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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.23 Córdoba jun. 2010

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

 

¿Hace la izquierda la diferencia? La política socio-económica en el «giro a la izquierda» de  América Latina

Marcelo Nazareno1

1 Universidad Nacional de Córdoba / Universidad Católica de Córdoba.


Resumen
A partir de 1998,con la elección de Chávez, América Latina inició un «giro a la izquierda» que llevó al gobierno a partidos o movimientos cuya orientación programática era contraria a los esquemas neoliberales aplicados hasta entonces. Sin embargo, estos gobiernos no impulsaron procesos de reversión radical de los programas neoliberales los que en no pocos aspectos continuaron vigentes. Surgen entonces preguntas sobre la razón de esta moderación relativa y sobre si estos gobiernos implicaron alguna diferencia socio-económica respecto a los gobiernos de derecha. Proponemos aquí, y aportamos evidencia de que: 1) la nueva izquierda implicó, a pesar de su moderación programática, una diferencia en términos económico-sociales respecto de los gobiernos de derecha, y 2) los modos en que la nueva izquierda avanzó en sus programas derivaron en, al menos, dos tipos diferentes de gestión económico-social que implicaron, cada una a su manera, formas distintas de «truncamiento» respecto de lo que sería una política de izquierda en el sentido completo del término, esto es, que desarrolla al mismo tiempo políticas macroeconómicas expansivas y una agresiva política social.

Palabras clave: Izquierda; Política Económica y Social; América Latina; Pobreza; Democracia

Abstract
When Chávez was elected in 1998, Latin America started a «left turn» which implied that many parties, whose ideological commitment was contrary to the neoliberal economic policies applied up until then, took over the administration in several countries of the region.  However, these administrations did not promote processes of radical reversion from the neoliberal programs, which in many respects continued on. Questions therefore arise regarding the reason for this relative moderation and whether or not these governments have produced any socio-economic differences from the right-wing governments. In this article I give evidence that: 1) the so-called new Latin American left produced, in spite of its programmatic moderation, a notable difference in social and economic results with regard to those produced by neoliberal governments, and 2) however, the way in which the new left went ahead with its program turned up in at least two kinds of social and economic management that implied, each in their own way, a different kind of «truncation» of what a leftist social and economic policy should be in the whole sense of the term, namely, one that develop expansive macroeconomic policies and at the same time implement an aggressive social policy.

Key Words: Left; Economic and Social Policy; Latin America; Poverty; Democracy


 

 

El palacio presidencial está lleno de candados...Me siento como un prisionero de las leyes neoliberales
Presidente Evo Morales2

1. Introducción

Una de las características más señalada por la mayoría de los autores y que define en gran medida el carácter de «nueva» de la izquierda latinoamericana que accedió al  gobierno en varios países durante los últimos años, es la moderación de sus acciones de gobierno, particularmente en el área económica y social. Para algunos, esto constituye un aspecto positivo de la Nueva Izquierda Latinoamericana (NIL); para otros es expresión de una defección política e ideológica que anula su capacidad transformadora. Casi sin excepción los analistas señalan que, salvo uno o dos casos (y para no pocos, ni siquiera esos), los gobiernos de la NI se han mostrado muy cautos en el desmantelamiento del modelo neoliberal, cuyos negativos resultados sociales y económicos muchos creen que estuvieron en el origen de los recientes éxitos electorales de la NIL.

Esta moderación es, a nuestro entender, una cuestión central. Alrededor de ella se articula un conjunto de preguntas que nos parecen muy importantes respecto de la compresión de la trayectoria y las potencialidades futuras de este giro político regional. En primer lugar ¿la moderación de la NIL implicó la clausura de la posibilidad de reformas sustanciales en el ámbito económico y social? Para decirlo en los términos de una de las áreas de trabajo de un reciente congreso sobre la desigualdad en América Latina: ¿hace la izquierda la diferencia?3 Y de hacerlo ¿en qué consiste? La cuestión en juego es si esta moderación, cualesquiera sean las circunstancias que la determinan, no llega al punto de significar un abandono completo de las posibilidades transformadoras por las que esta izquierda ha sido elegida. Si esto fuera así, no cabe menos que esperar una profunda decepción -nuevamente- de aquellas mayorías que pusieron su esperanza en el inicio de un proceso de cambio sustantivo. Quizá los candados a los que refiere el presidente Morales, no están siendo abiertos a través de un delicado trabajo que evite romper todo el mecanismo, sino que no están siendo abiertos en absoluto; peor aun, como señalan algunas criticas más radicales, quizá tal trabajo no hace mas que reforzar las cerraduras dejando entonces sólo el camino de acciones mas contundentes -como la que algunos creen ver en el caso venezolano aun  a riesgo de romper no sólo el candado sino toda la estructura. Que la NI «no haga la diferencia» puede implicar no sólo un severo daño para la calidad democrática, sino poner en cuestión su misma supervivencia.

En este artículo, nuestra intención es explorar respuestas tentativas a algunas de estas preguntas. En el segundo punto desarrollamos una breve caracterización general de la NIL en base a su relación con la democracia. En el punto tres, intentaremos establecer si hay base empírica para sostener que, a pesar de su moderación la NI ha hecho alguna diferencia respecto a las gestiones neoliberales. En el punto cuatro nos dedicaremos a especificar qué diferencias son aquellas y si, y de que modo, pueden distinguirse diferentes tipos de gestión socio-económica de la NIL tomando como punto de referencia la gestión socio-económica que es dable esperar (según la experiencia socialdemócrata europea) de gobiernos situados del centro a la izquierda del espectro ideológico-programático. Cierran unas breves conclusiones.

2. La Nueva Izquierda Latinoamericana y la democracia

La mayoría de los trabajos que se ocupan de la NIL remarcan la elevada heterogeneidad del fenómeno, tanto en cuanto a las trayectorias de surgimiento y llegada gobierno, como en las características organizativas y las agendas y propuestas programáticas. Esto ha dado lugar a toda una serie de propuestas clasificatorias de tipos diferenciados de movimientos políticos y de gobiernos del «centro a la izquierda» en la región. No obstante, además de estos intentos clasificatorios y las correspondientes tipologías hay también esfuerzos por establecer los rasgos generales que caracterizan a nivel regional al fenómeno, más allá de las particularidades que surgen de las especificidades nacionales.

La mayoría de estos rasgos generales definen la «novedad» de esta izquierda en relación con las experiencias anteriores.4 Uno de los más importantes, en este sentido, es la relación que la NIL ha establecido con la democracia representativa-constitucional (o liberal).

La «vieja» izquierda tenía con este tipo de democracia una relación conflictiva que oscilaba entre el menosprecio en nombre de una verdadera democracia que sólo podía ser directa y participativa, por un lado, y la denuncia como una simple fachada de los sectores dominantes levantada con el fin de facilitar la sujeción de los sectores subordinados, por el otro. La NIL, por el contrario ha hecho de la democracia representativa y el respeto a sus reglas básicas una de sus principales componentes discursivos y uno de los más firmes referentes de su práctica política (Panizza 2005: 720- 721), abandonado por completo toda apelación a la lucha armada y la ruptura del ordenamiento institucional como vía de acceso al poder y camino para transformación social (Rodríguez Garavito y Barret 2005: 35-36). La democracia representativa ha dejado de ser para la NIL un mero instrumento eventualmente desechable, para constituirse en el más deseable ambiente político-institucional posible dentro del cual poder avanzar en el camino de cambios sociales a favor de los sectores populares.

Ciertas interpretaciones de la NIL plantean que algunas de sus expresiones particulares -aquellas que contienen elementos del estilo populista de construcción política y ejercicio del gobierno- constituyen un serio peligro para la sobrevivencia del sistema democrático, tanto por lo que sería su falta de respeto hacia los requisitos institucionales básicos que definen como tal a una democracia, como por la supuesta irresponsabilidad -posible por aquella desconsideración- con que encararían la gestión de gobierno en las diferentes áreas (en particular la económica y las relaciones internacionales).5 Este modo de ver la experiencia de la NIL en la región es ciertamente muy controversial y no sólo está lejos de ser compartida sin más por la mayoría de los analistas, sino que incluso ha sido denunciado por muchos de ellos como una mirada simplista y sesgada ideológicamente de procesos muy complejos.6 Como quiera que sea, las denuncias sobre las implicancias de algunas experiencias de la NIL para el sistema democrático no parecen ir más allá del señalamiento de potenciales peligros, y parece muy difícil poder demostrar, que incluso en el caso que mayores controversias despierta, Venezuela, se trata efectivamente de un régimen autoritario o muy cercano de serlo. Más allá de aspectos más o menos cuestionables en relación con la calidad institucional democrática, parece indudable que los derechos civiles básicos, la libertad de expresión y de organización política, la existencia de elecciones razonablemente libres y limpias y el respeto por los resultados electorales no parece haber estado seriamente en cuestión en ninguno de los países donde la NIL ha ejercido el poder.

Este respeto por las instituciones democráticas y las restricciones que ellas implican explican en buena medida la moderación de la NIL, particularmente en la gestión socio-económica. La pregunta entonces es si esta moderación implicó la ausencia de cambios relevantes en materia social y económica.

¿Hace la Nueva Izquierda la diferencia?

Podría pensarse que la moderación de la NIL es condición de su supervivencia política y aún de la del régimen democrático, en la medida que evita crisis políticas y respuestas antisistémicas de sectores del centro a la derecha que pudieran sentirse excesivamente agraviados en sus intereses y/o sus compromisos ideológicos (Cleary 2006, p. 46). La cuestión que surge en el apremiante contexto social latinoamericano es si la NIL, al tiempo de sostenerse en el poder ha podido cumplir al menos en parte con las demandas sociales que están en el origen de su revitalización político-electoral.

En este sentido, algunas voces se apresuran a señalar que, salvo una que otra  excepción -Venezuela y, en menor medida, Bolivia- los gobiernos de la NIL se han limitado a prolongar, con otro ropaje discursivo y en una muestra de defección ideológica, los rasgos esenciales de los modelos neoliberales (Borón, 2005; Petras, 1997). Otros autores señalan que, más allá de sus intenciones e intentos, muchas expresiones de la NIL enfrentan restricciones tales que son escasas sus posibilidades de conducir procesos similares a los que lideraron las socialdemocracias en algunos países de Europa (Roberts, 2008). Otras opiniones, posiblemente más numerosas, aunque sin negar las dificultades que los gobiernos de la NIL deben sobrellevar, tienen una mirada más positiva sobre los logros alcanzados y/o las posibilidades futuras de que produzcan cambios sustanciales (Petkoff, 2005; Lozano, 2005; Boersner, 2005; Etchemendy, 2008, 2007; Schamis, 2006; Panizza, 2005; Laclau, 2006; Ramírez Gallegos, 2007; Clear,y 2006, Stokes, 2008).

Parece pertinente, entonces, mirar con cierto detenimiento algunas evidencias básicas sobre el desempeño de los gobiernos de la NIL con el fin de evaluar el efecto que estos gobiernos implicaron en términos de la situación económico-social de la región.

Con este fin examinaremos algunos indicadores básicos económicos y sociales correspondientes a algunos de los países donde hay, de un tiempo a esta parte, gobiernos que pueden considerarse parte del giro a la izquierda latinoamericano, a los que se han agregado, a los fines de tener una mínima referencia comparativa transversal, dos países -Colombia y México- con gobiernos del centro a la derecha en este período (en todos los casos, los años correspondientes a gobiernos de NI están sombreados para facilitar la visualización de los períodos correspondientes).7 A ellos se agregan, como referencia comparativa, los indicadores correspondientes al conjunto de América Latina.

 Si bien las diferencias que los gobiernos de izquierda con respecto a los de derecha se espera que se den principalmente en los indicadores sociales, parece pertinente tener primero un panorama del desempeño económico global de los diferentes países. En el Cuadro 1 se presentan las tasas anuales de variación del PBI entre 1998 y 2007.

Cuadro 1
América Latina y el Caribe (Países seleccionados). Producto Bruto Interno (Tasas anuales de variación). Gobiernos de la NIL en sombreado

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de cifras oûciales expresadas en dólares constantes de 2000.

La mayor parte de los gobiernos de NIL muestran un mejor desempeño que sus antecesores, lo que, no obstante, puede atribuirse en buena medida a la fase económica favorable que desde 2003 benefició prácticamente sin excepción a toda la región (CEPAL, 2007: 13).8

Como puede verse, en los dos países con gobiernos del centro a la derecha incluidos, particularmente Colombia, también se verifican tasas más altas a partir de 2003. Una diferencia notable, sin embargo, es que los gobiernos de NIL parecen haber sacado mejor provecho de la coyuntura favorable. Mientras tres de ellos (Brasil, Bolivia y Chile) crecieron entre 2003 y 2007 a tasas similares a las de México y Colombia, los tres restantes (Argentina, Venezuela y Uruguay) lo hicieron a tasas sustancialmente superiores.

¿Qué implicó este buen desempeño económico en términos sociales?
En el Cuadro 1 presentamos la evolución de la magnitud de la pobreza y la indigencia en porcentaje de población. El patrón, en líneas generales y como era de esperar, es bastante similar al que se ve para crecimiento. Caída de la pobreza y la indigencia en buena parte de los ’90, con un estancamiento y posterior empeoramiento a partir de el último tercio de la década hasta los dos o tres primeros años del nuevo siglo, momento a partir del cual, en consonancia con la nueva etapa de fuerte crecimiento, los indicadores muestran una nueva y, en casi todos los casos, notoria mejoría. Como esta tendencia general abarca prácticamente a todos los países de la región, es difícil establecer las diferencias que pueden deberse a gobiernos de la NIL que, en general, llegaron al poder poco antes o tras el inicio de la recuperación en 2002-2003.

No obstante, si miramos los dos países donde la NIL accedió al gobierno varios años previos al inicio de la recuperación en 2002-2003 (Chile y Venezuela), vemos que las oscilaciones de la década del ’90 desaparecen y se da un continuo descenso de los niveles de pobreza e indigencia, lo que contrasta con los casos donde en ese período gobernaban partidos del centro a la derecha (particularmente el caso colombiano).

El caso chileno es llamativo en este sentido. Si extendemos el período considerado hacia atrás del acceso del Partido Socialista al poder, para cubrir todo el gobiernos de la Concertación, puede verse como el descenso de la pobreza y la indigencia cubre toda la década del ’90 y todos los años de la década siguiente, llevando aquellas desde el 38.6% y 13.0% en 1990, al 13.7% y 3.2% en 2006, respectivamente, claramente los niveles más bajos de toda la región.

La distinción de un efecto de la NIL en el gobierno es más clara y generalizada cuando consideramos la distribución del ingreso, aunque tampoco aquí las diferencias son abrumadoras. En el Cuadro 3, presentamos la evolución del coeficiente de Gini para los países seleccionados. En general, la década del noventa muestra en su totalidad un deterioro en materia de desigualdad, que contrasta con cierto progreso en los primeros años de los ’90 en materia de pobreza e indigencia (la excepción notable es Uruguay). A partir de 2000-2001 se inicia una fase general de mejora en la distribución de la que los países con gobiernos de NI participan plenamente.

Cuadro 2
Porcentaje de la población en situación de pobreza e indigencia.
América Latina y países seleccionados. Gobiernos de la NIL en sombreado.

Fuente: CEPAL

 

Cuadro 3
Coeficientes de Gini. Países Seleccionados de América Latina. Gobiernos de la NIL en sombreado

Fuente: CEPAL.

Los indicios a favor de que la izquierda hace alguna diferencia es que dos países con notorios gobiernos del centro a la derecha, no participaron de este tendencia: México, donde lo que se ve, luego de una mejoría en 2000 es una leve oscilación que revela un estancamiento a partir de 2002, y Colombia, que a partir de 2002 muestra un crecimiento de la desigualdad. También Ecuador muestra, antes de la llegada de Correa, un deterioro en la distribución durante la fase económica expansiva (no así Paraguay, que exhibe cierta mejora).

 En líneas generales, entonces, los datos examinados hasta aquí parecen señalar que las mejoras en los indicadores sociales han dependido del contexto económico favorable. No obstante, hay indicios claros de que, al menos en algunos casos, aquellas mejoras han sido más sustanciales y continuas bajo gobiernos de la NIL que las resultantes de gobiernos del centro a la derecha.

Con el fin de avanzar en la obtención de mayores precisiones en torno a la significación económico-social de la NIL, parece adecuado, primero, especificar lo que en principio cabe esperar de la izquierda en el gobierno, en materia económica y social.

En general, se asume que los gobiernos de izquierda tienen básicamente dos formas de intentar incidir positivamente en el corto y mediano plazo sobre las condiciones económico-sociales su base electoral. Una indirecta, a través de cambios en las condiciones del mercado de trabajo, y otra directa, a través de transferencias de ingresos vía distintos tipos de políticas sociales.

Así, por un lado, puede fortalecer la fuerza de negociación de la clase trabajadora en el mercado de trabajo, tanto a través de cambios en la regulación de las relaciones laborales como (fundamentalmente) al reducir de manera sustancial la desocupación, activando de este modo una tendencia al alza de los salarios dada la mayor fuerza de negociación de los sindicatos. Por el otro, a través de impuestos y transferencias, puede incrementar los ingresos de los sectores menos favorecidos a expensas de aquellos con mayores ingresos. Estos dos mecanismos han ido de la mano bajo los gobiernos socialdemócratas europeos.9

En lo que sigue, y teniendo en cuenta lo que «cabe esperar» de gobiernos de izquierda en materia económico-social, presentaremos evidencia sobre hasta dónde las diferencias que la NIL parece hacer respecto de la derecha en el gobierno, se corresponden con las dos dimensiones, directa e indirecta, arriba mencionadas. En otros términos, al aceptar que la NIL parece hacer alguna diferencia a pesar de su moderación, se trata de precisar que tipos de diferencias establece.

4. Cuáles diferencias

La distinción entre diferentes tipos de gobiernos de NI es, probablemente, uno de los tópicos más tratados respecto al giro a la izquierda en América Latina. En la mayoría de los casos, la tipología propuesta por los diferentes autores es dicotómica y tributaria, en mayor o menor medida, de la distinción, mencionada más arriba, hecha por Castañeda (2006), entre una izquierda situada en la tradición populista latinoamericana (y por ende contaminada con todos los vicios, políticos y económicos, del formato populista) y otra moderna, heredera de la vieja tradición marxista latinoamericana pero que, reconstruida a sí misma sobre la base del aprendizaje de viejos errores, devino en moderna y reformista, económicamente responsable y políticamente comprometida de manera profunda con la institucionalidad democrática.

Algunas críticas cuestionan con fuerza la pertinencia conceptual y la utilidad analítica de la distinción de Castañeda (Roberts, 2007a; Etchemendy, 2007; Leiras, 2007; Ramírez Gallegos, 2007). En esa vena se han desarrollado tipologías que avanzan hacia una distinción más compleja y analíticamente más rica entre tipos de gobiernos de la NI.

Lo que nos interesa particularmente aquí son las distinciones entre diferentes tipos de política económica-social. También en este sentido hay trabajos que avanzan más allá de la distinción entre políticas económicas «responsables» e «irresponsables ». Así, Flores-Macías (2009: 4) trabaja sobre la distinción entre políticas estatistas -que se apartan de la ortodoxia económica aumentando el nivel de intervención estatal en la economía y cuyos ejemplos son entre otros la Argentina y Venezuela- y aquellas market-oriented, que mantienen las líneas básicas de los postulados macroeconómicos ortodoxos y que se ocupan del problema de la pobreza y la desigualdad a través de programas sociales focalizados. Etchemendy (2008: 107) distingue de modo similar entre dos tipos de política económica-social. Una radical, como la que se da en Bolivia, Venezuela y la Argentina que «desarrolla una política económica más heterodoxa o expansiva (en menor medida Bolivia)» y otra «de política social, que preserva los fundamentals de la ortodoxia macroeconómica».

Una tipología más matizada ofrecen Levitsky y Roberts (2009: 16) quienes también distinguiendo entre política macroeconómica y política social, clasifican a los gobiernos de la NI según sean, respecto de la política económica-social i) estatistas, esto es, que desafían los principios neoliberales y promueven una más amplia intervención estatal en las dos esferas; ii) heterodoxos, esto es, que promueven una participación estatal, tanto en la macroeconómico como en lo social, pero más selectiva y no tan amplia como en el caso anterior y iii) social-liberales, que son ortodoxos en materia económica pero que implementan políticas sociales redistributivas.

Lo que nos interesa aquí es precisar mejor el alcance de esta distinción entre tipos de política económica-social.

En primer lugar, en todas las propuestas se sugiere una dislocación entre una política macroeconómica de izquierda (modo indirecto), por un lado, y política social de izquierda (modo directo), por el otro, que en, al menos algunos tipos, puede no coincidir. Esto es, aparece la idea de una política económica-social de izquierda «trunca» respecto al modelo socialdemócrata.

En segundo lugar, dejando por ahora de lado las clasificaciones de más de dos tipos, y concentrándonos en las propuestas dicotómicas, nos parece pertinente aquí detenernos a examinar con algo de detenimiento la evidencia sobre una dicotomía de este tipo.

Con este fin, mostramos en los Cuadros 4 y 5 la evolución del salario mínimo (SM), del salario medio real (SR) (en ambos casos se presentan las tasas de crecimiento) y del gasto social (GS) (como porcentaje del PBI) entre 1995 y 2006, en cuatro países que pueden considerarse los representantes de las versiones más fuertes -Chile de un lado y Venezuela del otro- y más moderadas -Brasil y la Argentina- de la izquierda market-oriented, de una parte, y estatista, de la otra (las celdas sombreadas corresponden a los años en los que gobierna un partido de la NIL). Alto niveles de crecimiento salarial junto a un relativamente bajo nivel de gasto social pueden tomarse como un indicador de un gobierno que enfatiza los mecanismos indirectos -a través de una activa política macroeconómica- de derivación de beneficios a sus bases político-electorales. A la inversa, relativamente bajas tasas de crecimiento salarial y un mayor gasto social relativo puede indicar un gobierno proclive a compensar a sus bases a través de políticas sociales los resultados de un manejo macroeconómico más ortodoxo.

Las comparaciones más adecuadas parecen ser las de Chile y Venezuela, por un lado, y las de Brasil y la Argentina, por el otro. No sólo las primeras representan los casos más claros de cada tipo, mientras las segundas los más moderados, sino que también la cantidad de años en los que ha habido gobiernos de NI son más similares.

Cuadro 4
Salario Real Mínimo Urbano (tasas de crecimiento), Gasto (% sobre el PBI)  y Salario Real Medio (tasas de crecimiento) en Venezuela y la Argentina. Gobiernos de la NIL en sombreado
.

Fuente: Elaboracion propia sobre la base de datos de la CEPAL

Observando primero a Chile y Venezuela, se ve que en cuanto a salarios el chavismo parece notoriamente más «agresivo» que los gobiernos de la Concertación, si bien al mismo tiempo más oscilante, tanto en los salarios reales mínimos como en  los salarios reales medios. No obstante, si se excluyen las fuertes caídas de los años 2002 y 2003 que pueden atribuirse a las particulares condiciones y conflictos políticos que se dieron en esos años (entre ellos la prolongada huelga en PDVSA por el avance de Chávez sobre la empresa y que paralizó un sector clave de la economía durante varios meses), Venezuela muestra tasas de crecimiento sustancialmente superiores a las de Chile (en el caso del salario mínimo, un promedio de 6.7 contra 3.8 y en el salario real medio 3.7 contra 1.6).

Cuadro 5
Salario Real Mínimo Urbano (tasas de crecimiento), Gasto (% sobre el PBI)y Salario Real Medio (tasas de crecimiento) en Chile y Brasil.
Gobiernos de la NIL en sombreado.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de la CEPAL

En el caso del gasto social, la situación es menos clara. Arrancando de valores sustancialmente más altos, en Chile se verifican siete años (tres de los cuales bajo gobierno socialista) de crecimiento del gasto social que lo llevan del 12% de PBI a más del 15%, iniciándose a partir de 2003 una caída cada vez más pronunciada que lo sitúa a los mismos niveles que al inicio del período. En Venezuela, luego de cuatro años de fuerte incremento que lleva el gasto de poco más del 8% a más del 12%, se inicia una etapa de oscilaciones que, en conjunto, puede caracterizarse como de estancamiento, muy por debajo del máximo alcanzado por Chile. En líneas generales, en el caso chileno parece haber un esfuerzo más consistente en el área del gasto social, si bien sometido a una especie de «agotamiento» a partir de 2003.

Chile y Venezuela, entonces, parecen presentar dos modalidades de gestión económico-social de izquierda; uno que enfatiza los mecanismos directos (Chile) y otro los indirectos (Venezuela), si bien en ambos casos con registros de «crisis» o «agotamiento» de los ámbitos (salarial o social) priorizados.

En los dos casos moderados, por su parte, la distinción entre las dos modalidades de gestión económico-social es, paradójicamente, mucho más clara (tal vez, porque el período de tiempo considerado, mucho menor, no dio lugar a la aparición de crisis o agotamientos en cada modelo). En cuanto al salario, las diferencias entre la Argentina y Brasil son abismales a favor de la primera. En cuanto al gasto social, mientras en Brasil crece consistentemente, en la Argentina se reduce en tres de los cuatro años considerados, quedando en 2006 en casi el 10%, muy por debajo del casi 14% del caso brasileño.

En síntesis, parece haber evidencia -si bien preliminar- de que existen diferentes tipos de política económica-social llevada adelante por los gobiernos de NIL, y que esta diferencia consiste en un énfasis distinto sobre las dos dimensiones que tradicionalmente, en la experiencia socialdemócrata, han compuesto la política socio-económica de izquierda. Si la NIL hace una diferencia con la derecha -y parece que la hace-, la hace al menos, de dos diferentes modos, cada uno de ellos «truncado» respecto al modelo original europeo.

Finalmente, en tercer lugar, nos parece pertinente precisar los términos de la distinción entre los diferentes tipos de política económico-social. Desde nuestra perspectiva, establecer una tipología sobre la base de categorías como «radicalismo» o «estatismo» no es adecuado más allá del valor de estas distinciones en un acercamiento inicial. Desde el punto de vista descriptivo se trata de categorías ambiguas que no dejan de todo en claro los aspectos distributivos que están en juego, en tanto, por ejemplo, una mayor presencia estatal en la propiedad de empresas a través de un proceso amplio de nacionalizaciones no necesariamente implica una mejor distribución a favor de los sectores populares.13 Nos parece clave que los aspectos distributivos constituyan una referencia central en la distinción entre los tipos, ya que son precisamente los criterios distributivos los que definen con más precisión que una política sea o no de izquierda. En este sentido, nos parece más adecuado que una tipología de políticas económico-sociales de la NIL plantee con más claridad la distinción sugerida por las tipologías descriptas más arriba entre: i) gobiernos de la NIL con política económico-social incompleta por el lado de la política social, que concentran sus esfuerzos distributivos en el manejo macroeconómico y regulatorio; ii) gobiernos de la NIL con política económico-social incompleta por el lado de la política macroeconómica, que concentran sus esfuerzos distributivos a través del gasto social, mientras mantienen un manejo ortodoxo de la macroeconomía, y iii) gobiernos con política económico-social completa, que unifican las dos dimensiones distributivas al estilo de la socialdemocracia europea de la segunda posguerra.

 

Conclusiones
El «giro a la izquierda» en América Latina puede verse como un proceso de consolidación y de mejoramiento de la calidad democrática en la región, en tanto no sólo los gobiernos de NIL resultantes se constituyeron sobre la base de procedimientos y compromisos democráticos, sino también porque tales gobiernos son la expresión política de amplios sectores populares perjudicados por las políticas neoliberales y para quienes los años noventa habían implicado un serio deterioro del sentido de la representación política tras el cambio de muchos líderes y partidos populares hacia concepciones pro-mercado.

Sin embargo, estas beneficiosas consecuencias que el surgimiento de la NIL tiene para la dinámica política latinoamericana dependen, en buena medida, de hasta dónde los gobiernos progresistas han sido y son capaces de corresponder las esperanzas de quienes con su voto los llevaron al poder. Depende, como dijimos, de que la izquierda haga, efectivamente, alguna diferencia.

En este sentido, la evidencia presentada da lugar a cierto optimismo, en particular si se tienen en cuenta las particulares condiciones políticas, de «normalización de la inestabilidad», que quedaron como herencia política de la etapa neoliberal y cuyas implicancias están bien resumidas en la sentencia del presidente Morales citada en el epígrafe. Efectivamente, si bien en menor medida que lo esperado por muchos, la izquierda parece haber producido resultados destacables en materia de reducción de la pobreza y la indigencia, e incluso de la desigualdad, por encima de lo que fueron capaces de hacer los gobiernos de derecha.

Mirando más de cerca, no obstante, pudimos ver que distintos gobiernos de la NIL desarrollan diferentes modalidades de gestión económico-social de tal modo que en principio pueden distinguirse dos tipos de política que comparten la característica general de ser incompletas o «truncadas», en la medida que descuidan o dejan en un segundo plano ya sea una gestión macroeconómica activa y expansiva, en un caso, o una política social amplia e intensiva, en el otro.

Esto nos dice que la NIL ha sido incapaz, al menos por ahora y en una buena cantidad de países de la región, de avanzar en una completa superación de las restricciones que se opusieron a la implementación de una política socio-económica de izquierda más amplia y abarcativa. Explorar las razones de estas limitaciones no es sólo un punto importante de una agenda de investigación que apunte a una más amplia compresión de los recientes procesos socio-políticos en la región, sino también un modo de contribuir a la consolidación de propuestas progresistas que puedan abordar efectivamente las profundas inequidades e injusticias que aún marcan la realidad latinoamericana.

 

Notas
1 Universidad Nacional de Córdoba / Universidad Católica de Córdoba.
2 Entrevista con Paul Mason, BBC News, 5 de Abril de 2006 (citado en Cleary 2006, p. 19)
3 IV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política, Campinas, Octubre de 2006.
4 La NIL es también nueva en un sentido histórico, en la medida que corresponde a una fase cualitativamente distinta de ascenso de la izquierda latinoamericana, una vez cerrada -o al menos circunscripta a unos pocos casos sin posibilidades de progresos políticos de envergadura- la experiencia insurreccional armada que surgió y se extendió con fuerza como una alternativa de construcción de poder revolucionario bajo el influjo de la Revolución cubana. La derrota electoral sandinista en 1990 es un hito que marca al mismo tiempo el declive definitivo de esta estrategia y el surgimiento, para la izquierda latinoamericana, tanto de una nueva concepción de lucha y construcción política, como de compromisos programáticos y modos de gobierno. Un panorama de las diferentes etapas por las que atravesó la izquierda en la región a lo largo del siglo veinte puede verse en Boersner (2005).
5 Uno de los más influyentes trabajos dentro de esta perspectiva es el de Castañeda (2006: 11), para quien, en el actual «tsunami» izquierdista en América Latina, aparecen dos tipos de izquierdas claramente diferenciados. Uno «moderno, abierto intelectualmente, reformista e internacionalista » y el otro «nacido en la gran tradición del populismo latinoamericano, (que) es nacionalista, estridente e intelectualmente cerrado» (traducción mía).
6 Ejemplos de un rechazo explícito a la utilidad analítica de la distinción entre dos izquierdas, una moderna y democrática y otra populista y autoritaria, son, entre otros, Etchemendy (2007), Ramírez Gallegos (2007) y Roberts (2007)
7 Los países seleccionados (Brasil, Venezuela, Bolivia, Uruguay, Chile, Argentina) lo fueron no sólo por su importancia económica, poblacional y política, sino también porque en otros países como Ecuador, Paraguay y Nicaragua (el caso peruano plantea muy serias dudas sobre la inclusión del gobierno de Alan García como un gobierno de NIL), la NIL llegó al poder de modo muy reciente como para tratar de establecer tendencias observables a simple vista sobre la base de datos disponibles (cuando mucho, hasta 2007)..
8 Esta fase expansiva no es una más en la historia económica de la región. En este período, el crecimiento del PBI por habitante creció a más del 3% anual. Para encontrar un crecimiento sostenido semejante hay que remontarse cuarenta años atrás (CEPAL, 2007: 14)
9 La coincidencia de estos dos mecanismos a través de los cuales la izquierda promueve los intereses de su base electoral, fueron postulados por la teoría de los «recursos de poder» formulada originalmente por Korpi (1983, 1978), Stephens (1979) y Esping-Andersen (1985). Desde esta perspectiva, el poder relativo de la clase obrera se establece en dos áreas diferentes: el mercado y el Estado (si bien estos autores se ocuparon primordialmente de esta última). De este modo, la izquierda en el poder implica, por un lado, un aumento de los recursos de la clase obrera en el Estado y, a través de él, una derivación «directa» de beneficios hacia los sectores populares bajo la forma de un mayor gasto social financiado por impuestos progresivos (Bradley et al., 2003: 197). Por el otro, como establecen un gran número de trabajos en la línea inaugurada por Hibbs (1977), la gestión macroeconómica de los Gobiernos de izquierda se orienta a bajar el desempleo, aún a costa de mayor inflación, lo que incrementa el poder de los sindicatos y su capacidad para negociar mejores salarios en el mercado de trabajo. Se genera así una derivación «indirecta» de beneficios hacia la clase obrera.

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