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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.26 Córdoba dic. 2011

 

DOSSIER

Miedos infundados, esperanzas infladas, memorias apasionadas: Los grupos de autodefensa judíos en la Argentina de los años sesenta1
Raanan Rein - Ilan Diner2


Resumen
A principios de los años sesenta las autoridades argentinas expresaron su preocupación por algunos hechos «que podrían perturbar » las relaciones con el Estado de Israel. Se referían específicamente a la «instrucción militar» que recibían jóvenes judíos en campamentos en la provincia de Buenos Aires bajo la super visión de instructores israelíes. Según un oficial argentino, se trataba de un verdadero movimiento clandestino. La preocupación de las autoridades argentinas surgió por la formación en Buenos Aires de grupos judíos de autodefensa que resolvieron hacer frente a las provocaciones de matones antisemitas, nacionalistas de derecha.
Basándose en documentos diplomáticos de los Archivos del Estado de Israel (ISA) y en una serie de entrevistas con ex miembros de grupos de autodefensa judíos, se analizan la
forma en que se establecieron, la estructura, los métodos de reclutamiento, la instrucción y las actividades de estas organizaciones. Uno de los principales argumentos es que la preocupación de las autoridades argentinas era exagerada, como lo eran también los temores de argentinos-judíos por un posible pogromo tras el secuestro del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann por parte de agentes del Mossad en un suburbio de Buenos Aires. La organización de autodefensa tuvo, en primer lugar, un importante significado psicológico y moral. Fue parte de un esfuerzo por modificar el estereotipo tradicional del judío como víctima pasiva y enviar un mensaje claro a los matones de la extrema derecha de que no podrían dañar a miembros de la colectividad sin pagar por ello un precio, aún cuando actuasen bajo gobierno indulgentes. Fue también un resultado de la política identitaria contemporánea en un período de transición en la historia de la sociedad inmigrante argentina, un periodo marcado por constantes debates sobre los ambiguos significados de la condición judía y de la argentinidad. Al mismo tiempo, las acciones de autodefensa fueron otra forma de fortalecer actitudes sionistas entre los jóvenes judíos y de alentar su emigración a Israel.

Palabras clave: autodefensa judía, relaciones Argentina-Israel, antisemitismo, Tacuara, Adolf Eichmann

Abstract
In late 1963, the Argentine foreign ministry expressed its concern to Israeli diplomats about several matters «that might disturb relations between the two countries». Specifically, it refer red to «military training» that Jewish youth were receiving in camps in the province of Buenos Aires under the supervision of Israeli instr uctors. «It's a real underground»,  said an Argentine official. This concern of Argentine authorities was caused by the formation of Jewish self-defense groups in the Argentine capital, determined to confront the provocations of anti-Semitic, nationalist right-wing bullies.
Based on both diplomatic documents and a series of interviews with former members of Jewish self-defense groups, this article analyzes the establishment, structure, recruitment methods, training and activities of these organizations. Our main argument is that the concern of Argentine authorities was exaggerated, as well as were the fears of Jewish-Argentines from a possible pogrom, following the kidnapping of Nazi war criminal Adolf Eichmann in Argentina.
The organization of Jewish self-defense had first and foremost a psychological and moral significance. It was part of an effort to change the traditional stereotype of the Jew as a passive victim and send a clear message to the thugs of the extreme right, that even under sympathetic government, that would not be able to injure Jews without having to pay a price for their acts. It was also an instrument to strengthen Zionist attitudes among Jewish youth and encourage immigration to Israel. For the former members in these self-defense groups, this chapter in their biographies is an important element in their individual identities, tied to nostalgia and romanticism.

Keywords: Jewish self-defense, Argentine-Israeli relations, anti-Semitism, Tacuara, Adolf Eichmann


 

Abba Gefen, un diplomático en la embajada de Israel en Buenos Aires, fue invitado a fines de 1963 a cenar por Antonio M. Kristoffersen, a la sazón encargado del departamento para África y Medio Oriente en el ministerio de Relaciones Exteriores argentino. Kristoffersen quería hablar de varios asuntos «que podrían perturbar las relaciones entre ambos países». Se refería específicamente a la «instrucción militar» que recibían jóvenes judíos en campamentos en la provincia de Buenos Aires bajo la supervisión de instructores israelíes. Agregó que los campamentos cambiaban frecuentemente su ubicación y que en ellos se hablaba a menudo en hebreo. Según el oficial argentino, se trataba de un verdadero movimiento clandestino.3

La preocupación de las autoridades argentinas surgió por la formación en Buenos Aires de grupos judíos de autodefensa que resolvieron hacer frente a las provocaciones de matones antisemitas, nacionalistas de derecha. Los argumentos de un supuesto movimiento clandestino en el país tuvieron eco en publicaciones tanto de grupos árabes como de la extrema derecha. Por ejemplo, un representante de la Liga Árabe en Buenos Aires advertía sobre la existencia de unos 26 campamentos para entrenamiento de personal militar israelí que operaban en el territorio nacional, «en los que hasta estaba prohibido el uso del castellano».4 La campaña antisemita lanzada por el diputado peronista Juan Carlos Cornejo Linares incluyó acusaciones similares.5 La sospecha de que jóvenes judíos argentinos estaban siendo entrenados por «agentes» sionistas se convirtió en una obsesión para muchos oficiales militares, al punto que años más tarde, durante la brutal dictadura militar de los años 70, muchos de los judíos secuestrados fueron interrogados reiteradamente sobre sus presuntos vínculos con «el sionismo internacional».6

Este artículo trata algunas de las preguntas y cuestiones que emergieron a raíz del fenómeno de la autodefensa judía en la Argentina: ¿cuán difundido estaba? ¿Cuál fue el papel de Israel en estos grupos cuasi-militares? ¿Qué tipo de acciones realizaron los miembros de estos grupos? La historiografía actual se ha mantenido alejada del tema, probablemente temiendo un daño posible a las relaciones bilaterales entre los dos países o a la imagen y el estatus de los judíos en la Argentina. Esta conducta no es exclusividad de los investigadores, ya que también dirigentes comunitarios y ex miembros de estos grupos han preferido eludir un debate que podría ser explotado de alguna forma por antisemitas. El único ensayo de nivel académico que menciona brevemente los grupos de autodefensa judíos en la Argentina fue escrito por el difunto David Schers a mediados de la década de los 70.7 Guga Kogan, un periodista que fuera miembro de uno de estos grupos, consideró la posibilidad de escribir un libro sobre el tema hace algunos años, pero renunció al proyecto por las fuertes presiones ejercidas por otros ex miembros, tanto en Argentina como en Israel.8 Mauricio (Tata) Furmanski, que ocupó un puesto clave en la organización de la autodefensa judía durante más de 20 años, tiene un manuscrito autobiográfico inédito que se rehúsa a compartir con investigadores. 9 La mayor parte de la gente que hemos entrevistado para este artículo prefirió ser identificada solamente por su nombre o sus iniciales.

Solamente en obras de ficción podemos encontrar referencias claras a los grupos de autodefensa y al papel que tuvieron israelíes en la instrucción de jóvenes argentinos judíos. El siguiente párrafo, por ejemplo, está tomado de un cuento escrito por Hilel Resnizky, publicado en hebreo bajo el título «Llamame Juan».10 Quienes participan en el diálogo son Yonatan, un argentino-judío que estudió hebreo en Israel en 1960 y luego volvió a Buenos Aires y su primo Akiva, que emigró a Israel y regresaba ahora a Buenos Aires como shaliach (emisario):

Yonatan relató algo extraño que a duras penas encajaba en su conducta apacible. Estaba en contacto con un grupo clandestino, una versión argentina de la Liga de Defensa Judía de Nueva York. Mientras hablaba, Yonatan objetó: «Dios libre y guarde, no derechistas. Sabés que aquí, en Buenos Aires, todos somos izquierdistas, hasta [el movimiento derechista] Betar. Los jóvenes judíos tienen miedo a los antisemitas. Quieren pelearles. Quieren acción». [p. 67]

Uno de los jóvenes que aparece en el relato, Pablo, explica: «Por ahora somos más una patota que un comando y en el futuro queremos ser un comando de hierro» y le corrige su amigo Eduardo: «Un comando de sangre y hierro queremos ser» [p. 70].

Basándonos en documentos diplomáticos de los Archivos del Estado de Israel (ISA) (lamentablemente, los investigadores no tenemos aún acceso a los documentos relevantes en los archivos del Mossad) y en una serie de entrevistas con ex miembros de grupos de autodefensa judíos, analizamos la forma en que se establecieron, la estructura, los métodos de reclutamiento, la instrucción y las actividades de estas organizaciones. Uno de nuestros principales argumentos es que la preocupación de las autoridades argentinas era exagerada, como lo eran también los temores de argentinos-judíos por un posible pogromo tras el secuestro del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann por parte de agentes del Mossad en un suburbio de Buenos Aires.

La referencia a la Liga de Defensa Judía (JDL) encabezada por Meir Kahane en el cuento de Resnizky es interesante. A fines de la década del 60, Kahane creó en Nueva York grupos de vigilancia para proteger a ancianos judíos de bandas y malhechores. En una etapa posterior patrocinó programas para enseñar a judíos defensa personal y el uso de armas de fuego. La JDL popularizó el eslogan «Cada judío, una22» (en referencia a las pistolas calibre 22 para defenderse).11 No obstante, los grupos argentinos-judíos fueron muy diferentes de la Liga kahanista. Como veremos, la base demográfica de lo que pasó a llamarse el Irgún (la organización), o en otras ocasiones Bitajón (seguridad), fue mucho más heterogéneo desde el punto de vista político, ideológico y quizás también social que el grupo neoyorquino.12

En primer lugar, las relaciones del Irgún con el establishment judío eran completamente diferentes de la forma en que las manejó la JDL. El grupo argentino carecía de un liderazgo carismático del estilo de Kahane. Además, a los instructores israelíes les cupo un papel especial. Aparentemente, el Estado de Israel se tomó la licencia de realizar determinadas operaciones en la Argentina de los años 60, con el apoyo discreto de su embajada en Buenos Aires, que por entonces resultaba inconcebible llevar a cabo en Estados Unidos. Judith Laikin Elkin ha señalado con justicia que los judíos latinoamericanos dependen de Israel para que les brinde «liderazgo en política exterior y en defensa».13 Esto fue particularmente cierto en el caso del establishment judeoargentino a partir de la década de 1950. En este contexto, el Irgún puede ser visto como una organización híbrida violenta que movilizó a un sector étnico nacido en la Argentina que pretendía mejorar su status en el país y fortalecer su compromiso con la patria imaginada en la Tierra de Israel.

La organización de autodefensa tuvo, en primer lugar, un importante significado psicológico y moral. Fue parte de un esfuerzo por modificar el estereotipo tradicional del judío como víctima pasiva y enviar un mensaje claro a los matones de la extrema derecha de que no podrían dañar a miembros de la colectividad sin pagar por ello un precio, aún cuando actuasen bajo gobierno indulgentes. Fue también un resultado de la política identitaria contemporánea en un período de transición en la historia de la sociedad inmigrante argentina, un periodo marcado por constantes debates sobre los ambiguos significados de la condición judía y de la argentinidad. Las acciones de autodefensa fueron otra forma de fortalecer actitudes sionistas entre los jóvenes judíos y de alentar su emigración a Israel. En este contexto, la temática y las imágenes del Holocausto, particularmente del levantamiento del gueto de Varsovia también fueron utilizadas para inspirar el compromiso político. Criticando lo que veían como la pasividad trágica de los judíos durante la Shoá, los jóvenes miembros del Irgún estaban diciendo de hecho «nunca más», que era el lema que usaba la JDL. Asimismo, la participación en grupos de autodefensa fortaleció la conciencia en varios jóvenes sefarditas de la magnitud y el significado del genocidio perpetrado en la Segunda Guerra Mundial.14

Numerosos jóvenes, de todas las gamas políticas e ideológicas, tanto en Estados Unidos como en Argentina, recibieron aparentemente la influencia del líder del sionismo revisionista, Vladimir (Ze'ev) Jabotinsky, quien en las primeras décadas del s. XX advirtió sobre los peligros que acechaban a los judíos en la diáspora y demandó el establecimiento de un estado judío soberano en Palestina. Su visión era de un nuevo tipo de judío: orgulloso, generoso e impetuoso.15 También influyeron en gran medida la historia del Irgun Tzva'i Leumi (conocido por su acrónimo hebreo, Etzel), la organización clandestina comandada por Menachem Begin que luchó contra las fuerzas británicas en Palestina a mediados de la década del 40, y el libro de Begin Rebelión en Tierra Santa en que narra dicha lucha, publicado a comienzos de los 50. No es pura coincidencia que los grupos de autodefensa judíos en Argentina hacia 1962 se llamaran a sí mismos «el Irgún».

Frente a una ola de antisemitismo

Los dos años transcurridos entre la captura de Eichmann en mayo de 1960 y su ejecución en junio de 1962 fueron los más duros para los judíos de la Argentina, que se estimaban numéricamente en algo más de 300.000 en una población de 21.000.000, desde los pogromos de julio de 1919, conocidos como la semana trágica.16 En dicho bienio arreció la propaganda antisemita contra la «quinta columna judía» (en artículos y afiches, amén de esvásticas y lemas pintados en las paredes de edificios en barrios con gran población judía), sin que falte la violencia física: vandalismo contra instituciones judías, cargas explosivas colocadas en sinagogas y ataques brutales contra escolares y estudiantes universitarios de origen judío. Los casos Trilnik y Sirota y el asesinato en 1964 de Raúl Alterman, de 32 años de edad, fueron los incidentes más destacados.17

El 17 de agosto de 1960, durante una ceremonia en honor al héroe nacional General José de San Martín en el Colegio Nacional Sarmiento de la ciudad de Buenos Aires, un grupo de matones antisemitas atacó a alumnos judíos. Uno de estos, Edgardo Manuel Trilnik, de 15 años de edad, recibió un impacto de bala y quedó herido de gravedad, mientras que otros sufrieron heridas leves. Casi dos años después, el 21 de junio de 1962, tres semanas después de la ejecución de Eichmann en Israel, una estudiante de 19 años llamada Graciela Narcisa Sirota fue secuestrada en la vía pública mientras esperaba el colectivo para ir a la facultad. Un coche gris con tres ocupantes se detuvo frente a ella y uno de los pasajeros se apeó del vehículo, la aporreó y la obligó a entrar al coche. La llevaron a un lugar donde fue golpeada y brutalmente torturada. Sus atacantes quemaron distintas partes del cuerpo con cigarrillos y tatuaron una esvástica en su pecho, tras lo cual le dijeron que lo hacían en venganza por Eichmann.18

Esta ola de intimidación y violencia contra judíos, que continuó hasta después de promediada la década, ocurrió bajo dos gobiernos civiles elegidos en forma democrática, el de Arturo Frondizi (1958-1962) y el de Arturo Illia (1963-1966), con un breve interludio bajo José María Guido, que ocupó el sillón de Rivadavia como consecuencia de un golpe de estado militar.19 Con todos sus defectos, tanto la administración de Frondizi como la Illia fueron fuente de grandes esperanzas para multitudes de argentinos de tendencias democráticas y liberales, incluyendo numerosos judíos. Ambos presidentes se convirtieron en símbolo de una era reformista que aplicó el estado de derecho, la tolerancia, libertades civiles (incluyendo libertad intelectual) y una clara separación entre Iglesia y Estado. Las acciones violentas de los nacionalistas desafiaban a estas administraciones y aquellos valores en una medida que no era menor que la amenaza que planteaban a la comunidad judía.

La punta de lanza de la campaña nacionalista contra los judíos fue el ultraderechista Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT), cuya primera aparición en escena fue en 1957. Esta organización, de estructura cuasi-militar, estaba formada por una nueva generación de activistas nacionalistas católicos, en su mayor parte jóvenes varones de clase media y alta (a comienzos de los 60 no había ninguna mujer en sus filas) de edades que oscilaban entre finales del secundario hasta veintiañeros.20 Algunos de ellos habían pertenecido a grupos estudiantiles católicos. Desde sus inicios, Tacuara atacó físicamente a izquierdistas, reformistas y judíos. Sus miembros utilizaron a los judíos argentinos como chivo emisario de todos los males de la época: se los definía como extranjeros, incapaces de asimilarse y por consiguiente peligroso.21 En los años 1960-1963 hubo en Tacuara varias escisiones y cismas como resultado de rivalidades personales, diferencias ideológicas y peleas por la estrategia y las tácticas a seguir. La división más importante fue en noviembre de 1960, cuando el ala derecha creó otra organización llamada Guardia Restauradora Nacionalista (GRN).

La sensación de seguridad personal de los judíos argentinos ya era frágil a comienzos de los 60 como resultado de esta ola de antisemitismo. Al mismo tiempo, los incidentes antisemitas crearon una corriente de solidaridad entre los judíos que se sentían sitiados y fue el disparador de, entre otras acciones, dos iniciativas que resultaron de particular importancia para la colectividad- En primer lugar, padres judíos se unieron para formar la primera en una serie de escuelas privadas integrales en las que se combinaban los estudios nacionales, con la aprobación y supervisión ministerial pertinente, y las asignaturas complementarias de la educación judía, en un marco en el que los alumnos no serían vulnerables a ataques antisemitas. El resultado fue la escuela Tarbut (Cultura) en Buenos Aires, fundada a fines de julio de 1960. La segunda iniciativa fue la formación de organizaciones judías de autodefensa, empezando por la Capital, donde residía aproximadamente el 80% de los judíos del país.

La comunidad organizada, mediante su organización techo para la representación política, DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, fundada en 1933), reaccionó a los ataques contra individuos e instituciones en 1961-1962 dirigiéndose a oficiales de gobierno y con declaraciones públicas enérgicamente redactadas que denunciaban dichas acciones; también envió telegramas a comunidades y a instituciones judías en Europa, Estados Unidos e Israel, además de organizar manifestaciones de repudio. Estas respuestas, sin embargo, fueron consideradas como débiles por numerosos jóvenes, que buscaban una forma distinta de combatir la violencia antisemita.22 Pedir la protección del gobierno o protestar en forma pacífica no concordaba con los esquemas de pensamiento de estos activistas. En una comunidad dividida por la forma en que se debía responder a los ataques contra judíos, apoyaban una postura militante y la acción directa. Se burlaban de aquellos que pretendían que no había problema alguno o que temían que la protesta pública terminara atrayendo la atención negativa hacia la comunidad con su consiguiente expansión del flagelo antisemita y se mofaban de las sugerencias de que se debía ejercer presión sobre la prensa y los medios electrónicos para que condenen las actividades antisemitas. Lo que querían era algo más enérgico.

Fundación y estructura organizativa

Los grupos de autodefensa judíos comenzaron como iniciativas espontáneas de jóvenes que decidieron aprender por sí mismos judo, boxeo y otras técnicas de combate para desafiar las provocaciones de los juliganes nacionalistas. La década de 1930 fue testigo de la creciente influencia y de las actividades de grupos derechistas nacionalistas, xenófobos y antisemitas. Hubo varias ocasiones, al menos, en las que algunos jóvenes demostraron que no estaban dispuestos a adoptar conductas pasivas. En su famoso libro de memorias Preso sin nombre, celda sin número, Jacobo Timerman relata como un grupo de jóvenes sionistas socialistas intentó defenderse:

Había que recorrer, en pequeños grupos, las calles del barrio judío, el Once, donde vivíamos y donde se encontraba nuestra sede, y vigilar que los grupos fascistas y antisemitas no ensuciaran las paredes de las sinagogas, de las de las escuelas, no escribieran «Haga patria, mate un judío», o no improvisaran pequeñas tribunas donde frente a los cafés judíos lanzaban sus arengas contra los mismos judíos. Ahí estábamos nosotros, con nuestras pesadas paletas de pingpong, de madera en esa época, y nos lanzábamos contra los fascistas hasta que dos o tres policías, aburridos, nos separaban y se llevaban a uno o dos jóvenes judíos a la comisaría cercana.23

Durante la campaña electoral de 1945-1946, numerosos judíos temieron ataques de grupos nacionalistas que se contaban entre quienes apoyaron al candidato a presidente, el Coronel Juan Perón. En la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, la filial local de la DAIA suministró armas a un grupo de jóvenes judíos para que puedan defender a instituciones comunitarias en caso de ser atacados por la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN).24 Al cabo de unos meses que Perón asumió el poder, los judíos perdieron la mayor parte de sus temores en lo que se refería a su seguridad personal, ya que el presidente adoptó gradualmente una política clara contra el antisemitismo y comenzó a cultivar lazos estrechos con el Estado de Israel.25

En 1954-1955, durante el conflicto entre el gobierno de Perón y la Iglesia Católica, grupos antiperonistas tendieron a identificar a los judíos con el régimen y utilizaron motivos antisemitas en su propaganda. Esta tendencia fue más pronunciada aún tras el fallido golpe de estado de junio de 1955. Ante el incremento de las manifestaciones de antisemitismo, la cancillería en Jerusalén consideró que la situación en Argentina requería ayuda para la comunidad judía local. El Primer Ministro David Ben Gurión envió al jefe del Mossad, Isser Harel, a Buenos Aires para ayudar a los judíos locales a preparar su defensa si fuera necesario. En un capítulo de sus memorias titulado «Defensa y ayuda a judíos en apuros», Harel escribió:

A comienzos de julio de 1955 ya estaban llegando a Israel alarmas sobre el destino de los judíos de la Argentina, a la luz del levantamiento de las tropas navales contra el régimen del dictador Juan Perón el 16 de junio de aquel año. El golpe abortado había sido apoyado por el establishment católico de aquel país y la opinión pública católica veía a los judíos como aliados leales del dictador al que detestaban. Una atmósfera de antisemitismo se desarrolló entre los opositores a Perón y los judíos temían amargas consecuencias si la revuelta lograba su objetivo. Incluso cuando el levantamiento rebelde fracasó, la fermentación revolucionaria no se apaciguó. Los rebeldes comenzaron a planear el siguiente intento… Decidí partir hacia la Argentina para evaluar la situación sin intermediarios.26

Harel aterrizó en Buenos Aires, en la mañana del 16 de septiembre, cuando la segunda revuelta contra Perón se encontraba en su apogeo. Permaneció en la capital argentina aproximadamente una semana, hasta que quedó claro que los rebeldes controlaban la situación y que los judíos no tenían nada que temer. Harel aprovechó esta visita para sentar las bases de lo que posteriormente se convirtió en el Irgún.

A comienzos de los 60 había grupos judíos que buscaban formas de combatir al antisemitismo. El nuevo Irgún, apoyado por Israel en forma discreta pero masiva, estaba listo para suplir esta necesidad. Estaba dividido en dos alas separadas, una de recolección de inteligencia y otra operativa, cada una de las cuales funcionaba en forma independiente.
Según uno de nuestros informantes, el ala operativa incluía al batallón de los movimientos juveniles, con una unidad separada para cada uno de los movimientos; el batallón de los clubes y el batallón de «jóvenes sin filiación», integrado mayormente por jóvenes judíos de la clase trabajadora con vínculos limitados a marcos judíos o sionistas.27

A., por ejemplo, provenía de una familia judía comunista, dos condiciones que lo convirtieron en el blanco de chicanas por parte de sus condiscípulos en el secundario. Su novia lo convenció primero en que se sumara a la División (Jativá) Mordejai Anielewicz (así llamada en homenaje al líder de la organización combatiente judía que dirigió el levantamiento del gueto de Varsovia) y posteriormente al Irgún. En 1967, durante un encuentro en un café porteño, se le preguntó si estaba interesado en defender a la comunidad. Ateniéndonos a sus palabras, esta propuesta apelaba a su «inclinación romántica» hacia la violencia, el uso de armas, la actividad clandestina y la defensa, más que a su identidad étnica.28

En este sentido, los grupos de autodefensa judíos deben ser vistos en el contexto más amplio, tanto de una creciente legitimación del uso de la violencia con fines políticos como de la cultura juvenil que se estaba desarrollando en la Argentina de los años 60. La escalada de la violencia política, con varios picos en las actividades de los Montoneros (grupo guerrillero peronista de izquierda) y la derecha peronista que auspició a la Alianza Anticomunista Argentina (conocida como «la triple A»), fue uno de los factores que condujo a la brutal dictadura militar que asumió el poder en marzo de 1976. El creciente papel de los jóvenes en la política se remontaba a una larga tradición, que comenzó en las protestas estudiantiles en Córdoba en 1918 y se extendió luego también a las universidades de La Plata y Buenos Aires. El régimen peronista entre mediados de los 40 y mediados de los 50 alentó la socialización política de la juventud. Tras la caída de Perón en 1955, la Juventud Peronista se convirtió en un factor clave en la oposición a los sucesivos gobiernos civiles y militares. A esto hay que agregar la creciente influencia de las movilizaciones de jóvenes en Europa y en las Américas en los años 60.29

Reclutamiento

El centro de operaciones del Irgún, al que sus activistas llamaban con el término hebreo «el maté», incluía a un representante de jerarquía de la DAIA, a las dos personas encargadas de las dos áreas -inteligencia y operaciones-, un representante de las provincias, un administrador y a veces un representante de la embajada de Israel, mencionado a menudo como «el gallego».30

La mayor parte de los militantes del Irgún llegaron de los movimientos juveniles sionistas y de estos, Hashomer Hatzair y la Jativá(división) Mordejai Anielewicz cumplieron el papel principal. No obstante, los grupos de autodefensa judíos no se limitaron a estos bastiones de judíos ashkenazíes varones, de clase media, sino que incluyeron a judíos sefarditas. E. S., por ejemplo, fue un militante del grupo de Bitajón (seguridad) en la comunidad de inmigrantes judíos oriundos de Alepo, desde la edad de 16 o 17, después del caso Sirota.31 S. fue el primer madrij (instructor) sefardita que tuvo la organización. Estaba a cargo del entrenamiento para la autodefensa y los preparativos para una posible aliá (emigración a Israel) de los jovenes en el Club Oriente. S. después capacitó y supervisó a varios madrijim, cada uno de los cuales estaba a cargo de unas 8-10 personas. Según S., numerosos jóvenes sefarditas relevaban información para la organización; como muchos de ellos no encajaban en el estereotipo del judío ashkenazí lo que les permitía infiltrarse más fácilmente en grupos nacionalistas. S. destaca que el Irgún y sus actividades contribuyeron a unir comunidades sefarditas del interior del país, que antes estaban autosegregadas según lugar de origen.32

Las diversas células del Irgún incluyeron a varias muchachas adolescentes. Según E. D., que fue reclutada en 1965 a los 18 años de edad, casi un tercio de los miembros en la unidad en la que sirvió eran mujeres.33 Estas jóvenes participaban en diversos tipos de actividades. Según relató M. a Guga Kogan:

Uno de los líderes del grupo antisemita Tacuara, un hombre alto y bien parecido que estudiaba Derecho en la universidad, era responsable de toda la actividad en la parte norte de la ciudad. Pero tenía una debilidad: las chicas. Explotamos eso y una de nuestras chicas logró seducirlo. Quedaron en encontrarse en el centro de la ciudad. Llegó a la cita y vio a la muchacha en la vereda de enfrente. Pero cuando fue hacia ella, se topó con cinco de nuestros muchachos. Lo llevamos aparte, en medio de la calle. 34

Según el relato de M., lo siguiente fue telefonear a los padres del joven (su padre era militar) y les advirtieron que la próxima su hijo iba a ser tratado en forma más dura. El resultado, según M., fue que no apareció por la facultad tres meses y dejó la actividad política antisemita para siempre. 35

Varios de los miembros del Irgún venían de las clases socioeconómicas más bajas. P. venía de un hogar en el que la cultura judía significaba poco y nada. No había estudiado y después que su padre falleció aportó a los ingresos de la familia como heladero ambulante cerca de la sede del club Macabi. En sus palabras, «alguien me llevó al club deportivo para hacer el curso de líderes. Allí, al cabo de tres meses, alguien se nos plantó delante y preguntó ‘¿quién de ustedes es capaz de defender el honor judío? Si están dispuestos, alguien se va a poner en contacto con ustedes'». Dos semanas más tarde P. fue asignado a un curso de autodefensa.36

Algunos de los miembros del Irgún habían estado en los márgenes de la sociedad argentina, en varios casos a un paso de entrar a la cárcel. Según Guga Kogan, que entrevistó a algunos ex activistas que ahora residen en Israel:

Dov: actualmente trabaja con el hato lechero en un kibutz… supo ser un patotero en una banda de criminales. Jaim: hoy un diseñador de indumentaria deportiva… vive en una ciudad en desarrollo… en Argentina fue ratero. Arie: secretario de educación en el kibutz en el que vive… solía trabajar como frutero en el mercado de Abasto de Buenos Aires. Kelen: profesor de educación física en Wingate [instituto de educación física]… vendía gaseosas en el mercado, donde fue reclutado por el Irgún. Natan: ingeniero electrónico… fue heladero ambulante. 37

La mayor parte era de familias judías laicas, aunque los hubo también de padres religiosos. P., por ejemplo, fue asignado a entrenar un grupo del movimiento juvenil ortodoxo Bnei Akiva. Trabajó con ellos durante un año, hasta que una complicación inesperada puso fin a esta actividad:

Ejecutamos algunas acciones exitosas de represalias, pero en una de ellas ocurrió un error. Uno de los muchachos sacó una pistola y disparó al aire en medio del alboroto. Aparecieron dos policías de civil y comenzaron a perseguir al que disparó. Yo corrí y cuando me puse a la par de los policías les dije que iba a atrapar al chico. Cuando lo alcancé, los dos desaparecimos calle arriba.38

En otro caso, a mediados de 1962, se registró un tiroteo entre un grupo de jovenes judíos y agentes de la Polícia Federal. Los policías circulaban vestidos de civil en un Volkswagen y no se identificaron. Los jovenes supusieron que se trataba de patoteros de Tacuara y dispararon primero. Uno de los polícias quedó herido de gravedad, dos de los muchachos judíos sufrieron heridas leves y siete de ellos fueron detenidos, entre ellos él que disparó contra el policía.39 El abogado Bernardo Beiderman consiguió la liberación del joven hasta que se iniciara el juicio y la embajada israelí se encargó de trasladarlo de inmediato a Israel.40

Otros miembros de la organización venían de familias mixtas, de judíos y no judíos. Muchos eran miembros de movimientos juveniles en los que fueron reclutados, desde el derechista Betar, pasando por el religioso Bnei Akiva, hasta el Hashomer Hatzair de izquierda.41 Conforme a ello, el Irgún fue igualmente diversificado, tanto en lo político e ideológico como en lo social. Explica N.: «Para nuestros objetivos estábamos en total acuerdo sobre qué había que hacer… No nos cuestionábamos las ideas o compromisos de cada uno, porque sabíamos que el problema era general, sin diferencias políticas».

El grupo más grande de autodefensa operó en Buenos Aires, donde vivía la mayor parte de los judíos de la Argentina. Otros grupos, con una conexión débil con el liderazgo capitalino, activaron en ciudades y pueblos del interior. M. fue enviado a organizar actividades fuera de la Capital Federal:

Fui educando, después instructor y después comandante de acciones de represalias. Después fui transferido a hacer trabajo de organización, sobre todo en aldeas rurales. En esas comunidades, cuando llegaba, era como si hubiera venido el Mesías, portando la esencia del sionismo. El primer mensaje de ser un judío. A nuestra propia manera logramos levantar el nivel de la actividad comunitaria. En esos mismos lugares alejados logramos reclutar también a adultos para actividades de defensa. El comerciante judío que temía por su boliche nos enseñó que había otra forma en la que podía defender a sus hijos y a su patrimonio. En un curso de autodefensa que organizamos se sorprendió al encontrar a su hijo menor y aprender de él como defenderse de una patada y como patear a otro en forma precisa. Esto lo condujo a una mayor participación en la comunidad local y a una mayor conciencia de las manifestaciones de antisemitismo, que lo llevó a protestar abiertamente, sin miedos. 42

N. fue uno de los principales activistas en la organización de la autodefensa en Córdoba. La mayor parte de los miembros del Irgún en esa ciudad venían de los movimientos juveniles y según él era sencillo reclutarlos. La dificultad residía en obtener apoyo de las instituciones comunitarias locales:

Políticamente, teníamos que andar en puntas de pie dentro de la comunidad local para que la dirigencia comprenda que la crisis empeoraba. Después que tuvimos su consentimiento tuvimos que encontrar los medios de defensa nosotros mismos. Todo en una atmósfera de miedo de que nuestra actividad reforzara el antisemitismo en lugar de moderarlo. 43

T. H., que no fue reclutado antes de 1964 o 1965, cuando tenía unos 18 o 19 años edad, comentó que para esa época el Irgún ya tenía una buena relación con la comunidad organizada en Córdoba y recibía de ella apoyo financiero. El grueso de su actividad fue proteger sinagogas y el centro comunitario, particularmente durante las festividades judías. Portaba una pistola Beretta calibre 22 que le dio el Irgún. Otros miembros portaban armas que obtuvieron en forma privada. 44

Entrenamiento

Unos 30 jóvenes, todos de buenos hogares judíos, parados en dos filas enfrentadas, esperando una señal del instructor. Cuando oyeron la orden, cada muchacho, a su turno, daba un cachetazo al que tenía enfrente y el que recibía el golpe debía aceptarlo sin retirar su cuerpo. Después cambiaban su papel, de modo que el segundo era ahora quien abofeteaba al primero. Así era la primera lección en el curso de capacitación del Irgún. El objetivo era forjar el carácter y especialmente eliminar el miedo natural a ser golpeado. El curso terminaba al cabo de algunas semanas, en las que los participantes aprendieron a defenderse en forma afirmativa, sacando provecho de las vulnerabilidades de sus rivales. Los participantes debían entender que estos ejercicios no eran juegos de James Bond para divertirse. Los ejercicios tenían como objetivo defender a la comunidad judía inculcando para ello un estilo potente, violento, no intelectual. 45

De esta manera comienza el artículo de Guga Kogan, basado en su experiencia personal y en conversaciones que mantuvo con ex miembros de la organización. Otra ex miembro, Esther, nos contó de ejercicios después de los cuales tenía que aplicarse abundante maquillaje para tapar los moretones.46

Eli, por su parte, enfatizó los simulacros de interrogatorios a los que fueron sometidos. Los instructores aparecían sin aviso por diferentes actividades, llevaban a algunos de los participantes y comenzaban a interrogarlos para verificar si eran capaces de mantener su leyenda de cobertura. También tenían ejercicios prácticos en los que debían inventar coberturas. Los educandos se dividían en parejas y tenían que inventar una historia verosímil sobre la que eran interrogados. Algunas de las personas con las que hemos hablado describieron la sensación de operar en la clandestinidad que experimentaron por la forma en que estaban compartimentalizados y no podían conocer los verdaderos nombres de los demás jóvenes del grupo.

Al respecto, la historia de S. B. es interesante. Fue reclutado a los 16-17 años de edad, cuando activaba en Hashomer Hatzair, a fines de la década de 1950 por alguien de la Agencia Judía. Su primera misión fue viajar en micro hasta la frontera con Paraguay y regresar con un informe en el que debía indicar si había retenes policiales o algún tipo de incidente en el camino.47A posteriori, supone que ese viaje fue parte de los preparativos para el secuestro de Eichmann, una investigación de posibles rutas de escape.48

Tras eso, pasó varios cursos en Argentina que incluyeron combate cuerpo a cuerpo y artes marciales, tiro al blanco y uso de artefactos explosivos. En 1963 viajó a Israel para recibir un entrenamiento más avanzado en temas tales como estado físico, tiro, dispersión de manifestaciones y planificación de operaciones de seguridad. También M. P., uno de los pocos que recibía un salario del Irgún fue enviado en 1963 para cursar entrenamientos avanzados en Israel.49 Nacido en Bahía Blanca, estuvo a cargo de grupos de autodefensa en la provincia de Buenos Aires antes de sumarse a la División Anielewicz en la Capital Federal. De nuestras entrevistas con ex activistas se desprende que decenas de jóvenes argentinos fueron enviados a Israel en la década de 1960 para ser entrenados allí. El programa de entrenamiento para instructores en Argentina era de aproximadamente un año. Los candidatos eran elegidos entre los graduados de esos cursos para viajar a Israel y realizar un curso adicional de unos cuatro meses de duración.

En los diversos sitios en Argentina en que se hacían los cursos, como por ejemplo Macabilandia en las sierras de la provincia de Córdoba, los educandos sufrían a menudo heridas durante sus maniobras. Llegaron a nuestros oídos rumores sobre la brutalidad de esos ejercicios. Mario, por ejemplo, describió como uno de los instructores israelíes quería que los reclutados maten gatos en una bolsa, para acostumbrarlos a la experiencia de quitar una vida. «Había muchos desquiciados, porque la situación se prestaba para que los hubiera», explicó Mario.

Actividades

La actividad semi-militar de estos grupos representaba una crítica de la comunidad judía organizada por no haber adoptado medidas más activas en respuesta a los ataques contra blancos judíos en Buenos Aires. Reflejaba asimismo frustración por parte de los jóvenes que se topaban con dificultades para expresarse políticamente dentro de las instituciones comunitarias. Al mismo tiempo fortalecía a la comunidad al suministrar un canal cubierto para la acción: apoyo, sin involucrarse demasiado, movilizar apoyo entre argentinos-judíos sin darles espacio de liderazgo dentro de las instituciones. Por lo tanto, puede caracterizarse como una rebelión limitada de una generación más joven, nacida en la Argentina, contra una generación más veterana de inmigrantes. Mientras que en Estados Unidos el activismo de la política identitaria tendía a dividir a la comunidad judía, en Argentina parece haber contribuido a fortalecerla.

No obstante, mientras que la comunidad judía organizada, particularmente la DAIA, utilizó sobre todo contactos de alto nivel jerárquico, la acción política y la propaganda para combatir el antisemitismo y sus influencias negativas en el clima político, unos jóvenes argentinos-judíos organizaron una lucha más agresiva. M. describió sus actividades a comienzos de la década de 1960 de la siguiente manera:

Adquirí mi experiencia en enfrentamientos con los nazis locales. En el barrio, donde vivían numerosos judíos, solían acosar a los miembros del movimiento juvenil local, embadurnar con pintadas las paredes de la sinagoga y continuamente atacaban al centro comunitario. Al principio mandamos a los educandos a montar guardia, pero los golpearon y los padres no querían seguir enviándolos a marcos judíos. Así que decidimos identificar a los líderes locales y romperles los huesos; después de eso tendríamos un periodo de cierta tranquilidad. Y eso fue lo que hicimos... Estábamos preparados y bien entrenados y cumplimos perfectamente nuestra misión. 50

S.B. describe entrenamientos semanales al ocuparse de la seguridad en eventos como partidos de básquet en los que uno de los equipos, por ejemplo Hebraica o Macabi, estaba identificado con la comunidad judía. Cuando uno de los hinchas del equipo rival gritaba algún tipo de insulto antisemita, le hacían «un encierro». Estas actividades no eran muy violentas: no se usaban armas de ningún tipo y no había muertos. Los grupos de defensa también emplearon contraespionaje, infiltrándose en organizaciones antisemitas e intentaban mantener un monitoreo constante de las actividades antijudías.

Hilel Resnizky cuenta una historia sobre Gabriel Fernández, un muchacho fuerte y de tez morena, cuya piel oscura y su padre gentil le ayudaron a aparentar ser no judío para los antisemitas. Gabriel logra infiltrarse en la Guardia Restauradora Nacionalista desde donde informa a sus camaradas judíos que los miembros de ese movimiento de ultraderecha están planificando un ataque contra un club juvenil judío. Los jóvenes judíos tienden una emboscada y logran repeler la ofensiva.51 M. relata que «parte de los éxitos se derivaron de la información recopilada de antemano, que fue dada a miembros que parecían gentiles, o simpatizantes que adquirimos mediante conexiones. Todo eso nos daba un cuadro preciso de los blancos, sus costumbres, sus residencias y sus debilidades. No hacíamos nada sin antes hacer un reconocimiento»52

L., que se crió en un hogar con pocas conexiones con el judaísmo, dice que ella y sus compañeros solían buscar en los diarios anuncios de encuentros de grupos antisemitas. Después, asistían a esos encuentros para obtener información. Cuenta que en uno de esos encuentros, celebrado en una parroquia, hubo más participantes que resultaron ser activistas de la organización judía encubiertos que nacionalistas católicos.53

H. P. nos contó cómo fue reclutado un destacado dirigente de la GRN para pasar información al Irgún sin saberlo. Era sabido que se trataba de un aficionado al juego y mujeriego; activistas del Irgún lo contactaron haciéndose pasar por representantes de una organización antisemita internacional basada en Inglaterra y le ofrecieron un salario por trabajar actualizándolos sobre la lucha contra los judíos de la Argentina. Después de varios años de suministrar información, le enviaron un billete aéreo y un mensaje que decía que sus colegas habían descubierto que estuvo vendiendo información a extranjeros. Nuestro informante sostuvo que esa persona dejó el país y no regresó.

Guga Kogan, activista en la División M. Anielewicz, comenzó sus actividades en el Irgún hacia 1961 o 1962. Sus tareas de inteligencia consistían principalmente en recorrer librerías que vendían literatura antisemita, como Mi lucha de Adolf Hitler, Los protocolos de los sabios de Sión o libros del sacerdote Julio Meinvielle, que era admirado por los jóvenes católicos nacionalistas, y observar quién adquiría dichas obras.54 Junto con sus colegas intentó también hacer un seguimiento a Husein Triki, representante de la Liga Árabe en Buenos Aires. 55 Según H. P., Triki abandonó esa ciudad después que el Irgún prendió fuego a las oficinas de la Liga Árabe que estaban en un primer piso, hacia el frente. El Irgún inició una acción coordinada en la que un grupo bloqueó el tráfico en la zona, otro lanzó cócteles Molotov y un tercer grupo envió un mensaje a Triki en el que se le decía que su vida corría peligro si no se iba.56

Este es un ejemplo típico de la exagerada autoimagen de los ex miembros del Irgún. En realidad, Triki fue declarado persona non grata por el gobierno del presidente Arturo Illia en agosto de 1964 y dejó el país poco después. Triki fue acusado de inmiscuirse en asuntos internos de la Argentina y de violar la ley sancionada en 1963 contra la discriminación racial.57

Kogan también describió otra operación en la que participó en forma activa. Un grupo de juliganes antisemitas acosaba a un grupo de Hashomer Hatzair en un barrio porteño. Un sábado se reunieron miembros del grupo de defensa con palos y fueron a golpear a los matones que se reunían siempre en el mismo café. Un grupo de los del Irgún entró al establecimiento y el otro esperó en la puerta. Una vez cumplida su misión, oyeron el rumor que uno de los miembros de la organización fue capturado, por lo que volvieron todos para intentar rescatarlo. Cuando Kogan bajó del coche y comenzó a buscar a su camarada, un grupo de antisemitas saltó sobre él y comenzó a golpearlo. De inmediato llegaron compañeros del Irgún en otro coche y viajando sobre la vereda comenzaron a perseguir a los «goyim».

P. S. cuenta sobre información obtenida sobre una manifestación programada por activistas de Tacuara frente a la embajada siria en Buenos Aires para mostrar el apoyo a los árabes durante la guerra de los Seis Días. Los judíos esperaron a los tacuaristas y en cuanto estos llegaron y comenzaron a repartir volantes, los atacaron con barras de hierro. A. D. confirmó este relato. Un periodista que publicó una nota sobre el tema también fue atacado por miembros del Irgún. P. S. describe también el incendio de una imprenta de cuyas máquinas salían panfletos de los grupos nacionalistas. Ateniéndonos a lo que nos contó, cuando fue la campaña internacional de solidaridad con los judíos soviéticos, el grupo se hizo cargo de pintar la leyenda «Deja salir a mi pueblo» en las paredes de las embajadas de los países comunistas en Buenos Aires. El método empleado era poner a una pareja besándose junto al edificio en cuestión. Cuando el guardia que patrullaba se ocupaba de alejar a la pareja de enamorados, dos activistas rociaban rápidamente el slogan en la pared.

No obstante, el grueso de la actividad del Irgún se redujo a proteger escuelas judías y sinagogas y a escoltar dignatarios israelíes que visitaban la Argentina.58 M. P. afirma que a veces vigilaban kioscos de revistas en los que se vendía Nueva Sión, un periódico identificado con Hashomer Hatzair. Aparentemente, solo unos pocos miembros iban armados; «los comandantes y no los instructores». Es interesante señalar que algunas de las personas que entrevistamos sostuvieron que la policía trató al Irgún con cierta comprensión, o al menos con cierta complicidad tácita, y que cuando llegaban visitantes de Israel dependían de miembros de la organización como fuerza de respaldo.

Conclusiones: ¿lucha étnica o campaña antifascista?

La organización de la autodefensa judía en la Argentina de los años 60 del siglo XX fue un fenómeno único, que no puede compararse con nada similar en Estados Unidos o Europa en esos tiempos. Hubo en los años 50 y 60 varios intentos de capacitar jovenes judíos en distintos países de Occidente y del mundo árabe para defender las sinagogas y centros comunitarios, pero en ningún caso estos intentos resultaron en una organización tan ordenada y de larga duración como en la Argentina. En el caso de América Latina, si bien se hicieron esfuerzos para «exportar» el modelo argentino a otros países del continente, sus éxitos fueron escasos o nulos.59 En el caso argentino, el Irgún contribuyó a elevar la concientización judía y sionista entre los jóvenes y asimismo a una creciente solidaridad y cohesión dentro de los marcos de la comunidad organizada. El incremento de la inmigración a Israel en la década del 60 y del 70 fue al menos en parte un resultado de estas actividades. Desde la segunda mitad de los sesenta se fue marginando a miembros que tenían convicciones «de extrema izquierda» y creían que todos debían luchar por una sociedad mejor en la Argentina, no necesariamente en Israel; eventualmente, hacia el fin de esa década, fueron apartados del Irgún o bien lo abandonaron por su propia iniciativa para sumarse a alguno de los grupos guerrilleros.60 La organización, como los diversos movimientos sionistas, expresó claramente los límites de los compromisos políticos fuera de su propio marco.

Sin embargo, la actividad del Irgún no contribuyó a construir una sociedad democrática y pluralista en la Argentina. Había otras formas de luchar para crear una nación abierta, tolerante, inclusiva y justa. Al fin y al cabo, la condena inequívoca por parte de no judíos al ataque contra Graciela Sirota, por ejemplo, fue de una magnitud impresionante. Un número sustancial de gentiles sintió que expresar su solidaridad con los argentinos-judíos formaba parte de la defensa de la libertad y la democracia en el país.

Puede llegar a argumentarse que el Irgún reflejó en cierta medida a Tacuara y sus actividades. La organización de autodefensa fue creada para contrarrestar la campaña antisemita de los nacionalistas, pero en ambas organizaciones la mayor parte de sus militantes eran adolescente, al final de su segunda o a lo sumo comienzos de la tercera década de vida y en ambos casos el uso de la violencia para promover objetivos políticos o para mejorar el estatus de un grupo determinado era considerado como algo legítimo. Los jóvenes argentinos de los 60 y 70, tanto judíos como no judíos, estaban desafiando premisas arraigadas y organizaciones ya establecidas. Las inclinaciones de esta nueva generación se manifestaron en diversas formas, entre las que se incluyen la radicalización política y también la música del rock.

En este sentido, los miembros del Irgún también cruzaron líneas, aunque su lucha fue de carácter étnico más que una campaña antifascista por una Argentina democrática.61 Cabe preguntar entonces si sus actividades realmente ayudaron a frenar a los grupos nacionalistas antisemitas. Según David Schers:

[s]u actitud parece haber sido instrumental para lograr una merma de actos de antisemitismo. Creó serias dificultades a los grupos atacantes y el peligro de una escalada de los incidentes con víctimas de ambos lados actuó como elemento de disuasión y ayudó a que el gobierno adoptara una actitud más firme. Los grupos de autodefensa judíos… se convirtieron en un factor que debía ser tomado en cuenta por cualquiera que intentara atacar a judíos.62

La mayor parte de las personas que hemos entrevistado tiende a estar de acuerdo, sobreenfatizando la importancia de Tacuara y de otras organizaciones nacionalistas y de la amenaza que planteaban a la comunidad judía local. Esto tiene que ver en parte con actitudes típicamente sionistas. Tal como escribió Adina Cimet, al referirse en su libro a la comunidad judía de México:

la interpretación de asuntos judíos locales fue presentada siempre con alarma. «El alarmismo»—como se le llamaba—fue un mecanismo sionista utilizado para ver problemas locales cuyas soluciones invariablemente se encontraban en los ideales del sionismo. La ideología sionista proponía que todos los problemas «locales» de los judíos se derivaban del hecho de que se encontraban en una ubicación geográfica que no ofrecía su propia constitución política. Eretz Israel se planteaba siempre como la única solución viable a esta condición.63

Simultáneamente, enfatizar la importancia de Tacuara permitía también a nuestros informantes exagerar el éxito de sus propias acciones contra esta organización y similares. Tal como lo indicó M.:

Con toda modestia, de hecho nosotros refrenamos el antisemitismo en las calles. Al mismo tiempo dimos a las principales instituciones de la comunidad una sensación de poder frente a la ola nazi. Eso fue un logro combinado, ya que impedimos que las bandas locales actuaran. También protestamos contra todas las organizaciones nazis o católicas que alentaban el antisemitismo… Con esa información, el establishment judío podía exigir que las autoridades tomaran medidas contra las organizaciones antisemitas. No rogando, sino exigiendo en forma afirmativa, como alguien que puede tener la capacidad de hacer justicia por sus propias manos si el gobierno no actúa. 64

A diferencia de Schers y varios ex miembros del Irgún, tenemos nuestras dudas sobre si la organización fue efectivamente un factor importante para disipar la ola antisemita en la Argentina de la década de 1960. La mayor parte de sus actividades fue amateur y el declive de la actividad de los grupos de derecha tuvo que ver más con la dictadura militar que asumió el poder en 1966 y que limitó las operaciones de todo tipo de organizaciones, incluidas las nacionalistas. Tacuara, la GRN y otros movimientos similares gozaron del apoyo tácito de sectores de la Iglesia, los militares, la policía y la clase alta tradicional, mientras operaron bajo gobiernos civiles y democráticos que evidenciaban «peligrosas» tendencias liberales o populares. Dichos sectores reaccionarios abrigaban la esperanza que organizaciones de la extrema derecho contribuyan a socavar las bases de las administraciones de Frondizi y de Illia. Una vez que los militares tomaron las riendas, no era necesario seguir apoyando a las organizaciones del tipo tacuarista.

Con el nuevo gobierno, también la organización judía debía bajar su perfil y concentrar su atención en la Liga Árabe y en sus actividades propagandísticas en la Argentina. Mario describió los sentimientos de persecución, el «miedo cotidiano» durante la autodenominada Revolución Argentina de la segunda mitad de los 60. Avner Azulai, un ex agente del Mossad que a comienzos de los 60 se desempeñó como un joven oficial de seguridad en la embajada israelí en Buenos Aires, tiende a asignar escasa importancia al Irgún y sus actividades.65 Sin embargo, ofreció a aquellos jóvenes un espacio en el que podían desafiar el discurso del liderazgo comunitario y formar componentes identitarios fuera de los marcos tradicionales de la Argentina judía. Simultáneamente también contribuyó a fortalecer la identificación de la comunidad judía con el Estado de Israel y con la empresa sionista. En este sentido, el Irgún puede ser definido como una organización híbrida violenta que movilizó a sectores de la juventud judeo-argentina a defender a los miembros de la comunidad, a preservar la actividad y la calle judía y a fortalecer su compromiso con la causa sionista. En todo caso, representó un capítulo romántico en las biografías de sus ex miembros, que lo recuerdan con considerable nostalgia, y un elemento importante en sus identidades individuales.

Notas

1 Los autores desean agradecer por su apoyo a la Cátedra Elías Sourasky de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos y al Centro S. Daniel Abraham de Estudios Internacionales y Regionales, ambos de la Universidad de Tel Aviv. Asimismo, a Eliezer Nowodworski por su traducción al español.
2 Universidad de Tel Aviv
3 A. Gefen al Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, 26.11.1963, Archivos del Estado De Israel (ISA), Jerusalén, 103/1.
4 Citado en Yehuda ADÍN, «Nacionalismo y neonazismo en Argentina» [en hebreo], Dispersión y Unidad 7, Nº 33 (1965): 77.
5 Juan Carlos CORNEJO LINARES, El nuevo orden sionista en la Argentina (Buenos Aires: 1964), 93-95.
6 Graciela BEN-DROR, «Antisemitism in Argentina: From the Military Junta to the Democratic Era», Antisemitism Worldwide 2002/3 (Tel Aviv: Stephen Roth Institute for the Study of Contemporary Antisemitism and Racism, 2004), 5-28.
7 David SCHERS, «Anti-Semitism in Latin America», en Violence and Defense in the Jewish Experience , ed. Salo W. Baron y George S. Wise (Philadelphia: The Jewish Publication Society of America, 1977), 239-253.
8 Entrevista telefónica de los autores con Kogan, 7.9.2009.
9 Fur manski fue entrevistado en dos oportunidades por los autores, en la Universidad de Tel Aviv (9.8.2009) y en su casa en el moshav Aseret (29.9.2009).
10 Hilel Resnizky, Artzot Moledet [en hebreo] (Tel Aviv: Chalonot, 2006), 66-91. Hilel es el hermano del difunto Nehemías, uno de los dirigentes de la comunidad judía en la Argentina. En 1956 Hilel emigró a Israel. En los años 70 Nehemías llegó a ocupar la presidencia de la DAIA. Otra novela que menciona los choques entre bandas nacionalistas y jóvenes judíos es de Samuel TARNOPOLSKY (1969), La mitad de nada, Buenos Aires: Candelabro.
11 El pensamiento de Kahane puede verse en su panfleto The Jewish Defense League: Principles and Philosophies (1971), 26 pp. Sobre su carrera política ver Ya'ir Kotler, Heil Kahane (New York: Adama Books, 1986); Ehud Sprinzak, «Kach and Meir Kahane: The Emergence of Jewish Quasi-Fascism», Patterns of Prejudice 19, No. 3 (July 1985): 15-21; Judith Tydor
Baumel, «Kahane in America: An Exercise in Right-Wing Urban Terror», Studies in Conflict and Ter rorism 22 (October 1999): 311-329.
12 Desde el comienzo, todos los participantes utilizaban vocablos hebreos para describir la organización y los cargos que ocupaban de los miembros. Estas palabras aparecen según la transcripción al español: Irgún (organización), Bitajón (seguridad), Maté (centro de operaciones), Madrij (instructor), Mefaked (comandante). En la década de 1970 el nombre habitual utilizado para referirse al Irgún fue Ha-Misgeret (el marco). Oficiales militares y policiales argentinos utilizaron estos términos hebreos cuando interrogaron a argentinos-judíos sospechosos de lazos con la subversión. Ver, por ejemplo, Resnizky a Anug, 2.8.1977, ISA.
13 Judith Laikin Elkin, The Jews of Latin America (New York: Holmes & Meier, 1998), 233.
14 Entrevista de los autores con E. S., Ra'anana, 14.9.2009. Argentina cuenta probablemente con la población más grande de judíos sefarditas después de Israel y Francia, pero aún así la historiografía de la vivencia sefardí es relativamente muy pequeña. Muchos de los historiadores han centrado su atención en la mayoría ashkenazi entre los argentinos-judíos. Sobre la juventud sefardita en esos años, ver Adriana M. BRODSKY, «‘There is a Sephardic Problem': Sephardim, Zionism and Youth in Argentina, 1950-1973», ponencia presentada en el congreso «Crossing Borders: New Approaches to Modern Judeo-Spanish (Sephardic)», UCLA, abril de 2011.
15 Sobre la carrera y las ideas de Jabotinsky, ver Colin SHINDLER, The Triumph of Military Zionism (London: I.B. Tauris, 2006); Walter LAQUEUR, A History of Zionism (New York: Schocken Books, 2003), cap. 7; Alain DIECKHOFF, The Invention of a Nation: Zionist Thought and the Making of Israel (London: C. Hurst & Co., 2003), cap. 5.
16 Sobre los sucesos de la Semana Trágica, ver John DIZGUN, «Immigrants of a Different Religion: Jewish Argentines and the Boundaries of Argentinidad, 1919-2009» (tesis doctoral inédita, Rutgers University, 2010), cap. 1; Marcelo DIMENTSTEIN, «En busca de un pogrom perdido: diáspora judía, política y políticas de la memoria en torno a la Semana Trágica de 1919 (1919-1999)», en Marginados y consagrados. Nuevos estudios sobre la vida judía en Argentina, ed. Emmanuel Kahan et al. (2011) Buenos Aires: Lumiere, en prensa); E. BILSKY (1984), La Semana Trágica, Buenos Aires: CEAL.
17 Sobre los casos Trilnik y Sirota, ver Raanan REIN, Argentina, Israel y los judíos: de la partición de Palestina al caso Eichmann (Buenos Aires: Lumiere, 2007, 2ª edición), cap. 7. Alterman, miembro activo del Partido Comunista, fue asesinado el 29 de febrero junto a la puerta de la casa de sus padres en Buenos Aires. Ver La Nación, 3, 10 y 12.3.1964; Robert WEISBROT, The Jews of Argentina (Philadelphia: Jewish Publication Society of America, 1979), 254-255.
18 DIZGUN, «Immigrants of a Different Religion», cap. 3.
19 Puede leerse sobre el contexto político contemporáneo en Luis Alberto ROMERO (2002) A History of Argentina in the Twentieth Century, University Park, Penn. caps. 5-6.
20 Sobre Tacuara, sus raíces y características ideológicas, ver Daniel GUTMAN, (2003), Tacuara: historia de la primera guerrilla urbana argentina, Buenos Aires: Vergara; Federico FINCHELSTEIN (2008), La Argentina fascista, Buenos Aires: Sudamericana, cap. 5; David ROCK (1993), Authoritarian Argentina: The Nationalist Movement, Its History and Its Impact, Berkeley: University of California Press, cap. 7.
21 Leonardo SENKMAN, «The Right and Civilian Regimes, 1955-1976», en The Argentine Right: Its History and Intellectual Origins, 1910 to the Present, ed. Sandra McGee Deutsch y Ronald H. Dolkart, Wilmington, (1993), Del.: SR Books, 119-145.
22 Sobre las reacciones de DAIA tal como se reflejaron en un semanario en español del establishment judío, ver Beatriz GURWITZ, «La creación de un judaísmo politizado: la labor que realizó Mundo Israelita para moldear una identidad y una política judeo-argentina durante las décadas de 1960 y 1970», en Marginados y consagrados, ed. Kahan et al.
23 Jacobo TIMERMAN (1982), Preso sin nombre, celda sin número, Buenos Aires: El Cid Editor: 115.
24 Entrevista de los autores con David Hurovitz, Tel Aviv, mayo de 2005. Sobre incidentes antisemitas en octubre de 1945, ver Daniel LVOVICH, «Entre la historia, la memoria y el discurso de la identidad: Perón, la comunidad judía y la cuestión del antisemitismo», Índice 27, Nº 24 (2007): 173-188.
25 Ver REIN, Argentina, Israel y los judíos , caps. 2-3; Lawrence D. BELL, «The Jews and Perón: Communal Politics and National Identity in Peronist Argentina, 1946-1955» (tesis doctoral inédita, Ohio State University, 2002).
26 Isser HAREL, Security and Democracy [en hebreo] (Tel Aviv, 1989), 299-302.
27 Entrevista telefónica con S. B., 11.8.2009.
28 Entrevista con los autores. A. vincula su decisión de sumarse al Irgún a la atmósfera de fines de los 60 en la Argentina, la cultura juvenil imperante y la creciente legitimación que tenía el uso de la fuerza para obtener objetivos políticos. A fin de cuentas, la dictadura militar que gobernó en aquel período (1966-1973) no permitía la libertad de expresión política y reprimió muchas de las manifestaciones de la cultura juvenil.
29 Andrea BONVILLANI et al., «Juventud y política en la Argentina (1968-2008). Hacia la construcción de un estado del arte», Revista Argentina de Sociología, No. 11 (Nov.-Dec.
2008), 44-73; Sergio BALARDINI, ed., La participación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo siglo, Buenos Aires: CLACSO, 2000; Mario MARGULIS y Marcelo URRESTI, «Buenos Aires y los jóvenes: las tribus urbanas», Estudios Sociales, No. 46 (1995), 1-11.
30 Entrevista de los autores con M. P., Ra'anana, 16.9.2009.
31 Entrevista de los autores con E. S., Ra'anana, 14.9.2009.
32 Sobre la presunta separación entre comunidades sefarditas, ver Adriana Mariel BRODSKY, «Re-configurando comunidades. Judíos sefardíes/árabes en Argentina (1900-1930)», en Árabes y judíos en Iberoamérica: similitudes, diferencias y tensiones, ed. Raanan Rein (Sevilla: Tres Culturas, 2008), 117-134.
33 Entrevista de los autores con E. D., Tel Aviv, 20.12.2008.
34 Guga KOGAN, «Ha-Irgun» [en hebreo], Al Hamishmar, suplemento semanal (Jotam), 8.7.1988, 12.
35 E. S. nos contó algo similar, sobre uno de sus educandos que sedujo a la esposa de uno de los líderes de una organización nacionalista para obtener información.
36 Entrevista telefónica de los autores con F. S., 1.9.2009.
37 KOGAN, «Ha-Irgun», 13.
38 Entrevista telefónica de los autores con F. S., 1.9.2009.
39 Monk a Slawson, 1.7.1962, American Jewish Committee Files, YIVO, Nueva York, Box 3.
40 Entrevistas de los autores con Beiderman (Tel Aviv, junio de 2009) y Avner Azulai (Tel Aviv, junio de 2009).
41 Acerca de la radicalización de los movimientos juveniles argentinos-judíos en los últimos años de la década de los 60 y comienzos de los 70, ver Ariel NOYJOVICH, «Alienated at Home: Zionist Youth Movements and State Terrorism in Argentina in the Seventies» [en hebreo] (tesis de maestría, Universidad de Haifa, 2010).
42 KOGAN, «Ha-Irgun», 12.
43 KOGAN, «Ha-Irgun», 13.
44 Entrevista telefónica de los autores con T. H., 25.3.2009.
45 KOGAN, «Ha-Irgun», 11.
46 Entrevista con los autor es, Tel Aviv, 20.12.2008.
47 Entrevista telefónica con los autores, 11.8.2009.
48 Últimamente los historiadores están dirigiendo mayor atención a la ayuda que argentinosjudíos dieron al Mossad y a la embajada de Israel en todas las etapas del operativo que culminó con el secuestro de Eichmann: observación, transporte, ocultamiento en «aguantaderos», asistencia médica, transferencia de información de un emisario a otro, etc. Neal Bascomb escribió en su libro Hunting Eichmann: «Sin ellos, el pequeño servicio secreto israelí no habría tenido el alcance que tuvo [p. 132]». Bascomb menciona la «red aparentemente infinita [de voluntarios judíos]» [p. 257]. Neal BASCOMB, Hunting Eichmann (New York: Houghton Mifflin Harcourt, 2009). Ver también RAANAN REIN, «Siguiendo el rastro de un secuestro: escritos sobre el ‘caso Eichmann' cincuenta años después», Nuestra Memoria 34 (2010): 79-87.
49 Entrevista de los autores con M. P., Ra'anana, 16.9.2009.
50 KOGAN, «Ha-Irgun», 11.
51 RESNIZKY, Artzot Moledet.
52 KOGAN, «Ha-Irgun», 12.
53 Entrevista de los autores con L.
54 Entrevista telefónica de los autores con Guga Kogan, 7.9.2009. Sobre Meinvielle y su influencia, ver Graciela BEN-DROR, Católicos, Nazis y judíos: la Iglesia Católica en los tiempos del Ter cer Reich (Buenos Aires: Lumier e, 2003), cap. 2.
55 En la década de 1960 la representación de la Liga Árabe en Argentina adoptó posturas abiertamente antisemitas y apoyó a Tacuara. Triki, que tenía credenciales argelinas, enfatizaba permanentemente que los judíos argentinos tenían una «doble lealtad». Sobre la Liga Árabe en Argentina ver Victor MIRELMAN, «Attitudes Towards Jews in Argentina», Jewish Social Studies 37, Nos. 3/4 (1975): 212-216; American Jewish Yearbook, Vol. 66, 338-339; Primera Plana, 10.3.1964, 6-7. La versión de Triki puede leerse en su libro He aquí Palestina: el sionismo al desnudo (Madrid: Afrodisio Aguado, 1977).
56 Sobre los vínculos de la Liga Árabe con nacionalistas argentinos de la extrema derecha, ver Michael GOEBEL, «Von der hispanidad zum Panarabismus. Globale Verflechtungen in Argentiniens Nationalismen», Geschichte und Gesellschaft (en prensa); Andrés KILSTEIN, «Vínculo entre sectores del peronismo de derecha y la Liga Árabe en la Argentina entre 1962-1964», ponencia presentada en el Segundo Congreso de Estudios sobre el Peronismo (1943-1976), Universidad Nacional de Tres de Febrero, Noviembre de 2010.
57 Ver «Argentina Talks of Ousting Arab», New York Times, 9.8.1964, p. 9; La Nación,
5.4.1965;.La Prensa, 1.7.1965.
58 Entrevista de los autores con E. D., Tel Aviv, 20.12.2008.
59 E. S. nos contó que viajó a Chile, Uruguay, Venezuela y México al servicio del Irgún. J. F.
también nos contó acerca de cursos de entrenamiento para judíos en el Caribe y Mesoamérica.
60 Tal es el caso de A., que se adhirió posteriormente a las FAL (Fuerzas Armadas de Liberación).
A. suministró a sus nuevos camaradas información sobre el Irgún y su comandante
(entrevista con los autores). Los límites ideológicos quedaron a veces desdibujados. Algunos
ex miembros de Tacuara terminaron militando como guerrilleros en la organización peronista
Montoneros o en el ERP, de tendencias trotzkistas, al igual que algunos ex miembros del
Irgún. Ver también Adrián KRUPNIK, «Cuando camino al Kibbutz vieron pasar al Che.
Radicalización política y juventud judía: Argentina 1966-1976», en Marginados y consagrados,
ed. KAHAN et al.
61 Una de las personas entrevistadas para esta investigación (Buenos Aires, mayo de 2011) fue más tajante y sostuvo que en retrospectiva podría caracterizar su experiencia en el Irgún entre 1968 y 1973 como «una vivencia fascista», aunque insistió que nunca se arrepintió de haberlo hecho.
62 SCHERS, «Anti-Semitism in Latin America», 251.
63 Adina CIMET, Ashkenazi Jews in Mexico: Ideologies in the Structuring of a Community (New York: State University of New York Press, 1997), 61. En este capítulo Cimet se r efiere a un periodo anterior.
64 KOGAN, «Ha-Irgun», 12.
65 Entrevista con los autores, Tel Aviv, junio de 2009.

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