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Relaciones

versión impresa ISSN 0325-2221versión On-line ISSN 1852-1479

Relaciones vol.42 no.2 Buenos Aires dic. 2017

 

ARTÍCULOS

PROCESOS Y PAISAJES SOCIALES EN LAS SIERRAS CENTRALES DE ARGENTINA DURANTE EL HOLOCENO TARDÍO INICIAL (ca. 4200-2000 AÑOS AP)

LANDSCAPES AND SOCIAL PROCESSESIN CENTRAL MOUNTAINS OF ARGENTINA DURING THE INITIAL LATE HOLOCENE (C. 4200-2000 YEARS BP)

 

Sebastián Pastor1, Diego Rivero2, Andrea Recalde3 4 5, Iván Díaz**** y Gabriela Truyol*****

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Centro de Investigación y Transferencia de Catamarca. E-mail: pastorvcp@yahoo.com.ar
2 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: ayampitin1@yahoo.com.ar
3 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: recaldema@yahoo.com.ar
4 Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. E-mail: ivan-alexis-diaz@hotmail.com
5 Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y Humanidades. E-mail: Gabytruyol03@hotmail.com

Fecha de recepción: 5 de marzo de 2017 Fecha de aceptación: 18 de septiembre de 2017


RESUMEN

Se realiza una integración de datos arqueológicos relacionados con los cazadores-recolectores del Holoceno tardío inicial en las sierras del centro de Argentina, con el propósito de analizar los procesos sociales y la nueva configuración de los paisajes culturales de la época. Dicha información, producto de diferentes investigaciones realizadas en forma discontinua durante décadas, e intensificadas en los últimos años, abarca diversos tipos de contextos y materiales: depósitos estratificados en abrigos rocosos, bases residenciales a cielo abierto, paneles con arte rupestre, inhumaciones, ornamentos personales, etc. De este modo, el Holoceno tardío inicial (ca. 4200-2000 años AP) es definido como una época de cambios e innovación para los cazadores-recolectores locales, con nuevas formas de construir los vínculos comunitarios, demarcar los paisajes, participar en redes de intercambio de larga distancia, tratar los restos de los difuntos y crear posiciones sociales emergentes.

Palabras clave: construcción comunitaria - demarcación territorial - redes extra-regionales - roles sociales emergentes - inhumaciones - grabados rupestres - adornos personales

ABSTRACT

An integration ofarchaeological data related to hunter-gatherers ofthe Early Late Holocene in the central mountains of Argentina is develop, with the purpose of analysing social processes and new configuration of cultural landscapes. This information, the product of different research carried out in a discontinuous way during decades, and intensified in the last years, covers diverse types of contexts and materials. Among them are stratified deposits in caves and rock shelters, open-air base camps, panels with rock art, burials, and personal ornaments. Thus, the Early Late Holocene (c. 4200-2000 years BP) is defined as a time of change and innovation for the local hunter-gatherers. This meant new ways of building community ties, demarcating landscapes, participating in long-distance exchange networks, treatment the remains of the deceased, and producing emerging social positions.

Keywords: community building - territorial demarcation - extra-regional networks - emerging social roles - burials - rock engravings - personal ornaments


 

INTRODUCCIÓN

En este trabajo se desarrolla una integración de viejas y nuevas informaciones, producidas hace décadas por investigaciones arqueológicas pioneras, o bien como resultado de estudios recientes, sobre la problemática de los cazadores-recolectores del Holoceno tardío inicial en la región serrana central de Argentina (provincias de Córdoba y San Luis). De este modo se persigue el objetivo de focalizar sobre un período poco conocido, como consecuencia de un mayor énfasis en el análisis del proceso de colonización inicial, entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio (González 1960; Rivero 2007a, 2007b, 2012; Laguens 2009; Rivero y Berberián 2011), o de la dinámica socio-cultural en momentos cercanos a la conquista española (Marcellino et al. 1967; Berberián 1984; Laguens 1999; Pastor y Berberián 2007; Medina et al. 2014).

No obstante, a partir de los datos iniciales se pudo reconocer la importancia de este período como una época de cambios. Desde el punto de vista arqueológico, en las décadas de 1940 y 1950 González distinguió por primera vez la presencia de grupos cazadores-recolectores en distintos momentos del Holoceno, a partir de las secuencias estratigráficas de dos abrigos rocosos: el Alero de Ongamira (Sierras Chicas de Córdoba; Menghin y González 1954) y la Gruta de Intihuasi (Sierras de San Luis; González 1960). En comparación con los cazadores-recolectores más tempranos ("cultura Ayampitín" o "Intihuasi IV", ca. 8000 años AP), en la transición Holoceno medio-tardío ("Intihuasi II-III") se observaron cambios en el diseño de las puntas de proyectil, en la composición de los conjuntos arqueofaunísticos y en la mayor frecuencia de útiles de molienda, que advirtieron sobre transformaciones tecnológicas y en la subsistencia (González 1960).

En los últimos años, las expectativas sobre este período se basaron en nuevas y más variadas informaciones. En efecto, se sumaron contextos estratificados en abrigos rocosos y, complementariamente, se desarrolló una mirada más abarcativa del paisaje que toma en cuenta otros tipos de locaciones y materiales, como campamentos a cielo abierto, contextos funerarios, canteras-taller o paneles con arte rupestre, entre otros (Rivero 2007b, 2009, 2015; Rivero et al. 2007-08, 2008-09; Fabra et al. 2009; Pastor et al. 2012; Cattáneo et al. 2013; Recalde et al. 2017). Así, se ha sostenido que en esta época ocurrió un incremento de la densidad demográfica, una reducción de los rangos de acción y, en general, de la movilidad, además de un proceso de intensificación productiva que valorizó recursos como los vegetales y la fauna menor. También se postularon mecanismos para asegurar los vínculos sociales, entre ellos la negociación de acceso y delimitación de territorios (Schobinger 1988:281; Rivero 2007b, 2015; Pastor 2008; Fabra et al. 2009; Laguens y Bonnin 2009; Recalde 2010).

En esta contribución se intenta una visión integradora de los procesos y paisajes sociales durante el Holoceno tardío inicial en la región serrana central de Argentina, ca. 4200-2000 años AP (Walker et al. 2012), a partir de aspectos de señalada centralidad en el campo de la tecnología, la subsistencia o la movilidad y que, asimismo, abarca otras dimensiones hasta ahora menos sistematizadas. De este modo, el análisis enfatiza sobre la construcción de los vínculos comunitarios, la significación y demarcación de los paisajes, la participación en redes extrarregionales y las formas de construcción de la subjetividad.

ALGUNOS ASPECTOS CONCEPTUALES Y MARCOS DE REFERENCIA

Desde una perspectiva arqueológica se indaga sobre el rol de la materialidad -expresada en cuerpos, objetos, bienes diversos, materias primas, lugares y paisajes - en la creación de nuevas configuraciones socioculturales. Se parte de un concepto relacional de persona, alternativo a la idea occidental y moderna basada en la individualidad e indivisibilidad. La persona es concebida como compuesta y definida de manera múltiple, a partir de las relaciones establecidas con otros sujetos, con quienes intercambia una parte de sí misma, objetivada en elementos diversos o mediante el flujo de sustancias (Fowler 2004). De este modo, algunos de sus rasgos pueden estar fijos en la materia del cuerpo, o bien transferirse a través de éstos. Todos los elementos del cosmos pueden atravesarlo, circunstancia que afecta o modifica su constitución. La composición interna depende de las relaciones externas establecidas con otras personas y con los elementos. Dado que los vínculos están condensados en sustancias físicas y objetos que pueden ser intercambiados, una persona contiene componentes de toda la comunidad y del cosmos (Ingold 2000; Fowler 2004; Latour 2008; Alberti y Bray 2009). Desde esta perspectiva relacional, se considera la influencia de prácticas y objetos que modifican el cuerpo, como el uso de adornos, vestimentas, deformaciones craneanas, peinados o pinturas faciales y corporales, en la creación de roles e identidades desempeñados a un nivel individual, pero con influencia en la transformación de las estructuras sociales (Croucher 2010; Cifarelli y Gawlinski 2017; VanPool et al. 2017).

Sobre la base de estos conceptos de materialidad y de persona se advierte la interacción recursiva entre la escala individual y el nivel grupal. Así se comprende, por ejemplo, la proyección del campo de las acciones rituales en la construcción de la subjetividad y de las colectividades. Tales acciones promueven experiencias multisensoriales, mediadas por determinadas prácticas y representaciones, así como por objetos y lugares especiales, con consecuencias formativas en ambos niveles (Eicher y Roach-Higgins 1992; Hansen 2004; Kolotourou 2007; Lee 2015).

Dentro de este esquema, rituales y monumentos se constituyen en vehículos privilegiados para la preservación o re-significación de la memoria social, con efectos directos sobre los procesos identitarios (Criado Boado 1993; Jones 2007; Mills y Walker 2008; Moore 2010; Peterson 2013). En esta contribución se consideran particularmente las prácticas de comensalismo, llevadas a cabo en locaciones específicas, como medio de construcción de las comunidades y de establecimiento de límites sociales (Pastor y Medina 2013; Pastor et al. 2017a). Se trata de rituales centrados en el consumo de comidas y bebidas, para propósitos u ocasiones especiales (Dietler 2001). Tales prácticas conformaron un terreno propicio para la creación y transformación de identidades, al producir sensaciones de pertenencia a un determinado colectivo, de compartir ciertas visiones o comprensiones, en un marco de intensas vivencias personales y grupales (DeMarrais et al. 1996; Dietler 2001; Janusek 2005; Sardá Seuma 2010; Mesía Montenegro 2014).

También se evalúa el rol de las acciones rituales con respecto a la sacralización de los paisajes. Un conjunto de informaciones sugiere la existencia de un marco ideológico focalizado en la ancestralidad, con un protagonismo de los ancestros en la conformación de grupos que se conciben como descendientes, en la legitimación de sus estructuras socio-políticas, incluyendo pretensiones y derechos territoriales (Isbell 1997; Mantha 2009). La creación de la comunidad, así como la experimentación de lo social a través del ritual, habrían girado alrededor de las potencias ancestrales. Ancestros y descendientes asumirían obligaciones recíprocas, relativas al cuidado mutuo, así como del territorio y sus recursos. Estas entidades encarnarían, o establecerían un vínculo especial, con diferentes tipos de objetos y lugares (restos humanos, sepulcros monumentalizados, aguadas, cerros, rocas, cuevas, etc.), los que contenían fuerzas capaces de propiciar la fertilidad y la regeneración. Así, en el contexto de los rituales colectivos, se entremezclaban comunidad, memoria y territorio (Hastorf2003). De este modo, ciertas locaciones y objetos tratados en la presente contribución serían afines a las wak'as andinas, esto es, elementos materiales y emplazamientos diversos donde se encarnaban fuerzas sobrehumanas (Salomon 1991; Moore 2010; Janusek 2015).

CONSTRUCCIÓN COMUNITARIA Y DEMARCACIÓN TERRITORIAL

Ámbitos de congregación y celebración colectiva

Las investigaciones en sitios arqueológicos del sector central de las Sierras de Córdoba, con ocupaciones datadas en el Holoceno tardío final (ca. 2000-300 años AP), señalaron la importancia de los rituales y celebraciones colectivas como aspecto central de la construcción socio-política durante dicho período (Pastor 2007; Medina et al. 2011; Pastor et al. 2017a). Los datos recabados también sugieren su redefinición: de espacios de establecimiento y reproducción de las estructuras sociales y jerarquías políticas en tiempos prehispánicos a lugares de resistencia y oposición a las relaciones coloniales, impuestas tras la conquista española en el siglo XVI (Castro Olañeta 2002; Pastor y Medina 2013).

Interesa destacar aquí que estos rituales de comensalismo -centrados en el consumo cele-bratorio de grandes volúmenes de comidas y bebidas en momentos específicos y lugares puntales del territorio - pudieron tener antecedentes más tempranos. Se plantea que el Componente 2 de la cueva Quebrada del Real 1 (QR1), datado en ca. 3000 años AP (tabla 1), se corresponde con este tipo de contextos. La cueva, de 40 m2 cubiertos, se ubica en la pampa de Achala (figura 1), en un entorno de pastizales de altura a 1.900 m s.n.m. Presenta una secuencia de ocupaciones que se inicia en el Holoceno medio (Componente 1, ca. 7400-6000 años AP), que se caracteriza por la presencia de puntas de proyectil lanceoladas, escasos desechos líticos, artefactos informales en cuarzo y abundantes restos arqueofaunísticos, en especial de Lama sp. y de roedores pequeños. La secuencia estratigráfica culmina con el Componente 3, escasamente representado en el sector de entrada de la cueva y definido por la presencia de algunos fragmentos cerámicos, pequeñas puntas de proyectil triangulares y restos arqueofaunísticos. Aunque no se cuenta con dataciones radiocarbónicas para este último componente, se estima una cronología del Holoceno tardío final, dada la presencia de cerámica (Rivero et al. 2008-09; Medina et al. 2012).

Este carácter multi-componente del sitio complica la asignación cronológica de un conjunto de instrumentos de molienda en rocas fijas, distribuidos por el entorno exterior y a la entrada de la cueva. No obstante, la mayor tasa de depositación de restos durante la formación del Componente 2 sugiere que la utilización de esta infraestructura, en eventos de participación colectiva, pudo estar vigente en este período. En total se registraron dieciocho instrumentos pasivos (diecisiete oquedades de mortero y un molino plano), potencialmente usados en simultáneo por doce personas (sensu Pastor 2015).


Figura 1. Localización de los sitios mencionados en el texto: (1) Alero de Ongamira: (2) Agua de Oro; (3) Cruz Chiquita 3; (4) La Quebradita 1; (5) SR-MI-S8 (localidad arqueológica San Roque); (6) Quebrada del Real 1; (7) Resfaladero de los Caballos; (8) Arroyo El Gaucho 1; (9) Carrupachina; (10) Gruta de Intihuasi

Entre otros aspectos, los materiales en estratigrafía del Componente 2 informan sobre el acceso a los recursos, así como la preparación y consumo in situ de grandes volúmenes de alimentos. Los datos sobre el procesamiento de vegetales se completan con artefactos activos o manos, que conservan microvestigios adheridos a sus superficies activas (silico-fitolitos, calci-fi-tolitos, granos de almidón). Estos revelan algunas de las sustancias procesadas, como el chañar (Geoffroea decorticans), un fruto de maduración estival que crece a menor altitud en entornos de monte chaqueño, y quenopodáceas silvestres (Chenopodium sp.) disponibles en el medio local (Pastor et al. 2012; López et al. 2014).

El conjunto arqueofaunístico es abundante y, además de indicar intensas actividades de procesamiento y consumo en el lugar, permite establecer precisiones sobre las especies aprovechadas, perfiles etarios, formas de trozamiento, de cocción, etc. Las principales presas de caza fueron los camélidos (Lama sp.) y en menor medida los cérvidos (cf. Ozotoceros bezoarticus). También se registra un aprovechamiento intensivo de la fauna menor, en especial cuises (Galea leucoblephara, Microvavia australis) y tuco-tucos (Ctenomys spp.), cocinados directamente en los fogones (Rivero et al. 2008-09; Medina et al. 2012).

Por su parte, la localidad arqueológica Resfaladero de los Caballos (RC) se ubica en el sector sur del valle de Traslasierra (figura 1). Se relaciona con la cuenca media de un arroyo tributario del río Mina Clavero, en un punto de juntura de arroyos donde se acumula el recurso hídrico y además se dispone una serie de aleros y cuevas con condiciones de habitabilidad. La infraestructura de molienda en la localidad (dieciocho oquedades de mortero y catorce molinos planos) la señalan como el mayor punto de congregación en el área, con un posible uso simultáneo del instrumental por parte de diecisiete personas (sensu Pastor 2015). Los restos arqueológicos en la superficie del terreno y en cortes de barrancas -entre ellos abundantes fragmentos de alfarería - indican que las ocupaciones se repitieron mayoritariamente durante el Holoceno tardío final. Sin embargo, las dataciones obtenidas de dos individuos sepultados en una tumba elevada a la entrada de una cueva sugieren que la construcción del lugar como ámbito de participación colectiva pudo comenzar siglos atrás, durante el Holoceno tardío inicial.

Las condiciones de emplazamiento y la forma de construcción del mencionado sepulcro se contraponen a la mayoría de las inhumaciones prehispánicas de la región. En efecto, no se trata de una fosa, sino de una estructura en positivo, iniciada directamente a nivel del suelo. En un primer momento, ca. 3400 años AP (tabla 1), se delimitó con grandes rocas un área subicurcular de 1,2 m de diámetro, donde se colocaron los restos de un individuo (E-1), para luego taparlos con rocas planas y tierra hasta formar una estructura tumular. Esta característica, sumada al emplazamiento escogido, le confería una alta visibilidad dentro de la localidad. E-1 corresponde a un entierro primario simple, en posición lateral izquierda. Solo estaban presentes y articulados el coxal, los tercios proximales de los fémures y las vértebras lumbares y dorsales. En forma desarticulada se identificaron el esternón y algunos restos de costillas. Se destaca la ausencia de las vértebras cervicales, escápulas, extremidades superiores y cráneo.

Siglos después, ca. 2900 años AP (tabla 1), la tumba fue abierta para realizar un segundo evento funerario. Probablemente, junto con estas acciones se removieron las partes anatómicas faltantes del E-1. En esta oportunidad se inhumaron los restos de otro individuo (E-2), limitados a las escápulas, miembros superiores y tronco, todos articulados. En posición invertida sobre la escápula izquierda se colocó el cráneo, caracterizado por una deformación de tipo circular (figura 2). El entierro limitado de solo algunas partes anatómicas, ya sean parcialmente articuladas o desarticuladas, podría connotar estrategias de manipulación y transporte de cadáveres, relacionadas a transformaciones en la organización de estos grupos cazadores-recolectores, en su ejercicio de la territorialidad y en la sacralización de puntos específicos del paisaje (Santoro et al. 2005; Aschero 2007; Berón y Luna 2007; Mariano 2011; González Baroni et al. 2017). Muchos siglos después de estos eventos funerarios, en tiempos cercanos a la conquista española, el lugar habría mantenido una especial significación, capaz de convocar a pobladores de zonas cercanas, con las infraestructuras para la molienda colectiva y una particular presencia del túmulo funerario, definido como un monumento antiguo, con un pasado milenario (Pastor et al. 2017a).


Figura 2. Contexto funerario del Resfaladero de los Caballos (valle de Traslasierra)

Tumbas en el entorno de las bases residenciales

Los datos disponibles muestran que, en alguna medida, los campamentos a cielo abierto de este período se utilizaron concomitantemente como sitios de inhumación. Esta característica señalaría un contraste con los asentamientos más tempranos, a la vez que indica continuidades con los campamentos más recientes del Holoceno tardío final (Berberián 1984). Se detectaron inhumaciones del Holoceno tardío inicial en los sitios Agua de Oro (Sierras Chicas; Fabra et al. 2009), en la localidad arqueológica San Roque (valle de Punilla) y en dos sitios del valle de Traslasierra: Cruz Chiquita 3 (CCh3; Pastor 2008) y Carrupachina (CA), este último actualmente en estudio (figura 1).

Estas inhumaciones revelan formas innovadoras de apropiación y demarcación del espacio, posiblemente relacionadas con reclamos territoriales y expectativas de retorno a cada lugar (Prates y Di Prado 2013; Politis et al. 2014). Al igual que el sepulcro elevado de RC, la tumba excavada en el sitio CCh3, en el mismo valle de Traslasierra, sobresale por una estructura de cierre formada por piedras apiladas, que le confería una alta visibilidad (figura 3). En su interior se enterraron los restos de un individuo masculino adulto en posición flexionada, con una datación de ca. 2500 años AP (tabla 1; Pastor 2008). CCh3 corresponde a un emplazamiento junto al colector principal de la sección norte del valle, el río Jaime o Pichanas, con ocupaciones de tipo residencial repetidas entre el Holoceno medio y el Holoceno tardío final.






Figura 3. Sitio Cruz Chiquita 3 (valle de Traslasierra); (a) vista del sitio; (b) entierro primario simple; (c) tapa de la tumba; (d) silico-fitolito wavy top-rondel, perteneciente a la planta de maíz (Zea mays) Inicios de la tradición de hoyuelos o cúpulas (variedad estilística B4)

Las investigaciones sobre el arte rupestre regional distinguieron modalidades y variedades estilísticas de pinturas y grabados, basándose en aspectos técnicos, formales y contextuales (Pastor 2012; Recalde y Pastor 2012; Recalde 2015). Todas estas variantes fueron asignadas cronológicamente al Holoceno tardío final (ca. 2000-300 años AP).

La variedad estilística B4 comprende grabados en diferentes tipos de soportes, con una marcada homogeneidad temática basada en motivos con forma de hoyuelos o cúpulas. Este tipo de obras tiene una amplia distribución regional, que abarca prácticamente toda la serranía cordobesa, aunque en forma discontinua y en numerosas áreas, con baja frecuencia o limitada a sitios puntuales (Pastor 2009; Rocchietti 2009; Recalde 2010, 2014; Ponzio y Reinoso 2013). Las diferencias en las técnicas de ejecución y coloración de las pátinas, como las observadas en sitios donde numerosos hoyuelos cubren los soportes rocosos disponibles, señalan su carácter de "obras abiertas" (Gallardo y De Souza 2008; Gheco et al. 2013; Pastor et al. 2017a), construidas a partir de acciones repetidas de grabado de los motivos individuales.

En el sitio La Quebradita 1, localizado en la pampa de Achala (figura 1), se aprecia este tipo de secuencia de ejecución y, además, se cuenta con indicios que permiten estimar el inicio de las intervenciones sobre la roca hace aproximadamente 3000 años. Se trata de un abrigo rocoso con un emplazamiento cercano a la cabecera de una quebrada, que ofreció óptimas condiciones de acceso a los recursos, pero también limitó las posibilidades de ejercer un control visual del entorno exterior. En tal sentido, el repertorio rupestre interactuó en forma casi exclusiva con aquellos que ocuparon el reparo a lo largo del tiempo, y no así con quienes solo transitaban por el paisaje (Recalde et al. 2017).

Se distinguen tres momentos principales de ejecución. El primero incluye 35 cúpulas de pátina oscura, distribuidas en los sectores medio y bajo del soporte (más otras doce de similar emplazamiento y características técnicas, pero que no conservan la pátina original). En el segundo momento se agregaron veintiséis hoyuelos, concentrados en el sector medio, con una técnica de raspado más superficial y una tonalidad de pátina más clara. También se grabó una figura subcircular de tamaño grande, dispuesta de tal modo que dos cúpulas coinciden con lo que sería la posición de los ojos para formar un motivo de apariencia mascariforme. Finalmente en el tercer momento se agregaron diecinueve hoyuelos de pátina clara, concentrados en las partes media y superior del soporte. Estos últimos se distinguen por una técnica de raspado muy superficial, que produce límites difusos, como si fueran el resultado de una elaboración menos cuidada (figura 4).

El análisis del contexto estratificado al pie del soporte permitió identificar ocupaciones sucesivas, llevadas a cabo por pequeños grupos que realizaron mínimas actividades de talla, destinadas a la obtención de filos, posiblemente para el procesamiento de presas de caza. En el componente más temprano, ca. 2900 años AP (tabla 1), se recuperó un percutor con una muesca lateral y huellas de uso compatibles con la ejecución de los hoyuelos. De este modo, la información del sitio sugiere que, además de su mayor proyección geográfica en el ámbito serrano cordobés, el arte rupestre de la variedad B4 pudo tener también raíces históricas más profundas que otras modalidades estilísticas, con antecedentes en el Holoceno tardío inicial (Recalde et al. 2017).

PARTICIPACIÓN EN REDES INTERREGIONALES

Los datos de sitios clásicos como la Gruta de Intihuasi (González 1960) y el Alero de On-gamira (Menghin y González 1954) revelaron la participación de los cazadores-recolectores de este período en redes de interacción de larga distancia. Algunas rocas ingresadas a Intihuasi, como obsidianas y cuarcitas, tienen un origen probable en la cordillera de los Andes o en las serranías de la provincia de Buenos Aires, ca. 300-700 km del sitio (González 1960; Laguens et al. 2007).

También se establece una procedencia extrarregional para dos adornos de material malaco-lógico con brillo nacarado (uno procedente de cada sitio), que no pertenecen a especies locales (Menghin y González 1954; González 1960). En el sitio Arroyo El Gaucho 1 (AEG1, pampa de Achala, figura 1), se registró un fragmento de adorno malacológico, correspondiente a una especie indeterminable aunque de origen marino (figura 5b; Sandra Gordillo comunicación personal). Fue depositado en un nivel estratigráfico asignado a la transición Holoceno medio-tardío, ca. 50004000 años AP, subyacente a otro nivel más reciente datado en ca. 3700 años AP (tabla 1; Rivero et al. 2007-08). Por su parte, en el Componente 2 de la cueva QR1 (ca. 3000 años AP) se recuperó un pendiente malacológico con brillo nacarado, afín a alguna especie del género Anodontites o Diplodon (figura 5a; Rivero 2015). Los hábitats más cercanos de estos bivalvos se encuentran en la zona del río Paraná y la cuenca baja del Ctalamochita-Carcarañá, ca. 200-500 km al oriente de los sitios arqueológicos de las Sierras Centrales donde fueron registrados.


Figura 4. Panel grabado del sitio La Quebradita 1 (pampa de Achala)

 

Finalmente, el análisis arqueobotánico del mismo componente de la cueva QR1 permitió identificar lo que hasta ahora sería el primer registro de una planta de origen extrarregional y con profundos significados para los pueblos originarios americanos: el maíz (Zea mays). Se trata de silico-fitolitos asignados a las partes comestibles y recuperados en pequeñas oquedades de las superficies activas de manos de moler (Pastor et al. 2012). Esta información es consistente con el análisis del tártaro dental del individuo sepultado en CCh3 (ca. 2500 años AP), que reveló la presencia de silico-fitolitos de las partes comestibles de esta especie introducida (Pastor 2008; Pastor et al. 2012). Durante el período en cuestión, el maíz se dispersó por diferentes ámbitos sudamericanos, pudiendo ingresar a las sierras del centro de Argentina desde regiones como la vertiente oriental andina o el litoral atlántico (Pastor y Gil 2014).


Figura 5. Ornamentos y objetos incorporados en tumbas: (a) pendiente nacarado de Quebrada del Real 1; (b) fragmento de adorno de molusco marino de Arroyo El Gaucho 1; (c) recorte de mica colocado en la mano derecha de uno de los individuos sepultados en Resfaladero de los Caballos.

CREACIÓN DE IDENTIDADES, ROLES Y POSICIONES PERSONALES

Otra expectativa sobre este período es la creación de nuevos roles y posiciones ejercidas a un nivel individual o de grupos restringidos de personas, como resultado de una ascendente complejización socio-política. Un contraste con los contextos arqueológicos más tempranos, probablemente relacionado con este campo, es la mayor cantidad y variedad de adornos, como cuentas y pendientes. A partir de las condiciones de acceso, manipulación y exhibición de este tipo de bienes, se pudieron establecer, resaltar y reproducir diferentes roles e identidades sociales para sus usuarios (Hansen 2004; Kolotourou 2007; Lee 2015). Algunos materiales líticos y malacológi-cos con los que están confeccionados son de origen extrarregional, como las mencionadas valvas de Anodontites o Diplodon sp., que acusan la existencia de redes interregionales que aseguraban la circulación de bienes, materias primas, personas e información. En el contexto analizado, la exaltación de determinados roles y posiciones sociales pudo tener consecuencias centrales para la reproducción del grupo. Una mayor visibilidad de las prácticas rituales, por ejemplo, pudo connotar estrategias de reforzamiento de los lazos de pertenencia, hacia la tierra y entre los miembros de la comunidad (Isbell 1997; Mantha 2009; Moore 2010; Janusek 2015).

En cuanto a los datos funerarios, además de la diversa disposición final dada a los restos (Pastor 2008; Fabra et al. 2009), se reconocen casos de señalización de tumbas particulares (como en RC y CCh3), que indicarían un tratamiento diferencial para las personas allí sepultadas. En casos puntuales se registraron objetos perdurables incorporados en los sepulcros, a modo de acompañamiento de los cuerpos. Por ejemplo el E-2, inhumado en la estructura tumular de RC, presentó entre las falanges de la mano izquierda un recorte rectangular de mica (figura 5c). A pocos kilómetros en CA (figura 1) sobresale la tumba 5 (T-5), donde se inhumó un individuo adulto flexionado, en posición genupectoral izquierda, y cuya cabeza apoyaba sobre un dasipódido (Chaetophractus sp.) que fue colocado completo en el momento de la inhumación (figura 6). Las dataciones por AMS, obtenidas a partir de una costilla humana y una placa de armadillo, dieron fechas contemporáneas (ca. 2100 años AP; tabla 1) que confirman la incorporación del pequeño mamífero como ajuar funerario.


Figura 6. Tumba n° 5 del sitio Carrupachina (valle de Traslasierra): (a) entierro en posición primaria; (b) armadillo colocado como acompañamiento

Finalmente nos referimos a un contexto del sitio SR-MI-S8, ubicado en la localidad arqueológica San Roque (valle de Punilla). Se trata de un asentamiento a cielo abierto en la margen oeste del lago artificial, próximo a Villa Parque Siquiman (figura 1). Antiguamente este espacio correspondía a una terraza cercana al cauce del río Cosquín, que aseguraba un abundante acceso al agua, además de bosques con especies con frutos comestibles (Prosopis spp., Geoffroea de-corticans). Los restos arqueológicos superficiales, distribuidos en un área cercana a una hectárea, indican repetidas instalaciones de campamentos por parte de grupos cazadores-recolectores. Entre estos materiales se cuentan artefactos líticos tallados así como elaborados mediante técnicas de abrasión y/o pulido, en particular instrumentos de molienda. También se identifican restos óseos de vertebrados como camélidos, placas de armadillos y cáscaras de huevos de ñandú (Rhea spp.), que formaron parte de la alimentación. La completa ausencia de restos cerámicos sugiere que estas ocupaciones son anteriores a ca. 2000 años AP. Esta apreciación se ratifica por el diseño de las puntas de proyectil recuperadas en la superficie del terreno. Éstas son o bien lanceoladas de tipo "Ayampitín", con vigencia durante el Holoceno medio (ca. 8000-4200 años AP), o triangulares medianas y grandes sin pedúnculo del Holoceno tardío inicial (ca. 4200-2000 años AP).

En un sector de menos de 50 m2 se identificaron restos de cinco inhumaciones, que no fueron excavadas por su mal estado de conservación. No obstante, esto señala el carácter mixto del asentamiento, de uso residencial y funerario (o más precisamente, la no separación de tales esferas en el contexto en cuestión, como también se documenta en sitios residenciales tardíos). En un espacio acotado (aproximadamente 2 m2) en el borde de una pequeña barranca -cercano a algunos de los entierros, pero no relacionado directamente con ninguno - se identificaron restos de un contexto en posición primaria, consistente en un conjunto de 97 grandes cuentas de material malacológico. La mayor parte fue recuperada en forma asistemática por un vecino de la zona, quien luego las cedió al Museo Arqueológico Numba Charava de Villa Carlos Paz. Esta condición impide reconocer algunas características originales del contexto.

Para la confección de las cuentas se utilizaron caracoles terrestres locales (Megalobulimus lorentzianus), a los que se les removió la espira y una porción de la última vuelta. Todas las piezas presentan una perforación en una posición central cercana al peristoma, mientras que once muestran una segunda perforación adicional, más pequeña y ejecutada directamente sobre el peristoma (figura 7). Una datación por AMS sobre una de estas cuentas dio una edad de ca. 3900 años AP (tabla 1).


Figura 7. Contexto arqueomalacológico de la localidad San Roque (valle de Punilla): (a) reconstrucción de la disposición original de las cuentas; (b) cuenta de Megalobulimus lorentzianus con perforación simple; (c) cuenta con perforación doble

La hipótesis -basada en el diseño, materia prima y disposición- es que el conjunto de cuentas formó parte de una indumentaria de carácter ritual, con características particulares que realzaban sus aspectos visuales y sonoros, así como el rol del o de las personas que la utilizaron. Dicha indumentaria pudo tener, por ejemplo, una especial participación en performances producidas en el marco de reuniones celebratorias, antes de ser finalmente depositada en un espacio de tipo funerario, probablemente a modo de ofrenda o acompañamiento de un entierro que no fue detectado (Pastor et al. 2017b).

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos del Holoceno tardío inicial (ca. 4200-2000 años AP) en las Sierras Centrales de Argentina

 

DISCUSIÓN

Un aspecto tempranamente advertido por la investigación arqueológica regional fue el carácter innovador del período Holoceno tardío inicial, ca. 4200-2000 años AP, dado que, en comparación con los cazadores-recolectores del período 8000-4200 años AP, se observaron cambios en la tecnología, organización de la subsistencia, movilidad, demografía y rangos de acción territorial (Menghin y González 1954; González 1960; Rivero 2007a, 2009, 2015; Rivero et al. 2007-08, 2008-09). En el aspecto tecnológico sobresale un reemplazo en el diseño del tipo más frecuente de punta de proyectil (lanceoladas de tipo "ayampitín" o "Intihuasi IV" por triangulares de tipo "Intihuasi II-III"), así como la mayor expeditividad de los conjuntos artefactuales y abundancia de útiles de molienda. En cuanto a la subsistencia se señaló un proceso de intensificación en la explotación de los recursos silvestres, con un mayor aprovechamiento de las carcasas en el caso de la fauna mayor (Lama guanicoe, Ozotoceros bezoarticus), así como la incorporación masiva de pequeños vertebrados (Microcavia australis, Galea spp., Ctenomys spp., etc.) y productos vegetales a la dieta (Prosopis spp., Geoffroea decorticans, Chenopodium spp.). También se estimó un aumento demográfico, sostenido a lo largo del período, con una disminución de la movilidad residencial y de los rangos de acción espacial, parcialmente plasmada en un menor acceso a determinadas materias primas líticas no locales (ver Rivero 2009 para una discusión más profunda).

Como parte de las innovaciones del período, aquí se enfatiza el desarrollo de formas novedosas de construir los vínculos comunitarios y las estructuras socio-políticas, así como de demarcar el paisaje y ejercer la territorialidad. Asimismo se advierte una nueva configuración del escenario macrorregional y en el modo de articulación de los cazadores-recolectores serranos, sobre la base de redes de interacción de larga distancia.

Se plantea la hipótesis de una adscripción permanente de las personas a estructuras de nivel comunitario, en contraposición al carácter fluido de las sociedades del Holoceno medio (que no habrían restringido la circulación de individuos entre las diversas bandas locales). Los lazos comunitarios pudieron fundarse en mecanismos como el parentesco, en un marco ideológico donde pesaban creencias acerca de la ancestralidad (Isbell 1997; Hastorf2003; Mantha 2009). Las formas diversas e innovadoras de tratamiento de los restos de los difuntos, incluida la señalización y exposición pública de determinados sepulcros, daría cuenta de esta nueva configuración (Barrientos 2002; Berón y Baffi 2003; Pastor 2008; Fabra et al. 2009; Pastor et al. 2017a).

Una segunda hipótesis sostiene una cierta identificación entre los colectivos de nivel comunitario y los territorios ocupados, en contraste con la territorialidad más "abierta", con demarcaciones relativamente laxas o permeables, de las sociedades del período 8000-4200 años AP. Los datos sobre la restricción de los rangos de acción directa y el énfasis en la utilización de materias primas líticas locales, con transferencias que no sobrepasan los 50 km (Rivero 2009), son concomitantes con los primeros indicios de formas de demarcación y significación del paisaje, como ocurre con algunas tumbas y grabados rupestres. Según el sentido de esta hipótesis, las prácticas y significados en torno a estas materialidades pudieron tener un efecto de sacralización del paisaje, o de determinados hitos y lugares particulares (Salomon 1991; Hastorf 2003; Mantha 2009; Moore 2010; Janusek 2015).

De acuerdo a una tercera hipótesis, otro aspecto innovador es que la construcción de identidades sociales, tanto colectivas como personales, fue parcialmente condicionada por la articulación de los grupos locales en redes extrarregionales, donde también participaban otros cazadores-recolectores, así como agricultores y horticultores. Por el contrario, durante el Holoceno medio el escenario macrorregional habría ofrecido menos contrastes en cuanto a los modos de vida y formas de organización. En el caso de las Sierras Centrales de Argentina, las sociedades del Holoceno medio podrían describirse como una macro-comunidad regional extendida, con una trama relativamente densa de interacciones internas, límites difusos y un tipo de vinculación extrarregional relativamente acotado, que no produjo transferencias regulares de objetos y materias primas.

Por último, se advierte sobre formas originales de construcción de la subjetividad (Ingold 2000; Fowler 2004; Latour 2008; Alberti y Bray 2009), con un rol más activo de la materialidad en la creación de identidades y posiciones personales. En contraste las sociedades del período 8000-4200 años AP, constituidas a partir de grupos locales con estructuras más fluidas, pusieron en juego menos recursos y capitales para este tipo de diferenciaciones. En tal sentido, una cuarta hipótesis sostiene que los cazadores-recolectores del Holoceno tardío inicial, con un mayor caudal demográfico y estructuras socio-políticas más complejas, produjeron nuevos tipos de roles, posiciones e identidades personales, relacionadas con campos como la gestión política, ritual o de redes de intercambio, entre otros (Rivero 2007a, 2015).

Desde todos estos aspectos, el Holoceno tardío inicial (ca. 4200-2000 años AP) se define como una época de cambios e innovación para los cazadores-recolectores locales, en comparación con los grupos del Holoceno medio (ca. 8000-4200 AP). Desde otro punto de vista, las dinámicas socioculturales que acabamos de delinear pueden ser entendidas como antecedentes de procesos que alcanzarían un amplio desarrollo durante el Holoceno tardío final (ca. 2000-300 años AP).

El rol de los rituales de comensalismo en la construcción comunitaria, las formas de demarcación y sacralización del paisaje, la articulación en redes de larga distancia, así como una diversa participación de la materialidad en la creación de identidades colectivas y personales fueron señalados como claves del proceso socio-político en los siglos previos a la conquista europea (Pastor 2007; Recalde y Pastor 2012; Recalde 2016; Pastor et al. 2017a). Dicho proceso conectó y tuvo continuidad histórica con el período focalizado en este artículo, como lo señalan la persistencia de tradiciones culturales, como el grabado de hoyuelos sobre determinadas rocas, o la vigencia de monumentos funerarios en puntos destacados del paisaje.

CONSIDERACIONES FINALES

Este trabajo propone una integración de datos arqueológicos y marcos de referencia sobre una época escasamente investigada, a pesar de la gradual acumulación de datos y de una cierta dispersión que justifican este tratamiento. Las hipótesis delineadas permiten identificar algunas claves del período, tal como se definen en la actualidad, en tanto se espera que aporten nuevos puntos de partida para futuras investigaciones. Ante dicha expectativa, algunas líneas tienen un limitado desarrollo contemporáneo y óptimas posibilidades para profundizar sobre estos problemas. Entre ellas se cuentan el análisis de contextos funerarios, de secuencias de producción del arte rupestre (en particular de la variedad estilística B4), de ámbitos de procesamiento y consumo grupal de alimentos, así como las cadenas de producción, intercambio y consumo de adornos de diferentes materias primas, en especial líticas y malacológicas.

AGRADECIMIENTOS

La investigación fue financiada por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT 2012-1614, bajo la dirección del primer autor) y del CONICET (PIP 112-20080102678, dirigido por el doctor Eduardo Berberián). Se agradecen las observaciones y aportes de investigadores, doctores Gustavo Barrientes, Sandra Gordillo, Laura López y Matías Medina. El señor Pedro Flores autorizó la realización de excavaciones en su terreno de Carrupachina. Al Museo Arqueológico Numba Charava de Villa Carlos Paz, y su directora Silvia Ledda, así como al Museo Arqueológico Comechingón de Mina Clavero, y su director Alberto Cubría, quienes aportaron materiales, información y logística para los estudios.

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