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Relaciones

versión impresa ISSN 0325-2221versión On-line ISSN 1852-1479

Relaciones vol.41 no.2 Buenos Aires dic. 2016

 

ARTICULOS

CONFIGURACIÓN DEL PAISAJE TARDÍO (ca. 1300-1440 d.C.) EN EL VALLE DE GUANDACOL (FELIPE VARELA, OESTE DE LA PROVINCIA DE LA RIOJA)

LATE LANDSCAPE SETTING (FOURTEENTH – FIFFTEENTH CENTURIES) IN GUANDACOL VALLEY (FELIPE VARELA, WEST LA RIOJA PROVINCE)

 

M. Lourdes Iniesta

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales-Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. E-mail: liniesta@mendoza-conicet.gob.ar

Fecha de recepción: 13 de noviembre de 2015 Fecha de aceptación: 8 de noviembre de 2016


RESUMEN

En este artículo nos proponemos, desde una aproximación regional, configurar el paisaje del Período Tardío (ca. 1300-1440 d.C.) en el valle de Guandacol (departamento Felipe Varela, La Rioja) a partir de la reconstrucción de su dimensión espacial. Para ello, identificamos el patrón de asentamiento y las formas de ocupación, las relaciones entre las locaciones y el ambiente y las vinculaciones e interacciones entre los emplazamientos. Metodológicamente, efectuamos análisis de las distribuciones a partir del empleo de herramientas de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) y el software Past. Planteamos que, para el contexto temporal de estudio, los grupos de este territorio se distribuían de manera aldeana, en torno a fuentes hídricas y algarrobales y con un modo de organización socio-económica similar al de las comunidades asentadas en el sector meridional del Noroeste.

Palabras clave: paisaje - dimensión espacial - valle de Guandacol - Período Tardío -contexto meridional del Noroeste

ABSTRACT

In this paper, we propose to configure the landscape of the Late Period (ca. 1300-1440 a.D.) in the Guandacol Valley (department Felipe Varela, La Rioja) starting from the reconstruction of its spatial dimension, from a regional approach. For that purpose, we identify settlement patterns and the forms of occupation, the relationships between the locations and environments, and the linkages and interactions between sites. Methodologically, we perform an analysis of the distributions using the tools of the Geographic Information System (GIS) and Past software. We propose that, for the temporal context under study, the groups of this territory were distributed in a village way, around water sources and carob tree plantations, with socio-economic organization similar to that of the communities settled in the southern sector of the Argentinian Northwest.

Keywords: landscape - spatial dimension - Guandacol Valley - Late Period - Southern Northwest context


 

INTRODUCCIÓN

Desde el abordaje teórico-metodológico con el que fundamentamos este trabajo, se considera al paisaje como la materialización de la acción social, producto de la apropiación y significación que hacen las personas de su entorno (Parcero Oubiña 1995). En este concepto, se interrelacionan tres tipos de espacios: el físico, el construido y el imaginado o percibido (Criado Boado 1999).

De acuerdo a estas premisas, se articulan dimensiones que constituyen la globalidad del paisaje. Por razones empíricas y metodológicas en esta oportunidad abordamos el primero de sus ámbitos, es decir, el físico o espacial. Para ello, aislamos sus componentes con el objetivo de configurar el paisaje de las comunidades del Período Tardío inicial (ca. 1300-1440 d.C.) en el valle de Guandacol (departamento Felipe Varela, provincia de La Rioja) (figura 1). Los resultados de la microrregión se integran a la escala macrorregional, dentro del sector meridional del Noroeste.

Realizamos un análisis formal de los emplazamientos, identificamos el patrón de asentamiento y los vinculamos con el ambiente y las posibilidades de subsistencia que ofrece. Asimismo, establecemos algunas relaciones socio-espaciales significativas entre las locaciones.

Para cumplir tales objetivos empleamos herramientas proporcionadas por los sistemas de información geográfica (SIG), los cuales permiten cruzar diversas variables socio-culturales y ambientales del registro arqueológico, vinculados a una referencia espacial (Comas y Ruiz 1993; Kvamme 1999). Asimismo, para los análisis distribucionales manipulamos el software Past (Pa-leontological statistic).

Desde esta perspectiva, la importancia de estudiar el espacio radica en entender cómo las poblaciones ordenaron su entorno y cómo interactuaron con éste y dentro de éste (Mañana Bo-rrazás et al. 2002). Por ello, el paisaje no es un escenario estático, sino que constituye una construcción cultural, imaginaria y en movimiento, que se halla en estrecha relación con la selección de ambientes para el hábitat, ubicación, estrategias de subsistencia, organización social y uso de los espacios, entre otros (Ingold 1993; Criado Boado 1996).

TRAYECTORIAS DE LAS POBLACIONES DEL TARDÍO EN EL SECTOR MERIDIONAL DEL NOROESTE

La literatura arqueológica ha puesto de manifesto diferentes interpretaciones a lo largo del tiempo sobre las trayectorias de las poblaciones del Período Tardío -o bien de los Desarrollos Regionales-, las que se han centrado en explicar formas de vida, estrategias socio-políticas, relaciones interétnicas y periodizaciones.

Para gran parte de los valles centrales y quebradas del Noroeste, el paisaje del tardío -con-texto que ha sido ubicado entre los años 850 y 1480 d.C.-1 se caracteriza por presentar grandes conglomerados y espacios agropecuarios controlados por fronteras o pucarás y un sistema de regularización económica basado en la producción de bienes (González y Pérez 2000; Tarragó 2000; entre otros).


Figura 1. Valle de Guandacol con referencia a los distintos parches eco-topográficos, perfiles altitudinales y cursos de agua

Este marco temporal ha estado signado por situaciones de confictos generalizados, ante la necesidad de incorporar nuevas tierras para el cultivo y obtener recursos; se acentuaron las desigualdades sociales y las jefaturas centralizaron cada vez más su poder (Nielsen 2001).

Estas modificaciones si bien se sucedieron en determinados nodos o centros considerados nucleares, no fueron iguales ni se dieron de la misma manera en otros ámbitos geográficos e incluso dentro de una misma región. Una de las discusiones gira en torno a los límites cronológicos, problemática que aún no logra resolverse ante fechados que suelen prolongarse y desfasarse en el tiempo (Callegari 2004; Scattolin 2006a; Revuelta 2010a; Vaquer et al. 2010).

También se ha propuesto que este lapso se acercaría más a la integración que a la fragmentación socio-política, con un sistema económico basado en la cooperación y un tipo de sociedad más igualitaria (Acuto 2007; Vaquer 2009; Leibowicz et al. 2012). Esto se manifesta, entre otros rasgos, en la ausencia de espacios que diferencien los contextos públicos de los privados y viceversa. También, aparentemente, las vinculaciones regionales fueron poco o nada beligerantes (Laguens 2006; Nielsen 2006; Scattolin 2006b).

Para la porción meridional del Noroeste, que abarca aproximadamente desde el suroeste de la provincia de Catamarca hasta al noroeste de San Juan, donde incluimos a Guandacol, los trabajos han intentado explicar principalmente los modos de vida, las tecnologías y las formas de organización social. Se ha enfatizado sobre la apropiación de los paisajes, estrategias de subsistencia y estructuración política (Revuelta 2010b; Spengler y Callegari 2010; Spengler y Lentini 2013).

En este marco, los estudios recientes efectuados en el valle de Guandacol han complementado las largas investigaciones de sitio o micro escala en la conocida Tambería de Guandacol, localizada a 2 km al suroeste del pueblo homónimo.

De acuerdo a un extenso corpus de datos arqueológicos, el yacimiento mencionado presenta dos claros pisos ocupacionales. El primero se corresponde con la etapa tardía, evidenciado por la presencia de arquitectura en barro, característica de la región, cerámica adscripta al estilo Sanagasta-Angualasto2 y dataciones radiométricas que oscilan entre ca. 1300 y 1440 d.C. (De La Fuente 1973; Callegari y Gonaldi 2007-08; Bárcena 2010; Bárcena et al. 2010; Carosio et al. 2012). El segundo, asociado a la injerencia Inca en el área contextualizado entre ca. 1440 y 1660 d.C., momento en el que se habría producido el abandono del sitio.

Desde esta perspectiva, se ha avanzado en la conformación de un modelo de ocupación regional para el período bajo estudio (Iniesta et al. 2013; Iniesta y Rojas 2016) y se ha propuesto una estimativa división cronológica para el Tardío a partir de nuevos fechados por termolumi-niscencia procedentes de diversos emplazamientos: Período Tardío I (Inicial) del ca. 1300 al 1440 d.C.; Período Tardío II (bajo la presencia Inca) del 1440 al 1600 d.c. y Período Tardío III, desde el 1600 d.C. hasta mediados del siglo XVIII, dentro del contexto hispano-colonial. El fechado más antiguo por TL se ubicó en el 1220 d.C. y hasta el momento lo asociamos a momentos transicionales entre fnes del Período Formativo y comienzos del Tardío.3 No obstante, aún no tenemos un panorama claro de las cronologías en el área (Iniesta y Bárcena 2014; Iniesta et al. 2015).

MATERIALES Y MÉTODOS

Los datos reunidos para este trabajo se obtuvieron de las labores de prospección llevadas a cabo en el valle de Guandacol (Bárcena et al. 2010; Iniesta 2014; Carosio 2015). Trazamos transectas en diversos ambientes de las zonas bajas, como el piedemonte y el fondo de valle y en zonas altas relevamos sierras y precordillera,1 en un recorte superficial de aproximadamente 400 km².

El piedemonte se encuentra conformado por los denominados barreales, que constituyen superficies de suelos de grano fno, quebrantadas por grietas de desecación eólica y cursos de agua inactivos (García Salemi 1985). En este ambiente delimitamos una superficie de trabajo que se expandió desde la represa del río Los Nacimientos, al suroeste de la localidad de San Bernardo, hasta el camino pavimentado en dirección este donde se inicia el poblado de Santa Clara. Hacia el norte, el límite lo constituyeron las propiedades de la urbe actual y las huellas que conducen a los parajes de Zapallar y La Junta.

Se trazaron doce transectas de 200 m cada una, en sectores seleccionados al azar. Se de-fnieron en ellas dos unidades de muestreo para la recolección de los materiales arqueológicos, con un total de seis por barreal. Sumaron veinticuatro unidades de 10 m x 10 m (100 m²). Para tal labor, intervinieron tres personas ubicadas a 100 m una de la otra.

Posteriormente se prosiguió a relevar el fondo de valle, dominado ampliamente por geoformas eólicas de baja altura denominadas dunas (Tripaldi y Limariano 2008), las que se distribuyen sobre las márgenes de los ríos principales Guandacol/La Troya (S2931.374 W68 31.962) y sobre el curso de agua secundario De La Vuelta (S2930.875 W6825.117). Asimismo, se procedió a efectuar la misma metodología en las bandas del afuente Los Nacimientos (S29 33.581 W6838.355) que transita por la precordillera (Sánchez et al. 2008).

En estos ambientes se delinearon 28 transectas lineales siguiendo los márgenes de cada uno de los afuentes hídricos. Se diseñó un esquema axial para la prospección cuyo punto de partida fue la ruta 40 y desde donde se trazaron los trayectos de distintas longitudes, entre 5 y 14 km, dependiendo de las características y obstáculos del terreno. Participaron cuatro personas, ubicadas cada una a 50 m de la siguiente. Se recolectó la totalidad de los materiales en superficie.

Por último, se trazaron transectas en forma de zig-zag en las serranías, de acuerdo al grado de la pendiente, y se seleccionaron zonas en la sierra de la Punilla (noroeste), Maz (al noreste) y Morada (al sureste) (Rosa y Mamaní 2002) las que no aportaron información arqueológica relevante.

En cada locación identificada se tomó un punto con el receptor GPS (Global Positioning System), georreferenciado con el sistema de proyección Gauss Kruger, los que luego fueron volcados al programa Map Source 4.0.

Para los análisis utilizamos algunas herramientas analíticas de los Sistemas de Información Geográfica (SIG), a través del soporte ArcGIS 10.2. La cartografía digital utilizada fueron las imágenes satelitales de media resolución espacial (Landsat 7 ETM, Áster y NOAA4 ) y alta resolución (QuickBird), fotografías aéreas (vuelo fotograma del Instituto Foto-Topográfico Argentino, escala 1:12.500), cartas topográficas del Instituto Geográfico Nacional (a escala 1:100.000), carta geológico-económica del Servicio Geológico Minero Argentino (a escala 1:200.000: Hoja 17b- Guandacol-Provincia de San Juan y La Rioja 1973), cartas de suelos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (1990) e información ambiental de bosques nativos (Rojas 2013; Perosa eí al. 2014).

A partir de la información digitalizada, creamos un modelo digital de terreno SRTM (Shuttle Radar Topography Mission), mapa de la red hidrográfica (cobertura de cursos activos e inactivos a través del empleo de la herramienta Are HydroTools), mapa de distribución de asentamientos arqueológicos, mapa de frecuencia de materiales, mapa de tamaños superficiales, mapa ambiental con información de bosques nativos, órdenes de suelos y mapa de visibilidad (Criado Boado 1993). Para el diseño cartográfico manejamos herramientas de entorno gráfico como el Corel DRAW X4 y Adobe Illustrator 10.

Por último, aplicamos herramientas del programa Past 3.02 (paleontological statistics software) para evaluar los tipos de distribuciones (Hammer et al. 2001). De este modo, realizamos un histograma para calcular la distancia de los emplazamientos arqueológicos a los cursos de agua del valle y estadísticos como el kernel density estimation y Kriging.

El Kernel consiste en medir sobre una superficie lisa qué tan densos se encuentran los puntos en ella, es decir, calcula la densidad de las locaciones en la comunidad. El geoestadístico Kriging, también llamado "método de interpolación óptima" (Wheatley y Gillings 2002), presupone que la distancia o la dirección entre los puntos de una muestra refejan una correlación espacial. Ajusta el comportamiento de los puntos dentro del radio específico para determinar el valor de salida para cada ubicación, representado por valores z.

La estimación kriging permite transformar una superficie discontinua de distribución de puntos en una continua de valoración de la intensidad y cercanía espacial de locaciones arqueológicas. En nuestro caso, buscamos transformar el conteo de materiales cerámicos del valle en unidades sociales explicativas.

ANÁLISIS ESPACIALES

Distribución de los emplazamientos en los ambientes y categorías de tipos

Para evaluar el tipo y ubicación de los emplazamientos arqueológicos en el valle de Guan-dacol, y por tanto identificar el patrón de espacialidad, procedimos a dividir las locaciones según el ambiente en el que se encontraban y las características formales. De este modo reconocimos asentamientos distribuidos en los ambientes de piedemonte (barreales), en el fondo de valle (dunas) y en los oasis precordilleranos.

En el piedemonte, se reconocieron cuatro extensos emplazamientos, los que fueron identifica-dos como sitios arqueológicos por presentar, entre otros elementos culturales, estructuras arquitectónicas. Se disponen de oeste a este, de manera contigua. Se denominan San Bernardo (S2932.777 W6835.009), Tambería de Guandacol (S2932.501 W68 33.811) y Santa Clara (S2932.370 W6 32.948). Hacia el noroeste se ubica el sitio Guandacol Norte (S2930.751 W6834.307).

En su conjunto se caracterizaron por presentar aspectos que diferen del resto de los asentamientos en el valle, como lo son las estructuras edilicias, la alta frecuencia de materiales cerámicos y líticos en superficie y otras manifestaciones culturales como grabados rupestres muebles. Asimismo, se distribuyen junto a ellos campos de cultivos, acequias y canales de riego (figura 2).


Figura 2. Cartografía del sector de barreales con los respectivos sitios arqueológicos y su ubicación en el valle, elaborado a partir de la planimetría de R. Bárcena (2010)

Distinguimos dos tipos de construcciones:

a-De barro: Recintos fabricados con paredes de adobe sobre cimientos de piedra, de forma cuadrangular con esquinas redondeadas, de entre 0,80 y 2,50 m de ancho en la base y 0,50 y 2,50 m de alto, con superficies que rondan los 400 m2. En general, constituyen habitaciones y las de mayores dimensiones, corrales (Bárcena 2010:130).

Se contabilizaron catorce recintos que se aglomeran, principalmente, sobre los sectores II y III de la tambería, de acuerdo a la planimetría existente para el sitio. En San Bernardo identificamos una sola estructura con la misma técnica constructiva, la que no pudimos medir por encontrarse muy deteriorada (Iniesta 2014). Por su parte, en Santa Clara si bien no se apreciaron recintos, no descartamos que estos hayan existido, dato que han dado a conocer otros investigadores que relevaron el sitio (De La Fuente 1973, Garrote y Callegari 1996). En Guandacol Norte, tampoco hemos registrado edificaciones antiguas. En general, por las características del ambiente y de los mismos materiales constructivos, este tipo de arquitectura no ha logrado perdurar en el tiempo.

b- De piedra: Recintos de paredes de piedra de doble hilera, con morfología subrectangular y subcuadrangular (Callegari y Gonaldi 2007-08). Difere del tipo de construcción anterior por la modalidad, la forma y complejidad. Son estructuras que representan un típico RPC (Rectángulo Perimetral Compuesto), una plaza intramuro y depósitos. Se disponen en el sector I del yacimiento, sobre una zona topográfica más elevada (Bárcena et al. 2010). Estos fueron asociados a la presencia Inca.

Los muestreos realizados en cada uno de los sitios, indican que la tambería es la que contiene la mayor frecuencia de tiestos (n=5250) y de materiales líticos (n=132), principalmente desechos de talla y artefactos de molienda, así como el número más alto de espacios residenciales y de sectores agrícolas. En orden decreciente y respectivamente mencionamos: Santa Clara (n=360 y n=5), San Bernardo (n=179 y 53) y Guandacol Norte (n=25 y 27), los que significan en conjunto una cifra menor (tabla 1).

Tabla 1. Frecuencia cerámica y lítica según sitio arqueológico del ambiente de barreales

Otro sector ambiental relevado fue el de dunas en el fondo de valle. Reconocimos exclusivamente concentraciones de materiales cerámicos y en algunos casos asociados a conjuntos líticos y restos modernos. A modo de ampliar la información respecto de la ocupación de este ambiente y de los usos de los espacios físicos, se distinguieron locaciones de acuerdo a la frecuencia cerámica y el tamaño superficial.

Se identificaron 42 concentraciones artefactuales distribuidas principalmente sobre los márgenes de los ríos principales Guandacol/La Troya y en el curso secundario De La Vuelta. En el primer afuente, se contabilizaron 40 locaciones arqueológicas. De ellas, 32 se concentran sobre la porción media del cono aluvional y en la banda izquierda, en coincidencia con la orientación espacial del núcleo urbano actual y ocho se ubican sobre el mismo margen, pero en dirección norte del pueblo sobre extensos campos de cultivos antiguos y surcos de riego.

En total sumaron 1.237 los restos cerámicos y 92 artefactos líticos, entre los que sobresalen las superficies modificadas por el uso asociadas a actividades de procesamiento de alimentos (Iniesta y Bárcena 2014).

Sobre el trayecto del río De la Vuelta, el que transita a unos 2 km aproximadamente al este del río Guandacol, se identificaron dos pequeñas concentraciones cerámicas (n= 17) y de materiales líticos (n= 17).

En los márgenes del río Los Nacimientos, en el sector precordillerano, se hallaron cuatro concentraciones de materiales. Constituyen conjuntos cerámicos (n= 65) y piezas líticas (n= 27). Asimismo, contienen desechos modernos como lozas, vidrios, metales y otros (figura 3) (tabla 2).


Figura 3. Sitios arqueológicos del sector de barreales, piedemonte y concentraciones de materiales sobre las dunas en el fondo de valle

 

Tabla 2. Frecuencia cerámica y lítica según locación arqueológica sobre los cursos de agua Guandacol, De La Vuelta (fondo de valle) y Los Nacimientos (precordillera). Intervalos de frecuencia cerámica y tamaño superficial

Las concentraciones se dividieron en pequeñas (de 1 a 5 tiestos), medianas (6 a 50), grandes (51 a 100) y muy grandes (101 y más). Como resultado obtuvimos, diecisiete concentraciones que fueron consideradas como pequeñas, diecinueve medianas, seis grandes y cuatro muy grandes (figura 4).


Figura 4. Frecuencia cerámica de las locaciones arqueológicas del valle

En cuanto a las dimensiones superficiales, se defnieron tres módulos: reducida de 0 a 200 m², mediana de 201 a 400 m² y extensa de 401 a 600 m². Se contabilizaron veintinueve concentraciones de reducido tamaño, doce de mediano tamaño y cinco de gran extensión. Para representarlo gráficamente separamos en intervalos de superficies los tres grupos (figura 5).

 


Figura 5. Tamaño de las locaciones arqueológicas según superficie

Relación entre los emplazamientos y el entorno ambiental

La ubicación de los sitios arqueológicos en el contexto temporal de estudio es un potencial indicador de áreas de actividades y usos de los espacios. Desde esta perspectiva nos interesamos en vincular la estructura espacial arqueológica con los recursos disponibles y las posibilidades de subsistencia que ofrecen.

En este contexto observamos una relación entre los emplazamientos y los cursos de agua permanentes y semipermanentes de la región, que no superan los 1.000 m de distancia. A partir del histograma de intervalos de 200 m, conformamos cinco que se reparten de la siguiente manera: entre 100-200 m (n=21), 201-400 m (n=14), 401-600 m (n=6), 601-800 m (n=5) y por último, de 801 a 1.000 m (n=1) (figura 6).

Por otra parte, un recurso fundamental para la subsistencia de las poblaciones debió ser el frondoso bosque de Prosopis sp. en el valle, el que de acuerdo a información histórica ambiental constituyó una fuente de suma importancia en un ambiente árido (Ladio y Lozada 2009).

Se utilizó como dato para evaluar la relación entre la ubicación de los emplazamientos y la distribución de los árboles nativos las fuentes sobre bosque histórico y potencial de ejemplares de Prosopis fuxuosa (Roig y Ruiz Leal 1959; Rojas 2013; Perosa et al. 2014). Este tipo de análisis, si bien es de baja resolución, es una forma de aproximarnos a explicar las relaciones entre la comunidad y los recursos, en una región donde no contamos con estudios paleoambientales ni etnohistóricos (Iniesta y Rojas 2016).

A estos estudios incorporamos los órdenes de suelos, lo que nos proporciona mayor información sobre zonas aptas para actividades agrícolas, con suelos potenciables para efectuar prácticas de labranza.

En la cartografía se representa la distribución de los órdenes de suelo, como roca (R) y En-tisoles, a los que dividimos de acuerdo a su composición en Entc30 y Entc29. El primer orden de suelo se encuentra en los cordones montañosos y serranos y se caracteriza por la rocosidad y por la pobreza en materia orgánica. El segundo orden, si bien posee un escaso desarrollo atribuido a un ambiente de alta morfodinámica y variedad climática, tiene una composición litológica con buenas características de fertilidad potencial. La composición Entc30, es un Torriortentes típico muy pedregoso que se encuentra en las largas pendientes del piedemonte en las zonas intermedias y apicales, mientras que el Entc29 es un Torriortentes típico, fuertemente inclinado y pedregoso, que se desarrolla en los conos aluviales (INTA 1990) (figura 7).


Figura 6. Histograma de distancias de los asentamientos arqueológicos a las fuentes hídricas principales y secundarias del valle


Figura 7. Emplazamientos arqueológicos y la relación con algunas variables ambientales significativas (relieve, fuentes hídricas, bosque nativo y suelos). El área de infuencia es de 1000 m.

Relación e interacción entre las locaciones arqueológicas

Para evaluar la forma de disposición espacial y la intensidad de ocupación en el valle, aplicamos el cálculo del Kernel density estimation, el cual muestra, en función de los resultados obtenidos, una alta ocupación sobre el piedemonte en los llamados barreales y con mayor preponderancia en el sitio Tambería.

El pico de densidad en la tambería es de 23,5 frag/m², notablemente más alto que los sitios aledaños como San Bernardo y Santa Clara. Este resultado es aún más notorio en la comparación con los asentamientos de las zonas bajas y precordillera, cuyos valores no superan el 0,506 frag/m² (figura 8).


Figura 8. Análisis Kernel Density estimation: izquierda, sitios arqueológicos del sector de barreales; derecha, locaciones en los ambientes de dunas

A partir de los resultados del análisis Kriging, o método de interpolación estadística, se destacan dos claras concentraciones, una sobre el sector de barreales, en torno a la tambería y otra sobre la porción media del río Guandacol/La Troya, en ambiente de dunas. Las locaciones se dispersan a medida que se alejan de este núcleo. Este test nos señala un tipo de distribución que tiende a la agrupación y a la proximidad espacial entre los asentamientos (figura 9).


Figura 9. Análisis Kriging: una concentración en la zona de barreales, en torno a la tambería y otra sobre el trayecto medio del Guandacol

Como complemento de estos resultados distribucionales, el estudio de visibilidad realizado para la microrregión, donde se tomó como ángulo de análisis la porción más elevada del sector pedemontano y a su vez, la más densamente ocupada como es el asentamiento de la tambería, muestra la amplia y efectiva estructura visual hacia todos los espacios habitados del valle, así como por los posibles accesos (figura 10).


Figura 10. Cuenca visual desde la Tambería de Guandacol a todos los sectores habitados de Guandacol, sendas y accesos al valle

Asimismo, en el gráfico se señala una visibilidad que alcanza el sitio Paso del Lámar, lugar relevante para la avanzada inca en la región, que se ubica a unos 35 km del núcleo de Guandacol, en el noroeste de la provincia de San Juan (Bárcena et al. 2010).

LA CONFIGURACIÓN DEL PAISAJE TARDÍO EN GUANDACOL

De acuerdo a los resultados obtenidos en los diferentes análisis espaciales realizados en Guan-dacol, observamos un patrón de asentamiento con un núcleo poblacional centrado en instalaciones del sector pedemontano y en el fondo de valle. Por el momento no se identifican asentamientos en zonas altas o montañosas. Esto sugiere la predilección por habitar ambientes de poca pendiente (entre 0 y 10° grados) y en proximidad a recursos vitales para la subsistencia.

La población en su mayoría se emplaza sobre los ambientes de barreales, en los extensos sitios arqueológicos llamados San Bernardo, Tambería de Guandacol, Santa Clara y Guandacol Norte. En su conjunto, contienen numerosos recintos arquitectónicos y la superioridad de artefactos cerámicos (n=5789) y líticos (n=164).

La tambería concentra el mayor número de viviendas de la época tardía, elaboradas en adobe, y las de momento incaico confeccionadas con doble muros de piedra. Asimismo, registra la mayor densidad de objetos cerámicos (23,5 frag/m²).

Posiblemente, la urbanización y los agentes erosivos ambientales hayan provocado la destrucción total de otros vestigios arquitectónicos construidos fundamentalmente en barro, suposición que se sostiene ante la presencia de amplias superficies tapizadas de materiales arqueológicos.

La organización espacial se completa con las locaciones dispersas en los alrededores sobre los ambientes de dunas, geoformas que se extienden de norte a sur por el eje fuvial Guandacol y el curso secundario De La Vuelta. También se localizan concentraciones de materiales cerámicos sobre el margen del río Los Nacimientos, que transita por los oasis del sector precordillerano.

El río Guandacol es el que aglomera la mayoría de los emplazamientos, seguido del afuente de Los Nacimientos y el curso secundario De La Vuelta. Responden en su totalidad a 46 concentraciones de materiales cerámicos y en algunos casos se encuentran asociadas a artefactos líticos y de molienda, en un 15% y 22%, respectivamente.

De acuerdo a los datos obtenidos de los intervalos de superficie, obtuvimos un 63% de locaciones de tamaños reducidos, 26% de medianos y 11% de extensos. Esta información fue correlacionada con la frecuencia de registro. Resultó que 40% son bajas, 41% medias, 11% grandes y por último 8% muy grandes, las que suponen la presencia de más de 101 elementos cerámicos.

Consideramos que si bien la tambería, desde una perspectiva local, constituye un centro de relevancia y de poder político, situación refejada con la mayor intensidad de ocupación de todo el valle y la presencia de estructuras aglomeradas, no podemos sostener la preeminencia de un núcleo de poder socio-económico ni marcadores de desigualdades instauradas en el valle.

En cuanto la vinculación con el entorno, los emplazamientos se sitúan en tierras de fácil acceso a los recursos naturales y zonas potenciales para realizar prácticas como la recolección y la agricultura. Se ubican en un 76% entre los 100 y 400 m de distancia a las fuentes de agua principales y secundarias.

Asimismo, se sitúan en los perímetros de los bosques nativos (Iniesta y Rojas 2016). Estos árboles en función de la información histórica ambiental del área, debieron haber sido explotados para la obtención de la algarroba para la dieta, de leña para combustible y material para construcción de vivienda (Vilela et al. 2009).

En cuanto a la cerámica del valle, en general, mencionamos que las piezas presentan pastas porosas de colores naranjas y grises y cocciones en atmósfera oxidante. Suelen prevalecer las vasijas no decoradas con alisados y pulidos, pero también en menor porcentaje se encuentran decoraciones en pintura e incisión de motivos decorativos como bandas, triángulos, volutas, ondas, serpenteados, reticulados y otros.

Las formas en superioridad son las cerradas (ollas y tinajas) y en menor frecuencia las abiertas (pucos y platos). Poseen grandes tamaños y gruesos espesores, bases anchas y asas para el agarre y están asociadas a funciones de almacenamiento tanto de líquidos como de sólidos (Carosio 2015). Estas cerámicas fueron adscriptas en un 70% al estilo Sanagasta-Angualasto (Carosio e Iniesta 2016).

En cuanto al material lítico, en todos los ambientes se localizan en alto porcentaje desechos de lascas y algunos núcleos, artefactos corto-punzantes como muescas y raederas y superficies modificadas por el uso como conanas, manos de moler y azadas correspondientes a actividades de molienda, distribuidos en todos los casos sobre canchones de cultivo y surcos inactivos o reutilizados en el presente (Iniesta 2014).

Por su parte, la ubicación de los grabados rupestres móviles parece refejar el límite sur de las construcciones arquitectónicas y campos agrícolas, por ende de los espacios habitados. Se accede a ellos de manera fácil desde cualquier senda que cruza la microrregión, así como son altamente visibles.

En relación con la vinculación de los emplazamientos, los resultados geo-estadísticos nos manifestan que las locaciones se distribuyen con cierto grado de agrupamiento y proximidad en las distancias. En este sentido, el diseño de disposición espacial en el valle muestra un fujo de tránsito entre los distintos espacios domésticos y productivos. Estas fueron posiblemente perceptibles para todos los miembros de la comunidad.

El análisis de visibilidad, con un amplio espectro visual desde el tambo a todos los accesos a la microrregión y entre las mismas viviendas, abona la hipótesis de una población que podría haber maximizado encuentros e interacciones sociales diversas.

No cabría duda de la importancia del curso fuvial Guandacol/La Troya como un eje ar-ticulador geográfico -norte/sur- en el valle (Bárcena 2010-12). Este corredor habría conectado no solo a los mismos vecinos de Guandacol, sino también a comunidades de zonas más alejadas como Puesto Quemado/Las Juntas, a unos 35 km al sur, en la provincia de San Juan y La Flecha hacia el norte del pueblo (Iniesta 2014).

En sintonía con lo dicho, se enfatiza un modo de vida sobre amplios conos de deyección, que más que de segregación espacial parecería estar dado por la complementariedad de ámbitos residenciales y de subsistencia.

DISCUSIONES FINALES

La disposición espacial de los asentamientos de Guandacol para el paisaje tardío, muestra una forma de ocupación de los espacios y de relaciones con el entorno geográfico y entre los mismos asentamientos, con particularidades que parecen semejarse a los modos de vida de las sociedades asentadas en el sector denominado como meridional del Noroeste, el que comprende desde el suroeste de Catamarca hasta el norte de San Juan.

La comparación sincrónica con diferentes valles y microrregiones del sector más austral del Noroeste, sugiere la existencia de una lógica similar en las dinámicas de apropiación y signi-ficación de los paisajes en cuanto a criterios de emplazamientos, modos de construcción edilicia, vinculaciones entre sociedades, tecnologías, entre otros aspectos.

En este sentido, las poblaciones seleccionan lugares con determinadas posiciones espaciales favorables para el hábitat como zonas de poca pendiente, cercanía a las fuentes hídricas, relictos de bosques y suelos potencialmente fértiles. Estas estrategias de subsistencia condicen con la manera de vivir en un monte árido y desértico (Ladio y Lozada 2009).

En cuanto a la configuración del espacio, se conocen instalaciones en el valle de Abaucán (Dpto. Tinogasta, Catamarca) con ausencia de patrones arquitectónicos de tipo conglomerado para esta etapa temporal (Ratto 2013). Para el sector central del Valle de Vinchina (El Carmen y El Galfón) se observa un patrón de asentamiento en el fondo de valle y concentraciones de materiales dispersas en las inmediaciones en proximidad a los recursos como el agua y la algarroba (Spengler y Callegari 2010). En Angualasto, Gambier (2000) también identifica una disposición espacial similar.5

En todos los casos, hay diferencias notorias con los centros de otros poblados del Tardío como el Valle de Hualfín (Wynveldt 2009) y Belén en Catamarca (Ratto 2013), donde se manifesta la presencia de sociedades más complejas de tipo señoríos organizados en pueblos aglomerados y con construcciones defensivas (Tarragó 2000; Raffno 2007).

Por su parte, la arquitectura en barro, es un patrón constructivo que parece repetirse a lo largo de sector meridional, con algunas variaciones en el preparado de los materiales para la fabricación de muros (en adobe o en tapia). En los sitios del Valle de Vinchina, como las Taperas, se mencionan recintos fabricadas con grandes adobones de formas subcuadrangulares. Para los sitios del norte de San Juan como Angualasto, Pachimoco y Barrealitos, se reconoce arquitectura en barro en ambas modalidades (Debenedetti 1917; Raviña y Callegari 1988; Gambier 2000; Spengler 2010; entre otros).

Podemos considerar que las dimensiones del paisaje tardío en Guandacol y en el sector meridional se articulan de manera diferente con respecto a otros poblados del Noroeste y, a su vez, con particularidades que las hacen más parecidas entre ellas, por la elección de espacios naturales semejantes para el hábitat, formas de subsistencia, relaciones internas, modos de hacer (arquitectura, cerámica), entre otros y con formas de vida más parecidas a las de las poblaciones del Período Formativo.

Con esto queremos destacar que las sociedades mantendrían un patrón de asentamiento de tipo aldeano (McGuire 1983; Blanton 1995) aparentemente sin confictos, conformado por sitios de mayor envergadura y unidades domésticas dispersas en sus alrededores y con vinculaciones extrarregionales.

CONCLUSIONES

En este trabajo nos propusimos pensar en la construcción del paisaje de las comunidades que habitaron el valle de Guandacol para el Período Tardío a través del análisis de los elementos que componen su dimensión espacial. Para ello efectuamos análisis distribucionales a través del empleo de herramientas de los sistemas de información geográfica (SIG) y el estadístico Past. Abordamos esta propuesta en términos de relaciones dinámicas y activas entre los agentes, el entorno físico y la percepción.

Asimismo, hicimos hincapié en vincular los resultados obtenidos de la región con la información macro-regional dentro del sector meridional del Noroeste. Esta comparación nos permite proponer la existencia de similares formas de organización social y ocupación de los espacios entre las comunidades aldeanas que habitaron estos territorios.

El patrón de asentamiento y su relación con los recursos vitales para la subsistencia, como las fuentes hídricas y los bosques nativos, así como la topografía y el tipo de suelo fértil para realizar prácticas agrícolas indican un cierto grado de conocimiento compartido y un similar manejo de los entornos naturales, con una intencionalidad de habitar y explotar determinados espacios físicos.

AGRADECIMIENTOS

A las instituciones CONICET, ANPCyT y FFyL de la UNCuyo por los subsidios otorgados para desarrollar estas investigaciones dirigidas por el Dr. J. R. Bárcena. A Sebastián Carosio y Christian Tivani por las colaboraciones en los trabajos de campo y laboratorio; a Pablo Rizzo por la ayuda proporcionada en el diseño cartográfico. A Pablo Cahiza por la lectura del manuscrito y las observaciones al este. A las instituciones gubernamentales riojanas por los permisos de trabajo en el área y al gentil pueblo de Guandacol. Por último, agradezco las sugerencias y correcciones de los evaluadores que contribuyeron a mejorar sustancialmente este trabajo.

NOTAS

1    El Período Agroalfarero Tardío ha sido señalado para el lapso entre ca. 850 d.C. y 1480 d.C. (Otonello y Lorandi 1988; González y Pérez 2000). En la etapa más temprana, entre ca. 850 y 1100 d.C, se habrían producido procesos de desintegración de las culturas preexistentes y la introducción desde el oriente de nuevas tradiciones (González 1961-1964). Ya para el 1100 d.C. hay poblados funcionando plenamente como en Hualfín y Belén (Catamarca). Para la región periférica, es recién a partir de esa fecha que se evidencia una ocupación de las sociedades Sanagasta sobre amplios fondos de valle (Debenedetti 1917; Sempé 1977; Gambier 2000).

2    Caracterizado por vasijas ovoides con pequeñas bases y con asas mamelonares, de pastas de color naranja-rojiza y con decoración en pintura de color negro y/o rojo sobre el fondo pulido o superficie natural, de motivos geométricos como bandas rectas, onduladas, volutas, reticulado, triángulos, entre otros (Debenedetti 1917; Boman 1927-1932; Bennet et al. 1948; entre otros).

3    Propusimos esa cronología basándonos en las secuencias formuladas para el contexto macrorregional, como la establecida por De La Fuente y colaboradores (2010) para toda el área Sanagasta (sur de Ca-tamarca y noroeste de La Rioja): Período Tardío Inicial ca. 900-1300 d.C.; Período Intermedio Tardío ca.1300-1480 d.C. y un Período Intermedio Inca ca. 1480- 1660 d.C.

4    Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.

5    Los poblados Sanagasta del sector septentrional del noreste de La Rioja, como los valles de Famatina y de los Sauces, muestran características diferentes en las formas de ocupación de los espacios. Si bien se registran materiales cerámicos y cementerios en el fondo de valle (entierros de párvulos junto con ajuares), particularmente en el Valle Vicioso dentro del departamento de San Blas de los Sauces, existen varios sitios con arquitectura en piedra sobre la ladera montañosa, en sectores altos con condiciones de visibilidad del fondo de valle (Boman 1927-1932; Raviña y Callegari 1988; Revuelta 2010b).

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