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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.23 no.1 Bernal ene. 2019

 

Reseñas

Martina Garategaray, Unidos. La revista peronista de los ochenta

Guillermo Korn *  

*Universidad de Buenos Aires

Garategaray, Martina. Unidos. La revista peronista de los ochenta. Bernal: Universidad de Quilmes, 2018. 152p.

Los años ochenta no han tenido buena prensa. La frase, algo provocativa, podría relativizarse si se tiene en cuenta el amplio espacio abierto por las revistas publicadas en aquellos años y hasta mediados de los noventa. Y no tanto si se considera la escasa producción analítica sobre ese material. Una excepción es Punto de Vista: la atención es merecida y la visibilidad no es ajena a su larga historia. Pero muchísimas otras quedaron al margen. El libro de Martina Garategaray hace justicia con una de ellas: la revista Unidos. Revista libro, de irregular periodicidad y tamaño. Se editó entre los meses previos a las elecciones de 1983 y agosto de 1991. Aunque habían salido dos números antes de las elecciones, su historia quedó anclada junto a la del peronismo renovador. La síntesis condensa el periplo que abarca la apuesta a los candidatos justicialistas en la elección de 1983, la derrota a manos del alfonsinismo, el proceso de renovación y de disputa en el interior del justicialismo, el distanciamiento de sus integrantes de las filas de ese partido y la construcción de otro espacio político.

Unidos tuvo, a lo largo de su historia, dos directores: Carlos “Chacho” Álvarez, hasta el Nº 20, y Mario Wainfeld, en los últimos tres. Con variaciones, ingresos y deserciones, del consejo editor participaron Norberto Ivancich, Arturo Armada, Salvador Ferla, Roberto Marafioti, Horacio González, Vicente Palermo, Felipe Solá, Hugo Chumbita y Pablo Bergel, entre otros. Decíamos que el ascenso del peronismo renovador fue su plataforma, aunque la revista no fue su tribuna oficial. En todo caso, fue una de las tribunas desde donde se debatió la interna peronista, con una favorable postura sobre la necesidad de la renovación partidaria. También albergó la discusión y ambientó el distanciamiento de muchos de sus activos participantes de la estructura del partido.

La autora relee con la revista -y desde ella- el contexto político e intelectual de los ’80. Unidos se presentaba como “el resultado del encuentro de un conjunto de militantes peronistas”. En su manifiesto fundacional apelaba a las ideas (“contribuir al proceso de institucionalizar la lucha por las ideas”) y a la organización como freno “al oportunismo o a la desviación”. En ese llamado confluyeron compañeros de militancia de Álvarez, ex militantes de la Juventud Peronista (JP Lealtad mayormente), integrantes de las cátedras nacionales de la UBA, otros que habitaron las aulas de la Universidad del Salvador o habían hecho sus experiencias en revistas como Vísperas, Controversia y Testimonio Latinoamericano. Allí el germen.

De esos pasados al escenario que se abría con “la vuelta de la democracia”. El sesgo de esos años fue el imperio del consenso, la no violencia y la pluralidad. Por fuera, parecía haber poco más. En el primer número Unidos explicitó el apoyo a la fórmula justicialista. En algunos de los siguientes, el foco estuvo puesto en revisitar la experiencia del gobierno peronista entre 1973 y 1976 y el lugar de Montoneros. Una partida compleja y de varias manos: como experiencia de la que sus integrantes formaron parte (en el caso de Montoneros, hasta cierto momento), como distinción en el modo de interpretar los años ’70 y el vínculo con Perón. Y como posicionamiento crítico al uso de la violencia insurreccional, que mostraba matices respecto de la visión dominante en los ’80 que -en nombre de la crítica a la violencia- eludía toda exigencia para la transformación social. Los trabajos de Wainfeld y Norberto Ivancich sobre esos dos temas delineaban el marco en el que se inscribe la publicación de los documentos internos de Rodolfo Walsh a la organización armada. La revista contraponía la idea de la violencia no deseada -a veces “necesaria y justa”- con el hecho de no deponer las armas con el peronismo en el gobierno. Ese primer paso daba lugar a uno más: disputar la herencia del último Perón. El rescate de su figura enfatizaba el carácter dialoguista, plural y la condición del líder “que buscaba trascender los particularismos en aras de la unidad del espacio político social”.

Garategaray periodiza esa caracterización y encuentra que, tras la derrota electoral de 1983, empiezan a ganar espacio las reflexiones críticas, las preguntas incómodas y las autocríticas. Explicitar esa lectura y asumir su identidad más claramente habilitó no solo el balance sobre la derrota electoral, sino también la ruptura por parte de un nutrido grupo de intelectuales, varios partícipes de la revista, en agosto de 1985, que consideró que la renuncia colectiva a la afiliación partidaria -sin abandonar “nuestra identidad peronista”- era una cuestión de “dignidad con la propia memoria, con la historia y los valores que la alentaron”.

El noveno número de Unidos, de abril de 1986, puede leerse como delimitación de una segunda etapa de la revista. Los ejes pasan por la discusión sobre el alfonsinismo tras el discurso presidencial en Parque Norte, una lectura sobre Latinoamérica y distintas variables respecto de la encrucijada argentina. Tras las legislativas de 1985, la cercanía de Unidos con Antonio Cafiero era más visible y explícita: la entrevista al diputado electo lo confirmaba. Después llegará el apoyo a su candidatura para la gobernación de la provincia de Buenos Aires y más adelante la interna frente a Carlos Menem por la presidencia de la Nación.

En el análisis de Garategaray se enfatiza el carácter político de la revista: esa fue su carta de presentación y su proyecto. Eso se traduce no solo en cuanto a sus definiciones y análisis de coyuntura, sino también en las relaciones y los debates que Unidos sostuvo con otras publicaciones del campo intelectual. Uno de los anexos del libro presenta un mapa de revistas con las que Unidos se relacionaba. En la introducción se promete dar cuenta de aquello que significa una revista en tanto “bisagra cultural” y “laboratorio de ideas”. La reconstrucción de esas discusiones es uno de los logros del trabajo de Garategaray. Comprender la relevancia de Unidos y la dinámica de la época exige entender qué temas se debaten, cómo y con qué interlocutores. La autora se dedica a analizar más detenidamente las discusiones (sea a través de las páginas de la revista, sea a través de algunas mesas redondas) con revistas como Crisis, Punto de Vista y La Ciudad Futura, que a marcar diferencias con publicaciones como El Despertador, Crear o Línea, con las que Unidos compartía un sesgo ideológico. Esta convivencia entre espacio público y revistas se visibiliza, por ejemplo, en un dato revelador del libro: cuando se alude en una nota al pie a un breve texto escrito por la defensa del orden democrático ante la amenaza carapintada. Ese escrito salió publicado en varias revistas: La Ciudad Futura, Punto de Vista, Diario de Poesía, Gaceta Psicológica, Revista Argentina de Psicología, Psyché y Unidos. Podría decirse: ante la posibilidad del estado de excepción, la excepcionalidad. Y aun a riesgo de equivocarme, agrego un enunciado: Unidos buscó abrirse más a la interlocución con las demás revistas que lo que ocurrió a la inversa.

La revista peronista de los ochenta, tal como aparece caracterizada, terminó dando apoyo a la conformación del “grupo de los ocho”, disidencia parlamentaria encabezada por Carlos “Chacho” Álvarez. La separación se produjo bajo el menemismo en el poder, por temas como el de la Ley de Emergencia Económica y la reforma del Estado. Garategaray piensa a Unidos como una revista “de la transición y en transición”. Tal definición va mucho más allá del juego de palabras. Por la idea que Unidos planteó sobre la revisión identitaria del peronismo, hasta llegar a la “idea de la construcción de una nueva identidad política capaz de crear un frente, coalición o alianza”.

Para el cierre, una observación sobre tres cuestiones no abordadas en el libro. La lograda síntesis del libro hubiese permitido, sospecho, introducirlas. Nos referimos, en primer término, al modo en que la propia revista se presenta y sus cambios. Al comienzo sin entidad que los nuclee, luego como publicación del Instituto para la Cultura Política (ICP) y desde el número 7/8 como perteneciente a la Fundación Unidos. ¿Qué significan esas modificaciones? ¿Qué son y quiénes componen esas entidades? Otra cuestión es cuál fue la relación entre el libro titulado La fe de los conversos. 14 miradas sobre el Plan de Convertibilidad, publicado por Ediciones Unidos, y la revista. La tercera es la coexistencia de esta publicación respecto de otra, que tuvo un lazo de consanguinidad notoria (¿filial, fraternal o compañera?). Nos referimos a Unidas, publicada desde 1986. En su corta existencia Unidas nucleó a un grupo de militantes mujeres integrado por Liliana Chiernajowsky, Tati Ginés, Lila Pastoriza y Marta Vasallo, entre otras. El trabajo de Martina Garategaray está concentrado en Unidos, pero por la importancia que establece entre Unidos y otras publicaciones del período no hubiera sido impropio añadir algún párrafo sobre esta experiencia que aportó al debate sobre género y militancia nacional. Ninguna de las cuestiones señaladas va en desmedro de esta sólida investigación, ni a los méritos de su lectura sobre la revista Unidos, pero es probable que su consideración hubiera aportado a una visión más definitiva de aquella experiencia política intelectual.

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