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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.21 no.2 Bernal dic. 2017

 

Dossier: La Revolución Rusa en la historia intelectual latinoamericana

Contra la revolución: circulación cultural y discursos decadentistas en la Argentina (1917-1922)

 

Mariela Rubinzal
UNL / CONICET

 

A partir del análisis de la circulación de ideas, imágenes, productos periodísticos y editoriales sobre la Revolución Rusa en el universo político y cultural de las derechas argentinas, se plantean dos interrogantes centrales ¿qué significó la Revolución Rusa para esta cultura política de tendencia decadentista?, y ¿qué lugar ocupó esta en los orígenes de la cultura política nacionalista? Los autores que adherían al pensamiento decadentista vincularon la revolución a un conjunto de eventos inquietantes (locales e internacionales). El significado de los hechos revolucionarios fue cristalizándose a partir de dos movimientos: la curiosidad por un fenómeno disruptivo producido en un país lejano y la vinculación (real o imaginaria) con otros hechos locales contemporáneos o posteriores a la Revolución vinculados a la cuestión social.

La construcción de una cultura política contrarrevolucionaria1 en la Argentina tuvo como escenario el resquebrajamiento de la sensación de seguridad, la crisis de la hegemonía del positivismo, el cuestionamiento a los principios del liberalismo y la emergencia de "nuevas sensibilidades". En la perspectiva de Fernando Devoto y María Inés Barbero se trató de "un movimiento cultural acotado" encarnado por personas que tenían "una conciencia de pertenencia" y compartían ciertos rasgos.2 Si bien es difícil encontrar un discurso ideológico definido y estructurado,3 proliferaron ideas de decadencia producto de la crisis del liberalismo y la revisión de algunos de sus principios incluso entre quienes profesaban ideas liberales.4 Las ideas contrarrevolucionarias que se consolidaron en este contexto fueron los insumos a partir de los cuales se edificó el discurso del nacionalismo movilizador de los años treinta. Si bien este fue un movimiento político sustancialmente diferente, las imágenes sobre la Revolución Rusa y su centralidad en la identidad política nacionalista fueron perdurables.5

Beatriz Sarlo ha señalado que el campo intelectual argentino se dividió entre dos sentimientos: la esperanza de la revolución y el miedo a la revolución.6 Efectivamente, la imagen de una catástrofe, de grandes tempestades, de un volcán a punto de estallar fue recurrente en los discursos contrarrevolucionarios. No obstante, lejos de provocar solo el aumento de opiniones a favor de la solución represiva comenzaron a difundirse discursos complejos sobre la revolución y su repercusión en el escenario local. La idea de que era más efectivo combatir al comunismo mediante programas sociales antes que con medidas policiales se fue extiendo lentamente.7 La cultura contrarrevolucionaria se nutrió de distintas fuentes basadas en registros fotográficos provenientes del exterior (tal como puede constatarse en el archivo personal de Julio Irazusta);8 publicaciones periódicas; relatos de viajeros y libros de distinto origen. Se trataba de un material acotado porque no siempre se podía acceder a los textos extranjeros ya que no era sencilla su traducción, o no podían hallarse los textos originales en el mercado librero local.9 La circulación de textos provenientes de las editoriales nacionales y de las revistas que publicaban reseñas o fragmentos de libros comenzaron a cubrir parcialmente el vacío intelectual e informativo sobre la revolución.


Imagen periodística de julio de 1917 en Petrogrado, recortada por Julio Irazusta, referenciada y archivada en sus anuarios. Archivo Julio Irazusta en Gualeguaychú.

La revista católica Estudios,10 en la cual escribían muchos referentes de la cultura contrarrevolucionaria, solía recomendar libros sobre la revolución editados en nuestro país. Entre estos se destaca la obra Maximalismo, de José M. Samperio. En 1919 fue publicada en la Novela del día, a un precio muy accesible (10 centavos)11 y luego por la Editorial Soiza (en 1920 ya iba por la tercera edición). Se trata de una novela popular –escrita con un lenguaje sencillo– que narra la historia de la familia Ledesma, dueña de ingenios en Tucumán, en la cual se mezclan cuestiones de distinto orden: el amor, los negocios, las diferencias sociales, la violencia, el tiempo libre, la sociabilidad, el miedo a la revolución social. El trasfondo son los sucesos producidos durante la Semana Trágica, observados con estupor por la hija de la familia y su asistenta desde un balcón céntrico:

Veían grupos de mocetones mal vestidos, que respondían al mando de otros mejor arreglados que pasaban con diarios en las manos amenazando a los transeúntes. Un coche iba a pasar frente a la casa cuando un pelotón de muchachos le cortó el camino, hicieron parar el vehículo y, desenganchando los caballos, daban con el látigo al cochero. Enseguida adelantaron el carruaje pocos pasos y le prendieron fuego. Sobre las ruinas del coche a medio quemar se irguió un obrero de camiseta roja y atronando los aires dio un grito: ¡Viva la anarquía! Y así para celebrar su triunfo hizo dos disparos de revólver.12

La Semana Trágica reactualizó imágenes de la Revolución Rusa: en Buenos Aires también se podían observar obreros en la calle "con las armas en las manos". El cortejo que acompañaba a los trabajadores muertos durante la huelga en la fábrica Vasena era una "ola humana que se adelantaba siniestra por las calles de la gran metrópoli, sembrando el espanto. No había lágrimas de dolor sobre los caídos; solo había rugidos de venganza que rodaban sobre sus cadáveres".13 El columnista de Estudios argumentaba que Samperio trataba agudamente el malestar social que surgía de las necesidades del proletariado, "a las cuales urge poner pronto remedio, si no se quiere alimentar el volcán que amenaza estallar en el momento menos pensado, para arrasar todo cuanto intente oponerse a su paso avasallador".14 La teoría y la práctica del maximalismo, de Carlos Mezzena, es otro de los libros recomendados porque condensa "toda la doctrina del maximalismo y los hechos más calumniantes que constituyen consecuencias prácticas de la aberración social que esa doctrina representa, y de la cual se aprovechan cuatro malvados para llegar a la altura que por sus condiciones personales no podrían jamás conseguir".15 También se difundieron los títulos de la recientemente creada Editorial Bayardo (de los hermanos Luccia-Puig) que presentaba, por esos años, una colección de obras llamada Libertad dirigida por Gustavo Martínez Zuviría. La primera obra de esta colección fue Después de la victoria del socialismo, de Eugenio Richter;16 luego, un libro de mucha circulación –dentro y fuera de la cultura católica– fue Una nueva edad media. Reflexiones acerca de los destinos de Rusia y de Europa (el original era de 1924), de Nicolás Berdiaev. La trayectoria intelectual y biográfica de Berdiaev –quien había vivido primero las censuras del zarismo y luego las del comunismo, que lo llevaron finalmente al exilio– lo colocaron en un lugar de reconocimiento en el campo intelectual argentino. Para este autor las tendencias socialistas impregnaban "no sólo la vida política y económica sino también toda la cultura contemporánea; representan un determinado sentimiento de la vida".17 Berdiaev creía que se había iniciado una nueva época y ya era imposible volver al estadio anterior, la primera gran guerra y la Revolución Rusa habían dado lugar a "una nueva edad media" basada en la desaparición de la personalidad: "El hombre no puede soportar su desamparo, su soledad".18

En este marco se destacó la obra de Gustavo Franceschi,19 que tuvo amplia circulación por distintos medios: revistas, periódicos, conferencias, libros. Compartiendo la perspectiva decadentista de sus pares anuncia que "los principios que han regido al mundo por el espacio de dos siglos" habían perecido20 y que el surgimiento de una nueva época fue tierra fértil para el nacimiento de lo que llamó la "angustia contemporánea".21 Gustavo Franceschi fue a contramano de la idea de que los problemas sociales y la consecuente lucha gremial eran ajenos a la idiosincrasia de los argentinos. Cuando el discurso contrarrevolucionario apuntó a los extranjeros supuestos "agitadores sociales" argumentó que "las condiciones del ambiente" propiciaban la difusión del comunismo.22 En una conferencia pronunciada en diciembre de 1917 afirmó que el capital tenía derecho a su renta pero no podía absorber la totalidad de los beneficios de la producción. Desde su perspectiva, el sistema político vigente debía reconocer las expresiones y el ansia de una mayor justicia y realizar en forma urgente "profundas transformaciones socio-económicas".23 Franceschi argumentaba –en el contexto de recepción de las noticias de la Revolución Rusa– que el obrero en nuestro país seguía al socialismo porque no conocía suficientemente la doctrina social de la Iglesia. De esta manera, reivindicaba la "acción positiva" como una estrategia superior a la represiva, e insistía en la opción preventiva (que incluía la formación de sindicatos católicos) ya que "la mejor defensa es hacer imposible la revolución mediante una más justa organización social".24 Al mismo tiempo, una carta pastoral del obispo de Paraná, Abel Bazán y Bustos, advertía que el objetivo del maximalismo era acabar con todo el orden social existente, derribar todos los gobiernos y proclamar la tiranía del proletariado calificado como "turbas desenfrenadas".25 El obispo interpretaba la coyuntura como una guerra en la cual era necesario "fomentar el bienestar obrero y alejar de su hogar la miseria y las privaciones" para lo cual los capitalistas se tienen que "despojar de miles o millones voluntariamente para obras de previsión económico-sociales".26 En esta perspectiva, la vinculación de la revolución con la cuestión social local es central para comprender las dimensiones y la centralidad que tuvo en la construcción de la identidad política nacionalista. Los recortes periodísticos de la prensa local que recopilaba con sistematicidad Julio Irazusta desde muy joven presentan con bastante claridad esta vinculación. En efecto, durante 1917 sus recortes y anotaciones destacaban las noticias relacionadas con la economía nacional y la cuestión obrera –tales como la promulgación de leyes laborales o las huelgas portuarias y rurales–, hechos que podían convertirse en la tierra fértil de una revolución social. En 1918 Julio Irazusta comenzó a cursar la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, con lo que debió trasladarse desde su Gualeguaychú natal a la capital. Allí el clima cultural decadentista y el conflicto social fueron tiñendo sus registros diarios: "Aquí todos los días hay desórdenes. No hay manifestación política opositora sin que se disparen revólveres".27 Estas experiencias personales junto con el enorme influjo que tenía su hermano Rodolfo determinaron su ingreso a la política en 1927, cuando se fundó La Nueva República.28

A partir de estos discursos se fue consolidando la idea de que el capitalismo estaba logrando destruir a las familias obreras, deformando su moral, obligándolas "a vivir en descuidada promiscuidad en míseras viviendas o en las usinas, con abandono forzoso de todo cultivo espiritual".29 El socialismo no podía ofrecer una alternativa en la medida en que aspiraban a "corregir el mal con la usurpación y la violencia" agravando los antagonismos que disgregaban a la sociedad.30 El ideal socialista era una "quimera latente" en la medida en que la jerarquía era concebida como natural y justa por sí misma. En el mismo sentido, la opinión de Martín J. Pérez –incitado por una conferencia del socialista Mario Bravo– planteaba que la socialización de las tierras implicaba negar las diferentes cualidades de los hombres que la trabajaban imponiendo una igualación injusta y "absurda".31 Si las revoluciones "se hacen con obreros" que atraviesan una "desgracia inmerecida" el objetivo inmediato era ganar a ese sector mediante la cristianización, empleando un método "profiláctico o higiénico" para sanear el ambiente "mediante una educación moral y religiosa".32

Debe resaltarse que la cultura política contrarrevolucionaria se nutrió de imágenes muy diversas de la revolución. Las distintas formas de nombrar el fenómeno (maximalismo, bolcheviques, bolshevismo, bolchewikismo, bolcheviki, bolshewikis) entre los escritores de la época es una muestra de la inquietud que generaba lo nuevo, lo que estaba en vías de definirse, de historiarse.33 Más allá de la diversidad, el significado último de la revolución se actualizó en cada situación de condensación de los conflictos sociales y se proyectó como una advertencia durante toda la década del treinta, momento en que emerge y se consolida un nacionalismo movilizador y violento que sale a las calles a luchar contra el comunismo.

Notas

1 Sobre el concepto de contrarrevolución véase Sandra McGee Deutsch, Contrarrevolución en la Argentina 1900-1932. La Liga Patriótica Argentina, Buenos Aires, UNQ, 2003; para una síntesis de los aportes provenientes del concepto de culturas políticas véase Mariela Rubinzal, "Claves para volver a pensar las culturas políticas en la Argentina (1900-1945). Perspectivas, diálogos y aportes", en Anuario del Instituto de Historia Argentina, 2016, en Memoria Académica. Disponible en http:/www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.7680/pr.7680.pdf.

2 María Inés Barbero y Fernando Devoto, Los nacionalistas, Buenos Aires, ceal, 1983.

3 Cristián Buchrucker, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1987.

4 Oscar Terán, "Nacionalismos argentinos (1810-1930)", en Revista de Ciencias Sociales, Bernal, UNQ, N° 1, noviembre de 1994, p. 37.

5 Mariela Rubinzal, "El nacionalismo frente a la cuestión social en Argentina (1930-1943). Discursos, representaciones y prácticas de las derechas sobre el mundo del trabajo", tesis doctoral, Universidad Nacional de La Plata, 2012.

6 Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930 [1988], Buenos Aires, Nueva Visión, 2007.

7 Mariela Rubinzal, "El nacionalismo frente a la cuestión social en Argentina (1930-1943)", op. cit.; Olga Echeverría, "Virtudes de la doctrina y errores de la política. Monseñor Gustavo Franceschi ante los ‘totalitarismos’ soviético, fascista y nacionalsocialista", Quinto Sol, enero-abril de 2017.

8 Julio Irazusta recopilaba algunas notas de las revistas europeas América-Latina y L’Illustration, pero sobre todo estaba interesado en las imágenes que recortaba de estas publicaciones y archivaba en sus anuarios.

9 Augusto Bunge, El continente rojo, Buenos Aires, Editorial L. J. Rosso, 1932, p. 10.

10 La revista Estudios se creó en julio de 1911 por los miembros de la Academia Literaria del Plata y se publicó hasta el año 1967 en que llegó a completar 558 números. Se trató de una revista de cultura general que contenía artículos referidos a las más diversas cuestiones doctrinales y trabajos de exposición y crítica de literatura tanto nacional como extranjera. Según Néstor Auza, hasta 1928 la revista Estudios fue la publicación católica que puso "el mayor acento en el papel evangelizador que la literatura puede ejercer sobre la ciudadanía y de ahí nace la preocupación por ofrecer una visión cristiana de los textos literarios y una oportunidad para dar a conocer escritores católicos". Auza estima que durante los primeros diecisiete años de vida "Estudios es la revista católica de cultura más relevante que se edita en el país y alcanza una circulación nacional". En Néstor Auza, "Revistas culturales de orientación católica en el siglo XX en Argentina", Anuario de Historia de la Iglesia, Pamplona, Universidad de Navarra, 2000.

11 La Novela del día cuyo director era Luis Luchia Puig– aparecía los días viernes "con una obra de palpitante interés de los mejores autores latino-americanos" tales como Manuel Gálvez, Barrantes Molina, Hugo Wast, Belisario Roldán, entre otros. Se podían comprar los números sueltos por 10 centavos o suscribirse pagando una pequeña cuota de acuerdo a la encuadernación: en rústica $1.25 por trimestre, $2.50 por semestre o $5 al año; mientras que la "edición de lujo" valía $2.50 por trimestre; $5 pesos por semestre; $10 por año. El número suelto encuadernado costaba 0.20 centavos.

12 José Samperio, "Maximalismo", en La Novela del día, 13 vols., Buenos Aires, año I, 1919, p. 296.

13 Ibid., p. 298.

14  "Bibliografía", en Estudios, XVIII, Buenos Aires, 1920, p. 320.

15 "Bibliografía", en Estudios, XVII, Buenos Aires, 1919, p. 475.

16 Faustino Legón, "Después de la Victoria del socialismo", Estudios, XIX, Buenos Aires, 1920, pp. 273-277.

17 Nicolás Berdiaev, Una nueva edad media. Reflexiones acerca de los destinos de Rusia y de Europa, 5ªed., Barcelona, Editorial Apolo, 1934, p. 39.

18 Ibid., p. 11

19  Para una reseña biográfica de Gustavo Franceschi puede verse Lila Caimari, Perón y la Iglesia católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina (1943-1955), Buenos Aires, Ariel, 1995, pp. 348-356, y Miranda Lida, "Iglesia, sociedad y Estado en el pensamiento de monseñor Franceschi. De la seditio tomista a la ‘revolución cristiana’ (1930-1943)", Anuario iehs, Nº 17, Universidad Nacional del Centro, 2002.

20 Gustavo Franceschi, La democracia y la Iglesia, Buenos Aires, Agencia General de Librería y Publicaciones, 1918.

21  Gustavo Franceschi, La angustia contemporánea, Buenos Aires, Editorial Coni, 1928.

22 Entrevista realizada a Franceschi en la ciudad de Paraná, publicada en El Pueblo, 15 de julio de 1923, y reproducida en Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero, Grandes entrevistas de la Historia Argentina (1879-1988), Buenos Aires, Punto de Lectura, 2002.

23 Gustavo Franceschi, La democracia y la Iglesia, op. cit., p. 21.

24 Entrevista realizada a Franceschi en la ciudad de Paraná, publicada en El Pueblo, 15 de julio de 1923, y reproducida en Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero, op. cit.

25 Vicente Gambón, "Ante los problemas sociales", en Estudios, XVII, 1919, pp. 10-15.

26 Ibid.

27 Julio Irazusta, "25 de marzo de 1922", Buenos Aires, 25 de marzo de 1922. Archivo personal de Julio Irazusta.

28 Noriko Mutsuki, Julio Irazusta. Treinta años de nacionalismo argentino, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2004.

29 Tirso Yañez, "La situación social después de la guerra. El capital y el trabajo. Los grandes errores y las grandes soluciones", tomado de Revista Eclesiástica, Buenos Aires, noviembre de 1921, en Estudios, XXII, 1922, pp. 72-75.

30 Héctor Olmedo, "El verdadero concepto de la cuestión social", en Estudios, XXIII, 1922, pp. 8-13.

31 Martín José Pérez, "La Revolución Rusa", en Estudios, XXIII, 1922, pp. 376-391.

32 León Froilán, "La Lectura Dominical. Enseñanzas de la revolución", en Estudios, XIII, 1917, pp. 476-477.

33 "Rasputin y el último de los Romanoff", en La Nota. Revista Semanal, s/f. Archivo Julio Irazusta, caja 1918.

Bibliografía

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Fuentes

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