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Relaciones

versão impressa ISSN 0325-2221versão On-line ISSN 1852-1479

Relaciones vol.47 no.1 Buenos Aires jun. 2022

http://dx.doi.org/10.24215/18521479e027 

Artículos

CONTEXTOS SOCIALES DEL ARTE RUPESTRE DEL CERRO CUEVAS PINTADAS (LAS JUNTAS, SALTA, ARGENTINA)

SOCIAL CONTEXTS OF ROCK ART AT CERRO CUEVAS PINTADAS (LAS JUNTAS, SALTA, ARGENTINA)

Axel E. Nielsen1  * 

M. Mercedes Podesta2 

Maria Pia Falchi3 

Julio C. Avalos4 

Maria Laura Lopez1 

Maria Magdalena Vàzquez1 

1 CONICET - Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. E-mail: axelnielsen@ gmail.com

2 Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. E-mail: mercedespodesta@yahoo.com

3 Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. E-mail: mariapia.falchi@inapl.gob.ar

4 Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. E-mail: avalosjuliocesar@gmail.com

5 CONICET - Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. E-mail: mllopezdepaoli@gmail.com

RESUMEN

Se discute la relación entre arte rupestre y procesos sociales regionales a partir de nuevas investigaciones realizadas en el Cerro Cueva Pintadas (CCP). Tras proponer una secuencia de cinco períodos para el arte rupestre local (inicial, temprano, tardío, inca e hispano-indígena), se presentan los resultados de los relevamientos y excavaciones realizados en el CCP, así como del análisis de los materiales recuperados. La presencia de motivos iniciales y tempranos en todos los sectores indican que el CCP fue un lugar destacado desde el comienzo de la secuencia, aunque la mayoría de las pinturas corresponden al tardío, cuando se convirtió en un lugar de congregación pública donde se realizaban numerosas actividades y se construyó una senda que recorre los principales loci de actividad. Esta intervención revela la definición de una interpreta ción hegemónica del lugar que puede relacionarse con el surgimiento de un nuevo orden político en una época caracterizada por conflictos e inestabilidad social. El agregado de motivos de filiación inca se interpreta como una estrategia simbólica de subordinación de las comunidades locales al Tawantinsuyu.

Palabras clave: espacios públicos; secuencia de arte rupestre . contexto arqueológico; estilo santamariano; Guachipas.

ABSTRACT

The relationships between rock art and regional social processes are discussed on the basis of new research conducted at Cerro Cueva Pintadas (CCP). After proposing a five-period sequence for local rock art (initial, early, late, inca and indigenous-Hispanic), the results of survey and excavations at CCP and the analyses of the materials obtained are presented. The presence of initial and early motifs in all the sectors of CCP indicate that it was an important place since the beginning of the sequence, but most of the paintings date to the late period, when it became a public space where many activities were held and a trail connecting the main activity loci was constructed. This intervention reveals the definition of a hegemonic interpretation of the site which can be related to the formation of a new political order in a time of conflict and social instability. The addition of inca-related motifs is interpreted as a symbolic subordination strategy of local communities to Tawantinsuyu.

Keywords: public spaces; rock art sequence; archaeological context; Santamariano style; Guachipas.

El Cerro Cuevas Pintadas (departamento Guachipas, Salta) es una de las localidades con arte rupestre más destacadas del Noroeste argentino, tanto por la cantidad de motivos allí presentes, como por su calidad estética. El sitio cobró fama tras la visita de Cigliano, Calandra y Palma (La Prensa 1971), pero recién a partir de la década de 1990 fue objeto de relevamientos sistemáticos (Santoni y Xamena 1995; Podestá et al. 2005) que se extendieron luego a sitios cercanos (Podestá et al. 2016; Falchi et al. 2018; Falchi y Podestá 2019). Estos estudios, sumados a los realizados en zonas vecinas (Ambrosetti 1895; de Aparicio 1944; Ledesma 2019) pusieron de manifiesto la existencia de distintos momentos de ejecución en el arte rupestre de esta región que requieren pensarlo en relación con un prolongado proceso histórico que se remonta, al menos, a comienzos de nuestra era. Lo más llamativo de este registro visual, sin embargo, son las pinturas tardías, en su mayoría figurativas, que muestran a personajes antropomorfos ataviados con distintos trajes y tocados, a menudo portando armas y otros objetos, plasmados en distintos colores y actitudes, frecuentemente formando escenas, además de un repertorio muy variado de camélidos. El detalle con que han sido realizadas algunas de estas imágenes ofrecen una oportunidad excepcional para indagar sobre distintos aspectos de las sociedades pasadas y su concepción del mundo.

Las investigaciones en el Cerro Cuevas Pintadas (CCP) revelaron que concentra el mayor número de escutiformes en los Andes circumpuneños (Podestá et al. 2013). Este ícono central del corpus estilístico santamariano, se distribuyó por distintas regiones del Noroeste argentino y norte de Chile y fue plasmado en una variedad de artefactos y materiales (cerámica, calabazas, hueso, metales). Aunque su referente objetivo es materia de debate (Aschero 2000; Montt y Pimentel 2009; López Campeny y Martel 2014), existe acuerdo en vincular su proliferación con los procesos políticos y territoriales característicos del período tardío circumpuneño. A partir del análisis de casi 400 escutiformes registrados en distintos sitios de la zona, se propuso que repre sentarían personajes poderosos y que serían obra de individuos que buscaban posicionarse en la esfera política en un marco de complejidad social creciente (Podestá et al. 2013). Considerando la relevancia que también asumen los motivos de camélidos en el CCP y las condiciones favorables para la ganadería en la zona, se propuso además que los protagonistas de las ceremonias asociadas a las pinturas debieron ser pastores, que negociaban mediante estas prácticas derechos sobre el territorio y los recursos, incluyendo el cebil que abunda a 10 km del sitio, en la cuesta del Cebilar.

El mayor obstáculo para avanzar en esta línea de investigación residía en la falta de informa ción sobre los contextos arqueológicos asociados al arte rupestre. Es por ello que se emprendieron en 2014 nuevas investigaciones en el CCP y en la microrregión Las Juntas (MRLJ). Se realizaron estudios superficiales y excavaciones en el CCP y sitios vecinos, prospecciones sistemáticas en distintos sectores del valle y análisis de los principales materiales recuperados. El propósito de este artículo es presentar las investigaciones desarrolladas en el CCP e integrarlas con las realizadas en la MRLJ (Nielsen et al. 2022) y con la información arqueológica regional para discutir las prácticas en que participaba el arte rupestre de esta localidad y los contextos sociales donde cobraban sentido.

El argumento se desarrolla en cuatro apartados. El primero describe brevemente el arte rupestre de la región, diferenciando distintos grupos con implicancias cronológicas. El siguiente presenta el área de estudio y sintetiza los resultados de los estudios microrregionales. En el tercer apartado se presentan las investigaciones realizadas en el CCP y sus principales resultados. Fi nalmente, se combinan todos estos datos con la información publicada para discutir las prácticas y contextos sociales vinculados al arte rupestre en distintos períodos y escalas espaciales. Por razones de espacio, no se describen detalladamente las imágenes ni se avanza sobre su significado, temas que se reservan para otra contribución.

VARIACIONES TEMPORALES EN EL ARTE RUPESTRE DE LAS JUNTAS

A partir de las características técnicas y estilísticas de las representaciones, de las super posiciones de motivos y de las semejanzas con estilos de cronología conocida en otras regiones, se diferenciaron cinco grandes grupos con implicaciones cronológicas en el arte rupestre de Las Juntas: (I) inicial, (II) temprano, (III) tardío, (IV) inca e (V) hispano-indígena. El grupo inicial, de antigüedad desconocida, consta de grabados muy patinados, dispuestos en los pisos rocosos de los aleros o porción inferior de las paredes; forman diseños geométricos simples como incisiones paralelas, espirales, surcos anchos de perfil en U formando líneas rectas o sinuosas (figura 1a), a veces asociadas con hoyuelos. El grupo temprano, atribuido al primer milenio d.C., comprende pinturas de trazos anchos y mezclas pigmentarias espesas en tonos blanco-crema y, con menor frecuencia, rojo o negro. Incluye motivos abstractos (líneas, cruces de contorno curvilíneo, espi rales, laberintos, motivos alveolares) y figurativos (antropomorfos y zoomorfos, figura 1b y c). Las figuras humanas más frecuentes son de cuerpo “en bloque” (Aschero 2006), con cabeza y tronco unidos en forma de rectángulo y brazos levantados y flexionados a los costados del cuerpo. Los camélidos, de tratamiento lineal-esquemático con tres o cuatro patas y orejas, aparecen ais lados, sin formar composiciones ni relacionarse con los antropomorfos. Los felinos y uturuncos (híbridos humano-felino) tienen gran protagonismo por el tamaño y la expresividad con que han sido representados.

El arte rupestre tardío (ca. 1000-1500 d.C.) es el más abundante en Las Juntas. Compren de casi exclusivamente motivos figurativos realizados en distintos colores (blanco, negro, rojo, amarillo), destacándose los escutiformes aislados o conformando escenas, a menudo con diseños internos, con o sin rasgos de la figura humana (figura 1d). Son frecuentes también los personajes con uncu y otros antropomorfos que a veces portan armas y llevan tocados de diferentes formas y tonalidades. Los camélidos son frecuentes; forman agrupaciones, hileras o escenas de tiro. También se representó la fauna local, incluyendo felinos, cánidos (zorros), suris y cóndores. Al gunos conjuntos tardíos del CCP muestran elementos que remiten a la iconografía incaica (v.gr., uncus ajedrezados), lo que permite definir un cuarto grupo. Continuaron vigentes, sin embargo, los motivos del período anterior, por lo que es probable que muchas de las imágenes atribuidas al tardío se hayan realizado en época inca. El grupo hispano-indígena, que no está presente en CCP, solo ha sido documentado en Las Planchadas a través de motivos de equinos y un jinete, además de cruces latinas (Podestá et al. 2016).

Figura 1: Ejemplos de los principales grupos cronológicos en el arte rupestre del CCP: (a) inicial (UT12); (b-c) temprano (UTs 8 y 7); (d-e) tardío (UTs 15 y 9) 

ARQUEOLOGÍA DE LA MICRORREGIÓN LAS JUNTAS

El CCP se ubica en Las Juntas, un valle de altura (1.800 m s.n.m.) enclavado en la sierra de Carahuasi, una prolongación septentrional de las Cumbres Calchaquíes interpuesta entre los Valles Calchaquíes y las Sierras Subandinas (figura 2). Prevalecen en este sector de la Cordillera Oriental las formaciones sedimentarias del Grupo Salta, especialmente el subgrupo Pirgua, compuesto principalmente por areniscas rojas que fueron utilizadas como soporte para el arte rupestre. La vegetación local pertenece al distrito del Bosque Montano, que alterna comunidades arbustivas, bosques templados de altura y pastizales de alta montaña. Se trata de un ambiente favorable para la ganadería -la principal actividad actual- y la agricultura de especies mesotérmicas que pros peran sin necesidad de riego.

Las evidencias arqueológicas más antiguas de Las Juntas son los grabados rupestres, regis trados en el CCP y otros dos sitios cercanos. Sin embargo, no se encontraron indicios que permitan precisar su cronología o la naturaleza de las ocupaciones asociadas. Para el primer milenio d.C., en cambio, se encuentran junto a los cursos de agua permanente pequeños caseríos construidos con piedra, tierra y materiales perecederos. El hallazgo de cerámicas, tanto tempranas (grises pulidas, incisas) como tardías (santamariana, peinada), en la superficie de algunos de estos sitios indica que continuaron en uso posteriormente. La mayoría de los lugares con arte rupestre documentados poseen pinturas de esta época. Algunos de ellos cumplían también funciones habitacionales, a juzgar por la presencia de viviendas, refugios y corrales. La economía de estos grupos combinaba la cría de camélidos, la horticultura de secano, la caza y la recolección, actividades que probablemente incluían visitas al piedemonte oriental para obtener recursos de selva y de monte.

Figura 2 : Ubicación del CCP y otras localidades mencionadas en el texto. (a) Contexto regional; (b) ontextomicrorregional 

Durante el período tardío la población aumentó, pero continuó habitando caseríos dispersos junto a los cursos de agua permanente. También se erigieron reductos defensivos formados por corrales y refugios temporarios en geoformas elevadas con gran visibilidad del entorno, lo que sugiere que las comunidades locales se vieron afectadas por las condiciones de inseguridad e inestabilidad política que azotaron a gran parte de las tierras altas del sur andino durante los siglos XIII-XV (Nielsen et al. 2022). Algunas escenas del arte rupestre tardío del CCP muestran combates entre antropomorfos (Podestá et al. 2005, lámina 16). La cultura material local tiene afinidades con la porción meridional del valle de Lerma, incluyendo cerámica de la llamada “subtradición Pampa Grande” del estilo santamariano (Caviglia 1985 en Tarragó et al. 1997), caracterizada por urnas con perfil escutiforme y una elevada frecuencia de estos motivos en el arte rupestre. Las pinturas de esta época son las más numerosas en la mayoría de los sitios.

Aparentemente, la formación del Tawantinsuyu no implicó transformaciones drásticas del modo de vida local, aunque dejó su marca en el arte rupestre del CCP, Las Planchadas y en el sitio próximo de Carahuasi (Ambrosetti 1895). Los nodos más cercanos del gobierno imperial se encon traban probablemente en el sur del valle de Lerma (Mulvany 2003) y en la vecina Pampa Grande (Ambrosetti 1906). La conquista española provocó una temprana desarticulación de la sociedad local, aunque las características de este proceso no han sido aún investigadas arqueológicamente.

ARQUEOLOGÍA DEL CERRO CUEVAS PINTADAS

El CCP es un afloramiento de arenisca roja del subgrupo Pirgua, de forma redondeada, de 230 m (E-O) por 150 m (N-S) y una altura de 30 m sobre el terreno circundante. Presenta innumerables cavidades de diverso tamaño, desde grandes aleros hasta pequeños orificios de pocos centímetros de diámetro. Estos tafoni, que sirvieron de soporte al arte rupestre, se encuentran en todas las laderas del afloramiento, pero especialmente en la orientada al norte, de pendiente abrupta (figura 3).

Figura 3: Vista del CCP desde el norte 

Se realizó un relevamiento plani-altimétrico de la formación, registrando todos los indicios de actividad humana a través de un examen superficial exhaustivo. Se identificaron así un total de 42 unidades topográficas (UT) con arte rupestre ubicadas en cuatro tipos de soportes, diferencia dos según su visibilidad, a saber, oquedades, aleros, paredes y bloques (figura 4). Dieciocho se encuentran en oquedades, cavidades menores sin abrigo, quince en aleros que pudieron albergar al menos una persona y ocho en paredes o soportes verticales junto a espacios natural o artificial mente nivelados donde pudieron congregarse varias personas. Una concentración de grabados del momento inicial realizada en la cara superior de un bloque suelto (UT2) es el único ejemplo del cuarto tipo de soporte, hasta ahora.

Otros testimonios de actividad registrados en el CCP incluyen artefactos en superficie, muros que cierran total o parcialmente la boca de aleros con o sin arte rupestre (N= 5), explanadas o superficies artificialmente niveladas mediante muros de contención, asociadas o no con arte rupestre (5), recintos amplios construidos con grandes rocas, a veces con vanos, empleados como corrales entre otras funciones posibles (4); morteros fijos y superficies de molienda (“conanas”) asociados con paneles de arte rupestre (27). Integrando todos estos elementos, se definieron 25 loci de actividad que fueron clasificados en dos tipos. Loci principales (17) combinan arte rupestre con otros indicios (por ej., aleros con material en superficie y muro de cierre, pared con explanada, corral con material superficial). Loci secundarios (8) solo presentan un indicador (p.ej., arte rupestre <10 motivos, explanada aislada) y a menudo se encuentran próximos a loci principales con los que probablemente estuvieron vinculados (tabla 1, figura 5).

También se encontraron dispositivos relacionados con la circulación (sendas, peldaños, rampas y muros que limitan o constriñen el tránsito) que definen un circuito general que articula los principales loci del cerro e indican una forma de recorrerlo. A lo largo de este circuito se reconocen distintos sectores, que integran loci cercanos, con características comunes (por ej., estructuras asociadas, orientación de los soportes y las vistas), que a veces se encuentran visiblemente conectados entre sí por la antigua senda. Así se identificaron tres sectores principales sector I o Cuevas Pintadas ya que incluye las principales concentraciones de arte rupestre; sector III o Cumbre; y sector V o Corrales. Interpuestos entre ellos hay varios loci cuya interrelación resulta menos clara y que fueron agrupados provisoriamente en dos sectores; el II incluye aleros con pinturas junto a la senda que recorre el “filo norte” hasta la cumbre y el IV abarca varios loci relativamente dispersos en la ladera oriental (figura 5). La tabla 1 resume esta estructura y presenta, para cada locus, tipos de soporte, número de motivos por período, estructuras arquitectónicas y rasgos de molienda.

Figura 4: Tipos de soporte: (a) pared, (b) alero, (c) oquedad, (d) bloque 

Figura 5: Distribución de los loci de actividad, UTs con arte rupestre y otros rasgos en el CCP 

Sobre esta base, se realizaron muestreos de distinto tipo (excavaciones, raspado de rasgos de molienda) y los análisis correspondientes (dataciones, análisis lítico, cerámico, microbotánico, etc.), buscando en lo posible abarcar los distintos sectores. Los loci que combinan arte rupestre y acumulaciones de sedimento, sin embargo, son escasos en el CCP y se limitan a los Sectores III (H) y V (M), donde se concentraron las excavaciones. Para mitigar este sesgo, se excavó también en sectores relativamente alejados de las pinturas (loci N, P), en loci con escasa potencia sedi mentaria (B, K, L) y en otros sin arte rupestre (e), logrando así incorporar contextos de cuatro de los sectores. A continuación, se describen sintéticamente los resultados.

Tabla 1: Caracterización de los loci de actividad en el CCP 

Sector I: Cuevas Pintadas

Locus B es un alero (20 m2) ubicado en la cara norte del cerro al que se accede por una estrecha senda. Al fondo se encuentran pinturas tempranas (motivos alveolares, espiral) y tardías (camélidos, escutiformes), mientras que, en el piso, formado por una amplia cornisa de arenisca expuesta, hay líneas anchas piqueteadas (figura 1a), hoyuelos e incisiones paralelas características del momento inicial. Hacia el centro se excavó un depósito remanente de 1 x 1,5 m y 10 cm de espesor donde se recuperaron algunos desechos y carbón en abundancia, incluyendo un fogón hacia el centro del alero de donde se obtuvo una datación (tabla 2). Además, se tomaron muestras para análisis de microrrestos de un mortero y tres conanas distribuidas en el piso rocoso.

Los demás loci de este sector no poseen sedimentos asociados. En superficie se observan desechos líticos y tiestos muy erosionados de aspecto tardío. Se tomaron muestras de los rasgos de molienda presentes en los loci A y D.

Tabla 2: Dataciones radiocarbónicas de la microrregión Las Juntas 

Sector II: Filo Norte

Este sector comprende cuatro aleros claramente asociados a la senda que conecta el primer sector con la cumbre a lo largo del borde norte del afloramiento. Aunque estos loci poseen un registro de arte que abarca desde el grupo inicial al tardío, están desprovistos de sedimentos y solo poseen algunos desechos en superficie (locus F). Se documentó el arte rupestre y se tomaron muestras del único mortero encontrado (locus G).

Sector III: Cumbre

Se identificaron tres loci en la cumbre del cerro. El principal (H), donde se concentraron las investigaciones, comprende una explanada artificial o “plaza” de ca. 60 m2 situada frente a un alero orientado al sur que se encontraba antiguamente cerrado mediante un muro, hoy par cialmente derrumbado. El ingreso al alero, que ofrece un espacio interior de 4 m2 y una altura máxima de 1,5 m sobre la superficie actual, se realizaba por el este, donde entre una pared y dos bloques de arenisca se forma un pasillo natural (2,6 m x 1 m) que conduce a la plaza. Esta última posee un muro de contención semicircular y se encuentra visiblemente articulada con el sendero que ingresa por una rampa artificial, la atraviesa y continúa hacia el este a través de un vano. La mitad norte de esta explanada posee cubierta de sedimentos, mientras que hacia el sur se encuentra expuesto el basamento rocoso sobre el que se construyó recientemente un mojón. Dentro del alero (UT20) se encuentran motivos grabados (circunferencias concéntricas, líneas, figura 6b), además de camélidos pintados tardíos (figura 6a). Otro conjunto ubicado en una oquedad detrás del alero (UT21) comprende pinturas del período tardío exclusivamente, junto a una superficie de molienda donde se tomaron muestras.

Se excavó el interior del alero, alcanzando roca madre bajo un depósito de 50 cm en el que se distinguieron tres capas naturales: (1) de origen eólico, con artefactos pero sin carbón; (2) un relleno arenoso suelto con derrumbes del muro que cerraba el frente del alero, afectado por cuevas de roedores en la parte posterior, contenía abundante desecho y carbón y (3) desechos exclusivamente líticos que rellenaban una depresión de la roca madre en la base del alero, creando una superficie nivelada para la ocupación. El análisis de muestras tomadas de este nivel permitió identificar fitolitos de maíz (frutos y hojas) y almidón de Solanum sp. (¿papa?). En la primera y última capa se recuperaron también pequeños trozos de pigmento rojo. Se fecharon por AMS dos muestras de carbón -una de la superficie de ocupación y otra de la parte superior del relleno (capa 2)- que arrojaron edades calibradas de comienzos del segundo milenio (siglos XI-XIV), aunque la segunda muestra resultó estadísticamente más antigua (tabla 2). Esta inversión podría

Figura 6: Locus H; planta con ubicación del arte rupestre (estrellas rojas) y vista del alero con muro de cierre y explanada asociada 

revelar perturbaciones post-depositacionales o indicar otros procesos antrópicos intervinientes en la formación de la capa 2, por ejemplo, el aporte de relleno acumulado con anterioridad en las inmediaciones.

La excavación del pasillo de ingreso reveló un relleno arenoso de 30 cm de espesor medio con abundante material cultural, pero sin carbón, bajo un delgado nivel eólico. El sector se en contraba considerablemente perturbado por raíces. Se excavaron 18 m2 en el cuadrante NE de la plaza, donde el espesor del sedimento variaba entre 30 cm contra el muro que cierra el alero y 10 cm hacia el centro de la explanada. Se obtuvieron desechos líticos y cerámicos en toda el área, pero en mayor cantidad y tamaño hacia el norte, probablemente como resultado de actividades regulares de barrido y limpieza. Allí la roca madre presenta depresiones que fueron rellenadas con basura (lítico y algunos tiestos muy rodados) para nivelar la superficie de ocupación, lo que revela la existencia de actividades previas a la construcción de la plaza.

Sector IV: Ladera Oriental

Sobre la ladera oriental del cerro, de pendiente suave, el arte rupestre y otros indicadores de actividad se presentan más dispersos y solo se registraron segmentos aislados de la senda, lo que no permite definir claramente un circuito que vincule entre sí los loci de este sector o un itinerario prescripto para recorrerlos. Los tres aleros que contenían algo de sedimento fueron excavados. Uno de ellos (locus e), es un alero pequeño (2 m de ancho, 1,5 m de profundidad y 0,6 m de al tura máxima) sin arte rupestre cuya entrada se encontraba originalmente cerrada por un muro. El depósito en su interior tenía 7 cm de espesor máximo y comprendía un nivel eólico estéril y una delgada capa limo-arenosa de color verdoso donde se recuperaron una lasca de cuarzo, un tiesto alisado y una mano de moler reusada como núcleo.

Locus K abarca una pared con camélidos tardíos (UT41) y un pequeño alero con dos con centraciones de pinturas (UTs 3 y 23) pertenecientes tanto al temprano (figuras curvilíneas, un felino) como tardío (camélidos, escutiformes), además de un surco grabado del momento inicial. Se conservan indicios de un muro que cerraba parcialmente la boca del alero. Se excavó un re manente de sedimento de 1,4 x 2 m y 3 cm de espesor conservado junto a ese rasgo, al pie de la UT3, donde se recuperaron desechos líticos, cerámicos, óseos, dos manos de moler y abundante carbón. También se tomaron muestras de una conana en el piso del alero.

Locus L es un alero de 8 m2 en cuyo interior había una delgada capa de arena suelta (<10 cm) excavada en su totalidad (figura 7). En el piso rocoso quedaron expuestos surcos sinuosos y hoyuelos grabados y, en la pared posterior del abrigo (UT24) se registraron pinturas tanto tem pranas (figura humana en bloque, figura 7c) como tardías (camélidos, figura 7a). Se recuperaron numerosos artefactos (cerámica, lítico) y carbón, que se concentraban en las depresiones naturales de la roca madre. Se realizaron dos dataciones sobre carbón de distintos sectores (tabla 2) y se tomaron muestras para análisis de microrrestos de dos morteros.

Figura 7: Locus L; ubicación del arte rupestre (estrellas rojas) y vista del piso rocoso del alero expuesto al terminar la excavación 

Sector V: Corrales

Locus M comprende el corral situado en el extremo oriental del Sector V (recinto 4), que abarca varias paredes y aleros con arte rupestre de diferentes épocas distribuidos en la base del cerro y asociados con acumulaciones sedimentarias y artefactos en superficie. Se excavaron tres sondeos de 1 x 1 m junto a las principales concentraciones de arte rupestre (figura 8). El S1 se practicó al pie de la UT10 (pinturas tardías exclusivamente), entre la pared de arenisca y el cimien to de un muro simple paralelo que protegía el flanco más expuesto del abrigo. La roca madre se alcanzó a 50 cm bajo un depósito arenoso homogéneo sin rasgos antrópicos, con algunos desechos líticos y cerámicos. También se recuperaron aquí restos de pigmentos blanco y rojo de tonalidades similares a muestras extraídas de pinturas rupestres en distintos puntos del CCP que, según los análisis realizados, contienen yeso e hidroxiapatita y hematita, respectivamente (Rolandi et al. 2002). El S2, ubicado junto a la UT25 (camélidos tardíos), expuso un depósito arenoso de 45 cm de espesor que contenía espículas de carbón, lentes de ceniza y desechos cerámicos, líticos y con menor abundancia óseos. Aquí se obtuvieron restos de pigmento blanco y una datación, además se tomaron muestras de un mortero cónico.

El S3 se excavó en el interior de un alero, entre la UT11, que incluye motivos tempranos (camélidos de cuatro patas), tardíos (camélidos, escutiformes) y de influencia Inca (uncus cuadri partitos, figura 8c) y un bloque con grabados (hoyuelos y surcos sinuosos resaltados digitalmente en la figura 8a) representativos del grupo inicial. La base rocosa apareció a 70 cm de profundidad, bajo tres capas: un nivel eólico reciente; un depósito limo-arenoso de 50 cm de espesor con gui jarros, trozos de arenisca, carbón, desechos culturales (lítico, cerámica, hueso animal, pigmento ocre) y guano de camélido, particularmente abundante en las extracciones más profundas; un nivel

Figura 8: Locus M. Planta y detalle con ubicación del arte rupestre (estrellas rojas) y los sondeos excavados; (a) bloque con grabados del período inicial; (b) espiral doble temprano con camélidos agrupados tardíos; (c) antropomorfos grupo inca 

arenoso basal con restos de talla y escaso carbón. Dos dataciones AMS realizadas sobre carbón (AA103910 del nivel más profundo y AA103909 de la cuarta extracción de la capa más fértil) y un fechado convencional (LP-3527) sobre carbón tomado de las tres extracciones inferiores del sondeo, arrojaron fechas consistentes de fines del Holoceno Medio (tabla 2). La presencia de cerámica prehispánica en todas las extracciones del depósito de donde se obtuvieron estas muestras admite dos interpretaciones que deberán ser evaluadas empíricamente en el futuro. La primera es que exista algún agente de contaminación no identificado en el lugar que haya “enve jecido” las muestras. Sin embargo, la obtención -en un tercer laboratorio- de una cuarta fecha estadísticamente contemporánea con LP-3527 en la capa más profunda del Alero 1 de la Peña Norte, ubicada a solo 400 m del CCP (Nielsen et al. 2022), sugiere que estas fechas podrían estar revelando una ocupación más temprana de la localidad. En tal caso, el sedimento excavado pudo haber sido redepositado desde un punto cercano, mezclando materiales de distinta antigüedad. Esto sería consistente con la presencia de los grabados en el bloque adyacente (UT2), que podría vincularse con ocupaciones más antiguas en un área muy cercana al sondeo.

Locus N, inmediatamente al oeste del anterior, es otro corral adosado a la base del cerro, subdividido en dos (recintos 2 y 3), próximo a tres oquedades con arte rupestre (UTs 29-31) y desde donde se accede a otras tres (UTs 35-37) ubicadas en la parte inferior de la ladera y agrupadas como locus secundario “h”. Dentro de la estructura 2 se encuentra un alero abierto hacia el norte, de 4 m de ancho por 2,5 m de profundidad y 1,4 m de altura máxima, sin arte rupestre, pero con restos de un muro simple que cerraba parcialmente la entrada. Se excavó allí una cuadrícula (2 x 1,5 m) que expuso un delgado (5-10 cm) depósito arenoso, parcialmente afectado por escorrentías, sin rasgos, pero con abundantes desechos líticos y cerámicos.

Locus P corresponde al tercer corral del Sector V (recinto 1), que encierra una de las paredes con motivos más grandes del CCP (por ej., un escutiforme de 80 x 50 cm en UT18), aunque sin sedimento acumulado en su interior. Se excavó un sondeo (2 x 2 m) junto a un bloque rocoso ubicado en el centro del corral, donde se encontró un depósito arenoso relativamente homogéneo de 20 cm de espesor sin rasgos, que contenía cerámica, lítico y espículas de carbón.

Material recuperado

La variación en la cantidad de material presente, tanto en superficie como en excavación, obedece principalmente a la acción de ciertos procesos de formación que inciden en distintas partes del sitio. Muchos aleros y oquedades, por ejemplo, tienen pisos de roca expuesta, lo que impidió la conservación de desechos en su interior. Por su parte, la pronunciada pendiente de la ladera norte provocó el desplazamiento de materiales del Sector I por gravedad, como lo indica la alta frecuencia de artefactos expuestos por erosión al norte del afloramiento. Aun así, algunos contrastes en esta variable parecen reflejar diferencias en las actividades desarrolladas, como ocurre con la gran cantidad de desechos en la Cumbre (locus H: 182 ítems/m2 excavado en la plaza, 322 en el alero y 689 en el pasillo) y su baja frecuencia en el interior de los aleros de la Ladera Oriental (loci K y L con 41 ítems/m2 de excavación cada uno). Los sondeos realizados en los corrales (loci M-P) arrojaron valores intermedios, aunque la abundancia de material en superficie al norte de estos destaca a este sector como uno de los principales focos de actividad y producción de material lítico, probablemente descartado fuera de las estructuras.

La intensa y prolongada ocupación del sitio, evidenciada por la heterogeneidad del arte rupestre y la dispersión de las dataciones, ha dejado también huellas en los depósitos y en los con juntos recuperados, que muestran una compleja trayectoria de formación. Los lugares con mayor potencia sedimentaria excavados, por ejemplo, arrojaron dataciones anómalas (locus M, sondeo 3) o estratigráficamente invertidas (locus H, alero) probablemente causadas por redepositación y otras perturbaciones de origen antrópico. Lo mismo sugiere la cerámica, que generalmente se encuentra sumamente fragmentada y erosionada por pisoteo, limpieza selectiva y reciclaje, entre otros factores. Los instrumentos líticos confeccionados en materias primas locales, a pesar de su carácter expeditivo, han sido frecuentemente reutilizados, como lo indica la presencia de huellas de uso, filos y/o áreas activas diferentes en una misma pieza (por ej., mano-percutor-yunque) o artefactos de moler reciclados como núcleos. La complejidad tafonómica del CCP impide inter pretar al arte rupestre, la arquitectura, los desechos y las fechas que ocurren en cada loci como asociaciones o a los conjuntos recuperados como expresión de actividades o eventos discretos, a menos que otros indicios (v.gr., remontajes) así lo indiquen. También es, en sí mismo, un buen indicador de la persistencia del lugar como un importante foco de actividad durante siglos, ca racterística que, en principio, podría diferenciarlo de otros sitios.

El único grupo cerámico cronológicamente diagnóstico identificado es el santamariano, con sus variantes bicolores y tricolores (tabla 3). La mayoría de los tiestos fueron clasificados de acuerdo a su tratamiento de superficie en alisados, peinados, pulidos (los tres con variantes pintadas, con baño y sin cobertura), toscos e indeterminados. No se reconocieron estilos del pri mer milenio d.C. ni alóctonos, por lo que cabe concluir que la mayor parte del desecho y de las actividades que lo generaron corresponden al período tardío.

Tabla 3: Cerámica recuperada en las excavaciones del CCP 

La elevada fragmentación de la cerámica no permitió identificar formas. Una excepción es el pasillo de acceso al alero de cumbre, donde se reconocieron fragmentos de una urna santamariana de la variante Pampa Grande (“boca con dientes” agregada al pastillaje, perfil escutiforme [Nastri 2018:104]) y tres pucos, entre una mayoría de tiestos “huérfanos”.

El lítico es el material cultural más voluminoso recuperado en las excavaciones (tabla 4). Dada su abundancia, para el Sector de Cumbre se analizaron solo cuadrículas seleccionadas del alero (0,5 m2), pasillo (1 m2) y plaza (6,6 m2) y no se tomó en cuenta el material del locus M sondeo 3 debido a las dudas que plantean las dataciones sobre la integridad de este depósito. En todos los casos se utilizaron casi exclusivamente materias primas locales, ubicuas en los alrededores del CCP y en los cauces fluviales que atraviesan el valle, como sílice gris, areniscas silicificadas, filitas, cuarcitas, cuarzo, pizarra y esquisto. Salvo dos puntas de flecha de limbo triangular y base escotada en sílice gris, los instrumentos fueron confeccionados expeditivamente, por lo que su diferenciación funcional se basó en las características de los filos preparados o las áreas de trabajo y los daños o huellas de uso visibles a simple vista o con lupa de mano. Las categorías resultantes dan cuenta de numerosas y diversas actividades, incluyendo raspar, cortar, partir, machacar, grabar y perforar, tanto materiales duros y semiduros (piedra, madera, hueso) como otros más blandos (cuero). Se encontraron pocos artefactos para moler, tanto pasivos (solo fragmentos) como activos (manos planas), además de lascas con remanentes de superficies de molienda. La pizarra de color rojo, gris u ocre abunda en los alrededores del CCP y fue utilizada para la confección de pequeñas placas y colgantes, de los que se obtuvieron fragmentos y desechos de fabricación.

La principal materia prima alóctona detectada es la obsidiana, de aspecto negro brillante o traslúcido. El análisis mediante XRF de dos muestras de este material recuperadas en otros sitios del valle permitió establecer que su fuente es Tocomar, en la puna salteña (Nielsen et al. 2022). Se utilizó exclusivamente para fabricar puntas de flecha de limbo triangular y base escotada, diseño característico de momentos tardíos en los Valles Calchaquíes (Sprovieri 2007). Los escasos dese chos son pequeñas lascas de reactivación, lo que sugiere que las puntas de obsidiana se obtenían terminadas o se las confeccionaba en otros lugares.

Al comparar la frecuencia de artefactos líticos en las excavaciones de distintos sectores, resulta claro el contraste entre la Cumbre (189 ítems/m2), la Ladera Este (21 ítems/m2) y los Co rrales (29 ítems/m2). En todos los sectores hay gran diversidad de instrumentos que dan cuenta de actividades de machacado, corte, raspado y molienda, pero no es posible realizar inferencias más específicas. Primero, porque la cantidad de categorías funcionales identificadas en cada locus se correlaciona con el tamaño de las muestras (r= 0,82), indicando que esta última variable influye significativamente en la diversidad de instrumentos. Segundo, porque es evidente que todos los sectores estuvieron sujetos a intensos procesos de limpieza, reclamación y redepositación. El sector Corrales, por ejemplo, presenta la mayor frecuencia de instrumentos en relación con desechos (1/5 vs. 1/18 en la Ladera Este), probablemente porque la reducción se realizaba fuera de las estructuras o porque se retiraban los desechos de talla de su interior, como lo indica la considerable cantidad de material lítico que la erosión trae a la superficie inmediatamente al norte de estas. También la baja frecuencia de artefactos formatizados (puntas, manos, ornamentos de pizarra enteros) y la total ausencia de elementos activos correspondientes a los morteros fijos en todo el CCP, sugieren que las piezas útiles eran habitualmente conservadas para su uso y almacenaje en otros lugares o fueron sistemáticamente reclamadas.

Es probable que gran parte de las actividades que generaron los conjuntos líticos hayan estado relacionadas al faenamiento, procesamiento y consumo de llamas, cuya importancia para los habitantes de Las Juntas resulta indudable a juzgar por la ubicuidad de su representación en el arte rupestre. El guano encontrado en al menos tres de los sondeos (loci H y M), da cuenta de la presencia de los rebaños en distintas partes del sitio e indica que los grandes recintos efectiva mente sirvieron de corrales. Lamentablemente, los restos óseos se encuentran mal preservados por lo que resulta difícil conservar fragmentos con suficiente integridad como para su identificación taxonómica. El análisis de 140 elementos óseos recuperados del alero de Cumbre y del locus M (sondeos 1 y 2), reveló grados avanzados de meteorización en el 80,4% de los restos y rastros de exposición al fuego en un tercio de ellos. En consecuencia, sólo se identificaron ocho fragmentos de camélido; el resto de la muestra solo pudo clasificarse como artiodáctilo (N= 68), mamífero (25) o indeterminado (27). A pesar de los bajos niveles de identificación, resulta claro que los camélidos fueron regularmente procesados y consumidos en el lugar. Más aún, pudo determi narse la edad en dos elementos correspondientes a camélidos subadultos. También se registraron cinco fragmentos de carnívoro (posiblemente zorro, Lycalopex sp.) y siete de roedor pequeño, aparentemente intrusivos.

No se recuperaron macrovestigios vegetales durante las excavaciones, por lo que se con centró la búsqueda en los microrrestos (fitolitos y lmidones) a través del análisis de veinticinco muestras obtenidas por raspado en seco de manos (2), morteros fijos (16) y conanas (7) asociad con el arte rupestre, a las que se agregaron cuatro muestras de sedimento de la excavación del locus H. La recuperación de microrrestos siguió la metodología estándar descrita por Pearsall (2016). También se analizaron muestras testigo de las inmediaciones del CCP para diferenciar microrrestos naturalmente presentes en el ambiente de aquellos de origen antrópico (tabla 5).

Se encontraron fitolitos y almidones de origen antrópico en 59% de las muestras (tabla 5), correspondientes a ocho de los once loci investigados, lo que no deja dudas sobre la importancia del procesamiento y consumo de plantas en el CCP. El maíz (frutos y hojas) es la más ubicua de las plantas domésticas presentes, seguido por zapallo, poroto y papa. Su presencia remite a la preparación de comidas y, posiblemente, chicha en la localidad. Entre las plantas silvestres se encuentran algarrobo y chañar (frutos), pero sobre todo palmera (Arecacea). Los dos primeros son comunes en el valle y sus frutos pudieron emplearse en la fabricación de bebidas fermenta das, entre otras posibilidades. Las palmeras, en cambio, pertenecen a las formaciones de monte al este del área de estudio, aunque pudieron tener una distribución diferente en el pasado. Como sus fitolitos se distribuyen por toda la planta, no es posible determinar si su hallazgo se relaciona con el procesamiento de los frutos o del cogollo (ápice caulinar) para su ingesta o de las hojas para cestería y otras tecnofacturas.

DISCUSIÓN

Los datos presentados revelan que el CCP fue escenario de intensas actividades que resul taron en abundantes rasgos arquitectónicos y desechos, pero que no denotan usos residenciales ni funerarios del sitio. En cambio, ponen de manifiesto una larga trayectoria por la cual, a partir de un lugar “natural” (Bradley 2000) de relevancia cosmológica (el curioso afloramiento de arenisca con sus innumerables orificios y cavidades), se desarrolló progresivamente un escenario cargado de memoria y, posiblemente, de relevancia política para las comunidades de la región. Combinando los datos presentados con la información disponible para el resto del valle y zonas cercanas se discuten a continuación los cambios que experimentó en distintos momentos y su relación con algunos procesos sociales ocurridos en el ámbito local y regional.

Período Inicial (¿3000 a.C. - 0?)

No contamos aún con evidencias firmes para establecer el período en que se realizaron los grabados del CCP. Podría relacionarse con las dataciones “anómalas” comprendidas entre 4790 y 4300 14C AP que, dado que provienen de dos sitios diferentes y fueron realizadas en tres labo ratorios distintos, tal vez reflejen fenómenos ocurridos efectivamente en aquella época (antes que problemas de contaminación o errores de laboratorio), aunque por ahora no es posible determinar si su origen es antrópico. Hasta contar con más elementos de juicio, tomamos tentativamente estas fechas para marcar el comienzo de este periodo que se extendería hasta los inicios de la era actual. Esto sería consistente con la antigüedad de ca. 3000 AP propuesta para grabados formalmente semejantes en el Salar de Atacama (Núñez et al. 2009) o las Sierras de Córdoba (Recalde et al. 2017). Fuera del escaso desecho lítico recuperado en el nivel inferior de la excavación en Peña Norte (Nielsen et al. 2022), tampoco hay evidencias que puedan atribuirse con certeza a esta época en Las Juntas.

El hallazgo de arte rupestre inicial en tres sitios de la MRLJ revela que desde el comienzo esta fue una actividad realizada en distintos puntos del valle. Los grabados, sin embargo, son significa tivamente más numerosos y variados en el CCP, donde se los encuentra en ocho de los veintitrés loci con arte rupestre distribuidos en los cinco sectores. Esto lleva a pensar que este curioso aflora miento ya era tratado como una localidad compleja con sectores interrelacionados, que detentaba una jerarquía especial respecto a otros lugares cercanos afectados a prácticas similares.

Período Temprano

El arte rupestre temprano es más frecuente; ocupa diez de los once sitios con este tipo de evidencia detectados hasta ahora en la MRLJ y dieciocho de los veintitrés loci del CCP. Todos los sitios y loci con grabados tienen también pinturas tempranas, salvo el locus H (Sector Cumbre), donde solo se registran grabados y pinturas tardías. En ningún caso se superponen las pinturas tempranas a los grabados, aunque a menudo utilizan las mismas UT. A pesar del cambio en las técnicas y los motivos, el arte rupestre manifiesta una clara continuidad con el período inicial, mediante la elección de los mismos soportes y la incorporación de los antiguos grabados -y su memoria- a las nuevas prácticas. Claramente el CCP mantuvo y profundizó su preeminencia respecto a los demás lugares con arte rupestre del valle.

Algunas imágenes se relacionan con temas que tuvieron amplia difusión en el mundo va- lliserrano durante el primer milenio, como los antropomorfos en bloque (figura 1b). Lo mismo ocurre con los felinos y uturuncos portando dardos o lanzando con estólica (figura 1c), que remi ten a temas comunes en la cosmología Aguada, pero plasmados bajo criterios plásticos propios. Aunque motivos similares se encuentran también en el sur del Valle Calchaquí y la quebrada de las Conchas (Ledesma 2012, 2019), el CCP parece destacarse en el ámbito regional por la abun dancia de motivos y unidades topográficas correspondientes a este período (Nielsen et al. 2022). Dentro del cerro, la frecuencia y visibilidad de las pinturas, así como los temas representados, permiten reconocer una primera jerarquización entre sectores y loci. El Sector I, por ejemplo, presenta más de la mitad de los motivos de este momento, mientras que el locus D se destaca por sus paredes con imágenes de mayor tamaño, que a veces forman escenas donde algunos de estos íconos cobran protagonismo.

Es llamativo que, a pesar de la ubicuidad del arte rupestre temprano en el CCP (N= 256), no se hayan encontrado hasta ahora elementos diagnósticos de este período entre los desechos (v.gr, cerámica incisa, puntas de proyectil pedunculadas). Por cierto, es posible que parte de la alfarería tosca o alisada y algunos de los materiales líticos locales trabajados expeditivamente correspondan a esta época, pero es de suponer que las formas de habitar el lugar por entonces implicaban actividades efímeras, con baja producción de desechos. Todo indica que la mayoría de las intervenciones arquitectónicas son tardías, pero algunas podrían ser de este período, como la explanada frente a las paredes pintadas del locus D. La visibilidad que ofrecen estos soportes, el gran tamaño de los motivos y la complejidad de algunas escenas llevan a pensar que este locus, tal vez todo el sector I, tuvieron una importancia especial en esta época. Así, el CCP se presenta ya como una compleja “instalación rupestre” con loci de diversa jerarquía que probablemente se recorría e interpretaba en formas colectivamente pautadas. Cabe pensar que ya era el foco de prácticas públicas para una comunidad, cuyo alcance y características recién comienzan a deli nearse a partir de la información local y regional.

Período Tardío (1000-1550 d.C.)

Las pinturas tardías son las más numerosas en el CCP; representan el 70% de los motivos (N= 652) y ocupan todos los sectores y loci registrados hasta ahora (figura 9). Nuevamente, casi todos los loci con arte temprano fueron también intervenidos durante el tardío, salvo dos (b y f). Los cinco loci con pinturas tardías exclusivamente, son relativamente pequeños y totalizan solo 53 motivos, por lo que se presentan fundamentalmente como extensiones de los principales nodos de actividad ya establecidos. Estas tendencias se mantienen al considerar los demás sitios con arte rupestre del valle, aunque son menos marcadas. Los motivos tardíos son también los más numerosos en la microrregión; dos sitios poseen pinturas tempranas exclusivamente y dos solo tardías, mientras que los seis restantes combinan imágenes de ambos momentos (Nielsen et al. 2022). A pesar del cambio en los motivos, colores y temas, hay una evidente continuidad respecto a períodos anteriores en el uso del afloramiento. Este carácter “aditivo” se advierte también en la disposición de los motivos tardíos en las UTs, donde no suelen cubrir o competir con las imágenes más antiguas, sino que se ubican junto a ellas, extendiendo o reformulando su sentido (figura 10). Por otra parte, si se toman en consideración la cantidad, visibilidad y elaboración de las imágenes, parecen haberse jerarquizado loci diferentes a los destacados en la época anterior. Así, la profunda grieta del locus C -“alero Ambrosetti” (Santoni y Xamena 1995)- concentra la mayor cantidad de escudos con diseños complejos y policromías, mientras que las paredes de los loci B, M y P presentan los escutiformes de mayor tamaño, directamente asociados a explanadas o espacios aptos para la congregación de un considerable número de personas.

Si el arte rupestre sugiere un aumento de la actividad en el CCP y sitios cercanos para esta época, los desechos indican además un cambio cualitativo en las prácticas asociadas a este registro. Todos los artefactos temporalmente diagnósticos identificados corresponden al período tardío. Lo mismo sucede con las fechas radiocarbónicas que, dejando de lado las dataciones anómalas, son posteriores al 1000 AP. Cabe concluir, entonces, que la producción e interacción con el arte rupestre durante el período tardío involucró la realización de múltiples actividades in situ, incluyendo la reducción lítica y talla expeditiva de instrumentos en materias primas locales, la confección de ornamentos de pizarra, el procesamiento de animales y plantas, la cocción de alimentos y el consumo de comidas y bebidas, probablemente en forma colectiva. La diversidad de artefactos líticos sugiere también otras tareas difíciles de precisar, relacionadas al trabajo de la madera y el hueso. Otros lugares albergaron fuegos que no parecen relacionarse con actividades culinarias, como el locus B, una cornisa rocosa de difícil acceso, donde se encontró gran cantidad de carbón sin rasgos asociados.

Figura 9: Frecuencia de motivos de distintos grupos por sector en el CCP 

Figura 10: UT7, locus D, mostrando la contigüidad de motivos tempranos y tardíos con mínimas 

Superposiciones

Por todo lo anterior, se puede pensar que la mayoría de las intervenciones arquitectónicas en el CCP corresponden también a este período. Sus asociaciones con algunos indicadores tem porales ratifican esta expectativa. Por ejemplo, los cinco aleros pircados fueron objeto de exca vaciones; dos de ellos arrojaron fechas posteriores al 1000 AP, dos contenían cerámica de este momento exclusivamente, mientras que el quinto (locus e) carecía de artefactos temporalmente diagnósticos. De las cinco explanadas (figura 5), una carece de indicios cronológicos (locus d), otra se encuentra en el locus H (cumbre) con dataciones y artefactos exclusivamente tardíos y sin pinturas tempranas y dos se asocian a grandes paredes junto a espacios de congregación, donde la mayoría de los motivos son del tercer período y se plasmaron algunos de los escutiformes de mayor tamaño (locus A UT14, locus P UT18). Esto sugiere una relación entre el diseño y empla zamiento de los motivos de esta época y la creación de espacios aptos para la congregación de personas. Incluso la UT7, cuya explanada podría ser anterior, a juzgar por la relevancia que tienen las imágenes tempranas allí plasmadas (figura 10), posee un 64% de motivos tardíos. En cuanto a los corrales, se trata del sector donde el arte rupestre de esta época supera más ampliamente a los demás grupos (85% de los 176 motivos tabulados), además de haber producido materiales tardíos exclusivamente en los cinco sondeos allí realizados. La datación obtenida en el sondeo 2 sitúa el único nivel ocupacional detectado en el siglo XV.

Como se señaló, la distribución del arte rupestre en todos los sectores desde los inicios y la existencia de diferencias funcionales y tal vez jerárquicas entre loci desde el período temprano, sugieren que el CCP ya estaba conformado como una compleja instalación rupestre montada en torno al afloramiento, vinculada a modos pautados de recorrer y experimentar el lugar. Es probable, sin embargo, que la senda que objetivó esta interpretación, marcando el derrotero de prácticas asociadas a las imágenes por distintos loci y sectores, sea también tardía. El segmento más visible de esta ruta, por ejemplo, es la rampa que comunica el Filo Norte con la explanada de la Cumbre, rasgo al que se integra sin solución de continuidad (figura 6). Aunque se obtuvo una fecha relativamente antigua (947 ± 22 AP) en el alero que enfrenta este escenario de congregación, no se registraron allí pinturas ni desechos tempranos. También existen rastros dispersos de sendas marcadas en la roca por el tráfico que resulta difícil ubicar en el tiempo debido al continuo tránsito de personas y ganado, pero algunos de ellos parecen conducir a loci que solo exhiben evidencias tardías (a, E). La formalización por esta época de un sendero interpretativo en un contexto de intensa actividad pública puede entenderse como un acto de “patrimonialización”, ya que inscribe en el lugar una concepción hegemónica de la historia y del mundo que se apropia de este poderoso significante natural y del repertorio artístico allí acumulado durante siglos.

Las investigaciones en el resto del valle brindan los primeros elementos para entender las comunidades que participaban de estas acciones y las condiciones socio-políticas que atravesaban. Aunque la población local continuó habitando caseríos dispersos, la construcción de reductos defensivos de uso temporario revela la incidencia local de los conflictos reinantes en los Andes meridionales durante esta época. En otras regiones, la inseguridad resultante impulsó la integra ción política y la consolidación de jerarquías de autoridad que pusieron límites a la autonomía doméstica y cuyos fundamentos ideológicos quedaron plasmados en los espacios públicos (Nielsen 2006). La notable intensificación y diversificación de las actividades en un tradicional lugar de congregación como el CCP, sería consistente con un proceso de este tipo. El comensalismo pú blico, la proliferación de imágenes, el protagonismo que asumieron los trajes y otros emblemas, así como la patrimonialización del sitio revelan el surgimiento de nuevos sentidos de comunidad, así como las disputas y negociaciones inherentes a la constitución de un nuevo orden social. En otro nivel, las invocaciones, sacrificios y ofrendas que seguramente acompañaban estos eventos, manifiestan también la voluntad de aquellos grupos de movilizar todos los recursos a su disposi ción, incluyendo las divinidades y otras agencias no humanas residentes en el CCP, para enfrentar las adversas condiciones naturales y sociales propias de esta época.

Períodos Inca y Colonial

En solo dos loci del CCP (I y M) se identificaron motivos de filiación Inca, aunque es probable que un análisis más exhaustivo permita identificar otros casos. Ambos loci poseen intervenciones de todos los períodos anteriores, pero en el locus I -una pequeña oquedad del Sector Cumbre- los motivos de diferentes épocas se presentan visiblemente superpuestos (figura 11). Esto podría interpretarse como un gesto de apropiación simbólica (Hernández Llosas 2006) de un lugar de fundamental importancia política y cosmológica para las comunidades locales. Hasta el momento, sin embargo, no se detectaron en la MRLJ materiales ni arquitectura de filiación Inca que permitan ahondar en la naturaleza de las relaciones establecidas entre el Tawantinsuyu y la población local.

Figura 11: Detalle de la superposición de antropomorfos incaicos sobre uturuncu y otros motivos tempranos en la UT1, locus I. Montaje digital de M. Sánchez Proaño (archivo DOPRARA-INAPL) 

No se registraron motivos rupestres ni desechos de influencia europea en el CCP, aunque algunos de los contextos excavados allí y en sitios cercanos dieron fechas que abarcan este período (tabla 2). Si a ello se agrega la representación de equinos y un jinete en Las Planchadas, cabe concluir que los sitio con arte rupestre continuaron siendo visitados e intervenidos. Teniendo en cuenta la carga simbólica acumulada en estos lugares, sería razonable pensar que los antiguos habitantes recurrieran a ellos en un contexto de crisis como el que provocó la invasión europea.

CONCLUSIONES

Las investigaciones realizadas demuestran que el CCP es una localidad arqueológica com pleja, que concentra numerosos indicadores de actividad además del arte rupestre. Los grabados, de antigüedad incierta, pero seguramente anteriores a la era actual, tienen aquí mayor frecuencia que en ningún otro sitio cercano y se distribuyen en distintos sectores del afloramiento, lo que sugiere que este lugar ya tenía un valor singular para los habitantes del valle. Las pinturas del primer milenio son más numerosas aún, tanto en el CCP como en otros sitios de la MRLJ, e incluyen temas ampliamente difundidos en el arte rupestre del NOA. Aunque por esta época el cerro seguramente funcionaba como lugar de encuentro periódico para las familias de agropastores que vivían dispersas en el valle, no parece haber concentrado muchas actividades más allá de las directamente relacionadas a la ejecución del arte rupestre. Esto cambió radicalmente en el período tardío, cuando las comunidades de la región se vieron afectadas por situaciones de tensión e inestabilidad que encontraron en el CCP un escenario fundamental para la negociación de nuevas estructuras políticas. La iconografía del poder (escutiformes, trajes, emblemas, formaciones de antropomorfos) fue plasmada en casi todos los loci; se acondicionaron nuevos escenarios (v.gr., explanadas, aleros cerrados, corrales) y aumentaron significativamente la intensidad y diversidad de actividades desarrolladas en el lugar. La creación de un sendero que articula los distintos loci revela la formalización de una determinada interpretación del cerro y de la memoria social allí inscripta, probablemente relacionada con el orden político emergente. La iconografía inca es escasa, pero su distribución en puntos clave sugiere la voluntad de cooptar simbólicamente este lugar, aunque a falta de mayores datos sobre la relación establecida entre el Tawantinsuyu y las comunidades locales, resulta difícil dimensionar el significado de estas acciones.

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos el apoyo de los vecinos de Las Juntas y su escuela, del municipio de Guachipas y del Gobierno de la Provincia de Salta. Estamos también en deuda con Mirta Santoni, Juan Maryañski, Marcos Rambla, Judith Acevedo y Guadalupe Romero por su colaboración en los trabajos de campo, con Mariel Grattone por el análisis cerámico y con Juan Maryañski por el zooarqueológico.

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Recibido: 24 de Diciembre de 2021; Aprobado: 23 de Mayo de 2022

* Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. E-mail: vazquezmalena@gmail.com

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