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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.26 Córdoba dic. 2011

 

ARTICULOS ORIGINALES

A 10 años de diciembre de 2001: De la protesta social, luchas, desafíos y reinvenciones de lo político1
Ana Lucía Magrini2
María Virginia Quiroga
3


Resumen
Diciembre de 2001 implicó un antes y un después en la vida política argentina. Representó un «evento» dislocador en la historia reciente de nuestro país. Por eso, a 10 años del 2001 nos preguntamos: ¿Qué prácticas hicieron posible y constituyeron el 2001 como evento dislocador? ¿Qué relevancia tuvo el 2001 para la experiencia de los movimientos sociales y la protesta social en Argentina? ¿Qué espacios de discusión política se han disputado los sentidos sobre dicho evento? ¿Cómo se reconfiguró el campo político luego de la dislocación post 2001? Estas son algunas de las preguntas que guiaron nuestra reflexión y que intentaremos aquí poner en discurso.
En este artículo consideramos que los efectos de aquel evento deben rastrearse en los espacios que se disputaron su sentido, principalmente, medios de comunicación, «academia», movimientos sociales y gobierno.
La mirada analítica que construimos aquí se encuentra atravesada por las reflexiones de la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau (1987, 2002, 2005) y algunas consideraciones sobre la historia de los lenguajes políticos de Elías Palti (2005, 2007), perspectivas que proponemos interrogar desde la problemática de los movimientos sociales y la protesta social.

Palabras claves: Discurso-dislocación- política -protesta-disputas

Abstract
December of 2001 implies a time before and a time after for Argentinean political life. That date represents a «evento dislocador» in the contemporary history of our country. In that sense, after 10 years, some questions still appears: Which practices make possible the constitution of 2001 as «evento dislocador»? How important was the 2001 for the experience of social movements and social protest in Argentina? Which spaces of political debate have been involved in the fight for the senses or interpretations of this event? How was been developed the reconfiguration of the political arena after the 2001´s dislocation? These are just some of the questions which guided our thoughts and reflections.
In this article we consider that the effects of the event should be reconstructed in the spaces of debate and fights for the construction of senses, which specially involves the media, the academy, social movements and the government. Our analysis is based on the theory of hegemony of Ernesto Laclau and some reflections about political language history of Elías Palti (2005, 2007); perspectives that we pretend to interrogate from the approach of social movements and social protest.

Keywords: Discourse- dislocation - politics - protest- political debate


 

«Que se vayan todos, que no quede ni uno solo»
«Piquete y cacerola, la lucha es una sola»

Introducción

Diciembre de 2001 implicó un antes y un después en la vida política argentina. Aquellas jornadas se presentaron como un fuerte momento de inflexión que cuestionó el sentido de la política representativa y puso en evidencia la escisión entre sociedad civil y clase política. Desde esta lectura, el modelo neoliberal profundizó el esquema de la democracia representativa ampliando aún más la brecha entre representantes y representados.

Insistir hoy sobre el sentido de aquellos acontecimientos implica también repensar la confluencia de distintos sectores del campo popular, que irrumpieron en el escenario público para disputar al gobierno la prerrogativa de decir y de decidir. En esta línea, se podrían citar diversos antecedentes que fueron construyendo una suerte de genealogía del 2001; como por ejemplo el levantamiento popular en Santiago del Estero en el año 1993, las nueve huelgas nacionales mayoritariamente entre 1995 y 1996, la emergencia y consolidación de la Central de Trabajadores de la Argentina, los primeros cortes de ruta en Cutral Có y Plaza Huincul, luego en Tartagal y General Mosconi. De modo más inmediato cabe mencionar también las protestas del mes de marzo de 2001, contra medidas adoptadas por el entonces ministro de economía López Murphy y de julio del mismo año contra el «déficit 0», política promovida por quien le sucedió en el cargo a Murphy -Domingo Cavallo-4.

La expansión de la protesta social y la renuncia de varios miembros del gobierno profundizaron el resquebrajamiento de la Alianza5. En marzo de 2001 dimitieron los ministros de educación (Hugo Juri) y del interior (Federico Storani); en octubre también renunciaron el jefe del gabinete de ministros (Rodolfo Terragno) y el vicepresidente
(Carlos Álvarez), manifestando su descontento con la aprobación del proyecto de ley de Reforma Laboral -sancionada bajo sospechas de sobornos y actos de corrupción-. A su vez, en ocasión de las elecciones legislativas del mes de octubre hubo altos porcentajes de abstencionismo electoral y el «voto bronca» adquirió notorio protagonismo6.

Frente a este panorama político queremos volver a pensar los acontecimientos de diciembre de 2001, a 10 años del evento; interpretándolos en el marco de un escenario en disputa marcado por diferentes tensiones. En base a ello sostenemos, en primer lugar, que los sucesos del 2001 se constituyen en la actualidad como objeto de debate, representan una ruptura sobre el modo de entender la política, la economía y la sociedad argentina. Asimismo, los hechos que citamos como antecedentes también se inscriben en ese debate, es decir no se configuran como hechos aislados sino que deberían interpretarse en la compleja disputa por los sentidos de lo político.

En el presente artículo esbozamos una lectura construida desde los aportes de la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau (1987, 2002, 2005) y algunas consideraciones sobre la propuesta de la historia de los lenguajes políticos de Elías Palti (2005, 2007), a partir de las cuales pretendemos mostrar tres cuestiones:

a) El carácter constitutivamente contingente y disputado del evento «2001» en cuatro ámbitos de discusión política o de debate7: medios de comunicación -en especial la prensa de referencia o prensa nacional de mayor tirada-, academia8 o campo intelectual propio de las ciencias sociales, movimientos sociales y gobierno.
b) El carácter irruptivo y dislocador de los acontecimientos del 2001 enmarcados en lo que entendemos por protesta social y protesta política9. Cuando nos referimos a la protesta social, estamos pensando en «una categoría que se define desde una zona gris entre las dinámicas de lo político y lo comunicativo. La protesta social es entonces una representación del conflicto dentro de las lógicas de la democracia, es el modo en que ciertos grupos e identidades colectivas luchan por hacer visibles sus demandas, sus reportorios y sus estéticas» (Magrini, 2011: 33) en el espacio público.
c) El carácter redefinible y reconstituible del evento en el marco del post 2001.

Con la intención de referenciar los materiales que han sido utilizados para sostener los argumentos anteriormente mencionados vale señalar que contamos con dos tipos de insumos. Por un lado, fuentes secundarias, literatura sobre el 2001 que será referida a lo largo del artículo y participación en eventos académicos vinculados a la temática10; en su mayoría han contribuido a construir aquella lectura del 2001 como evento en disputa y no acabado totalmente. Por otro lado se reinterpretaron en clave del objetivo aquí propuesto algunos hallazgos de investigaciones previas realizadas por las autoras, que si bien no se propusieron estudiar el 2001, abordaron transversalmente dicho evento11.


El 2001: contexto de lucha y de disputa

¿Por qué creemos que ubicar el fenómeno 2001 como evento dislocador desde una lectura de lo mediado (Martín-Barbero, 2003) y de los contextos de debate (Palti, 2005, 2007) es importante? Porque es en estos espacios de mediación -discusión que se juega lo político, y porque es en estos espacios donde se lucha por imponer una lectura sobre la sociedad argentina contemporánea y sobre las dinámicas políticas del país. En otras palabras, allí es donde se construyen sentidos sobre el pasado, el presente y nuestro futuro.

Siguiendo este planteo, identificamos cuatro ámbitos de disputa que pujan por la definición de las representaciones sobre el 2001: medios de comunicación, academia, movimientos sociales y gobierno. Los cuales esgrimen su propia lectura retrospectiva sobre el 2001, luchan por la interpretación del acontecimiento y a su vez ofrecen respuestas a la dislocación generalizada. Resulta pertinente aclarar que dichos espacios no fueron ni son homogéneos, son escenarios también marcados por disputas hacia adentro. No obstante, aquí nos centraremos en mostrar algunas caracterizaciones comunes de cada uno de ellos para reconstruir el 2001 como evento en disputa.

Respecto al primer ámbito de discusión, consideramos que la dimensión mediática de la cuestión es relevante ya que los medios de comunicación representan una herramienta indispensable para la política, no sólo porque dirigen el foco de la visibilidad pública sobre los problemas y demandas sociales, sino porque construyen marcos de interpretación que nos dicen cómo pensar e interpretar los hechos que difunden. En este sentido, los grandes medios de comunicación en ocasiones contribuyen a la invisibilización de ciertas demandas (como las indígenas, las de comunidades afro-descendientes, de mujeres, entre otras); o se las aborda desde estrategias que resultan nocivas para la lógica de la democracia y la promoción de la tolerancia.

En relación al clima de activa movilización social en la Argentina de principios del siglo XXI, los medios masivos de comunicación contribuyeron a la deslegitimación de la protesta social. Desde el discurso mediático hegemónico se difundió la caracterización del actor piquetero que se tapaba el rostro y manifestaba su violencia armándose con palos y piedras; pretendiendo incluir estos hechos en una narrativa delictiva que no profundizaba en el contenido sino en el modo o forma del reclamo12.

De este modo, las protestas, movilizaciones y demandas de diciembre del 2001 fueron identificadas como el síntoma de la crisis socioeconómica del país y la evidencia de la anarquía política. Las representaciones mediáticas de las protestas estuvieron marcadas por dinámicas y relaciones de tensión con los gobiernos de turno. Esta cuestión ha predominado en la coyuntura reciente de América Latina y, en particular en Argentina, ha cobrado auge a partir del impulso de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sancionada en octubre de 200913 .

Como hemos señalado al inicio, estos ámbitos de debate y de discusión no son homogéneos. Deberíamos entonces relativizar un poco el argumento que estamos presentando con un ejemplo. Recordemos por caso el rol que cumplieron los medios impresos, en especial los reporteros gráficos, para la denuncia de los fusilamientos a sangre fría por manos policiales de Kosteki y Santillán durante la manifestación del 26 de julio 200214. Las imágenes difundidas por la prensa escrita se constituyeron como pruebas más que suficientes del accionar policial y contribuyeron al adelantamiento del llamado a elecciones presidenciales, que fueron convocadas por el entonces presidente interino Eduardo Duhalde (2002-2003).

Ubicamos un segundo espacio de disputa sobre el sentido del 2001 en la llamada «academia». Sociólogos, politólogos, antropólogos, comunicadores y psicólogos sociales parecían ver en medio de la tormenta nuevas estrategias de organización política de la gente en los barrios para palear la crisis. El resurgir de un nuevo modo de hacer política, la emergencia de prácticas democráticas más participativas y formas de economía solidaria, la restitución del lazo social a partir de la creación de nuevas redes de vecinos y trabajadores, fueron algunos de los sentidos más significativos sobre el 2001 que contribuyeron a configurar diversas interpretaciones del fenómeno. Innumerables publicaciones se han dedicado a estos temas desde el 2001 en adelante15, donde los fenómenos más relatados fueron las asambleas barriales, los clubes del truque y las fábricas recuperadas16.

Desde los ámbitos académicos y universitarios se vivió un primer momento de exaltación de la organización autónoma -en términos de auto representación, prácticas horizontales, autogestión-. En otras palabras, se celebraban aquellas formas de organización configuradas «por fuera de la política tradicional», y que permanecían ligadas a la noción de «movimientos sociales»17. Cobró renovado auge la idea de que las nuevas expresiones de acción colectiva -como las que se evidenciaron hacia diciembre de 2001 en Argentina- expresaban un rechazo a la «(.) concepción estado céntrica de la política, donde los cambios sólo eran posibles uniéndose a un partido o a un grupo revolucionario»18. Se enfatizaba entonces que el camino de los movimientos sociales debía darse como una construcción autónoma y desde abajo.

No obstante, esta visión sufrió diversas críticas y varios analistas -principalmente allegados al marxismo- señalaron que contribuía a la profundización de la noción liberal de dos mundos separados: lo social y lo político; olvidando la pertinencia de las discusiones en torno a la distribución de poder y las posibilidades de gestar un proyecto alternativo capaz de disputar la imposición de sentidos al orden dominante19 . Adicionalmente, surgieron algunas visiones que interpretaron el evento no como ruptura sino como continuidad del período previo al 2001, desde este punto de vista «la crisis del 2001» no había modificado en esencia las relaciones político-institucionales20.

En relación a ello, el tercer campo de disputa en torno a las significaciones del 2001, se vivió al interior de las propias organizaciones y movimientos sociales. Las mismas mostraron una importante capacidad para criticar y convocar, pero como correlato quedaron en evidencia sus dificultades para gestar un discurso que pudiera aglutinar a las diferentes demandas y colectivos organizados tras los sucesos de diciembre.

Hacia el año 2003, en medio de las discusiones sobre autonomía y horizontalidad, se bosquejaron referencias a un Estado que «cooptaba» las demandas de los movimientos sociales. Desde nuestra óptica, la frontera autonomía/heteronomía21 no resulta fácilmente identificable. Por tanto, la autonomía no es un lugar; es una iniciativa de acción dentro de una correlación de fuerzas, en el marco de la cual se constituyen los sujetos políticos.

En cuarto lugar, identificamos al escenario gubernamental como otro campo de disputa sobre lo que fue y representa el 2001 en la Argentina. El discurso que logró articular estos sentidos sobre el 2001 desde el gobierno, fue el discurso «K». Desde la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia en el 2003 y posteriormente con el mandato de su esposa Cristina Fernández en el 2007, el gobierno ha representado otro espacio de lucha en el cual el 2001 adquiere relevancia como evento dislocador y representación del colapso del pasado neoliberal frente a un futuro prometedor.

En esta línea, resultan acertadas las consideraciones de Paula Biglieri (2010) al señalar que el presidente Kirchner se erigió como el gran lector de la crisis desatada en diciembre de 2001, en tanto «se presentó desde el inicio de su gobierno como la contracara de la hegemonía de los 90.»22 Se trazaba así una frontera que se constituía por y en un evento, el 2001.

Ahora bien, para el discurso «K» ¿qué hubo antes del 2001? Un pasado nefasto, que se inicia con la última dictadura cívico-militar de 1976, tiene algunos impases con el retorno a la democracia en 1983, -discurso que podría ser pensado como intento fallido de reconstitución democrática-, luego la falla se profundiza con los gobiernos neoliberales de Carlos Saúl Menem (1989-1995 y 1995-1999) y decanta con el interrumpido gobierno de la Alianza (1999-2001).

Desde esta lógica discursiva ¿qué viene después del 2001? un presente y un futuro prometedor «la Argentina de los derechos humanos, la Argentina para todos». En otras palabras, la reconstitución identitaria propuesta por el kirchnerismo implicó una serie de medidas tendientes a hacer justicia sobre los hechos violentos del pasado y a integrar nuevos sectores y demandas; tal es el caso de la política de los derechos humanos, la reivindicación de la militancia setentista y la preocupación del actual gobierno de Cristina Fernández por configurar reglas democráticas más plurales: Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de 2009, Ley de democratización de representación política, transparencia y equidad electoral, conocida como «Ley de Reforma Política», (aprobada por el Legislativo en el 2009 y reglamentada por el Ejecutivo en el 2010), Ley de Matrimonio Igualitario de 2010, Asignación Universal por Hijo de 2011.

Desde esta lógica, el 2001 se convierte en el evento sintomático que mostraría el rechazo de los ciudadanos frente a un modelo económico de exclusión, una política internacional que manifiesta el debilitamiento de la soberanía nacional y la impunidad de los crímenes de lesa humanidad producidos durante el Proceso de Reorganización Nacional.

Finalmente, estos cuatro ámbitos de discusión y debate público, confluyen en un lugar común: su lectura sobre el 2001 ha estado sobredeterminada por la idea de «crisis». Retomando algunas consideraciones de Palti (2010) sobre este concepto, podemos advertir que:

«en la noción de crisis se combinarían una dimensión temporal (un momento de inflexión) con un tipo de operación intelectual (básicamente la de establecer una distinción) (.). Las crisis ordenan, establecen hitos, dan forma y sentido al devenir temporal. A ellas mismas se las puede clasificar, analizar, situar, explicar retrospectivamente e, incluso predecir y tratar de orientar y controlar. La idea de una crisis sin solución, sin sentido aparente, resulta así simplemente inconcebible»23.


En este ensayo entendemos que el 2001 fue un evento dislocador, donde quizás el elemento de ruptura con el período anterior más significativo radicó en la emergencia de un nuevo lenguaje político que reconfiguró el espacio público.

Claramente aquí no intentamos mostrar el evento en disputa como una lucha resuelta, tampoco como un debate entre ganadores y vencidos; se trata más bien de dar cuenta del espacio en el que la cuestión se dirime y se redefine.

«El Evento»: Irrupción y dislocación

Las masivas e intensas movilizaciones de diciembre de 2001 manifestaron el punto máximo de profundización de la crisis de representatividad de los partidos políticos. Se trató de desocupados, asalariados, ahorristas, organismos de derechos humanos, partidos de izquierda, entre otras expresiones, que recurrieron a una amplia variedad de repertorios de acción como el piquete, los cacerolazos y bocinazos; se organizaron en asambleas populares; recuperaron fábricas e impulsaron redes de trueque.

El 12 de diciembre la población de la capital argentina salió a las calles a manifestar su descontento con el gobierno de la Alianza, haciéndose extensivo el malestar por las lesivas consecuencias del modelo neoliberal profundizado en la década del 90. Al día siguiente se declaró un paro nacional con alto acatamiento, mientras en todo el país se vivía un amplio proceso de movilización casi permanente e incluso algunos saqueos.

El estallido se había generado por el anuncio de una serie de impopulares medidas tendientes a restringir la disposición de efectivo y a limitar los pagos públicos. El Ministro de Economía Domingo Cavallo implementó lo que se conoció como el «corralito », un virtual congelamiento de los depósitos bancarios afectando tanto a las cuentas de ahorros como la libre disposición del dinero de los salarios, éste fue el detonante para el conflicto.

El gobierno respondió declarando el estado de sitio, lo que aumentó el descontento popular y culminó con una masiva marcha hacia los lugares y símbolos del poder político. Frente a la Casa Rosada la represión fue muy fuerte dejando altos saldos de muertos y heridos. En la cronología del conflicto de la revista OSAL correspondiente a enero del 2002, se señala que el total de muertos en las jornadas de 19 y 20 de diciembre fue de 32, la mayoría jóvenes. Los detenidos y los heridos sumaron varias centenas.24

Luego de estos episodios el entonces presidente, Fernando De La Rúa, renunció y el cargo quedó interinamente en manos de Ramón Puerta (en su condición de presidente del Senado). El día 21 de diciembre el Congreso acordó entregar el mando a Adolfo Rodríguez Saa -entonces gobernador de la provincia de San Luis- con la intención de convocar a elecciones a la brevedad. Éste propuso ratificar la convertibilidad25, la cesación de pagos de la deuda externa, una reforma en el gabinete que entre los puntos más controvertidos implicaba la eliminación del ministerio de educación y la polémica designación de algunos funcionarios acusados de ilícitos durante la gestión de Menem.

Frente a nuevas protestas, se convocó a una reunión con los gobernadores del Partido Justicialista. En circunstancias un tanto confusas, Saa renunció aduciendo no haber recibido el apoyo de los gobernadores de su partido. Esto condujo a su reemplazo por Eduardo Camaño (en calidad de presidente de la cámara de diputados).26 Finalmente, el 2 de enero de 2002, se nombró al senador Eduardo Duhalde con mandato hasta diciembre de 2003.

La pluralidad de colectivos organizados por aquellos días reconocía la necesidad de articulación para hacer frente a un enemigo común, que mal usaba o abusaba de la política representativa. Se reivindicó entonces la política como causa colectiva. La pérdida de confianza en algunas de las instituciones democráticas, generó por defecto y no por virtud, cierta vigorización y tonificación de la sociedad civil organizada en movimientos sociales (Mirza, 2006). Esta situación condujo a la reconfiguración de las relaciones entre el Estado, el sistema de partidos y los movimientos sociales.

Podríamos decir que operó la lógica de la equivalencia y los actores colectivos se articularon en torno a la búsqueda de respuesta a las demandas que el gobierno negaba u omitía. Cuando decimos que operó la lógica de la equivalencia, nos estamos refiriendo a la construcción de una cadena equivalencial en la que los grupos se ven a sí mismos como operando y coparticipando con otros en la persecución de una meta que se contrapone a otras (Laclau, 2005).

En esta línea, Sebastián Barros (2002) interpreta la crisis del 2001 como una dislocación que desafió a las formas de identidad que se habían logrado estabilizar bajo la cadena de equivalencia «gobierno transparente» con De La Rúa. Se necesitaron entonces nuevas formas de identificación para suturar el espacio dislocado; la articulación de múltiples sectores representada por el lema «piquete y cacerola, la lucha es una sola», representó la equivalencia entre distintos grupos con reivindicaciones particulares diferentes pero que coincidieron en la fuerte oposición a un discurso y a un modelo que -de una forma u otra- les trajo consecuencias negativas, distintas para cada uno de estos sectores pero igualmente lesivas.

 

 

Figura Nº 1: Indagaciones sobre el 2001. Elaboración propia. Fuentes: Laclau E. (2005); Barros (2002).

Conforme a la figura nº 1 el gobierno de la Alianza se constituyó discursivamente desde una oposición al gobierno de Menem, a partir de una doble diferenciación. De un lado, la distinción con una administración que había reproducido las condiciones de desempleo y pobreza; y de otro lado, con una gestión ampliamente corrupta y acusada de falta de seriedad y despilfarro. Frente a ello, la Alianza presentaba su propuesta como honesta y transparente, preocupada por la reactivación de la economía y la equidad social; pero continuaba planteando soluciones procedimentales e institucionales que no pretendían modificar las bases del modelo de país sostenido durante los 90'.

Es en este marco que el 2001 representa un evento dislocador, una protesta que construyó demandas que no podían ser «absorbidas» por el sistema y que requerían no sólo un cambio de gobierno, sino también un cambio de paradigma político; en otras palabras la fragmentación del discurso y el modelo neoliberal27.

Entendemos entonces al 2001 como un evento irruptivo que hizo uso de mecanismos y repertorios de la protesta social. ¿En qué sentido el 2001 puede leerse como un evento dislocador? Para Laclau dislocación es «la forma misma de la posibilidad»28 y es «la fuente misma de la libertad»29. Lo primero refiere a que el enfrentamiento es entre distintas posibilidades y una de ellas se fijará a través de una afirmación hegemónica. No significa que todo resulte posible pero sí que hay una ampliación del campo de lo posible, siempre en una situación relativamente determinada.

En relación a ello, la segunda cita o definición de dislocación propuesta por Laclau apunta a que nunca se logra suturar por completo una formación social ya que conserva fisuras, desajustes. Por lo tanto, como la falla no termina de completarse, es incapaz de determinar al sujeto en forma absoluta. En consecuencia, las identidades se encuentran sólo parcialmente determinadas por la estructura.

Nuestra figura nos muestra entonces, cómo una serie de actores, -desocupados, asalariados, ahorristas, organismos de derechos humanos, partidos de izquierda, clase media, profesionales y estudiantes- logran a través de repertorios propios de la protesta social -cacerolazo, piquetes, bocinazos- articular una serie de demandas en un contexto de incertidumbre y descontento generalizado. Podríamos decir que las demandas que llevan a las protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001 logran articularse en un significante que contiene o condensa el descontento de los ciudadanos con el sistema, el modelo y los políticos, «que se vayan todos».

Sin embargo, diciembre de 2001 también puso de manifiesto que la identificación del neoliberalismo en términos de exterior constitutivo y la multiplicación de espacios de antagonismo no conlleva necesariamente a su desmantelamiento. Primero, porque un proyecto hegemónico requiere de una estrategia de oposición, pero también de una propuesta positiva para el orden social. En otros términos, un proyecto de tal envergadura se construye a partir de la negatividad pero sólo se consolida en la medida que logra constituir la positividad de lo social. Y esto pareció faltar en los grupos y asambleas barriales emergentes tras «la crisis», que se aglutinaron a partir de una demanda que fue adquiriendo características cada vez más vacías30 sin una dimensión propositiva: el famoso lema «que se vayan todos».

Ansaldi (2003) sostiene que el refugio en esta consigna vacía y en prácticas abstractamente horizontales condujo a la pérdida de la oportunidad que se había generado. «(.) Se perdió por falta de organización, de estrategia, de perspectiva y de un programa político. Se podrá polemizar sobre la característica de estas formas organizativas o sobre la amplitud de tales perspectivas, pero no se puede negar que estas son las condiciones para elaborar una política alternativa.»31

La representación relativa que tuvo el significante «que se vayan todos» no fue suficiente para reconstituir el campo político. Si bien, logró poner en jaque al gobierno de la Alianza y fragmentar al discurso neoliberal, no alcanzó a reconstituir-suturar el campo de disputa; para lo que hizo falta la intervención de otro discurso. En ese sentido nos explayaremos a continuación.


Sutura y reconstitución del espacio público post 2001

La dislocación tiene efectos traumáticos, provoca la necesidad de sutura del espacio dislocado y la reinstitución de un sentido de coherencia y orden. Así como presentamos la idea de 2001, primero como un evento que se define en un contexto de disputa y discusión política; segundo como una dislocación; aquí vemos en la instauración y consolidación del discurso kirchnerista un intento de sutura del evento sintomático.

Tal como describíamos, el nuevo escenario que devino con la dislocación estuvo marcado por la primacía de la lógica de la equivalencia y la multiplicación de los espacios de conflicto. Los mismos lograron cuestionar la hegemonía que los sectores dominantes consolidaron en los 90, pero no bastaron para construir una alternativa al modelo. Las demandas equivalentes no lograron inscribirse en un discurso más amplio, por lo que la solidaridad que había emergido a partir de la visibilización de la falla-dislocación se fue desarticulando. Es allí donde podría hablarse de una operación de «transformismo »32 como ruptura de los vínculos que se habían establecido entre las demandas particulares y el nombre de esa cadena equivalencial.

La reivindicación que comenzó a primar fue la de normalidad institucional33, la exigencia de retorno al orden, que efectivamente se fue restableciendo. La cadena equivalencial trazada entre los distintos grupos movilizados fue diluyéndose, por lo que las particularidades privilegiaron sus diferencias por sobre su potencial universal. Los colectivos organizados comenzaron a ser presentados como el obstáculo para esa normalización, de modo que la «cacerola» establecía su antagonismo con el «piquete», en tanto obstruía la libre circulación y amenazaba el orden.34

El discurso de nuevo orden que manifestaron los sectores tradicionales se presentó como alternativa creíble frente a la crisis generalizada. Distintos grupos sociales creyeron que tenían mucho más que perder si apoyaban un cambio estructural y no quisieron volver a las situaciones de crisis experimentadas en el pasado35: el autoritarismo de los 70, la hiperinflación de los 80, el neoliberalismo de los 90 y el colapso de 2001.

El gobierno de Néstor Kirchner, instaurado en 2003, logró reanimar aquella inicial promesa de asociación entre la democracia y el bienestar que había marcado los inicios de la transición democrática y que pareció hundirse en los sucesos de 2001. En esta línea de interpretación, Gerardo Aboy Carles (2005) sostiene que el gobierno de Kirchner se caracterizó por una ruptura en dos tiempos (de corto plazo con los 90 y de largo plazo con la dictadura de 1976), logrando significar retroactivamente la crisis de 2001 para constituirse como una respuesta a sus posibles demandas.

«Convocamos al trabajo, al esfuerzo, a la creatividad, para que nos hagamos cargo de nuestro futuro, para que concretemos los cambios necesarios para forjar un país en serio, un país normal, con esperanza y con optimismo. (...) Vengo a proponerles un sueño, quiero una Argentina unida. Quiero una Argentina normal. Quiero que seamos un país en serio.»36

Este párrafo del discurso de asunción de Néstor Kirchner a la presidencia en el 2003, convoca a la construcción entre todos de un «país normal», muestra un enunciador -la misma figura del presidente electo- como síntesis o nombre de esa cadena que reivindicaba normalidad y orden, dando continuidad al proceso que se había iniciado con Eduardo Duhalde37. Así, Kirchner volvió a colocar al Estado en el centro de la escena política porque fue pensado como la única instancia capaz de restablecer el tejido social, económico y político. El Estado era el actor de la recomposición y los partidos políticos los canales indiscutidos para la representación y canalización de las demandas.

Durante el gobierno de Kirchner se hizo eco de las solicitudes de múltiples organizaciones sociales, tomándolas como pilares de su construcción discursiva y de algunas medidas de gestión (los derechos humanos, combatir la pobreza y el desempleo, la redistribución del ingreso, la soberanía, entre otras). De allí que muchos colectivos organizados interpretaron que sus objetivos podrían alcanzarse estrechando los vínculos con el gobierno y apoyando a la gestión de Kirchner.

Fue así como el presidente electo -y no una organización social o un partido emergente- se erigió como la figura que vino a suturar una comunidad herida.

«Actuaremos como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes que quieren estar a la altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes responsabilidades que en la representación del pueblo se nos confieren.»38

«Por eso, de nosotros no esperan anuncios rutilantes; día tras día trabajando, como ustedes lo hacen en sus trabajos, porque el presidente, o el ministro o el gobernador definitivamente no son una casta diferente, somos hombres comunes (.)».39

Dichos fragmentos dan cuenta de una operación ya utilizada por otros discursos de corte populistas40 en la Argentina -yrigoyenismo y peronismo, por nombrar los dos ejemplos más evidentes- por la cual el Presidente buscó atenuar la brecha entre clase política y sociedad civil, autonominándose como «uno más del pueblo», alentando el movimentismo y escapando de los formalismos de protocolo.

El discurso kirchnerista logró entonces asumir la representación de las demandas post 2001. No se trataba de un líder sindical, ni de las organizaciones sociales, ni siquiera de un «outsider»; sino que provenía del seno mismo de la política que colapsó hacia fines de siglo. Desde el gobierno se reinventó un discurso que contuvo a diversos sectores, interpelándolos para que se involucraran en la construcción y consolidación del «modelo nacional y popular».

Sin embargo, esta sutura no fue ni es una restitución estable; como toda configuración hegemónica es constitutivamente contingente e histórica y sumida en una puja constante por otros campos de producción discursiva que le disputan la interpretación de la política41 .

Consideraciones finales. «reinvenciones sobre el sentido de lo político»

A lo largo de este artículo se sostuvo la idea de que los eventos irruptivos no pueden pensarse fuera del contexto de debate en el que se enmarcan; es decir, sin dejar de mostrar que justamente aquello que se define como irrupción, en tanto acción política relativamente articulada, depende de un campo de discusión política.

En este sentido, hemos señalado cómo cada escenario de debate construyó representaciones en tensión sobre el 2001: 1) 2001 como síntoma de la crisis socioeconómica del país, de anarquía política y estigmatización delincuencial del «piquetero» (narrativa mediática); 2) 2001 como crisis de representación política que posibilitó la emergencia de nuevas prácticas democráticas, nuevas formas de economía solidaria, nuevos tipos de organización política; frente a lecturas del 2001 como consecuencia directa de políticas previas al evento (academia); 3) 2001 como crisis de un modelo de exclusión, como evento de resistencia y lucha de las víctimas de las políticas neoliberales y como representación de las demandas populares (movimientos sociales); 4) 2001 como crisis del Estado neoliberal y como fisura que abrió nuevas interpretaciones sobre el pasado argentino y sobre el futuro del país (discurso «K»).

Luego sugerimos que más allá de la oposición entre dichas representaciones sobre el 2001, las mismas estuvieron sobredeterminadas por la noción de «crisis». Desde esta línea de interpretación, se pone en cuestión «lo social» en tanto realidad completa o acabada y se advierte su constitución como sistema de relaciones sedimentadas, donde es posible identificar huellas de actos de afirmación hegemónica. En otras palabras, la sedimentación de lo social remite a esa dimensión política originaria, a aquellos mecanismos de poder que hicieron posible su afianzamiento. Por ello se sostiene el carácter necesariamente disputado, redefinible, mediado y posiblemente, reinventable, de todo fenómeno social y político. De allí que no hay situaciones naturales, actores prefijados o discursos instaurados de una vez y para siempre.

Los sucesos de diciembre de 2001, evidencian nuevamente la presencia del conflicto como una instancia constitutiva de lo político. Ello nos remite a la idea de lógica agonística (Mouffe, 2003) donde la democracia, lejos de eliminar el conflicto, debe convivir con las permanentes amenazas de otros discursos-adversarios que le disputan la significación de los fenómenos políticos.

Insistimos en los sucesos de diciembre de 2001, no sólo por las mencionadas consecuencias políticas en el contexto nacional y las implicancias en los espacios territoriales más pequeños; sino también por su contribución a la apertura de espacios para la expresión y visibilización de actores, demandas y problemas. Asimismo, la impronta de este evento redunda en la posterior emergencia de propuestas alternativas en términos de organización social y creación de proyectos políticos populares.

Es en esta línea que ubicamos la emergencia del discurso kirchnerista como intento de sutura, y como un indicador de la performatividad del significante vacío. Esto implica que aquello que dice la sociedad argentina post 2001 se construye performativamente a partir de un discurso que articula múltiples sentidos disponibles, presentándose como respuesta a la dislocación y retomando referencias a la relativa estructuralidad del contexto.

Notas

1 Trabajo recibido el 30/09/2011. Aceptado el 15/12/2011
2 UNQ-CONICET
3 UNRC-CEA/UNC-CONICET
4 Recordemos que ambas figuras fueron ministros de economía del gobierno de Fernando de la Rúa, quien asumió la presidencia en 1999 período que debía extenderse hasta el 2003, y fue interrumpido por los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001.
5 La Alianza se conformaba a partir de la unión electoral entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (FREPASO). Dicho acercamiento quedó plasmado en la fórmula presidencial para las elecciones de 1999: De La Rúa (candidato a presidente, de las filas de la UCR) y Carlos Álvarez (candidato a vicepresidente, proveniente del FREPASO).
6 El voto bronca se expresó a través de la elección por el personaje de historietas Clemente («no roba porque no tiene manos») o el «voto inodoro», constituyéndose en la primera minoría; mientras que la izquierda en sus diversas facciones superó el millón de votos. Para mayores referencias al respecto véase GORDILLO (2010).
7 Esta idea se encuentra vinculada a la perspectiva de la historia de los lenguajes políticos de Elías PALTI (2005, 2007), para quien todo fenómeno es constitutivamente histórico, contingente y disputado; por lo tanto para dar cuenta de aquella contingencia constitutiva deberíamos
reconstruir los contextos de debate en los que dichos fenómenos se inscriben. En otras palabras, se trata de dar cuenta de aquellos supuestos y premisas sobre los que se configura el discurso público.
8 Vale aclarar que con el término «academia», aquí nos estamos refiriendo al restringido espacio de la producción intelectual sobre el 2001 de las Ciencias Sociales en ámbitos universitarios del país.
9 Es importante aclarar que, aunque los movimientos sociales no alcancen a constituirse como partido ni pretendan hacerlo, necesariamente guardan relación con el poder y con el Estado; de allí que la denominación «social» no debería entenderse como negación de su carácter político (QUIROGA, 2011: 88).
10 Se han tomado como materiales de trabajo exposiciones públicas escuchadas y recogidas del evento «A diez años del 2001», organizado por la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de Río Cuarto. De allí resultaron valiosas: 1) las voces de los activistas del Movimiento de Ciudadanos Autoconvocados, quienes contaron cómo fue su participación durante los meses anteriores a diciembre de 2001, durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre de dicho año y lo que podríamos denominar «el post 2001». De dichas enunciaciones resultó valiosa la interpretación exhibida desde el interior, no sólo de la Argentina, sino de la provincia de Córdoba. 2) la voz de un representante del entonces gobierno de la ciudad de Río Cuarto (Jorge Hernández), 3) el análisis realizado por investigadores y cientistas sociales de diversas disciplinas que han dedicado numerosos trabajos a la interpretación de los sucesos de diciembre del 2001, sus antecedentes y consecuencias; especialmente la intervención de Mónica Gordillo (historia), Guillermo Oglietti (economía) y Germán Pérez (politólogo).
11 Tal es el caso de la tesis doctoral en curso de María Virginia QUIROGA: «Constitución y redefinición de identidades políticas en experiencias de movilización social de Argentina y Bolivia. La CTA y el MAS-IPSP en el período 2000-2005»; investigación financiada por CONICET a través de una Beca Doctoral Tipo II. De allí se retomó parte del material bibliográfico recogido sobre protesta social, entrevistas realizadas por la investigadora a dirigentes y activistas de la CTA, así como discursos pr esidenciales durante el primer gobierno de Néstor Kirchner. De igual modo, fue retomado el trabajo realizado por Ana Lucía Magrini durante el período 2009-2010 en conjunto con el comunicador colombiano Omar Rincón en el marco de investigaciones desarrolladas por el Centro de Competencia en Comunicación para América Latina - C3 de la Fundación Friedrich Ebert en Colombia-FESCOL. El producto de dicho trabajo conjunto fue la publicación de dos textos: RINCÓN, O, y MAGRINI A, L, (2010a) «Mucho gobierno y muchos medios, poco periodismo y pocas ciudadanías» y Rincón O., Magrini A. L. y Rabinovich E. (Editores) (2011) «»Vamos a por tarnos mal». Protesta social y liber tad de expresión en América Latina». Por otro lado, este artículo también se nutre de una serie de reflexiones teóricas de la investigación doctoral en curso de Ana Lucía MAGRINI -«De la narrativa al discurso. Un análisis de
las narrativas, voces y sentidos del discurso gaitanista en Colombia (1928-1948) y el discurso peronista en Argentina (1943-1955)» . Investigación financiada por CONICET a través de una Beca Doctoral Tipo I. Si bien se trata de una investigación que aborda un período anterior al fenómeno aquí analizado, el enfoque interdisciplinar allí propuesto -que se nutre de la historia de los lenguajes políticos, la comunicación como mediación y la teoría de la hegemonía- ha contribuido a pensar el 2001 como un evento en disputa, destacando la relevancia de reconstruir no sólo los contextos de emergencia sino también los contextos de debate.
12 Este tipo de representación mediática se hizo más visible hacia el año 2002, cuando los grandes multimedios contribuyeron a exacerbar las diferencias de los sectores movilizados presentados desde una narrativa de contraposición de derechos. Por un lado, aquellos ciudada-
nos que tenían el derecho legítimo de transitar libremente por las calles y rutas del país; y por otro lado, quienes obstaculizaban esa prerrogativa realizando cortes de vías (piquetes) como repertorio privilegiado para manifestar el descontento social.
13 Entre las medidas adoptadas por la legislación (Ley Nº 26522) se destacan: los límites a la cantidad de licencias para impedir la concentración del mercado mediático y la disposición de un tercio del espectro radioeléctrico destinado a ONGs (LUDUEÑA, 2010: 263-288).
14 La masacre de Puente Pueyrredón -que une la localidad de Avellaneda con la ciudad de Buenos Aires- el 26 de junio de 2002, evidencia el fuerte aumento de la criminalización de la protesta y la represión durante la gestión de Eduardo Duhalde. En dicha ocasión, una manifestación piquetera fue duramente reprimida y terminó con el fusilamiento de dos militantes del MTD Aníbal Verón (Movimiento de Trabajadores Desocupados): Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Para mayores datos véase: (QUIROGA, 2010: 47-48).
15 Quizás uno de los textos más referenciados sobre el 2001 sea el trabajo de Mónica GORDILLO (2010) «Piquetes y cacerolas. El 'Argentinazo' del 2001". Allí la autora realiza una exhaustiva presentación y análisis del contexto de protestas sociales durante los 90' configuradas en respuesta al modelo neoliberal, las manifestaciones desarrolladas durante todo el 2001 hasta llegar a los meses de octubre y diciembre de dicho año. Este texto se aparta de las interpretaciones que veían en el 2001 el inicio de nuevas protestas. Desde una lectura histórica
la autora intenta demostrar la continuidad del 2001 frente al contexto de los 90' en Argentina y desmitificar el carácter eventual de los días 19 y 20 de diciembre al incluirlos en una cronología más amplia. Para un estudio de nuevos tipos de organización social y política durante el 2001 pueden consultarse los diversos artículos de Germán Pérez, en especial: PÉREZ (2010) «Genealogía del quilombo: una exploración profana sobre algunos significados del 2001»; como así también las publicaciones de Maristella Svampa, específicamente: SVAMPA, Maristella (2011) «Argentina, una década después. Del «que se vayan todos» a la exacerbación de lo nacional-popular». Para una reflexión que incluye voces de los actores y sus lecturas post crisis véase: GÓMEZ, Marcelo y MASSETTI, Astor (2009) «Los movimientos sociales dicen: conversaciones con dirigentes piqueteros ».
Otro texto frecuentemente referenciado es el de ZIBECHI, Raúl (2003) «Genealogía de la revuelta. Argentina, una sociedad en movimiento».
16 Consúltese por ejemplo la obra de FERNÁNDEZ, Ana María y colaboradores (2008) «Política y subjetividad. Asambleas barriales y fábricas recuperadas».
17 Véase: ZIBECHI (2003).
18 HOLLOWAY John (2001) «El zapatismo y las ciencias sociales». En: OSAL nro. 4, Junio. CLACSO. Buenos Aires. Pág. 171-176.
19 Pueden encontrarse alusiones en tal sentido, por ejemplo, en la obra de Atilio BORÓN (2006).
20 Para un análisis del estado de la cuestión y de la recomposición hegemónica post 2001 véase: Alejandro GROPPO (2011).
21 La dificultad en la delimitación de las fronteras entre autonomía y heteronomía se hace expresamente notoria en diversas organizaciones del campo popular argentino a partir del gobierno de Néstor Kirchner; un ejemplo de ello lo constituye la Central de Trabajadores de la Argentina, donde para algunos sectores se debía acompañar decididamente a la gestión kirchnerista (el caso de la Federación Tierra y Vivienda, encabezada por D'Elía ), y para otros (el ala más cercana al sector de De Gennaro) resultaba necesario apartarse de las opciones electorales y preser var la autonomía frente a las ambigüedades del gobierno.
El debate entre autonomía y heteronomía también se manifiesta en el campo intelectual donde para algunos analistas durante la gestión de Néstor Kirchner se consagraría un patrón de subordinación al Estado de los principales movimientos sociales (SVAMPA, 2006 y 2008; BORÓN, 2007); mientras que para otros lo importante es preguntarse por las consecuencias de las relaciones establecidas entre kirchnerismo y movimientos sociales en términos de construcción de alternativas políticas complejas y superadoras (CORTES, 2009; MASSETTI, 2009).
22 BIGLIERI Paula (2010) «El retorno del pueblo argentino: entre la autorización y la asamblea. La emergencia de la era kirchneirsta.» En Studiae Politicae, nro. 20. Córdoba: Universidad Católica de Córdoba. Pág. 141.
23 Elías PALTI (2010) Verdades y saberes del marxismo. Reacciones de una tradición política ante su «crisis». Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pág. 14-15.
La idea de crisis sin solución es inconcebible, de allí que toda interpretación sobre la crisis suponga -más o menos explícitamente- su resolución, en nuestros términos una sutura del evento dislocador.
Vale señalar que el concepto de «crisis» utilizado por Palti para establecer un análisis en clave histórico-intelectual de las transformaciones recientes en la tradición marxista, es mucho más complejo que el aquí señalado. La noción de crisis a la que acude este autor no remite una crisis más entre otras posibles, sino a «una verdadera crisis conceptual» que «comienza con la puesta en crisis del propio concepto de crisis» (PALTI, 2010: 17-18).
24 Cronología del Conflicto Social-Argentina (2002) Revista OSAL nro.6. Buenos Aires: CLACSO. Pág. 73.
25 La convertibilidad fue una de las políticas más significativas durante los 90', establecía por ley un sistema monetario fijo que aseguraba el valor de la moneda argentina con respecto al dólar (un peso convertible argentino= un dólar estadounidense).
26 Esta compleja sucesión presidencial derivó del hecho de que no había vicepresidente, ya que Álvarez había renunciado unos meses antes. De allí que al dimitir el presidente y no haber vicepresidente, el poder recayó según disposición constitucional en los presidentes de las cámaras parlamentarias (Puerta primero -en tanto presidente de la Cámara Alta- y Camaño después -en su calidad de presidente de la Cámara Baja).
27 Entendemos por discurso una noción no divorciada entre «lo que se dice» y «lo que se hace». Retomando las reflexiones de Ernesto LACLAU (2002, 2005) todo discurso implica también prácticas.
28 LACLAU Ernesto (2000) Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Buenos Aires. Pág. 58.
29 Ibíd. Pág.76.
30 Recordemos que para la teoría del discurso propuesta por LACLAU (2002, 2005) los significantes vacíos más que ser «significantes sin significado» se constituyen desde una lógica de exceso de significación. Se trata de dos caras de una misma moneda, la lógica de los significantes tendencialmente vacíos conlleva, de un lado, amplitud de las cadenas equivalenciales y de otro lado su «pobreza» de contenido, en la medida en que el significante debe hacerse tendencialmente más vacuo e impreciso para abarcar nuevas demandas.
31 ANSALDI, Waldo (2003): El Faro del fin del Mundo. La crisis de 2001 o cómo navegar entre el riesgo y la seguridad. Disponible en: http://www.catedras.fsoc.uba.ar/udishal Consultado el: 12/02/2008. Pág. 38.
32 ANSALDI (2003), retomando las ideas gramscianas, describe al transformismo como una cooptación de cuadros dirigentes, una integración de los líderes o intelectuales de la subalternidad por parte de las clases dominantes. En este trabajo, con transformismo se alude a ese mismo mecanismo pero apuntando a la absorción de demandas, con la consecuente ruptura del nexo equivalencial a partir de la satisfacción individual de éstas.
33 Para SVAMPA (2006) esta demanda encontró su traducción política en la institucionalización de las organizaciones sociales movilizadas y en la tendencia al cierre del espacio público.
34 Esto también como resultado del consenso anti piquetero al que nos referíamos antes, difundido por los medios de comunicación.
35 Tal como explica LACLAU (2005: 119) en el ejemplo de la Francia de 1832, las clases medias prefirieron buscar alternativas dentro del marco institucional existente antes que arriesgar una alianza con fuerzas que percibían como una amenaza creciente.
36 KIRCHNER, Néstor (2003a): discurso de asunción. 25 de mayo, Buenos Aires.
37 En las elecciones de 2003, Duhalde (presidente saliente) otorgó su apoyo al candidato Néstor Kirchner, incluso algunas versiones identificaban al gobernador santacruceño como «títere de Duhalde».
38 KIRCHNER, Néstor (2003a): discurso de asunción. 25 de mayo, Buenos Aires.
39 KIRCHNER, Néstor (2003b): discurso pronunciado en un acto de firma de acuerdo con los docentes. 3 junio, Buenos Aires.
40 En este ensayo partimos de una noción no peyorativa de populismo intentando rescatar el valor analítico de la categoría. Desde la propuesta de LACLAU (2005) el concepto de populismo se opone a las nociones auto-descriptivas del fenómeno que lo conciben como una experiencia histórica acotada única e irrepetible. Esta noción no esencialista de populismo implica la construcción discursiva de un pueblo, una forma-lógica de lo político, por lo tanto no podemos encontrar un contenido ideal o normativo previo a la constitución del fenómeno. Este se construye a partir de una serie de relaciones antagónicas y se trata de un fenómeno contingente, flexible, no cerrado y constantemente disputado (RINCÓN y MAGRINI, 2010b).
41 Aunque esta cuestión excede los objetivos de este ensayo no podemos dejar de señalar un episodio de tensión y debate que inflexionó el discurso «K», la llamada «crisis del campo» de marzo a junio de 2008 a partir de la Resolución 125. En dicha ocasión, se enfrentaron los sectores agropecuarios del país que hicieron uso de diversos repertorios de la protesta social, primando el «piquete» y cortes de rutas. La principal demanda era oponerse a la decisión del gobierno de aumentar a través de un sistema móvil las retenciones a las exportaciones de granos (soja y girasol).

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