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Prismas

On-line version ISSN 1852-0499

Prismas vol.21 no.1 Bernal June 2017

 

RESEÑAS

Mariano di Pasquale y Marcelo Summo, Trayectorias singulares, voces plurales. Intelectuales en la Argentina, siglos XIX y XX, Buenos Aires, EDUNTREF, 2015, 273 páginas

 

El libro compilado por Di Pasquale y Summo recoge las ponencias presentadas en un Congreso realizado en 2011 en la ciudad de Catamarca. Las mismas buscan reconstruir la trayectoria que siguieron distintas figuras intelectuales argentinas desde la independencia hasta el pasado reciente. El punto de vista escogido se centra así en la biografía de ciertos individuos, o sujetos colectivos, que resultarían relevantes para comprender el lugar de los intelectuales en la política argentina, las distintas vías que estos encontraron para vincularse con la sociedad desde el espacio particular en que se situarían en tanto que tales. Lo que subyace a esta vuelta sobre un enfoque de tipo biográfico no es el supuesto tradicional, de raíces románticas, de que aquellos aquí estudiados serían individuos "representativos", en el sentido de que en su biografía se condensaría un momento histórico, sino, más específicamente, que su interés reside en el tipo de redes intelectuales y sociales que se articularon en torno de ellos y de sus proyectos político-culturales. Es a partir del estudio de estas redes que podría reconstruirse la naturaleza de este espacio social particular, que es el campo intelectual, cómo este se articuló y cómo se fue reconfigurando históricamente en nuestro medio.

El primero de los capítulos, escrito por Mariano di Pasquale, analiza la trayectoria de Juan Manuel Fernández de Agüero, quien apela a las ideas de la Ideología para desmantelar la tradición escolástica dominante en el medio académico de su tiempo. Esta labor de reforma intelectual, que serviría de sustento cultural al proyecto político rivadaviano, lo llevaría a encarar un accionar que trascendería el ámbito educativo para proyectarse sobre un espacio social más amplio a través de la prensa y la arenga pública. Di Pasquale analiza cómo esta vocación de intervención pública lo llevará a verse atrapado en una serie de contradicciones que tensionaron la política de su época, y que excederán su capacidad de gestión en tanto que reformador educativo, su proyecto original.

Sigue un trabajo de Rosalía Baltar sobre la acción de la inmigración intelectual italiana en el Río de la Plata durante los períodos rivadaviano y rosista. En este caso, el vínculo con la cultura europea cobra un carácter más directo e inmediato. Baltar traza el modo en que estos emigrados se insertan, de manera relativamente exitosa, en el ambiente intelectual local explotando el prestigio que les confiere su condición de tales. Esto no excluirá, sin embargo, cierta sensación de frustración ante los magros beneficios, tanto materiales como simbólicos, que ello les reportaba. De todas formas, su presencia cultural resultaría insoslayable, algo que Baltar se propone en este texto recobrar ante el oscurecimiento resultante de la imagen más rutilante de los exiliados durante el rosismo, en los cuales la historiografía se ha enfocado de manera casi exclusiva. Su estudio de las estrategias discursivas a las que estos apelaron nos brinda así una perspectiva diferente de la historia intelectual del período.

Mercedes Betria vuelve, en cambio, sobre el texto clásico de Alberdi, el Fragmento preliminar al estudio del derecho, para rastrear a partir de él cómo es que el rosismo se convierte entonces en objeto de estudio, las coordenadas a partir de las cuales se interpretará el mismo como fenómeno histórico peculiar. Este, se postula, requeriría de categorías distintas a las hasta entonces disponibles, que el ideario romántico vendría a aportar. Betria analiza así cómo Alberdi retoma este bagaje conceptual, pero también cómo se aparta de sus fuentes, en su intento por adecuar las mismas a la realidad rioplatense.

Federico Molina analiza a continuación la prédica del cura jujeño Escolástico Zegada. Su prolongada labor orientada a hacer de la religión un sustento del naciente orden republicano le habría ganado importante reputación, llegando incluso a ocupar brevemente el cargo de gobernador interino en 1849. Su discurso crítico se dirigiría mayormente contra la "secta volteriana", que buscaba, según sostenía, abrir una grieta entre la nueva nación y la Iglesia. Según muestra Medina, el pensamiento del clérigo conjugaría el ideal republicano con una visión arcaica de lo social, como un orden jerárquico más afín al sistema prevaleciente antes de la revolución. Lo cierto es que su voz se volvería influyente en toda la región Norte del país, particularmente durante el debate constituyente abierto tras la caída de Rosas, en cuyo transcurso adhirió a la acción de Urquiza como presidente de la Confederación.

El texto de Karina Vásquez nos traslada al siglo XX. El mismo se enfoca en una problemática particular: la función de la apelación al motivo americanista, el cual se difunde tras la Reforma Universitaria, por parte del grupo martinfierrista. Según señala Vásquez, es a partir de dicho motivo que aquellos intelectuales reunidos en torno a la revista Martín Fierro habrían de delinear un espacio ideológico-cultural propio que se distanciaría simétricamente tanto del cosmopolitismo como del nacionalismo. Por detrás, asomaría una visión acerca de aquello "propio" que se buscaba encarnar al que se lo concebía más bien como un proyecto a realizar que como una realidad. En este contexto, el "americanismo" de Martín Fierro aparecería como la definición de un problema, antes que como una respuesta al mismo.

Guillermina Georgieff avanza ya hasta el primer gobierno peronista, cuando la secular desconfianza de los intelectuales hacia las masas se invierte y se troca en una desconfianza no menos manifiesta de estas hacia aquellos. En este contexto, no resultará sencillo descubrir cuál habría de ser el lugar de los intelectuales dentro del régimen peronista. De hecho, las figuras intelectuales más prestigiosas pronto harían explícita su oposición al mismo, resignando el rol de ideólogos del régimen en personajes cuyo prestigio dependería más de la visibilidad que le confería su adhesión a dicho régimen que de sus propios logros en el campo específico. Georgieff descubre dos roles que le reservaría el peronismo a los intelectuales que adhiriesen a su causa: como expertos y como legisladores. En tanto que expertos, servirían a la realización del sueño de la "Argentina potencia" entonces invocado; en tanto que legisladores, les tocaría delinear la naturaleza de una "comunidad organizada" cuyas raíces se hallarían en una supuesta "herencia cultural hispana", que ellos deberían también recobrar. Lo cierto es que, según señala Georgieff, las tensiones que atravesó la relación entre peronismo e intelectuales haría que la política del régimen hacia los mismos se redujera cada vez más a la de tratar de pensar el lugar que estos deberían ocupar en el interior del propio aparato político peronista, abandonando la reflexión más amplia acerca de su papel como tales en el diseño de un ideal de nación. Marcelo Summo se detiene en un periodo análogo, aunque concentrándose en un autor particular, y un momento específico de su trayectoria intelectual: el "joven" Abelardo Ramos, cuando colaboró asiduamente con la prensa peronista. Este período es, quizás, el menos conocido, pero, según sostiene Summo, es entonces cuando diseña los motivos fundamentales que vertebrarán una corriente que se revelaría sumamente exitosa en la configuración de la conciencia colectiva de las décadas posteriores: la llamada "izquierda nacional". Summo destaca una característica peculiar de Ramos en el contexto del pensamiento de izquierda: su preocupación por la cultura, que resulta de una conciencia particularmente sensible a la "dominación ideológica" como cimiento de la "situación neocolonial". Al "intelectual nacional" le correspondería así un papel destacado como constructor de hegemonía. No obstante, su proyecto intelectual no pasaría de una serie de motivos fragmentarios. La condición de Ramos de intelectual orgánico de un partido, en realidad, inexistente, le abriría las puertas a una visión doblemente alienada respecto de dos ortodoxias: la marxista y la nacionalista. La originalidad de su proyecto no ayudaría, sin embargo, a permitirle desarrollar una visión algo más sistemática de la nación, la cual se reduciría a un latinoamericanismo vago, con frágiles fundamentos teóricos y aun más endebles anclajes materiales.

Martina Garategaray analiza en dos revistas emblemáticas cómo buscarían reconfigurarse las tradiciones peronista y socialista ya en el marco de la "transición democrática" abierta tras la caída de la última dictadura: Unidos y Punto de vista. Las unía el rechazo a la violencia que tiñó a todo el espectro político en el pasado reciente y la revalorización del estado de derecho y la defensa de los derechos humanos. Esta reformulación política corre paralela a un intento de redefinición, particularmente por parte de la segunda de las revistas, del propio rol de los intelectuales. Entonces se buscaría dejar de lado el carácter misional que se arrogaban anteriormente estos en tanto que "guías de su pueblo", sin por ello abandonar su intención de intervenir en la esfera pública. La ambigüedad implícita en esta definición resultaba, sin embargo, difícil de soslayar. En todo caso, esto se pondría de relieve en el plano más específico de la relación que mantendrán estas revistas con los gobiernos sucesivos a los que apoyarían, respectivamente: el alfosinismo, en el caso de Punto de Vista, y el menemismo, en el caso de Unidos. Lo que empezaría siendo un "compromiso crítico" se volvería cada vez más difícil de sostener y acabaría, en ambos casos, aunque por motivos muy distintos, en un fracaso que haría que el lugar de estas revistas de allí en más se desdibujara, llevando, en el caso de Unidos, a su clausura, y en el caso de Punto de Vista a su reorientación como un medio de carácter más marcadamente cultural y solo tangencialmente orientado al quehacer político. No obstante, quedaría aún como su legado, afirma Garategaray, su apuesta a la crítica.

El último capítulo, de María Cristina Basombrio, realiza un recorrido similar, pero enfocado, más específicamente, en la trayectoria de una figura intelectual muy estrechamente asociada al proyecto político alfonsinista: Carlos Nino. Su posición como asesor presidencial haría que participase de manera directa en varios de los proyectos de su gobierno, incluidos algunos clave, como el juicio a las Juntas y los intentos, a la sazón fallidos, de reforma constitucional. Lo que unía a Nino con Alfonsín sería, en última instancia, el tono moral con que se investía su discurso político, y que haría que este vínculo resistiese incluso el temblor que supuso la sanción de las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, hecho que desata la rápida descomposición del régimen alfonsinista, perdiendo entonces buena parte de su base de apoyo, lo que incluirá, de forma prominente, a los intelectuales hasta entonces adeptos al mismo. Nino aun así mantendrá su alianza con aquel, pero solo al precio de un ya más marcado aislamiento respecto del medio académico en que tuvo su origen.

Según puede verse en el sumario repaso precedente, el libro editado por Di Pasquale y Summo ofrece un panorama sugerente de los distintos momentos por los que atravesó la intelectualidad argentina, la diversidad de formas que asumió su espacio, siempre inevitablemente atravesado por tensiones más vastas que agitaron a la sociedad y a la política de su tiempo. Hay un rasgo en común, sin embargo, recurrente, que es la porosidad de su campo. No obstante, esto no debería ocultar un hecho quizá más notable, y algo menos advertido. Los intelectuales en la Argentina, a pesar de los permanentes cuestionamientos de que fueron objeto, de las contradicciones que debieron enfrentar, su descontento respecto de su escaso reconocimiento social, lograron, aun así, afirmar una cierta autoridad y visibilidad social, bastante menos rutilante quizá que en otros países, pero no por ello insignificante. Y es esto, justamente, lo que los colocaría una y otra vez en el centro de las disputas en que se vieron envueltos, y explicaría, en definitiva, la larga serie de avatares a cuya comprensión este libro viene a colaborar e intenta esclarecer.

 

Elías J. Palti
UNQ / UBA / CONICET

 

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