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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.23 no.1 Bernal ene. 2019

 

Reseñas

Juan Pedro Blois, Medio siglo de sociología en la Argentina. Ciencia, profesión y política

Cecilia Carrera* 

*Universidad Nacional de La Plata / Centro de Antropología Social / Instituto de Desarrollo Económico y Social

Blois, Juan Pedro. Medio siglo de sociología en la Argentina. Ciencia, profesión y política. Buenos Aires: Eudeba, 2018. 335p.

En diversos textos puede leerse y también puede escucharse en una variedad de eventos dedicados a reflexionar sobre la sociología argentina que esta es una de las ciencias sociales que más vuelve sobre su pasado y más cuenta su historia. Así lo demuestran las numerosas investigaciones y ensayos de historia de la sociología. El terreno de la historia de una disciplina y una ocupación es siempre un territorio de disputa y para la sociología argentina aparece como particularmente significativo. El libro de Blois ingresa a ese territorio con dos aspectos novedosos: se trata de una obra ambiciosa, con pretensión mucho más abarcadora y exhaustiva que buena parte de los trabajos sobre historia de la sociología, pues se propone dar cuenta de un tramo de 50 años. Esa mirada de más largo aliento permite, afirma el autor, identificar continuidades entre las rupturas, generalmente más señaladas y analizadas en otras historias de la sociología, que se enfocan en períodos más breves, en algunas figuras o en ciertas instituciones.

La otra novedad del libro es la propuesta -que tiene gran potencial para “despegar” las vueltas al pasado del análisis de las rupturas y las peleas particulares- de pensar esta historia como la de la configuración de un “espacio de relaciones en el que participaban todos aquellos que, de un modo u otro, tenían interés en disputar lo que la sociología era o debía ser” (p. 15). Blois lo define como un espacio de dimensiones variables según las épocas, organizado en torno de disputas y controversias (y, habría que agregar, acuerdos y proyectos) donde se pretende dirimir la definición misma de la sociología.

Una de las dimensiones productivas del “espacio de relaciones de los sociólogos” es la del lenguaje. Si bien no encontramos en el libro referencias directas al asunto, Blois acierta en el uso de las comillas para referirse a categorías que tienen significación local e histórica particular. Así, “modernización”, “cientificismo”, “peronización”, “profesionalización”, entre otras, aparecerán entrecomilladas dando indicios de algunos sentidos particulares construidos y que se construyen sobre ellas, haciéndolas funcionar en la constitución de ese espacio de relaciones.

Blois toma dos decisiones articuladas para construir su historia de la sociología: una de ellas, distinguir períodos teniendo en cuenta “la temporalidad propia y específica del fenómeno” (p. 24) de estudio y no las temporalidades de la política nacional. La otra decisión fue mirar la constitución del “espacio de relaciones de los sociólogos” a partir de contar la historia de la carrera de Sociología de la UBA. El libro comienza entonces con la creación de esta carrera, a la que define como un “parteaguas” en la historia de la disciplina, por dar lugar a la conformación de una comunidad profesional y a cambios en los modos de formación y criterios de pertenencia. Estas opciones, que están fundamentadas en el libro, llevan por momentos a identificar como temporalidades propias de la constitución del espacio de relaciones de la sociología a eventos directamente relacionados con los vaivenes de la gestión de esa carrera, dejando para otros trabajos el desarrollo de la sociología en diferentes lugares del país y en espacios institucionales cuyas historias exceden las vinculaciones que han mantenido con la carrera de la UBA.

Cada capítulo está dedicado a un período. Así, el primero se ocupa de la constitución de la sociología como ciencia y profesión entre 1957 y 1963. En un contexto de auge de las nociones de “desarrollo” y “modernización”, la sociología generó grandes expectativas (que se tornaron “confusas y excesivas”) en diversos sectores. Blois destaca y reconstruye la centralidad de la figura de Gino Germani en la creación de la carrera y, sobre esta, da relevancia a dos cuestiones. Fue una creación “en ruptura con el pasado”, con los desarrollos previos y con quienes se identificaban y eran reconocidos como sociólogos hasta el momento. Blois adjudica esa ruptura no solo al clima político de “recomienzo” y “desperonización” sino a las disputas personales que Germani tenía con quienes llamaba “sociólogos de cátedra”. Ellos, que ya enseñaban sociología en otras universidades del país, no formaron parte del plantel docente de la primera carrera de sociología. Se fueron perfilando a partir de allí dos grupos enfrentados de sociólogos; uno se ubicó en Buenos Aires y su zona metropolitana y se nucleó luego en la Asociación Sociológica Argentina (ASA). El otro se identificó con la Sociedad Argentina de Sociología (SAS) cuyo lugar de referencia fue Córdoba.

La carrera fue orientada a la investigación empírica desde un enfoque funcionalista y a la inserción profesional como “expertos en problemas sociales” en organismos principalmente estatales. Esa fue una característica, según Blois, distintiva de esta carrera en relación con otros países en los que la sociología se fue identificando con la actividad científica alejada de “preocupaciones prácticas”. Sin embargo, también destaca el autor que los lazos que pudieron construirse con el Estado fueron débiles, pues no resultaron en una alta contratación de profesionales.

El segundo capítulo analiza el período 1963-1966. El año 1963 aparece como un punto de inflexión, pues regresaron los colaboradores de Germani que habían ido a estudiar al exterior, donde se formaron en enfoques distintos al funcionalismo y se mostraban críticos de la empresa germaniana; también los estudiantes comenzaron a protestar y a reclamar la enseñanza del marxismo y Germani mudó parte de sus actividades al Centro de Sociología Comparada (CSC) del Instituto Torcuato Di Tella. Allí podía desarrollar mucho más claramente el proyecto de profesionalización de la sociología que había planeado desarrollar en la UBA. Blois ubica en la creación del CSC un hito en el que puede evidenciarse la complejización del “espacio de relaciones de los sociólogos”, pues la carrera dejó de ser el único espacio referente de la sociología profesionalizada. Además, las críticas de parte principalmente del estudiantado mostraban un momento de fuerte desprestigio de aquella idea renovadora: a las acusaciones a Germani de ser “agente del imperialismo”, se sumaba la puesta en duda de la idea misma de la sociología como ocupación tal como había sido hasta allí planteada.

El tercer capítulo (1966-1973) nos muestra un momento de “auge” de la sociología, evidenciado en el aumento de estudiantes y graduados/as. Esto favoreció, según Blois, la diversificación de las instituciones en las que se desempeñaban sociólogos/as y el trabajo que estos hacían. El capítulo inicia con referencias a la Revolución Argentina, la noche de los bastones largos y las implicaciones que esta tuvo en la carrera de sociología de la UBA. La renuncia de la mayoría de sus profesores y profesoras favoreció la ocupación del espacio de la carrera por parte de quienes habían perdido una batalla anterior con Germani: los y las integrantes de la SAS.

La descripción pone asimismo de relieve algunas oposiciones desplegadas en el período, y que marcaron la conformación del “espacio de relaciones de los sociólogos”. Las “cátedras nacionales”, versus las “cátedras marxistas”, ambas no obstante inclinadas a asimilar la figura de los y las sociólogos/as a la del “militante político” y rechazar las proposiciones de los y las sociólogos/as “profesionales”, asimilados a la figura del/la “experto/a”.

El cuarto capítulo se dedica al período 1973-1983, que comienza con el ascenso de Cámpora a la presidencia de la Nación y la reorientación de la carrera en la UBA, que profundizó la radicalización política y reorientó sus prácticas de formación, alentando la inclusión de sociólogos/as en el Estado, que ya no era un “Estado capitalista” sino uno “socialista nacional”. Con la muerte de Perón y el giro altamente represivo del gobierno, la carrera de sociología fue trasladada a los sótanos de la Facultad de Derecho. Tomó un perfil “libresco” y su actividad se vio visiblemente reducida, llegando al “encapsulamiento”, dado por la desconexión de centros privados de investigación de la actividad anterior de la carrera y del análisis de la sociedad contemporánea. Todo redundó en la pérdida de centralidad de la carrera en el “espacio de las relaciones de los sociólogos”. Los centros de investigación privados, que habían tenido importante desarrollo en años previos, también redujeron sus actividades y se fueron “ensimismando”.

Otros espacios se crearon: el Colegio de Graduados de Sociología surgió en 1975, bajo preocupaciones por la inserción laboral y la “defensa de los intereses ‘corporativos’ de sus integrantes” (p. 200). Las inquietudes que movilizaron a los/as miembros del CGS son analizadas por Blois, quien encuentra que la pregunta por el papel de la sociología en la sociedad se había “desdibujado” en este caso, en el que estaban más preocupados por responder otra pregunta: ¿cuáles pueden ser los espacios y las posiciones laborales de los/as sociólogos/as?

El quinto capítulo (1984-1990) está centrado en el proceso de reorganización de la carrera tras la recuperación democrática, las disputas en la elección de su dirección, la elaboración de planes de estudio y la selección de profesores/as. Blois afirma que este proceso de reorganización inauguró un período de estabilidad en la carrera. Esta nueva etapa fue definida por el “pluralismo”, caracterizado por la incorporación al plantel docente de sociólogos y sociólogas con diferentes enfoques y posiciones políticas. Sin embargo, no encontraron lugar quienes trabajaban en los centros de investigación más activos y profesionalizados, ni quienes se habían constituido en referentes de la consultoría y los análisis de opinión. La carrera asumió un perfil “libresco” -casi no incluyó relaciones concretas con las actividades de investigación y con la llamada “sociología aplicada”- e “importador” -con escaso espacio para la sociología argentina y latinoamericana-.

El período se cierra en 1990 con la designación de las autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales, creada en 1988. Resulta llamativa su coincidencia con la sanción, en 1988, de la Ley 23.553 que regula el ejercicio profesional de la sociología y la constitución del Consejo de Profesionales de Sociología en 1990, hechos mencionados por Blois pero no integrados al análisis de la estabilidad iniciada en esta etapa.

El último capítulo se ocupa del período 1990-2007 y aborda dos procesos. Uno es el crecimiento de la academia como espacio laboral y profesional, signado por una creciente profesionalización y burocratización. Se tendió al “ensimismamiento” en el que trabajan y producen para los pares, de acuerdo a una agenda impuesta y lejos del rol del “intelectual público” que había animado a otros en períodos previos.

El otro proceso es la ampliación y diversificación de espacios de trabajo, que da pie a Blois para plantear una pregunta: “¿la sociología como profesión?” (p. 266). El dilema de considerar o no a la sociología como “una profesión como cualquier otra” se articula para el autor con otros tres problemas: la indiferencia que la carrera de la UBA ha mostrado por la inserción laboral de quienes se gradúan, la imposibilidad de “monopolizar” un conjunto de tareas y la persistencia del “ideal de sociólogo como intelectual con base en la academia” (p. 274).

Medio siglo de sociología en la Argentina es una historia que moviliza un importante y variado corpus de materiales de campo, con fuentes novedosas. Es, además, una obra que brinda valiosas pistas para delinear procesos y tramas de relaciones vinculados a la constitución del campo de la sociología local que desbordan los períodos tradicionalmente delimitados y las figuras usualmente recuperadas. Por ello, se trata de un texto ineludible en la comprensión de los dilemas que aún atraviesan el “espacio de relaciones de los sociólogos”.

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