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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.24 no.2 Bernal nov. 2020

 

Dossier

¿Qué queda de izquierda en el “socialismo democrático” de Ghioldi?El Partido Socialista argentino a la luz de las categorías izquierda y derecha (1946-1955)

Ricardo Mazzola Martínez1 

1 Universidad Nacional de San Martín / Universidad Nacional de Quilmes / CONICET

Resumen

¿Qué queda de izquierda en el “socialismo democrático” de Ghioldi? El Partido Socialista argentino a la luz de las categorías izquierda y derecha (1946-1955)

Este artículo pone en juego las categorías izquierda y derecha para interrogar la actuación del Partido Socialista (PS) argentino durante el primer peronismo. En la Introducción presentamos brevemente las líneas centrales de la historia del PS y subrayamos el gradual reemplazo del destinatario obrero por la apelación a la ciudadanía. A continuación, sostenemos que esa transformación se acentúa en los años peronistas, momento en que el combate antitotalitario, que enfrentaba al PS no solo con el peronismo sino también con el comunismo, concluyó en una dilución de la prédica propiamente socialista. Luego de señalar las funciones que el discurso antitotalitario cumplía para la dirección partidaria, explicamos el agotamiento de esta prédica después de 1955. En las reflexiones finales argumentamos acerca de las perplejidades que la prédica antitotalitaria suscita respecto de la ubicación política del socialismo, a la vez que abordamos las posibilidades y límites de una izquierda liberal.

Palabras clave: Socialismo; Izquierda; Anti totalitarismo; Liberalismo

Abstract

What remains of the left in Ghioldi’s “Democratic Socialism”? The Argentine Socialist Party in the light of the left and right - wing categories (1946-1955)

This article appeals to the left and right categories to question the performance of the Argentine Socialist Party (PS) during the first Peronism. In the Introduction, we briefly present the central lines of the PS history and underline the gradual replacement of the labor receiver by the appeal to citizenship. Next, we maintain that this transformation was accentuated in the Peronist years, at which time the anti-totalitarian combat, which confronted the PS not only with Peronism but also with communism, ended in a dilution of socialist preaching proper. After pointing out the functions that the antitotalitarian discourse fulfilled for the party leadership, we explained the exhaustion of this preaching after 1955. In the final reflections we argue about the perplexities that antitotalitarian preaching raises regarding the political location of socialism, to the once we address the possibilities and limits of a liberal left.

Keywords: Socialism; Left; Anti Totalitarianism; Liberalism

Este artículo se propone abordar una cuestión que en principio podría parecer obvia: la pertenencia de un Partido Socialista (PS) a la izquierda. Y, sin embargo, no parece muy aventurado subrayar que para el PS argentino en los años del primer peronismo existen elementos que permiten poner en duda esa pertenencia. Quizá sea necesario que, antes de entrar en el análisis histórico, distingamos entre diferentes formas de clasificar a un actor político. Por sus valores, en el caso de la izquierda, se puede señalar, con Bobbio,1 que esta se caracteriza por dar prioridad a la igualdad sobre otros valores; por el sujeto social que dicen representar, en el caso de las izquierdas, a la clase obrera, los trabajadores y el pueblo; por el adversario al que dicen enfrentarse, en el caso de la izquierda, el capitalismo, la burguesía, el parasitismo. Pueden, finalmente, ser clasificados por la inclusión en una tradición a la que dicen continuar, en el caso del PS, la del movimiento socialista internacional y de los fundadores argentinos. Como mostraremos en el artículo, durante los años peronistas el PS adoptó rasgos y posiciones que hacen que, tomando en cuenta varios de estos criterios, sea difícil definirlo como una fuerza “de izquierda”.

Breve recapitulación de la historia del PS

El PS argentino nació a fines del siglo XIX como resultado de un proceso de articulación de un conjunto de centros socialistas y sociedades gremiales que reunían a trabajadores inmigrantes. Hasta entrado el siglo XX, y a pesar de que progresivamente el control del partido pasó a manos de un núcleo de intelectuales encabezado por Juan B. Justo, el partido mantuvo su identificación como representante de los intereses obreros y el rechazo a los discursos que diluían la identificación de clase en un genérico interés nacional.

A partir de 1900 y especialmente después de la sanción de la Ley Sáenz Peña, los socialistas combinaron su inicial interpelación clasista con apelaciones universalistas a “los ciudadanos” o a “los consumidores”. Con el paso del tiempo, la prédica socialista fue pasando de la interpelación obrerista, no siempre despojada de un corporativismo estrecho, a un discurso universalista que apelaba a la “ciudadanía” en su conjunto. Las apelaciones en clave cívica, ya predominantes en la prédica antifascista, se harían omnipresentes en la oposición al gobierno nacido de la revolución de junio de 1943, al que identificaban con el “nazifascismo”. Tal caracterización inicial estuvo lejos de ser abandonada cuando la dictadura impulsó una política que contemplaba muchas de las reivindicaciones sociales que el PS había sostenido durante décadas. Por el contrario, el socialismo vio en el “obrerismo” de Perón un elemento que lo emparentaba con el fascismo. Fue así que, bajo la dirección intelectual de Américo Ghioldi, el PS denunció la política social emprendida por el gobierno militar, y luego por el régimen peronista que lo sucedió, como un intento de sobornar a los sectores populares para que se sometieran a un gobierno totalitario.

Antitotalitarismo y anticomunismo

La prédica antitotalitaria se acentuó luego del triunfo peronista, incluyendo ahora en la denuncia a un comunismo al que se asociaba con el peronismo por su espíritu dictatorial y su estatismo. En junio de 1948 Nicolás Repetto advertía acerca de la confusión entre “socialismo y estatismo” subrayando que la distinción entre ambos términos era particularmente necesaria en una “época de dirigismo económico y de gobiernos más o menos totalitarios” y abogaba por la expansión del régimen cooperativo.2 Las palabras del viejo líder preparaban el clima para el 36° Congreso del PS, el que en junio de 1948 denunciaba el “Estado-vampiro” fruto de las estatizaciones peronistas y lamentaba que en el mundo avanzaran “nuevas formas de absolutismo político-fascismo, totalitarismo pardo o rojo”, que había tendido a hacer del Estado “la suprema, si no la única realidad”.3

Debe señalarse que el giro anticomunista de fines de los ‘40 no constituye un rasgo privativo del PS argentino sino la matriz dominante del movimiento socialista internacional. Como señaló Sassoon,4 la mayor parte de los socialistas europeos consideraba que cualquier sociedad capitalista liberal era preferible al comunismo ruso. Un ejemplo particularmente claro de la recepción de esta prédica antitotalitaria en su declinación anticomunista lo encontramos en la revista Índice, publicada entre 1949 y 1950 por la Comisión de Cultura del PS. La revista se caracteriza por la publicación de artículos de figuras internacionales identificadas con una izquierda no estalinista.5 Dos temas destacaban en sus páginas: el análisis y la entusiasta defensa de la experiencia de gobierno laborista en Gran Bretaña y el combate contra el totalitarismo, al que se asociaba fundamentalmente con el comunismo. Esta lucha se manifestaba a través de textos de muy distintos géneros: artículos que alertaban acerca del “imperialismo ruso”, otros que se dedicaban a cuestionar la figura del “compañero de ruta”, particularmente importante en el mundo intelectual, otros a analizar la sociedad soviética; finalmente, algunos abordaban en clave teórica los rasgos compartidos entre nazismo y estalinismo que daban sentido al concepto de “totalitarismo”. Aunque la presencia de plumas argentinas era escasa, se destacaban los artículos de Ghioldi, que entre las “enseñanzas” del PS a la sociedad argentina subrayaba la “creencia en la evolución democrática […] contra los teóricos izquierdizantes de la violencia”,6 y concluía que “la gran reforma se hará no ya en nombre del Estado, del poder, de los derechos políticos de la autoridad […] sino en nombre del Hombre”.7

La retórica antitotalitaria no solo era un útil recurso para cuestionar al gobierno peronista y subrayar la distancia respecto de los comunistas, también constituía un importante instrumento para acallar las críticas de quienes no coincidían con la línea adoptada por la dirección del PS. Ante quienes, como Julio V. González, cuestionaban el abandono de la dimensión social de la propia prédica, opacada por la omnipresencia del discurso “democrático”, la respuesta oficial fue el uso de la narrativa “cívica” para asociar a los disidentes con el peronismo y, principalmente, el comunismo. Américo Ghioldi explicaba que si los miembros de la izquierda socialista dejaban de lado “la lucha sagrada de la hora”, la lucha por la democracia, era en parte por una lectura simplista del marxismo y en parte por la manipulación comunista. Por un lado, explicaba que los “llamados izquierdistas” se mostraban fríos en la “defensa del patrimonio histórico de la nacionalidad, en las luchas de la libertad y la democracia”, porque estaban dominados por una idea equivocada: “lo que importaría sería el factor económico, la libertad ha nacido con la burguesía y es un momento de la historia de la burguesía; al proletariado no le importa la libertad sino la justicia social; al pueblo obrero sólo le deben interesar los problemas de clase”.8 Por otro lado, agregaba, los miembros de la izquierda, aunque militantes del PS, tenían siempre “un ojo en las palabras que surgen de Moscú”, sin percibir que el socialismo democrático no tenía ningún parentesco con “el llamado socialismo totalitario o comunismo”. Su intervención se cerraba con una previsible analogía entre el comunismo y un peronismo que expresaría “un sustantivo y profundo desprecio por la libertad; [en el que] masas humanas han entregado, prosternadas, su independencia, su dignidad y su libertad; y los gremios obreros han formado al frente para las más graves medidas liberticidas”.9

La radicalización del antitotalitarismo socialista en los últimos años de gobierno peronista

Aunque la caracterización del peronismo como régimen totalitario se hallaba presente desde los primeros días, sería a partir de los ‘50 que los socialistas extraerían sus consecuencias más extremas: en primer lugar, que no podía ser combatido por la vía electoral, lo que llevaría al abandono de los comicios y la adopción de una inédita política de abstención, a la que se instaba a imitar al resto de la oposición; y, aun más novedoso y contrario a la tradición socialista, que el reemplazo del régimen peronista solo podía venir de un acto revolucionario en el que los militares tendrían un papel preponderante.

En abril de 1953, un atentado en Plaza de Mayo fue seguido del incendio de la Casa del Pueblo del PS y la detención de numerosos dirigentes opositores. La Vanguardia, que días después comenzó a publicarse en Montevideo bajo la dirección de un exiliado Américo Ghioldi, presentaba una lista de los detenidos, subrayando que se trataba de “civiles y militares, hombres y mujeres, intelectuales y obreros, políticos y estudiantes […] todos presos por lo único y para lo único de esta hora: derrocar al tirano”.10 El PS trazaba una frontera única en el escenario político: la que separaba al gobierno peronista de las fuerzas democráticas. Ello implicaba posponer las reivindicaciones que distinguían al socialismo de otras fuerzas “democráticas” ya que “la liberación obrera nacional que postula y defiende el Partido Socialista” tenía como precondición “el aniquilamiento del fascismo”.11

Esa frontera sería puesta a prueba en los comicios que en abril de 1954 elegirían vicepresidente y diputados nacionales. El PS afirmó que los comicios constituían una “farsa”, retiró a sus candidatos y llamó a votar en blanco, declarando que lamentaba que los grupos de la oposición que habían optado por la concurrencia no comprendieran la importancia de quitar la iniciativa política al oficialismo. Luego del triunfo peronista, Ghioldi cuestionó la participación de fuerzas opositoras en comicios “invariablemente fraudulentos”. El dirigente socialista explicaba que existían dos tipos de fraude, el realizado el día del comicio y

el fraude anterior a los comicios con supresión de la libertad de prensa y radio para la oposición […] con todos los privilegios a favor del gobierno que además dispone de los dineros de la nación y […] los recursos técnicos que organizan la masificación psicológica del pueblo indefenso.

Frente a este tipo de fraude la concurrencia a elecciones constituía un engaño que velaba que “el camino del comicio está cerrado y mientras haya tiranía totalitaria continuará cerrado”.12 La conclusión aparecía ineludible: si el camino electoral para derribar la tiranía estaba cerrado, se hacía necesario explorar otras vías.

Esta conclusión se haría palpable cuando el conflicto entre el gobierno peronista y la Iglesia sacudiera la política argentina. En abril de 1955, y ante la detención de numerosos sacerdotes, La Vanguardia asoció la ofensiva gubernamental con los ataques que antes habían experimentado otros sectores sociales y políticos. Las difamaciones, las detenciones, las amenazas y los actos de violencia, explicaba el diario socialista, se enmarcaban en un “programa sistemático de desarticulación de todos los núcleos de condensación argentina”. Si en la evaluación que cerraba 1954 las medidas anticlericales adoptadas por Perón habían sido leídas como signos de la secularización imparable de la sociedad argentina, en esta ocasión el acento se colocaba en la denuncia de la implantación del peronismo como “doctrina nacional”. Se desmentía el liberalismo de Perón y se explicaba que la proyectada separación de Iglesia y Estado no apuntalaba a un proceso democrático sino a un “Estado Totalitario” que fijaba un credo, el justicialista, con sus ritos, dogmas y catecismos. Semanas después La Vanguardia explicaba que ante la prioritaria batalla contra la “dictadura” peronista, cuestiones como la separación de Iglesia y Estado eran secundarias ya que lo urgente era “SEPARAR LA REPÚBLICA DE LA CONDUCCIÓN TOTALITARIA. Hay que salvar al tronco sano, separándolo de la cabeza enferma”.13

El 22 de septiembre, La Vanguardia se abría con un título celebratorio: “El Gran Pueblo Argentino terminó con el Peronato”. A continuación publicaba un largo artículo, firmado por Ghioldi, que celebraba que el peronismo hubiera sido derrotado por “la resistencia argentina de diez años y la decisión valerosa de la armada y una parte del ejército y de la aviación”. El juicio cargaba las tintas sobre el carácter popular de la resistencia a Perón, señalando que el movimiento revolucionario se había desarrollado en los más diversos puntos del país y había contado con la numerosa colaboración de civiles. A la caracterización de los rasgos de una “revolución libertadora”, seguía una larga reconstrucción de los sucesos que habían concluido con la caída de Perón, y a ella la evaluación de la situación en que se hallaba el país a la caída del peronismo. El dirigente socialista trazaba el panorama de una Argentina “económicamente empobrecida, socialmente desconcertada y políticamente subyugada” y, aunque declaraba su confianza en el pueblo, subrayaba que la tarea de reconstrucción del sistema político y de la economía sería larga y ardua. Agregaba -adoptando la clave de una psicología social con vagas resonancias frank-furtianas-, que era necesario “reconstruir también un pueblo, que por esfuerzo de todas las técnicas totalitarias ha sido reducido a la categoría de una masa amorfa manejable por el solo toque de los resortes de las emociones y de la acción sobre los factores irracionales de la persona humana”.14

Tiempos y funciones del antitotalitarismo socialista

Aunque no es uno de los objetos más estudiados en el abordaje de los años peronistas ni tampoco uno de los períodos más considerados de la historia del socialismo, pueden citarse algunos trabajos significativos que han indagado acerca de la posición del PS ante el peronismo. Y es que, como señaló Carlos Altamirano en un trabajo que sentaría las bases de lecturas posteriores, el espacio socialista liberal fue el gran antagonista ideológico de un peronismo al que interpretó como la continuación de la “dictadura fascista” establecida en junio de 1943.15 Particularmente influyente sería la interpretación de Américo Ghioldi, quien del carácter totalitario del peronismo extraería paulatinamente la conclusión de que solo después de su caída podría emprenderse la construcción de la democracia social. Haciendo más rígido lo que en Altamirano es resultado de un proceso, Marcela García Sebastiani asocia la omnipresente prédica antitotalitaria del PS con la continuidad de las “pautas de entendimiento” político establecidas en el espacio antifascista desde los años ‘30.16 Sin negar la importancia del antecedente, creemos que esta posición que postularía un antiperonismo anterior al peronismo impide percibir las distintas estaciones que, como ha señalado Carlos Herrera,17 pueden reconocerse en la consolidación del discurso antitotalitario en el PS.

Pero lecturas como la de Herrera y la que intentamos plantear en estas páginas no solo devuelven historicidad al discurso socialista sobre el totalitarismo sino que también permiten interrogarse acerca de las funciones que cumplió. Podemos decir que la oposición frontal a un peronismo que asociaba con el totalitarismo implicaba el rechazo de todas las políticas impulsadas por Perón, pero también el cuestionamiento de aquellos opositores que propusieran alcanzar una convivencia pacífica con el “régimen”. Hacia adentro de las filas socialistas, eso implicó la marginación de aquellos que, como Enrique Dickmann y Dardo Cúneo, propusieron un acercamiento con el peronismo o, como mínimo, adoptar una tercera posición que sacara al PS del puro antiperonismo. Hacia afuera, supuso el cuestionamiento hacia otras fuerzas, fundamentalmente radicales y conservadores, que no se “decidían” a restar legitimidad al gobierno, instándolos a adoptar una política de abstención electoral y abandono de los espacios institucionales.

En términos generales, las luchas políticas se caracterizan por el intento de expandir el alcance de la propia prédica, procurando atravesar las fronteras identitarias para obtener apoyos en el espacio adversario. Pero no siempre es ese el caso; cuando las fronteras políticas están muy consolidadas, puede ser tentador, especialmente para una identidad minoritaria, luchar por el predominio en el propio espacio. A comienzos de los años ‘50 el PS recortó el espacio antiperonista como el único legítimo y buscó hacer aun más rígida la frontera respecto del “régimen”, juzgando todo intento de flexibilizarlas como traición. Se trataba de un discurso defensivo que buscaba proteger una identidad, la socialista, que se sentía amenazada. La prédica del PS se orientó a mantener la fidelidad, sin hacer mayores esfuerzos por alcanzar a los sectores que apoyaban al peronismo. Si hubo intentos de ampliar la prédica hacia otros, fue hacia los otros antiperonistas, ante los que buscó presentarse como su representante más fiel e inclaudicable, el que nunca transigiría con el gobierno “dictatorial”.

Luego de la caída de Perón la prédica antitotalitaria ya no pudo llenar las funciones de demarcación identitaria y unificación interna que había cumplido para el PS en los años peronistas. Aunque Ghioldi y otros dirigentes insistieron con esa mirada, proponiendo la tarea de superación del peronismo en términos educativos y de reeducación, pronto se empezaron a oír las voces que, con más vigor que el expresado por la tibia oposición interna de los años peronistas, creyeron necesario volver a dar prioridad a las tareas socialistas. Estas posturas, que se asociaban con una relectura, primero tímida y luego más enfática, de la cuestión peronista, terminarían por hacer imposible la unidad del PS.

Reflexiones finales

Para abordar una identidad política es necesario tomarse en serio la mirada que proponen los actores, no pensar que es una mera excusa para velar intereses inconfesables. La indagación acerca del significado del peronismo avanzó y se consolidó cuando -a partir de Germani y luego con Murmis y Portantiero, Torre y James, entre muchos otros- dejó de partir de las lecturas de sus adversarios, que solo veían masas manipuladas por un líder que buscaba obtener adulación y apoyo a su poder, para tomar en serio que los que lo apoyaban defendían fundamentalmente la ampliación de derechos sociales y su incorporación con dignidad a la comunidad nacional. Sin embargo, ese cambio no se ha dado respecto del antiperonismo, cuya lectura sigue estando basada en la mirada de adversarios que interpretan su oposición como una mera excusa para velar una reacción jerarquizadora ante el plebeyismo y rechazan tomar en serio la creencia de muchos actores de estar enfrentados a un régimen autoritario y aun totalitario.

Entrando en un terreno más profundo, uno podría preguntarse si la propia categoría de totalitarismo, al menos tal y como se la formuló en esos años de “guerra fría”,18 no implica un cuestionamiento a la distinción “izquierda-derecha”. Y ello porque, al colocar en el centro de su definición la dimensión política de la dominación, deja en un segundo plano la cuestión de la igualdad. Si uno se atiene a estos términos, en el antitotalitarismo la distinción entre izquierda y derecha sería secundaria o incluso irrelevante, ya que lo único importante sería el combate por la libertad contra el régimen totalitario. Si uno se toma en serio la categoría “totalitarismo” las posiciones del tipo de las que experimentó el PS en esos años se hacen lógicas.

Inicié este artículo hablando de los diferentes criterios que se pueden emplear para situar un actor político en el eje izquierda-derecha. Tomando en cuenta al sujeto que se propone interpelar se puede señalar que la dilución del destinatario obrero, no solo fáctica sino también imaginaria, debilitó la ubicación del PS en la izquierda. Pero esta identificación se desdibuja incluso si la definición se realiza en términos de valores. Como señalé al comienzo, Bobbio asocia la izquierda con el privilegio de la igualdad y a la derecha con la desigualdad a la vez que señala la existencia de otro eje de divisoria del escenario político que distingue entre posiciones que privilegian la libertad y otras que favorecen la autoridad, lo que le permite trazar un campo con cuatro posiciones, una de las cuales es la de una izquierda liberal a la que asocia con la socialdemocracia.19 Sin embargo, y volviendo al socialismo argentino de los años peronistas, cabe preguntarse si puede situarse con claridad en la izquierda a quien considera que el combate por la libertad tiene tal prioridad que obliga a postergar en forma absoluta los planteos igualitarios. Aun dejando de lado la deriva posterior a 1955, que hizo posible justificar soluciones autoritarias por oponerse al regreso del “totalitarismo peronista”, la postura del sector del socialismo simbolizado por la figura de Ghioldi puede situarse en el liberalismo pero difícilmente en la izquierda. Ello se manifestaría también en otra de las dimensiones señaladas, la definición de enemigos, comunismo y peronismo, y también de aliados, fuerzas conservadoras y fuerzas militares.

Volviendo a la pregunta inicial: ¿Qué queda de izquierda en el “socialismo democrático” que propone Ghioldi para el PS de mediados de los ‘50? Casi únicamente la referencia a un legado y una tradición casi centenaria. Sin embargo, a fines de la década será esa misma tradición la que, no solo en la Argentina, experimentará una profunda mutación, dejando de tener como principal interlocutor al liberalismo para dialogar con un nacionalismo declinado en clave antiimperialista. El cruce de tradiciones de izquierda y liberalismo deberá esperar hasta los ‘80, pun--to a partir del cual reaparecerá la pregunta respecto a las posibilidades y los límites de una izquierda que tome la libertad como valor supremo, posponiendo la igualdad.

Bibliografía citada

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Bobbio, Norberto, Derecha e izquierda, Razones y significados de una distinción política, Madrid, Taurus, 1995. [ Links ]

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Ghioldi, Américo, Marxismo, Socialismo, Izquierdismo, Comunismo y la Realidad Argentina de hoy, Buenos Aires, Ediciones Populares Argentinas, 1950. [ Links ]

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1Norberto Bobbio, Derecha e izquierda, Razones y significados de una distinción política, Madrid, Taurus, 1995, p. 170.

2Nicolás Repetto, El Socialismo y el Estado, Buenos Aires, Casa del Pueblo, 1948.

3Partido Socialista, El Partido Socialista y los problemas de la hora. Resoluciones votadas por el 36° Congreso Nacional celebrado en Mar del Plata el 27 y 28 de junio de 1948, Buenos Aires, Casa del Pueblo, 1948.

4Donald Sassoon, Cien años de socialismo, Barcelona, Edhasa, 2001, p. 243.

5Karina Jannello, Intelectuales, revistas, redes editoriales y Guerra Fría. El Congreso por la Libertad de la Cultura en Argentina y América Latina, tesis de maestría, Universidad Nacional de San Martín, 2011.

6Índice, N°1, septiembre de 1949, p. 1.

7Ibid., p. 11.

8Américo Ghioldi, Marxismo, Socialismo, Izquierdismo, Comunismo y la Realidad Argentina de hoy, Buenos Aires, Ediciones Populares Argentinas, 1950, p. 30.

9Ibid., p. 139.

10La Vanguardia, 2 de junio de 1953.

11La Vanguardia, 12 de agosto de 1953.

12Ibid., 19 de mayo de 1954.

13Ibid., 8 de junio de 1955.

14Ibid., 22 de septiembre de 1955.

15Carlos Altamirano, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Temas, 2001, pp. 14-15.

16Marcela García Sebastiani,Los antiperonistas en la Argentina peronista: radicales y socialistas en la política argentina entre 1943 y 1951, Buenos Aires, Prometeo, 2005, p. 19.

17Carlos Herrera,¿Adiós al proletariado?: el Partido Socialista bajo el peronismo (1945-1955), Buenos Aires, Imago Mundi, 2016.

18Y ello no solo en el uso académico a nivel internacional sino en el debate de los partidos integrados a la “Internacional Socialista”. Es de lamentar que la historia del socialismo, a diferencia de la del comunismo, aun no haya adoptado una mirada fuertemente trasnacional y siga teniendo una perspectiva fuertemente provinciana.

19Bobbio, Derecha e izquierda… pp. 161-163.

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