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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.21 Córdoba jun. 2009

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Entre el rojo y el negro: derrotas y victorias de la literatura testimonial en Argentina

Rossana Nofal
Universidad Nacional de Tucumán - CONICET - Núcleo Memoria IDES

 


Resumen
La problemática central de los relatos testimoniales es la presencia hegemónica de un sujeto en primera persona acosado por dos tensiones contradictorias: la voluntad de reconstruir una experiencia traumática y la voluntad de olvidar. Mientras que los testimonios publicados en Argentina desde 1983 hasta mediados de los años noventa aproximadamente, se iniciaban con la pregunta sobre la identidad de las víctimas de la represión como sujetos desaparecidos, las producciones testimoniales posteriores a la colección La voluntad de Anguita y Caparrós  iluminan el lugar del sobreviviente en tanto militante. Este cambio en la pregunta plantea otro tema del debate del género testimonial: la presencia de los sujetos y sus derrotas.

Palabras clave: Literatura argentina; G énero testimonial; Memorias revolucionarias.

Abstract
The main feature in these testimonial stories is the hegemonic presence of a subject in the first person singular haunted by two highly strung contradictions: the will to reconstruct a traumatic experience and the will to forget it. While the testimonies published in Argentina from 1983 and until around the 1990s began with enquiries into the identity of the victims as missing subjects during the military years, the testimonies appeared after the collection La voluntad de Anguita y Caparrós throw light on the survivors as activists. This shift brings along another topic for the discussion of the testimonial genre: the presence of the subjects and their defeats.

Keywords: Argentina literatue; Testimonial genre; Revolutionary memories


 

La problemática central de los relatos testimoniales es la presencia hegemónica de un sujeto en primera persona acosado por dos tensiones contradictorias: la voluntad de reconstruir una experiencia traumática y la voluntad de olvidar. Mientras que los testimonios publicados en Argentina desde 1983 hasta mediados de los años noventa aproximadamente, se iniciaban con la pregunta sobre la identidad de las víctimas de la represión como sujetos desaparecidos, las producciones testimoniales posteriores a la colección La voluntad de Anguita y Caparrós  iluminan el lugar del sobreviviente en tanto militante. Este cambio en la pregunta plantea otro tema del debate del género testimonial: la presencia de los sujetos y sus derrotas.

El género testimonial se presenta como un sistema particular de escritura dentro de la literatura argentina. Excluye de sus fronteras a la ficción y está siempre más próximo a las crónicas. Los relatos rechazan las leyes de la representación artística y se basan en el control de las reproducciones de lo real. Decir la verdad es un mandato que la literatura delega en el género testimonial y en sus autores. Los narradores testimoniales participan de la hipótesis del "familismo"1 con el que Jelin  caracteriza al movimiento de derechos humanos en Argentina. Los escritores se debaten, de manera paradojal, entre la pertenencia al grupo de víctimas directas y la voluntad política de asumir sus causas. Están expuestos a múltiples sospechas y constantemente tiene que explicar los motivos de la escritura y sus móviles, sobre todo si el relato no se inicia con la fórmula "yo estuve ahí".

Propongo ahora abrir los límites del género e incorporar las luchas por la memoria y sus grandes temas: la guerra revolucionaria y el delito del Estado. Los relatos de los sobrevivientes introducen una narrativa de la sospecha y la culpa, en franca violación de lo que generalmente se acepta como posibilidad de enunciación. El fantasma de estos textos es la traición y la delación bajo tortura.2 Si en un primer momento se pensó que se podía superar el silencio, los relatos posteriores demostraron la importancia de operar sobre la imposibilidad de testimoniar las acciones armadas.

En este sentido el género testimonio y sus guerrilleros, puede pensarse como un capítulo más de la literatura de bandidos. Siguiendo esta propuesta los autores, en tanto intelectuales, son quienes han asegurado desde siempre "la supervivencia de los bandidos" (Hobsbawm, 2001: 154). En su descripción de la cultura del bandidismo, tanto en la literatura como en su imagen popular, son determinantes la libertad, el heroísmo y el sueño de justicia. El bandido es valiente, tanto cuando actúa como cuando es víctima.3 Esta alteración de los supuestos dominantes del género amenaza con subvertir las reglas y convenciones que se consideran normativas de un discurso fuertemente militarizado. Si en un primer momento se otorgó prioridad a la investigación fundamentada con documentos primarios y testimonios directos que permitieran confirmar los hechos narrados, a partir de la novela de Sergio Pollastri, Las violetas del paraíso4, el pasado puede relatarse en una narración metafórica. La escritura no se reduce a la redacción de los resultados de una investigación o a una prosa legible en lo inmediato. Se trata más bien de una indagación subjetiva del pasado en la que las figuras cumplen un papel central. El género testimonial no puede desconocer la idea de "construcción" de los acontecimientos, de las tramas, de las argumentaciones, de las explicaciones sobre el pasado y sus consecuencias y los usos políticos de esa memoria  revisitada.

Introducir la ambigüedad no es en sí misma una actividad subversiva; pero si se la acepta como posibilidad narrativa dentro del protocolo testimonial, los relatos rompen los maniqueísmos iniciales. Los tonos grises combinan el pasado y el presente, permiten un diálogo de muertos y la emergencia de discursos descentrados. Los cantos sobre los bandidos/guerrilleros tienen siempre el tono del orgullo y la nostalgia. Los relatos testimoniales se organizan, desde esta perspectiva, en dos grandes grupos: el discurso narrativo de la victoria y el discurso narrativo de la derrota. Se trata del anverso y el reverso de una misma narración en la que los sujetos se representan como héroes. El destino admite sólo dos representaciones: el triunfo o la caída, la victoria o la muerte. En este grupo están los relatos que dan cuenta de la resistencia a la tortura.

En muchos casos el reconocimiento de la derrota no detiene el proyecto de una organización armada y la pérdida se lee como parte del tiempo de la espera por una victoria, que aunque lejana, está aún por llegar. El tono es el de las consignas y los personajes se organizan alrededor de un conjunto de opuestos: los de arriba y los de abajo, el pueblo y la oligarquía, los ricos y los pobres, los burgueses y los obreros, el ejército oficial y el ejército popular. El Che Guevara es el héroe y los  "otros" son definidos como los "traidores": los que no respondieron a los mandatos de la moral militante.  

Desde esta perspectiva es posible pensar otra serie de libros. Me refiero a los relatos que se postulan  como "partes de guerra". Señalo que se trata de un concepto provisorio para dar cuenta de una investigación en construcción. Entiendo por parte de guerra, en sentido literal, un escrito breve que se envía para dar un aviso o una noticia urgente. Recojo así un concepto inicial del género testimonial definido por René Jara y Hernán Vidal en Testimonio y literatura (1986) como una "narración de urgencia". Se suma a esta denominación la complejidad de la palabra guerra que supone el enfrentamiento de ejércitos y que ha sido ampliamente debatida por los organismos de derechos humanos para dar cuenta de la militancia de las víctimas. Coincido con Héctor Schmucler para quien la violencia de los setenta " …configuró un tipo singular de guerra. Negarla u otorgarle calificativos amparadores de los crímenes (guerra sucia, por ejemplo) sólo confunde. Desdibuja pero no borra". (Schmucler, 2006: 292)

La idea de una literatura como parte de guerra se funda también en la lectura de las publicaciones de las organizaciones armadas como El descamisado oEstrella Roja  y en la voluntad de imitar ese tono de escritura urgente y casi desde las trincheras en la inscripción memoriosa del pasado revolucionario. En la primera colección, es muy importante la referencia a un conflicto armado en los titulares como "las armas de los mineros" (Nº 29, 2/12/73) "JP Comenzó la violencia" (Nº 30, 11/12/73) "Con rabia. Estamos en guerra, la lucha continúa. Y aquí nadie llora... ¡Presentes! (Nº 30, 11/12/73) o las fotografías de los muertos en su féretro  y la promesa de venganza de los sobrevivientes. Este concepto permite incluir en el debate constitutivo del género la militarización de lo político y sus complejidades e incluir, por ejemplo, los libros de Marcelo Larraquy, Fuimos soldados o de José Amorín, Montoneros, la buena historia..

La voluntad revolucionaria tiene un libro en su origen; en este sentido,La patria fusilada, de Paco Urondo, funciona como un relato maestro en tanto organiza el protocolo heroico del género5. Construye una serie ordenada de escrituras matrices que autoriza y custodia con ciertas formalidades. El testimonio de Urondo se enfrenta con algo más complejo que la representación del pasado próximo. Marca el retorno a la historia de la fuga y sus consecuencias. El estatuto del género se juega en la construcción de enunciados potentes que dan cuenta de la magnitud de la violencia a la vez que construyen la guerra. La voz de los sobrevivientes se convierte  en una de las estrategias de la lucha revolucionaria. Hay una voluntad de exponer las tensiones entre mostrar y esconder, exponer al informante incluso más allá del "silencio conspirativo" de los movimientos de la violencia revolucionaria. 

Los héroes de la masacre vienen de una experiencia de fracaso; el autor del testimonio subraya su performance moral en la patria revolucionaria. Los caídos se convierten en víctimas inmoladas por el fuego a quemarropa y los sobrevivientes no tienen que exponer ninguna prueba moral: sobreviven por casualidad, no son elegidos ni traidores y tienen un mandato clave: dar testimonio como una forma de continuar la lucha revolucionaria. Trelew se constituye en un núcleo importante en la organización del imaginario revolucionario del género. La memoria es exigida en los sobrevivientes más allá de los sujetos, incluso más allá de sus intereses y voluntades.

Los textos de esta serie sobre las experiencias extremas de la violencia se debaten entre la ficción y las reglas del género testimonial.6 El libro Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina de Gustavo Plis-Sterenberg arma un relato de derrota sobre la sinfonía Heroica de Beethoven y ésa es su complejidad. Este código le permite indicar los silencios en la notación y volverlos audibles. Los testimonios entran en los códigos de la conspiración y el lenguaje busca articulaciones nuevas: los amigos muertos son "bajas", las decisiones sobre miles de vidas son "cálculo estratégico", la versatilidad política se pierde en la lógica binaria de una perturbación repentina y violenta. El autor se enfrenta con una limitación lingüística fuerte: la lógica guerrera clausura la percepción de los actores y condiciona el trabajo de reconstrucción del cronista. Todo el texto está atravesado por la tensión entre lo decible del pasado y lo enunciable desde un presente respetuoso de la lucha.7 En el comienzo se escuchan las biografías personales de los militantes con el ritmo de vidas que van rodeándose de tonos trágicos. En la coda escribe sobre los cuerpos mutilados y los sobrevivientes. El yo se fisura en la posibilidad de recordar y compone las voces recuperadas de los muertos; los documentos rescatados del olvido; los testimonios y la memoria personal de los hechos.

Monte Chingolo… es el relato de una épica. El escenario que permite nombrar el último campo de una batalla real y un lugar simbólico de indagación en torno a las memorias guerrilleras. El narrador habla por sus protagonistas. Asume la carga de testimoniar por ellos y esto altera, de manera definitiva, el valor del testimonio y lo obliga a buscar su sentido en una zona imprevista: la iconografía del terreno en el que sucedieron los hechos. Es una genealogía de la guerrilla del interior del país con una lógica bélica diferente a la de Montoneros y en esto radica una de las hipótesis del fracaso.

La decisión de apoderarse del Batallón 601, el arsenal más grande de la Argentina, respondía  a dos necesidades estratégicas del PRT-ERP: despojar de poderío militar al Ejército y abastecer a la Compañía de Monte que se alistaba a operar en gran escala en Tucumán. Pero, ya no había armas en los depósitos, habían sido retiradas meses antes por prevención. A esto se suman detalles de una derrota anunciada que construye la certeza de una operación "cantada"8. Lejos de un repliegue de la lucha,  Monte Chingolo impulsó un salto suicida hacia adelante. El cronista ocupa un espacio no visible en el cuadro y desde allí reflexiona sobre los tonos de la derrota. Su ubicación también es distante y central para dar entrada a lo que la representación omite: sus zonas de colaboración con la tragedia.

Tanto en la práctica  como en la teoría, los bandoleros mueren a traición (Hobsbawm, 2001: 68) La hipótesis del fracaso de la operación Monte Chingolo es la infiltración del "Oso/Jesús Rainer" en el área de logística.  El traidor pertenece al ERP pero no al Partido, viene de una organización peronista pero no tiene la formación política de los dirigentes. El texto abre un contrapunto entre el perfil del héroe en tanto hombre nuevo con una moral revolucionaria y el traidor como otro absolutamente opuesto. La dicotomía discursiva se explicita en la figura del traidor sobre la sombra del militante idealizado, el máximo dirigente, portador de atributos inalcanzables. Su otro es Luis Bruschtein, el trompetista, hijo mayor de Laura Bonaparte; es Roberto Santucho potenciado en la figura de los caídos. El infiltrado es el antagonista que sostiene la dimensión polémica del libro frente a la moral del combate.9 El presupuesto es que los guerrilleros son la vanguardia política del proletariado; la materialidad de la práctica política está condicionada por un "deber ser" alejado de los males del individualismo. El texto se cierra con una reflexión ajena, la otra voz del centro autorial. "Fue una ingenuidad total, como si las cosas fracasaran por la infiltración" (Hobsbawm, 2001: 391).

Plis-Sterenberg  diseña las biografías de los héroes fracasados, si es que se puede pensar este modelo más allá de los lineamientos canónicos del género épico. La escritura de esta derrota en términos de guerra es también la inscripción memoriosa de la experiencia guevarista argentina; a diferencia de otros relatos, la apuesta central es el cuestionamiento de las razones de la violencia revolucionaria por fuera de un paradigma que se resiste a pensar esta reconstrucción. El libro está dedicado a la gloria de los mártires y responde siempre a una profunda admiración ante la entrega. Los primeros relatos sobre la militancia representan los sueños revolucionarios y exteriorizan una abundancia de hombres y medios para la revolución. La caída acontece al final como catástrofe.

Esta escena se ve amenazada cuando el traidor toma la palabra. Esta figura presentada en Recuerdo de la muerte, de Miguel Bonasso, pauta  el género en su totalidad y sitúa su enunciado en la zona gris de los testimonios, tal como la define Primo Levi. Este desplazamiento paradojal que aparece, en los textos de  Noemí Ciollaro o Pilar Calveiro, permiten hablar de un  discurso narrativo del fracaso10.  Un sujeto fisurado y titubeante no construye un relato en términos de héroe y antihéroe. Las voces de la zona gris instalan el vacío y la soledad del sobreviviente frente a las experiencias colectivas del militante. 

En Política y/o violencia de Calveiro, la identificación de acciones como la fuga de Tulio Valenzuela (una acción virtualmente heroica que implicó un juicio revolucionario en lugar de un reconocimiento);  el fusilamiento de Ignacio Orueta (ejecutado por las dudas) y la descomposición de Montoneros en 1979, permiten delimitar el concepto de traidor a aquel militante cuestionado y definido como enemigo por una conducción que establece las leyes de un deber ser, fuera del territorio argentino. El traidor, es, en realidad, el que dice abiertamente lo que todos saben: las numerosas victorias enumeradas en distintos partes de guerra son ficciones construidas por la conducción. Este discurso narrativo toca los núcleos del poder represivo. Calveiro apela a la representación de todas las consignas de la militancia y desde allí  piensa la inscripción del discurso de la derrota como un fracaso real del proyecto revolucionario. Para "armar una escalera" apela a dos movimientos críticos: la necesidad de historizar la memoria y la convocatoria a un "auto escrache".

El escrache, entendido en forma genérica, es otra de las formas que considero indispensables en la construcción de la memoria. Es necesario escrachar, poner en evidencia, impedir el disimulo de quienes se hacen los desentendidos en relación con las responsabilidades que les cupieron. Hay que escracharlos, políticamente hablando, no como un "castigo" sino como una forma de ser veraces para, de verdad, pasar a otra cosa. En este sentido, escrachar es exhibirse en términos de la práctica política anterior, de la que hay que dar cuenta para que el presente adquiera nuevos sentidos. (Calveiro, 2005: 19)

Calveiro reorganiza una genealogía de la violencia en la Argentina y cuestiona la parte de responsabilidad que les toca a las cúpulas de las organizaciones armadas (fundamentalmente a Montoneros); por un lado invita a la polémica, pero por otro exige respuestas puntuales de Mario Firmenich; apela a preguntas retóricas constantes cuando se dirige a esta figura. Es el gran culpable de la militarización extrema de lo político. Acusa a la dirigencia de una lectura empobrecida de la noción gramsciana de "guerra de posiciones", fundamentalmente política, a la más rígida concepción prusiana de "despliegue de armas en tiempo y espacio" (Calveiro, 2005: 159). Este empobrecimiento de lo conceptual tiene que ver con la tendencia a las formas de organización de un pensamiento binario11. Calveiro vuelve en este punto a la necesidad de tender un puente entre esta concepción y las lecturas actuales; sin ese cambio de posición inicial  "sus actos resultan incomprensibles o incluso demenciales". Juega con figuras móviles para armar las voces en situación de lucha y preguntarse por lo no dicho, volver audibles silencios sobre esa juventud y su proyecto.

Calveiro ataca a Montoneros y reivindica las acciones del ERP. Roberto Santucho fue "su más brillante dirigente", capaz de desconfiar "las formas burguesas de la política y en el peronismo como movimiento" (Calveiro, 2005: 98-99)12. Estas dos cualidades ilustran un grupo al que el libro mira de costado. Le reconoce una coherencia tal vez mayor de principio a fin, una cuidadosa lectura de la situación le permite valorarlo positivamente y otorgarle una "lamentable menor incidencia".

La enunciación conjura los fantasmas del relato fundacional de la victoria de Urondo. "La segura victoria final" (Calveiro, 2005: 147) es inexistente; la  "convicción en el triunfo inexorable" (Calveiro, 2005: 155) no permite analizar la derrota e instaura una narrativa cuya lógica es el funcionamiento casi matemático de la historia. Ligado a esto, se presupone que toda acción del oponente es, en realidad, una reacción al claro avance de la guerrilla en el campo popular. "La distancia entre estas lógicas distorsionadas y la vil mentira" es sutil, y los discursos llegan casi al delirio (Calveiro, 2005: 155) Cuestiona las hipótesis del agente infiltrado como las de Plis-Sterenberg y suma otra voz para reafirmar que este argumento esconde la pobreza política, el peligro de la militarización y la "centralización despótica de una conducción torpe y obstinada" (Calveiro, 2005: 175)

El centro autorial es implacable al delimitar amigos y enemigos, y la guerra se desplaza al campo de la memoria escrita. Los Montoneros caen en su propia trampa. Los militantes llegan a los interrogatorios con la íntima convicción del fracaso, despojados de todo, enmudecidos, con la culpa de la violencia y la sensación del no retorno. Tienen una doble condición de víctimas, por un lado la sinrazón de la política represiva del estado, por el otro la organización que ellos mismos han creado. Estos son los héroes de Calveiro, los jóvenes "semintelectuales" de la clase media, el cierre los reivindica como "parte constitutiva de la acción subversiva y la desobediencia que pugnó por un país diferente" (Calveiro, 2005: 177).13  Como una modulación de la literatura de bandidos, los guerrilleros de Calveiro caen porque han interpretado mal los presagios o se han dejado de cumplir algunas condiciones mágicas. (Hosbawm, 2001: 70) La derrota del héroe invulnerable no implica entonces la derrota del héroe que él representa.

Fuimos soldados de Marcelo Larraquy (2006) incluye la retórica del parte de guerra en el género pero construye una versión estilizada de su lenguaje. El Batallón 601, objetivo estratégico de Plis-Sterenberg  se convierte en el libro de Larraquy en el nombre del grupo de tareas14 que actúa en el exterior y organiza la represión de los montoneros a cargo de las operaciones de Contraofensiva de 1979 y 1980. Crea un personaje ambiguo, real e inexistente a la vez al que llama Lazarte. Un soldado de la zona gris que decide tomar las armas y enfrentarse a la conducción de Montoneros. Se lo sospecha traidor y héroe a la vez; el autor arma un itinerario para seguirlo en un relato de frustraciones. El gran golpe nunca llega; si para la conducción montonera esta hipótesis era posible, para las voces desterradas de Larraquy el fracaso es omnipresente. El libro se escribe desde un narrador inclusivo que se define como un "nosotros" lo que no éramos soldados El narrador de Larraquy historiza, explora voces enfrentadas, desnuda polémicas silenciadas. "Repito: estoy escribiendo a partir de lo que escuché, de lo que pude entender" (Larraquy, 2006: 31)

Lazarte no es un desaparecido. Para los fines de este libro su destino es lo menos importante. Lo que desapareció fue su memoria, la memoria de los combatientes, que es lo que yo quería rescatar. Después de entrevistas inútiles y cavilaciones personales, pude entender que apartándose de la luz que irradian los mitos que se forjaron sobre esa década, muy en el fondo, en la oscuridad de esos años, hubo soldados que fueron mucho más valiosos que otros que ni siquiera fueron soldados, pero que luego se ocuparon de reconstruir la épica de una generación desde su propio ombligo. (Larraquy, 2006: 233)

Una imagen define el destino de la escritura. En un número de la revistaEstrella Federal que publicaba el Ejército Montonero se publica una fotografía  de Mendizábal arriba de un tanque de guerra. La representación es la del triunfo y el poderío militar. Larraquy sospecha de sus personajes, los jaquea, los persigue; explora sus manuales15, sus relatos maestros, arma con piezas múltiples un rompecabezas que no se termina, al que siempre le faltan cierres y bordes.

Si el parte de guerra del '70 es una ficción, el parte de 2006 es una constatación del fracaso. Se escribe además desde los de abajo, desde los soldados. Es fragmentario y su tono está expuesto a la manipulación; no es un libro de héroes ni de víctimas sino de acciones armadas que marcan el final trágico de la utopía del Che Guevara. Como autor oculta también sus zonas de participación en el escenario violento; no es un protagonista sino un comentador de voces difusas. Se inscribe en la tradición de Javier Cercas y susSoldados de Salamina.  Comienza explicando el funcionamiento de oscuros aparatos de radio que se usan para desestabilizar la dictadura y sumar voluntades. Las voces de Perón y la marcha son el preludio del mensaje de Firmenich; al final de las acciones, indefectiblemente el aparato queda solo, sonando mal y sin generar nada.

Los obreros empezaron a abrazarse, muertos de risa. Esperaban un acontecimiento. Algo que rompiera la frustración y el silencio (refresco el mensaje oficial: el silencio es salud). Para peor, o para mejor, en ese momento se cortó la luz en el estadio, y entre la oscuridad de la imagen y la marchita… parecía que Perón estaba a punto de bajar del cielo para extender los brazos y decir "Compañeros…" pero entonces (la realidad) apareció la voz: "Habla el comandante montonero Mario Eduardo Firmenich…" No esperen más que eso. (Larraquy, 2006: 91)

El libro propone un punto de quiebre. El registro hiperbólico de las armas y las acciones guerrilleras en Buenos Aires pensadas en distintos puntos de la geografía mundial, se transforman en una respuesta posible a los orígenes absolutos de la mística setentista. El relato de Larraquy implica pensar que, en algún sentido el origen está siempre en ruinas.  En reiteradas oportunidades expresa su desconocimiento sobre lo que pensaba Lazarte, y en la apuesta a lo que él puede interpretar de sus movimientos desordenados. Esto se puede extender también a Mendizábal o al mismo Firmenich.

La literatura testimonial no se agota en el hiperrealismo de los relatos sobre la tortura, ni de los lamentos de una batalla perdida,  sino de una reescritura de las memorias revolucionarias en clave crítica con modulaciones diferentes. La exigencia de lo extremo saca a los autores del lugar de desterrados y les devuelve la posibilidad de reconstruir el precario escenario de los años setenta. Simbolizan  el pasado y se niegan a responder con el tono dogmático que impone la experiencia militante.

En este recorrido he iluminado dos puntos de una geografía real: Trelew y Monte Chingolo que se corresponden con una geografía imaginada de las narrativas testimoniales de la militancia revolucionaria. Larraquy suma el oriente: Beirut como lugar de entrenamiento. En los relatos hay una voluntad de comprender, incluso de manipular o incorporar un núcleo conflictivo: la lucha armada. El primero marca una inauguración victoriosa; el segundo señala la clausura sin perder los tonos heroicos iniciales. En tanto discurso narrativo de la derrota, Monte Chingolo se juega en una interpretación reflexiva que los sobrevivientes hacen de sus acciones guerreras y de sus biografías. Victoria y derrota son posiciones discursivas que buscan marcos generales de sentido sobre el pasado que sigue siendo heroico. Larraquy incluye la lógica de la trinchera y se apropia de la voz de los soldados e inscribe todos los movimientos. "Fracasara o no, cada acción se contaba y se sumaba al parte de guerra" (Larraquy, 2006: 124). Con un doble movimiento va desmontando los tonos épicos de la victoria de los partes:

En el artículo, el jefe del Ejército Montonero anunció también las novedades en la producción de armas propias, el nuevo lanzagranada LG22, granadas de mano G5, fusiles G40. Pero abajo, entre los combatientes que resistía a la dictadura en la Argentina, la realidad era diferente: faltaba inserción política, faltaban armas y documentos falsos, faltaban casas para poder refugiarse. Un informe manuscrito del Ejército de zona sur lo corrobora: 'En lo político y lo militar la producción fue pobre… (Larraquy, 2006: 125)

Pilar Calveiro suma la retórica del ensayo a esta voluntar de narrar "la verdad"; se aleja y al mismo tiempo cuestiona el lugar del testimonio personal. Se aleja también de las repeticiones ritualizadas y repone un "archivo" de la militancia. Comparte con Larraquy el saludo a los jóvenes como verdaderos soldados del hecho revolucionario. El guerrillero no es sólo un hombre, se convierte entonces en un símbolo. Por la mediación del intelectual, que ocupan el lugar del testigo integral, estos bandidos pertenecen a la historia recordada, que es distinta de la historia oficial. Siguiendo a Hobsbawm me permito firmar que configuran un círculo de los mitos del mundo de los pobres, de los reyes justos y de los hombres que luchan por la justicia de su pueblo. Esta es la razón por la cual estas leyendas de guerrilleros tienen aún la capacidad de emocionarnos. Son parte de esa historia que no consiste tanto en el registro documental de acontecimientos y de los personajes que los protagonizaron. Tienen la forma de un cuento de hadas que están en la base de las sagas heroicas, de todas las religiones, de todos los pueblos y las clases sociales.

 Esta nueva literatura testimonial intenta romper el facilismo del nosotros inicia y sale a buscar los conflictos y tensiones silenciadas. Busca una "escucha" diferente, requiere de otros más extraños o ajenos como señala Elizabeth Jelin (2006:69), para interrogar el pasado.  Son entonces sus modulaciones del fracaso, los partes de guerra, la incorporación de los relatos de matices grises los que abren el protocolo del género a la búsqueda de proposiciones sin resolución, vistas del pasado que no impliquen valoraciones dogmáticas , que sean, paradojalmente, verdaderas y falsas. Es entonces la emergencia de la voz de los traidores en la serie el gesto contrario a la tradición testimonial. Se trata de la diferencia más extrema, de la posición que tensa al máximo las representaciones heroicas dominantes.

 

Notas

1. En la imagen que el movimiento de derechos humanos comunicó a la sociedad, el lazo de la familia con la víctima es la justificación básica que da legitimidad para la acción. Para el sistema judicial, en realidad es el único. Sólo los parientes son considerados "afectados" en sus demandas de reparación –personalizadas e individualizadas. Sin embargo, este familismo público y político plantea dificultades y peligros en términos de su impacto cultural y político. Cfr. JELIN, Elizabeth (2005)

2. Para un análisis puntual de la vinculación entre testimonio y género, cfr. NOFAL, Rossana (2005a)

3. Juego libremente con los conceptos del autor que me permiten iluminar zonas importantes de la construcción de los personajes protagonistas de los testimonios. El mito de Robín de los bosques, trabajado en distintos relatos culturales provoca pensar cómo se construyen los guerrilleros en la literatura testimonial argentina. En este sentido, es inaugural el libro de Marta Diana (2006), Mujeres guerrilleras, en donde las informantes se resiste a adoptar ese nombre y sin embargo la autora lo elige para escribir la colección de relatos. Como lo afirma Hobsbawm "El redescubrimiento de los bandidos sociales en nuestros días es obra de intelectuales, de escritores, de cineastas e incluso de historiadores. Este libro es una parte del redescubrimiento. Ha tratado de explicar el fenómeno del bandidismo social, pero también de presentar héroes: (…) una columna interminable de guerreros, rápidos como venados, nobles como halcones y astutos como zorros. Salvo escasas excepciones, nadie les conoció jamás a cincuenta kilómetros de su nacimiento, pero fueron tan importantes para sus pueblo como Napoleones o Bismarcks; y seguramente más importantes que el Napoleón y el Bismarck reales." (HOBSBAWM, 2001)

4. Cfr. NOFAL (2005b).

5. Coincido con Beatriz Sarlo en la idea de que el imaginario de la revolución era libresco "y esto se manifiesta en la insistencia sobre la formación teórica de los militantes. (SARLO, 2005: 86)

6. Los otros textos de esta serie son: Las violetas del paraíso. Una historia Montonera, de Sergio Pollastri, La masacre de Trelew, 22 de agosto de 1972 de Liliana Cherén, Mujeres guerrilleras de Marta Diana, La Compañía de Monte de Eduardo Anguita.

7. Cfr: DAVID, Guillermo (2004/2005: 181).

8. Un error salvable en la contrainteligencia permitió que el infiltrado de las fuerzas de seguridad, nada menos que en el área de Logística operara hasta el final, posibilitando a las Fuerzas Armadas el diseño de un organigrama del ERP

9. "No podemos ni pensar en vencer en esta guerra si no nos decidimos a comenzar ya, en la práctica misma de la guerra, la construcción de hombre nuevo, del hombre capaz de luchar y vencer en esta guerra" "Moral y Proletarización", documento del PRT en los primeros '70 sobre la vida cotidiana y la moral revolucionaria. Cfr. OBERTI, Alejandra (2004/2005: 77)

10. La palabra fracaso me permite salirme de la lógica guerrera que define sus acciones en términos de victoria y derrota.

11. En síntesis, lo militar aparecía investido del carácter de ciencia para resultar más representable, con predominio sobre lo político, respondiendo a la clásica concepción de Clausewitz, pero distorsionando el principio según el cual la guerra es la continuación de lo político. Ahora lo político se reducía a lo bíblico. (Calveiro, 2005: 159)

12. "1976, la historia argentina había dado una vuelta decisiva. El peronismo, ese mal que siguió la vida nacional, amenaza y promesa constante durante dieciocho años, había hecho su prueba y había fracasado también" (Calveiro, 2005: 67)

13. Calveiro delimita con excesivo cuidado la narrativa de la heroicidad de una juventud maravillosa (Calveiro, 2005: 22). Para la autora, historizar la violencia es en realidad armar la historia de una juventud dispuesta a entregar su vida por un proyecto político; "falta ver qué pasó con ese proyecto y qué pasó con esa juventud".

14. El libro termina con la causa de la Contraofensiva. "En su auto de prisión preventiva, Bonadío consideró que los sobrevivientes de la Conducción eran penalmente responsables como partícipes necesarios" de trece hechos –los miembros del grupo TEI desmantelado en 1980-, aunque los desligó de responsabilidad por las capturas de Campiglia y Pinus en Brasil en marzo del mismo año. Firmenich se mantuvo prófugo. Perdía y Vaca Narvaja estuvieron en prisión hasta el 20 de octubre. Ese día, la Sala II de la Cámara federal dictaminó que la detención de ambos era arbitraria –tanto como el pedido de captura de Firmenich-, porque el juez Bonadío no tenía elementos de prueba mínimos que permitieran sospechas que habían incurrido en algún delito de los que investigaba. La Cámara, además, apartó al juez de la causa." (Larraquy, 2006: 231)

15. Cambia el clásico Clausewitz por otro manual ruso: Memorias y reflexiones del mariscal ruso Georgi Zhukov. "Cada tanto, para imbuir a Lazarte en el sentido épico de la Contraofensiva y reafirmar la validez científica de lo que estaba diciendo, Mendizábal reproducía con su propia voz algunos secretos del arte militar que impartió el mariscal Georgi Zhukov, quien rompió el bloque nazi y comandó a sus tropas por el frente Este hasta llegar a la victoria final en Berlín. Mendizábal no hablaba de oídas (...) Pasé mucho tiempo buscando esas memorias. No estaban registradas en la Cámara del libro. Ningún viejo librero las había visto en la Argentina, ni siquiera en liberarte, que alguna vez había pertenecido al Partido Comunista. El libro me resultaba imprescindible para entender a Mendizábal." (Larraquy, 2006: 57)

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