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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.21 no.1 Bernal jun. 2017

 

RESEÑAS

Luciano García,
La psicología por asalto. PSIquiatría y cultura científica en el comunismo argentino (1935-1991), Buenos Aires, Edhasa, 2016, 284 páginas

 

A través de un lenguaje claro y una minuciosa recopilación de fuentes, el libro de Luciano García realiza un aporte destacado a los estudios sobre el campo "PSI" en la Argentina. Allí se reconstruye la circulación transnacional de las ideas PSIquiátricas, de la sociabilidad "PSI" y de la cultura de izquierdas –especialmente, de los partidos comunistas argentino y soviético–. El libro termina por mostrar el decisivo peso que tuvieron los comunistas en la constitución de la psicología argentina y con ello suma a la vez precisiones y nuevos interrogantes a las investigaciones de Hugo Vezzetti, Mariano Plotkin y Alejandro Dagfal, y a las que el mismo García realizó sobre la psicología del niño y la familia y sobre la recepción de Vigotski en la Argentina.

La impactante tapa de La psicología por asalto alinea a Pavlov, Vigotski y Lenin. El trío, que lanza una mirada penetrante al lector, tiene como fondo el escudo de la Internacional Comunista. Un escudo que anticipa la importancia de la dimensión transnacional en el recorrido propuesto por García. Ese recorrido abarca desde los primeros pasos de Pavlov y su fisiología y psicología reflexológicas en el aparato estatal zarista, hasta el impacto en el campo "PSI" argentino del derrumbe del comunismo soviético, pasando por las relaciones de Pavlov y los reflexólogos con el Estado dirigido por los bolcheviques y deteniéndose en la comunidad "PSI" argentina. Respecto de nuestro país, el arco temporal indagado es más acotado, sus extremos están marcados por la aparición de la revista psicoterapia en los años treinta y por el auge del vigotskianismo a fines de los ochenta. Para ello se moviliza una vasta y renovada bibliografía nacional e internacional, pero el lector podría seguir más fácilmente ese arco si contara con una bibliografía final, que sobre todo recupere de forma sistemática a los autores y los años de las fuentes primarias.

Reconociendo la productividad del "giro material", García emprende una detallada reconstrucción del itinerario de médicos y pedagogos que se constituyeron en figuras híbridas, esto es, que "buscaron ser militantes, expertos e intelectuales genéricos". Con ello desestima explícitamente el arsenal teórico foucaultiano: en lugar de reducir esos itinerarios a la condición de dispositivos de vigilancia y castigo ordenados por el poder PSIquiátrico, opta por recuperar y precisar las cambiantes estrategias político-intelectuales a partir de las cuales los médicos comunistas buscaron renovar los saberes "PSI", introdujeron el marxismo en esos saberes y promovieron la acción ideológico-política del Partido Comunista entre intelectuales y especialistas.

Ante cada coyuntura, García mapea las relaciones entre los centros y las periferias en el interior del sistema científico soviético, repone los perfiles de los profesionales soviéticos y argentinos, sus nexos con las editoriales y las revistas especializadas, su interlocución con PSIcólogos y PSIquiatras no comunistas y sus tareas de investigación, clínica, traducción y conferencias. Ello le permite trazar diversos paralelos entre los reflexólogos soviéticos y los argentinos, pero también tener presente las diferencias, pues los primeros contaron (aun espiados y censurados por el Partido y el Estado estalinistas) con financiamiento estatal para realizar costosos experimentos que probaran sus hipótesis, mientras que los argentinos remediaron la falta de financiamiento con la experimentación en hospitales, clínicas y escuelas. Pero, confirmando el señalamiento de Saítta en su libro sobre los viajeros argentinos a la URSS, García muestra que varios entre los PSIcólogos de izquierda que viajaron, a pesar de constatar el fuerte apoyo estatal a la reflexología, se decepcionaron, sea por el antisemitismo estatal, en el caso de José Bleger y José Itzigshon, o por la firme resistencia al psicoanálisis, en el caso del grupo de Marie Langer.

A través de los diversos capítulos el lector accede a los modos en que los discípulos mundiales de Pavlov enlazaron su práctica científica tanto con la voluntad de producir un "hombre nuevo" como con la acción colectiva en una organización comunista internacional, reunida en partidos nacionales que luchaban por el fin del capitalismo. En ese sentido, García viene a precisar y desplegar algo señalado por la investigación de Vezzetti: la voluntad y la acción comunistas conformaron un partidismo que dejó una singular impronta en la historia de los PSIquiatras y PSIcólogos argentinos. El partidismo fue central en la definición de la psicología, e incluso durante el zdhanovismo demarcó la ciencia proletaria de la burguesa. De ahí que podríamos identificarlo con un dispositivo de intervención partidaria legitimado en su condición de representante de la clase obrera, de la teoría y, en el caso de la URSS, del Estado.

Pero además, señala García, la inscripción de la voluntad y la acción en un partido guió a los médicos en su identificación "desde abajo", les permitió posicionarse en las diversas circunstancias históricas, analizar sus determinaciones e intervenir eficazmente. Y ello torna más comprensibles los esfuerzos que realizaron las "figuras híbridas" por resguardar una autonomía relativa al tiempo que mantenían su práctica científica –sobre todo sus concepciones de la conciencia, el sujeto y el conocimiento– dentro de la línea partidaria. En esa práctica científica fue central la relación entre estímulos materiales y reflejos mentales, así como la confrontación con las tesis "idealistas" y "metafísicas" de Freud. La psicología por asalto nos muestra que esa relación y esa confrontación fueron teorizadas de diverso modo por Pavlov, por Vigotski y sus discípulos Luria y Leontief, por Rubinstein y su intento de fundamentar una psicología en Marx y por quienes rectificaron el ideario pavloviano. Además de reconstruir el rol de los familiares, esposas y científicas en las sucesivas etapas del poder soviético, García se detiene en la tensa vinculación que aquellas teorizaciones tramaron con Lenin, Bujarin, Stalin y Kruschev, y con los dilemas del involucramiento.

Específicamente, para contribuir al éxito de los planes quinquenales en 1931 Vigotski y Luria emprendieron el estudio de las funciones psicológicas de los campesinos de Uzbekistán durante la colectivización y deskulakización. Lograron mostrar que la socialización del trabajo y la escolarización socialistas hacían progresar a la "atrasada" PSIquis campesina. Pero también mostraron las dificultades de los activistas koljoses para desarrollar el pensamiento abstracto. Y este resultado no podía ser tolerado: otros cientistas criticaron fuertemente el estudio, que poco después se interrumpió. Por cierto que la peor parte, en términos represivos, la llevaron los especialistas que enfocaron sus investigaciones sobre la situación de los obreros en las fábricas soviéticas durante los años treinta. Agreguemos que ello sugiere que también el campo "PSI" refractó las dificultades del Estado proletario para resolver la representación de lo obrero y lo campesino.

En cuanto a la Argentina, los dilemas del involucramiento se advierten en la recepción de la PSIquiatría soviética que protagonizaron Konstantin Gavrilov, Gregorio Bermann y Berta Braslavsky. En los años cuarenta, Gavrilov formaba parte de la Asociación psicoanalítica Argentina (APA) y fue quien desde Tucumán le facilitó a Ángel Garma bibliografía sobre reflexología para fundamentar la psicosomática. Además, Gavrilov aprovechó las ambigüedades de las tesis pavlovianas para formular una doctrina neuro-psicológica en la que estaban contenidas las nociones psicoanalíticas. La recuperación del "freudopavlovismo" de Gavrilov arroja luz sobre la posterior querella de los reflexólogos argentinos contra Bleger y su intento de relacionar el psicoanálisis con la dialéctica materialista. En efecto, García señala varios elementos que contribuyen a comprender esa querella que fue fundamental para la futura hegemonía del psicoanálisis en la Argentina. En la cerrada postura que mantuvieron en 1959 los reflexólogos contra la apuesta de Bleger habría pesado sobre todo la decisión de mostrar la cohesión partidista; además, los reflexólogos no identificaron a Bleger como una figura central del campo "PSI" ni podían suponer "los efectos de la rivalidad entre Freud y Pavlov entre los PSIquiatras y los PSIcólogos".

En cuanto a Bermann, mientras que en los años treinta difundió las tesis de Freud, una década después se autocriticó y ocupó un lugar central entre los PSIquiatras de izquierda. Pero desde los años cincuenta fue cuestionado por el más destacado pavloviano argentino, Jorge Thenon, quien sostuvo que las tesis socioPSIquiátricas de Bermann no eran compatibles con la reflexología. Por su parte, la psicopedagoga comunista Berta Braslavsky fue la primera en aplicar las tesis del comunista francés Henri Wallon sobre la psicología del desarrollo, pues en los sesenta las utilizó para elaborar técnicas de diagnóstico infantil en el ámbito escolar argentino. En los ochenta estuvo entre las dinámicas difusoras de Vigotsky en el ámbito psicopedagógico, pero el apoyo que el Partido Comunista dio al general Videla la decidió a dejar sus filas.

Sobre el viraje que durante el posestalinismo se registra en el campo "PSI", el libro recupera la intervención del pavloviano argentino José Itzigsohn. Sostiene García que aquel señaló "que, así como la teoría de Pavlov no se propuso como socialista pero su materialismo era un evidente avance para la medicina, la fisiología y las ciencias conexas en la URSS, las ideas de Lyssenko, a pesar de anunciarse como fundadas en el materialismo dialéctico, no tenían evidencias que las sostengan y llevó a errores escolásticos peligrosos para el campo científico". El itinerario de Itzigsohn muestra que en los años sesenta el prestigio de Pavlov era independiente del estalinismo –aunque muchos pavlovianos habían participado de la política científica estalinista– y, por otro lado, que se había operado una separación entre Pavlov y Lyssenko, separación a la que le sucedieron nuevas discusiones sobre la validez de otros científicos y sobre el vínculo con acontecimientos que eran síntomas de la crisis comunista. Entre esos síntomas se encontraban las denuncias del antisemitismo soviético y del encierro de los disidentes en centros neuroPSIquiátricos de la URSS, la ruptura del movimiento comunista internacional, y las intervenciones soviéticas en Europa oriental.

Para revisar el vínculo entre psicología y comunismo en la Argentina de los años sesenta García analiza a varios grupos de la nueva izquierda, tanto la revista Pasado y Presente como las experiencias de los PSIcólogos y PSIquiatras que en 1971 fundaron Plataforma. En su intento de renovar la práctica profesional, el rol militante y la teoría, los miembros de Plataforma rompieron con la APA y la International Psychoanalytical Association. Pero ello no impidió que aparecieran fuertes disputas por la definición de conceptos en los que se yuxtaponen lo científico y lo político, como los de conciencia y sujeto. Allí talló la renovadora lectura de Freud y Lacan propuesta por Althusser, que convivió con las persistentes lecturas de la psicología soviética. En efecto, a la reconstrucción de García podemos sumar un testimonio que muestra el rol que jugaron las tesis de Rubinstein en una de las corrientes de la nueva izquierda argentina, las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL). Algunos años después de su fundación, se sumó a las FAL un grupo althusseriano encabezado por Luis María Aguirre y Mauricio Malamud. Para discutir con estos, uno de los líderes de las FAL, Carlos Malter Terrada, asoció a Althusser con la reflexología y apeló a Rubinstein. Sobre los largos debates teóricos que se dieron en el interior de las fal precisa Terrada: "Rubinstenianos, leíamos, estudiábamos y difundíamos El ser y la conciencia. Nuestro referente ideológico, después de los clásicos, era Rubinstein [...] que era una variante mucho menos mecanicista de la reflexología, que era doctrina oficial del pc de la Unión Soviética. Nosotros nos agarrábamos de Materialismo y empiriocriticismo, mostrando que, en realidad, la reflexología mecánica [Althusser], en el fondo, era una deformación del propio empiriocriticismo-antirrevolucionario, porque negaba la dialéctica entre la estructura y la superestructura, entre el ser y la conciencia".1

Frente al desplazamiento de la conciencia operado por Althusser, Rubinstein les ofrecía a las FAL un concepto de conciencia ligado a la relación entre estructura y superestructura, y con ello a su política revolucionaria. Si en 1970 el peso de la reflexología menguaba en la URSS, en la Argentina algunos revolucionarios también veían en Althusser un mecanicismo que obstruía el análisis del nexo entre la conciencia y la experiencia. De todos modos, las FAL no zanjaron el debate, lo que sugiere que la cientificidad de la conciencia no era la condición indispensable para la acción.

Como mencionamos, el recorrido propuesto por García se destaca por su reposición de la complejidad y la contradicción de las operaciones que realizaron los PSIcólogos y los PSIquiatras tanto en la URSS como en la Argentina. Y ello le permite iluminar una fracción del campo "PSI" argentino que, a pesar de su rol central en la constitución de ese campo, permanecía muy poco explorada. Esa fracción se reconoció en un marxismo-leninismo que resultó científicamente productivo, al menos, en la investigación experimental neuro y psicofisiológica, desde la que Pavlov desarrolló un programa inédito, y en la investigación y la intervención paidológica y defectológica, desde las que Vigotski consiguió apropiarse de las psicologías occidentales. El comunismo fue el primero en instalar el marxismo para justificar epistemológicamente los saberes sobre la PSIquis. No definió toda la agenda pero integró un entramado de tradiciones intelectuales, las que se interrogan sobre "el rol socio-político de las disciplinas, la relación mente/cuerpo/ sociedad y el problema de la socialización del desarrollo". Si el asalto no alcanzó el cielo, la tentativa produjo una doble escisión. El monismo soviético edificó la reflexología pero obturó la indagación de la "crisis de sexo" que, vehiculizada por el freudismo, también abrió el siglo XX. En la Argentina, las transposiciones teóricas y las renovadoras construcciones psicopedagógicas convivieron con los obstáculos dogmáticos que las inventivas de la nueva izquierda "PSI" buscaron desbloquear hacia el cierre de aquel siglo.

 

Adrián Celentano
UNLP

1 "Entrevista a Terrada", citada en Stella Grenat, Una espada sin cabeza. Las FAL y la construcción del partido revolucionario en los 70, Buenos Aires, RyR, 2011, pp. 158-159.

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