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Relaciones

versão impressa ISSN 0325-2221versão On-line ISSN 1852-1479

Relaciones vol.41 no.1 Buenos Aires jun. 2016

 

ARTICULOS

PAISAJES DE TRÁNSITO Y ESTACIONES EN LAS PLANICIES Y BAJOS DEL CENTRO-ESTE DE NORPATAGONIA

LANDSCAPES OF TRANSIT AND STATIONS IN THE PLAINS AND CLOSED BASINS OF CENTRAL-EAST NORPATAGONIA

 

Luciano Frates* y Emiliano Mange*

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad Nacional de La Plata, División Arqueología, Museo de La Plata. E-mail: lprates@ficnym.unlp.edu.ar
** Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, INCUAPA, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. E-mail: emilianomange@gmail.com

Fecha de recepción: 12 de noviembre de 2015 Fecha de aceptación: 5 de mayo de 2016


RESUMEN

En este trabajo se sintetiza la información obtenida durante las prospecciones realizadas en el sector de planicies y bajos del centro de Río Negro y se la integra con la generada con anterioridad en la misma zona por otros investigadores. A partir de esto se intenta mostrar una imagen general del registro arqueológico en este sector de Norpatagonia, sobre todo en lo referido a la organización espacial, las condiciones de preservación y visibilidad, la cronología y los tipos de registro. No es objetivo de este trabajo analizar y discutir en detalle las evidencias de cada sitio, sino ofrecer un marco general de referencia para las investigaciones futuras. A partir de la información general presentada se propone un modelo exploratorio sobre el uso del espacio y el rol del agua en la estructura regional del registro arqueológico, y se plantean algunas expectativas arqueológicas concretas para su contrastación.

Palabras clave: cazadores-recolectores - planicies y bajos áridos - uso del paisaje -limitaciones ambientales

ABSTRACT

In this paper the results of the regional archaeological survey of central Río Negro province (the plains and closed basins area) are presented. Based on these results, and also on the previous archaeological information of the area, the paper aims to show a large-scale picture of this portion of Northern Patagonia, especially in regard to spatiality, preservation, visibility, and chronology or the archaeological record. It is not a subject of the paper to deepen on the evidence coming from each of the local archaeological sites, but to offer a general framework of human occupation of the area. On the basis of this information, we propose an exploratory archaeological model focused on the use of space, fresh water sources, and the regional structure of the archaeological record, and some concrete archaeological expectations to be contrasted are arised.

Keywords: hunter-gatherers - plains and closed basins - landscape use - environmental constrains


 

INTRODUCCIÓN

La porción este y centro de Norpatagonia está constituida por tres tipos de paisajes diferentes, cuyas características infuyeron en la organización espacial de la ocupación humana y del registro arqueológico: a) la línea de costa atlántica, b) las áreas interiores con sistemas fuviales permanentes, como los valles de los ríos Colorado y Negro, y c) las extensas áreas interiores con muy escasas o nulas fuentes de agua dulce, como el interfuvio entre los ríos Colorado y Negro, y la porción de mesetas y bajos ubicada entre este último río y la meseta de Somuncurá. Aunque las investigaciones arqueológicas en toda esta región se intensificaron durante las últimas décadas, se han enfocado principalmente en la costa y en las cuencas de los ríos Negro y Colorado (véase síntesis en Prates 2010; Favier Dubois 2013; Martínez et al. 2013). Con algunas excepciones puntuales (e.g. Gradin 2003), la porción más extensa de esta región (los bajos y planicies interiores) no había sido estudiada. En el año 2010 se comenzaron las investigaciones en el área de bajos y planicies ubicados al sur del valle del río Negro, con el objetivo de evaluar y definir de un modo más preciso el rol de estas áreas interiores en la dinámica de los grupos humanos. En una primera etapa (2010-2012), estos trabajos se enfocaron en las Sierras de Pailemán y zonas circundantes, donde se realizaron trabajos puntuales en algunos sitios. En una segunda etapa (2013-2014) se prospectaron otros sectores del área desconocidos desde el punto de vista arqueológico. El objetivo general de este trabajo es dar a conocer los resultados de estas prospecciones e integrar la nueva información con el conocimiento disponible. Los objetivos específicos son: a) mostrar una imagen general del registro arqueológico en el área (cronología, disposición y diversidad de materiales), b) evaluar las distintas unidades ambientales y sus implicancias sobre la preservación y visibilidad del registro arqueológico, y c) presentar un modelo exploratorio sobre el uso del espacio y el rol del agua en la estructura regional del registro arqueológico, y proponer algunas expectativas arqueológicas para su contrastación.

DEFINICIÓN Y CONTEXTO AMBIENTAL DEL ÁREA DE ESTUDIO

El área de estudio está limitada al norte por la cuenca del río Negro, al sur por la meseta de Somuncurá, al oeste por el meridiano 67°30' y al este por el Bajo del Gualicho (figura 1). Esta amplia región está dominada por extensas planicies interrumpidas por depresiones o bajos sin salida, entre los que se destacan Los Menucos, Trapalcó, Santa Rosa, Valcheta y del Gualicho. Los primeros cuatro están ubicados en sentido NO-SE sobre una línea imaginaria que une las nacientes del río Negro y el extremo norte del golfo San Matías. Hacia el noreste de esta línea de bajos (Región Geomorfológica Septentrional, sensu González Díaz y Malagnino 1984), el relieve es llano, mientras que hacia el sudoeste (Región Geomorfológica Central), es más irregular. En el límite sur de la región, cerca de la meseta de Somuncurá, aparecen algunas elevaciones bajas (entre 50 y 150 m de altura, por ejemplo las sierras de Pailemán), digitaciones basálticas de dicha formación que ingresan a las planicies circundantes y remanentes de meseta sin conexión con Somuncurá.


Figura 1. Mapa general del área de estudio y ubicación de los sitios y lugares de referencia

En términos ftogeográficos, la mayor parte del área pertenece al distrito del Monte Austral (León et al. 1998), con predominio de formaciones vegetales arbustivas de baja altura (Condalia, Larrea, Atriplex, Suaeda, Cyclolepis, Prosopis) y, en algunos sectores, una cubierta subarbustiva y herbácea (Senecio, Acantholippia, Grindelia, Dacus, poáceas), especialmente en zonas deprimidas. El valle del río Negro, al norte del área de estudio, es el único sector que presenta pequeños montes arbóreos (Geoffroea, Prosopis). Hacia Somuncurá, el monte deja lugar a pastizales, formando mallines en torno a los humedales o manantiales, en un ambiente de transición hacia la Provincia Fitogeográfica Patagónica (León et al. 1998).

Por otro lado, los recursos faunísticos se presentan también distribuidos en forma heterogénea. Teniendo en cuenta que el sector de bajos y planicies del centro y este de Río Negro está dominado por estepas arbustivas bajas (León et al. 1998), con capacidad de carga de herbívoros relativamente pobre, las poblaciones de guanaco (Lama guanicoe), y posiblemente las de rhei-dos, habrían sido también poco numerosas (véase discusión en Barberena 2013), sobre todo en comparación con otros sectores aledaños con un componente graminoso más importante, como las estepas arbustivo-graminosas del oeste de Somuncurá y el alto Limay, o las estepas arbustivas medias altas ubicadas al norte y al oeste (véase Pelliza et al. 1997). En el caso del venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), es posible que, por sus requerimientos dietarios (Cosse 2002), no haya ocupado, al menos de manera permanente, el sector de bajos y planicies, sino otros con mayor disponibilidad de partes verdes o en crecimiento. Esto es congruente con el registro de la especie hasta hace algunos siglos en el valle del río Negro (Prates 2008) y, excepcionalmente, en cercanías de la costa atlántica (Claraz [1865-1866]1988; Casamiquela 1975). Por último, en cuanto a otros recursos explotables de menor porte, aunque algunas especies presentan una distribución continua en la región (por ejemplo, los dasipódidos), los bajos y planicies no presentan una diversidad tan alta como varias zonas adyacentes (por ejemplo los valles de los ríos Negro y Limay, o la costa atlántica).

El agua superficial en el área de estudio es escasa; presenta desigual distribución y se encuentra disponible principalmente en manantiales, pequeños arroyos y lagunas. Los manantiales (figura 2a), de salinidad variable, aparecen cerca del fondo de los bajos sin salida y, principalmente, a los pies de la meseta de Somuncurá; este macizo basáltico está constituido por rocas volcánicas con cierto grado de permeabilidad y actúa como un área de captación hídrica regional (Román y Sisul 1984; Fontana 2001). La mayor parte de los arroyos del área son alimentados por uno o varios manantiales que nacen al pie del macizo y, salvo los de mayor importancia (por ejemplo, Salado y Valcheta; figura 2b), tienen un escaso caudal que se pierde por infltración luego de algunos kilómetros de recorrido desde las nacientes. Las lagunas y ojos de agua (figura 2c) son alimentados por agua de lluvia y permanecen secos la mayor parte del año. Además de los manantiales, los arroyos y las lagunas, algunos cañadones ofrecen agua dulce después de las escasas precipitaciones torrenciales y, ocasionalmente, constituyen un reservorio de agua superficial y subterránea en algunos puntos de sus cauces (figura 2d). Por las características hidrológicas señaladas, la mayor parte del área de estudio configura un ambiente natural heterogéneo y fragmentado (en el sentido de Franklin et al. 2002; Ćurčić y Durdić 2013), conformado por pequeños parches de ambientes húmedos rodeados de extensas áreas secas que podrían considerarse a priori como ambientes marginales (sensu Borrero 2004; Neme y Gil 2008; Veth et al. 2014; véase también Miotti et al. 2015), en escala espacial microrregional. Este esquema geográfico general estructurado a partir de las fuentes de agua constituye la referencia principal para la ocupación humana del área y el foco central de discusión de este trabajo.

METODOLOGÍA

Como parte de la primera etapa de investigación, y en función de las características ambientales y del estado del conocimiento arqueológico del área, las prospecciones se realizaron de manera dirigida y extensiva; los muestreos aleatorios e intensivos serán efectuados con posterioridad. Como base para la selección de las áreas por relevar se tuvo en cuenta, en primer lugar, la cobertura de las distintas unidades ambientales (bajos, mesetas y cuencas de arroyos), considerando sus características geográficas (González Díaz y Malagnino 1984; Fontana 2001). Una vez seleccionadas las áreas por relevar, y habiendo obtenido la información de los referentes locales, se realizó un reconocimiento general en las siguientes unidades ambientales: bajos de Trapalcó y Santa Rosa, planicies y valles al pie de Somuncurá y Sierras de Pailemán. En las áreas relevadas se realizaron descripciones exhaustivas en el campo, prestando especial atención a la distribución y ubicación de materiales arqueológicos y a las características de las fuentes de agua disponibles. Se tomaron muestras de materiales superficiales y, en los casos con potencial para la presencia de materiales enterrados, se realizaron sondeos estratigráficos de 50 x 50 cm. En tres sitios se efectuaron pequeñas excavaciones cuya descripción no es objetivo de este trabajo. Para obtener información cronológica general se obtuvieron fechados de muestras de varios de los sitios relevados.


Figura 2. Fuentes de agua dulce superficial en el área de estudio: (A) manantial con una formación de tipo menuco en el surgente; (B) curso superior del arroyo Valcheta; (C) ojo de agua en las Sierras de Pailemán; (D) reservorio de agua en el interior de un cañadón que desemboca en el bajo de Trapalcó

RESULTADOS

Durante los trabajos de campo llevados a cabo en el área se detectaron y relevaron 14 nuevos sitios arqueológicos que se suman a los cuatro ya descritos en trabajos previos por otros autores (tabla 1); dos de estos últimos (Manantial Ramos Mexía y Rinconada Catriel) fueron revisitados durante las prospecciones. A ellos puede agregarse un sitio rescatado desde el Museo de Valcheta en el paraje Paja Alta, también al pie de Somuncurá. A continuación se presentan las características principales de cada uno de los sitios del área.

 

Sitios hallados durante las prospecciones

Durante los trabajos de prospección se hallaron 14 sitios arqueológicos: tres en el Bajo de Trapalcó (Trapalcó 1, Trapalcó 2 y Menuco del Salitral), uno en el Bajo de Santa Rosa (Puesto Mansilla), uno en las Sierras de Pailemán (Cueva Galpón) y nueve en los valles formados al pie de Somuncurá (Cerro Amarillo, El Álamo, Tembrao, Chipauquil, Valcheta, Tunquelén, Paja Alta, Curapil y Recintos de Aguada).

1. El sitio Trapalcó 1 se encuentra sobre un área de meseta, justo sobre el borde este de la línea de bajos. Desde allí se domina visualmente -mirando hacia el oeste- todo el salitral de Trapalcó, ubicado 150 m por debajo y a unos 11 km de distancia. Si bien el sitio no está asociado con ninguna fuente de agua permanente, a unos 120 m en dirección al bajo se registró una cavidad con fondo rocoso que actúa como reservorio temporario de agua. Los materiales arqueológicos en este sitio están dispersos en superficie en un área de 50 x 40 m e incluyen artefactos líticos, algunos fragmentos de cerámica y escasos restos faunísticos, principalmente cáscaras de huevo de rheidos. Es interesante el hallazgo de valvas de Diplodon sp., cuyo hábitat más cercano es la cuenca Limay-Negro, ubicada a 60 km al norte (el río Negro) o 150 km hacia el noroeste (el río Limay).

2. El sitio Trapalcó 2 se ubica en el interior del bajo de Trapalcó, a 20 km de Trapalcó 1, junto a un cauce que drena, en las escasas lluvias torrenciales, desde el sur hacia el salitral principal del bajo, localizado a unos 4,5 km. Se encuentra también sobre un médano bajo y de forma ovalada, a pocos metros de un manantial de agua salobre. Los materiales arqueológicos (restos faunísticos -óseos, cáscaras de huevo de rheidos y malacológicos-, artefactos líticos y alfarería) aparecen dispersos en un área de aproximadamente 200 x 150 m y, mediante sondeos estratigrá-ficos, se determinó la presencia de materiales hasta 60 cm de profundidad. Como en Trapalcó 1, se registraron algunas valvas de Diplodon sp. En este sitio se inició recientemente la excavación sistemática de una superficie de nueve metros cuadrados.

3.  El sitio Menuco del Salitral se encuentra cerca del sector más deprimido del bajo de Trapalcó, sobre un médano y frente al salitral principal del bajo. El sitio está asociado a un tipo de manantial cuya fuente se encuentra elevada respecto del área circundante, y que se conoce localmente como menuco.1 El área elevada es de forma semicircular; tiene unos 70 m de diámetro (en planta) y unos 4 metros de altura. La elevación se habría formado como consecuencia del entrampamiento de sedimentos eólicos por la humedad del surgente y por la vegetación, de manera que la boca de salida de agua se eleva con respecto al nivel de base inicial. Los materiales arqueológicos aparecen al pie de la elevación, en el sector opuesto al del salitral, y el área con mayor concentración es de aproximadamente 100 x 100 m. Se recuperaron artefactos líticos (desechos, núcleos e instrumentos), escasos fragmentos de alfarería y algunos restos óseos muy fragmentados. Se realizó un sondeo estratigráfico en el sector con mayor densidad superficial de materiales y se registraron artefactos hasta 80-100 cm de profundidad.

4.  El sitio Puesto Mansilla se ubica en cercanías de un manantial de agua potable, en el interior del bajo Santa Rosa, que se conecta por el norte con el bajo de Trapalcó. Como en el caso anterior, el caudal del manantial es escaso y no permite la formación de un cuerpo de agua corriente; el agua se insume en los sustratos arenosos del bajo a unos de 200 m de la fuente. En la superficie del sitio se detectaron artefactos líticos, algunos fragmentos de alfarería y pocos restos faunísticos, principalmente cáscaras de huevo de rheidos. Uno de los aspectos más significativos del sitio es que en una cárcava cercana al manantial se detectaron en un perfl restos óseos de megafauna (Macrauchenia sp.) a unos 90 cm de profundidad. Si bien en la parte alta del mismo perfl se observaron varios artefactos líticos, los resultados de una pequeña excavación de dos metros cuadrados sugieren que los restos óseos y arqueológicos no están asociados. Las muestras de megafauna enviadas para su datación presentaron colágeno insuficiente para ser fechadas.

5. El sitio Cerro Amarillo se encuentra sobre un pequeño cerro chato adyacente a un valle a los pies de Somuncurá. A unos 500 m del sitio, en las cabeceras del mismo valle, hay un pequeño manantial de agua dulce. En este sitio se registró una estructura circular de piedra de 1,5 m de diámetro; en el interior se realizó un sondeo estratigráfico en el que se recuperaron unos pocos desechos de talla.

6. El sitio El Álamo se encuentra 700 m al sur de Cerro Amarillo, en el sector alto adyacente a las cabeceras del mismo valle. En este sitio se registraron tres estructuras de piedra formadas por bloques en línea recta, una simple y dos compuestas (una en forma de L y otra en forma de U), de entre 10 y 20 m de lado. Cerca de estas estructuras solo se registraron unos pocos hallazgos aislados (desechos de talla).

7 a 11. Tres de los arroyos nacidos al pie de Somuncurá fueron recorridos durante las prospecciones: Tembrao, Valcheta y Ramos Mexía. En ellos se registraron cuatro sitios arqueológicos: Tembrao (en el arroyo homónimo), Chipauquil y Valcheta (en el arroyo Valcheta) y Tunquelén (cerca del manantial Ramos Mexía). En los cuatro sitios se registraron artefactos líticos, restos faunísticos y alfarería, aunque solo en Tembrao se realizó un relevamiento sistemático. Este sitio está ubicado sobre ambas márgenes del arroyo del mismo nombre y los materiales se encontraron en un área extensa de defación de aproximadamente 300 x 200 m. Se tomaron muestras superficiales y se realizó un sondeo estratigráfico en el que se constató la presencia de materiales hasta los 50 cm de profundidad. Se recuperaron artefactos líticos, fragmentos de alfarería lisa y decorada, y restos faunísticos: cáscaras de huevo de rheidos y restos óseos, principalmente de mamíferos. A partir de una muestra ósea de Lama guanicoe se obtuvo una fecha radiocarbónica de 685 ± 47 años AP (AA94711).

El quinto sitio es Paja Alta (en las cabeceras del arroyo homónimo), rescatado por María Inés Kopp (fundadora y ex directora del Museo provincial de Valcheta) luego de ser expuesto por vecinos del lugar (María Inés Kopp, comunicación personal). Es un entierro humano simple en nicho (sensu Cassiodoro y García Guraieb 2009) sobre una ladera del valle del arroyo. Asociado al cuerpo se registró un astil de fecha de caña colihue.

12. El sitio Curapil está asociado a un pequeño manantial de agua dulce de poco caudal que no llega a formar un arroyo, a los pies de un remanente de meseta desconectado de la meseta de Somuncurá. A unos 50 m al norte del surgente, sobre un médano, se hallaron algunos materiales arqueológicos superficiales (artefactos líticos, restos faunísticos y alfarería). En el sector de remanente de meseta contiguo al manantial y cerca del área con materiales superficiales, se registraron varios paneles con petroglifos (pisadas y figuras ovoides con apéndice o fagelo) y un pequeño recinto de piedra en forma de U. En los alrededores del recinto se registraron algunos desechos de talla.

13. Recintos de Aguada se encuentra cerca de la localidad de Aguada Cecilio, en un pequeño remanente de meseta cercano a un manantial de agua dulce. En el sitio fueron identificadas 17 estructuras de piedra de distinta forma y tamaño: recintos circulares grandes y pequeños, alineaciones de piedra y montículos. En la superficie del terreno se hallaron, además de las estructuras, artefactos líticos (principalmente desechos de talla y algunos raspadores). En el interior de uno de los recintos circulares grandes (de aproximadamente 5 m de diámetro) se realizaron excavaciones en dos cuadrículas de un metro cuadrado, donde se recuperaron abundantes artefactos líticos, algunos restos óseos muy fragmentados, una posible estructura de combustión con restos de carbón vegetal y muy escasos fragmentos de alfarería. A partir de una muestra de carbón se obtuvo un fechado de 1.740 ± 36 años AP (AA96138).

14. Cueva Galpón se encuentra en el interior de una cueva, en el sector este de las Sierras de Pailemán. Los trabajos realizados hasta ahora en el sitio sugieren que fue utilizado para prácticas mortuorias y producción de arte sin evidencias claras de ocupaciones residenciales. Las representaciones rupestres incluyen más de 100 motivos pintados (rojo, negro y blanco) con diseños circulares, geométricos y biomorfos (Carden y Prates 2015). Los restos humanos incluyen varios individuos altamente desarticulados y fragmentados como consecuencia del alto grado de combustión que presentan y del pisoteo de ganado ovino (Serna 2014). Algunos de los individuos fueron inhumados sobre estructuras de madera y paja fechadas en ca. 3200 años AP. Por la ajustada relación espacial, se propuso que la disposición del contexto mortuorio debajo de uno de los paneles de arte rupestre habría sido intencional (Carden y Prates 2015).

15. Aguada Cecilio se encuentra en un pequeño alero localizado en una divisoria próxima al manantial de la localidad de Aguada Cecilio. El conjunto está constituido por varios individuos subadultos incompletos y muy meteorizados; sobre uno de ellos se obtuvo un fechado de 350 ± 64 años AP (AA102887). Los materiales se encontraban semienterrados bajo una delgada capa de sedimentos eólicos finos (entierro en nicho). Además de los restos humanos se recuperó una punta de proyectil, dejada probablemente como acompañamiento funerario de alguno de los individuos.

Sitios descriptos previamente

A fines de la década de 1990, Carlos Gradin describió someramente varios sitios arqueológicos hallados en las planicies y bajos del centro y este de Río Negro y publicados algunos años más tarde (Gradin 2003). Dos de estos sitios (Puesto Machado y Piedra del Gualicho) se encuentran en el Bajo del Gualicho, uno en las Sierras de Pailemán (Rinconada Catriel) y otro a los pies de la meseta de Somuncurá (Manantial Ramos Mexía).

16. Puesto Machado fue definido a partir del hallazgo de dos concentraciones de materiales arqueológicos, una en cada margen de un zanjón tributario del salitral grande del Bajo del Gualicho, con presencia de artefactos líticos superficiales y, en una de ellas, fragmentos de cerámica (Gradin 2003). En una breve descripción, este autor menciona también la presencia de fragmentos de vidrio con retoques, probablemente raspadores.

17. Piedra del Gualicho es un sitio ceremonial ubicado sobre la ruta o travesía del Gualicho (Deodat 1958-1959; Casamiquela 1985, 1988; Gradin 2003), junto a un pequeño alero. Esta ruta unía el arroyo Valcheta con el río Negro, cruzando por la cercana laguna del Zorro (que solo se encuentra activa después de las lluvias) y desembocando en Castre, río abajo de la isla de Choele Choel. La importancia de este punto en los desplazamientos indígenas del siglo xrx hizo que varios viajeros pasaran por allí y describieran sus rasgos principales (Moreno [1879]1979; Burmeister 1888). Se trataba de un sitio de gran importancia en la mitología Norpatagónica (Casamiquela 1988), ya que en el lugar se ofrendaba o propiciaba al Gualicho para poder cruzar sin sobresaltos una de las rutas más desoladas de toda la región.

18. Rinconada Catriel es un sitio con presencia de motivos geométricos del estilo grecas y otros motivos bícromos (Gradin 2003). Si bien no se asocia a fuentes de agua permanente, está cerca de varios ojos de agua que se llenan luego de las lluvias, en los faldeos de las Sierras de Pailemán (figura 2). Durante los trabajos de campo efectuados por nosotros en los alrededores de este sitio no se registraron otras evidencias arqueológicas además de las pinturas.

19.  Manantial Ramos Mexía se encuentra junto a un manantial que nace a los pies de la meseta de Somuncurá y fue visitado inicialmente por Casamiquela (1960) y descripto con mayor precisión por Gradin (2003). En este sitio se registraron varias estructuras de piedra, algunas de ellas con materiales superficiales, y varios paneles con arte rupestre. Las estructuras incluyen 15 recintos (7 cuadrangulares y 8 circulares) y un montículo de piedra; las primeras fueron interpretadas en su mayoría como posibles parapetos habitacionales. Además de las estructuras de piedra se registraron en el sitio varios paneles de arte rupestre, principalmente del estilo de grecas (Casamiquela 1960; Gradin 2003), y unos pocos grabados; según Gradin, estos últimos serían algo anteriores a las pinturas, posiblemente en torno a los 2000 años AP.

Como surge de la descripción de los sitios, la evidencia arqueológica en el área es variable; por ejemplo, en cuanto a los tipos de registro arqueológico, al contexto ambiental en que se encuentran y a la relación con las fuentes de agua. En términos generales se observa una fuerte estructuración del registro de acuerdo a la distribución de agua potable; y aunque no se realizó todavía el muestreo aleatorio de toda el área, no se obtuvo ninguna referencia de residentes locales ni se realizaron hallazgos concretos que modifquen esta impresión general. Los sitios más frecuentes son aquellos que presentan evidencias de ocupaciones residenciales (n=12). En todos ellos se registraron desechos de manufactura de artefactos líticos, fragmentos de alfarería y restos faunísticos; en uno se registraron artefactos de molienda (Valcheta), en uno se registró una estructura de combustión (Recintos de Aguada) y en dos se registraron además construcciones de piedras (Recintos de Aguada y Manantial Ramos Mexía). Estos recintos con probable función residencial son generalmente circulares (eventualmente rectangulares), semi-cerrados y de entre 4 y 5 m de diámetro (figura 3a). Todos los sitios con indicadores de actividades residenciales se encuentran en espacios a cielo abierto y cerca de fuentes de agua (manantiales y/o arroyos), algunos asociados a los valles nacidos a los pies de Somuncurá (n=7) y otros a la línea de bajos sin salida (n=5). A diferencia de los sitios con recintos de piedra que solo aparecen en las cabeceras altas de los valles mencionados, cerca de áreas de meseta basáltica, los sitios sin este tipo de estructuras se ubican en los sectores de los valles más alejados de las nacientes (como Chipauquil, Valcheta y Tembrao), cerca de los arroyos, o bien en la línea de bajos sin salida (como Trapalcó 1 y 2, Menuco del Salitral y Puesto Mansilla), cerca de los manantiales. La mayor parte de esos sitios (sin estructuras de piedra) se encuentra sobre depósitos eólicos, principalmente médanos (figura 3b). Aunque aún no se relevaron intensivamente las extensas áreas de planicies ubicadas al norte y al sur de la línea de bajos, hasta el momento no se registraron allí sitios arqueológicos.


Figura 3. Distintos tipos de sitios arqueológicos: (A) recintos de piedra posiblemente residenciales (Recintos de Aguada); (B) sitios superficiales sobre médanos asociados a manantiales (Trapalcó 1); (C) estructuras de piedra no asociadas con ocupaciones residenciales (Recintos de Aguada); D) sitios

con arte rupestre (Rinconada Catriel)

El segundo tipo de sitio descripto incluye las estructuras de piedra sin evidencias directas de actividades residenciales. Estas estructuras presentan tres variantes morfológicas: recintos pequeños y abiertos en forma de U (Recintos de Aguada, Curapil y Cerro Amarillo), montículos (Recintos de Aguada y Manantial Ramos Mexía) y líneas de piedra (Recintos de Aguada y El Álamo) (figura 3c). Se encuentran en remanentes de meseta cercanos a manantiales ubicados a los pies de la meseta de Somuncurá y, en algunos casos, cerca de estructuras de tipo residencial (Recintos de Aguada y Manantial Ramos Mexía). Además, los recintos pequeños en forma de U aparecen en puntos altos de los valles en que se encuentran los manantiales y desde ellos se logra un amplio dominio visual de los sectores bajos.

La tercera categoría de sitios según el tipo de registro es el de representaciones rupestres. En el área se conocen cuatros sitios con arte (figura 3d), que incluyen pinturas -Cueva Galpón y Rinconada Catriel-, pinturas y grabados -Manantial Ramos Mexía-, y solo grabados -Curapil-. Los dos últimos (MRM y C) están asociados con fuentes de agua permanentes cerca de las estribaciones de Somuncurá. Los otros dos se encuentran ambos en las Sierras de Pailemán, uno de ellos (RC) cerca de varios ojos de agua efímeros formados luego de las lluvias y el otro (CG) no tiene conexión espacial con ninguna fuente de agua conocida. Más allá de estos dos sitios, en las Sierras de Pailemán no se registraron otras evidencias arqueológicas durante las prospecciones. El cuarto tipo de sitios está representado por los sitios mortuorios, dos que fueron hallados durante las prospecciones (Cueva Galpón y Aguada Cecilio) y un tercero descubierto con anterioridad pero aún inédito (Paja Alta). Los tres sitios se encuentran en el interior de abrigos rocosos y en ninguno se registraron evidencias de ocupaciones residenciales. En AC y PA las evidencias son exclusivamente mortuorias y en CG además de los entierros se registraron pinturas rupestres justo detrás del área de sepultura. Incluso es probable que uno de los paneles pintados haya sido producido durante la misma ceremonia de entierro (Carden y Prates 2015).

DISCUSIÓN

La información presentada hasta aquí surge de una exploración no exhaustiva del área de estudio y, por lo tanto, no se espera que constituya una muestra representativa de la diversidad arqueológica regional. Sin embargo, al considerar las variables más generales y a una escala regional, emergen algunas impresiones útiles para el planteo de hipótesis de las que pueden derivarse expectativas arqueológicas concretas.

Cronología y señal arqueológica

La información cronológica del registro arqueológico en la región es escasa todavía, pero muestra una impronta definida del Holoceno tardío, con las edades más antiguas (de alrededor de 3200 años AP) en Cueva Galpón y las más tardías (ca. 350 años AP) en Aguada Cecilio. Aunque este sello tardío es bastante claro, no tiene demasiadas implicancias en términos de la cronología real de la ocupación humana del área, primero porque las investigaciones arqueológicas se han iniciado recientemente y no se dispone todavía de sitios con una secuencia estratigráfica potente, y segundo porque en zonas relativamente cercanas hay indicadores concretos de ocupación temprana (Crivelli Montero et al. 1996; Miotti et al. 2010). Sería razonable mantener la hipótesis de que el área fue ocupada también durante momentos previos (Holoceno medio y/o temprano) y, por lo tanto, las expectativas serían que este período de ocupación con señales humanas seguras se amplíe hacia momentos más tempranos con el aumento progresivo del tamaño de la muestra arqueológica.

Marco espacial y señal arqueológica

A partir de la información presentada se observa que la estructura del registro arqueológico del área está fuertemente asociada con las características ambientales, en especial con las variables hidrológicas. La asociación recurrente entre las señales de actividad humana y las fuentes de agua dulce -muy escasas y dispersas- se traduce en la marcada fragmentación espacial de la señal arqueológica. Esta fragmentación se refere a la presencia de pequeñas porciones de territorio con cierta concentración de evidencias separadas por grandes extensiones con muy escasos o nulos registros; las primeras cerca de las fuentes de agua y las segundas en áreas alejadas de dichas fuentes. Estas referencias empíricas iniciales sirven de base para organizar el área de estudio en tres sectores (figura 4), cuyo componente principal además del arqueológico es el hidrológico:

1) línea de bajos sin salida (1A) y Bajo del Gualicho (1B); 2) planicies áridas: al norte (2A) y al sur (2B) de la línea de bajos; 3) valles, remanentes de meseta y sierras del piedemonte de So-muncurá. Dentro de este último sector, las Sierras de Pailemán se presentan como una entidad relativamente aislada, que no presenta fuentes de agua permanente. De igual manera, entre los bajos sin salida, el del Gualicho se distingue también por la ausencia de fuentes de agua potable permanentes y porque su relevancia está definida por encontrarse en el camino más corto que une dos de las fuentes de agua dulce más importantes del este de Norpatagonia: el río Negro y el arroyo Valcheta.


Figura 4. Zonificación del área de estudio según la distribución del registro arqueológico y el uso potencial por parte de los grupos humanos: 1) línea de bajos sin salida (1A) y Bajo del Gualicho (1B); 2) planicies áridas: al norte (2A) y al sur (2B) de la línea de bajos; 3) valles, remanentes de meseta y sierras del piedemonte de Somuncurá. Las rutas están basadas en las propuestas de Musters ([1869-1870]1997), Deodat (1958-1959) y Casamiquela (1985)

En la línea de bajos del centro de Río Negro las fuentes de agua superficial son muy escasas y localizadas. Además del régimen climático árido, uno de los rasgos fsiográficos principales del área de estudio (exceptuando el sector más meridional al pie de Somuncurá) es la ausencia de una conexión hidrológica superficial o subterránea, que permita evacuar el agua ingresada a la zona (endorreísmo; Fontana 2001). La red de drenaje superficial es puntual y cuando no se acumula en depresiones salinas se evapora o percola; por lo tanto la disponibilidad de agua dulce está restringida a unos pocos puntos. En los bajos, principalmente en los de Trapalcó y Santa Rosa, hay algunos manantiales de agua dulce de régimen permanente, aunque con muy bajo caudal. Las únicas evidencias arqueológicas de todo este sector (Trapalcó 1 y 2, Menuco del Salitral y Puesto Mansilla) y los únicos asentamientos ganaderos de tiempos históricos que no dependían de perforaciones o jagüeles (Moldes et al. 2003) se encuentran asociados a estos manantiales. Estos lugares constituyen verdaderos puntos húmedos separados por extensas regiones sin agua dulce y fueron probablemente los únicos espacios aptos para su ocupación durante la mayor parte del año.

La fragmentación ambiental generada por el limitado acceso al agua dulce en el área tuvo correlatos directos en la dinámica de los grupos humanos, y ha sido bien ilustrada por la información etnohistórica referida a sus condiciones de transitabilidad. Para atravesarla, los grupos indígenas debían sortear extensas "travesías" (Casamiquela 1985:4), empleando rutas recurrentes o veredas, por ejemplo la del Gualicho y la del Chancho (Musters [1869-1870] 1997; Deodat 1958-1959), ubicadas en el sureste del área en estudio. Estas rutas eran temidas por la falta de agua y solo eran viables después de las lluvias, cuando podía aprovecharse el agua de pequeñas lagunas efímeras (Deodat 1958-1959). Estas limitaciones hidrológicas, junto con la muy baja productividad ambiental de las extensas planicies áridas que rodean la línea de bajos, generan cierto efecto de insularidad (sensu Veth 1993) por las dificultades para la circulación a través del espacio. Pueden esperarse para este sector, primero, ocupaciones humanas ocasionales, de pocos individuos y de corta duración. Segundo, la redundancia de ocupación alrededor de los pocos manantiales de agua potable existentes. Y tercero, expectativas ciertas de preservación potencial del registro arqueológico sub-superficial debido a que los manantiales se encuentran en áreas deprimidas (bajos sin salida), donde se generan condiciones favorables para los procesos de acreción y la fjación sedimentaria alrededor de las vertientes. En cierta forma, la presencia de megafauna (Macrauchenia sp.) en Puesto Mansilla y los sondeos con registro de materiales en capa en Trapalcó 2 y Menuco del Salitral, son correlatos de estas condiciones favorables para la formación de conjuntos enterrados. Aun así, la acumulación predominante de depósitos eólicos hace difícil aislar estratigráficamente eventos de corta escala temporal y, por lo tanto, los conjuntos registrados allí constituirían un registro promediado de eventos diacrónicos de ocupación.

El sector de planicies que rodea por el norte y por el sur a la línea de bajos es uno de los sectores más hostiles del paisaje patagónico (Casamiquela 1988) y el más extenso del área de estudio (representa alrededor del 80% de la superficie total). No hay disponibilidad de agua dulce permanente en superficie, sino de unas pocas lagunas, generalmente efímeras (por ejemplo las lagunas Dulce, del Zorro, del Piche, Blanca, del Galgo y Pichana), formadas a partir de precipitación directa y de escorrentías superficiales (Fontana 2001; Moldes et al. 2003; véase también Pulita 1978). Estos serían los únicos sectores de las mesetas que ofrecerían cierta expectativa en términos de visibilidad de la señal humana y, aunque no habrían permitido una ocupación sostenida en el tiempo, pudieron ser utilizadas de manera ocasional en algunos momentos posteriores a las precipitaciones importantes. La información etnohistórica muestra que algunas de estas lagunas funcionaron en tiempos históricos como estaciones en las pocas y conocidas rutas del área (Musters [1869-1870]1997; Nacuzzi y Pérez de Micou 1994; Moldes et al. 2003; ver también Enrique 2012). Es posible que en lugares reocupados a través del tiempo los materiales formen palimpsestos superficiales, sobre todo de artefactos líticos. A diferencia de lo observado en los bajos, la posición topográfica relativamente alta de estos amplios sectores de planicies disminuye significativamente el potencial para la formación y preservación de sitios en estratigrafía por la alta incidencia erosiva.

Un segundo tipo de fuente de agua dulce disponible en las planicies son los cañadones que comunican en sentido suroeste/noreste, los sectores elevados de planicies con los grandes bajos. Se encuentran solo al sur de estas depresiones y algunos de ellos tienen decenas de kilómetros de largo (por ejemplo Cañadón Cuyún Leufú, que desemboca en el sector intermedio entre los bajos de Los Menucos y Trapalcó). Estos cañadones conforman la única red de drenaje en el sector y, si bien solo transportan agua muy poco tiempo después de las precipitaciones torrenciales, suelen formarse ocasionalmente algunas pequeñas lagunas en sus cauces e, incluso, reservorios subsuperficiales a escasa profundidad.2

Aunque para los sectores de planicies áridas no se dispone de referencias arqueológicas previas ni se hallaron evidencias durante los trabajos de campo (las prospecciones allí han sido escasas), los rasgos generales del paisaje permiten definir algunas expectativas arqueológicas. Por ejemplo, debido a las limitaciones en cuanto a la disponibilidad de agua dulce permanente, se espera una baja frecuencia de evidencias vinculadas con ocupaciones residenciales. Además, y como fue señalado al principio, la baja capacidad de carga de herbívoros de todo este sector, en comparación con otros sectores vecinos, habría disminuido el potencial para su uso sistemático como destino de partidas logísticas de caza organizadas desde otros sectores del área (véase discusión en Prates 2008 y en Barberena et al. 2015). Y teniendo en cuenta también que algunos de esos mismos sectores vecinos (como los valles de los ríos Limay y Negro, y la costa atlántica) ofrecen además una diversidad más alta de recursos por su mayor productividad ambiental, puede esperarse que las planicies hayan funcionado en ciertos aspectos como un área marginal. Al mismo tiempo, debido a la gran extensión latitudinal de este sector, es posible que su uso, al menos en parte, haya estado vinculado con el tránsito de grupos entre unidades ambientales que se asumen como ocupadas más intensamente durante el Holoceno tardío; sobre todo el valle de los ríos Negro y Limay, la costa atlántica y, en menor medida, la meseta de Somuncurá. Este tránsito (a través de caminos o senderos) posiblemente siguió un recorrido similar al de las rutas o veredas de los indígenas posthispánicos (figura 4), en las que se observa un vector principal (norte-sur) y otro secundario (este-oeste). A pesar de la importancia de los espacios de tránsito en la dinámica de las sociedades humanas, estos son normalmente un objeto arqueológicamente intangible cuando, como en este caso, no presentan ninguna infraestructura asociada (Snead 2009; Alcock et al. 2012; Snead et al. 2012); por lo tanto, solo podrían adquirir visibilidad en los extremos de partida y destino, o en las estaciones intermedias.

Como correlatos o indicadores indirectos de la presencia de espacios de tránsito o de vías de desplazamiento, podría esperarse alta recurrencia ocupacional en las estaciones o paradas, ocupaciones de muy corta duración, alineación de los sitios con una direccionalidad clara, poca diversidad y variabilidad de los conjuntos, poca densidad de evidencias del uso continuo del paisaje en las áreas alejadas de dichas vías (por ejemplo, hallazgos aislados u off-site archaeological remains, sensu Binford 1980), presencia de materiales extrarregionales de las áreas de origen o destino, presencia de elementos del paisaje cultural o puntos de referencia también alineados a lo largo del mismo vector (lugares sagrados o referencias naturales destacadas -piedras, árboles-) (véanse algunos ejemplos históricos en Casamiquela 1988). Si, por el contrario, asumiéramos el uso de las planicies áridas como sectores en sí mismos para la explotación de sus recursos (por ejemplo como destino de partidas logísticas de caza organizadas desde otros sectores del área), y no como espacios de tránsito, algunas de las expectativas arqueológicas o implicancias contrastadoras serían diferentes. Por ejemplo, se esperaría en ellos ocupaciones de corta/media duración, mayor diversidad y variabilidad de los conjuntos, mayor densidad de evidencias del uso continuo de las mesetas circundantes (por ejemplo, hallazgos aislados), y uso y descarte de materiales preferentemente locales.

Por último, la tercera de las áreas (valles, remanentes de meseta y sierras del piedemonte de Somuncurá) constituye el sector con la red de drenaje más desarrollada y el que ofreció mayor visibilidad arqueológica durante las prospecciones. Es la única con presencia de aguas corrientes permanentes o semi-permanentes que dan origen a diversos arroyos (Verde, Los Berros, de la Ventana, Pailemán, Tembrao, Paja Alta, Valcheta, Nahuel Niyeu, Ramos Mexía, etc.). Estos arroyos nacen de los manantiales al pie de la meseta debido a que esta actúa como superficie de captación de las precipitaciones pluviales y nivales. El agua se insume en las grietas de disyunción de las formaciones basálticas y desciende hasta encontrar niveles impermeables, surgiendo luego en las laderas de la meseta (Fontana 2001). En su trayectoria descendente desde los bordes de la meseta de Somuncurá, forman valles de tamaño variable en cuyas cabeceras y planicies aluviales se encuentran varios de los sitios hallados en el área.

En este sector no solo se registró la mayoría de los sitios durante las prospecciones, sino que en todos los valles y manantiales relevados se registraron evidencias arqueológicas. Estas evidencias, además, muestran allí la mayor variabilidad, incluyendo sitios residenciales, sitios con estructuras de piedra, sitios mortuorios y arte rupestre. Pueden esperarse para este sector ocupaciones humanas más continuas a través del tiempo, aunque teniendo en cuenta la disponibilidad de extensas áreas de valle con características similares, las expectativas de reocupación de los mismos puntos serían menos frecuentes que en los bajos. Los pies de la meseta de Somuncurá habrían constituido además un espacio favorable para explotar desde allí la propia meseta, en la que la oferta de guanacos habría sido (y es actualmente) mucho mayor que en los bajos. Aunque los sitios detectados son casi exclusivamente superficiales, los potentes depósitos aluviales contenidos en los valles ofrecen condiciones favorables para la formación y preservación de contextos en estratigrafía. Todas estas condiciones hacen que el potencial y las expectativas arqueológicas para este sector sean mayores que para los otros.

CONCLUSIONES

A lo largo de este trabajo hemos intentado ofrecer una imagen general de un área poco conocida desde el punto de vista arqueológico, a partir de la información generada luego de una etapa exploratoria de las investigaciones regionales. Al mismo tiempo se buscó usar esta imagen general para plantear algunas ideas sobre la organización espacial de la ocupación humana en el área ubicada entre la meseta de Somuncurá y el valle del río Negro. Estas ideas, por el escaso soporte empírico que aún presentan, funcionan más como hipótesis de referencia para los trabajos futuros que como verdaderas conclusiones.

Hemos dicho que la escasa y heterogénea disponibilidad de agua dulce en algunas partes del área impone fuertes limitaciones (temporales y espaciales) a la ocupación humana. A partir de esto y de la distribución espacial de las evidencias, la hemos organizado en tres unidades menores con funcionamiento diferente. La más extensa, la de las planicies áridas, es la que no dispone prácticamente de fuentes de agua dulce y habría constituido durante buena parte del año una barrera para la ocupación. Incluso en ocasiones con mayor disponibilidad de agua, la baja productividad ambiental y capacidad de carga de herbívoros la habrían mantenido como un espacio secundario en la jerarquización espacial regional. Las expectativas arqueológicas son bajas y posiblemente se mantuvo como un área marginal durante buena parte del año. Pero como esta zona atraviesa todo el sector extrandino de Norpatagonia (de este a oeste), los grupos en tránsito (de norte a sur y de este a oeste, y viceversa) tuvieron que atravesarla siguiendo rutas precisas que unen las escasas fuentes de agua, quizás con mayor fexibilidad en los momentos posteriores a las lluvias. Por eso hemos planteado todo este sector como una posible área de tránsito, sobre todo entre la Patagonia occidental y la costa (en sentido este-oeste) y entre la meseta de Somuncurá y la cuenca de los ríos Limay-Negro (en sentido norte-sur).

El segundo sector del área está definido por una angosta línea de bajos sin salida que atraviesa la región de planicies (de noroeste a sudeste), cuyo rasgo principal es la presencia, en su porción oeste, de algunos manantiales de agua dulce a intervalos regulares. Este fue probablemente el sector clave para el uso de las planicies áridas o para la movilidad a través de ellas. Concretamente, los sitios asociados a los manantiales del fondo de los bajos pudieron funcionar como estaciones

paradas en las rutas de la travesía (entre la cuenca del río Negro y la meseta de Somuncurá) o como bases logísticas para la explotación de las planicies circundantes. Por el reducido número de manantiales y de la disponibilidad puntual del agua, se espera también cierta redundancia de ocupación alrededor de ellos. Además, esta redundancia podría tener correlato estratigráfico por las condiciones apropiadas para la acumulación sedimentaria en el fondo de los bajos.

El sector del área más jerarquizado desde el punto de vista arqueológico es el de los valles, remanentes de meseta y sierras del piedemonte de Somuncurá. Estos valles, y sobre todo las cabeceras, pudieron funcionar como puntos de importancia: a) económica: por la disponibilidad de agua a lo largo del todo el año y de recursos complementarios propios del interior de los valles; b) logística, por la posibilidad de establecer las bases residenciales y explotar desde allí los ambientes ubicados al norte (planicies áridas) y al sur (meseta de Somuncurá); y c) simbólica, por su jerarquía económica y logística en el ámbito regional, y por contener los puntos cabecera y terminales de las rutas de la travesía. Estos valles pudieron adquirir además cierto estatus simbólico, refejado por ejemplo en el arte rupestre.3 Aunque aquí la redundancia ocupacional es también una expectativa arqueológica, la disponibilidad del agua y otros recursos a lo largo de extensiones considerables del valle disminuirían la posibilidad de observar esta redundancia en un mismo sitio.

Finalmente, para validar o rechazar estas interpretaciones es necesario ampliar la base empírica, incluyendo información arqueológica precisa de los tres sectores estudiados. A través de eso, toda la información podrá integrarse en un esquema regional más amplio de las adaptaciones humanas y uso del espacio del centro de la actual provincia de Río Negro. Con eso en mente se han comenzado recientemente estudios en profundidad en algunos sitios arqueológicos ubicados en los diferentes sectores definidos para el área.

AGRADECIMIENTOS

A Daniel Cabaza, Romina Rial y especialmente a (la memoria de) Inés Kopp; todos ellos han colaborado permanente y desinteresadamente en la organización y ejecución de los trabajos de campo. A Gustavo Neme y Cristina Bellelli por sus comentarios y aportes sobre versiones previas del manuscrito. A Daniel Muntz por la provisión de mapas e información sobre agua y a Alicia Pulita por el aporte de material bibliográfico de difícil acceso. Estos trabajos fueron realizados con financiamiento de ANPCyT (PICT-2012-0242) y en convenio con la Secretaría de Cultura de la provincia de Río Negro.

NOTAS

1    El concepto de menuco (palabra de origen mapuche, ampliamente usada en Norpatagonia, que designa a ciénagas y pantanos; Casamiquela 1987), requeriría un tratamiento algo más profundo que el desarrollado en este trabajo, no solo por el mecanismo infrecuente por el que el agua emana de la parte alta de las elevaciones, sino también por la ambigüedad del concepto. En algunos casos se lo utiliza para hacer referencia a cualquier manantial de agua dulce y en otros solo para definir las elevaciones como la descripta para el sitio Menuco del Salitral.

2    Estos reservorios, similares a los "native soakage-wells" de Australia (Bayly 1999:20), son utilizados con frecuencia por algunos puesteros actuales excavando con pala o incluso con las manos (a una profundidad no mayor a los 80 cm) pequeños pozos que se llenan lentamente con el agua fltrada desde las capas permeables.

3 Si bien la presencia de representaciones rupestres es un rasgo recurrente de los sitios ubicados en las cabeceras de los arroyos, y también en las lagunas ubicadas sobre la meseta de Somuncura (Blanco et al. 2013), es aquí donde existe mayor cantidad de soportes naturales para realizarlas.

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