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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.23 Córdoba jun. 2010

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

La Revolución Cubana y el caso Padilla en las revistas Plural y Vuelta

Sílvia Cezar Miskulin1

 

 


Resumen
Las publicaciones mexicanas Plural y Vuelta fueron dirigidas por Octavio Paz y constituyeron un espacio importante de circulación de ideas entre intelectuales latinoamericanos en los años setenta y ochenta del siglo XX. En las dos publicaciones se publicaron reflexiones críticas sobre la política cultural de la Revolución Cubana y temas como libertad de expresión y de creación, censura y la relación entre los intelectuales y el gobierno fueron debatidos en las revistas. La prisión y confesión del escritor cubano Heberto Padilla, que quedó conocido como «caso Padilla», fue un importante tema de debate en las publicaciones. Plural y Vuelta manifestaron un pensamiento crítico en relación al desarrollo de la Revolución en Cuba y por esto el gobierno prohibió su circulación en la isla.

Palabras-clave: Revolución, Cuba, Caso Padilla, Plural, Vuelta

Abstract
The Mexicans magazines Plural and Vuelta were directed by Octavio Paz and were an important space for circularity of  ideas between Latin Americans intellectuals in the sixties’ and seventies’ of XX Century. Both magazines have published critical reflections about cultural policies of the Cuban Revolution and themes like freedom of speech, the relationship among intellectuals and the government have been edited in the magazines. Plural and Vuelta have manifested critical thought about the Revolution in Cuba and because of that suffered prohibition to circulation by the government in the island.

Key Words: Revolution, Cuba, Affair Padilla, Plural, Vuelta


Las revistas mexicanas Plural y Vuelta, dirigidas por Octavio Paz, constituyeron un importante espacio de circulación de ideas entre los intelectuales latinoamericanos a lo largo de los años setenta y ochenta. La revista Plural, suplemento cultural del periódico Excelsior, con frecuencia mensual, se lanzó en octubre de 1971, por iniciativa del director del diario, Julio Scherer García. Al recibir la invitación de Scherer para dirigir un suplemento cultural semanal de Excelsior, Paz aceptó la propuesta siempre que la revista tuviese una periodicidad mensual.

Asumir la dirección de Plural era para Paz la concretización de un antiguo sueño que había surgido en 1965, en ocasión de la intervención de los Estados Unidos en Santo Domingo. En aquel momento, Paz sintió la necesidad y concibió la creación de una revista con amplitud latinoamericana, pero por diversas razones no consiguió llevar adelante el proyecto. En su concepción, era necesario pensar «los problemas y dramas de América Latina» y recrear una «comunidad literaria» que reagrupase a los escritores y sus países, que estaban dispersos (Paz, 2001a: 16).

La revista fue concebida para tener una función crítica, que no se dedicase exclusivamente a la literatura, sino que fuese un espacio donde «política, historia y moral tuviesen un lugar primordial» (Paz, 2001a: 16). El nombre de la revista fue escogido por Octavio Paz en sintonía con Julio Scherer García, quien declaró que «la pluralidad en el país era ya una exigencia de la época» (Scherer García, 2001: 3). Octavio Paz invitó a diversos intelectuales y conformó un grupo que colaboraba con la revista2, la cual, en la definición de su director, era «una revista latinoamericana desde México y abierta al mundo» (Paz, 2001b: 8-9).

El primer número de la revista tuvo una gran repercusión en el medio intelectual mexicano, ya que Octavio Paz tenía, en aquel momento, una obra ampliamente reconocida y contaba con la simpatía política de amplios sectores sociales. Paz abandonó su carrera diplomática, al renunciar a la embajada en la India, en virtud de la masacre ordenada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, del PRI, el 2 de octubre de 1968, en la plaza de Tlatelolco. El presidente Díaz Ordaz envió las fuerzas represivas para que liquidaran el movimiento estudiantil mexicano, y fue responsable por el arresto y el asesinato de centenas de manifestantes, en vísperas de los XIX Juegos Olímpicos que se realizarían en la ciudad de México (Miskulin, 2008a).

A comienzos de los años setenta, México vivía bajo la presidencia de Luis Echeverría, quien, a pesar de haber sido miembro del gobierno anterior, el de Gustavo Díaz Ordaz, buscaba implementar, después de la masacre de 1968, una aparente «apertura democrática». Sin embargo, el gobierno de Echeverría enseguida mostró sus limitaciones, cuando se produjo la intervención en el periódico Excelsior, al cual Plural se encontraba vinculado. El 8 de julio de 1976, las presiones internas y externas, entre éstas la gubernamental, hicieron que al editor jefe y a seis miembros más del periódico los expulsaran.

De acuerdo con Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, fue una pérdida irreparable para la publicación: «Con ellos salió prácticamente todo el grupo de periodistas y editores que había hecho del periodismo el instrumento polémico, informativo y crítico que era» (Aguilar Camín, Meyer, 2000: 279). Según el estudio de Julio Labastida Martín del Campo, la intervención del gobierno mexicano en el periódico Excelsior se relacionaba con la acusación de que el periódico estaría conduciendo una campaña contra la figura presidencial (Labastida Martín del Campo, 1990: 314).

Como forma de protesta, Octavio Paz y los demás colaboradores de la revista renunciaron a la organización y dirección de Plural, después de la publicación del número 58, en julio de 1976 (Montoya Ramírez, 1989: 119). Como declaró muchos años después Octavio Paz, en la redacción de la revista quedaron apenas los muebles y la máquina de escribir (Paz, 2001a: 21). Ya en diciembre de 1976, Paz fundaba otra revista, Vuelta, con la participación de la mayor parte de los colaboradores de Plural.3 En el primer número de Vuelta, Octavio Paz mostró cómo surgía la nueva publicación después de la desaparición de la revista Plural y señaló el significado de su nombre: «Vuelta quiere decir regreso al punto de partida y, asimismo, mudanza, cambio. ¿Dos sentidos contradictorios? Más bien complementarios» (Paz, 1976:4).

De Vuelta formaron parte no sólo el mismo equipo de dirección de Plural, sino también la misma vocación de apertura hacia el mundo y hacia América Latina, en cuestiones culturales y políticas. Para Octavio Paz, la novedad de Vuelta en la historia de México era ser una revista independiente financiada exclusivamente por sus lectores, suscriptores y por los anuncios (Paz, 2001a: 21). A pesar de que las dos revistas se crearon como publicaciones culturales, siempre se abordaron los temas políticos, lo que revelaba una concepción amplia de cultura de su director y el equipo de dirección. Muchos años después, en su obra autobiográfica, Paz definió el perfil de las dos publicaciones:

«Concebimos a Plural y después a Vuelta como revistas primordialmente literarias y artísticas, pero abiertas al aire del tiempo, atentas a los problemas y temas de la vida y la cultura de nuestros días, sin excluir a los asuntos públicos. En materia política, nuestra crítica se desplegó en varias direcciones: el sistema político mexicano, fundado en un excesivo presidencialismo y en la hegemonía de un partido hechura del Estado; el sistema totalitario soviético con sus satélites y el chino con los suyos; las dictaduras, especialmente las de América Latina; la política de las democracias liberales del Occidente, en particular la de los Estados Unidos.» (Paz, 1993: 51).

Las revistas Plural y Vuelta abordaron en sus páginas la temática de la Revolución Cubana a partir de la publicación de análisis de intelectuales latinoamericanos y europeos. El posicionamiento de Octavio Paz y los demás intelectuales mexicanos agrupados en estas publicaciones representaron la formulación de una mirada diversa de la Revolución Cubana, pues no se alinearon con las orientaciones del gobierno cubano y soviético.

Estas publicaciones también abrieron espacio para los cuestionamientos sobre el desarrollo de la Revolución en Cuba y de su política cultural. La revista Plural surgió justamente en el año 1971, en el que ocurrió el «caso Padilla» en Cuba. El posicionamiento de Octavio Paz y de muchos otros intelectuales agrupados en la revista durante los años setenta fue el de un distanciamiento crítico en relación a Cuba, sobre todo después del arresto del escritor cubano Heberto Padilla.

Los problemas de Padilla en Cuba habían comenzado en 1967, con la publicación, en el suplemento cultural El Caimán Barbudo, de un artículo que elogiaba el libro Tres tristes tigres, del escritor exiliado Guillermo Cabrera Infante, al mismo tiempo en que criticaba la novela Pasión de Urbino, de Lisandro Otero, vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura. La publicación de este artículo polémico hizo rodar las cabezas de Jesús Díaz y su equipo de escritores, que fueron destituidos de la dirección del suplemento4. En 1968, la edición del libro de poemas de Padilla, Fuera del juego, premiado en el IV Concurso Literario de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), calentó los ánimos de los debates y generó críticas en la UNEACy en la revista Verde Olivo, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias5.

El encarcelamiento y la confesión de Padilla, en marzo y abril de 1971, marcaron el fin de la «luna de miel» entre la intelectualidad internacional y el gobierno cubano. Heberto Padilla fue obligado a redactar una autocrítica, en la que declaró haber «conspirado contra la Revolución» y acusó a su esposa Belkis Cuza Malé y a muchos otros escritores cubanos. El gobierno utilizó a Padilla como chivo expiatorio para probar el alineamiento de Cuba con la política cultural soviética y, además, para sofocar cualquier pretensión de una política cultural más abierta. Se hicieron explícitas las restricciones a los intelectuales, no sólo en cuanto a la libertad de creación y de expresión, sino también en relación al control de su conducta pública y privada. En contraposición a la explosión creativa revolucionaria de los años sesenta, la década de los años setenta en Cuba se conoció como los años grises6.

La posición de muchos intelectuales latinoamericanos en relación al gobierno cubano fue decisivamente modificada. El caso ganó repercusión internacional. La primera carta de protesta dirigida a Fidel Castro contra el arresto de Padilla, firmada por los escritores mexicanos del Pen Club de México, fue publicada el 2 de abril de 1971, en el periódico Excelsior (Carta, 1998a: 122), la misma publicación de la cual la revista Plural era un suplemento. Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, entre otros intelectuales, manifestaron en esta carta su desaprobación en cuanto al encarcelamiento del escritor y enfatizaron la importancia del «derecho de la crítica intelectual » y de la libertad, para que Cuba no cayese en un acto «represivo» y «antidemocrático»7.

Muchos otros intelectuales de izquierda europeos y latinoamericanos, simpatizantes de la Revolución Cubana, firmaron otras dos cartas enviadas a Fidel Castro, donde cuestionaron primeramente el encarcelamiento y posteriormente la autoconfesión pública de Padilla. La carta publicada en el periódico Le Monde, el 9 de abril de 1971, alertaba sobre cómo el encarcelamiento del escritor podría debilitar el «símbolo » y el «estandarte» que la Revolución Cubana representaba para los latinoamericanos (Primera Carta, 1998b: 123)8. Octavio Paz fue uno de los intelectuales que firmó esta carta.

La tercera carta dirigida a Fidel Castro fue publicada el 21 de mayo en el periódico Madrid y también en París, y en ésta sesenta y dos intelectuales condenaban los métodos que se habían utilizado para obtener la confesión de Padilla, que mucho se asemejaban a los «momentos más sórdidos de la época estalinista». Los escritores también apelaban para que Cuba volviera a ser un modelo dentro del socialismo y evitase el «oscurantismo dogmático, la xenofobia cultural y el sistema represivo que impuso el estalinismo en los países socialistas» (Segunda Carta, 1998c: 160-161)9. Octavio Paz no firmó esta última carta, pues se sentía «ajeno a la decepción que la motivaba». El escritor mexicano aclaró muchos años después que «no había compartido las excesivas esperanzas con que la mayoría de mis colegas vio el movimiento cubano» (Paz, 1993: 171; Paz, 1998: 171); o sea, sus críticas a Cuba eran anteriores al episodio.

El «caso Padilla» fue un tema recurrente en varios artículos en las dos revistas mexicanas, Plural y Vuelta. Algunos artículos del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante editados en las revistas eran muy significativos y dejaban claro sus divergencias con el gobierno y la política cultural oficial en la isla. Al responder a una entrevista de Alex Zisman, Cabrera Infante analizó el significado del «caso Padilla» como una forma de la «tiranía cubana» acabar con la «oposición tímida» realizada por Heberto Padilla a través de sus poemas (Cabrera Infante, 1974: 58). Para Cabrera Infante, muchos intelectuales que a la sazón firmaron manifiestos, asociaron a Fidel Castro con un «Stalin de barbas». Pero, en su opinión, lo que faltó en esta polémica fue una evaluación literaria más atenta de la obra poética de Padilla. La publicación de esta entrevista, en abril de 1974 en la revista Plural, también significaba presentarle al público lector la trayectoria de Guillermo Cabrera Infante, que vivía en Londres, reconocido internacionalmente por su obra, sobre todo por la novela premiada Tres tristes tigres, objeto de muchas preguntas de la entrevista (Cabrera Infante, 1974: 57-60).

En el tercer número de Vuelta, Guillermo Cabrera Infante publicó un ensayo sobre su relación con el escritor José Lezama Lima, en ocasión de su muerte en 1976. En este artículo, Cabrera Infante tampoco podía dejar de criticar el «caso Padilla» y destacó la valiente posición de José Lezama Lima, que se negó a asistir y tomar parte en el evento oficial de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC), durante el cual Padilla tuvo que realizar su autoconfesión (Cabrera Infante, 1977: 48). Vale recordar que Cabrera Infante fue un colaborador asiduo de ambas revistas y posteriormente pasó a formar parte del Consejo de Colaboración de la revista Vuelta, que se creó en 1986 (Piacentini: 1996: 292).

La publicación del libro Persona non grata, del escritor chileno Jorge Edwards (1991), en 1974, no pasó desapercibida en el círculo cultural mexicano, sobretodo porque las revistas estaban en constante diálogo con los principales intelectuales y acontecimientos de América Latina. Emir Rodríguez Monegal editó una reseña en Plural y destacó la importancia de la publicación de la obra, en la cual Edwards narró su estancia en la isla como diplomático a comienzos de los años setenta, justamente en el período que antecedió al «caso Padilla». Jorge Edwards viajó a Cuba el 7 de diciembre de 1970, como funcionario del gobierno de Salvador Allende, destinado a relatar las relaciones diplomáticas entre los dos países, que se habían roto desde 1962, cuando se expulsó a Cuba de la OEA.

El crítico uruguayo destacó cómo, durante los tres meses y medio que Edwards pasó en Cuba, éste vivió la experiencia de estar una sociedad «absolutamente centralizada» y escribió su testimonio de la vivencia en el «laberinto del poder» (Rodríguez Monegal, 1974: 78). El artículo de Rodríguez Monegal10 retomó la trayectoria de Edwards, que había estado en Cuba por primera vez en 1968, cuando fue jurado del concurso de cuentos de Casa de las Américas. Edwards fue miembro del jurado que premió el polémico libro Condenados de Condado, de José Norberto Fuentes (1999)11. En este viaje también estableció relaciones con muchos escritores, como Heberto Padilla y Antón Arrufat, quienes, en aquel momento, también recibieron premiaciones duramente criticadas12. Padilla y Arrufat fueron hostilizados por sectores del medio cultural y del medio militar, a través de ataques publicados en la revista Verde Olivo, de las Fuerzas Armadas.

Cuando Jorge Edwards llegó a Cuba como funcionario diplomático en 1970, ocurrieron ciertos episodios significativos, como, por ejemplo, no ser recibido oficialmente por el gobierno en el aeropuerto o, inclusive, ser instalado en un apartamento en el Hotel Habana Libre con problemas de aire acondicionado. Rodríguez Monegal comparó el trayecto de Edwards en La Habana con los pasos vividos por Joseph K. en El proceso, de Franz Kafka. Edwards había sido juzgado antes de llegar a La Habana y el gobierno esperó el momento oportuno para revelar la sentencia: declararlo persona non grata y expulsarlo de la isla el 22 de marzo de 1971, momento en que Heberto Padilla se encontraba preso y se desarrollaba el «caso Padilla». Sin embargo, en esta reseña Rodríguez Monegal13 le hizo una crítica a Jorge Edwards, quien, como tantos otros intelectuales latinoamericanos y europeos, nunca había criticado al gobierno hasta mediados de 1968. Para Rodríguez Monegal se trataba de una «ceguera política» común entre los intelectuales latinoamericanos a lo largo de los años sesenta:

«Legítimamente impresionados por la revolución Cubana, dejaron de ejercer su capacidad crítica al examinar los mecanismos de un régimen que, por justificado que esté en su total militarización, absoluta centralización del Poder y del espionaje político, no deja de ser un régimen falible. (...) En su esfuerzo por denunciar y vencer a una derecha corrompida y victoriosa en la insolencia de su Poder, la izquierda casi siempre ha abandonado (hay excepciones, es claro) el ejercicio de la crítica y de la lucidez (...)» (Rodríguez Monegal, 1974: 80).

En el caso de Edwards, él mantuvo silencio sobre muchos conflictos en Cuba y sus críticas solamente se hicieron públicas en 1968, cuando, además de las polémicas premiaciones literarias, tuvo lugar también el apoyo del gobierno cubano a la invasión soviética para sofocar la Primavera de Praga, en Checoslovaquia14, según Emir Rodríguez Monegal. Muchos intelectuales de izquierda cambiaron su visión sobre Cuba, ya que la construcción de un socialismo libertario, con libertad de creación y de pensamiento cayó por tierra, pues el gobierno cubano dio muestras de su total alineamiento con la Unión Soviética en 1968.

En este punto, Emir Rodríguez Monegal destacó la importancia y el papel del intelectual crítico, cuando pasaba a mostrar cuestionamientos en relación al poder, primero en privado, después en público, hasta volverse en «un crítico muy vocal y audible» (Rodríguez Monegal, 1974: 80). En el caso del gobierno cubano, durante los años setenta no se toleró el disentimiento entre los intelectuales: los intelectuales indeseados fueron «excluidos» (como sucedió con Jorge Edwards), y, además, hubo una víctima del «castigo ejemplar» como fue Heberto Padilla.

Como continuación de este debate iniciado en las páginas de Plural, Jorge Edwards colaboró posteriormente con la revista Vuelta, envió trabajos en los que reportaba la situación política y cultural en Chile, denunciando la dictadura militar instaurada en el país. Sin embargo, no podía dejar de mencionar el «caso Padilla», sobre todo en el artículo «Un hueco para Heberto Padilla». Su intención era explicarles a los poetas jóvenes de su lengua lo ocurrido con Padilla, blanco del «estalinismo criollo», que fue preso y obligado a confesarse como traidor y contrarrevolucionario. Edwards explicó que el tratamiento policial al cual Padilla fue sometido llevó a éste a acusar a muchos amigos escritores que lo defendían, utilizando el «procedimiento inquisitorial de la autocrítica» y «convirtiéndose en ese momento en una no persona» (Edwards, 1980a: 44).

Jorge Edwards les transmitió a sus lectores que, a pesar de las dificultades, Padilla continuaba escribiendo y había publicado algunos poemas, traducidos al inglés, en el New Yorker Review of Books. Edwards estaba bien impresionado, pues Padilla no había perdido su «humor provocativo», que era una marca característica de sus poemas. Padilla se mostraba aún como un «bufón», con presencia incómoda, pues podría siempre surgir a cualquier momento con «verdades molestas» (Edwards, 1980a: 45). Algunos números después, Vuelta publicó los poemas de Padilla (1980: 10-14) citados por Edwards, creando una oportunidad para que el público lector conociera la producción literaria del escritor cubano, que se había exiliado en 1980 en los Estados Unidos.

Otra colaboración de Jorge Edwards en Vuelta fue redactada en forma de carta, escrita en Santiago de Chile el 19 de diciembre de 1979 y publicada en la revista mexicana en abril de 1980. En esta carta, el escritor chileno esclareció que había escrito su «propia confesión en Persona non grata». El libro había sido censurado en muchas circunstancias: fue prohibido en Chile en 1974 por el gobierno militar de Pinochet, pero circuló de forma clandestina. Un editor italiano le reveló al autor que le había gustado mucho la obra, pero que no podía publicarlo debido a sus relaciones con Fidel Castro (Edwards, 1980b: 47). Lo que más le incomodaba al escritor chileno era su condición de censurado doble en el exilio, tanto por la derecha de Pinochet, como por los izquierdistas pro Fidel (Edwards, 1980b: 47). En esta carta, Jorge Edwards no esclareció la censura que su libro Persona non grata sufrió en Cuba, pues tratar del «caso Padilla» se volvió un tema tabú en la isla.

Muchos años después se retomó el caso en las páginas de la revista Vuelta. En esta época, Jorge Edwards formaba parte del Consejo de Colaboración de Vuelta. Edwards publicó el artículo «Enredos cubanos (dieciocho años después del ‘caso Padilla’)», donde analizó la división irremediable que se formó, después del encarcelamiento de Padilla, en el mundo literario latinoamericano entre castristas y anti-castristas. Edwards afirmó que se trató de un «laberinto político» para aquellos que creyeron en el «utopismo revolucionario» de la Revolución Cubana (Edwards, 1989: 35). En su versión, Edwards era el «protagonista secreto» del «caso Padilla», que solamente puede expresarse públicamente con la publicación de su testimonio en el libro Persona non grata. Edwards reveló también que a Padilla no le gustaba su retrato en este libro: «Un personaje brillante, imaginativo, agudo y a la vez fanfarrón, que hablaba y gesticulaba con notoria, ostentosa imprudencia, comprometiéndose en exceso y comprometiendo a sus amigos» (Edwards, 1989: 36).

Jorge Edwards comentó la publicación de la autobiografía de Heberto Padilla, La mala memoria, por la editorial Plaza y Janés, en España, en 1989. Padilla relató en este libro el último encuentro que sostuvo con Fidel Casto antes de dejar Cuba en 1980, cuando Fidel habría criticado a Jorge Edwards y su libro Persona non grata (prohibido de circular en la isla). Al final de la conversación, Fidel habría amenazado a Padilla en caso de que publicase algo de lo que dijo, pues él la había grabado y pondría a confrontar las diferentes versiones (Padilla, 1989).

En el artículo de Vuelta, Edwards reveló que las memorias de Padilla abordaron la prisión y las torturas que sufrió por parte de los agentes de la Seguridad del Estado, además de contar también que llegó a ser llevado al hospital de la prisión, debido al grave estado en que se encontraba. En el hospital recibió la visita de Fidel Castro, pero Edwards lo criticó duramente por no haber revelado la conversación y escamoteado el episodio en La mala memoria (Edwards, 1989: 37). No obstante, Edwards hizo resaltar cómo las memorias de Padilla, a pesar de incompletas, eran interesantes, pues revelaban un retrato de Fidel Castro y de su poca sensibilidad frente a los hombres de cultura (Edwards, 1989: 38).

Para finalizar las menciones sobre el «caso Padilla» en la revista, Nedda G. de Anhalt le hizo una entrevista al propio escritor Heberto Padilla, en New York, y se publicó en octubre de 1989 en la revista Vuelta (Anhalt, 1989: 54-58). La entrevistadora le preguntó al escritor cubano cómo él veía el «caso Padilla», que costó tantas peleas y amistades entre los intelectuales, dieciocho años después. Padilla afirmó que el tema había salido a relucir de nuevo cuando él salió de Cuba y más recientemente con la publicación de su libro La mala memoria. La revista ya había publicado dos fragmentos inéditos de sus memorias (Padilla, 1986). Padilla esclareció que el título de su obra autobiográfica remitía al hecho de que el recuerdo de un acontecimiento podría compararse con la del espejo cóncavo, siempre deformante, o aún podía tratarse de «una simple mala memoria o del recuerdo doloroso o de lo mala que es la memoria.» (Padilla apud Anhalt, 1989: 56).

El escritor cubano repasó en esta entrevista los muchos encuentros que tuvo con Jorge Edwards después de su salida de la isla. Padilla afirmó que encontraba la versión contada por Edwards en Persona non grata mejor que la suya y que le había dicho esto personalmente al escritor chileno. Padilla no entendía por qué Edwards había publicado en Vuelta exactamente lo contrario. Padilla también se defendió de las acusaciones de Edwards y dijo que no abordó en La mala memoria los detalles de la conversación con Fidel Castro, pues eran «acusaciones injustas». Él no quería mencionar en su libro que Fidel había dicho que Jorge Edwards era «irresponsable» y «agente del enemigo» (Padilla apud Anhalt, 1989: 57).

Al finalizar la entrevista, Padilla reveló que había recibido recientemente una invitación de un «alto funcionario de la Embajada de Cuba» en España, para visitar Cuba:

«Así, me dijo, terminaríamos con «el caso Padilla». Podría hacer cuanta crítica quisiera y visitar el Ministerio de Cultura y la Unión de Escritores. Pensaban que ya era hora de alcanzar una reconciliación. Como ves, los políticos pueden matarte un día y al otro resucitarte.» (Padilla apud Anhalt, 1989: 58).

Sin embargo, Padilla confesó que no volvería tan rápido a Cuba, pues no estaba de acuerdo con la «aberración de la lucha política» en la isla. Él afirmó no estar de acuerdo con que la única alternativa del gobierno cubano fuese fusilar a sus héroes, en aquel año de 1989, y que mantuviese en las prisiones a ciudadanos que defendían los derechos humanos (Padilla apud Anhalt, 1989: 58).15 Heberto Padilla murió en septiembre de 2000, en los Estados Unidos, sin haber regresado nunca más a Cuba.

Plural y Vuelta editaron muchas contribuciones literarias de importantes intelectuales cubanos exiliados como Guillermo Cabrera Infante, Carlos Franqui, Severo Sarduy y Reinaldo Arenas, hecho que, ciertamente, desagradó al gobierno cubano. Además, las visiones críticas de la Revolución publicadas en las revistas mexicanas hicieron que el gobierno cubano las consagrase en el papel de revistas prohibidas de circular en la isla. La confirmación del cercenamiento a la libertad de expresión en Cuba fue registrada en la revista Plural, en el número 50, de noviembre de 1975, en una nota intitulada Censura política y económica (1975: 90). Ahí los editores señalaban muchos países de América Latina en los que la publicación era prohibida de circular por motivos de censura, entre ellos Cuba, además de Chile, Argentina y Uruguay, que vivían bajo la fuerte represión de las dictaduras militares. El profesor cubano Carlos Espinosa mostró cómo la revista Vuelta figuró en el índice de la biblioteca Casa de las Américas, elaborado por la directora Marta Ferry, y que las publicaciones de este índice sólo podían consultarse por «razones estrictas de trabajo» (Espinosa, 2005).

Las revistas Plural y Vuelta constituyeron un espacio de posicionamiento crítico en relación a la Revolución Cubana. Estas publicaciones permitieron amplias manifestaciones y reflexiones de intelectuales latinoamericanos que no estaban alineados con la línea política del gobierno cubano, durante los años setenta y ochenta.

 Notas
1Pos Doctora en História en la Universidade de São Paulo (USP), con beca de la Fapesp.Profesora de Historia de la Universidade Mogi das Cruzes, Brasil.

2 Destaco los principales colaboradores de Plural: Tomás Segovia, Kazuka Sakai, José de la Colina, Danubio Torres Fierro, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Alejandro Rosi, Gabriel Zaid y Daniel Cosío Villegas.
3 José de La Colina, Alejandro Rosi, Abel Quesada Rueda, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Kazuka Sakai, Tomás Segovia, Gabriel Zaid y Enrique Krauze fueron algunos de los principales colaboradores de Vuelta.
4 Para más detalles sobre el polémico artículo de Padilla en El Caimán Barbudo y el fin de la primera época de la publicación ver Miskulin (2009).
5 Sobre la premiación de Padilla en 1968 y las reacciones en el medio político e intelectual cubano ver Miskulin (2008b).
6 Para mayores informaciones sobre el «caso Padilla» ver Croce (2006).
7 En México, los otros que suscribieron esta carta fueron José Álvaro, Fernando Benítez, Gastón García Cantú, José Luis Cuevas, Salvador Elizondo, Isabel Fraire, Juan García Ponce, Vicente Leñero, Eduardo Lizalde, Marco Antonio Montes de Oca, José Emilio Pacheco, Carlos Pellicer, José Revueltas, Jesús Silva Herzog, Ramón Xirau, Gabriel Zaid.
8 La carta la firmaron Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Italo Calvino, Marguerite Duras, Carlos Franqui, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Octavio Paz, Hans Magnus Enzensberger, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Semprún, Carlos Barral, Maurice Nadeau, Rosana Rosanda, entre otros.
9 Firmaron esta carta Nathalie Sarraute, Susan Sontag, Pier Paolo Pasolini, Alain Resnais, André Gorz, Rodolfo Hinostroza, Juan Rulfo, José Agustín Goytisolo, entre otros, además de la mayoría de los intelectuales que suscribieron la carta anterior, publicada en Le Monde.
10 Emir Rodríguez Monegal fue un importante intelectual uruguayo, que actuó como crítico literario, periodista y profesor. Participó y dirigió relevantes publicaciones como Marcha y Mundo Nuevo. Entre 1968 y 1985 fue profesor en el Departamento de español de la Universidad de Yale. Durante este período, publicó diversos artículos en Plural y Vuelta sobre el boom de la literatura latinoamericana. Ver: Homenaje a Emir Rodríguez Monegal (1987).
11 Condenados de Condado relataba, por medio de cuentos, el episodio que se conoció como «la lucha contra bandidos», durante el cual se combatieron los grupos contrarrevolucionarios en las montañas del Escambray, entre 1960 y 1966. El escritor Norberto Fuentes cubrió el conflicto como periodista, pero la obra se consideró polémica y el autor permaneció en el ostracismo en la vida cultural cubana durante quince años.
12 En octubre de 1968, Heberto Padilla y Antón Arrufat ganaron el IV Concurso Literario de la UNEAC, con las obras Fuera de juego (poesía) y Los siete contra Tebas (teatro), respectivamente. A pesar de premiadas por un jurado compuesto de intelectuales cubanos y extranjeros, la dirección de la UNEACconsideró las obras como «políticamente conflictivas» (Miskulin, 2008b: 47-66).
13 Emir Rodríguez Monegal dirigió la revista Mundo Nuevo entre 1966 y 1971 y entabló, en este período, una intensa polémica epistolar con Roberto Fernández Retamar, director de la revista cubana Casa de las Américas. Mundo Nuevo formaba parte del proyecto cultural del Congreso por la Libertad de la Cultura, y el gobierno cubano la acusó de recibir financiamiento de la CIA (Morejón Arnaiz, 204).
14 La Primavera de Praga, movimiento que reivindicó «un socialismo con rostro más humano», fue duramente reprimido por los tanques de la Unión Soviética, el 21 de agosto de 1968. Durante los primeros días de la represión, la prensa cubana divulgó el episodio, solidarizándose con los manifestantes en Praga, ya que existía una simpatía en la isla con relación al movimiento checo. El discurso de Fidel Castro del 23 de agosto acabó por definir la posición oficial del gobierno cubano, y su apoyo a la invasión soviética a Praga sorprendió no sólo a muchos cubanos, sino también a gran parte de la intelectualidad de la izquierda internacional, que sentía simpatía por Cuba y la «nueva izquierda» (Fornés Bonavía Dolz, 2003: 242; Verdès-Leroux, 1989: 506-507).
15 Padilla hizo una referencia implícita al fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y del coronel Tony La Guardia, importantes líderes durante la guerra en Angola, posteriormente acusados y condenados a pena de muerte por tráfico de drogas (Fuentes, 1999).

 Bibliografía

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