SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.23 número2Semánticas de la guerra fría cultural. Las izquierdas democráticas latinoamericanas frente a la “cruzada por la libertad”Conexión sensible: política, género y afectos en la disputa por la memoria de Allende a escala global índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.23 no.2 Bernal jun. 2019

 

Dossier: Guerra fría cultural en América Latina

Solari y Trías. Dos trayectorias intelectuales en la guerra fría

Aldo Marchesi* 

Vania Markarian* 

* Universidad de la República, Montevideo

A más de cincuenta años de las pasiones y los intereses que las determinaron, los rastros de las trayectorias de los intelectuales latinoamericanos se abren en archivos lejanos al continente y develan los márgenes de decisión personal que tuvieron en el contexto de la guerra fría. Los uruguayos Aldo Solari y Vivian Trías son paradigmáticos de estos procesos. Pionero de la sociología universitaria el primero, connotado dirigente socialista el segundo, ambos pertenecieron a la generación que pensó los “problemas nacionales” y la inserción latinoamericana del Uruguay desde el reconocimiento de su crisis. Sus nombres se repiten, con justicia, en todos los estudios sobre el campo cultural y político de los años cincuenta y sesenta. Documentación de reciente acceso ilumina su integración a redes político-intelectuales que incluían a los principales actores del conflicto global.

En el caso de Trías, la apertura de su legajo en el servicio de inteligencia checoslovaco detonó un breve escándalo sobre sus servicios de “agente” a sueldo de un poder extranjero. Por un lado, esto lleva a repensar su papel como inspirador de la izquierda que se proclamó nacional y repudió el socialismo real. Por otro lado, parece fructífero desentrañar las razones de ese involucramiento, los intereses de ambas partes y el impacto de esos vínculos sobre su ensayismo y su liderazgo político. En el caso de Solari, resulta interesante constatar la densidad de sus relaciones con el Congreso por la Libertad de la Cultura (clc), organización financiada por la cia que fue determinante en la llamada guerra fría cultural. Solari mantuvo intensa correspondencia con representantes del clc, recibió dinero y realizó encargos, en lo que parece haber sido también una relación de conveniencia mutua.

Por encima de las diferencias, nos interesa pensar las posibilidades que estaban abiertas durante ese período para intelectuales que buscaban internacionalizar sus carreras y marcar la agenda de las redes donde se posicionaban. Sin olvidar los límites que esas opciones supusieron en el rango de modos posibles de ser intelectual en esas décadas.

* * *

Vivian Trías nació en 1922 en Las Piedras, cerca de Montevideo. En su juventud comenzó a vincularse con grupos juveniles del Partido Socialista (ps). Abandonó estudios de medicina para dedicarse a la enseñanza secundaria de filosofía e historia. Sus inquietudes intelectuales comenzaron a desarrollarse cuando el inicio de la guerra fría reconstituyó las alineaciones políticas mediante la redefinición de la idea de imperialismo. Mientras algunos militantes del ps, inspirados por el viejo dirigente Emilio Frugoni, se acercaban de manera crítica a la influencia estadounidense, otros adoptaban una firme posición antiimperialista.

En 1948, Servando Cuadro, militante e intelectual autodidacta expulsado del ps, denunció desde el semanario Marcha el avance imperialista de los Estados Unidos y propuso la creación de una “federación hispanoamericana” de inspiración rodoniana.(1) Estas posturas se difundieron en el movimiento estudiantil universitario y propiciaron un “tercerismo” de izquierda que tomó distancia de los dos poderes de la naciente guerra fría y también de experiencias nacionalistas conservadoras de América Latina. Vinculada a Marcha y a su director Carlos Quijano, esta generación tuvo intervenciones originales en las ciencias sociales y el pensamiento político, alejándose de ortodoxias liberales y marxistas. Trías fue parte de esta promoción y participó de sus revistas. Sus primeros textos en Nexo, Tribuna universitaria, Nuestro tiempo y El Sol, diario oficial del ps, referían a temas históricos vinculados a la conformación del Estado nación, el imperialismo y las burguesías nacionales. También publicó trabajos derivados de interpelaciones parlamentarias como diputado suplente del ps.

A fines de los cincuenta, Trías era un intelectual público orgánico de la izquierda. Reunía la militancia con participaciones en revistas y en instancias de socialización en los cafés montevideanos. No tenía pretensiones académicas y no integraba los ámbitos de las disciplinas sociales, entonces en pleno proceso de consolidación en la Universidad de la República, pero tuvo vínculos con sus protagonistas. Mantuvo buena relación con historiadores revisionistas como el argentino Abelardo Ramos y los uruguayos Alberto Methol Ferré y Washington Reyes Abadie, y cercanía intelectual con el crítico Carlos Real de Azúa y con economistas preocupados por el desarrollo nacional, como Enrique Iglesias.

En la década del sesenta su proyección política e intelectual se amplió. Lideró el proceso de renovación de grupos juveniles del ps contra Frugoni, expresado en la ruptura con el socialismo europeo, el acercamiento a los partidos latinoamericanos y la búsqueda de alianzas con sectores populares asociados al nacionalismo en el continente. Frente a la estrategia electoral de Frugoni, apostó a la movilización vinculada con los trabajadores del campo. La creación en 1962 de Unidad Popular, una coalición electoral con sectores del Partido Nacional e independientes de izquierda, fue parte de ese mismo esfuerzo por establecer una alianza en clave antiimperialista y antibatllista en sintonía con las izquierdas nacionales de la región. Aunque el proyecto fue un fracaso y redujo la votación del ps, originó una red de diálogo político y cultural que influyó en el desarrollo de las múltiples expresiones de la “nueva izquierda”: desde periodistas como Carlos María Gutiérrez y Eduardo Galeano, que transitaron entre Marcha y Época, hasta militantes como Raul Sendic, que abandonaron el ps para crear el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.

Trías fue una pieza clave que articuló esos nuevos espacios de la izquierda política y cultural de los sesenta. En 1964, Real de Azúa lo incluyó en su Antología del ensayo uruguayo contemporáneo destacando sus “tareas militantes” y la importancia de su pensamiento.(2) Efectivamente, dos libros de 1961 habían sentado las bases de líneas de investigación perdurables en la agenda política de la década. La reforma agraria en Uruguay aportó un primer listado de los sectores “oligárquicos” (propietarios con más de 2500 hectáreas) que fue luego utilizado en otros estudios económicos. El Plan Kennedy y la revolución latinoamericana inauguró un camino de indagación sobre el imperialismo norteamericano y anticipó la crítica del dependentismo al desarrollismo. Marcó también una inflexión en la reflexión sobre el imperialismo, desde el señalamiento de los dos imperios del primer tercerismo hacia la preponderancia de los Estados Unidos. En esos años Trías mantuvo el interés por la producción histórica vinculada al siglo xix y se convirtió en principal exponente del revisionismo histórico de izquierda en el Uruguay. Las montoneras y el Imperio Británico (1961) y Juan Manuel de Rosas (1970) fueron ejemplos de su inquietud por abonar una tradición ideológica que uniera las experiencias de las luchas populares latinoamericanas del siglo xix con las izquierdas internacionalistas del xx, intención que también expresó en Por un socialismo nacional (1967).

En el marco de esos nuevos proyectos políticos y culturales Trías comenzó a tener un acercamiento con el servicio secreto checoslovaco (stb), instalado en el Uruguay desde 1961. Según los archivos de la stb, se integró formalmente como agente en 1964, luego de perder su cargo de diputado y mientras evaluaba el fracaso de la Unidad Popular y el inicio de la profunda crisis del ps. De acuerdo con esos mismos documentos, el vínculo se estableció a partir de “razones ideológicas” y dos objetivos comunes: la lucha contra el imperialismo estadounidense y la solidaridad con la Revolución Cubana. Las actividades de Trías fueron múltiples: propaganda antiimperialista mediante ayudas a Época y El Sol y encargos de artículos a periodistas e intelectuales amigos; apoyo a Cuba con eventos regionales; recopilación de información reservada sobre la influencia de los Estados Unidos en la política uruguaya; y, por último, inserción en redes regionales que lo convirtieron en informante privilegiado sobre los procesos políticos latinoamericanos.(3)

Sus razones son difíciles de dilucidar. Hasta el momento no ha sido posible contrastar la información de la stb que destaca la seriedad de su trabajo, su calificación intelectual, su colaboración desinteresada y el acuerdo con ciertos objetivos políticos.(4) Deja en claro también que el uruguayo no se consideraba comunista. Varios gestos públicos de fines de los sesenta y principios de los setenta muestran que su colaboración no implicó un alineamiento con el bloque socialista. En 1968, desde el semanario Izquierda, que dirigía, se cuestionó la intervención en Checoslovaquia, mientras que en La crisis del imperio, de 1970, afirmó que la vanguardia de la revolución antiimperialista global era China.

El archivo también muestra que aprovechó el relacionamiento con la stb para potenciar su trabajo intelectual. Al menos dos de sus libros de esta época fueron financiados por este servicio. Desde un comienzo, Trías había insistido en que subvencionaran sus publicaciones, pero la rezidentura no consideraba conveniente que un agente tuviera tal grado de visibilidad. En la segunda mitad de los sesenta, sin embargo, se preocuparon por su desarrollo como intelectual orgánico de la izquierda, incluyendo las publicaciones así como compras de libros y viajes vinculados a sus trabajos. En agosto de 1971, por ejemplo, publicó Perú: Fuerzas Armadas y revolución como resultado de su estadía en Lima para estudiar el fenómeno de los “militares progresistas”. Luego de cada viaje, informaba a los oficiales de la stb sobre sus contactos con editoriales e intelectuales. (5)

A partir de 1973, con el golpe de Estado en el Uruguay y la consecuente finalización del trabajo de la stb en Montevideo, la relación decayó abruptamente. Los documentos muestran la desesperación de Trías por su situación económica luego de su destitución de la educación secundaria. Ante cada informe sobre procesos políticos regionales, los oficiales le comunicaban que ya no tenían interés en sus colaboraciones. Trías murió en su ciudad natal en 1980, apartado de toda actividad pública, cuando empezaban los primeros pasos hacia la recuperación democrática.

* * *

Aldo Solari nació en Montevideo en 1922. En 1948 se graduó de abogado en la Universidad de la República, pero su reconocimiento proviene de su papel pionero en la sociología universitaria en el Uruguay. Desde comienzos de los cincuenta dio clases de esa materia para docentes de educación media y en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. A mediados de la década participó de la fundación del Instituto de Ciencias Sociales (ics) de esa Facultad y realizó un viaje de estudios a Europa. Estableció su prestigio con dos obras claves de esa etapa primaria de la sociología uruguaya (Sociología rural nacional, 1953, y Curso de sociología general y nacional, 1958) e inició algunas de las más importantes especialidades de esa disciplina en el país: sociología del desarrollo, de la educación, rural y política. Adhirió tempranamente al estructural-funcionalismo dominante en la academia norteamericana y se alineó con el desarrollismo y las teorías de la modernización. En 1964 fue nombrado director del ics.

Esta sólida carrera explica que, al incluirlo en su Antología del ensayo, Real de Azúa sintiera la necesidad de justificarse: a pesar de su pretensión “científica”, Solari había entendido que en América Latina (y especialmente en el Uruguay) la falta de datos empíricos obligaba a navegar otras formas de comprensión de lo social.(6) Cabe puntualizar que esa precisión no puede extenderse más allá de los tempranos sesenta, cuando Solari empezó a colaborar como técnico con la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (cide) creada por el gobierno del Partido Nacional en sintonía con la Alianza para el Progreso. Junto con su firme enclave académico, esa disposición lo diferenció de la mayor parte de las trayectorias recogidas por Real, pegadas a los ámbitos político-partidarios, a los canales de circulación de la prensa periódica, a las revistas culturales y a la sociabilidad más informal de cafés y cenáculos.

Sin renegar de su adscripción colorada y masónica, Solari fue sobre todo un académico preocupado por la institucionalización de los estudios sociales vinculados “al interés práctico por la realidad nacional” y en colaboración con el Estado. El razonamiento podía ser interpretado como tecnocrático, pero apuntaba también a marcar el impacto de la crisis sobre el conocimiento de lo social. Creía que el fin del “Uruguay optimista” podía favorecer la especialización disciplinar y erradicar al viejo “intelectual de café”. En su “Réquiem para la izquierda”, publicado en 1962 como balance de las elecciones y el fracaso de la Unidad Popular, el sociólogo insistió en la responsabilidad de los intelectuales que, al acercarse a las izquierdas marxistas y nacionalistas, habían “abdicado de la tarea de pensar al país tal como es”. Sostuvo también que la manida escasez de recursos no era una excusa y que se conseguirían fondos si se tuviera una agenda clara y se apelara a los organismos indicados.(7)

Esta actitud permite desenvolver la trama de intereses que lo llevó a involucrarse con el clc en los tempranos sesenta y recibir pagos por diferentes tareas vinculadas a sus intereses académicos. El primer dato público de esta colaboración fue la coordinación, junto a su reconocido colega estadounidense Seymour Lipset, de un Seminario de Elites en América Latina, realizado en Montevideo, en junio de 1965, con la presencia de lo más granado de la sociología latinoamericana y latinoamericanistas de los Estados Unidos. La iniciativa era parte del cambio de orientación del clc desde una primera etapa dirigida a contrarrestar las redes intelectuales de la Unión Soviética hacia el combate del ejemplo cubano en América Latina. Esta reorientación se expresó en la sustitución del liderazgo de Julian Gorkin, combatiente del poum exiliado en México, por el de Luis Mercier Vega, anarquista republicano radicado sucesivamente en París, Montevideo, Santiago y Caracas a inicios de los sesenta.(8) Mercier veía en las incipientes ciencias sociales un campo prolífico para influir en las formas de pensar las sociedades latinoamericanas y promover el cambio por vías alternativas a la revolución. El seminario de Montevideo fue parte de esa estrategia, junto con la revista Aportes y el Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales, ambos de 1966. Ese mismo año, el escándalo por la financiación de la cia empezó a minar estas iniciativas, pero no es posible concebir la profesionalización de esas disciplinas en América Latina y su asimilación a las formas de trabajo de la academia anglosajona sin el impulso del clc.(9)

En 1962 Solari había sido detectado como la persona más idónea para llevar adelante ese programa en el Uruguay.(10) Mercier confió en el editor Benito Milla, viejo amigo republicano exiliado en Montevideo, para reclutar colaboradores. Los dos identificaban el tercerismo como caldo de cultivo del antiimperialismo de los intelectuales y su creciente adhesión a Cuba. La decisión de encargar a Solari un estudio crítico de esa tradición muestra su agudeza para detectar una voz que, por provenir de círculos culturales cercanos, fuera escuchada con atención. Efectivamente, la publicación del libro El tercerismo en Uruguay (Montevideo, Arca, 1965) justo después del Seminario desató una intensa polémica desde medios de prensa ampliamente leídos por intelectuales y militantes: el prestigioso Marcha y Época, el más nuevo y radical diario de la izquierda independiente, donde escribía Trías.

Solari no intervino mientras Arturo Ardao y Real de Azúa se lanzaban hirientes dardos que traspasaban los contenidos del libro.(11) Pero no dejó de escribirse con Mercier, verdadero artífice del texto, para comentar los avatares de la polémica y planificar la empresa que los unía: viajes para fomentar las disciplinas sociales, publicaciones en medios del clc, asistencias pagas a congresos y la publicación del libro resultante del Seminario con Lipset. Recién cuando Ángel Rama terció desde Marcha para volver a mencionar el Seminario en relación a la revelación del origen del dinero del clc, decidió el sociólogo que era hora de hacerse oír.(12) Reivindicó su “absoluta independencia intelectual”, afirmó que los universitarios debían “recibir dinero y asistencia técnica sea cual sea su fuente” y declaró que él mismo aceptaría si “los rusos o los chinos o los cubanos me ofrecen dinero para organizar un Congreso”. Lamentó, por sobre todo, el “daño irreparable” de estas “calumnias” para la legitimidad de las ciencias sociales en el continente.(13)

Junto con estos deslindes, lo que el libro y la correspondencia muestran es que, para Solari, la deriva del tercerismo hacia posiciones de apoyo a Cuba significaba el fracaso de la supuesta independencia de sectores intelectuales que, por su redoblado antiimperialismo, se habían vuelto resistentes a cualquier intento de modernización o programa desarrollista. Este era el punto central de coincidencia con el clc, una organización dirigida a sectores progresistas no comunistas e integrada por personas provenientes de las izquierdas anticomunistas. Para Solari, además, este vínculo entrañaba la posibilidad de actualizar los debates de la sociología uruguaya y formar profesionales a tono con sus colegas de los Estados Unidos y de Europa. Era también una oportunidad de internacionalizar su carrera. Aunque tenía vínculos en la región, especialmente con Gino Germani en Buenos Aires y colegas en Chile, fueron las redes y los recursos de su etapa de relacionamiento estrecho con el clc los que le permitieron viajar asiduamente y entrar en contacto con sociólogos como Lipset, que era poco probable que se interesaran por colaborar con el uruguayo.

Paradójicamente, cuando estos esfuerzos empezaban a dar frutos, la explosión del escándalo de los fondos de la cia y las resistencias que estos asuntos despertaron en el espacio académico que había contribuido a formar determinaron su alejamiento del ics y del país en 1967. Fue sustituido por una nueva generación de sociólogos que mayormente renegaba del desarrollismo y de la financiación externa. A partir de entonces, su carrera se volvió verdaderamente internacional. Pasó a residir en Santiago de Chile y a trabajar en cepal, flacso y unesco. En la segunda mitad de los ochenta, luego del fin de la dictadura, fue convocado por el presidente Julio María Sanguinetti para integrar la dirección de la educación pública. Murió en Montevideo en 1989.

* * *

Las historias que hemos contado dan cuenta de las posibilidades y los límites que tuvieron los intelectuales latinoamericanos durante la guerra fría, conflicto que determinó las vías de financiamiento, internacionalización y profesionalización de la actividad cultural y científica en el continente. En los sesenta y setenta, estos asuntos fueron percibidos en términos fundamentalmente éticos o de estrategia política. Con cierta perspectiva histórica, es claro que era muy difícil sustraerse a la influencia de las agencias de inteligencia implicadas en esa lucha. Los ejemplos reseñados muestran que el esquema bipolar terminó encapsulando casi todos los debates. Ni la preocupación latinoamericanista y nacionalista de Trías ni el esfuerzo profesionalizador y modernizador de Solari pueden reducirse a su ubicación en los campos del conflicto global. Sin embargo, terminaron por decantarse en el momento preciso en que este recrudeció en América Latina, inmediatamente después de la Revolución Cubana.

Es difícil calibrar hasta qué punto esas opciones pesaron en los contenidos de sus obras. Ciertos énfasis y silencios muestran una convergencia entre las políticas encubiertas de los bloques y los posicionamientos de estos intelectuales. En Solari, esto se expresó en la promoción de una “sociología científica” que rechazaba la figura del intelectual comprometido con iniciativas antiimperialistas y con el tercerismo de los cincuenta. En Trías, casi en espejo, es evidente una obsesión por pensar el imperialismo norteamericano como el problema contemporáneo central. Por otra parte, las redes que florecieron a través de esas agencias habilitaron la expansión de sus carreras desde un medio cultural pequeño como el uruguayo. Queda mucho para entender este aspecto, especialmente comparar el peso de los ingresos recibidos de estas fuentes con otros sustentos profesionales y políticos.

También es cierto que sus posibilidades de desarrollo en las redes globales fueron limitadas, sobre todo porque allí se reprodujeron las desigualdades norte-sur en la producción de conocimiento. Ambos se engancharon en los eslabones finales de las cadenas y quedaron subordinados a decisiones tomadas por fuera de sus ámbitos de influencia. Trías murió desamparado, insistiendo en un tipo de producción que ya no tenía interés para quienes lo habían contratado. Pero incluso en el caso de Solari, mucho más exitoso profesionalmente, el producto más importante de su colaboración con el clc, el libro del Seminario de Elites, no tuvo demasiado impacto académico. Sin caer en reducciones simples sobre las motivaciones de todos los involucrados, este dato sugiere que sus esfuerzos adquirieron valor sobre todo en tanto fueron funcionales a las agencias que los promovieron.

Otros trabajos sobre procesos similares han mostrado contingencias diferentes de las relaciones norte-sur en la producción de información y conocimiento. Para entender el abanico de acercamientos entre círculos intelectuales y políticas de inteligencia en la guerra fría latinoamericana es imprescindible incorporar procesos regionales, especialmente el papel de la dirigencia cubana. En la coyuntura que nos permitió trazar los clivajes de Solari y Trías, este fue el factor catalizador de los dilemas políticos de los intelectuales (y no solo). Cuba forzó a los terceristas a tomar partido y, contrariamente a lo que la remanida división entre vieja y nueva izquierda sugiere, debilitó el anticomunismo de izquierda que provenía de conflictos anteriores (del trotskismo a la experiencia republicana española, al menos). Esto seguramente hizo más fácil que Trías se vinculara a una agencia de inteligencia del bloque comunista. De modo similar, la decantación de Cuba por el campo socialista hizo que muchos intelectuales antes cercanos a los círculos terceristas, como Solari, se decidieran por los proyectos modernizadores que venían de los Estados Unidos.

Bibliografía

Iber, Patrick, Neither peace nor freedom: The cultural Cold War in Latin America, Cambridge, Harvard University Press, 2015. [ Links ]

Jannello, Karina, “As redes editoriais do ilari no Rio da Prata e a modernização das ciências sociais durante a Guerra Fria cultural latino-americana”, Arquivos do cmd, vol. 7, nº 1, enero-junio de 2018. [ Links ]

Marcha, 1966. [ Links ]

Marchesi, Aldo y Michal Zourek , “Vivian Trías y Checoslovaquia: ¿Qué sabemos hasta ahora?”, la diaria, 17 de marzo de 2018. [ Links ]

Zourek, Michal, “Uruguay en el Archivo de las Fuerzas de Seguridad en Praga”, Contemporánea, vol. 9, 2018. [ Links ]

1 Véase Servando Cuadro, Los trabajos y los días: Hacia la federación hispanoamericana, Montevideo, Nexo, 1958.

2Carlos Real de Azúa, Antología del ensayo uruguayo contemporáneo, Montevideo, Udelar, 1964, vol. II, pp. 580-585.

3Véase Aldo Marchesi y Michal Zourek, “Vivian Trías y Checoslovaquia: ¿Qué sabemos hasta ahora?”, la diaria, 17 de marzo de 2018.

4Véase Michal Zourek, “Uruguay en el Archivo de las Fuerzas de Seguridad en Praga”, Contemporánea, vol. 9, 2018.

5Marchesi y Zourek, “The New Latin American Left in the Cold War polarization. The story of Vivian Trías” (inédito, 2019).

6Real de Azúa, Antología del ensayo, p. 571.

7Véase Aldo Solari, Las ciencias sociales en el Uruguay, Río de Janeiro, Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales, 1959, y “Requiem para la izquierda”, Gaceta de la Universidad, vol. VI, nº 22, noviembre de 1962, pp. 6-12.

8Véase Patrick Iber, Neither peace nor freedom: The cultural Cold War in Latin America, Cambridge, Harvard University Press, 2015.

9Karina Jannello, “As redes editoriais do ILARI no Rio da Prata e a modernização das ciências sociais durante a Guerra Fria cultural latino-americana”, Arquivos do CMD, vol. 7, nº 1, enero-junio de 2018, pp. 69-84.

10Véase Louis Mercier Vega a John Hunt, 13/11/1962, International Association for Cultural Freedom Records, Special Collections Research Center, University of Chicago Library (en adelante IACFR), Caja 236, Carpeta 4.

11Polémica republicada en Real de Azúa, Tercera posición, nacionalismo revolucionario y tercer mundo: Una teoría de sus supuestos, Montevideo, Cámara de Representantes, vol. 3, 1997.

12Véase Ángel Rama, “El mecenazgo de la CIA”, Marcha, 6 de mayo de 1966.

13Solari, “Réplicas”, Marcha, 13 de mayo de 1966.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons