INTRODUCCIÓN
Los valles altos del oeste de Catamarca se encuentran en una posición intermedia entre la Puna y los valles bajos. A pesar de haber sido concebidos como meros conectores entre estas dos grandes áreas, los valles altos tienen ambientes particulares e historias únicas. En este trabajo tomaremos el caso del valle de El Bolsón (departamento Belén, Catamarca, Argentina), caracterizado por ocupaciones rurales campesinas de larga duración, que continúan hasta la actualidad (Korstanje 2005; Molina Pico 2015) (figura 1). El río homónimo lo atraviesa de norte a sur, con cotas entre 2.500 y 2.900 m s.n.m. En sus casi 30 km de extensión, el valle abarca las regiones biogeográficas de Monte, Prepuna y, restringida a los sectores de mayor altura, la Altoandina (sensu Cabrera 1973). El clima en el área es templado y árido, con escasas precipitaciones, principalmente estivales (Palmeri et al. 2008; Maldonado et al. 2011; Minetti 2012).
La zona es abordada interdisciplinariamente desde hace unos 30 años y recientemente hemos realizado importantes avances en la elaboración de síntesis generales (Korstanje 2010, Kulemeyer et al. 2013, Meléndez et al. 2018, Taddei Salinas et al. 2021). En este trabajo presentamos la información generada en el sitio arqueológico Los Viscos, con ocupaciones durante los últimos 1200 años, y su relación con la historia ambiental del valle de El Bolsón y parte de Villa Vil (al sur del anterior). Para ello se abordan aportes de la arqueología, la geoarqueología, los estudios paleoambientales y la tafonomía que, integrados, contribuyen a interpretar los cambios en los paisajes sociales de larga duración en el área de estudio, en función de comprender las condiciones bajo las cuales se dieron las ocupaciones humanas, sus cambios y continuidades en el tiempo.
Figura 1: Valle de El Bolsón con los sitios arqueológicos mencionados. Se destacan el alero Los Viscos con una flecha y la ubicación de los archivos paleoambientales con puntos rojos
LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL ÁREA
El primer registro conocido sobre la arqueología del valle de El Bolsón es una breve mención de Vladimiro Weisser en sus libretas de campo de 1924 (Korstanje 2005). Recién a partir de la década de 1990 se inician en el área investigaciones sistemáticas, centradas principalmente en los espacios de producción agraria (Korstanje 2005, 2010) y arquitectura tardía (Quiroga 2002). Durante las siguientes décadas, las investigaciones se profundizaron y diversificaron con la con formación de un equipo de trabajo, hoy denominado Colectivo Interdisciplinario e Intercultural de los Valles Altos de Catamarca (CIIVAC), que trabaja en el área desde una perspectiva de larga duración, lo que permitió conocer la historia local y evaluar sus articulaciones y discordancias con los modelos y síntesis regionales planteados para el Noroeste argentino (NOA).
Los sitios arqueológicos que aún se conservan en el valle se localizan, en general, en los sectores altitudinales intermedios y en el fondo de cuenca, y se caracterizan por una preservación pobre del registro orgánico. Esto ha conducido al desarrollo de aproximaciones metodológicas innovadoras que permitieran la comprensión de las formas de vidas pasadas, donde han sido pri mordiales los análisis de microfósiles en combinación con estudios pedológicos y sedimentológicos (Korstanje 2005; Korstanje y Cuenya 2008, 2010; Maloberti 2020). Mediante estos abordajes, se registraron ocupaciones arqueológicas continuas en todo el valle (Quiroga y Korstanje 2013; Quesada y Maloberti 2015).
Los registros más antiguos de ocupación humana son fragmentarios y están restringidos casi exclusivamente al sector norte del valle. Se trata de diversas puntas lanceoladas y una punta cola de pescado asignadas al Holoceno Temprano y Medio, todas recolectadas en superficie durante prospecciones sistemáticas (Korstanje 2005; Quesada et al. 2019).
Las ocupaciones en posición estratigráfica más antiguas corresponden a sociedades agro- pastoriles del período Formativo, el cual se extiende entre ca. 1000 años cal a.C. y 1000 cal A.D. en esta región (Korstanje 2005; Quiroga y Korstanje 2013). Los asentamientos de este período, en sitios como Alto Juan Pablo, Vaca Vizcana, La Mesada y Yerba Buena (figura 1), se encuentran dispersos en el sector septentrional del valle e incluyen extensas áreas preparadas para la agricultura (Korstanje 2007; Quesada y Korstanje 2010; Quesada y Maloberti 2015). Se trata de sistemas productivos complejos que configuraron una economía mixta agrícola-pastoril, con disposiciones espaciales que sugieren una producción de escala familiar.
En líneas generales, este sistema productivo y de asentamiento se prolonga durante el Pe ríodo de Desarrollos Regionales, que abarca desde ca. 1000 cal A.D. hasta la conquista europea. Durante este período, se dan una serie de ocupaciones sucesivas y reocupaciones en algunos sitios del norte del valle, como Vaca Vizcana y Yerba Buena (Maloberti 2020), mientras surgen nuevas ocupaciones en el sector central, como en los sitios La Angostura y El Duraznito (Quiroga 2007; Quiroga y Korstanje 2013). En general, no se observan indicios de concentraciones demográficas significativas ni de jerarquización social (Quiroga 2002; Puente 2010).
La conservación de los sitios de los períodos Formativo y de Desarrollos Regionales decrece hacia el sur del valle, debido a la alta erosión vinculada a la dinámica geomorfológica del área. Esto ocasiona que el registro se vuelva fragmentario y disperso entre las viviendas actuales y en los perfiles expuestos de terrazas fluviales (Meléndez et al. 2018).
El arte rupestre parece estar presente en toda la historia de ocupación del valle, principal mente en los sitios ubicados en las vías de tránsito hacia los espacios de producción agrícola o hacia fuera del valle. Algunos de ellos están vinculados a lo que hemos denominado “arte de los caminos”, con representaciones y localizaciones vinculadas a la movilidad de las personas del pasado (Lepori 2021, 2022), y otros están posiblemente vinculados al tráfico caravanero, como en el caso del sitio El Médano (Korstanje 1998).
Finalmente, el período Hispano-Indígena o Colonial Temprano está representado por un tenue pero significativo registro arqueológico (Arias et al. 2021; Petrigh et al. 2021). La documentación histórica, por su parte, sugiere que la ocupación colonial de la región empieza a ser efectiva hacia el siglo XVII, y especialmente a partir del siglo XVIII, cuando el valle es conocido como Cotahau. Quiroga (2002, 2005, 2007) propone que en el período Colonial posterior al Hispano-Indígena se inició un proceso de desagregación que continuó a lo largo del periodo Republicano, en el cual se “abandonó el patrón aldeano prehispánico por la dispersión de pequeñas unidades de viviendas y corrales que señalan una clara tendencia hacia la reducción de la variabilidad y envergadura de la infraestructura productiva agrícola prehispánica” (Quiroga 2005:102).
LA HISTORIA AMBIENTAL DEL VALLE DE EL BOLSÓN
La historia ambiental del valle se abordó a partir de diferentes proxies arqueológicos y pa- leoambientales que son complementarios y ofrecen distintas resoluciones espaciales y temporales para comprender los procesos ambientales ocurridos en el área. El principal archivo ambiental para los estudios palinológicos y sedimentológicos lo constituye un testigo sedimentario extraído de Laguna Cotagua, en el sector central del valle. Además, se estudiaron una serie de perfiles flu viales Cuaternarios en Villa Vil, en la cuenca inferior del río El Bolsón (figura 1), y se analizaron los sedimentos y materiales arqueológicos hallados en ellos (Meléndez 2018).
Tabla 1: Dataciones radiocarbónicas del área mencionadas en el texto
El testigo sedimentario de Laguna Cotagua (TLC), de nueve metros de profundidad, ha ofrecido información paleoclimática y paleoambiental desde 4464-4327 cal a.C. (tabla 1) (Meléndez et al. 2018). En los análisis palinológicos se identificaron un total de 29 tipos polínicos distribuidos en toda la secuencia, en la que se observó además una sucesión de seis zonas establecidas por análisis de clúster (figura 2). El espectro polínico mostró fluctuaciones entre estepa arbustiva y estepa herbácea puneña a lo largo de toda la secuencia. Entre 4462 y 2300 cal a.C. se observan los momentos de mayor humedad, lo que muestra cierta coincidencia con investigaciones en áreas vecinas, como en el valle de Chaschuil (Brunotte et al. 1988; Garleff et al. 1991) y, hacia el final de ese período, Antofagasta de la Sierra (Grana 2012) y la Puna de Jujuy (Oxman 2015). Poste riormente, entre 2300 y 180 cal a.C., los indicadores de humedad decrecen levemente, aunque continúan siendo mayores que en la actualidad. Desde 180 cal a.C. a 1000 cal A.D. se infiere un aumento en las condiciones de aridez y los indicadores de disturbio se incrementan, lo cual se
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas del área mencionadas en el texto
Todas fueron calibradas a 2 sigma con el programa Oxcal 4.2.3 con la curva ShCal 13. (Bronk Ramsey 2009) correlaciona con diversos antecedentes en la región y alrededores (Brunotte et al. 1988; Grana 2012; Oxman 2015). A partir de este momento se registran espículas de carbón en la muestra, vinculadas a la quema de pastizales e, indirectamente, a la aceleración de procesos erosivos en ladera(Meléndez et al. 2018). Finalmente, en el último tramo de la secuencia palinológica, a partir de 1300 cal A.D., se observa un incremento en los indicadores de disturbio antrópico, y niveles de aridez similares a la actualidad.
Figura 2: Asociaciones polínicas en el Testigo Laguna Cotagua. Adaptado de Meléndez et al. (2018)
Los cambios en los regímenes de humedad-aridez encuentran un correlato en un potente depósito de microfauna acumulado en egagrópilas de la lechuza Tyto furcata en la Cueva de Las Máscaras, contigua a Los Viscos (figura 1), desde ca. 270 cal A.D. Allí se infirieron condiciones climáticas similares a las del presente, con algunos pulsos de humedad local hacia ca. 700-1200 cal A.D. y un retorno a condiciones actuales en los últimos 500 años de la secuencia (Ortiz et al. 2012). Los cambios observados a lo largo de la secuencia, que se inicia con la presencia de taxo- nes adaptados a condiciones semiáridas seguidos de una mayor proporción de los de condiciones más húmedas, que vuelven a disminuir hacia el final, son coincidentes con eventos de la dinámica climática global, como el Período Cálido Medieval y la Pequeña Edad de Hielo (Madozzo Jaén 2009; Ortiz et al. 2012). Se registraron también numerosos microvertebrados en la superficie y en los niveles superiores del sitio Los Viscos, derivados en su mayoría de egagrópilas de la lechuza Tyto furcata, que sugieren condiciones ambientales locales similares a las actuales desde al menos el Período de Desarrollos Regionales (Mondini et al. 2020).
Las aproximaciones geoarqueológicas registran cambios abruptos en la morfodinámica desde ca. 1000 cal A.D. a la actualidad (tabla 1), en la forma de procesos de remoción en masa, incisión y aluvionamiento en el fondo de valle, y avance de dunas (Meléndez 2018). El impacto del pastoreo en laderas y en los sectores elevados comienza a manifestarse hacia 1000 cal A.D., con una reducción de la cobertura vegetal y procesos de erosión generalizados. En paralelo se produce el descenso en el nivel de base de los cauces y el incremento de la tasa de acumulación de sedimento en el fondo de valle, que se intensifican hacia ca. 1500 cal A.D., volviendo el área más inestable geomorfológicamente (Kulemeyer et al. 2013; Meléndez 2018). La aceleración de los procesos erosivos en laderas ocurrió posiblemente debido al reemplazo de camélidos autóctonos por ganado de origen euroasiático.
En resumen, mientras que el registro polínico del TLC muestra fluctuaciones entre estepa arbustiva y estepa herbácea puneña a lo largo de la secuencia, los estudios sedimentológicos y geomorfológicos muestran cambios aún más importantes en el paisaje. Los cambios en la diná mica geomorfológica del valle llevaron a que el registro arqueológico sea fragmentario. A ello se suma la mala preservación del registro orgánico en gran parte de los suelos del valle, donde se preservan principalmente los microfósiles de origen vegetal y animal (Korstanje 2005; Mondini 2021). A pesar de ello, se puede inferir que las ocupaciones humanas fueron continuas a lo largo del Holoceno, con respuestas locales a estas transformaciones (Meléndez 2018; Quesada et al. 2019; Maloberti 2020; Arias et al. 2021).
En este contexto, nos centraremos en el sitio Los Viscos, y particularmente en su registro orgánico, el cual no fue afectado por los intensos procesos erosivos ocurridos en el área ni por los procesos diagenéticos que afectaron a otros sitios. Su emplazamiento, geológicamente estable y en un ambiente depositacional propicio, ha permitido una excelente preservación del registro arqueológico del último tramo del Holoceno Tardío.
EL SITIO LOS VISCOS
Los Viscos -SCatBe 6(1)- es un sitio arqueológico multicomponente bajo reparo rocoso, con ocupaciones que abarcan los últimos 1200 años. Está localizado a 2464 m s.n.m., en una estrecha quebrada con laderas de arenisca brechosa sobre la falda occidental de las sierras de Las Cuevas, en el sector centro-sur del valle de El Bolsón (Korstanje y Würschmidt 1999) (figura 3). El área bajo reparo es de grandes dimensiones (unos 750 m2 de superficie, de los cuales al menos 380 m2 son transitables) y contiene al menos siete estructuras pircadas en su interior, construidas con muros de piedra simples y dobles, de las cuales cinco forman posibles espacios habitacionales diferenciados (Taddei Salinas et al. 2021) (figura 4).
Figura 3: Ubicación del sitio Los Viscos; se observa su posición entre los valles de El Bolsón y Los Morteritos-Las Cuevas
El reparo rocoso (a diferencia de la mayoría de los otros sitios estudiados en el área, que son a cielo abierto) y su ubicación en un sector geomorfológicamente estable han favorecido, como vimos, la preservación del registro arqueológico en general y del orgánico en particular. Esto hace que, a pesar de múltiples pozos de saqueo encontrados desde que comenzamos los trabajos allí, Los Viscos constituya un sitio propicio desde donde abordar de forma conjunta la información arqueológica y paleoambiental de los últimos 1200 años, a diferencia de otros sitios contemporáneos del valle.
Figura 4: Alero Los Viscos: a la izquierda, excavación de 1997 (vista quebrada arriba); a la derecha, excavación de 2018 (vista quebrada abajo)
El inicio de los trabajos de investigación en Los Viscos se remonta al año 1994, cuando se registró por primera vez gracias a la guía de un habitante del lugar. Las dos primeras campañas de excavación (ambas en 1997) se realizaron con la intención de obtener información sobre los primeros grupos agricultores de la región e indagar sobre posibles contextos correspondientes a cazadores-recolectores. Estas intervenciones iniciales se centraron en limpiar los pozos de saqueo visibles en la superficie del sitio y excavar áreas selladas por guano y no perturbadas (figura 5).
Figura 5: Planta del sitio arqueológico Los Viscos; modificada de Taddei Salinas et al. (2021)
Luego de un hiato, en el año 2007, el equipo retoma las excavaciones en el sitio sobre sectores dentro de las estructuras de piedra que no habían sido saqueados (Estructura 5) y una transecta más cercana a la entrada del alero y la línea de goteo, en los sectores F-G-H13 (figura 5). Una década más tarde, en 2017 y 2018, se reanudan las excavaciones, incorporando una metodología que prioriza el interior de las unidades habitacionales y la forma de los depósitos. Así, se amplía la excavación en la Estructura 5 y se inicia la excavación de la Estructura 1 (Korstanje 2010; Taddei Salinas et al. 2021). Si bien las investigaciones en el alero Los Viscos siguen en curso, en este trabajo sintetizamos la información obtenida hasta ese momento, a lo largo de tres décadas de trabajo.
Las primeras ocupaciones del sitio (capas 10 a 4) han sido datadas entre 780 y 1394 cal A.D. (tabla 1), y corresponden al período Formativo (Korstanje 2005; Kulemeyer et al. 2013). Las personas que habitaron el alero acondicionaron y amurallaron los espacios habitacionales, generando un piso rubefaccionado con posibles huellas de poste, un tapial de barro y cortadera con jambas de cardón, y un área de descarte con gran cantidad de restos faunísticos y vegetales, asociados a cerámica estilo Aguada (Korstanje y Würschmidt 1999; Puente 2017).
La capa 3 se presenta, en algunos sectores, bajo la forma de una capa gruesa de guano compactado, que fue interpretado como un episodio de corral. En otros sectores, este estrato se presenta como una capa de arena fina estéril, interpretada como un período de abandono del sitio como lugar de habitación (Korstanje y Würschmidt 1999).
Las subsiguientes ocupaciones, representadas en las capas 2 y 1, han sido datadas entre 1160 y 1440 cal A.D. (tabla 1), y atribuidas al Período de Desarrollos Regionales (Korstanje 2005; Kulemeyer et al. 2013). Las materialidades asociadas a estas ocupaciones incluyen abundantes restos de flora y fauna, cerámica estilo Belén confeccionada localmente y cerámica ordinaria alóctona, que comparte aspectos estilísticos y tecnológicos con conjuntos de los valles bajos vecinos de Hualfín, Abaucán y Tafí, así como también fragmentos de calabaza pirograbada y embreada, cuyos diseños antropomorfos se vinculan estilísticamente con los de Pucarillas, en Salta, y el Alto Loa, en Chile (Ávila y Puente 2008; Puente 2011, 2017). Estas características del registro artefactual permitieron inferir redes interacción e intercambio regional y suprarregional (Puente 2017).
Por último, dos eventos estratigráficos aparentemente discretos, pero contemporáneos, fechados en 1454-1627 cal A.D. y 1450-1627 cal A.D., corresponden al momento Hispano-In- dígena o Colonial Temprano (tabla 1) (Arias et al. 2021). Uno de ellos corresponde a la capa 1a, registrada en el interior de la Estructura 5, y consiste en una estructura de combustión delimitada por rocas, asociada a restos botánicos autóctonos y europeos, y restos faunísticos autóctonos e indeterminados, además de fragmentos cerámicos, puntas de proyectil de hueso, y parte de un astil, un punzón y un mortero, todos con restos de pigmento verde (Korstanje et al. 2007). El otro evento contemporáneo intercepta a la capa 2 en un sector más cercano a la boca del alero, y consiste en una lente de guano (Arias et al. 2021).
EL REGISTRO ORGÁNICO DEL VALLE Y DE LOS VISCOS
En el valle de El Bolsón se observa un patrón tafonómico bimodal: más que un gradiente continuo en la preservación de los restos orgánicos, se observa una preservación muy pobre en los sitios a cielo abierto y una buena en los sitios en abrigos rocosos (Mondini 2021). Los estudios geoarqueológicos y tafonómicos realizados en el valle de El Bolsón, muestran que hay dos grupos de procesos importantes operando en la región: los que producen remoción y destrucción mecánica, como los grandes deslizamientos, y los de carácter diagenético, que promueven la destrucción química de los restos orgánicos (Meléndez 2018; Mondini 2021). Ambos son comunes en la escala regional, pero son localmente variables. En los abrigos rocosos suele haber condiciones para que ambas clases de procesos destructivos y de reciclado de restos operen con menor intensidad. Tal es el caso del sitio Los Viscos, que presenta un abundante registro orgánico con excelentes niveles de preservación. Aquí los procesos bioestratinómicos son ampliamente dominantes, y entre los diagenéticos solo se observa una mínima incidencia de daños relacionados con la presencia de humedad (Mondini y Arias 2019; Mondini 2021).
El registro arqueobotánico de Los Viscos
El registro arqueobotánico de Los Viscos es rico y variado y, si bien lleva varios años de estudio, por múltiples motivos éste no está completo (Simoni y Korstanje 2016). Se realizaron análisis sobre macrorrestos, donde se identificaron: raquis (marlo), semillas y brácteas (chala) de diferentes variedades de maíz (Zea mays); semillas, pedúnculos, raíz y pericarpio de zapallos (Cucúrbita maxima c. moscheta); semillas de poroto (Phaseoulus sp.); endocarpos de algarrobo (Prosopis nigra et alba); endocarpos de chañar (Geoffroea decorticans), cáscara seca de frutos de pasacana (Trichocereus spp.); inflorescencias y tallos de cortadera (Cortaderia sp.); partes vegetativas de junco (Juncus sp.); chaguar (Abromeitiella sp.), suncho (Baccharis sp.) y molle (Schinus spp.), entre otras no comestibles (Korstanje y Würschmidt 1999). Posteriormente A. Korstanje identificó cáscara de papa (Solanum tuberosum), semillas de quínoa (Chenopodium quinoa sp.) y amaranto (Amaranthus spp.) (Korstanje 2000). Adicionalmente, en el contexto de fogón Hispano-Indígena de la Estructura 5, la misma investigadora identifica al menos dos ce reales de origen europeo: trigo (Triticum sp.) y cebada (Hordeum vulgaris) (Arias et al. 2021).1
Una muestra de 12 raquis de la colección de maíces de distintas capas de Los Viscos fue procesada para la identificación de ADN antiguo, y tres de ellos2 arrojaron resultados positivos (Grimaldo Giraldo 2012). Sobre un total de 53 muestras de maíz prehispánico de diferentes sitios de Perú, Brasil y el Noroeste argentino y 112 maíces “primitivos” actuales de Sudamérica, se ha sugerido un modelo donde la dispersión inicial de esta planta habría sido a lo largo de los Andes, por el este de Bolivia y noroeste de Argentina, para expandirse desde allí hacia Paraguay y sur de Brasil (Grimaldo Giraldo 2012). La variación fenotípica entre las variedades prehispánicas -así como aquella entre maíces arqueológicos y modernos- no refleja variación genética, y sugiere que el flujo de genes ha estado ocurriendo a nivel macrorregional. No hay evidencia alguna, entonces, de que los antiguos habitantes de nuestro territorio hayan participado de su domesticación, pero pudo haber llegado aquí en tiempos tempranos, probablemente proveniente de los Andes centrales.
Podemos decir que, en líneas generales, el registro de alimentos recuperado en Los Viscos es coherente con el de cultivos en sitios a cielo abierto del valle: la mayor diversidad de especies observadas se encuentra en los momentos Formativos, para el Período de Desarrollos Regionales lo más abundante es el maíz, y en momentos de contacto colonial se le suman los cereales euro peos (Korstanje et al. 2015).
Algunos de los macrorrestos vegetales de Los Viscos, sobre todo del tipo leñoso, se encuentran en forma de tecnofacturas, como en el caso del entramado de cortadera utilizado para construir una tapia dentro del alero, asociado a jambas de madera de cardón; las calabazas pirograbadas y embreadas; un mango de madera, y cordelería vegetal (Maloberti y Zapatiel 2003; Korstanje 2005; Ávila y Puente 2008; Nicolás Fernández comunicación personal).
En cuanto a la procedencia de estos vegetales, la totalidad de aquellos considerados silvestres o de recolección se encuentra presente hoy en el fondo de valle3. Los cultígenos identificados presentan también coherencia con lo producido en los sitios agrícolas del valle (Korstanje 2005; Korstanje et al. 2015; Maloberti 2020) y con los tipos polínicos presentes en la secuencia de Laguna Cotagua, especialmente durante sus últimos tramos, contemporáneos a la ocupación del valle (Meléndez et al. 2018). Cabe notarse que tanto Chenopodium quinoa como Amaranthus sp. dejaron de cultivarse en El Bolsón en tiempos históricos y fueron reemplazados por trigo (Triticum sp.). La quínoa fue reintroducida en los últimos 10 años como parte del trabajo del INTA a través de PRO-Huerta, en un área alejada a Los Viscos (Maloberti et al. 2016).
El registro arqueofaunístico de Los Viscos
El registro arqueofaunístico de Los Viscos consiste en huesos, dientes, placas dérmicas, pelos, vellones, paleoheces, egagrópilas, cáscaras de huevo, restos de moluscos y artrópodos, entre otros (Moya 2013; Arias 2021; Petrigh et al. 2021; Mondini 2021). Parte de esta fauna fue ingresada al alero por otros agentes, entre los que se destacan, como mencionamos, las lechuzas (Mondini et al. 2020), que produjeron una acumulación importante de microvertebrados en la superficie y los niveles superiores del sitio, especialmente en la capa 1. Por otra parte, los mamíferos carnívoros también ocuparon intermitentemente el alero, si bien su incidencia es mínima (Mondini 2012).
De acuerdo con múltiples líneas de evidencia, los ocupantes humanos del sitio interactuaron, desde las primeras ocupaciones, con todas las especies de camélido disponibles en el área: los guanacos (Lama guanicoe) y, en menor medida, las vicuñas (Vicugna vicugna) silvestres, así como las llamas (L. glama) domésticas. Esto se evidencia tanto en la morfología y morfometría de los huesos y dientes como en las propiedades de los pelos y fibras -hallados sueltos, en vellones y en cordelería-, y en la morfología, ADN y contenidos polínicos y parasitarios de las paleoheces registradas en el sitio (Reigadas 2009; Moya 2013; Arias 2021, 2022; Hernández et al. 2021; Petrigh et al. 2021; Mónica V. Pia comunicación personal; Nicolás Fernández comu nicación personal). También se registró la presencia de taruca (Hippocamelus antisensis) en una de las primeras ocupaciones del Formativo, representada por un único hueso sin modificaciones antrópicas (Moya 2013).
A partir del Período de Desarrollos Regionales se infiere una diversificación de la fauna aprovechada, que incluye taxones menores como las chinchillas o vizcachas (Chinchillidae) y, probablemente también el piche llorón (Chaetophractus vellerosus) y el tuco-tuco (Ctenomys sp.) que, si bien no presentan marcas de procesamiento antrópico, se encuentran termoalterados, lo que podría sugerir su cocción para consumo humano. Se infiere asimismo para este período una intensificación en el aprovechamiento de los camélidos, que incluye la utilización no solo de su carne, sino también de la médula y, probablemente, de la grasa ósea a través del hervido (Arias 2021, 2022; Hernández et al. 2021; Petrigh et al. 2021).
Esto persiste en el período Hispano-Indígena, cuyo registro en la estructura de combus tión de la capa 1a, además de camélidos, incluye fragmentos de huesos de roedores, placas de Chaetophractus vellerosus y un fragmento de huevo de Rheidae termoalterados (Arias et al. 2021; Arias 2022). En el evento contemporáneo reconocido como una lente de guano, por otra parte, se registraron paleoheces de cabra (Capra hircus), que constituyen posiblemente un registro del temprano ingreso de estos herbívoros alóctonos a la región (Petrigh et al. 2021). Otros taxones y tipos de restos, como artrópodos, moluscos y plumas, se encuentran actualmente bajo estudio. El registro zooarqueológico también comprende manufacturas en hueso, fibras, cuero y plumas (Reigadas 2009; Moya 2013; Arias 2021; Nicolás Fernández comunicación personal), cuyo análisis sigue en proceso.
En lo que concierne a la fauna, entonces, los ocupantes del alero habrían combinado prácticas de caza y cría de animales. Si bien actualmente los camélidos están restringidos a cotas más altas fuera del valle, la distribución histórica de llamas y guanacos abarca esta área, mientras que las vicuñas pudieron obtenerse en un rango de unos 20 km (Barquez et al. 2006). La presencia de maíz y cucurbitáceas en paleoheces sugiere que, mientras estaban en cautiverio, al menos algu nas llamas se alimentaban con rastrojos o descarte de comida humana (Petrigh et al. 2021). Las interacciones planta/animal inferidas son consistentes con las estrategias mixtas de producción en el valle, y el polen en estas paleoheces denota el disturbio antrópico en el paisaje desde al menos el 1000 cal A.D. Las paleoheces de cabra, por otra parte, contenían polen de quínoa. Su análisis parasitológico mostró la presencia de Fasciola hepática, que afecta negativamente al ganado, especialmente a los camélidos, todavía hoy, y sería un factor importante por el que los camélidos silvestres y domésticos ya no se encuentran en el fondo de valle, sino que se desplazaron hacia pisos ecológicos más altos, como vegas de altura, donde no hay registro de este parasitoide o su carga es menor (Petrigh et al. 2021).
LOS VISCOS EN EL CONTEXTO PALEOAMBIENTAL Y LOS PAISAJES SOCIALES DEL VALLE DE EL BOLSÓN
Como se muestra en este trabajo, si bien ocurrieron cambios importantes en la geomorfología del área, que se evidencian en la erosión de laderas y formación de terrazas fluviales, y procesos diagenéticos que afectan negativamente a los sitios a cielo abierto, el alero Los Viscos está ubicado en un sector de estabilidad geomorfológica y con condiciones propicias para la preservación del registro arqueológico, inclusive de su componente orgánico. En conjunto, éste ha mostrado una biodiversidad no representada en otros sitios, y una riqueza de flora y fauna autóctonas mayor que la actual (tabla 2). Esto incluye algunos cultivos que no están presentes en la actualidad en el valle de El Bolsón, como el amaranto, o de reciente reintroducción, como la quínoa. El conjunto representa también especies animales sin presencia registrada en el área en la actualidad, como es el caso de los guanacos, rheidos y taruca, cuya conservación está en peligro. Las evidencias apuntan a estrategias mixtas de producción y obtención de todos estos recursos.
La recurrencia de taxones animales y vegetales en el registro orgánico de Los Viscos a lo largo de la secuencia de ocupación Formativa muestra coherencia con los sitios a cielo abierto. Esto permite conocer en detalle los recursos animales y vegetales que circularon en el pasado y que son de difícil resolución en otros sectores del valle, donde las condiciones ambientales no favorecen la conservación de los materiales orgánicos o donde los sitios fueron afectados por los procesos erosivos presentes en el área. Por otra parte, la diversificación e intensificación en la ex plotación de fauna inferida desde al menos 1000 cal A.D. podría responder a nuevos condicionantes sociales, culturales y/o ambientales que modificaron en algunos aspectos los paisajes sociales a partir del Período de Desarrollos Regionales, posiblemente relacionados con cierto crecimiento demográfico y con el mayor disturbio antrópico, aumento de la erosión y mayor aridez registrados para ese momento (tabla 2) (Aschero y Korstanje 1998; Ortiz et al. 2012; Quiroga y Korstanje 2013; Meléndez et al. 2018; Arias 2021, 2022; Arias et al. 2021).
Las señales de la ocupación europea inicial son tenues, pero con un impacto significativo: la temprana introducción de cereales y ganado de este origen en el área, que no ha sido registrada en otros sitios, marca la incorporación de nuevas prácticas que cambian el uso del suelo y que afectan los frágiles paisajes del valle (tabla 2). El desplazamiento de los camélidos hacia zonas más altas en tiempos históricos podría estar asociado a la posible introducción de Fasciola hepatica hace unos 500 años (Petrigh et al. 2021). Así, además de las transformaciones sociales y los cambios en la agricultura y ganadería, estos nuevos taxones trajeron consigo importantes alteraciones en la biodiversidad autóctona (abandono de cultígenos como quínoa y amaranto, paulatino abandono de la ganadería de llamas), así como también factores de cambio no intencionales (tales como nuevas zoonosis y la ampliación de áreas de pastoreo) producto de la competencia por recursos, y una profundización de los procesos de degradación ambiental.
Tabla 2: Síntesis arqueológica del sitio Los Viscos y paleoambiental del valle de El Bolsón. Abreviaturas: DD.RR.: Desarrollos Regionales; Ind.: Indígena; TLC: Testigo Laguna Cotagua. La variación en los colores de la tabla indica momentos de transición con cambios significativos.
En suma, el registro arqueológico y tafonómico de Los Viscos, a pesar de su posición re lativamente marginal en los sistemas de producción y asentamiento, representa una oportunidad única para conocer las sociedades humanas y el ambiente en los valles de altura, y específicamente en el valle de El Bolsón, en los últimos 1200 años. Mientras los procesos que tuvieron lugar a lo largo de la historia ambiental del valle han generado la pérdida o fragmentación de registros en otros loci o su preservación deficiente, Los Viscos muestra una ocupación humana prácticamente continua en este período y permite vislumbrar el inicio de las profundas transformaciones ocurridas a partir del ingreso de humanos, plantas y animales de origen europeo.
Futuros esfuerzos de investigación se centrarán en completar el estudio de este importante sitio y su registro artefactual y ecofactual, afinar la compleja estratigrafía del alero, y detectar y estudiar otros depósitos arqueológicos que tengan similares estados de preservación para ampliar nuestra comprensión de los paisajes que generaron las sociedades humanas en los valles altos del Noroeste argentino.
AGRADECIMIENTOS
A lxs organizadores de las Jornadas de Arqueología del NOA (este trabajo es una versión extendida de la presentada en dicha reunión) y editores de la revista y evaluadores, nuestro sincero agradecimiento.También queremos expresar nuestra profunda gratitud a lxs pobladorxs del valle de El Bolsón por abrirnos sus puertas, y a todo el equipo del CIIVAC. A Francisco Arias por su ayuda con el manejo de las herramientas gráficas. Las investigaciones han sido financiadas con subsidios de agencias y universidades nacionales.
NOTAS
Otras identificaciones y estudios arqueobotánicos aún no han sido publicados, ya sea por no estar con cluidos, o bien por estar a la espera de ser integrados a la compleja estratigrafía del sitio: Ana María Miante de Alzogaray comenzó a estudiar la colección de maíces a fines de la década de 1990; Alejandra Korstanje comenzó a estudiar los microfósiles vegetales en las heces de camélidos a comienzos de los años 2000; Julieta Zapatiel y Mariana Maloberti iniciaron la identificación de las cucurbitáceas (Malo- berti y Zapatiel 2003), la que fue profundizada por Verónica Lema (2009) desde el punto de vista de la domesticación; Anahí Simoni comenzó a evaluar la de las maderas hacia 2018; Mónica Burgos realizó toda la catalogación de los vegetales de las excavaciones de 1997, exceptuando los maíces, en 2020-21; Nadia Velázquez retomó el análisis de heces de ungulados desde el punto de vista polínico (Petrigh et al. 2021), actualmente a cargo de Florencia Agliano (Agliano et al. 2021), y Laura Vega está actualmente estudiando la robustez comparativa del registro macro y micro (Vega 2022). Muestras A129, A137 y V434. Una excepción podrían ser los cordeles vegetales, que están actualmente en estudio (Nicolás Fernández, comunicación personal), pero aún no podemos saber su área de procedencia por las dificultades que presenta su análisis ante las condiciones de torzado y las de preservación de las muestras, que, además, al ser patrimoniales no se pueden desplegar completamente.