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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.26 Córdoba dic. 2011

 

ARTICULOS ORIGINALES

«¿Pasividad desesperada o protesta astuta? ¿Desperdicio o mensaje a la clase política?»1

Intervenciones sobre cómo pensar el «voto bronca» en el momento previo a las elecciones nacionales de 20012

Fabián Herrero3


Resumen
El presente trabajo, analiza algunas de las intervenciones emitidas en la etapa previa a las elecciones nacionales del 2001, con relación al llamado «voto bronca». En ellas es posible detectar cómo algunos ven en este fenómeno un problema que puede afectar al sistema político y hasta dar paso a opciones autoritarias; en otros casos, por el contrario, la perspectiva es bien diferente, en cuanto se visualiza aquí la oportunidad para introducir cambios en todo el edificio político.

Palabras clave: Elecciones-2001-política- Argentina-Representación.

Abstract
The present work examines some of the inter ventions issued in the run up to national elections of 2001, regarding the so-called «voto bronca». One may detect how some see in this phenomenon a problem that can affect the political system and to make way for authoritarian options, in other cases, however, the perspective is quite different, as is shown here the opportunity to introduce changes in the whole political edifice.

Keywords: Elections-2001-political- Argentina-representation-


 


Estas preguntas, reproducidas en una publicación periódica de tirada nacional, son formuladas a partir de las conclusiones vertidas por las distintas empresas encuestadoras que pronostican «un record de votos deliberadamente cancelados,»4 o lo que se conoce como un generalizado «voto bronca» (voto anulado o blanco) para las elecciones nacionales de octubre 2001. A decir verdad, el significado de este tipo de sufragio ocasiona una serie de intervenciones, que, con el correr de los días y de las semanas, se multiplican en la prensa. Periodistas de opinión, analistas políticos, intelectuales, dirigentes partidarios, intentan por una parte atrapar el fenómeno, tratando de dar una explicación y, al mismo tiempo, dejan clara una postura al respecto, la cual no necesariamente es planteada de modo preciso, si no que puede ser presentada como una reflexión libre o una conclusión abierta. Se procura, por otra parte, incidir obviamente sobre el cambio de este voto por parte de los ciudadanos, alentándolos a que opten por alguna de las tantas ofertas políticas; o bien se lo impulsa para que ese brutal rechazo, finalmente, se materialice en las urnas. De este modo funcionan en un doble sentido, como si se tratara de observadores participantes. Bajo esta figura operan en la dinámica realidad de esos días. El examen de algunas de ellas constituye el objeto central de este trabajo.

Hay estudios, que, si bien no hacen una investigación específica sobre el tema, sí le dedican un espacio. Varios de ellos merecen subrayarse. Hugo Quiroga, investigador de temas políticos contemporáneos y docente de la Universidad Nacional de Rosario, ha examinado la problemática de este particular tipo de sufragio en la larga duración para tratar de entender si se trata de un voto que fue contra el sistema o bien se trató de un hecho coyuntural. Un grupo de investigadores, por su lado, lo vincula a la denominada representación política, ubicando esta particular elección nacional como un signo inequívoco de ese tipo de crisis. Alberto Bonnet, investigador del área de historia social y docente de la Universidad Nacional de Quilmes, desde una perspectiva que vincula aquella orientación de la disciplina histórica con la historia política, intenta contestar algunos interrogantes que surgen de este tipo de acto eleccionario. Sustancialmente, se pregunta, por ejemplo, a qué sector social expresa, si es un fenómeno masivo, o si estamos en presencia de un hecho organizado o espontáneo.5

Nuestro tema de estudio tiene su origen preciso en un volumen, aún en preparación, sobre el voto bronca y la política en la coyuntura electoral de octubre de 2001.6 A continuación, analizo algunas de las principales intervenciones realizadas en las semanas previas a la contienda electoral.

1. Un voto «activo» y «comprometido»

Una perspectiva del voto bronca vincula este fenómeno a una sensación de hartazgo por parte de la población hacia la política y los políticos en general. Las denuncias de corrupción en el Senado por supuestos sobornos a algunos de sus miembros, que, en su densa trama conspirativa involucra al propio Presidente de la república y que provocó entre otras consecuencias políticas e institucionales la renuncia del Vicepresidente; la pésima performance del Poder Ejecutivo Nacional en todas las áreas de gobierno, justamente un gobierno que había conseguido acceder al poder porque un sector importante de la sociedad argentina veía allí una nueva esperanza de cambio no solo en la administración si no también en la búsqueda de transparencia en los asuntos públicos, son, quizás, algunos (solo algunos) de los hechos más recientes y notorios, que, con distinta fuerza e intensidad, sustentan aquella insatisfacción, la cual se manifiesta en una abierta y muy visible indiferencia ciudadana.7

Es bastante común, que, en los diversos medios de comunicación, esa destacada postura hostil de un sector importante de argentinos se asimile lineal y directamente a una actitud pasiva y desinteresada. Contra esta creencia, se manifiesta Enrique Zuleta Puceiro, titular de la consultora Ibope.8 A su juicio, interpretar las tendencias abstencionistas del electorado en términos de «desinterés» o «apatía» constituye un error grave que «poco ayuda a la comprensión de la problemática profunda de la democracia argentina.»

Para tratar de buscar una explicación recurre a la clave comparativa. De este modo, señala que un fenómeno de estas características tiene un impacto muy distinto si el país en cuestión es la Republica Argentina, o si estamos, por el contrario, en presencia de una nación en donde, como en Estados Unidos, rige el voto voluntario. El contraste entre unos y otros es tan enorme como claro. Y lo es porque en territorios como el último citado, la cuestión no pasaría de convertirse en un fenómeno de abstención pasiva, «sin mayor significación política», sin embargo, constituye «un problema» en países como Argentina, donde «sobrevive sin razones mayores la vieja «conquista» del voto compulsivo.»

En rigor, esa situación particular hace que «la abstención pierda toda connotación pasiva», y, en cambio, adopte, más allá de lo que pueda suponerse a primera vista, una expresión «activa y militante contra un sistema que se vive como ineficiente y tramposo.» Por este motivo, a sus ojos no es creíble hablar simplemente de un voto inútil. Se trata, en efecto, de un sufragio que se presenta como una especie de táctica o estrategia ciudadana que se traduce en un acto de enojo y de rebeldía. Para decirlo con las palabras de Zuleta, «la abstención fluctúa así hacia formas diversas de voto táctico, vinculadas más a motivaciones de protesta y critica al sistema establecido que a razones de privación y exclusión social como las que explicaban la abstención pasiva tradicional.»

Para entender mejor porque sostiene que hay una estrategia del electorado, es necesario detenerse en las razones por las cuales se prefiere este tipo de sufragio (nulo o blanco) que, según sus datos (que no difieren mucho del de otros encuestadores) alcanza un 34,5% del electorado nacional durante todo el mes de setiembre.

Lo que argumentan aquellos que explícitamente señalan «esta nueva abstención activa», tiene ciertamente distintos niveles de análisis. Lo que sobresale en primera instancia es una clara intención de castigo a una dirigencia a la que «se ve corrupta, ineficiente y sin compromiso con la sociedad.» Lo que en realidad resulta interesante, es que esta percepción no lleva pura y duramente a un rechazo (y aquí puede observarse la idea del voto táctico), ya que se «reconocen y distinguen las opciones disponibles, pero se piensa que una elección intermedia en la que sólo se votan representantes a la institución mas desprestigiada de todo el sistema ofrece una ocasión inmejorable para castigar, usando la única herramienta a la mano.»

En síntesis, en esta línea de análisis subyace la idea de que detrás del voto bronca hay un voto activo y nuevo. No se trata, entonces, de un voto inútil (como machaca la prensa cotidianamente), un sufragio tirado al canasto de las cosas inservibles, por el contrario, es una forma de votar positivamente pero de otra manera a cómo se entiende en las reglas electorales fijadas por el sistema. Hay allí una estrategia del sector del electorado que opta por el voto nulo o el voto blanco, en donde se cuestiona a los sujetos que desarrollan la actividad política, y, paralelamente, a algunos tramos del sistema democrático vinculado a la cuestión electoral. Y aquí, no se nos escapa, que, de algún modo, hay una clara sugerencia implícita a reflexionar sobre la conveniencia del voto voluntario.

Jorge Giacobbe, también integrante de una empresa de encuestas, escribe un artículo referido al tema en el diario El Día de la ciudad de La Plata.9 En un comienzo, señala dos aspectos que señalamos en el caso de Zuleta. Esto es, los números de los sondeos previos a los comicios del 14 de octubre son muy contundentes con respecto a la alta posibilidad de que finalmente se materialice ese día un altísimo porcentaje de voto bronca. Y, al mismo tiempo, sostiene que se trata de un voto activo y no indiferente. En esa jornada, afirma el consultor, «todos los análisis deberán reconocer que esa masa de ciudadanos cumplió con su deber cívico», es decir, «depositó su voto». De esta manera, no tiene ningún tipo de duda de que «la actitud de esos ciudadanos será por cierto comprometida, para nada indiferente y absolutamente diferenciada de la indolencia de quienes no concurran a votar debido a su propia voluntad.»

En una segunda etapa de su examen, se pregunta sobre las consecuencias del fenómeno, sobre sus resultados. Es aquí donde puede trazarse una raya roja que lo separa de la posición de su colega. En su opinión, lo que hay que pensar es si tanto los votos «anuladores» como los «blanquistas», constituyen, al fin de cuentas, «una actitud edificante y constructiva o si morirá en un acto de protesta incapaz de modificar la realidad.» Para dar una respuesta a esta alternativa que presenta el acto electoral, debe, como lo hizo Zuleta, exponer los motivos que exponen esos votantes, ya que esa información permitirá entender mejor su intencionalidad.

A su juicio, los que votan (lo repite una y otra vez, para que no queden dudas), lo harán con «gran compromiso». Sin embargo, la finalidad será muy diferente entre aquellos que lo hagan por un voto negativo y los otros que opten por uno positivo. Mientras los primeros, en un gran porcentaje expresan que con ello pretenden cambiar las cosas, consideran que con la advertencia que significa el voto bronca «los políticos» que hoy en verdad no los conforman «se asustarán y modificarán las actitudes que se les censuran.» En tanto que los segundos, esto es, los ciudadanos que optan por su derecho a elegir entre la variada oferta electoral «decidirán cuáles son los políticos mas adecuados para la tarea y la etapa que vivimos, con riesgo cierto de acertar o equivocarse.»

Las preguntas, que, como conclusión de este punto se hace el consultor, tienen una respuesta incluida. Son las siguientes: «¿Puede creerse que reprendiendo muy severamente a uno o a varios políticos que hayan defraudado nuestras expectativas, corregirán sus conductas? ¿No sería mas efectivo cambiarlos por otros no comprometidos con nuestra frustración?» Aquí, como veremos mas abajo, comparte la idea de otras intervenciones, que, cada uno a su modo, advierten sobre la importancia del voto positivo para poder operar constructivamente en la realidad y, a su vez, las desventajas de hacerlo de modo negativo, en cuento no resulta nada beneficioso para que esos cambios que se juzga urgente realizar, finalmente, se produzcan.

Su preferencia por la segunda opción tiene una justificación que pone sobre la escena un fantasma del pasado. Detrás de la primera propuesta electoral pueden verse las consecuencias de una línea política que juzga como autoritaria. Como pasa en momentos de desconcierto y de confusión, aquí también es posible distinguir a un «pequeño grupo de periodistas (Hadad, Neustadt) y mínimas expresiones políticas (Partido Comunista Revolucionario y Eduardo Firmenich)» que, a cómo de lugar, se han «subido al justificado descontento tratando de alentarlo y capitalizarlo.» Las posiciones de estos contingentes, políticos o periodísticos, resultan muy concretas. Se trata de líneas propositivas, que, a sus ojos, casi siempre «vienen de la mano de pensamientos muy autoritarios o brutales.» A su juicio, la alternativa, (y, ahora, seguramente estamos mejor situados para comprender mejor la explicación ya enunciada), es decidir pensando.10

La apelación al pasado, y especialmente a sus veteranos fantasmas mas temidos, sobrevuela más de una intervención referida a las consecuencias posibles de este tipo de fenómeno electoral. La historia, por consiguiente, se torna siempre un material que no podía dejar de ser utilizada para descubrir y conocer hechos similares y para iluminar el presente.

2. Un voto y un castigo con identidades difusas

Justamente Fortunato Mallimaci, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y profesor de Historia Social Argentina, justifica su punto de vista buscando el sentido de su argumento entre los pliegues del relato histórico.11 El recurso del pasado, por cierto, no es utilizado aquí como un simple afán erudito. La historia, como maestra de la vida (como la invocaban los hombres en la antigüedad), puede ofrecernos ejemplos para entender el presente. Su evocación, por consiguiente, siempre tiene algo de ese eco lejano. La intención particular, en rigor, es constatar si este tipo de voto tiene una estela en la memoria nacional, y, si la tiene, cómo puede compararse con la experiencia reciente. Su esquema de análisis puede resumirse de este modo: en su opinión, la presencia del voto blanco no es nueva. Lo que sí ha cambiado es su sentido, esto es, los sectores sociales que expresa y lo que este cúmulo de circunstancias puede construir de cara a los días futuros. Es un acontecimiento, entonces, que tiene algo de viejo y algo de nuevo.

El voto blanco recorre dos momentos precisos. En los años posteriores al golpe militar de 1955, se manifiesta «masivamente» y tiene el sello del peronismo proscrito en las urnas. Resulta, a su vez, «altamente representativo» en los comicios realizados en el año 1956, y, lo es, muy especialmente, cuando se eligió al Presidente Arturo Illia, ocasión en que este tipo de voto «iguala al del partido ganador.» Pues bien, ¿qué expresaba? Expresaba allí a los «trabajadores peronistas». Su intencionalidad, no admite duda, es explicita. Básicamente, consiste en el rechazo y repudio a un «sistema político que proscribía candidatos y se enmarcaba en la lucha por rehacer una identidad política que buscaba retomar el poder.»

En contraste, en el abundante presente, el voto en blanco e impugnado muestra otra realidad. Exactamente es la expresión de las profundas transformaciones de la sociedad Argentina. Bien puede decirse, para aprovechar las palabras del autor, que «si antes las protestas eran las tomas obreras de fábricas, hoy son los cortes de ruta de los desocupados y empobrecidos.»

El 2001, es un año en donde circula una diversidad de situaciones. Por un lado, la de los desencantados de la política partidaria dominante. Las principales líneas de acción de estos contingentes no ha cumplido con las promesas asumidas en su oportunidad. Lo que se ha visto y se ha palpado, es que las grandes agrupaciones se han convertido en maquinas electorales que favorecen a los sectores más privilegiados. Este tipo de descontento expresa a grupos sociales transversales, y, particularmente, se destacan aquellos que durante mucho tiempo han ido cayendo, abrupta y fatalmente, en la escalera social.

Por otra parte, expresa a sectores con resabios autoritarios y militaristas. Aquellos que, con un fuerte ánimo pesimista, desconfían de la política y de la democracia. Pero también habría que agregar a los grupos, conservadores e individualistas, que apuestan a «los mercados como únicos y eficientes ordenadores de la sociedad.»

Si, como se ve, en la larga perspectiva histórica cambian los sujetos, también, señala Mallimaci, se ha modificado la forma de la difusión de este tipo de acto de rebeldía electoral. Antes, el voto en blanco, se anunciaba de boca en boca, hoy, por el contrario, son sectores ligados a los medios de comunicación (como ya se ha dicho más arriba) los encargados de cumplir esa tarea.

Ausencia de una clara identificación del sujeto que está detrás del voto bronca y fuerte sensación de incertidumbre, son los dos aspectos centrales que subyacen en su postura. De este modo, concluye el autor, «si ayer el voto en blanco era continuidad y expresión de una densidad histórica, hoy refleja un malestar actual, presente, de pérdida de futuro. Si ayer la mayoría de los que votaban en blanco, mantenían por años su identidad, la diferencia es que hoy nadie es dueño de esos votos.»

Si el decano de la alta casa de estudios porteña, examinando a los votantes que se inclinan por el voto bronca, percibe allí una ausencia de identidad común, Fernando González, periodista político del diario Clarín, expone de alguna forma una postura similar cuando analiza a los posibles destinatarios de ese voto castigo, en la medida que ve allí un conglomerado de individuos difusos.12 La paradoja que se plantea, claro está, es que tanto el que emite este tipo de sufragio como su destinatario, no podrían distinguirse con entera claridad como anuncian a gritos aquellos que eligen esta forma de votar.

Veamos el sentido de este último argumento. La idea de la búsqueda de culpables no es extraña en periodos de crisis. Sin embargo, no siempre es tan sencillo dibujar rostros y cuerpos que nítidamente los identifiquen. En el país, recuerda el cronista refiriéndose al proceso militar de los años 70, no fue difícil señalar a los responsables de aquellos que ejercían la violencia y el terror desde el Estado, porque «como lo demostró la Justicia, efectivamente eran culpables.»

En el presente, en cambio, en donde no hay ningún tipo de duda que se vive una crisis y en donde hay responsables, no resulta tan obvio distinguirlos mas allá que se les de un nombre general. En la actualidad se reconocen culpables y se encontró la forma de poder hacer una suerte de justicia por mano propia, sin embargo, el resultado de este movimiento no resulta ni tan evidente ni tan efectivo. De este modo, señala el periodista, «la sociedad descarga toda la bronca por sus padecimientos sobre los dirigentes políticos, donde la culpa es mas difusa. Y se ha elegido el voto como arma para herirlos, precisamente el instrumento ciudadano que controla al sistema democrático. Según las encuestas, (el voto bronca será mucho)».

Como esta respuesta, a su juicio, no es concreta, genera necesariamente interrogantes que quedan flotando en el ambiente. «La duda es, ¿sobre quién se ejerce el castigo en definitiva? ¿quiénes serán los perjudicados si los argentinos llegan a perder nuevamente la posibilidad de elegir a sus gobernantes? Esos administradores a veces ineficaces, insensibles o corruptos, con defectos similares al resto de esta sociedad en crisis.» Como puede apreciarse, González, como también lo señalamos en otros casos, deja entrever la posibilidad de que se presente una interrupción institucional y, al mismo tiempo, en el problema que se plantea no distingue claramente entre los gobernantes y los gobernados, ya que ambos tendrían atributos similares. Hecho que, de alguna manera, resta algo de legitimidad a aquellos que pretenden utilizar su derecho a votar como una forma de castigo, y, al mismo tiempo, le resta algo de responsabilidad a los dirigentes políticos considerados como los verdaderos culpables.

Siguiendo hasta el final con su razonamiento y como no podía ser de otro manera, su postura, como una forma de respuesta, invoca la figura del mal menor. A partir de ella, exige más participación ciudadana y estatal, y evoca conocidos espectros fantasmales del pasado. «Quizás el camino, afirma en este sentido, sea detenerse mas en los candidatos para elegir mejor. O meterse en política para mejorar la oferta. O hacer un uso mas responsable de los mecanismos de control que brinda el Estado. Cualquier remedio será mejor seguramente que infligirnos como sociedad el castigo de volver a regalar las libertades que tanto dolor costaron.»

3. El autor de Clemente toma la palabra. La salida es la política

Próceres nacionales, como José de San Martín o Manuel Belgrano, el acusado de ser el principal responsable por el atentado a las Torres Gemelas en Estados Unidos, Bin Laden, o personajes de humor como Capusoto o bien el de una conocida tira periodística como Clemente, son algunos de los principales nombres que figuran en las boletas de aquellos que propician e impulsan el denominado voto bronca.

Es dentro de este particular contexto, que, Caloi, el autor de Clemente, analiza el tema electoral en un artículo publicado en el diario La Nación.13 En un primer momento, niega cualquier vinculación con aquellos que impulsan este tipo de voto y señala qué es lo que realmente conoce al respecto. Así, confiesa directamente, «no tengo nada que ver con la campaña «provoto a Clemente», aunque ella está inspirada en una vieja tira en la que él decía que no podía prometer que nunca «metería la mano en la lata».» Al mismo tiempo, reconoce que está «al tanto de la existencia de esa campaña en Internet», y hasta comenta que ha recibido «solicitudes de boletas «oficiales» con el retrato de Clemente en mi página web.»

Como en el caso de Mallimacci, cree que se trata de un fenómeno que si bien se conoció de alguna manera en algún otro momento histórico nacional, sin embargo, se manifiesta en la actualidad de un modo muy diferente. «En el pasado, ante este tipo de campañas en contra de los políticos se olía el golpe, pero esta vez, creo, ha surgido espontáneamente, y eso la convierte en una manifestación legítima.» Y en esta línea, destaca que «hasta me encanta que hayan tomado a Clemente para vehiculizar el desencanto ante nuestros dirigentes y como un original cuestionamiento a la partidocracia tradicional.»

La apelación a Clemente no es nueva. Y tiene un vínculo muy estrecho con lo popular que su autor no deja de resaltar. «Para mí, se renovó el lazo afectivo y compinchesco que se expresó con aquellos pueriles papelitos contestarios del Mundial 78.» Ahora bien, ¿porqué se lo elige? Su respuesta no es concluyente. A sus ojos, cree que puede haber algún tipo de relación entre lo que propone el personaje y cómo se vive la política electoral. De esta forma, responde, «supongo que porque Clemente es un personaje absurdo (no es un animal ni un humano) y es una forma de responder con el absurdo al absurdo de la política, por ejemplo, que el oficialismo sea oposición (se refiere a los candidatos de la Alianza que tienen un discurso de rechazo a la política económica del gobierno) o que quien salió tercero cómodo en las ultimas elecciones (alude al Ministro de economía Cavallo) hoy sea el número uno del gobierno.»

Pues bien, ¿apoya o rechaza esta opción electoral? Su postura es terminante, al señalar, «yo no comparto esa idea, pese a que padezco el mismo desencanto y a que todavía no sé por quién voy a votar el domingo.» Su punto de vista con relación a este problema, no escapa a la ya mencionada en otras intervenciones. Así, sostiene que «sin ser un entendido en la materia, ante una crisis política como ésta la salida debe ser necesariamente política». Y en este sentido, también, de algún modo, se aproxima a la respuesta del llamado mal menor, al considerar que es necesario aceptar lo que ofrece la realidad. Tal perspectiva, la expresa a partir de una metáfora futbolística. «Me parece que esto es como cuando un equipo chico tiene que enfrentar a River o Boca. No puede contar con Maradona o con Pelé en sus filas, tiene que arreglarse con lo que tiene.»

Como no podía ser de otra forma, en tono de humor, concluye, «yo desaconsejo el voto por Clemente: él no robaría no porque no tenga manos, sino porque tampoco tiene bolsillos. Ni cuentas en Suiza. Además es tan pelado como Cavallo. Y es completamente rayado. Mas que el ministro de Economía todavía. No es poco.»

4. Para la Iglesia Católica, votar es una obligación moral

En el diario Clarín, el periodista especializado en temas relacionados con la institución religiosa ofrece la visión que aquella tiene con relación al voto bronca.14 La iglesia, repite una y otra vez, está en contra de este tipo de opción electoral. Y con un tono, que, no oculta la fuerte carga de una supuesta certeza, afirma que «no hace falta echar mano a las encíclicas papales para dar con los principios cívicos que deben observar los católicos.» Pues bien, ¿qué haría falta entonces? Basta recorrer, sostiene en el mismo tono sentencioso, los documentos del Episcopado nacional en los momentos cercanos a los comicios nacionales de 1983, cuando, exactamente, Argentina, retoma el camino del sistema democrático, para conocer y comprender su posición al respecto.

El articulista, concretamente, está pensando en el texto más citado por los hombres de la institución, Principio de Orientación Cívica para los Cristianos, difundido en octubre de 1982, al finalizar un plenario de Obispos, celebrado en la localidad de San Miguel en la provincia de Buenos Aires. El punto 17 no parece mostrar duda: «a nuestros fieles les recordamos, cualquiera sea su grado de participación política, que no es lícito el indiferentismo ni la abstención».

Esos religiosos, en un documento posterior, no sólo reafirmaron el sendero hasta allí trazado si no que fueron aún más categóricos. En Los Cristianos y las elecciones, fechado en setiembre de 1983, puntualmente les señalan y también les recuerdan a sus fieles «la obligación moral de participar en la determinación de los destinos de la comunidad.» Y, desde luego, emitir el voto es una de las «formas de cumplir esta obligación y ninguno, en conciencia, salvo serio inconveniente, puede abstenerse del acto electoral».

Pero eso no es todo. El denominado voto al candidato menos malo también tiene su espacio en dichos papeles. Así, se apela al principio moral del mal menor cuando el creyente considere que en el universo electoral no hay una propuesta que termine de convencerlo. En tal caso puede votar por el que considere «menos malo». E incluso la recomendación llega un poco mas lejos, al considerar que excepcionalmente, acepta que el votante lo haga en blanco, si el fiel-votante «sigue perplejo» luego de «examinar exhaustivamente la trayectoria de los aspirantes y sus propuestas.»

El periodista, además de citar y comentar los documentos institucionales, reproduce los dichos vertidos por lo que denomina «una alta fuente eclesiástica», a quien, claro está, no menciona por su nombre. El hombre de la iglesia justamente consultado por Clarín, sostuvo que «el voto nulo es descreer del sistema y considerar que no hay persona que lo puede mejorar». En ese sentido, agregó, «en el fondo, el burlarse es una actitud totalitaria porque la democracia es participación.» 15

En otro ejemplar del mismo diario, se reproducen expresiones vertidas por importantes hombres religiosos, que, a su modo, amplían y complementan todo lo dicho hasta aquí.16 El obispo de Santiago del Estero, Juan Carlos Maccarone pidió que «no se banalice» la democracia votando por personajes de comics. «Me parece, sostuvo en esa misma línea, muy triste que se votara por Clemente porque la democracia llegó después de un parto doloroso». Por su lado, el Monseñor de Morón, Justo Laguna, consideró «absolutamente ilícito» el sufragio en blanco porque a su entender «siempre habrá algo menos malo que elegir». Seguidamente, afirmó que no se ganará nada con «un voto castigo», y, al respecto hizo un llamado a elegir entre las «no demasiadas, pero bastante» propuestas electorales. Estas últimas declaraciones fueron emitidas en el programa radial del padre Julio Grasi, un sacerdote conocido por su presencia mediática en programas televisivos de entretenimiento y, que, posteriormente, será acusado y juzgado por delitos de abuso de menores.

El ya mencionado cronista, destaca, además, la postura de la iglesia con relación a la vida política Argentina. Recuerda, particularmente, que fueron tan frecuentes como abundantes en las ultimas dos décadas, los pronunciamientos críticos de los obispos a la actividades publicas de muchos dirigentes. Cada vez con mas dureza denunciaron una
«crisis moral» y «una crisis dirigencial». 17

En síntesis, la postura de la iglesia es clara con respecto al voto bronca, lo rechaza, y, al mismo tiempo, apuesta a que las soluciones se den dentro del juego político.18

No se me escapa, que, tanto discurso coherente, y, al parecer, sin fisuras, tiene algunos interrogantes que no parecen rozar el esquema argumental expuesto hasta aquí. Menciono solo algunos. ¿Puede mostrar la iglesia otros documentos donde se señale su punto de vista sobre las elecciones o el voto negativo antes del año 1982? ¿Qué señalan los obispos en los días en que un General de la Nación sostenía que las urnas estaban bien guardadas? ¿En los distintos golpes militares producidos durante el siglo XX también se hablaba de que la salida era la política?

5. La crisis abre un camino para imponer nuevas practicas políticas: democracia directa, asambleismo, iniciativa popular.

Sumándose a otras voces (algunas mencionadas más arriba), el periodista Horacio Verbitsky, en su columna dominical en el diario Página 12, sostiene que el llamado voto bronca tiene cierto grado de organización.19 En este sentido, señala que dicha opción electoral «ha sido estimulado tanto desde la frivolidad de la derecha golpista como desde la exasperación de la izquierda que se cayó del mapa. También a partir de posiciones que deploran la degradación ostensible del proceso democrático pero no aspiran a demolerlo sino a recuperarlo.» El comentario alude a dos perspectivas diferentes. Se refiere, en primer lugar, a la campaña pro voto bronca que ya señalamos y que no es necesario seguir abundando con nombres y siglas. En segundo término, indica otra línea de iniciativa que, en un movimiento a primera vista contradictorio, pretende recuperar el eco de la estela democrática mas allá que la cuestione o que proponga modificaciones de fondo. Como parte de una de esas expresiones, Pablo Bergel, es el nombre preciso que evoca la señalada nota periodística. Al describir su perfil, el cronista lo define como un «ex peronista», que, en los tiempos mas recientes «acompañó a Carlos Auyero en la fundación de la Democracia Popular y el Frente Grande.»

Vale la pena detenernos en la postura de este dirigente, ya que varios de sus planteos se conectan con iniciativas procedentes de distintos espacios políticos y sociales. Exactamente, la mención de su intervención tiene como origen una ponencia presentada en el Club de Cultura Socialista de la ciudad de Buenos Aires. Uno de sus ejes principales es el cuestionamiento al tipo de democracia vigente, y, en este sentido, su convicción de que la crisis actual permite repensar tanto la noción de representante como la del voto obligatorio. Veamos que es lo que dice al respecto.

A sus ojos, las próximas elecciones van a mostrar a la luz del día que «no solo el modelo económico está agotado» en el país, si no que, además, lo está «el sistema político que le ha sido funcional.»20 El escenario actual, se desarrolla livianamente bajo el amparo de un «sistema de democracia delegativa restringida», donde los ciudadanos, que, «por ley se obliga a votar», no pueden escapar de esa maquinaria institucional en donde son «sistemáticamente robados de su voluntad política, por parte de los así llamados «representantes».» Sin ahorrar ironía, en este último punto, se permite deslizar un matiz, al admitir que existen «notorias excepciones individuales que confirman la regla».

¿Por qué señala un delito? Porque a su juicio en las páginas del modelo vigente, en donde están escritas los deberes y obligaciones de esta forma de democracia, no existe «ninguna ley», que, de alguna manera, obligue «a obedecer a sus electores, ni permite a estos controlarlos ni destituirlos.» Las consecuencias de estas ausencias son fatales, en la medida que «el sistema funciona hoy para legitimar, por medio del voto obligatorio, un poder que se vuelve en contra de la sociedad que lo constituye». De este modo, no tiene ningún tipo de duda en señalar que el voto se ha transformado en la actualidad en un «contrato unilateral; un cheque en blanco girado por cuatro años.» Basta como muestra un botón, ese botón es el de Carlos Menem cuando supo «explicitar cínica desfachatez lo que una mayoría hipócrita de la dirigencia trata de disimular», al confesar abiertamente aquello de «si decía lo que iba a hacer en el gobierno, no me votaba nadie.»

Llegados a este punto conviene detenernos un instante sobre algunas de las cuestiones señaladas. Cuestiona la noción de representante y menciona la importancia de algún tipo de control para cuidar su buen desempeño, es, a su vez, partidario del voto optativo o voluntario.

Este último tipo de sufragio es uno de los temas que surge en la campaña electoral, justificado por el notorio fenómeno del voto negativo.21 En la prensa se evoca los nombres de Carlos Menem, preso en esos momentos en Don Torcuato, y, de Carlos Reutemann, principal referente del peronismo santafesino, ambos identificados con posiciones conservadoras. Un analista político como Rosenda Fraga, también cercano a las ideas mas conservadoras, se ubica entre aquellos que sugieren pensar esta posibilidad de cambio. Sin embargo, el señalamiento de Bergel, además del ya sugerido mas arriba de Zuleta Puceiro, nos muestra que el tema desborda, a veces, el plato de una tendencia política e ideológica particular y se abre a consideraciones más amplias.

La cuestión de los representantes tiene distintas aristas. Si Bergel señala la ausencia de control por parte del estado en cuanto a lo que hacen los representantes luego que son electos, y, en base a ello sugiere una democracia de tipo más directa; González, por su lado, evoca al Estado para que cumpla con la función que debe desempeñar, asignando como Bergel obligaciones a los ciudadanos.

El señalamiento, sobre las líneas de perfecto cinismo de algunos políticos en referencia al no cumplimiento de sus promesas electorales o, peor aún, su entera modificación hasta el escándalo, admite una lectura más compleja de la planteada por Bergel. Por que si bien no hay duda de que Menem (el caso que toma el autor) tiene un retórica mentirosa en un tramo de su trayectoria pública, no puede negarse que, poco tiempo después, el entonces primer mandatario recibió el apoyo de una parte importante de la población en la llamada plaza del sí, el 6 de marzo de 1990, y, en setiembre de 1991, ganó las elecciones legislativas. Hay, entonces, un juego político un poco más dinámico, un poco más complejo, que está moviéndose en las calles Argentinas.

Ahora bien, ¿cómo define al voto bronca? Para Bergel «puede catalogarse como una huelga de la ciudadanía; una desobediencia masiva, un «corte de ruta» de los ciudadanos a un sistema de representación que no representa, sino que sistemáticamente desobedece y expropia el mandato popular.»

El tema, como se ve, retoma como aspecto clave la idea de los representantes y se vincula con la idea de participación, en cuanto son justamente los ciudadanos quienes se pronuncian contra el sistema. El interrogante que necesariamente surge, es si tal acto de rebeldía puede ser asimilado a la idea de escasa voluntad participativa y, al mismo tiempo, como un «abandono de las convicciones democráticas». Su conclusión es que nada de esto está ni en riesgo, ni en discusión. Para fundar su posición expone dos ejemplos. En su opinión, el estado de movilización de la sociedad argentina alcanza en la actualidad «el mayor nivel desde los 70». Tal movimiento, desde luego, no se mueve por los carriles supuestamente naturales, ya que esa «energía democrática, al no encontrar expresión leal y consecuente en el sistema político, se expresa por fuera y en contra de éste, develando su crisis profunda.»

En segundo termino, señala que no se trata de algo totalmente nuevo y que no es una actitud antidemocrática. En esta línea, recuerda un ejemplo registrado en las elecciones presidenciales de 1999, cuando «un grupo de jóvenes sensibles, autodenominados «501», anticipó esta crisis de la trama política: «querrán acaso acusarnos de antidemocráticos...501 es el nombre de un malestar...de una crisis...de un ya basta; 501 es el nombre de todos aquellos que están hartos de estar hartos. Ellos somos nosotros.»

Este movimiento, bien vale aclararlo, fue producido por un grupo de ciudadanos que tomó su nombre de una elemental y básica disposición electoral, aquella por la cual se exceptúa de votar a los ciudadanos que se encuentran a más de 500 kilómetros del lugar de votación. Por eso la consigna, consistía en viajar el domingo de elecciones a un lugar que se ubique a una distancia mayor que la que estipula la mencionada legislación. Esta ingeniosa idea tuvo su repercusión en las elecciones nacionales de 1999, y, en la prensa de esos días, se especuló sobre sus posibilidades, atentos a que en elecciones anteriores también se esperaba un alto voto castigo y, siempre, se suponía que en alguna ocasión se podría dar. Esto no sucedió finalmente. Lo que sí es importante destacar es que la propuesta no se sale de la vía democráticas, en cuanto se trata de un cuestionamiento dentro de ese sistema.

El voto bronca no es solo expresión de rebeldía. Para Bergel, por el contrario, la alternativa al momento critico presente es lo que denomina «una profunda reforma democrática». ¿En qué consiste? Consiste en una serie de medidas que deberían ponerse en obra, las cuales no son del todo novedosas. Básicamente, se refiere a «una masiva introducción de instrumentos y prácticas de democracia directa». Aquí menciona algunas que ya están vigentes pero «son incumplidas por el régimen», como la consulta popular, y el presupuesto participativo. También señala lo que denomina «la representación por medio de mandatarios», lo cual considera debe ser «subsidiada y subordinada a la decisión directa de los ciudadanos en temas nacionales y locales.22

Tales medidas se vinculan con propuestas ya realizadas por distintos sectores sociales. Se conecta, directamente, con las «alternativas que se pondrán en experimentación con la Consulta Popular del próximo 10 de diciembre, por el salario básico de ciudadanía para los desocupados y los niños: allí sí habrá democracia de contenido y forma; ese sí será un voto claro e inexpropiable; en esas experiencias de democracia directa, así como en las asambleas piqueteras, se van forjando las nuevas practicas y voluntades constituyentes de una sociedad, donde la democracia y el voto no sean lágrimas de cocodrilo derramadas en vano.»

La iniciativa de la consulta popular, y el presupuesto participativo, se acerca a posiciones de centroizquierda. Verbitsky, señala un matiz con relación a la exposición de Bergel, al señalar justamente que «El Frenapo no auspicia la anulación ni el votoblanquismo y entre sus promotores hay dirigentes de diversos partidos que hoy presentan candidaturas». 23 Esto es, algunos de los compañeros de ruta de Bergel, no optan por su «huelga de la ciudadanía», si no que recorren otro camino. El voto positivo y la figura del representante, por cierto, no aparece cuestionada por ellos.

Conviene también señalar que sobre algunos de estos temas, las posturas no son del todo homogéneas entre los grupos llamados de izquierda. Menciono dos casos. La nueva agrupación política, Autodeterminación y Libertad, de Luis Zamora, y la denominada izquierda revolucionaria, como el Partido Obrero, tienen algunas aspectos comunes y otros en que muestran un claro desacuerdo.24 En general, estas corrientes políticas, apoyan y participan del movimiento piquetero. Sus asambleas populares, sus acciones directas, etc. Los diarios partidarios tienen secciones dedicadas a describir la tarea desarrolladas en ellas. Las opiniones, en cambio, se dividen a la hora de definirse con relación al voto bronca, mientras Zamora señala que si bien su espacio presentó candidaturas, confiesa que dudó hasta el final sobre la posibilidad de no presentarse a los comicios porque considera justo este tipo de voto que rechaza a la clase política; el Partido Obrero, por su lado, desestima cualquier argumento que niegue la posibilidad de presentarse a elecciónes. Sostiene que es una oportunidad histórica para la izquierda, ya que ese voto de descontento puede canalizarse en ese espacio, debido al fracaso de los partidos tradicionales.

Voto bronca, ¿un problema o una oportunidad? A modo de conclusión

El voto bronca constituye un tema central en la campaña electoral de las elecciones nacionales del 2001. Es el blanco predilecto de todas las encuestas de opinión y por ello no es casual y mucho menos inocente que haya sido materia de intervenciones y debates por esos días.

La campaña, como lo examino en otro estudio, resulta, en definitiva, muy apática y nunca puede remontar un mínimo de entusiasmo en la ciudadanía. Sin embargo, esta fuerte imagen que ha sido vinculada también al previsto voto bronca, merece otro tipo de tratamiento por parte de los mismos consultores y por algunos dirigentes y analistas políticos, quienes ven allí un voto activo y hasta militante. Desde otro ángulo de análisis, esto es, desde la percepción sobre lo que representa este tipo de opción electoral, las cosas no muestran un consenso. Mientras algunos señalan que es solo una señal de alarma para la clase política y los gobernantes, para otros, en cambio, es un voto que premia a los responsables de la crisis, en la medida que da escasa legitimidad a los que ganan. Otros, a su vez, no dejan de mostrar su preocupación por las posibles consecuencias no queridas de este fenómeno. Básicamente, por un posible quiebre institucional o una vuelta a un pasado, en donde los temidos gobiernos autoritarios hagan una nueva entrada al presente.

También están aquellos que consideran directamente que es un voto inútil, que no sirve para modificar la realidad política. Y, proponen, como canal de solución a la política. Al mismo tiempo, se insiste en que no puede generalizarse el castigo popularelectoral a todos los políticos en general, y llaman a votar por un candidato particular o bien consideran conveniente que se haga por el que se considera «menos malo.»

Para algunos, como pudo apreciarse hasta aquí, el voto bronca es un problema que merece una respuesta positiva: la política, la participación, y hasta la opción del llamado «mal menor». Para otros, como Zamora o algunos grupos piqueteros (pienso en el dirigente piquetero Ali, detenido en Mar del Plata), o la propuesta de Bergel, es una oportunidad para adoptar nuevas formas de la política, asambleas, consulta popular, o bien, el cuestionamiento y el replanteo de cuestiones como la figura del representante y hasta el sistema electoral obligatorio. De esta forma, el tema bien puede ser visto, o bien como un problema o bien como una oportunidad. El mismo dilema, como lo examino en otro estudio, es planteado en las semanas posteriores a las elecciones, luego del contundente voto bronca producido finalmente en las elecciones de octubre de 2001.

Notas
1. «¿Qué significa votar en blanco o anular?, Página 12, 7-10-2001.
2. Trabajo recibido el 30/09/2011. Aceptado el 05/11/2011.
3. Conicet-Instituto Ravignani, UBA. Contacto: herrerofab@yahoo.com.ar
4. Página 12, 7-10-2001.
5. Véase, QUIROGA, Hugo, (2005: 307-310); CHERESKY, Isidoro, Jean-Michel BLANQUIER, (2003); POUSADELA, Inés (2006: 79-82); BONNET, Alberto, (2007: 147-149).
6. HERRERO, Fabián, (2011).
7. Sobre este período histórico véase, NOVARO, Marcos, (2009), y, al respecto resultan útiles además, QUIROGA, Hugo, (2005); OLLIER, María Matilde, (2010).
8. «La insolencia cívica», Página 12, 7-10-2001.
9. «Voto nulo: a mansalva será protesta, no avance», El Día, 12-10-2001.
10. «El pensamiento, en cambio, nos permite distinguir una cosa de la otra, seleccionar, comparar y diferenciar. Pensémoslo bien, se trata de nosotros mismos.»
11. «Nadie es dueño de es voto», Página 12, 7-10-2001.
12. «El castigo de las urnas vacías», Clarín, 7-10-2001.
13. «Clemente, en las urnas», La Nación, 12-10-2001.
14. «Según la Iglesia, votar es una obligación moral», Clarín, 7-10-2001.
15. Ibid.
16. «Obispos contra el voto bronca», Clarín, 12-10-2001.
17. «Según la Iglesia, votar es una obligación moral», Clarín, 7-10-2001.
18. La problemas ocasionados tanto por la crisis actual como la sensación de hartazgo de la clase política, puede encontrar una posible respuesta en los dichos del cardenal de Buenos Aires Jorge Bergoglio, que, siempre según el periodista de Clarín, suele afirmar con insistencia que de esas cuestiones criticas «no se sale con menos política, sino con mejor política». Ibid.
19. «El sentido del voto», Página 12, 14-12-2001.
20. Pablo BERGEL, «Huelga de la ciudadanía», 9-10-2001, Club de Cultura Socialista José Aricó, http://www.clubsocialista.com.ar/
21. Analizo estas cuestiones en HERRERO, Fabián, (2011).
22. En esta línea, afirma que cuando la delegación se torna funcionalmente imprescindible, debe estipularse claramente el «contrato electoral» entre representante y representados, fijando el objetivo, modalidad y finalidad del mandato, su forma de control y derogación por parte de los ciudadanos, de modo que los representantes efectivamente no puedan sino «mandar obedeciendo» a sus electores.»
23. «El sentido del voto», Página 12, 14-12-2001. Sobre el tema de la consulta popular véase, GORDILLO, Mónica, (2010: 157-173). SVAMPA, Maristella, (2008). HERRERO Fabián, (2002).
24. Examino estos argumentos en HERRERO, Fabián, (2011).

Bibliografía

1. BONNET, Alberto, (2007) La hegemonía menemista. El neoconservadurismo en Argentina. 1989-2001, Buenos Aires, Prometeo-Libros.
2.         [ Links ] CHERESKY, Isidoro, Jean-Michel BLANQUIER, (2003) De la ilusión reformista al descontento ciudadano. Las elecciones en Argentina, 1999-2001, Rosario, HomoSapiens.         [ Links ]
3. GORDILLO, Mónica, (2010), Piquetes y cacerolas.El «argentinazo» del 2001, Buenos Aires, Sudamericana.         [ Links ]
4. HERRERO, Fabián, (2002) Ensayos sobre las protestas sociales en la Argentina. Piquetes y cacerolazos en el marco de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, Buenos
5. Aires, Ediciones de la Unla.
6. HERRERO, Fabián, (2011), «Capusoto cenador, Alberti almorzador». Sobre la política y el «voto bronca» en los comicios nacionales del 2001, inédito.
7. NOVARO, Marcos, (2009) Historia Argentina. Argentina en el fin de siglo. Democracia, mercado y nación (1983-2001), Buenos Aires, Paidós.
8. OLLIER, María Matilde, (2010), Atrapada sin salida. Buenos Aires en la política nacional (1916-2007), Buenos Aires, UNSAM edita.
9. POUSADELA, Inés (2006), Que se vayan todos. Enigmas de la representación política. Capital Intelectual.
10. QUIROGA, Hugo, (2005) La Argentina en emergencia permanente, Edhasa, Buenos Aires.
11. SVAMPA, Maristella, (2008), «Política y movilización: el análisis de la dinámica asamblearia», en Cambio de época. Movimientos sociales y poder político, Buenos Aires, Siglo veintiuno.

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