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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.26 Córdoba dic. 2011

 

 

Algunos comentarios en torno a las modificaciones actuales en el sistema de partidos argentino (1983-2011)1

Hugo Ramos2

 


Resumen
En el presente trabajo se consideran los cambios y continuidades en el sistema de partidos argentinos desde el regreso a la democracia en el año 1983 hasta la actualidad, si bien el eje del análisis se centra en el período 2001-2011. En particular, se examinan la dinámica, tendencias generales y principales actores del sistema de partidos antes del colapso de fines del año 2001 para compararlos con el proceso que se desarrolla a lo largo de toda la siguiente década, señalando lo que a nuestro criterio constituyen las principales rupturas y continuidades.

Palabras claves : partidos políticos, sistema de partidos, bipartidismo, política argentina, rupturas y continuidades

Abstract
In this paper, the changes and continuity in the Argentinian Political Party System will be considered from the reestablishment of the democracy (1983) to date, although the core of the analysis will be the 2001-2011 period. The focus will be specially in the study of the dynamics, general trends, and main actors of the party system before the 2001 collapse, in order to compare them with the process which has been taking place throughout the following decade, pointing out those things that, to our understanding, constitute the main changes and continuities.

Key words: political party, par ty system, twoparty system, argentinian politics, changes and continuities


 


Introducción
En los últimos años se observan nuevos fenómenos a nivel del sistema de partidos3 argentino de difícil comprensión. Las cambiantes coyunturas electorales han alterado el tradicional esquema político partidario sin que alcance a definirse claramente quienes son los actores relevantes, en base a qué organizaciones partidarias y cuál es el tipo de relación que mantendrán con el oficialismo. En ese sentido, la incógnita proviene principalmente del campo no justicialista, aunque las divisiones y reformulaciones al interior del PJ también provocan fuertes incertidumbres en el cuadro político actual.

En este marco, el presente artículo se propone: 1-identificar algunas de las tendencias que desde el regreso a la democracia se han manifestado a nivel del sistema de partidos; 2-analizar la dinámica partidaria nacional considerando elementos del nivel provincial que puedan ayudarnos a comprender las modificaciones y; 3-señalar algunas de las probables tendencias a la luz de los aportes mencionados en los puntos anteriores. Para ello, nos valemos principalmente de los datos electorales del período 1983-2011 en las categorías de Presidente, Diputados Nacionales, Senadores Nacionales, y Gobernadores, que complementamos con una selección de análisis previos realizados por especialistas en la temática.

De la ilusión del bipartidismo a la desarticulación del sistema (1983-2001)

De acuerdo a una definición ya clásica «existe un formato bipartidista siempre que la existencia de terceros partidos no impide que los partidos principales gobiernen solos, esto es, cuando las coaliciones resultan innecesarias». En los presidencialismos el gobierno presidencial tiene como «contraparte parlamentaria (.) una mayoría absoluta de escaños que alterna entre dos partidos (aunque no necesariamente de forma sincrónica con la Presidencias)» (Sartori, 1992: 234). El autor enumera las normas que a su criterio caracterizan al bipartidismo: la existencia de dos partidos en condiciones de competir por la mayoría absoluta de escaños (i), que uno de los dos logre esa meta (ii) y que esté dispuesto a gobernar solo (iii), manteniendo la expectativa de rotación en el poder (iv). En el caso argentino, donde las Cámaras del Congreso se renuevan parcialmente en elecciones intermedias, la mayoría absoluta de escaños ha resultado ser una meta muy difícil de lograr y mantener, lo que torna dificultosa el cumplimiento de la condición (ii)4.

Sin ánimos de aplicar de forma estricta esta conceptualización, el sistema de partidos que se configuró luego de la última dictadura militar tuvo como actores principales -aunque no exclusivos- a dos partidos: el radicalismo y el justicialismo. En efecto, en las primeras elecciones de la época democrática (1983) entre ambos obtuvieron el 91,7%5 de los votos positivos en la categoría de Presidente y el 86,18% en la categoría de Diputados Nacionales6. A nivel de las gobernaciones, solo tres quedaron en manos de otros partidos, mientras que la UCR y el PJ se repartieron las restantes 227. Seis años más tarde, el 79,98% de los votos positivos se concentraron en los mismos dos partidos en la categoría de Presidente y el 73,57% en el caso de Diputados Nacionales. Si bien las elecciones a gobernador, realizadas dos años antes (1987), dieron cuenta de una abrumadora victoria del justicialismo (17 gobernaciones frente a 2 de la UCR)8 no es condición para definir al formato bipartidista que los cargos y/o escaños se repartan equilibradamente entre los actores principales, por lo cual la elección de 1987 sólo pareció indicar una temporaria debilidad del radicalismo.

A los partidos provinciales con capacidad para acceder a puestos ejecutivos locales debemos sumar los partidos nacionales que en diversas elecciones constituyeron pequeñas pero importantes «terceras fuerzas»9. Tanto las terceras fuerzas minoritarias como los partidos provinciales han sido relevantes para comprender la dinámica política argentina. Cabe recordar en este sentido la histórica sesión del 14 de marzo de 1984 cuando fue rechazado el proyecto de ley de Reordenamiento Sindical presentado por el Ejecutivo por sólo un voto de diferencia, a cargo de un legislador del Movimiento Popular Neuquino. Si bien se trató de una situación inusual, esa votación tradujo ciertas particularidades del sistema de partidos en esos años que se mantendrían en los primeros años 90: la imposibilidad de que el partido coyunturalmente a cargo del Ejecutivo gobierne solo -en el sentido estricto del término- y la importancia del nivel provincial a la hora de considerar la dinámica político-partidaria nacional.

Retornando al planteo de Sartori (1992), aún cuando el formato partidista argentino no se ajustaba exactamente a lo planteado para el bipartidismo, durante los 80 sí parecía traducir una mecánica de este tipo: una competencia de tipo centrípeta, con dos actores partidarios centrales de carácter nacional con «cuasi igualdad competitiva» y escasa polarización. Las elecciones de 1989 dieron cuenta de esa mecánica al permitir el acceso al poder del justicialismo10.

En los inicios de los años 90 esa dinámica no varió: en 1991 el PJ obtuvo el triunfo en las elecciones a Diputados, incrementando su porcentaje de escaños al 46,85%, muy cerca de la mayoría. La UCR, por su parte, redujo su presencia a 85 Diputados, el 33,45% de los escaños totales. En el Senado, el PJ ya había superado en 1989 el 50% de los escaños, y alcanzó el 62,5% (30 Senadores) mientras que la UCR descendió de 14 (30,5%) a 11 (23%). En contraposición, los radicales duplicaron el número de gobernaciones sumando Chubut y Catamarca a Córdoba y Río Negro. Los partidos provinciales también incrementaron su importancia: el Partido Renovador se hizo con la gobernación de Salta y Acción Chaqueña con la del Chaco. Un año después, el Movimiento Popular Fueguino ganó en la nueva provincia de Tierra del Fuego y en 1993 el PAL volvió a controlar Corrientes. Sólo el Partido Bloquista no logró continuar al frente de San Juan.

Sin embargo, la aparente continuidad se vio bruscamente interrumpida apenas dos años después con la emergencia de una tercera fuerza con aspiraciones nacionales: el Frente País Solidario (FREPASO). El partido nació como Frente Grande (FG), fusión de pequeños partidos de izquierda, grupos de disidentes peronistas y personalidades independientes con militancia en diversas organizaciones, en particular en organismos de derechos humanos. Sus iniciales éxitos electorales en la Ciudad de Buenos Aires (1993) y en las elecciones para la Convención Nacional encargada de reformar la Constitución al año siguiente abrieron la puerta para una amplia alianza que incluyó al Partido Socialista Popular y al Partido Socialista Democrático junto con una nueva división del peronismo, conducida por el senador nacional de Mendoza José Octavio Bordón. El FREPASO obtendría un inédito segundo lugar en las elecciones presidenciales del año 199511 mientras que la UCR sólo conseguiría el 16,8% de los votos positivos en la categoría presidencial y el 21,7% en Diputados.

De acuerdo a Sartori (1992: 244) los sistemas bipartidistas «no representan una solución óptima más que cuando funcionan, esto es, siempre que presuponen y/o producen una sociedad política muy consensual caracterizada por unas distancias ideológicas mínimas. De ahí que cuando (.) no funciona[n] (.) debamos prever que los partidos pasarán a ser más que dos». Bajo esta lógica, lo que demostraba la emergencia del FREPASO era que el bipartidismo «no funcionaba». Ahora bien ¿Por qué no funcionaba?

En este sentido, es claro que entre fines de los años 80 y principios de los 90 los dos grandes partidos históricos coincidieron en una serie de tópicos que posteriormente fueron puestos en práctica por el gobierno justicialista: privatizaciones; desregulación y reformulación del rol del Estado. El acuerdo básico en torno a las reformas se plasmó en el apoyo que otorgó la bancada de la UCR a las propuestas del justicialismo12 que no suscitaron mayores resistencias, más allá de desacuerdos puntuales. El alineamiento común de importantes sectores de ambos partidos y, posteriormente, el Pacto de Olivos entre los máximos líderes en relación a la reforma constitucional, dejó «un espacio vacante que fue ocupado por un nuevo partido, el Frente Grande» (Abal Medina y Suárez Cao, 2002: 179). En este sentido, el Pacto marcó un parteaguas decisivo: «fue la oportunidad que se le presentó al naciente FG para realizar su más fuerte salto electoral y posicionarse (.) como la «verdadera» oposición» (Abal Medina, 2006: 63)13. Sin embargo, el discurso progresista del partido se orientó más hacia la impugnación del orden y las prácticas políticas de los partidos tradicionales que a la formulación de alternativas ciertas en el campo económico. Las prácticas corruptas y cuasi mafiosas del menemismo abrieron pronto un espacio de convergencia con el radicalismo: la posibilidad de derrotar al PJ en las urnas fue el motor de un acercamiento mutuo sellado en las elecciones legislativas nacionales del año 1997.

La emergencia de un tercer partido de alcance nacional se saldó entonces con una nueva articulación del sistema de partidos en torno a dos polos partidarios, uno de los cuales agrupaba a dos organizaciones con trayectorias y formas organizativas disímiles, siendo el FREPASO en sí mismo una alianza interpartidaria.

Los resultados de las dos próximas elecciones favorecieron ampliamente a los nuevos aliados: en 199714 lograron obtener el 46,87% de los votos frente al 36,33% del justicialismo en la Cámara de Diputados, lo que se tradujo en 111 escaños en relación a los 119 del PJ. Dos años después la bautizada Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación se impuso a nivel nacional con Fernando De la Rúa (UCR) como candidato a presidente y Carlos «Chacho» Alvarez (FREPASO) a vicepresidente. Poco más de 10 puntos porcentuales (48,37% frente a 38,27% del candidato del PJ) dieron cuenta de la nueva relación de fuerzas. Sin embargo, esos resultados se atenuaron en las otras categorías en disputa: a nivel de la Cámara de Diputados, si bien la Alianza obtuvo el 43,7% de los votos, no logró la mayoría absoluta. Del total de bancas, 102 quedaron en manos del justicialismo frente a las 123 controladas por las fuerzas propias. La Cámara de Senadores siguió en manos del PJ (39 escaños frente a 22) mientras que a nivel de las gobernaciones, 13 fueron obtenidas por el justicialismo15 y 11 por la Alianza16.

Quebrando las tendencias anteriores, que daban cuenta de una menor concentración del voto en los dos principales partidos, en 1999 el 86,65% de los votos positivos tuvieron como destinatarios a la Alianza o al PJ. En comparación, estos guarismos habían sido del 61,7% en 1995 y del 80% en 1989. La concentración del voto fue notoria en la categoría de gobernador: sólo en una provincia, Neuquén, un partido provincial logró retener el cargo en disputa (MPN). Por otro lado, una tercera fuerza, Acción por la República logró posicionarse a nivel nacional con poco más del 10% de los votos positivos17 .

La segunda década finalizó entonces a nivel del sistema de partidos con la mecánica bipartidista aparentemente incólume. Sin embargo, el fracaso de la gestión de la Alianza pronto daría cuenta de la fragilidad del armado político que traducía no sólo la Alianza en sí misma, sino también la estructura de un sistema de partidos articulado en torno a dos polos.

De acuerdo a Cheresky y Blanquer (2003: 42) los resultados de las elecciones legislativas nacionales del año 2001 «marcaron una discontinuidad brusca respecto al ciclo electoral precedente. Estuvieron signadas por un retroceso de las opciones tradicionales y (.) por la irrupción del voto negativo en sus diferentes manifestaciones (voto nulo y blanco)».

Desde nuestra perspectiva, esta afirmación puede discutirse al menos en parte: por un lado, el retroceso se manifestó principalmente en una de las opciones electorales, la Alianza, que solo obtuvo el 22,3% de los votos positivos (la mitad de la elección anterior); en el caso del justicialismo el porcentaje obtenido fue mayor que en la elección anterior (35,8% frente al 32,25% en la categoría de Diputados Nacionales). En números absolutos la Alianza obtuvo 3.171.132 votos frente a los 8.084.390 de 1999; el justicialismo 4.993.471 frente a los 5.977.097 de ese año; la Alianza obtuvo entonces un 60,77% menos de votos positivos en tanto el PJ sólo perdió el 16.45% de los votos. Por otro lado, y como bien plantean los autoers, el electorado prefirió anular su voto o votar en blanco antes que incrementar su apoyo a terceras opciones que sí estaban disponibles, en particular el ARI (Asociación por una República de Iguales)18. Este partido obtuvo el 4,92% de los votos, lo que está en línea con el porcentaje promedio obtenido por terceras fuerzas en sus primeras elecciones nacionales. Estos números indican que más que discontinuidades bruscas lo que se manifestó en la elección del 2001 fue una profundización del proceso de disgregación del «polo no peronista» del sistema.

En este sentido, la presencia institucional de los actores partidarios, ya sea en el ámbito de la Cámara de Diputados o de Senadores es un mal indicador de las tendencias a largo plazo del sistema de partidos. En efecto, la renovación parcial de ambas Cámaras sólo traduce de forma limitada los resultados de las elecciones. Si bien esto provee de estabilidad al sistema político en el corto plazo también impide que las preferencias de los electores tengan una traducción inmediata a nivel institucional. En el año 2001 la fortísima derrota de la Alianza se tradujo en una reducción de sólo el 21% de sus Diputados (de 123 a 97) mientras que el PJ incrementó su número un 13% (de 102 a 117)19.

La distorsión que pueden provocar las reglas que traducen los votos en escaños es clara si consideramos la Cámara de Senadores: en el año 2001 la UCR y el FREPASO (en conjunto) incrementaron el número de Senadores (de 22 a 26 escaños) mientras que el PJ reforzó su presencia al pasar de 39 a 41 Senadores20

Ahora bien, si se analiza la evolución de la UCR a lo largo de toda esa década es claro que paulatinamente fue reduciendo su caudal electoral: en 1991 recibió el 29,03% de los votos; en 1993 el 30,23%; dos años después el 21,7%21. Luego de la conformación de la Alianza pareció recuperar terreno; sin embargo, si se considera el porcentaje de votos totales obtenidos por los miembros de la Alianza en 1995 (última elección nacional en donde participaron separados) se observa que es casi idéntico al obtenido en 1999: 42,4% en 1995 frente a 43,7% cuatro años después. Este número nos indica claramente que ninguno de los dos partidos aliancistas había incrementado de manera significativa su fuerza electoral sino que habían sumado sus respectivos electorados. Desecha la Alianza y desaparecido el FREPASO luego del 2001 la UCR se encontró frente al hecho de que había perdido cerca de la mitad del electorado que la había votado al inicio del proceso democrático.

En contraposición, el PJ si bien había perdido la elección presidencial de 1999 mantenía un piso electoral propio superior al 30% de los votos positivos. Inadvertidamente, también se estaba transformando en el eje del sistema de partidos: ya en 1997 la Alianza se había conformado mucho más en razón de vencer al PJ que en función de una plataforma común. Al asumir como propios los fundamentos del modelo económico menemista la Alianza también se despojó a sí misma de la posibilidad de construir alternativas, dejando esa tarea en manos del PJ.

El justicialismo como eje (2003-2011)

El proceso político que se inicia luego del año 2001 encontró al justicialismo inmerso en una crisis de sucesión (Cavarozzi, 2006). En una primera etapa el enfrentamiento se articuló en torno de Carlos Menem y Eduardo Duhalde, principal aspirante a la Presidencia de la Nación. Sellada la derrota del duhaldismo en las elecciones de 1999 y fracasada la gestión aliancista la segunda etapa del conflicto se produjo entre los años 2002-2003, sumando a Adolfo Rodríguez Saá. El resultado en esta ocasión fue favorable a Eduardo Duhalde, en la figura de su delfín Néstor Kirchner, que alcanzó finalmente la Presidencia. El conflicto se reanudó entre los años 2004-2005, ahora entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, quien fue finalmente derrotado en las elecciones legislativas nacionales del año 2005 por los candidatos kirchneristas. Sin embargo, los enfrentamientos internos del PJ no finalizaron y son visibilizados periódicamente mediante divisiones formales en los planos electoral e institucional. En este sentido, la mayor amenaza al dominio del kirchnerismo se verificó entre los años 2008-2010 y provino de sectores internos del propio justicialismo22 .

Los conflictos y divisiones al interior del PJ se manifestaron claramente en las elecciones presidenciales de los años 2003, 2007 y en la etapa de las primarias abiertas obligatorias y simultáneas (PASO) en el año 2011. En los tres casos, candidatos de filiación peronista compitieron entre sí en las elecciones generales. En el año 2003 fueron tres fórmulas: Frente por la Lealtad, Frente para la Victoria (FPV) y Frente Movimiento Popular Unión y Libertad. En conjunto, obtuvieron el 60,8% de los votos positivos. Cuatro años más tarde, el PJ volvió a presentarse dividido en dos fórmulas: FPV y Frente Justicia, Unión y Libertad que sumaron el 52,93% de los votos positivos. Finalmente, en 2011, se presentaron nuevamente tres candidaturas: FPV, Frente Popular y Alianza Compromiso Federal. En esta ocasión sumaron el 70,5% de las preferencias electorales. La oposición, en cambio, ha variado de elección en elección: en el año 2003, el candidato mejor posicionado fue Ricardo López Murphy, líder del recientemente fundado partido Recrear23. En la categoría presidencial obtuvo el 16,37% de los votos. En la próxima elección, el segundo lugar le correspondió al ARI-Coalición Cívica, con el 23,4%, cuya candidata era Elisa Carrió. Finalmente, en las PASO del año 2011 el segundo puesto fue obtenido por el candidato de la UCR, aliado con uno de los sectores disidentes del peronismo, obteniendo sólo el 12,2% de los votos.

Las ultimas tres elecciones presidenciales dan cuenta entonces de un panorama muy diferente al que observábamos en la década anterior. Sin embargo, es posible encontrar claras líneas de continuidad que merecen una mayor explicación

a-Peronismo dividido y desnacionalización del sistema de partidos.

Una serie de estudios ha documentado exhaustivamente el proceso de territorialización y desnacionalización del sistema de partidos a partir de la segunda mitad de la década de los 90 (Calvo y Escolar, 2005; Leiras, 2007)24. Este proceso guarda relación con otros fenómenos políticos y económicos y en particular con las políticas públicas características del período.

Tal como afirman estos autores, el valor de las etiquetas partidarias se ha reducido en forma simultánea al crecimiento de la importancia de las agendas programáticas locales en perjuicio de las agendas programáticas nacionales. En este sentido, la desnacionalización del sistema de partidos dificulta el funcionamiento de un sistema federal como el argentino: «nada garantiza que las coaliciones integradas por funcionarios cuyas bases de apoyo estén concentradas territorialmente puedan adoptar [un] punto de vista general» (Leiras, 2007:35-36). Por esta razón el concepto de «coalición» que utiliza este autor hace referencia precisamente a que actualmente gobernar el Estado argentino exige del armado de coaliciones entre líderes provinciales que no necesariamente forman parte del mismo partido; o que si formalmente lo son, han sido elegidos en sus cargos bajo otras etiquetas partidarias. En este sentido, la imagen de los partidos como organizaciones capaces de estructurar la política nacional se diluye (Leiras, 2007).

Este proceso es el que enmarca la actual división en el seno del justicialismo y el que ayuda a explicar ciertas particularidades que afectan a la UCR. En relación con el justicialismo, cabe mencionar que desde nuestra perspectiva su estructura organizativa es la que le ha permitido sortear con mejores posibilidades los desafíos de este contexto. Dada su organización federal25 y la ausencia de reglas estables (Levitsky, 2005) que rijan la competencia interna, la conformación de coaliciones fluidas y dinámicas es la forma habitual en que se ha estructurado el poder partidario. El sistema parte de un líder, de «abajo hacia arriba» y cada coalición es relativamente autónoma para organizarse y elegir sus aliados, si bien todo depende de los recursos con los que cuenta ese líder. Por esta razón, por regla general, la mayoría de los líderes ocupan cargos en el gobierno, particularmente cargos ejecutivos, que los habilita para el uso de recursos del Estado y así consolidar sus bases de apoyo. Cuando alguna de las coaliciones derrotadas en las internas partidarias se manifiesta disconforme con la dirección del partido existe la posibilidad de la escisión, que generalmente no es penalizada desde las instituciones del Partido26 (Mustapic, 2002).

A nivel nacional cuando el partido ocupa la Presidencia de la Nación, el cargo de Presidente se transforma en el puesto clave: la llave para el acceso a los recursos del Estado y el vértice desde el cual se articulan las distintas coaliciones con las ramas provinciales del partido (y actualmente, con ramas provenientes de otros partidos). En este marco, consideramos que la Presidencia actúa como factor de nacionalización del partido aún cuando cada una de las distintas ramas provinciales siga manteniendo su autonomía organizativa. Esto no ha evitado que los sectores contestatarios -ya sea por razones programáticas o electoralistas- desafíen de tanto en tanto el liderazgo establecido, en este caso kirchnerista. No es casual que las principales cuestionamientos a la actual conducción nacional se articulen en torno a líderes con bases territoriales provinciales o municipales y con vínculos legislativos nacionales que también habilitan el acceso a recursos del Estado aunque en menor grado (Levitsky, 2005).

El carácter coalicional del kirchnerismo (y de los propios sectores disidentes) amén del efecto nacionalizador de la Presidencia queda claro cuando se analizan las elecciones legislativas nacionales desde el 2003 al 2007. En el primero de esos años y considerando sólo la categoría de Diputados Nacionales, el PJ obtuvo 67 escaños que le permitieron alcanzar la mayoría absoluta de la Cámara (129 Diputados). Sin embargo, decir que el «PJ» obtuvo los escaños no permite advertir la operación de construcción política que permitió ese resultado. En efecto, de los 22 Distritos donde obtuvo cargos27 la sigla PJ sólo figuró en 10 casos (45%); en el resto de los Distritos (12) los escaños fueron obtenidos bajo otras etiquetas partidarias28 que traducen específicas configuraciones de fuerzas políticas a nivel local.

En el año 2005, en la amplia mayoría de los distritos la sigla Frente Para la Victoria (FPV) reemplazó al PJ (en 19 casos); en varias Provincias compitieron candidatos del PJ y del FPV (Buenos Aires, Catamarca, San Luis y Santiago del Estero).

Sólo en dos casos la sigla partidaria se presentó en soledad (Salta y La Pampa) y en otros 3 ni la sigla FPV ni la del PJ estuvieron presentes, si bien se eligieron candidatos justicialistas (Córdoba, Corrientes y Neuquén).

Finalmente en 2007 la tendencia se acentuó: en sólo un distrito estuvo ausente la sigla del FPV (Mendoza), pero también sólo en 5 aparece la del PJ (Corrientes, San Luis, Salta, Chaco y La Pampa). De estos distritos en La Rioja y San Luis la sigla se asoció a los opositores internos del kirchnerismo. En los tres distritos restantes todos los candidatos se referenciaron en el kirchnerismo. En Mendoza la sigla «Concertación Ciudadana» dio cuenta de la alianza entre un sector del radicalismo y el FPV.

En síntesis, los datos expuestos hasta el momento nos permiten afirmar provisoriamente que: 1-el actual justicialismo más que un partido nacional en sentido estricto es una coalición que opera a escala nacional estableciendo pactos y alianzas con las ramas provinciales del partido o con otras fuerzas políticas locales, incluyendo al radicalismo; 2-la unidad de esa coalición descansa en el apoyo electoral que hasta el momento mantiene el vértice; a saber, la presidencia y; 3-desde el 2003 a la fecha el FPV parece haber reemplazado al PJ como «sucesor» del justicialismo.

b-El campo no peronista y la declinación de la UCR como alternativa nacional

Como ya mencionamos, luego de la caída del gobierno de la Alianza la UCR sufrió dos escisiones: el ARI y Recrear. Ninguno de los tres partidos resultantes logró conformar un espacio opositor estable con perspectivas creíbles de acceso al poder. En el año 2003 Recrear obtuvo el tercer puesto, a escasos 5,87 puntos porcentuales del segundo. En las elecciones legislativas, sin embargo, sólo obtuvo un escaño. Para la próxima elección presidencial había desaparecido del escenario electoral al fusionarse en el nuevo partido Propuesta Republicana. En el año 2007, el segundo lugar fue obtenido por el ARI-Coalición Cívica, pero a 22,25 puntos porcentuales de distancia del FPV. Luego de las elecciones presidenciales y tras experimentar fraccionamientos y divisiones internas, logró conformar el Acuerdo Cívico y Social con el Partido Socialista (PS) y la UCR, en miras a la elección legislativa del año 2009. Fue un momento exitoso para el partido: obtuvo el 30,7% de los votos (frente a los 31,2% del FPV a nivel nacional), lo que le permitió asegurarse el segundo lugar -por tamaño de bloques- en ambas cámaras legislativas, aunque a distancia considerable del FPV29. Sin embargo, los enfrentamientos al interior de la alianza y las sucesivas divisiones, amén de un liderazgo confrontativo que giró hacia la derecha del espectro ideológico, terminaron provocando su práctica desaparición: en las últimas elecciones consideradas en este trabajo, las PASO, sólo obtuvo el 3,25% de los votos.

La UCR, por último, perforó un nuevo piso en el marco de su creciente pérdida de influencia a nivel nacional. En las elecciones presidenciales inmediatas al año 2001

sólo obtuvo el 2,34% de los votos positivos. Cuatro años más tarde, alcanzó el tercer lugar, pero a costa de su alianza con un ex ministro de economía del gobierno del FPV, de clara filiación peronista. Finalmente en las PASO, y reiterando su vinculación con los sectores disidentes del justicialismo, alcanzo el segundo lugar. Sin embargo, en el año 2007 obtuvo más votos que en el año 2011: 16,97% frente a 12,2% de la última elección. Considerando el promedio de las últimas tres elecciones presidenciales (incluyendo
las PASO) la UCR sólo obtuvo el 10,5% de los votos positivos.

La UCR también ha debido enfrentar los intentos de cooptación de parte de sus filas a favor del gobernante FPV. En el período 2005-2009 un partido débil como presencia electoral nacional pero todavía sólido a nivel local no pudo evitar que la mayoría de los gobernadores30 e intendentes radicales decidieran apoyar activamente al Poder Ejecutivo. Se conformó así un espacio denominado como «Recuperación y Reconstrucción Radical para la Concertación». La alianza del FPV con este espacio se plasmó mediante la elección de Julio Cobos como candidato a vicepresidente en las elecciones del año 2007. Como es de público conocimiento esta alianza se resquebrajó seriamente luego del conflicto por las retenciones agropecuarias, que a corto plazo, fue la causa principal de la ajustadísima victoria del FPV en las elecciones legislativas del año 2009 y de su derrota en algunos de los distritos más importantes (Capital Federal, Buenos Aires, Córdoba y Mendoza). Ambos procesos habilitaron el retorno a las filas de la UCR de importantes dirigentes que hasta el momento formaban parte de los «radicales k»31. Antes de esa elección, el bloque de diputados nacionales de la UCR sumaba sólo 25 escaños; la recuperación de ese año le permitió alcanzar los 43 (el 16,7% de la Cámara).

En estos años, además de los partidos ya mencionados surgieron nuevos partidos con posibilidades de crecimiento, entre los cuales se destacan Movimiento Proyecto Sur y Propuesta Republicana. El primero nació en el año 2007 y agrupó a una serie de partidos y espacios políticos locales de centro izquierda. De regular actuación en las elecciones legislativas nacionales del año 2007 (obtuvo un solo Diputado Nacional) incrementó sustancialmente su presencia en la Cámara en la próxima elección, al llegar a 15 Diputados. Sin embargo, en las PASO no logró superar el porcentaje mínimo necesario para alcanzar la elección general. El segundo de los partidos mencionados nació a partir de la fusión de tres partidos previos en el año 2005: Compromiso para el Cambio (Mauricio Macri), Recrear (Ricardo López Murphy) y el Partido Federal (Francisco Manrique). En un primer momento limitado a la ciudad de Buenos Aires actualmente es el partido opositor con mayores posibilidades de crecimiento a nivel nacional. Al igual que Movimiento Proyecto Sur en los diferentes distritos se ha aliado con diferentes fuerzas políticas, incluyendo sectores disidentes del oficialismo, lo que le ha permitido incrementar su presencia a nivel institucional. Luego de las elecciones del año 2009 alcanzó los 11 Diputados Nacionales. Su opción por no participar en las elecciones presidenciales, sin embargo, dificulta apreciar el apoyo electoral que posee a nivel nacional.

En síntesis, luego del 2003, el campo «no peronista»: 1- se ha fragmentado en múltiples opciones de efímera duración; 2-no ha logrado articular hasta el momento más que coyunturalmente espacios de convergencia; 3- esos espacios también se han visto ocupados por fuerzas peronistas disidentes y; 4-la UCR, aunque mantiene capacidad organizativa y fuerza política a nivel local, no logra rearticularse nacionalmente en una opción alternativa.

Conclusiones

El actual sistema de partidos argentino se caracteriza por su fluidez e inestabilidad si bien tiene un sólido anclaje en la predominancia político-electoral del justicialismo, de la mano de su fracción dominante, el FPV. Éste, mas que como un partido, opera como una coalición nacional de fuerzas políticas históricamente cercanas al justicialismo junto con otras nuevas fuerzas de diferente origen, inclusive radicales. La inclusión de otras organizaciones no justicialistas que operan principal aunque no únicamente en el nivel local da cuenta de que la coalición no ha respetado las fronteras partidarias tradicionales. En sí misma esta no es una novedad ya que tradicionalmente el PJ ha establecido alianzas y acuerdos con otras fuerzas políticas locales en función de su armado político nacional; la principal diferencia estriba en que en esta oportunidad ha alcanzado las filas del radicalismo en un contexto de suma debilidad de este partido. En efecto, más allá de los resultados electorales del año 2009 la UCR hoy se encuentra reducida a una mínima expresión de lo que fue a mediados de los años 80. Si en 1985 contaba con 130 bancas en la Cámara de Diputados, 20 años después apenas superaba las 25. La elección del año 2009 permitió una recuperación parcial pero es dudoso que se sostenga como tendencia, en particular en un contexto de emergencia y consolidación de nuevas fuerzas partidarias bajo las siglas de Propuesta Republicana, Movimiento Proyecto Sur y aún del novel Frente Amplio Progresista, con el sólido núcleo del Partido Socialista en su interior.

La división del peronismo agrega complejidad al escenario: no por su capacidad de limitar eficazmente el predominio del FPV sino porque ha habilitado múltiples reacomodamientos de las fuerzas políticas y el trasvase de dirigentes y bloques que dificultan la identificación de filiaciones partidarias sólidas. En este sentido, la fluidez de un sistema que no termina de consolidarse es fiel reflejo de partidos políticos que ya no parecen ser tales.

Notas

1 Trabajo recibido el 30/09/2011. Aceptado el 22/11/2011.
2 Prof. y Lic. en Historia, Universidad Nacional del Litoral. Doctorando en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Becario de CONICET hasta 2011.
3 « Sistema de interacciones que es resultado de la competencia entre partidos. Esto es, el sistema de que se trata guarda relación con la forma en que se emparentan los partidos entre sí, con cómo cada uno de los partidos es función (.) de los demás partidos y reacciona, sea competitivamente o de otro modo, a los demás partidos» (SARTORI, 1992:67)
4 En los años 1983-1989 el radicalismo nunca logró el control del Senado, en manos del PJ, y solo por dos años mantuvo el control de la Cámara de Diputados (1985-1987). En la década siguiente (1989-1999), el PJ alcanzó la meta, pero también solo por dos años (1995-1997) al perder en 1997 el control de Diputados en manos de la Alianza. A partir del año 2003 la suerte estuvo nuevamente en manos del justicialismo, sosteniendo el control de ambas Cámaras hasta el año 2009.
5 Salvo que se indique lo contrario todos los datos fueron extraídos de la información oficial proporcionada por el Ministerio del Interior en su página web.
6 Cabe recordar que los Senadores Nacionales eran elegidos por las legislaturas provinciales hasta le Reforma Constitucional del año 1994.
7 Corrientes, Pacto Liberal Autonomista (PLA); San Juan, Partido Bloquista (PB) y Neuquén, Movimiento Popular Neuquino (MPN) los tres de carácter provincial. De las restantes, en 7 ganaron candidatos de la UCR y en 12 del PJ. Ni en Tierra del Fuego, territorio nacional, ni en Capital Federal, dependiente del Poder Ejecutivo, se elegían en ese entonces gobernador o intendente.
8 Al igual que en las elecciones a gobernador del año 1983 en 1987 Corrientes, San Juan y Neuquén mantuvieron sus respectivos gobiernos en manos de partidos provinciales.
9 El Partido Intransigente (1983-1985) la U.Ce.De (1985-1991), el MODIN (1993-1997),
Acción por la República (1997-2001). Los años indican los momentos en que obtuvieron los mayores porcentajes de votos.
10 De acuerdo a Abal Medina y Suárez Cao (2002) con quienes coincidimos, el traspaso del poder presidencial en un clima de relativa tranquilidad institucional se relaciona también con el debilitamiento del clivaje peronismo/antiperonismo que había estructurado la competencia política argentina en las décadas previas. Ese debilitamiento fue resultado a su vez del proceso de aceptación y reconocimiento mutuo que realizaron los dos grandes partidos históricos.
11 La fórmula estuvo conformada por José Octavio Bordón y Carlos «Chacho» Alvarez y obtuvo el 29,2% de los votos positivos. Posteriores diferencias en la conducción del partido motivaron el alejamiento de Bordón luego de las elecciones.
12 En 1989 fueron aprobadas dos leyes fundamentales que brindaron el marco jurídico al proceso de reformas: la Ley Nº 23696 (Ley de Reforma del Estado) y la Ley Nº 23.697 (Ley de Emergencia Económica). Ambas se aprobaron con el concurso de legisladores de la UCR y el PJ.
13 De acuerdo a este autor, el Pacto de Olivos generó «en el electorado cercano a la UCR una fuerte sensación de desagrado que lo puso en un estado de potencial disponibilidad para prestar atención a un nuevo partido» (ABAL MEDINA, 2006: 64)
14 La Alianza sólo se concretó en 12 distritos, mientras que en los restantes los partidos presentaron listas propias.
15 Incluyendo la elección de Tierra del Fuego, realizada en el año 2000.
16 A excepción de Ciudad de Buenos Aires, el resto de las gobernaciones quedaron en manos de miembros de la UCR. En el año 2001 la elección de Corrientes también favoreció a los partidos locales de matriz radical.
17 Este partido, articulado en torno de Domingo Cavallo había iniciado su participación electoral en 1997. En ese entonces logró el 3,58% de los votos en la categoría de Diputados, lo que le permitió obtener 3 escaños. En 1998 duplicó su caudal electoral al alcanzar el 7,75% incrementando su presencia en la Cámara a 9 Diputados.
18 Desprendimiento por izquierda de la Alianza (UCR) que se formó originariamente en el ámbito del Congreso y que posteriormente, hacia el año 2000, conformó el partido bajo el liderazgo de Elisa Carrió.
19 El incremento de legisladores del PJ se relaciona también con la cantidad de cargos por distrito que se renuevan en cada elección parcial: dado que la mayoría de los distritos provinciales constituye circunscripciones bi o trinominales generalmente son sólo los dos partidos más votados en cada elección lo que obtienen alguno de los cargos en disputa. Esto ha favorecido históricamente al PJ con mayor presencia en las provincias del interior (MALAMUD, 2004).
20 Los grandes perdedores fueron los partidos provinciales que perdieron 5 escaños.
21 Considerando siempre los guarismos referidos a las elecciones a Diputados Nacionales.
22 Si bien los últimos resultados electorales dan indicios ciertos de que finalmente esta fracción, aunque no queda claro si a costa de la separación definitiva de los sectores disidentes.
23 De manera similar al ARI, aunque por la derecha, este partido se desprendió de la UCR bajo el liderazgo de Ricardo López Murphy. Se presentó por primera vez a alecciones nacionales en el año 2003.
24 Calvo y Escobar definen la territorialización como el «proceso mediante el cual el comportamiento de los partidos políticos y sus votantes se vuelven más distintivamente locales» (CALVO Y ESCOLAR, 2005:15). Leirás distingue dos dimensiones en la territorialización: la disgregación o «el hecho de que el voto para los mismos cargos se distribuye entre distintos partidos en distintas provincias» y la desnacionalización o el hecho de que los principales partidos en competencia obtengan proporciones disímiles de votos en distintas provincias (2007:27)
25 El Partido se organizó reproduciendo la estructura federal del país en un esquema descentralizado que otorga a las filiales provinciales una autonomía considerable. Dentro de cada Provincia, a su vez, el partido reproduce la organización administrativa electoral del distrito. La autonomía de las distintas sub-unidades que componen el PJ está reforzada normativamente por la Carta Orgánica Nacional del partido.
26 De hecho, a lo largo de la historia reciente del PJ existen varios ejemplos que confirman esta «regla no escrita», como ejemplo se puede citar la «Renovación» en la década de los 80 y el Grupo de los 8 y Octavio Bordón en los 90.
27 Las excepciones fueron Catamarca y Neuquén.
28 Unión por Córdoba (Córdoba) Frente de Todos (Corrientes), Frente de la Unidad (Formosa), Lema Riojano (La Rioja), Frente Justicialista Compromiso por Mendoza (Mendoza), Frente Justicialista por el Cambio (Misiones), Justicialismo por la Victoria (Salta), Frente Movimiento Popular (San Luis), Frente Fundacional para el Cambio (Tucumán). En otros dos casos la etiqueta fue Frente Para la Victoria (San Juan y Chaco), la sigla de la corriente que encarnaba el Presidente electo Néstor Kirchner. En La Rioja la división del PJ le permitió obtener todos los cargos en disputa. En Capital Federal el kirchnerismo apoyó a las fuerzas del por entonces intendente de la Ciudad, Aníbal Ibarra.
29 Considerando a los Diputados de la UCR y el Partido Socialista. Por sí sola, la CC-ARI logró controlar 19 escaños. El FPV y sus aliados mantuvieron un mínimo de 92 escaños.
30 Julio Cobos (Mendoza), Miguel Saiz (Río Negro), Arturo Colombi (Corrientes) y Eduardo Brizuela del Moral (Catamarca)
31 Entre otros, del propio vicepresidente, que se transformó en uno de los referentes de la oposición.


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