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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

On-line version ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.28 Córdoba Dec. 2012

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

La crisis del mundo del trabajo en la Europa contemporánea: entre la política y la economía1
Carlos La Serna2

Resumen
El artículo tiene por objetivo caracterizar la situación y las perspectivas de la cuestión del trabajo en el marco de la ya prolongada crisis que asola a las sociedades europeas del presente. Aborda esta cuestión partiendo de una caracterización de la crisis de la sociedad asalariada de bienestar, entendida como una crisis de la racionalidad jerárquica que la constituye. Posteriormente se analizan las contradictorias transformaciones que son propias de la cultura, la política y la economía en el mundo capitalista, así como las más relevantes consecuencias que se abaten sobre las heterogéneas sociedades del Viejo Continente. En este marco y en base a la revisión de diversos indicadores se pone luego de relieve la magnitud del deterioro que es propio del mundo del trabajo. Finalmente y a modo de conclusiones, el artículo desglosa las perspectivas de una recomposición alternativa a los parámetros que dominan el curso de estos procesos.

Palabras claves: Racionalidad jerárquica, desempleo y precariedad, emancipación, políticas generativas, economía social y solidaria.

Abstract
The article aims to characterize the situation and prospects of the labor issue in the framework of the already protracted crisis raging in European societies of the present. Addresses this issue based on a characterization from the crisis salariada welfare society, understood as a crisis of rationality that is hierarchical. Later analyzes the contradictory transformations that are typical of the culture, politics and economy in the capitalist world and the most significant consequences crash onto heterogeneous societies of Europe. In this context and based on the review of various indicators is then placed highlighted the extent of deterioration that is characteristic of the world of work. Finally, and by way of conclusion, the article breaks down the prospects of a restructuring alternative to the parameters that dominate the course of these processes.

Keywords: Rationality hierarchical, unemployment and precariousness, emancipation, political generative, social and solidarity economy.


Algunos puntos de partida

La transformación que sufre la sociedad capitalista en sus espacios centrales y particularmente en el continente europeo, está causando serios daños, algunos de los cuales son palpables y concretos, otros aún poco visibles e incalculables. Un espacio en que tales daños son particularmente evidentes es aquel del trabajo bajo la forma de empleo. Intentar su comprensión escapa a la postulación de algún tipo de determinación substancial, constituyendo al contrario un proceso cuya comprensión requiere advertir al menos la sobredeterminación que lo configura.

Partimos de interpretar que la sociedad capitalista resulta de la articulación de sus esferas económica, política y cultural, articulación que en su modalidad concreta de instituirse remite a un orden social y político imaginariamente construido, a la vez que material y socialmente enraizado3. No obstante, y como todo orden instituido, el mismo es asediado por procesos instituyentes que tienden a cuestionar sus principios de organización y por tanto las significaciones que lo sobredeterminan. Puede así proponerse que el orden social es siempre contingente, lo cual deriva de la presencia activa del «movimiento democrático», esto es de «la» política y de su capacidad inagotable para alterar reflexivamente lo instituido4.

Lo anterior cuestiona la ilusión de un orden perpetuo. Por caso, la sociedad de bienestar puede ser entendida como la más acabada construcción imaginaria de un orden cuyo principio rector de organización residiera en una racionalidad jerárquica de fines. La sólida y duradera legitimidad de que gozara tal orden no impidió sin embargo que el mismo fuera primero fragilizado, luego seriamente deslegitimado por un proceso instituyente internamente contradictorio.

Pero veamos más de cerca esta compleja y paradojal cuestión. La racionalidad jerárquica de fines, cuyos «ancestros» encontramos en el Movimiento de la Ilustración, comporta una interpretación hegemónica según la cual el avance del conocimiento y del derecho positivizados permitiría el dominio sobre la naturaleza y sobre los procesos y relaciones sociales5. Esta generalizada creencia, encuentra en los acuerdos de paz de postguerra, la fuente de los poderes y de los imperativos políticos que permitirán construir la sociedad bienestarista. Tales acuerdos vendrán de los espacios jerárquicos de articulación corporativa integrados por las representaciones del trabajo, de las empresas, y por un Estado que, legitimado por una democracia pluralista, encarnará el interés común. En no pocos casos, las iglesias y las fuerzas armadas activaron estos acuerdos.


En la esfera del trabajo y de la producción, la politización de la economía y en particular de las relaciones capital-trabajo presupondrán la hegemonía de una modalidad keynesiano-fordista de reproducción del capital que producirá una fenomenal expansión de los mecanismos de extracción de plusvalía relativa. El Estado asumirá en efecto una función general de regulación y de intervención directa en los mercados, cuya finalidad será el crecimiento industrial, bajo el eje estratégico del aliento a la demanda.

Paralelamente y bajo el principio del «arcaísmo protector»6, tiene lugar toda una intervención estatal que desmercantiliza las relaciones capital-trabajo instaurando mecanismos de negociación colectiva, modalidades estables de contratación y amplias protecciones y prestaciones sociales7. La sociedad de bienestar deviene así una «sociedad del trabajo» cuya potencia reside en esa solidaridad corporativa construida alrededor de los denominados «acuerdos de paz». Las sociedades europeas, pero no sólo ellas, arribarían de este modo a tasas de crecimiento nunca superadas, a niveles de empleo pleno y a mejoras sustanciales en las condiciones de vida. Fruto de ello el trabajo asalariado devendrá una institución estructurante de las normas y reglas sociales, otorgando todo un marco de sentido a las subjetividades y prácticas individuales y colectivas.

Se construye así todo un imaginario que hace del progreso indefinido el fin de una racionalidad cuya vigencia durante los llamados «treinta gloriosos», permitirá la material y simbólica posibilidad de una movilidad social que satisface viejas aspiraciones por una sociedad y un Estado más amplios. La inclusión social que así se cuasi-universaliza bajo la figura del «salariado»8, comportará el reconocimiento del trabajador como sujeto de derecho, en un marco que hace de la familia y de la escuela, del sindicalismo y del Estado, sus núcleos de protección y reproducción.

Pero tal marco protector significa también la fuente de una vigilancia social que encuentra en sus técnicas y procesos la jerárquica vía para el tratamiento de los «desvíos» respecto a las reglas que rigen la reproducción de esta sociedad. Vigilancia que, a pesar de su alcance sistémico y del velo que provee tanto el generalizado bienestar, como una democracia pluralista de baja intensidad, no logrará evitar la emergencia progresiva de visiones e imaginarios alternativos.

Más allá de ese futuro, la sociedad de bienestar constituye en su apogeo, una sociedad estabilizada. Un legitimado imaginario, ha creado los cauces que permitirían el tratamiento del conflicto al interior de los parámetros del orden prevaleciente.

Las contradictorias vías de la transformación en curso

La solidez que la sociedad bienestarista trasuntara, no impedirá pues que el relato que la instituyera fuera fragilizado por un contexto de nuevas interpretaciones y prácticas, de nuevos imaginarios que, desde contradictorios ángulos ideológicos, fueron forzando la emergencia de su crisis.

Se ha dicho que las posibilidades y expectativas crecientes de acceso a bienes materiales, educativos, culturales propia de la sociedad de bienestar, habría generado consecuencias no esperadas que terminarían por conspirar contra la estabilidad de los acuerdos de paz. Entre ello, la competencia inter-sindical por mejores niveles de beneficios, llevará a una lógica categorial al interior de los salariados. Por otro lado, la sociedad madura del bienestar, habría evolucionado paradójicamente hacia un progresivo desencanto, hacia una «toma de distancia» no egoísta frente a las reglas vigentes, producto de nuevas aspiraciones por formas de vida e identidades más autónomas. En esta tesis se inscriben los pioneros trabajos de Offe9, que sugieren un cambio cultural que debilita el orden racional y jerárquico, abriendo paso progresivamente a un «orden social y político del mundo de vida». Los posteriores trabajos de Giddens (1998) y Castoriadis (2008), que sitúan en el incremento de la reflexividad y en la radicalización de la democracia los ejes de una transformación social de largo aliento, apuntalan también tal interpretación.

Política y democracia comienzan pues a dejar de ser entendidas en el estrecho marco de las instituciones de representación (de «lo» político), para ser concebidas como espacios de construcción de una esfera pública renovada que pone en cuestión al Estado como garante excluyente del interés común. La ciudadanía así radicalizada, resignificará la cuestión social, reconstruyendo sus contenidos alrededor del género, el ambiente, la vigilancia, la violencia, la democracia misma, sin dejar de lado el trabajo,
espacio donde la reemergencia de una Economía Social y Solidaria cuestiona y da nuevos sentidos a la economía mediante toda una práctica discursiva y material alternativa10/11. Lo que Castoriadis (2008) denomina el «movimiento democrático», constituirá un centro motor de las transformaciones en curso, a partir del despliegue, tanto subjetivo como colectivo, de una multiplicidad de praxis emancipatorias (Giddens, 1998).

Pero los cambios no terminan allí. Otro curso se articula contradictoriamente a las reseñadas transformaciones. Los trabajos de David Harvey y de Bob Jessop consideran que el fordismo, es acuciado en el corazón mismo de su modo de reproducción. El supuesto según el cual la economía no existe sino en el marco de complejas articulaciones con la política y la cultura, lleva a Jessop (s/f) a señalar que asistimos a un tránsito entre el Estado nacional keynesiano de bienestar (ENKB) y un régimen postnacional schumpeteriano de work-fare (EPSW). El solo enunciado de estas denominaciones trasunta el sentido de los cambios y articulaciones supuestas, las cuales se vuelven diáfanas cuando se interpreta que la crisis del ENKB deviene de la debacle del imaginario que lo instituyera. Tal reconfiguración sigue para este autor tres orientaciones.

Una primera es aquella de la desnacionalización, por la que este autor observa un redespliegue de la economía y del Estado hacia lo local y lo internacional12. Puede decirse que Harvey13, atribuye estos procesos a una tendencia a los «ajustes espaciotemporales » mediante el «aplazamiento temporal y [los]14 desplazamientos geográficos », lo cual supone aceptar la tesis de «... la tendencia del capitalismo a producir crisis de sobreacumulación», esto es excedentes de capital y de trabajo, «... sin que parezca haber manera de que puedan combinarse de forma rentable a efectos de llevar a cabo tareas socialmente útiles»15.

En el marco de esta tendencia, los finales de los 70 escenificarán el surgimientouna competencia global con origen en países del sudeste asiático cuya producción es potenciada por la introducción de tecnologías de comunicación e información (TIC´s), que modificarán no solo procesos y modalidades organizativas, sino también las relaciones capital-trabajo, golpeando a esas economías cuyos altos costos laborales seguían asociados a su ralentizada renovación. La estrategia sobreviniente sería embanderada por los EUA16 que, frente a las dificultades para recuperar tal distancia tecnológica, apelarán a profundizar la financiarización y la raíz especulativa del capitalismo, algo que Harvey (2004) denomina «acumulación por desposesión».

Aún desde perspectivas teóricas diferenciadas se acepta que esta estrategia está condicionada por las relaciones internas de fuerza y por el rol que asume el Estado (Evans17). Son típicos al respecto los casos de los países del sudeste asiático cuya «suerte » durante la crisis de 1997/1998 dependió de la existencia (en Taiwan y Singapur), o
de la ausencia (en Tailandia e Indonesia) de efectivos controles estatales frente a la competencia internacional y a la consiguiente invasión de sus economías por flujos especulativos.

Harvey insiste, en línea con Jessop, en el trasfondo político de lo que está en marcha, al sugerir que esta forma de acumulación no obedece a imperativos económicos, sino más bien a una correlación de fuerzas que se expresa en «... la falta de voluntad política de la burguesía para resignar sus privilegios de clase, bloqueando así la posibilidad de absorber la sobreacumulación mediante la reforma social interna». Continúa señalando: «... la oposición por parte de los propietarios del capital a cualquier política de redistribución o mejora social interna en EUA no deja otra opción que mirar al exterior para resolver sus dificultades económicas». Este fue sin duda, antes de Europa, desde principios de la década del setenta, el caso de Chile, Argentina, Brasil, en fin, de Latinoamérica toda, cuyas capas «dirigentes» fueran colonizadas por las políticas derivadas del ya superado Consenso de Washington.

Dos procesos de cambio completan el análisis de Jessop que comentamos. La desestatización; por la cual la organización jerárquica propia del Estado de Bienestar y así su soberanía son desplazadas por mecanismos de «gobernancia multiescalar», esto es por una modalidad de gestión que a la vez que recorta sus poderes y atribuciones, conserva para el Estado una función tendiente a coordinar su actuación con los diversos espacios hacia los que se «desplazan» la economía y la política18. Finalmente la internacionalización es el fenómeno que da cuenta al interior del régimen schumpeteriano, de la renovada importancia del contexto global, lo cual produce un giro en la relevancia de las fuentes de política del Estado, a favor de lo internacional y la competencia, y en desmedro de lo nacional y la solidaridad.

Estos desplazamientos a la vez que simbólicos, concretamente materiales, producen un progresivo descompromiso del capital respecto a la salud de los «equilibrios» sociales y políticos nacionales. Es así que en relación con la cuestión laboral, el pleno empleo cede ante los imperativos empresarios apegados a formas de contratación flexibles y precarias, y a modalidades asistenciales tipo work-fare, más apegadas al metabolismo del capital financiero.

Las estrategias propias de la nueva modalidad de acumulación, han superado pues los rígidos planteos antiestatistas del Consenso de Washington. Ello se revela en una narrativa académica (Theda Stockpol, Peter Evans, Guillermo O´Donnell, Bresser Pereira) que viene a reconocer, a mediados de los años ochenta, que la eficacia del mercado requiere de la acción de un Estado que debe no obstante perder su antiguo vigor. Señala Harvey (2004) al respecto: «La forma que asumieron las instituciones mediadoras [estatales, partidarias, sindicales] 19 es la de productoras, a la vez que producto, de la dinámica de la acumulación del capital»20.

Cabe agregar al respecto, que este metabolismo productivo encuentra condiciones culturales de «posibilidad» en aquella creencia en el progreso –quizás hoy fragilizada-, que impulsara el racionalismo, la cual lleva a desplazar el presente como momento del goce vital, anular el pasado, y valorar obsesivamente el futuro como el lugar siempre inalcanzable de nuevas metas de progreso. La modernidad capitalista «se construye sobre lo que destruye» 21.

En síntesis, puede sostenerse que los cambios políticos, culturales y económicos en el modo de reproducción de un capitalismo que destruye su antiguo centro nacional, no son entendibles, sin dar cuenta, por un lado, de las predominantes modalidades de «acumulación por desposesión», modus operandi de ese tipo de reproducción del capital, que asume la forma postnacional schumpeteriana de work-fare. Por otro lado, tales transformaciones tampoco son entendibles, sin suponer que lo que está en marcha es el resultado del intento por construir un imaginario neo-liberal orientado a disciplinar una dinámica democrática que, como contratendencia, busca escapar de jerarquías y racionalidades monolíticas.

El «proceso» europeo

El Viejo Continente es hoy el centro del itinerario que intentamos caracterizar, como lo fuera antes Latinoamérica. Pero sus problemas se originan también en aquella primera década de los setenta, mediante la progresiva penetración de un ideario y de unas estrategias favorables a la dominación del mercado que, luego de las primeras experiencias impulsadas por M. Thatcher, redoblan hoy su ofensiva. En el campo de la economía, esta ofensiva lleva al límite la concentración por desposesión del aparato económico, redistribuye los procesos económicos hacia espacios con condiciones de mayor rentabilidad, crea los escenarios que permiten la operación de los fondos especulativos, pretende en fin la jugosa recuperación de los inmensos fondos que bajo la figura de la asistencia financiera, fueron colocados en aquellos países que están en los márgenes de la Europa desarrollada: Grecia primero, Portugal, Irlanda, España e Italia después.

En los espacios nacionales estas pretensiones derivan en la aplicación de reformas económicas, políticas y culturales. En el primer plano y bajo la bandera de la competitividad, se profundiza la privatización, la desregulación de los mercados, el libre intercambio. Tales acciones son paralelas a políticas de ajuste fiscal que reducen los gastos sociales, asistenciales y previsionales del Estado, a la vez que se disminuyen y/o eliminan las imposiciones sobre el capital22. La reducción de la presencia del Estado respecto a sus roles de regulador y actor en los procesos económicos, tiene además como objetivo ampliar los espacios a la colocación de los excedentes de capital de los países de mayor desarrollo23 en áreas antes gestionadas por los gobiernos.

En el espacio de lo político el Estado es desarticulado. Se actúa sobre su capacidad para la toma de decisiones vinculantes, lo que hace del mismo la permeable instancia política y operativa de este renovado capitalismo. El nuevo rol del Estado responde no obstante, en sus formas concretas, a las singularidades de cada sociedad, en particular a las correlaciones de fuerza prevalecientes.

Pero nada de éste «paisaje» sería posible, sin todo un complejo de prácticas discursivas, orientadas a construir un imaginario que permita institucionalizar tales transformaciones. Esta labor, de la cual la construcción académica de la categoría gobernanza es, junto a un subjetivismo individualista y competitivo, la simbología de base, no puede sin embargo ser imputada a sujeto principal alguno. Resulta más bien de la confluencia de poderes y procesos múltiples, que abonan la instauración de una tal cultura, contraponiéndose a los restos de aquella que sustentara la racionalidad bienestarista, como de aquella, aún larvada e intersticial, que es propia del orden del mundo de la vida.

En el caso europeo, tal confluencia tiene sus raíces recientes en el giro ideológico y político de su socialdemocracia, es decir en la renuncia a sus históricas banderas y en la adopción de un neoliberalismo que, de manera tímida y vergonzante, dio continuidad a las transformaciones iniciales, llevando a éstos partidos a la ruptura de sus lazos político e ideológicos con el sindicalismo y con el empresariado local y así a la pérdida de su caudal electoral.

Con el regreso al poder de partidos «pro-mercado»24, aquellas tareas iniciales se profundizan para llegar a lo que quizás constituya su límite a partir del 2008. Se desata así un proceso en la implantación del régimen schumpeteriano de work-fare que, desde la experiencia latinoamericana cabe calificar como predecible. Esto es, determinados contextos y acciones producen una cadena «natural» de consecuencias, algo sobre lo que volveremos en el siguiente apartado.

Una integración asimétrica

Pero la estrategia de este capitalismo financiarizado, se orienta a la constitución de una «gubernamentalidad25 supra-nacional», tecnología de poder que excede al cálculo financiero y que, traspasando a los Estados, a la política, a la cultura y a las economías nacionales busca, todavía sin fortuna, legitimar un imaginario cuyas reglas pueden terminar por instalar constricciones insalvables al desarrollo de las formas, aún las más elementales, de la democracia.

Este fenómeno se presenta quizás de manera paradigmática en el caso de Europa, en donde los Estados nacionales han sido golpeados en sus principios constitutivos, en tanto sus atribuciones son en buena medida ejercidas ahora en un coercitivo marco supranacional, producto de los acuerdos que dan base a la Unión y al Banco Central europeos. Las políticas económicas, fiscales y presupuestarias, las políticas de empleo, las políticas sociales, en fin, la actuación de los Estados sólo adquiere un carácter vinculante como resultado de un proceso de revisión que transita por dichas instituciones. Tales políticas una vez adoptadas, están sujetas además a monitoreos «comunitarios» que condicionan la asistencia financiera a los estados miembros.

La tendencia en la que se inscribe esta estatalidad supranacional es quizás única en el mundo capitalista, en tanto los múltiples «régimenes transnacionales» acuerdos que han transformado las relaciones de fuerza en el campo de la economía mundial en una suerte de oligopolio cuya cabeza siguen siendo los EUA, se limitan con sus diferencias a la adopción de mecanismos de regulación del comercio y de las inversiones entre los países integrantes (véase nota al pié nº 21), conservando los Estados un alto grado de autonomía. El fuerte avance «integrador» de la Unión Europea, plantea problemas que devienen de los diferenciales de desarrollo de sus países, fenómeno frente al cual la moneda única y la unificación de las políticas impiden la posibilidad de establecer estrategias de desarrollo que den cuenta de sus singulares identidades y problemáticas. Baste reparar al respecto en la distancia a nivel del desarrollo económico que se registra entre Alemania por un lado y Portugal, España e Irlanda por el otro, pasando por los casos de Francia e Italia.

Ello significa así mismo, que la racionalidad jerárquica de fines que dominaba bajo las formas del Estado de Bienestar, tiene una peculiar continuidad bajo la forma de la transnacionalización de las facultades estatales de gobierno. Tal peculiaridad consiste en que dicha racionalidad ha sido despojada de la generalizada creencia de las sociedades en que este Estado transnacionalizado represente el interés común de los ciudadanos de la comunidad europea, como lo representara, bajo su imaginaria y material construcción, el Estado de bienestar.

A ello contribuye un proceso de desnacionalización que golpea contra las instancias que otorgan soberanía a los Estados. Esto es, los intereses y aspiraciones de sus ciudadanos no tienen en «lo» político el lugar, aún limitado, para hacer valer su voz a la hora de definir las orientaciones de las políticas estatales. Al transferir gran parte de estas decisiones a las señaladas instancias transnacionales, la democracia, en sus formas y valores liberales, es en efecto vaciada de sentido.

La Europa socialmente excluyente

La estrategia del capitalismo hoy dominante afecta predominantemente al trabajo, en sus dimensiones a la vez que subjetivas, comunitarias e institucionales. La medida de tales consecuencias puede ser sopesada mediante el análisis de indicadores macroeconómicos, en tanto el desempleo resulta, pero produce al mismo tiempo, una caída de la actividad, de la tributación y de los recursos estatales, con efectos sobre el endeudamiento de las sociedades. A efectos de ilustrar lo señalado para el caso europeo, hemos construido sobre la base de países seleccionados, el subsiguiente cuadro, intentando mostrar la relación que existe entre el producto bruto interno, la deuda pública y la tasa de desempleo.

PBI período 2008/2011, Deuda Pública Bruta (DPB) en porcentajes
del PBI año 2011 y Tasa de desempleo armonizada (TDA)
(Europa 27 = 100) - Países seleccionados

Lo primero a destacar del cuadro anterior es que un grupo de países (Dinamarca, Alemania y Luxemburgo) mantienen un nivel de crecimiento. Italia también crece entre el 2010 y el 2011, pero en este último año su nivel de PBI es menor al del 2008. El resto de las economías registran decrecimiento, siendo los casos más pronunciados los de Grecia, Irlanda y España. Por otro lado los países que crecieron registran una deuda pública relativamente baja, siendo excepcional el caso de Luxemburgo (18% del PBI). Llama la atención España, espacio de un neoliberalismo de raíz conservadora asumido sin tapujos, donde el nivel de deuda llega al 69% de su PBI, nivel crítico pero moderado considerando el resto de los países. Ello permite suponer que no existe una correlación directa entre el monto de la deuda, la caída del PBI y el desempleo, sino que median factores extra económicos.

El análisis de los datos de desempleo, muestra el vertiginoso crecimiento que afecta al trabajo salariado en los últimos doce meses, materializando los perversos efectos de las transformaciones económicas y político-estatales. Salvo el caso de Alemania, el resto de los países ha tenido algún grado de incremento en el nivel de desempleo, siendo España (del 22.5 al 25,1%) y Grecia (del 18.9 al 25,1%), las sociedades más afectadas. En el otro extremo, un grupo de países mantienen todavía tasas de desempleo típicamente bienestaristas.

Entre ellos, y a pesar del crecimiento de sus respectivas tasas, están los casos de Luxemburgo (5 a 5,2%); los Países Bajos (4,5 a 5,3%) y Alemania que ha bajado su nivel de desempleo en los últimos doce meses (5,8 a 5,5%). Dos franjas intermedias pueden también observarse. La primera esta integrada por países cuyas tasas superan el 7% y llegan hasta un 10%, son los casos entre otros de Dinamarca, Francia, Italia; la segunda por países que como Irlanda superan de manera alarmante dicho porcentaje.

El modo en que la dinámica económica neoliberal afecta las condiciones materiales de existencia, está también reflejado por la oficina de estadísticas de la Unión Europea (Eurostat), la cual publica los siguientes porcentajes y cifras para la Europa27.26

Indicadores Claves

Señalemos en primer lugar que la Europa 27 a la que corresponden las cifras del cuadro, cuenta con una población total cercana a los 500 millones de personas. Para poder apreciar la gravedad que registra el deterioro de las condiciones existenciales de personas y familias, hemos obtenido los porcentajes correspondientes al año 2011, en los indicadores 2 a 5, porcentajes que deben ser aplicados sobre el total de población aludido.

Por otro lado, se advierte que las consecuencias del programa neoliberal no son inmediatas. En efecto, la situación de empleo y de pobreza y exclusión social se agrava entre los años 2011 y 2012, no siendo de prever, a juzgar por las metas fijadas para la tasa de empleo dentro del programa Europa 2020, que esta tendencia se modifique27. Por otro lado y dado que según se anota en la información recogida «los individuos se cuentan una sola vez, incluso si están presentes en mas de un indicador», las cifras relativas a los indicadores 2 a 5 de la tabla precedente, deben ser acumulados.

Cabe así mismo hacer notar que el indicador denominado «Personas que viven en hogares con baja intensidad de trabajo», representa un eufemismo que esconde condiciones de subempleo y/o precariedad laboral. El porcentaje que hemos estimado (23,5%), sumado al nivel promedio de desempleo de la Europa 27 (9,8%), rebela que el 33,3% de la PEA del continente sufre problemas de empleo.

Un último dato que queremos analizar en relación con la cuestión del trabajo, tiene que ver con la evolución del costo salarial que se registra en la Europa 27, información a partir de la cual hemos construido el cuadro de la página siguiente tomando en cuenta la selección de países ya realizada.

Dado que las variaciones en el indicador son relativas a los tres años previos, cabe hacer hincapié en el período 2008-2011. El primero de estos años muestra para la mayoría de los países una suba del costo salarial que es seguramente producto de los aún vigentes mecanismos de regulación laboral de tipo bienestaristas que regían en el 2005.

Costo salarial unitario nominal
(2005 = 100)
Variación sobre tres años

Por otro lado, los valores muestran para el conjunto de países seleccionados una caída general del costo salarial nominal. Son especialmente notorios los casos de Grecia, España y Portugal que registrarán, en ese orden y según las previsiones para el 2013, una reducción negativa del indicador, esto es una caída neta del costo salarial28. De ello se regodeaba el primer ministro Rajoy en su intervención en el reciente encuentro entre Europa y América Latina en el marco de la CELAC, al momento de llamar a invertir en España29.

Confirmando la tendencia que los datos que analizamos permiten presuponer, a comienzos de octubre del 2012, el portal CNN Expansión.com, difundió un cable de Reuters-Paris, que reproduce información de Eurostat y que exime de mayores comentarios. Según esta nota, «... se cierne sobre la Unión Europea (UE) un ´desastre económico y social` si continúa en aumento el desempleo entre los europeos jóvenes. Líneas abajo informa que «... el desempleo en los 17 países que comparten el euro fue de 11.4% de la población activa en agosto, un nivel estable respecto de julio sobre una base estadística, aunque sumó otras 34,000 personas sin trabajo en el mes...».

«Fue el decimosexto incremento mensual consecutivo. Eso dejó a 18.2 millones de personas desempleadas en la zona euro, su nivel más alto desde la creación del euro en 1999 y muestra un incremento de unas 2.6 millones de personas desde inicios de 2011. En total, 25.5 millones de personas estaban sin trabajo en la UE, compuesta por 27 naciones, informó Eurostat».

«Es claramente inaceptable que 25 millones de europeos no tengan trabajo, manifestó así mismo el portavoz de la Comisión Europea, Jonathan Todd, en una conferencia de prensa. En un comunicado, el brazo ejecutivo de la UE indicó que eran realmente preocupantes los datos que mostraron un récord del 22.7% de desempleo en Europa durante agosto en personas de entre 18 y 25 años».

Continúa el cable: «El desempleo en el área podría superar los 19 millones de personas a principios del 2014, o alrededor de 12% de la fuerza laboral de la zona euro, según un nuevo estudio de la consultora Ernst&Young, que predijo que la tasa aumentará a 27% en Grecia. Eso se compara con el 24.4% registrado en Grecia en junio, de acuerdo a los últimos datos disponibles».

«En este difícil entorno, las empresas tienden a reducir aún más el empleo con el fin de preservar la productividad y la rentabilidad», apuntó el informe. El sector manufacturero de la zona euro registró su peor desempeño desde lo más profundo de la gran recesión en los tres meses a septiembre, ya que las fábricas se encuentran afectadas por una caída de la demanda pese a reducir los precios, según un sondeo publicado este lunes, que apunta a una recesión.

Conclusiones

El activismo social que contesta este crítico proceso, representando a una diversidad de valores e intereses, se ha expresado por vez primera de modo unificado en la llamada «huelga continental» del reciente 14N30. Sin ánimo de efectuar un rastreo mas que referencial, la protesta frente al avance de los programas aplicados por la troika europea, fue impulsada inicialmente por esa expresión de «la» política que representan Los Indignados, constituidos mayoritariamente, pero no excluyentemente, por una juventud crecientemente excluida. Los Indignados expresan a esa inmensa franja social que no habita el espacio económico formal y cuyas demandas se sitúan en el plano general de la crítica a la política formal y a la presencia coactiva de las instituciones europeas.

Como lo señala Iohannes Maurus31, la huelga –término que utiliza «a falta de uno mejor»–, fue también «... la producción de los 6 millones de parados, de las amas y amos de casa, de los ancianos, de los trabajadores intermitentes, de los trabajadores cognitivos, de los estudiantes y demás jóvenes sin futuro, etc. Para muchos de ellos, la actividad no disminuye, sino que aumenta en un día de `huelga´, pues muchos de ellos se informan, discuten, viven más, construyen socialmente la huelga como acontecimiento mediante multitud de gestos en multitud de espacios».

El artículo citado, tiene la virtud de sugerir de ese modo el diferenciado sentido que dieron al 14N las distintas franjas sociales que allí participaron. Esta diversidad significativa, no procede sino de la debacle del pleno empleo como eje de la inclusión social bajo la sociedad bienestarista, deblaque que diera por tierra con la homogeneidad laboral e identitaria, volviendo más diversas las subjetividades individuales y colectivas en el mundo del trabajo32. Señala Maurus: «La huelga industrial del 14N fue importante, pero si el 14N fue un éxito no fue solo porque pararan las fábricas o los polígonos industriales, sino porque una ingente multitud orientó su actividad a luchar contra la reproducción del orden existente y a construir la resistencia y la respuesta a la agresión del capital».

Pero veamos más de cerca esta diversidad. La participación del sindicalismo tiene un sentido asociado a reivindicaciones contra los ajustes y reformas estructurales y sus consecuencias sobre el empleo y las condiciones de trabajo. Por caso, en España, sede de las más virulentas expresiones del 14N, los sindicatos convocantes reconocieron «... que el seguimiento [acatamiento]33 de la huelga fue inferior al paro de marzo -12.2 por ciento menos- que se explica en la severidad de la crisis –muchos trabajadores no podían dejar de cobrar el salario de un día que las empresas suelen descontar a los huelguistas-, y a que muchos sectores de la economía están al borde de la quiebra»34.

Por otro lado, el portal Rebelión35, insinúa que la denominada «izquierda radical » europea se habría visto reconocida en la inédita composición que constituyó al 14N. La nota da cuenta que «... la organización Izquierda Anticapitalista (IA) celebra este viernes un mitin internacional con invitados venidos del resto de Europa para «continuar el combate»36. Miguel Urbán, portavoz de IA en Madrid, ha declarado:

«Creemos que la soberanía de los pueblos del sur de Europa está secuestrada por la Troika y sólo apoyándonos en el resto de países europeos, unificando las luchas, podremos eliminar las cadenas de una deuda ilegítima, una austeridad que no responde a los deseos del pueblo y unos recortes que hacen que la crisis la paguen los trabajadores».

Esta radicalizada expresión del 14N, remarca el sentido soberanista de su participación, cuestión que refiere en particular a los mas afectados estados del sur europeo: «No podemos seguir permitiendo que el Congreso no pueda debatir una ley que ponga un parche a la cuestión de los desahucios porque directamente la Troika no le deja».

Las referencias previas sobre la más importante acción de resistencia a las políticas neoliberales, muestra los diferenciales valores e intereses que se expresaran esta vez bajo una forma unificada: (i) en primer lugar, aquellos propios del sindicalismo, que significa como «huelga» la protesta del 14N y cuyos demandas están asociadas al desempleo y a las condiciones de trabajo; (ii) por otra parte, aquellos centrados en torno a una democracia participativa y comunitaria que levanta esa amplia e internamente diversa expresión de «la» política ligada al mundo de vida, que constituyen Los Indignados37; (iii) por último, la izquierda radicalizada que pone de relieve el costo para los trabajadores que comporta la cesión de autonomía de los Estados hacia las instituciones europeas, impidiendo el funcionamiento soberano de sus sociedades.

En otros términos, el escenario continental muestra inéditas tensiones, que se expresan con especial dureza en los países del sur. Estas tensiones enfrentan a gobiernos e instituciones que imponen el programa neoliberal instituido por los acuerdos continentales, y a una serie de colectivos cuya diversidad subjetiva e identitaria los asocian a valores y demandas diferenciadas. Al interior de esta heterogeneidad, aún desarticulada, nos parece ver que el trabajo representa una cuestión reivindicada transversalmente por éstas diferentes expresiones, incluso por ese orgánicamente inasible movimiento de los Indignados, el cual pareciera, frente a la agudización de la crisis, haberse plegado a un 14N que hizo del trabajo su cuestión reivindicativa nodal.

Queda por señalar que la reestructuración salvaje del mundo del trabajo de raíz bienestarista, tendrá es seguro repercusiones que irán más allá del atropello sobre las condiciones de vida. Hemos señalado que una línea de consecuencias se sitúa alrededor de la diversidad identitaria que provoca el desempleo y la precariedad en el marco de sociedades que ganaron en capacidades reflexivas bajo los «treinta gloriosos».

Esta diversidad, que hemos estudiado para el caso argentino38, comporta posiblemente una consecuencia paradojal de la crisis, en tanto está dando lugar a un ensanchamiento de la esfera de trabajo que se rige por relaciones no capitalistas. Siendo tan antigua como el capitalismo mismo, la Economía Social y Solidaria (ESyS) re-emerge en el concierto de la crisis europea, mostrando ser resistente a sus consecuencias. En el período que va del 2002/2003 al 2009/2010, «...la economía social ha crecido con mayor rapidez que la población en conjunto [...], pasando del 6 % de la fuerza laboral remunerada total europea al 6,5 %, y de 11 millones de empleos a 14,5 millones de empleos»39. El siguiente cuadro muestra así mismo el peso, aún limitado por cierto, de esta economía autogestiva, peso que estaría asociado más bien a factores culturales y políticos que a niveles de desarrollo.

Empleos remunerados en la economía social en comparación
con el empleo remunerado total en la UE (2009-2010), en miles
Países Seleccionados

Las huellas que la crisis del empleo dejará en la memoria de los trabajadores europeos, posiblemente aliente esta rica experiencia en el desarrollo de modalidades emancipatorias de trabajo. La ESyS40 comporta además de tal autonomía, la posibilidad de multiplicar un discurso y una práctica alternativos acerca de la relación entre trabajo, familia y género, entre trabajo y ambiente, entre trabajo y democracia, entre trabajo y justicia distributiva. Es alrededor de estas relaciones que la ESyS esta empeñada, no sin serios obstáculos, en volver concretos sus transformadores principios de organización.

Esta vía de salida de la crisis, no es por cierto de corto plazo. Requiere de una transformación progresiva y de amplio alcance. Y ello es así porque implica en el plano de la vida cotidiana, un incremento de las capacidades reflexivas tanto individuales como colectivas, que permita afrontar los riesgos que se ciernen sobre la humanidad en la continuidad de un paradigma que somete a los seres humanos, a quienes considera un recurso productivo más, a los intereses excluyentes del mercado.

La «política de vida» que emerge de esa reflexividad expresa, en este contexto, una praxis emancipatoria individual y colectiva que se contrapone a la coerción de la racionalidad jerárquica dominante. Pero la expansión de la política de vida no esta escindida de una transformación del Estado que lo aísle de los poderes en que se sustenta, para llegar a constituir una instancia capaz de articularse a dicha praxis, mediante políticas que promuevan los espacios de esa renovada esfera pública que encarnan los nuevos movimientos sociales, de los cuales la ESyS es una expresión. Es sobre una tal plataforma, cultural y política, que cabe pensar en la posibilidad de construcción de un imaginario alternativo que surja de procesos democráticos participativos y comunitarios como lo urgen Los Indignados de las más diversas latitudes.

Notas

1 Trabajo recibido el 30/12/2012. Aprobado el 22/12/2012
2 Profesor Titular de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Coordinador Académico del Doctorado en Administración y Política Pública con sede en el Instituto de Investigación y Formación en Administración Pública (IIFAP) de la misma Universidad. Contacto: laserna.carlos@gmail.com
3 Jessop, Bob (s/f) «¿Narrando el futuro de la economía nacional y el estado nacional? Puntos a considerar acerca del replanteo de la regulación y la re-invención de la gobernancia» Departamento de Sociología, Universidad de Lancaster, Reino Unido.
4 Castoriadis, Cornelio (2008) «El mundo fragmentado» La Plata: Terramar Ediciones.
5 Giddens, Anthony (1998) «Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales» Madrid: Cátedra.
6 Rosanvallón, Pierre (1995) «La nueva cuestión social» Buenos Aires: Manantial. El citado autor entiende por arcaísmo protector, el proceso de ralentización en la incorporación de tecnología que permitía la incorporación masiva de trabajadores a los establecimientos y la transferencia de ingresos de los más capacitados a los menos capacitados. El arcaísmo protector tiene sus raíces en la promoción de la demanda y en una economía cerrada que obstaculizaba los intercambios, entre ellos los tecnológicos.
7 Esto es, opera regulando al alza el salario tanto directo como indirecto.
8 Castel, Robert (1997) «La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado» Buenos Aires: Paidós.
9 Offe, Claus (1992) «Los nuevos movimientos sociales cuestionan los límites de la política institucional» en Partidos políticos y nuevos movimientos sociales. Madrid: Sistema.
10 La Serna, Carlos (2007) «Liens sociaux et innovation institutionnelle: à propos de l´économie solidaire en Argentine » en L´Innovation sociale (Sous la direction de Juan-Luis Klein et Denis Harrison) Québec : Presses de l´Université du Québec (ISBN : 2-7605-1374-2)
11 Entre las contribuciones clásicas cabe referir a la obra pionera de Karl Polanyi (2011): «La Gran Transformación». Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
12 Mediante «enlaces» económicos translocales, transregionales y transnacionales, que comportan formas de autogobierno a distancia del Estado nacional.
13 Harvey, David (2004) «El nuevo imperialismo. Acumulación por desposesión» Socialist Register. Disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/social/harvey.pdf [último
acceso: 09-12-2012].
14 Agregado nuestro.
15 Los ajustes espacio temporales se orientan pues a absorber los excedentes de capital y fuerza de trabajo bajo diversas modalidades: «(a) el desplazamiento temporal a través de inversiones de capital en proyectos de largo plazo o gastos sociales, los cuales difieren hacia el futuro la entrada en circulación de los excedentes de capital actuales; (b) desplazamientos espaciales a través de la apertura de nuevos mercados, nuevas capacidades productivas y nuevas posibilidades de recursos y de trabajo en otros lugares; o (c) alguna combinación de (a) y (b)».
16 Con matices, Jessop y Harvey coinciden en señalar en las obras citadas, que las nuevas modalidades de acumulación constituyen estrategias –digamos, no las únicas- que tienden a conservar el predominio de los EUA a escala global.
17 Evans, Peter (1996) «El estado como problema y como solución». Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, Nº 140, Vol. 35
18 En tal sentido es que puede interpretarse el crecimiento de regimenes supra nacionales, tales como: el ASEAN, la UE, el ALCA, los BRICS, el MERCOSUR, el ALBA, etc.
19 Agregado nuestro.
20 No obstante queda para el Estado en el análisis de Jessop, un rol genérico cual es el de mantener la cohesión social en una sociedad conflictuada por el avance de nuevos movimientos sociales y por las crecientes exigencias dirigidas al establecimiento de una mayor competitividad.
21 Beriain, Josexto (1996) «El doble `sentido´ de las consecuencias per versas de la modernidad» en Las consecuencias perversas de la modernidad (Beriain, Comp.) Barcelona: Anthropos.
22 Acciones dirigidas a metas –como las contenidas en el Programa 2020 de la Unión Europea–,cuyo logro permite a los Estados firmantes «calificar» para la obtención de asistencia financiera.
23 Es principalmente el caso de los EUA y de Alemania.
24 Producto de este proceso es el ascenso de Sarkozy en Francia, de Rajoy en España, de Merkel en Alemania, del cavallieri en Italia, de Cameron en el Reino Unido. Pero lo paradójico es que las políticas neoliberales de éstos gobiernos, son justificadas responsabilizando a esa misma socialdemocracia por haber sobre politizado la economía y ensanchado en demasía a un Estado que se volvía cada vez más ineficiente y corrupto impidiendo un crecimiento que la competencia global impide postergar.
25 Foucault, Michel (1999) «La gubernamentalidad» en M. Foucault, Estética, ética y hermenéutica. Barcelona: Paidós.
26 Información extraída de: http://epp.eurostat.ec.europa.eu/cache/Euro_2020/E2020_FR.html
27 Es significativo que no se publiquen metas relativas a los demás indicadores claves.
28 El costo unitario nominal de trabajo se define como la proporción de la remuneración total de los asalariados, en millones de la moneda nacional en relación con el número total de empleados, dividida por la relación entre el PIB a precios de mercado en millones expresado en volumen durante el año de referencia 2005, al tipo de cambio de la moneda nacional para dicho año, sobre el numero total de personas empleadas. Fuente Eurostat.
29 El costo salarial incluye en general además del salario, las contribuciones patronales, los seguros de vida y de riesgos de trabajo, entre las principales cargas. Su descenso por lo tanto puede deberse a la reducción de dichas contribuciones, al ingreso de mayores trabajadores a condiciones de subocupación o precariedad, lo cual elimina el conjunto o parte de los costos extra salariales, a un descenso en el monto de las remuneraciones al trabajo. En todos los casos se trata de las consecuencias directas de los programas de ajuste y reforma estructural y del consecuente descenso del PBI.
30 Refiere al 14 de noviembre de 2012.
31 Maurus, Iohannes; «Europa: 14N, algo más que una huelga», Revista Amauta, Publicado el 27 de noviembre del 2012. http://revista-amauta.org/2012/11/europa-14n-algo-mas-queuna-
huelga/
32 La Serna, Carlos (2010) «Las transformaciones en el mundo del trabajo. Representaciones, prácticas e identidades». Buenos Aires: CICCUS/CLACSO. (ISBN: 978-987-1599-08-0)
33 Agregado nuestro.
34 Periódico «La Jornada», Madrid, jueves 15 de noviembre de 2012.
35 Giménez San Miguel, Luis; «La izquierda radical europea retoma el impulso tras el 14-N», en Rebelión, publicado el 24-11-2012.
36 Señala el artículo de Rebelión: «Con este propósito se han trasladado hasta Madrid Olivier Besancenot, dirigente del Nuevo Partido Anticapitalista de Francia; Maria Bolari, diputada griega de Syriza; Bruno Maia, del Bloco de Esquerda portugués, y Andrés Bódalo, del Sindicato Andaluz de Trabajadores».
37 Proponíamos al respecto lo siguiente: «La ausencia de elementos estrictamente ideológicos, no deja sin embargo a estas expresiones desprovistas de sustancia. [...] Se inscribe en el cambio cultural y atañe a lo valorativo. Es mucho más la expresión de las aspiraciones [...] asociadas al mundo de vida, de esos principios vitales que encuentran sustento en una existencia que en las nuevas generaciones reactualiza la idea primigenia de la buena vida. Se trata de mucho más que de un programa formal. Se trata de una advertencia gritada a boca en jarro, que muestra a quien quiera escuchar el riesgo de la debacle, del abismo al que próximos pasos pueden llevar, de aquello a lo que no quieren ser arrastrados». La Serna, Carlos: «La dignidad de los indignados», publicado en «Hoy día Córdoba», setiembre de 2011.
38 La Serna, Carlos (2010) «Las transformaciones en el mundo del trabajo. Representaciones, prácticas e identidades». Buenos Aires: CICCUS/CLACSO. (ISBN: 978-987-1599-08-0)
39 Monzón, José Luis y Chávez, Rafael (2012) «La Economía Social en la Unión Europea-Informe». Bruselas: CESE/CIRIEC
40 La Serna, Carlos (2004) «La economía solidaria de las cooperativas de nueva generación» en La economía solidaria en Argentina. Entre las necesidades y las aspiraciones, C. La Serna (Coord.), Ediciones IIFAP: Córdoba, Argentina (ISBN: 950-33-0443-1).

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