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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

On-line version ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.28 Córdoba Dec. 2012

 

ARTICULOS ORIGINALES

La crisis Argentina de 2001 en una clave de largo plazo1
Hernán Ramírez2

Resumen:
La crisis y el estallido social de 2001 son una divisoria de aguas en la historia argentina, una condensación de elementos del pasado que llegan a su fin, provocando a su vez efectos que se prolongarán por más tiempo, dejando sus improntas en el presente. A través del análisis de las trayectorias de dos de sus personajes centrales, el presidente Fernando de la Rúa y su ministro de Economía Domingo F. Cavallo, analizafmos las razones del agotamiento y colapso de un modelo económico y de ciertas formas de actuar políticamente, gestadas en la década de los sesenta y que habían per vivido, con ciertas mutaciones, hasta esa fecha. Igualmente mostramos como esos acontecimientos abrieron espacios para el cambio pero que han sido insuficientes para generar, hasta el momento, la emergencia de otros paradigmas que los sustituyan plenamente, reconociendo en ese fracaso trazos del pasado, que aún se hace presente, especialmente en el modo de hacer política, el escaso recambio dirigencial y la fragilidad del «nuevo modelo» económico.
Palabras claves: Argentina, Crisis de 2001, Política, Economía, Trayectoria.

Abstract.
The crisis and social upheaval of 2001 are a watershed in the history of Argentina, a condensation of elements from the past coming to an end, leading in turn effects will last longer, leaving their imprints in the present. By analyzing the trajectories of two of its central characters, President Fernando de la Rúa and Economy Minister Domingo F. Cavallo discussed in this article the reasons of exhaustion and collapse of an economic model and certain forms of political action, engendered in the sixties and had survived, with some mutations, to date. Also show how these events opened spaces for change but have been insufficient to generate, so far, the emergence of other paradigms that substitute fully, recognizing that failure traces of the past is still present, especially in the way of politics, the low turnover dirigencial and fragility of «new model» economy.
Keywords: Argentina, Crisis of 2001, Politics, Economics, Trajectory.


La crisis del 2001 es el corolario de un largo camino previo. La debacle argentina fue lenta y varios de los factores que la produjeron se gestaron décadas antes, en lo económico me refiero básicamente a la crisis del modelo sustitutivo y su reemplazo por el neoliberal, así como la destrucción del tejido social y político que había surgido con el mismo, heredando un sistema que se postraba a las exigencias del stablishment internacional y local pero que fue ineficaz para resolver los estrangulamientos que provocaba.

Ella marcaba el desmoronamiento de un modelo, económico, social y político en sentido amplio, hacía tiempo agotado, pero también podemos verla como el inicio de una etapa de incertidumbre, en la que se entra en un vacío enorme, ya que no se había gestado ninguna otra alternativa que lo pudiera sustituir.

Pero tampoco ella se agota allí, producirá efectos duraderos, yendo más allá de la simple caída del ministro Domingo Cavallo, primero, y del presidente Fernando de la Rúa como consecuencia. La desestructuración que la había provocado, se profundizó con la crisis, impactando inclusive a muchos de sus antiguos beneficiarios, y los trazos de un nuevo modelo aún no tienen fuerza suficiente como para salir de un tosco esbozo, con dudas acerca de que lo haya conseguido. La economía patina en conformar un proceso de industrialización que vaya más allá de la mera recuperación de la capacidad instalada ociosa y que sea menos primario dependiente, algo que nos remite a los dilemas que la etapa sustitutiva enfrentó; así como las fuerzas y culturas sociales y políticas se parecen más con las de antaño de lo que aquellas que podrían surgir de una genuina transmutación.

Igualmente, no podemos pensar que todos esos elementos del pasado desaparecieron de la noche al día. Sus vestigios permanecen, no fueron totalmente removidos, constituyéndose en estorbos para la construcción de algo verdaderamente nuevo, por lo menos en la dimensión argentina, que exprese una ruptura clara con ese pasado, que no consigue ser del todo enterrado y se revuelve insepulto.

Develar esos enigmas no sólo es importante para entender la historia nacional. Durante ese año aciago no sospechábamos que tal evento manifestaba algo más de lo que una tendencia local, preanunciando, de alguna forma, lo que en breve comenzaría a suceder en escala latinoamericana y, un poco más tarde, a nivel mundial, interpretación que nos posibilita un análisis retrospectivo de una década. Lo que acontece en Europa son síntomas claros en ese sentido. El neoliberalismo está agotado pero se revela duro en su caída, sofocando las tibias tentativas de construir una alternativa, en sentido amplio, tozudamente abocado a tratar de resolver los problemas con los mismos instrumentos que lo causaron, tanto si nos referimos a las ideas como sus portadores y metodologías.

Varios son los indicadores de que ese era un derrumbe estructural y no sólo un accidente de la coyuntura. El más importante lo proporcionan las trayectorias de los actores involucrados. Los máximos exponentesde esa tragedia, Fernando de la Rua y Domingo Cavallo, no eran ocupantes pasajeros del poder, sino individuos con un largo pasado dentro de sus entrañas. Tanto el presidente como su ministro de Economía, eran productos de, por lo menos, cuatro décadas de historia argentina. Habían atravesado gobiernos democráticos y dictatoriales ocupando diversos cargos públicos, conformando de alguna forma dos de las máximas expresiones de determinados modos de hacer política y de conducir la economía.

Esas dos figuras no son un mero producto individual, fueron los exponentes de un grupo más amplio, resultado del proceso social que se expresa en varias dimensiones, que se imbrican, algunas veces reforzándolas, otras tensionándolas. Esas trayectorias representan una suerte de prisma con el cual podemos leer dialécticamente los procesos estructurales, que no planean sobre un horizonte abstracto, sino que se corporifican en instituciones e individuos.

Así, de la Rúa puede ser traducido como síntesis de un modo de hacer política. Graduado como abogado en la tradicional Universidad Nacional de Córdoba (UNC), construyó su carrera dentro de la Unión Cívica Radical (UCR), clásico reducto de las clases medias y de tendencias centristas, partido centenario que dividió con el peronismo el dominio político del país durante los gobiernos democráticos, conformando un sistema bipartidista en los moldes clásicos. Su cursus honorum comenzó como secretario del presidente Arturo H. Illia, cuyo gobierno fue derrubado por un golpe de Estado, pasando después a ocupar numerosos cargos legislativos y ejecutivos hasta llegar a la primera magistratura dos años antes de la crisis de 2001, sucediendo a Carlos Saúl Menem.

El ascenso de Cavallo fue diferente, no lo hizo por dentro de estructuras partidarias sino por medio de la Fundación Mediterránea (FM), un instituto de estudios económicos que imbricaba asuntos académicos con intereses empresariales. Entre los cargos que ejerció en la órbita nacional se destacan los de secretario Legal y Técnico del Ministerio del Interior, en 1981, y de presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), en 1982, los dos en administraciones autoritarias; y los de diputado, de 1987 a 1989, Canciller, entre 1989 y 1991, y ministro de Economía en dos gestiones, de 1991 a 1996 y en 2001, en los gobiernos democráticos de Menem y de la Rúa3.

Así registra el increíble hecho de haber servido a un gobierno dictatorial, uno peronista y otro radical, circunstancia excepcional en nuestro país para ese período, dadas las fuertes pertenencias partidarias que hacían casi inimaginables las reconversiones en ese ámbito y el fuerte rechazo hacia personalidades que participaron del régimen autoritario, escenario que ha mudado en los últimos años, dado que los contornos partidarios se han diluido y a la fuerza que ganaron los institutos económicos privados, que obviaban ese tipo de mediaciones.

El 2001 también representa una situación paradójica. Decreta la muerte de un ministro que diez años antes se había presentado como el artífice de la resurrección argentina. Tanto el padre como la propia convertibilidad eran sepultadas en el mismo instante, manifestando así la circularidad tan característicamente argentina. Es más, la paradoja se completa al percibir que sus defunciones serán decretadas por medios que anteriormente habían sido empleados para imponerlos. El aprendiz de hechicero experimentaba un poco de su propio veneno.

La zaga de la convertibilidad está entrañablemente ligada a Cavallo, pero no le pertenece individualmente. Como medida económica no fue el insight de un genio ni sancionada en un pase de magia, ella fue construida a lo largo de un proceso, en el cual las ideas y las bases sociales y políticas sobre las que se asentó fueron madurando.

Hace tiempo se creía la misma había ido a contramano de la corriente de pensamiento dominante y que constituía una excepcionalidad local (CAMOU, 1997; RAMÍREZ, 2007 y ROIG, 2007), partiendo de su equipo; no obstante, han aparecido evidencias de que la idea circulaba desde mucho tiempo antes y algunos ejemplos mundiales eran ampliamente conocidos, que la podrían haber inspirado (PLEWHE, 2011).

El problema inflacionario y los efectos recesivos de las políticas de estabilización habían preocupado a Cavallo al punto de escogerlo como tema de su tesis doctoral en Harvard, que inició en 1973 y defendió en 1977 (CAVALLO, 1977); oracio Tomás Liendo (h), que lo secundó desde la época en que fue presidente del BCRA, había escrito su tesis doctoral en 1983, publicada en 1990, sobre Carlos Pellegrini, presidente argentino entre 1890 y 1892, y fundador del Banco de la Nación Argentina, por lo que tenía amplia experiencia en la temática;así como Juan Llach, otro de los que habían discutido la idea, había trabajado alrededor de los debates sobre el desarrollo en hiperinflación, sugiriendo un régimen de ese tipo para resolver prioridades en conflicto, contrario a aquellos que defendían la dolarización total (LLACH, 1985,1987 y 1991, y ROIG, 2007: 6).

La idea tambien estaba siendo discutida en la órbita mundial, especialmente a partir de la experiencia de Hong Kong. Debates en los cuales participaron o estaban al tanto varios argentinos, entre los cuales se encontraban algunos allegados a Cavallo, en especial Joaquín Cottani (MELTZER, 1990 y PLEWHE, 2011).

Al respecto, había un conocimiento difuso que se originaba y se difundía en múltiples espacios, sin que podamos marcar un linaje claro en el surgimiento de determinadas líneas de pensamiento, las que eran motorizados por una extensa coalición discursiva, o sea, un conjunto específico de líneas narrativas, actores que contribuyen para producir y reproducirlas, con prácticas política asociadas a ese discurso (FISCHER y FORESTER, 1987 y PLEWHE, 2011).

El neoliberalismo nació de la confluencia de varias corrientes de pensamiento, que buscaban reestruturar el capitalismo para enfrentar con mayor éxito el avance del comunismo, que había superado el liberalismo clásico en el frente político, así como del keynesianismo, otro de los blancos escogidos por esas vertientes teóricas para el embate. Su origen es policentrado, al no generarse en un solo centro irradiador, ni reconoce un corpus teórico preciso a la vez que fue producto y productor de efectos que se extendieron largamente en escala temporal y espacial (MIROWSKI y PLEHWE, 2009).

Tal ideario no se restringió a lo económico y también permeó los campos social, político y cultural, en sentido amplio, pasando a constituir un nuevo paradigma en la formulación de políticas públicas, que sólo fueron posibles mediante la acción de instituciones que congregaban diversos segmentos, en particular empresariales y tecnocráticos que, con auxilio de políticos civiles y militares, colonizarían los aparatos estatales, muchas veces por medio de la fuerza ejercida por los regímenes cívico-militares, período en el cual esos grupos salieron de una posición defensiva para ganar la iniciativa, circunstancia que se extendería hasta la transición del siglo XX al XXI, cuando ese discurso entró en crisis.

Para consolidarse instauró un dominio hegemónico, constituído por micro hegemonías que una constelación de actores consiguieron en diversos campos, (BALSA, 2007). La constelación neoliberal se basó en una fuerte alianza entre institutos que congregaban tecnócratas que le garantizaron la hegemonía en el campo académico, de las corporaciones empresariales que le dieron base material y de actores políticos que le abrieron las puertas de los Estados.

A través de esa imbricación confluyó hacia una síntesis en los ochenta y noventa, menos sofisticada, pero con mayor fuerza política, que seria enunciada por Williamson (1989) bajo el nombre de «Consenso de Washington» y que fue adoptada por varios países como base de sus políticas públicas y consideradas como las más adecuadas por los fóruns internacionales del área.

El hecho de que la expansión del neoliberalismo, en general, y el germen de la convertibilidad en el pensamiento de Cavallo, en particular, esté ligado a una institución académica norteamericana es emblemático. Las universidades y fundaciones de ese origen se involucraron de cuerpo y alma en la propagación de ideas que conformarían el ideario neoliberal, que rápidamente colonizó instituciones multinacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, sometidas a respectivas reestructuraciones, que ayudaron a propagar tal ideario mediante el ejercicio de su poder disciplinador (CORVALÁN, 2002).

Nuestro economista cordobés no hubiera llegado allí sin el empujón del medio empresarial. Su trayectoria en gran parte estuvo impulsada por la FM, organización que había nacido en 1977 pero que en esencia era continuidad de otra entidad, la Comisión de Estudios Económicos y Sociales (CEES), fundada en 1969, cuyas personalidades envueltas y finalidades eran básicamente las mismas (RAMÍREZ, 1999 y 2007), aunque no sus ideas, que eran proximas al desarrollismo, del que se alejarían paulatinamente, la conversión para el credo neoliberal vendría después.

En esa etapa inicial se destaca un Proyecto de Ley de Promoción Industrial4 formulado por la entidad, el cual es relevante para entender el proceso posterior, ya que sus trazos y la forma como fue operado políticamente preanuncian elementos que después tendrían continuidad y sirven para entender ciertas divisiones existentes en el mundillo de los institutos económicos, especialmente la rivalidad que la FM mantuvo por muchos años con la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), que agrupaba al capital más concentrado y aristocrático, básicamente de la Capital, así como de las tentativas de ensayo y error que los mediterráneos siguieron en sus incursiones por la gran política nacional, en las cuales fueron acumulando experiencia y, algo inusitado, transformando sus fracasos en la base de nuevos y más osados intentos.

Presentado en 1972, durante un gobierno dictatorial, fue usado para movilizar los industriales del Interior en oposición a los de la región metropolitana de Buenos Aires, llegando a producir una escisión momentánea en la propia UIA.

En el plano político, los empresarios y técnicos de la entidad realizaron intensas gestiones, registrándose varios encuentros con ministros y dos entrevistas con el presidente, cuando pasara por localidades cordobesas en 1972, sin que nada en concreto fuera conseguido5.

Durante el gobierno democrático, presentaron la propuesta para su apreciación legislativa, obteniendo un rotundo fracaso en la Cámara Baja, situación que mudó cuando la iniciativa pasó a la instancia superior, momento en que se destacaron dos jóvenes senadores de la UCR, de la Rúa, que era cordobés pero representaba la Capital Federal, y Eduardo César Angelóz, a la provincia mediterránea, quienes consiguieron revertir esa decisión entre sus pares, pero que vieron postradas sus expectativas, ya que José Ber Gelbart consiguió aprobarlo tal como salió de la Cámara de Diputados, al hacer valer el derecho de insistencia.

El episodio muestra como la lucha interna de los empresarios se trababa en múltiples frentes, a la vez que vemos el entroncamiento de la CEES, futura FM, con de la Rúa y el nacimiento de la percepción de que el éxito podía radicar en no apegarse a un único régimen político ni a una sola filiación partidaria.

Por ello, decidieron apostar a la constitución de una agrupación separada de cualquier instancia de la UIA, para conservar la independencia, naciendo así la FM y el Instituto de Estudios Económicos de la Realidad Argentina y Latinoamericana (IEERAL), creado y financiado por la primera, que también tuvo en Cavallo su espada más afilada.

La necesidad de erigir esas instancias donde confluyen intereses empresariales y políticos para la disputa ideológica igualmente está ligada al cambio que se produce en la formulación de las políticas públicas. Ya no bastaba con personalidades aisladas o grupos reunidos al calor de la hora, para gobernar ahora eran requeridos verdaderos equipos, es decir, un contingente numeroso de cuadros que poseyera relaciones previas donde se hubieran puesto a prueba su confianza y dividido tareas. Requisito que pocas entidades, sean partidarias o corporativas, poseían, lo que les otorgaba cierta ventaja a la hora de competir y sobre todo cuando estaban en el poder.

Inicialmente, la FM agrupaba medianas y algunas pequeñas empresas de la ciudad de Córdoba y localidades aledañas pero otras incursiones políticas la pondrían de nuevo en evidencia, aumentando su poder de convocatoria. Primeramente cuando Cavallo ocupó la Secretaría Legal y Técnica del Ministerio del Interior, en la gestión del general Horacio Tomás Liendo, a la sazón virtual vicepresidente, para el cual diseñó un plan de gobierno durante su fugaz interinato en 1981.

Pero los influjos principales vinieron después que aquél pasó a ocupar la Presidencia del BCRA, en 1982. La intensión del grupo que lo impulsaba era la de obtener el Ministerio de Economía. Sin embargo, perdieron la pulseada con los que finalmente consiguieron colocar en el puesto a José María Dagnino Pastore, de FIEL, ligada orgánicamente al capital más concentrado de la Argentina.

No obstante, la nueva derrota también sería transformada en triunfo, ya que en los cincuenta y nueve días que duró su estadía fueron implementadas medidas de gran impacto, entre ellas la Circular A 137, que provocaría una licuación de pasivos de empresas privadas, las que se lo agradecerían sumándose en masa a la entidad, lo que fu relevante tanto por la cantidad como por la calidad de los nuevos asociados, muchos de ellos empresas líderes y conglomerados, lo que aumentó exponencialmente su poder de fuego.

De ese modo, deja de ser una organización eminentemente del Interior y penetra con éxito en la Capital Federal, al punto de inaugurar su primera filial en 1982. En ese emprendimiento la colaboración de Fernando de la Rúa llama nuevamente la atención, quién actuaba como abogado de la empresa del presidente de la FM y recomendara Eduardo Madero, su secretario particular, para ocupar la gerencia. El empresario Héctor Massuh cedió sus oficinas, se convirtió en su vicepresidente y pasó a tener actuación destacada en momentos claves, en especial en otros eventos relevantes para el caso que nos abocamos.

Con ello la FM cierra su participación durante el gobierno autoritario, paso que la marcaría profundamente al punto de obligarla a realizar un laborioso proceso de reconversión para reposicionarse en el contexto de la redemocratización, el que comienza por una rápida expansión hacia zonas medulares de la geografía argentina y el inficionamiento de la política cordobesa, que le sirve como retaguardia, tanto en el gobierno radical como dentro del partido peronista, el que llevó Cavallo a la Cámara de Diputados en 1987.

No obstante estos y otros esfuerzos emprendidos, se le cerraron las puertas de la gran política nacional, dado que el presidente Raúl Alfonsín se basó en otro tipo de cuadros, con pasado partidario, y políticas, lo que no marca un quiebre en una tendencia, sino un punto de inflexión, a la vez que su rotundo fracaso lo potenciaría.

La penetración de esos institutos de estudios en diversas entidades partidarias, sea en secuencia o de forma paralela, nos obliga a encontrar una respuesta explicativa ya que no fue coyuntural sino una constante política hasta finalizar el siglo, por lo menos.

Los partidos de derecha y tendencias ortodoxas tenían dificultades para tornase alternativas viables dentro del sistema político latinoamericano (LINZ, 1978), circunstancia que los regímenes dictatoriales no habían conseguido mudar, a pesar de intentos por torcerla, y que volvían a ser un problema con el retorno a la democracia, en la que partidos de raíz popular y de centro como el Peronista y la UCR polarizaron nuevamente las disputas, aunque con sus contornos de antaño bastante desdibujados. Por ello, la simbiosis que se establece con diferentes agrupaciones políticas procura resolver tal problema estructural.

Que ello sea relativamente fácil y que lo hagan con diferentes agremiaciones políticas obedece a que los partidos pierden sus contornos ideológicos más fuertes, concentrándose en la lucha inter e intra partidaria, sin preocuparse demasiado por montar programas de gobierno, los que si por ventura a él acceden son procurados por fuera de sus estructuras (KIRCHKEIMER, 1980).

Igualmente las transformaciones operadas en la economía, en niveles macro y micro, lo hacen también posible. El proceso de concentración hizo emerger poderosos grupos económicos, que podían obviar las mediaciones corporativas tradicionales para entablar negociaciones directas con el poder político, inclusive porque éstas estaban presas a cuestiones formales, como la de la representación, y a veces a conflictos internos que la paralizaban o, por lo menos, le impedían hacer una interlocución expedita para actuar en coyunturas que demandaban rapidez.

Igualmente el tejido social fue desarticulado durante la dictadura, en particular para dejar la sociedad civil sin capacidad de respuesta y de propuesta. La represión ejercida impactaría en particular a los intelectuales y con ello se decapitaba la posibilidad de pensar en políticas alternativas plausibles, con efectos durante el nuevo período democrático.

También ello se debía al deterioro de las estructuras estatales, iniciado durante el régimen autoritario y que continuó bajo el democrático con ese marcado propósito. Por ello, instituciones privadas que entrelazaban intereses académicos y empresariales asumieron esas tareas y proveyeron cuadros para implementarlas. Así, la conducción política económica desde 1976 hasta 2001, con pequeños interregnos, estuvo dominada por hombres de FIEL, la FM y el Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEMA).

Esa especie de gatopardismo que imperó no era meramente oportunista, aunque no lo descarta. El discurso de la neutralidad técnica ganó espacio, incentivado interna y externamente, con lo cual los intereses que estaban por detrás quedaban ocultos. Así se privatizaba la formulación de políticas, la que pasaba a ser atributo de aquellos que poseían un saber específico, alzándose el lenguaje econométrico como el más habilitado para ese fin, ya que los escondía en frías estadísticas y formulas inteligibles para el vulgo (DEZALAY y GARTH, 2002 y MARKOFF y MONTECINOS, 1994), dejando en manos de determinados intereses uno de los principales instrumentos de transformación, que no sólo tuvo impacto en esa coyuntura sino que aún hace sentir sus efectos.

La plasticidad demostrada por Cavallo y, en definitiva, por la FM para adaptarse y formar parte de gobiernos de fuerzas políticas aparentemente antagónicas también nos habla de la capacidad para aggiornar sus ideas, especialmente las del ámbito económico, que tuvieron un transito más fluido de lo que se acostumbra a pensar, como nos muestra el hecho de que también ocurriera en FIEL hasta 1975.

Por ello, si bien se asocia habitualmente a los mediterráneos con el ideario neoliberal, el análisis es menos estático. El Cavallo y la proto FM de los inicios poco tenían que ver ideológicamente con lo que a finales de los ochenta se concordó en llamar de neoliberalismo. En realidad el mismo fue más un punto de llegada que de partida (MIROWSKI y PLEHWE, 2009).

Por ello, no se puede interpretar la fuerza de tales teorías a nivel local solo como fruto de la imposición externa, si bien ello fue fundamental, ni como una implantación in totum de un corpus eidético maduro. Su calurosa recepción y enraizamiento (BOYER y HOLLINGSWORTH, 1997) profundo no habrían sucedido sin la activa colaboración autóctona, la que no se limitó apenas a implementarla o realizar meras adecuaciones a nuestra realidad. En algunos casos fueron más allá de lo que sus mentores foráneos hubieran osado, siendo la propia convertibilidad el mejor ejemplo en ese sentido.

Ese comportamiento era potable para ambos elementos. Los partidos políticos proporcionan las llaves que catapultan al poder por medio de las urnas en tanto que los centros de estudios económicos financiados por entidades corporativas ofrecían sus políticas y equipos para legitimarlo, gerenciarlo y mantenerse en él.

Cada uno en sus esferas consiguió establecer hegemonías y la alianza entre los grupos que la ejercían garantizaba que ello se consiguiera en nivel general. La constelación hegemónica se componía de grupos económicos altamente concentrados y diversificados que dominaban la economía, institutos de estudios económicos afines al neoliberalismo que habían barrido con otros opositores discursivos, el peronismo bajo la batuta menemista que disciplinó la oposición interna, las corporaciones obreras y cualquier otro tipo de movimiento social de fuste, y los medios masivos de comunicación que, de modo general, solo propalaban el discurso oficial, amparados por la apertura de un proceso de concentración sin igual.

La muestra de que ello no fuera casual y si estructural nos lo ofrece la relación de Cavallo con Menem, al momento un excéntrico líder neopopulista (VIGUERA, 1993), que mantenía la apariencia de identificarse con la defensa de los sectores populares pero que no se definía económicamente, lo que no sorprendió Rudiger Dornbush ni Sebastián Edwards, dos representantes de la Escuela de Chicago, que antevieron la posibilidad de realizar tal alianza (1990), la que no era contradictoria con la filosofía económica que pregonaban y que les rendiría buenos frutos en el futuro, al pasar el economista mediterráneo a integrar la Comisión Económica del entonces candidato, lo que a su vez le garantizó ocupar la Cancillería después que el riojano asumiera la Presidencia, pasando desde allí a incursionar cada vez más en el terreno económico y a sellar acuerdos internacionales que en breve le serían vitales, en los que se valió de sus contactos pacientemente cultivados en su estancia en Harvard así como de otros tipos de relaciones que la FM y sus miembros habían entablado con ese propósito.

La más importante de esas incursiones fue el Plan Bonex, que marca el modus operandi establecido y de como se operará posteriormente. Implementado durante el ministerio de Erman González, contador de escaso relieve académico que se apoyó en algunos miembros de la FM, en particular Felipe Murolo, vicepresidente del BCRA, para idearlo y llevarlo a cabo, consistió en una punción del ahorro interno, básicamente los plazos fijos, compensándolos con bonos de largo plazo, por lo que el impopular «Corralito» del 2001 no era novedad para el economista cordobés y su equipo, siguiendo básicamente los mismos moldes, pero con resultados diferentes.

Otras de las claves del éxito del Plan Bonex estuvo centrada en la capacidad que los empresarios de la FM tuvieron para sostenerlo, en particular por medio de Massuh, que le dio soporte dentro de la UIA, inclusive contra los intereses del Citibank local, reforzando la idea que no solo obedecían ordenes externas.

De cualquier modo, todo ello no hubiera sido posible sin la actuación del peronismo, liderado por Menem, para mitigar la protesta social, dando respaldo político a una decisión que iba contra el sentir popular pero para lo cual no tenían otras alternativas plausibles en el horizonte.

En esas circunstancias, el hecho de que Cavallo pasara a ocupar la cartera de Economía fue solo una cuestión de tiempo y cuando lo hizo, junto con un nutrido equipo, asumió con el camino allanado y enorme respaldo empresarial, amasado durante años dentro del IEERAL y, por detrás de él, la FM, organización que para la época ya actuaba como el único centro verdaderamente nacional, expandiendo sus filiales a todas las zonas medulares de la geografía argentina, las que congregaban una cantidad enorme de empresarios y técnicos, muchos de ellos operando también en instancias regionales. Lo que le confería una plataforma más amplia de lo que sus contrincantes más serios, FIEL y CEMA, restrictos al radio metropolitano.

La relativa facilidad con que esas medidas fueron aplicadas se debia en parte a que los efectos del estallido social de 1989 aún estaban presentes, así como los fracasos del Plan Bunge & Born, instrumentado por el ministro Néstor Rapanelli, y el de Erman González, su sucesor, que precedieron a Cavallo, para mencionar solo los que participaron de la administración de Menem. Eventos que le darían carta blanca para implementar sus medidas, pudiendo contar con una poderosa fuerza política como el peronismo que controlaba el Parlamento, muchas estados provinciales de relevancia y la mayoría de los movimientos sociales, en especial el obrero sindicalizado, restringiendo así la oposición a los márgenes.

También el hecho de que lo acompañara un contingente de más de cien técnicos provenientes de la FM o a ella relacionados de forma visceral permitió a Cavallo manejar realmente las redes del poder, ya que con ellos consiguió colonizar la mayor parte, sino la totalidad, de los órganos estatales del área y otras conexas.

Igualmente, sus opositores más importantes en el frente empresarial serían seducidos a través de algunos suculentos artilugios, como las privatizaciones, en particular de empresas estatales, servicios y bancos, así como un nuevo régimen de jubilaciones y pensiones, en el que varios de los miembros más encumbrados de FIEL pasaron a distraer sus esfuerzos y dejaron de incomodar al ministro, antes su rival.

Así, la convertibilidad pudo mantenerse por un corto lapso de tiempo de forma consensual porque se habían cooptado o subyugado, interna y externamente, las fuerzas que se le podían oponer. Esa disciplinarización, en sentido amplio, sea económica, social y política, no partió exclusivamente de ese momento. La misma comienza, por lo menos, durante la etapa dictatorial, continúa durante el gobierno de Raúl Alfonsín y se potencia durante el de Menem, sin lo cual tal vez no hubiera sido posible, el neoliberalismo propugnaba la prescindencia estatal, pero uso su fuerza brutal para imponerse (KAHLER, 1989 y EVANS, 1992).

De todos modos, si bien esto es importante para entender como se contuvo el descontento en uno de los frentes, no nos explica las razones para que una burguesía que se había acostumbrado a obtener enormes réditos con la inestabilidad (SÁBATO, 1988), ahora apostase a lo contrario. La respuesta plausible puede estar en que fue compensada con otros ámbitos privilegiados de acumulación, o rent seekings, en esencia representadas por las privatizaciones de empresas públicas y la seguridad social.

Entendemos la constitución de hegemonía como un cierto nivel de consenso e integración de la oposición política, no de forma total, solo suficiente en puntos centrales para que impidan luchas extraordinarias en la sociedad, con lo cual se dejan abiertas algunas brechas en las cuales se incubarán posiciones contrarias, que, aunque corriendo por los márgenes, se aprovecharán de la crisis para, primero, solapar, y, después, sustituir el discurso neoliberal.

En 1991, la UIA se separaba de FIEL para constituir su propio instituto de investigaciones, la Fundación UIA, que de a poco comenzó a manifestar su descontento con los rumbos que la política económica tomaba, lo que llevaría a José Luís Machinea a ocupar el ministerio de Economía desde los inicios de la administración de Fernando de la Rúa hasta los primeros meses de 2001, el que fue sustituido por Ricardo López Murphy, miembro de FIEL y de fugáz paso, que debió ceder lugar a Cavallo, que así retornó a primeros planos, seguidilla que ofrece una parábola de lo que había ocurrido.

Volviendo al tema de la convertibilidad, no obstante sus comienzos fueran promisorios, algunos Caballos de Troya habían ingresado junto con ella, pero pasaron imperceptibles ante la rutilante carrera del ministro. El ejercicio del poder no es inmune, las medidas generaban diferencias que con el tiempo devinieron en conflictos y así varios de los aliados de los inicios pasaron a oponérsele. El bodeguero Arnaldo Etchart fue el primero a mostrar ese descontento, ya que sin credenciales suficientes tenía la ambición de ser el ministro de Economía y se sintió postergado. Hector Massuh, que había sido clave anteriormente, se opuso a la creación del Mercosur. Y la UIA comenzó a manifestar sus reticencias, alejándose primero de FIEL y después con un quiebre dentro de la propia FM, cuando Massuh se alejara de la vicepresidencia.

Concomitantemente, haber llegado a la cúspide del poder económico embriagó los mediterráneos que descuidaron la retaguardia. A partir de 1991, cuando los mejores cuadros del IEERAL pasaron a colonizar las estructuras del Estado, fueron reemplazados por sustitutos que no estaban ni consiguieron estar a la altura de las circunstancias. En su mayoría ese novel contingente estaba constituido por profesionales muy jóvenes, casi todos becarios que se encontraban en plena etapa formativa, pudiendo percibir inclusive cierta práctica de nepotismo, tornándose «hereditarios» algunos cargos dentro de la institución.

La coalición que ella representaba había conseguido la hegemonía en su campo no sólo por los intereses materiales que representaba, sino particularmente por el dominio discursivo que había conseguido construir, en especial mediante el pasaje de muchos de sus miembros por importantes centros de estudios internacionales, en los que sobresalían los de los Estados Unidos, donde no sólo se imbuyeron de ideas sino que también trabaron relaciones que serian vitales para que sus medidas fueran acogidas favorablemente, situación áurea que contrasta visiblemente con la paupérrima realidad actual, en la cual las decenas de laureles provenientes de Harvard, Chicago y Stanford han sido substituidos por otros mucho más modestos, generalmente de universidades locales, lo que nos habla del empobrecimiento interno del Instituto y la FM como del que también ocurrió en niveles más generales.

Por esas razones no fue novedad que, pasada una larga y onerosa luna de miel, representada por una estabilización obtenida al costo de la venta de casi todo el patrimonio estatal y social, visto las privatizaciones de empresas y fondos jubilatorios, los conflictos comenzaran a salir a la luz y tanto Cavallo como su base de apoyo tuvieran problemas para responder en consonancia, sea teórica como políticamente, siendo depuesto sin mayores consecuencias coyunturales, pero dejando al modelo en una especie de hibernación por más de un lustro.

Esto se debía a que la convertibilidad se impuso en forma de ley, casi como una cláusula pétrea, siguiendo algunos de los predicados en boga, que creían, tal vez ingenuamente, poder congelar la lucha en torno de la moneda a través de una mecanismo de autoatamiento, con el que fue mucho más simple amarrar Ulises que libertarlo (ELSTER, 1989 y 2009).

Así, en el frente interno, la FM acusó el impacto y realizó algunos cambios, visibles en la retirada del término Económico del nombre de su Instituto, que pasó a denominarse IERAL, y una revitalización de su cuerpo técnico, con lo cual la entidad procuraba recuperar brillos perdidos y quitarse su rancio economicista, sin suceso.

El retorno de Cavallo a la gran escena nacional se operó en moldes bastante parecidos a los que siempre había utilizado la FM y el hecho de que haya sido bajo la gestión de de la Rúa no resulta una novedad. También que llegara después de José Luis Machinea, proveniente de un instituto de la UIA y que se desempeñó como secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) posteriormente, y de Ricardo López Murphy, de FIEL, ratifica la constatación de que las agrupaciones partidarias no poseían clivajes ideológicos definidos ya que esas entidades no sólo eran rivales de la Mediterránea sino que sus ideas económicas eran diferentes, la primera retomaba la defensa de la industria nacional y la última continuaba con un discurso ortodoxo anquilosado.

El asenso del presidente de la Rúa se dio por medio de una alianza amplia constituida en oposición al menemismo, inclusive con grupos que se habían desprendido del propio peronismo, destacándose el que lideraba Carlos Álvarez, quién se convirtió en su vicepresidente, el que como presidente natural del Senado se intaló en la cúspide del poder legislativo, fundamental para gobernar y operar activamente en la constitución de coaliciones que garantizaran la mayoría.

Después de un lapso corto de tiempo se desentendió con su compañero de fórmula y acabó renunciando al cargo antes de completar el segundo año de su mandato, con lo cual pretendió crear un clima para obligar al presidente a actuar contra casos de corrupción que se daban en la institución que el mismo presidía. Si bien ese fue el estopín, el desentendimiento podía expresar razones más profundas. Como peronista de izquierda y licenciado en Historia, Álvarez tenía otras ideas acerca de la forma en que se construye poder y de los rumbos que la economía debía llevar, habiendo fundado en el seno de su partido un centro de estudios para poder elaborar su estrategia política, caso atípico en el panorama partidario argentino.

Un poco más adelante tendremos la renuncia de Machinea al ministerio de Economía, quien fue reemplazado por Ricardo López Murphy, que se mantuvo en el cargo por solo quince días antes de ser defenestrado por la oposición organizada desde el sector educativo.

Así, la descomposición de la administración del presidente de la Rúa no aconteció en un solo acto sino que se preanuncia mucho antes, dando lugar a una lenta sangría que se inicia a fines del 2000 y que se extenderá por un año.

Igualmente, esa seguidilla de renuncias nos manifiestan que la debilidad no sólo corroía los aparatos estatales y partidarios, sino que también lo hacía con los institutos de estudios económicos financiados por corporaciones empresariales, en este caso FIEL, cuyo ex director no consiguió permanecer en el cargo, lo que contrastaba con el amplio dominio que esa entidad había ejercido en épocas pasadas, contando con un amplio apoyo corporativo que la hacía representar lo más granado de la burguesía local, apenas desafiada por Cavallo, en 1981 y 1982, y superada por éste recién en 1991.

La coyuntura en la que Cavallo asume por segunda vez al ministerio de Economía es muy diferente a la primera. La FM y el IEERAL que lo habían catapultado y sostenido en el poder, a pesar de conservar status de grandeza, estaban internamente debilitados; la coalición gobernante se desarticulaba y sus herramientas de poder eran inapropiadas, especialmente para controlar los sectores subalternos; las corporaciones demostraban conflictos de intereses muy fuertes, con choques internos o externos; las prendas de cambio para negociar con la burguesía se habían reducido drásticamente; y, por fin, la oposición peronista, anteriormente su aliada, encontraba ahora un rival débil sobre el cual se podía lanzar ávidamente, tornando inminente una crisis de magnitud.

Esa fractura se da inclusive en fuerzas empresariales que antes habían servido de apoyo al ministro y que ahora le jugaban en contra. La más seria estuvo en la postergación del ingreso de las divisas obtenidas mediante las exportaciones, lo que produjo un estrangulamiento en las cuentas del gobierno, al que el ministro respondió con el congelamiento de los depósitos, el vilipendiado «Corralito», carta que en otro momento había blandido con maestría pero que en esta oportunidad encendió las llamas de una protesta que se extendería como reguero de pólvora, yendo de la periferia al centro del poder y de los sectores populares a otros un poco más acaudalados, momento en que quedó herido de muerte.

Pero, tras la epidermis del estallido, opera una lógica más intrincada. En Argentina, las fuerzas del orden están al mando de los gobiernos provinciales, excepto en la ciudad de Buenos Aires, patrullada por la Policía Federal, que obedece al gobierno nacional. Por ello, al pertenecer a un partido con escasa base popular y no poder usar las fuerzas represivas en esos dominios, el gobierno del presidente de la Rúa se encontraba inerte para contener el descontrol social que se generaba, especialmente en las barriadas pobres del conurbano bonaerense, de Córdoba y Rosario, entre las ciudades más importantes, todas bajo el comando de la oposición, y solo pudo hacerlo, tardía, inútil y desastrosamente, cuando éstas pasaron a la capital argentina, momento en que se inicia la verdadera represión.

Tal estrategia para voltear un gobierno no era nueva, ya había sido testada con comprobado éxito durante el mandato de Raúl Alfonsín, en 1989, mediante un esquema parecido. El peronismo gobernaba varios de los reductos provinciales más importantes, Buenos Aires, Santa Fe y Tucumán, donde crecieron las protestas sin que sus autoridades iniciaran acciones preventivas y, en muchos casos, sus mandatarios ayudaron a leudar el movimiento, sea directa o indirectamente. Ello se daba también por que el partido Peronista tiene una capilaridad que el radicalismo no posee. Además de ejercer su domino casi absoluto en el movimiento obrero, por medio de los líderes sindicales y sus patotas, también alcanza los reductos de sectores menos favorecidos, como barriadas pobres y villas miserias, que se vieron severamente afectados por la disparada inflacionaria y la carestía, que fue alentada artificialmente en esos días, ya sea por la falta de stocks, que los empresarios habían hecho desaparecer, como por el escamoteo de alimentos que eran distribuidos por los gobiernos provinciales y autoridades locales, práctica aún vigente en el país y por la cual se conforma una numerosa clientela, usada como masa de maniobra política.

Tales acciones terminaron por herir mortalmente el gobierno alfonsinista, dejando espacio para la asunción del peronista Menem, que aún no se había convertido, o al menos no lo demostraba, al credo neoliberal. Como efectos concomitantes, también minó el poder de algunos intendentes radicales, en particular ciudades que habían sido reacias al peronismo, las que pasaron a ser sus reductos, con lo cual su hegemonía política se consolidó definitivamente.

Además de provocar la caída de un gobierno, ese estallido jugó un papel disciplinador. El fantasma de los saqueos, la inflación desenfrenada y la ineptitud del gobierno radical sirvieron para inhibir la posible resistencia al próximo presidente, que asumió con carta blanca, como también convirtieron en anatema las ideas que se habían vinculado con el período anterior, permitiendo que un nuevo corpus de ideas se impusiera avasalladoramente.

Lejos de restringirse a esas dos oportunidades, ellas son prácticas sistémicas en Argentina. En diversas escalas fueron aplicadas en otros momentos y aún son utilizadas con cierta frecuencia, tal vez no con el mismo grado. Así, el estallido del 2001 representó la implosión de un modelo, económico, social y político, con efectos pedagógicos y disciplinadores que potenciarían su poder destructivo, haciendo sentir sus consecuencias por un extenso espacio temporal.

Colofón

En este ensayo hemos intentado analizar como las causas de la crisis fueron gestadas tiempo antes y muchos de sus trazos aún perviven en la actualidad, lo que nos torna críticos de cierta visión ufanista que impera, que cree haber encontrado un «nuevo modelo», escondiendo que el mismo tiene mucho más a ver con el pasado de lo que sus pretendidos «autores» admiten.

Los efectos cataclísmicos que tal evento produjo ayudaron a derrumbar ciertos modos de pensar la economía, principalmente, pero antiguas prácticas políticas y muchas de sus personalidades sobrevivieron, reconvertidas al nuevo credo, que como la mayoría de las conversiones es más aparente que real.

Por ejemplo, la escena política aún es dominada por estructuras partidarias que actuaban en aquella época y, si bien surgieron otras, todas, o casi, están más ocupadas en sus disputas de lo que en formular programas, así como la recuperación económica se ha basado en un modelo que enfrenta dilemas parecidos a los de la etapa sustitutiva.

El alto poder desestructurador de los acontecimientos del 2001 potenciaron otros efectos de arrastre. La crisis económica era una consecuencia de procesos de largo plazo que ella los agravó más aún. A pesar del impacto, lo que sorprendió fue la rápida «recuperación», por lo menos en las cuestionadas estadísticas oficiales, a partir de lo cual se creó cierta ilusión de haber superado lo peor, sensación alentada por cierto aire de fácil triunfalismo que la retroalimenta, más como un escape hacia adelante de lo que como amalgama para un sólido programa que pueda remover de manera sistemática las causas que llevaron a ese estado.

Los clásicos ciclos stop-go no han sido superados internamente, dado que el balance externo positivo se sustenta en las commodities, cuya performance excepcional ha permitiendo continuar con esa fase más allá de lo que anteriormente hubiera sido posible.

Ello no implica que el gobierno sólo se hubiera deslizado en esa ola. En el comienzo de la gestión de Néstor Kirchner hubo una apuesta fuerte para negociar una reducción de la deuda, la que, si bien generó una clara reacción internacional contraria, por la quiebra de contratos, terminó por desahogar las cuentas externas, las que, engrosadas por los ingresos generados mediante las exportaciones, se convirtieron en el motor de la recuperación, con altas tasas de crecimiento después de una caída estruendosa de su producto interno. La duda que se plantea es la de cual será el horizonte después de recuperarse la capacidad instalada ociosa, refiéndonos aquí al capital material cuanto social y humano.

Como otra paradoja, esa coyuntura favorable también fue perjudicial para la renovación en sentido amplio debido a que no hizo necesarios otros cambios de fondo que hubieran quedado al descubierto si el proceso hubiera sido más demorado y costoso.

Los cambios estructurales emprendidos son insuficientes, concentrados más en ciertos efectos de lo que en sus causas. Pero como las reformas estuvieron asociadas a la era neoliberal, hablar de ello es casi como cometer un sacrilegio. De todos modos, la generación de un nuevo modelo implica, intrínsecamente, la realización de transformaciones de ese tipo que remuevan las prácticas que impidan el crecimiento y las reemplacen por otras que lo impulsen.

En ese sentido se observa poca disposición a realizar un esfuerzo de tal tipo. Si comparamos las constelaciones hegemónicas y las coaliciones discursivas que se dieron en uno y otro caso podremos notar claramente las diferencias. Las que hoy dominan, lo hacen más por tener menos contendientes a la altura, sobre todo en un mundo donde el pensamiento único colapsó, llevando consigo a sus propaladores, de lo que por las credenciales propias que presentan.

Una de las constataciones de lo expuesto se da en que el proceso de primarización, oligopolización y extranjerización industrial continuó avanzando (ASPIAZU y SCHORR, 2010) y no hay, a pesar de las expresiones de deseo y medidas de impacto mediático coyuntural, una preocupación para asentar bases sólidas que muden profundamente esa realidad.

La capacidad instalada ociosa viene siendo cubierta rápidamente y las nuevas inversiones, excepto en algún año excepcional, están por debajo de lo que demanda un crecimiento sustentable. También la calificación de la mano de obra puede tornarse un serio cuello de botella, ya que la desestructuración y empobrecimiento del sistema educativo que se arrastra desde décadas no permiten la generación de personal en número y condiciones adecuadas para lo que la revolución tecnológica demanda, a la vez que el Estado perdió muchas de sus capacidades, especialmente en el área técnica, así como la infraestructura ha sufrido con años de falta de inversión.

En el terreno político tampoco otras transformaciones fueron emprendidas. En esencia, más allá de siglas, el sistema partidario argentino se renovó poco. Las fuerzas políticas que dominaron el escenario de la segunda mitad del siglo pasado aún continúan haciéndolo. Sus comportamientos escasamente se han modificado. La mayoría de ellas se concentran casi exclusivamente en la lucha electoral, sin preocuparse por generar programas consistentes ni cuadros técnicos a la altura de los desafíos. Las estructuras estatales, muchas veces utilizadas partidariamente, tampoco han emprendido una tarea de ese tipo. Y, la sociedad civil, que vivió momentos de agonía y posterior ola de efervescencia, se quedó en la espuma, con pocos efectos concretos para construir instrumentos sólidos que le permitan generar una propuesta alternativa.

Tal vez el ejemplo de Cavallo y las fundaciones empresariales no sean del todo inadecuados, ellos demostraron una enorme capacidad para construir opciones de poder, basadas en la confluencia de ideas e intereses concretos amalgamados en largos períodos, que por un breve momento se convirtieron en opciones hegemónicas, que aún a pesar de sus fracasos pueden sernos pedagógicos.

Las trayectorias de esas dos figuras no fueran paralelas ni sólo personales, se cruzarían más de una vez, no de forma coyuntural ni superficial. Los puntos en común muestran interrelaciones, ciertas y necesarias simbiosis, centrales para el funcionamiento del proceso político, las que pueden fluir por carriles menos aparentes, más informales, pero no por ello menos fuertes y efectivos.

Estos dos casos muestran cómo la conquista y el ejercicio el poder exige el cultivo paciente de relaciones, imbricando intereses en alianzas más o menos amplias, así como la rápida anticipación y adecuación a nuevas realidades. La FM nos ilustra así como a través de contactos con figuras del medio político y militar, cuando estos gobernaban, obtuvieron acceso a la estructura estatal; a la vez de como consiguieron sustento corporativo entre sus pares y como los tecnócratas les proporcionaron un discurso y propuestas para defenderlos. La construcción de hegemonía no se consigue ni se mantiene en un solo frente, ella depende de una verdadera constelación de intereses que precisan de tiempo para ajustarse.

Además, el cimiento que los une está compuesto por un ingrediente importante, el discursivo, sin el cual no hay liga. Los intelectuales, tomados aquí en sentido amplio, juegan un papel importante, son ellos los que en la actualidad están capacitados y habilitados para proveerlo. Sólo con él la justificación es posible y hasta puede devenir en consenso.

En esa alianza, los partidos políticos obtienen algo de lo que precisan con urgencia y que no tienen, ni se preocupan en adquirir, como es la capacidad de construir propuestas, debiendo tercerizar a estos grupos la política económica, no sin pagar un alto precio por ello.

Un proyecto hegemómico no tiene una sola base de apoyo ni coyuntural. Al defenestrar su ministro, Menem había desecho la alianza con Cavallo, que trató de reatar ungiendo a Roque Fernández, del CEMA. La Alianza, con de la Rúa, intentó constituir otra con nuevos actores, pero se reveló precoz, y tuvo que mudar de jinete en plena travesía, escogiendo dos que ya no le garantizaban, ni siquiera en lo discursivo, que pudiera reeditar una construcción de ese tipo.

Su fracaso puede ayudarnos a entender como gestar otra alternativa y como el pasado incide en su construcción, lo que tal vez sea imperativo en momentos que amplias zonas del planeta viven una coyuntura similar a la que Argentina padeció en el fatídico 2001.

Notas

1 Trabajo recibido el 30/10/2012. Aprobado el 10/12/2012
2 Doctor en Historia por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), con Postdoctorado en el Instituto Universitário de Pesquisas do Estado do Rio de Janeiro (IUPERJ) y
Profesor de la Universidade do Vale do Rio dos Sinos (UNISINOS) / Brasil. Contacto: hramirez1967@yahoo.com
3 Todas las alusiones a la FM y FIEL están sustentadas en mi obra de 2007.
4 Córdoba Industrial, nº 6, marzo-abril de 1972 y nº 7, septiembre-octubre de 1972.
5 Córdoba Industrial, nº 7, septiembre-octubre de 1972.

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