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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.21 no.1 Bernal jun. 2017

 

RESEÑAS

Ximena Espeche,
La paradoja uruguaya. Intelectuales, latinoamericanismo y nación a mediados del siglo XX, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2016, 436 páginas

 

En La paradoja uruguaya Ximena Espeche propone una manera original de repasar los principales debates intelectuales de los cincuenta y sesenta a partir de la idea de la paradoja del Uruguay latinoamericano. Mientras el Uruguay había tenido un desarrollo particular asociado al proyecto batllista que lo llevaba a distanciarse de la experiencia latinoamericana, la evidencia de la crisis que estaba viviendo dicho modelo a mitad de siglo llevó a que el rescate de sus aspectos más destacados, en la visión de sectores influyentes del campo intelectual, requiriera abandonar dicha excepcionalidad y acercar la historia de la nación al cariz histórico del continente. En su libro Espeche repasa las contribuciones de intelectuales fundamentales del período que a partir de la reflexión sobre la crisis proponen, a través de diferentes modalidades, una aproximación a lo latinoamericano. Dicho debate se vinculó al desarrollo de una suerte de esfera particular asociada a la prensa escrita, particularmente la revista Marcha y otros órganos que crecieron esporádicamente bajo su sombra.

Marcha y su director Carlos Quijano adquieren un lugar fundamental en la narrativa de Espeche ya que es el lugar desde el cual se inician, se desarrollan o se responden la mayoría de las polémicas del período. Además, el lugar de Marcha no solo se explica por su papel como articulador entre diferentes tradiciones intelectuales, políticas y disciplinares que participan en el emprendimiento, sino también por su posicionamiento a escala regional para establecer diálogos con intelectuales de otros países.

Los capítulos están organizados a partir de la manera en que el problema de la relación entre el Uruguay y la región fue discutido en aquel momento. El capítulo 1 ofrece un sistemático estudio de los significados que el término crisis adquirió en la mitad del siglo. Espeche repasa las diferentes temporalidades en que la idea de crisis fue narrada, las distintas dimensiones sobre las cuales los diferentes autores la definían (como crisis económica, política, moral, etc.), pero también las maneras en que dicho concepto interpeló la excepcionalidad del Uruguay en la región y volvió a poner en dialogo al país con Latinoamérica.

A partir de dicho interrogante el capítulo 2 repasa el problema de la viabilidad del Uruguay como una constante que recorrió la historia de los siglos XIX y XX. Por un lado la autora estudia las maneras en que ciertas dicotomías de la historiografía uruguaya como la relación entre campo y ciudad, así como la relación entre caudillos y doctores, tuvieron como sustento interpretativo la relación entre América Latina y el Uruguay. Por otro lado repasa los modos en que esa relación afectó las diferentes visiones acerca de lo nacional y lo universal en la literatura. Por último, el capítulo indaga en las maneras en que la Revolución cubana comenzó a influir en estos asuntos.

El capítulo 3 discute el modo en que los actores de la época construyeron la idea de la "generación del ‘45" y de la "conciencia crítica" para representar a un conjunto de intelectuales. La contribución de Espeche sobre dicha temática es historiar y entender cómo las tradicionales categorías propuestas por Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama fueron construidas en la época, y cómo dicha construcción conceptual estuvo vinculada a los conflictos del campo intelectual por definir un orden legítimo dentro del mismo. En este sentido, su contribución es importante ya que la autora realiza un trabajo de distanciamiento analítico de dichas categorías para entenderlas como históricas y reconocer que admiten cuestionamientos desde una mirada contemporánea. Asimismo, en dicho capítulo Espeche incorpora nuevos asuntos que fueron centrales en aquellos debates y que no estaban formulados en previas sistematizaciones. Por último, trabaja con figuras como Carlos Real de Azúa y Alberto Methol Ferré para mostrar los límites de los listados iniciales de esta generación.

En el capítulo 4 la autora se concentra en lo "blanco", más particularmente sobre las maneras en que dicha tradición fue tomada por estos actores que cuestionaban la excepcionalidad creada en el batllismo y proponían nuevas maneras de acercarse a América Latina. Dicho capítulo constituye una contribución muy original para la reflexión sobre la crisis de los cincuenta y sesenta. En términos generales se asocia a la izquierda como la principal cuestionadora del modelo batllista, y se establece una suerte de trayectoria que va desde la derrota del neobatllismo en 1958 hasta la creación del Frente Amplio en 1971, para mostrar que la crítica al modelo anterior ayudó a potenciar un nuevo partido. A través de este capítulo Espeche muestra cómo varios de los elementos de los que se valdría lo que a fines de los sesenta se llamará izquierda para criticar al neobatllismo tendrán que ver con un conjunto de herramientas conceptuales que vienen de la experiencia histórica blanca.

Los últimos capítulos se dedican a desarrollar los aportes específicos acerca de la relación histórica y futura del Uruguay con América Latina en tres autores que en conjunto ofrecen una mirada general del campo intelectual del período.

En el capítulo 5 Espeche repasa la obra de Carlos Quijano. En cierta medida el latinoamericanismo de Quijano desarrollado a través de Marcha fue fundante para esta nueva generación. Su prédica se desarrolló fundamentalmente a través de su posicionamiento editorial. Allí desarrolla una particular agenda política y económica en relación al problema de la integración latinoamericana. En la reconstrucción de sus posicionamientos Espeche muestra que Quijano elabora un lugar de enunciación fronterizo entre lo tecnocrático y lo político. Es desde ese lugar que Quijano critica al desarrollismo aunque inicialmente parece alimentarse de esa tradición. Es a partir de su conocimiento experto sobre la economía que Quijano plantea una dura crítica al desarrollismo de la cepal y de sus versiones locales. Pero a medida que la década de los sesenta avanza la crítica se complementará con la denuncia de la ausencia de política en los análisis desarrollistas, el reclamo de la necesidad de una revolución como nuevo punto de partida para la integración latinoamericana y la idea de que el socialismo debía estar asociado a la integración. Esta idea de revolución tiene puntos en común con algunas de las cosas que ocurren en Cuba pero la trasciende.

En el capítulo 6 se estudia otra figura que tuvo menos influencia que Quijano pero que reviste mucho interés para entender algunas de las inflexiones revisionistas y populistas que adquirió este retorno a América Latina en el caso uruguayo. Espeche estudia los trabajos publicados, las intervenciones en la prensa y el involucramiento político de Alberto Methol Ferré. En este autor existe desde el principio una preocupación sobre la geopolítica que se expresó en repensar el lugar del Uruguay en el continente, concibiéndolo como un articulador entre las grandes potencias de la región. Paso seguido está su interés en entender cómo la geopolítica incidió en la manera de concebir la política local. Para volver a ubicar al Uruguay en la región también era necesario volver a pensar la política e incorporar a ella elementos latinoamericanos. Es a partir de esa idea que la influencia de la experiencia peronista adquiere particular significación en sus proyectos políticos e intelectuales. En lo político, su vínculo con el movimiento ruralista, una franja política integrada mayoritariamente por sectores de pequeños y medianos productores rurales, le permitió recrear gran parte de los atributos latinoamericanos del Uruguay, perdidos en el desarrollo de una identidad urbana fuertemente eurocéntrica y en una dicotomía de la narrativa histórica del siglo XIX que había enfatizado la distinción entre campo y ciudad. Para Methol Ferré este movimiento constituía el peronismo uruguayo aunque paradójicamente se trataba de un movimiento rural. Fue esta inquietud por lo popular la que lo llevó a interiorizarse en el desarrollo de la izquierda nacional argentina. Este católico sin vínculos con el trotskismo se transformó así en uno de los principales interlocutores de Jorge Abelardo Ramos. En la década de los sesenta Methol Ferré sostendrá una actitud ambigua frente a la Revolución cubana. Por un lado la incluirá como parte del horizonte de transformaciones geopolíticas en la región que él defendía, pero simultáneamente advertirá sobre los riesgos del foquismo, de la ideologización, así como de la ausencia de crítica que la misma vivía.

En el último capítulo Espeche desanda algunos aspectos de la compleja y variada obra de Carlos Real de Azúa para entender cómo se da su intervención en este campo de debate. El capítulo comienza con una descripción de las maneras en que Real de Azúa utiliza la tríada tradición-modernidad-modernización, para mostrar las maneras en que lo nacional era conceptualizado por la literatura y el pensamiento uruguayo. El arraigo y la evasión también son categorías sugeridas que permiten entender las diferentes maneras de entender lo nacional. Luego Espeche trabaja concretamente la visión matizada que Real propone sobre el problema del nacionalismo en condiciones periféricas, y que tiene interesantes puntos en común con debates contemporáneos de la escuela subalternista. Estas interpretaciones más generales se aplicarán al proceso local en su obra El impulso y su freno, donde da cuenta de la paradoja del intento de modernización batllista que por su sesgo popular terminó rompiendo con aquellas tradiciones que definían lo popular latinoamericano. En este sentido, sus intervenciones públicas a mediados de los sesenta en torno a la definición del tercerismo son leídas como la posibilidad de reconstruir un nuevo equilibrio.

El libro concluye resumiendo el argumento y mostrando la paradoja de que en un contexto de crisis varios de estos intelectuales reconocían que para preservar algunas de las características progresistas del batllismo que lo habían hecho excepcional era necesario desarmar sus cimientos y volver a acercarse a la región.

El libro es una de las pocas aproximaciones sistemáticas contemporáneas al debate intelectual, entendido desde una perspectiva plural, en el que participaron autores vinculados al mundo de las letras, las ciencias sociales y el periodismo, en torno al lugar de la nación en el continente en la segunda mitad de siglo.1 En este sentido, el trabajo representa una contribución muy importante para todo aquel interesado en el período ya que la reflexión sobre la viabilidad y el futuro de la nación resultó central para el conjunto de los proyectos políticos en disputa durante dichas décadas. Además, el libro es un claro ejemplo de la pluralidad de trayectorias que habilitó el concepto de la radicalización de los intelectuales entre las dos décadas. Por otra parte, La paradoja uruguaya también abre muchas preguntas sobre las maneras en que aquellos debates intelectuales impactaron sobre los procesos políticos posteriores y sobre las concepciones de nación e integración que se han discutido desde aquel momento hasta el tiempo presente.

Aldo Marchesi
UDELAR

1 Véanse también Stephen Gregoy, Intellectuals and Left Politics in Uruguay, 1958-2006. A Frustrated Dialogue, Brighton, Sussex Academic Press, 2009, y José Rilla, La actualidad del pasado: Usos de la historia en la política de partidos del Uruguay, 1942-1972, Montevideo, Editorial Debate, 2008.

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