad de ofrecer una "interpretación" de La Democracia en América nutrida en signos e indicios pero también sostenida en su correspondencia, en los manuscritos y las discusiones con sus contemporáneos. No solo la apuesta es original desde este punto de vista; también lo es en la medida en que Jaume decide obturar cualquier forma de vínculo de contemporaneidad con el autor interesándose, precisamente, por la voluntaria supresión temporal que vehiculiza su análisis.

En ese sentido, las partes del libro están imbricadas unas con otras: Jaume comienza por el publicista que explica la noción de democracia, luego el sociólogo es interrogado acerca de la lógica de lo colectivo (lo Público), para dar lugar al moralista, amigo de La Bruyère y gran lector de Pascal, reemplazado por el escritor, sensible a la dimensión literaria, lo que da lugar a la reconstrucción de las deudas con Chateaubriand pero sobre todo con Guizot. Un problema atraviesa todo este recorrido: el análisis de la cuestión de la Autoridad, de su desplome y de su reformulación democrática. Probablemente, la noción "autoridad de lo social" sea el punto central del análisis del libro, su bajo continuo y uno de los aspectos centrales de la interpretación que Jaume ofrece.

Jaume no se detiene a repetir la consabida distinción entre el régimen político y la forma de la sociedad en la democracia. Al contrario, se centra en analizar la forma más original que la igualdad nutre para Tocqueville: la representación de sí y del otro, es decir, el conjunto de relaciones humanas que remiten a la cooperación o a la competencia. De este modo, la igualdad democrática posee una dinámica histórica, un móvil que conduce a la acción y es una norma colectiva: la igualdad se expresa en un movimiento perpetuo, una visión del mundo o, como lo expresa en un texto notable Lefort, un "way of life".

La primera parte se ocupa de la cuestión del sentido de la democracia como una intersección entre la soberanía popular, la religión democrática y del gusto por el goce de los placeres materiales. Tocqueville allí discute con su medio de origen a quien le presenta el mundo democrático haciendo el elogio de la soberanía popular pero oponiéndose al partido doctrinario, al socialismo y a los tradicionalistas.

La noción de soberanía y el pasaje a la autoridad exige comprender el cuerpo de lo Público. Ello conduce a Jaume a una discusión con Lamennais. Las páginas dedicadas a esta discusión son centrales. Allí se descubre el impacto que Lamennais y, sobre todo, su célebre Ensayo sobre la indiferencia en materia de religión, tuvo en Tocqueville, quien había hecho suya la idea de la "vía social de la autoridad" de Lamennais. Es allí, en el vínculo entre el cristianismo como autoridad y la democracia como autoridad social que Tocqueville piensa uno de los frenos al individualismo. Respecto de los saint-simonianos, la gran diferencia que separa a Tocqueville de Chevallier, por ejemplo, es que el segundo no cree que haya una autoridad social que se ejerza en. Para Chevallier, no existe un verdadero gobierno en los Estados Unidos, puesto que no existe un "poder director".

Además de ocuparse de la cuestión de la autoridad como un elemento inherente a la sociedad y no como algo que viene del exterior, que debe restringirse por medios religiosos (trascendencia) o institucionales (Estado), la unidad profunda de la sociedad democrática remite a instancias de autoridad que la sociedad civil posee en su seno. Así, Jaume descubre que el punto más original de su análisis va a consistir en encontrar el poder de la mayoría en el seno del lazo social, expresada como fuerza de opinión que no necesita de ninguna adhesión explícita para ser respetada por los individuos.

La discusión acerca de Tocqueville como moralista habilita a Jaume a discutir sus simpatías jansenistas. La noción de que la democracia es un mundo de agitación permanente y de una incertidumbre sin puntos de referencia, que se expresan notablemente, por ejemplo, en la descripción del hombre norteamericano, siempre dispuesto a ir más allá, revelan el vínculo pascaliano de la reflexión democrática de Tocqueville. El texto analiza el vínculo entre el jansenismo y Tocqueville al menos en relación con seis cuestiones esenciales: la finitud humana, el enigma del hombre, etcétera.

La cuestión de la Autoridad vuelve a ordenar la última parte del libro. Para ello, Jaume recurre a la comparación entre Guizot y Tocqueville, en torno de los modelos políticos, de la forma de concebir el poder y de la concepción de las elites políticas. Como se sabe, Guizot reivindicaba la nueva aristocracia a la inglesa frente a la cual Tocqueville reivindicaba el modelo americano de diseminar el poder; Guizot aparece como el pensador del gobierno de las elites del saber y Tocqueville como un teórico de la sociedad de masas. La otra diferencia respecto de la cuestión de la Autoridad remite a la diferente lectura de la historia de Francia: allí donde Guizot ve a Luis VIV como quien comprimió a la nobleza, Tocqueville le reprocha haber liquidado las libertades feudales. Así, el gobierno representativo es un hecho de civilización mientras que la democracia es una forma primitiva del poder.

Otra diferencia significativa nutre el punto de partida que es la comuna trasplantada: para Guizot es la ausencia de lucha entre la aristocracia y la democracia, entre una sociedad antigua aristocrática y una sociedad nueva democrática. En los Estados Unidos los gentlemen fueron los jefes del movimiento. Para Guizot, bajo un poder fuerte, la sociedad renace; es decir, la autoridad política debe pasar por la fase despótica para que la unidad social y nacional se realice. Para Tocqueville, en cambio, retomando la posición clásica de Mme. De Staël,22 la libertad era antigua y el despotismo, nuevo. Así se expresan dos maneras de concebir la noción de sociedad: es el máximo de unidad espiritual y política, para Guizot; para Tocqueville, la sociedad se debe analizar en el "actuar en común".

Otro de los publicistas que ocupan un lugar central en el argumento de Jaume es Chateaubriand, quien representa una herencia que irrita a Tocqueville pero que no puede ignorar. Chateaubriand favoreció la intuición del aristócrata, resumido en que la monarquía fue despótica y que ese despotismo podía recomenzar en la época moderna. Para Tocqueville, los factores de moderación de la democracia pueden encontrarse a partir de la feudalidad; las asociaciones son grandes personalidades colectivas que no mueren y con contrafuerzas que los señores encarnaron frente al rey. El despotismo puede reencarnar análogamente en la democracia. De este modo, el despotismo remite más a Luis VIV o a Napoleón y menos a Robespierre puesto que el despotismo que concibe Tocqueville renueva la imagen que había ofrecido Montesquieu: no se expresa en un régimen de violencia física y moral sino en un gobierno igualitario que produce ciudadanos pasivos y complacientes. Allí yace una de las dimensiones aristocráticas del liberalismoaristocrático de Tocqueville. Así, el retorno del déspota es el mito personal de Tocqueville, que permite comprender la cuestión de la Autoridad en todos los dominios: la sociedad, la moral, la religión, la literatura, etcétera.

Por otro lado, Tocqueville ya posee cuando escribe la democracia y por tradición familiar (su padre y su pariente Malesherbes) la clave de su análisis: "la crítica de la monarquía, la oposición entre un espíritu municipal muerto en Francia y la vitalidad del township en EEUU, la visión de lo que podría ser los sentimientos del ciudadano". La libertad aristocrática: la virtud del desinterés, la participación del poder ejercido en comunidad, el poder de sí mismo y el poder ejercido sobre su propio dominio y el sentimiento de autarquía.

Para Jaume, en síntesis, el pensamiento de Tocqueville, como el de la mayoría de los liberales, constituye un intento de "deconstruir" la idea de la soberanía. Tocqueville pudo desactivar el problema gracias a su "intuición" de una "autoridad social" que se ejerce en los cuerpos locales; del mismo modo, el poder en democracia no es tanto la soberanía sino la "manera en la que el Público ejerce una verdadera autoridad". De este modo, el problema clásico de la soberanía ya no involucra la amenaza que el Estado representa para la sociedad, como en el liberalismo tradicional, sino la manera en la que el pueblo democrático puede protegerse contra sí mismo. Esta reconversión del problema de la soberanía fue posible, concluye Jaume, debido "a la cultura aristocrática del hombre Tocqueville" que incluyó, en terreno democrático, el "retorno del Déspota", fantasma que habitó las formas de comprender el poder público en el medio aristocrático del Antiguo Régimen.

De allí la necesidad de resolver la clásica diferencia entre la concepción del despotismo expresada en el primer volumen y el despotismo doux tematizado en el segundo volumen. La obra de 1840 muestra un poder "exterior" a la sociedad, fundado sobre la centralización administrativa. En 1835 se insiste sobre la tiranía de la mayoría, sobre la estabilidad que ha introducido el cristianismo y sobre la capacidad del pueblo americano de actuar sobre sí mismo. Así, en el primer volumen, se trata de un poder despótico "encarnado" mientras que en el segundo se trata de la opresión de la sociedad por ella misma. Decididamente, concluye Jaume, no hay dos democracias en el pensamiento de Tocqueville; hay dos despotismos, el de la monarquía absoluta y el de la democracia absoluta. Esta última no es otra democracia, sino la corrupción de la primera. Esta democracia de centralización administrativa es la más natural.

En suma, el libro de Jaume constituye un intento de desbrozar una fórmula novedosa de construir una biografía intelectual, una apuesta a un método de análisis y comprensión de los textos y de la forma en que los textos, los autores y su entorno constituyen una dimensión esencial en el análisis del pensamiento político y, finalmente, una interpretación original de la obra de Tocqueville. Desde estos puntos de vista, se trata de una obra que trasciende a una visión más de un gran autor.

 

1 Para un detalle de la relación entre la revalorización de la obra de Tocqueville y la obra de Aron, Lefort y Furet me permito remitir a D. Roldán, "Lecturas de Tocqueville" (Introducción), en Lecturas de Tocqueville, Madrid, Siglo XXI, 2007.

2 Jardin, A., Alexis de Tocqueville, Paris, Hachette, 1984

3 Brogan, H., Alexis de Tocqueville. A life, New Haven, Yale University Press, 2006

4 Mélonio, F., Tocqueville et les Français, Paris Aubier, 1993

5 Manent, P., Tocqueville et la nature de la démocratie, Paris, Juillard, 1982

6 Gauchet, M., "Tocqueville, l'Amérique et nous", en Libre, 80-7, 1980

7 Lamberti, J. C., Tocqueville et les deux démocraties, París, puf, 1983.

8 Pierson, G. W., Tocqueville in America, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1996.

9 Wolin, S., Tocqueville between two worlds, Princeton, Princeton University Press, 2001.

10 Schleifer, J., The making of Tocqueville's "Democracy in America", The University of North Carolina Press, 1980.

11  Elster, J., Alexis de Tocqueville: the firs social scientist, Cambridge, Cambridge University Press, 2009.

12 La obra de Jaume es extensa. Sólo querría citar aquí los libros más relevantes que constituyen lo más relevante de su obra: Hobbes et l'État représentatif moderne (1986), Le discours jacobin et la démocratie (1989), Échec au liberalisme: les Jacobins et l'État (1990), L'individu effacé ou le paradoxe du liberalisme français (1997), L'État administratif et le libéralisme: une histoire française (2009) y Les origines philosophiques du libéralisme (2010).

13  Me refiero a la sección casi permanente de la revista en la que se ha traducido la mayor parte de los participantes de esta discusión. Sería de desear que en algún número próximo pueda ser incorporada la traducción de algunas de las contribuciones de L. Jaume. Es imposible incluir un comentario de la importante contribución de Jaume a este debate. Cf. L. Jaume y L. Laquièze (dirs.), "Interpréter les textes politiques", Cahiers du cevipof, n° 39, París, cevipof, abril de 2005.

14  Entre los principales estudios, cf. G. Levy, "Les usages de la biographie", en Annales, Économies, Sociétés, Civilisations, año 44, nº 6, 1989; F. Dosse, El arte de la biografía: entre historia y ficción, México, Universidad Iberoamericana, 2007; M. Holroyd, Cómo se escribe una vida. Ensayos sobre biografía, autobiografía y otras aficiones literarias, Buenos Aires, La Bestia Equilátera, 2011.

15  Sobre esta cuestión, cf. L. Gellec, Tocqueville et les langages de la démocratie, París, Honoré Champion, 2004.

16  P. Rosanvallon, El Momento Guizot, Buenos Aires, Biblos, 2015.

17  Sobre la idea de "obra virtual", me permito remitir a mi "La noción de Obra Virtual y la historia del pensamiento político. A propósito de Le Moment Guizot", en Anuario iehs, n° 27, 2012.

18  K. Kloocke, Benjamin Constant. Une biographie intelectuelle, Génova, Droz, 1984.

19  P. Manent, Tocqueville et la nature de la démocratie, París, Juillard, 1982.

20  B. Constant, Principes de politique aplicabbles à tous les gouvernements (versión 1806-1810), París, Hachette, 1997, ed. Hoffmann.

21  J. C. Lamberti, Tocqueville et les deux démocraties, París, puf, 1983.

22 G. Staël, Considerations sur la révolution française (1818), París, Tallandier, 1983.

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