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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versão On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.28 Córdoba dez. 2012

 

MEMORIAS

Esta sección ha sido co-coordinada con Natacha Bacolla, doctora en ciencia política por la Universidad Nacional de Rosario.


Lecturas de la Revista de Economía Argentina sobre la crisis de 1930... De la crisis como paréntesis al nacimiento de un nuevo orden1

Alberto Hueyo «El actual momento económico», Revista de Economía Argentina, N°185, Año XVI, Tomo 31, noviembre de 1933, pp. 355-359.

Una profunda crisis económica ha puesto todo en discusión. El régimen político y económico se ha conmovido en sus principios más fundamentales. Rusia, después de su revolución, se ha organizado prescindiendo en absoluto de los principios individualistas y democráticos, que constituyeron la base del progreso social del siglo pasado.
Este cambio, que en su momento pareció concretarse a una nación que la guerra mundial había puesto en el serio trance de una bancarrota y que debía reaccionar contra un régimen político de la más cruda autocracia, se ha extendido después a otras, cuya situación política y económica era diferente. Los principios individualistas y liberales han sido rechazados en Italia por la revolución fascista y en Alemania por un movimiento popular de gran empuje, que se inspira en las mismas ideas que se practican en Italia. No quiero significar que estos tres regímenes sean idénticos. Reconozco que hay entre ellas diferencias esenciales. (...) La libertad ha desaparecido en los tres países.
Impera en ellos una sola política, que impide pensar en una forma diferente a aquella que se ha considerado la mejor. La democracia ha sido arrancada de raíz. (...) La libertad de comercio y la libertad de asociarse sufren gravísimas restricciones, que varían en sus detalles, pero que en todos ellos atenta contra la libre concurrencia y los derechos individuales.

Estas ideas no son compartidas en cuanto al régimen político se refiere, ni en Francia, ni en Inglaterra, ni Estados Unidos. Ninguno de estos países se encuentra dispuesto a abandonar el régimen democrático en el que se desenvuelve su organización social. (...) No podría decirse lo mismo respecto a los principios económicos. Inglaterra ha abandonado su política libre cambista que fue la base de su desarrollo industrial durante el siglo pasado; Francia ha intensificado su proteccionismo, creando contingentes, prohibiciones y licencias que la cierran herméticamente al comercio de ciertos artículos, especialmente agrícolas y ganaderos, y Estados Unidos ha entrado en una experiencia de economía dirigida, que la coloca en una tendencia semejante a la desarrollada por Rusia, Italia y Alemania.

(...) Ello significa que en importantes países el régimen de los precios ha sido alterado y no obedece a la clásica ley de la oferta y la demanda; que se ha prescindido de la libre concurrencia, reglamentando científicamente la producción y haciendo obligatoria la fusión de determinadas industrias; que el Estado controla severamente el mercado de trabajo y el nivel de los salarios. Se ha llegado así a un sistema de economía dirigida que altera profundamente el régimen capitalista clásico y que tiene por objeto evitar el libre juego de las leyes económicas, mediante la intervención del Estado.

Éstas reacciones contra la doctrina clásica del «laisser faire et laisser passer», que durante el siglo pasado eran tímidas y sumamente reducidas, se intensificaron durante la guerra por exigencias de la defensa nacional. (...) Pero en la actualidad las exageraciones de esta política son una consecuencia necesaria del nacionalismo económico. (...) Considero la generalización de esta política ha sido impuesta por las circunstancias. La aguda crisis por que atravesamos obliga a las naciones a bastarse a sí mismas. Todas ellas experimentan fuertes desequilibrios en su balanza de pagos. El motivo de este fenómeno se confunde con las causas mismas de la crisis, que son múltiples y estrechamente vinculadas unas a otras por la repercusión natural de los fenómenos económicos.

(...) Son los excesos del nacionalismo económico los que han determinado estas consecuencias. (...) La economía dirigida que necesita de la fuerza para organizar el mercado interno, tendrá también que requerirla respecto al comercio internacional, porque cuando no son las leyes naturales las que gobiernan los fenómenos económicos, preciso es reemplazarla con una voluntad dirigente, que forzosamente es el Estado nacionalista primero e imperialista después.

Todo lo que no es natural carece de bases científicas. No busquemos en la economía dirigida un fundamento de este orden. Ella no lo tiene porque es arbitraria. La arbitrariedad no tiene leyes y sin leyes la ciencia no puede existir. Cuando los fenómenos económicos entran a depender de la voluntad del Estado, preciso es reconocer a este último como omnipotente y en tal caso los sabios callan para que hablen los dioses.

(...) Las finanzas equilibradas y la moneda estable son conceptos inalterables en todas las épocas y en todos los regímenes. Su desequilibrio puede ser una consecuencia de la crisis pero nunca un medio para corregirla. (...) La libre concurrencia, la ley de la oferta y la demanda, y la división del trabajo, son leyes que han regido automáticamente la producción y el consumo. Las experiencias de las que me he ocupado, demuestran que puede prescindirse de ellas, pero los resultados obtenidos hasta ahora no justificarían nuestra preferencia. Yo espero que el mundo haya de volver a su normalidad, sin que se hayan alterado sustancialmente los principios científicos. Su desconocimiento habrá provocado resultados circunstanciales, que el tiempo se encargará de corregir. Mi opinión no implica desconocer la evolución de las ideas y el cambio incesante de la organización económica. Me limito tan solo a afirmar mi fe en un orden natural, que la ciencia está encargada de revelar.

Alejandro Shaw «La crisis económica» Revista de Economía Argentina, N°185, Año XVI, Tomo 31, noviembre de 1933, pp. 361-365.

¿Nos encontramos frente a una crisis «cíclica», pasajera, o a una crisis profunda y radical, en la que se hunde el mundo de ayer y todavía no asoman las perspectivas del mundo nuevo de mañana? Tenemos que adaptar nuestras orientaciones a la contestación que damos a esta pregunta, y tenemos que ser sinceros en la contestación.

El momento que vivimos no es el de una mera crisis; es el principio de una nueva normalidad. Para mí, el mundo que se ha ido se fue, y el exceso de recuerdos, la cobardía mental y física, nos impide ver la esperanza, como que nunca se descubre el camino si se mira hacia atrás.

La organización económica del mundo ha cambiado en su esencia. No queda de ayer sino la fachada, y porque contemplamos fachadas no vemos los cimientos de lo nuevo que se está levantando, que está surgiendo detrás. Porque nos engañamos con respecto al momento en que se fracasa con todas las medidas que se toman, en base a interpretar un momento económico nuevo y distinto, con reglas jurídicas que la práctica a diario enseña que son inoperantes. La crisis económica, en su contextura férrea, es un tanque blindado al que no se quiere combatir con los sables de madera de la organización jurídica actual.

El mundo económico ha cambiado a pesar que las apariencias externas, jurídicas y políticas, sean las mismas, pero como todo sistema jurídico y político tiene que ajustarse a lo fundamental, que es lo económico, también éstas tendrán que cambiar.

Veamos por qué la situación es tan distinta como lo afirmo. Con anterioridad al episodio a que asistimos, por una parte existían los grandes centros de producción y por la otra los grandes mercados de consumo; la competencia en su libre juego no chocaba porque existían consumidores para todo y para todos. El trabajo en el mundo estaba repartido al extremo que hoy asociamos inconscientemente ciertos productos y ciertas materias primas con países determinados. Hoy ello ha dejado de ser cierto, porque cada país, a medida que se ha ido desarrollando, ha ido multiplicando sus medios de acción y de su producción (...).

Los mercados complementarios de los grandes países industriales han ido desapareciendo. Así, hoy la India le hace la competencia a la Inglaterra para sus telas de Algodón; el Japón es competidor de todos los demás países industriales; Italia se basta con su producción de trigo; Francia tiene hoy trigo para exportar; Rusia se industrializa para competir mañana con los demás países industriales que verán así desaparecer, no sólo un gran mercado, sino nacer un nuevo y temible rival. Nosotros mismos nos industrializamos y ya hoy podemos contemplar con orgullo los productos que el país produce. Y vemos como poco a poco el mercado propio interno va creciendo en importancia, a medida que el externo se reduce. La topografía económica del mundo está cambiando, pero no es sólo la topografía internacional de un país en relación a otro, sino también la topografía económica interna de cada país. La misma lucha despiadada internacional se repite dentro de cada frontera. (...) Quiere decir, entonces, que no solucionaremos este estado de cosas con solamente suprimir las trabas internacionales al comercio, las tarifas, las cuotas, las restricciones a los cambios.

(...) Si no se hiciera otra cosa que abrogar las medidas de defensa tomadas por los distintos países los unos contra los otros, las causas fundamentales que originaron este estado de miseria subsistirían todas. Pero esa expansión propia de una era que se ha llamado de «economía deficitaria», porque era la era en que primaba la capacidad de absorción y de consumo, iba aumentando la producción hasta que perdió la relación con el consumo.

(...) Surge potente una nueva ideología que antepone el hombre al dinero. En lugar de riqueza, en lugar del deseo engañoso del triunfo, la humanidad quiere hoy estabilidad en su trabajo, seguridad para su vejez. La humanidad sabe hoy que, al lado de unos pocos vencedores, la mayoría es de vencidos, y lo mismo que el sistema actual ampara a los vencedores en sus conquistas, la nueva estructura social buscará amparar a todos los hombres en su tranquilidad material. Después de exigir la igualdad en el voto, el hombre exige la igualdad en el pan. No es oportunidad lo que pide; es seguridad lo que exige. Pero para dar esta seguridad la estructura tiene que ser cambiada totalmente. Ya está visto que el régimen de libre competencia no lo puede dar.

(...) Característico del momento económico es el empobrecimiento general, es la miseria, es la desocupación, es la angustia. Como remedio a todo esto se nos dice que hay que reducir más los gastos, olvidando justamente que esa reducción de gastos, que es la reducción de salarios y que es la reducción de sueldos es lo que ha traído la situación actual y lo que la va agravando.

(...) Y volvemos a nuestro punto de partida. Ese reajuste de valores sería innecesario y objetable si aceptáramos que el momento actual significa una crisis pasajera, una anormalidad circunstancial. Pero si por el contrario aceptamos que es una nueva era la que se inicia, todas estas medidas no harán sino facilitar la solución final. Aceptemos la lucha y afrontémosla como único medio de alcanzar la paz y el sosiego. En el orden económico no debe haber ni vencidos ni vencedores. Sólo sometiendo la retribución del capital y del trabajo a las mismas reglas, bajo el ideal superior de un bienestar social, podremos alcanzar esa faz.


Europa o el caos. Declaración de Intelectuales europeos.

Europa no está en crisis, está muriéndose.No Europa como territorio, naturalmente.Sino Europa como Idea.Europa como sueño y como proyecto.La Europa acorde con el espíritu elogiado por Edmund Husserl en sus dos grandes conferencias pronunciadas en 1938 en Viena y Praga, en vísperas de la catástrofe nazi.Europa como voluntad y representación, como sueño y como construcción, esta Europa que pusieron en pie nuestros padres, esta Europa que supo transformarse en una idea nueva, que fue capaz de aportar a los pueblos que acababan de salir de la Segunda Guerra Mundial una paz, una prosperidad y una difusión de la democracia sin precedentes, pero que, ante nuestros propios ojos, está deshaciéndose una vez más.Se deshace en Atenas, una de sus cunas, en medio de la indiferencia y el cinismo de sus naciones hermanas: hubo un tiempo, el del movimiento filohelénico de principios del siglo XIX, en el que desde Chateaubriand hasta el Byron de Missolonghi, desde Berlioz hasta Delacroix, desde Pushkin hasta el joven Victor Hugo, todos los artistas, poetas, grandes mentes de Europa, volaban en su auxilio y militaban en favor de su libertad. Hoy estamos lejos de eso; y da la impresión de que los herederos de aquellos grandes europeos, mientras los helenos libran una nueva batalla contra otra forma de decadencia y sujeción, no tienen nada mejor que hacer que reprenderles, estigmatizarlos, despreciarlos y -con el plan de rigor impuesto como programa de austeridad, que se les conmina a seguir- despojarles del principio de soberanía que, hace tanto tiempo, inventaron ellos mismos.Se deshace en Roma, su otra cuna, su otro pedestal, la segunda matriz (la tercera es el espíritu de Jerusalén) de su moral y su saber, el otro lugar en el que se inventó esta distinción entre la ley y el derecho, entre el ser humano y el ciudadano, que constituye el origen del modelo democrático que tanto ha aportado, no solo a Europa, sino al mundo: esa fuente romana contaminada por los venenos de un berlusconismo que no acaba de desaparecer, esa capital espiritual y cultural a veces incluida, junto a España, Portugal, Grecia e Irlanda, en los famosos «PIIGS» a los que fustigan unas instituciones financieras sin conciencia ni memoria, ese país que enseñó a embellecer el mundo en Europa y que ahora parece, con razón o sin ella, el enfermo del continente. ¡Qué miseria! ¡Qué ridículo!Se deshace en todas partes, de este a oeste, de norte a sur, con el ascenso de los populismos, los chauvinismos, las ideologías de exclusión y odio que Europa tenía precisamente como misión marginar, debilitar, y que vuelven vergonzosamente a levantar la cabeza. ¡Qué lejos está la época en la que, por las calles de Francia, en solidaridad con un estudiante insultado por el responsable de un partido de memoria tan escasa como sus ideas, se cantaba «todos somos judíos alemanes»! ¡Qué lejanos parecen hoy los movimientos solidarios, en Londres, Berlín, Roma, París, con los disidentes de aquella otra Europa que Milan Kundera llamaba la Europa cautiva y que parecía el corazón del continente! Y en cuanto a la pequeña internacional de espíritus libres que luchaban, hace 20 años, por esa alma europea que encarnaba Sarajevo, bajo las bombas y presa de una despiadada «limpieza étnica», ¿dónde está? ¿Por qué ya no se la oye?Y además, Europa se viene abajo por culpa de esta interminable crisis del euro, que todos sentimos que no está resuelta en absoluto : ¿no es una quimera esa moneda única abstracta, flotante, que no está unida a unas economías, unos recursos ni unas fiscalidades convergentes? ¿No es evidente que las únicas monedas comunes que han funcionado (el marco después del Zollverein, la lira de la unidad italiana, el franco suizo, el dólar) son las que se apoyaban en un proyecto político común? ¿No existe una ley de hierro que dice que, para que haya una moneda única, tiene que haber un mínimo de presupuesto, reglas contables, principios de inversión, es decir, políticas compartidas?El teorema es implacable.Sin federación, no hay moneda que se sostenga.Sin unidad política, la moneda dura unos cuantos decenios y después, aprovechando una guerra o una crisis, se disuelve.En otras palabras, sin un serio avance de esta integración política, obligatoria según los tratados europeos pero que ningún responsable parece querer tomar en serio, sin un abandono de competencias por parte de los Estados nacionales, sin una franca derrota, por tanto, de esos «soberanistas» que empujan a sus ciudadanos al repliegue y la debacle, el euro se desintegrará como se habría desintegrado el dólar si los sudistas hubieran ganado, hace 150 años, la Guerra de Secesión.Antes se decía: socialismo o barbarie.Hoy debemos decir: unión política o barbarie.Mejor dicho: federalismo o explosión y, en la locura de la explosión, regresión social, precariedad, desempleo disparado, miseria.Mejor dicho: o Europa da un paso más, y decisivo, hacia la integración política, o sale de la Historia y se sume en el caos.Ya no queda otra opción: o la unión política o la muerte. Una muerte que podría adoptar muchas formas y dar varios rodeos.Puede durar dos, tres, cinco, 10 años, y estar precedida de numerosas remisiones que den la sensación, una y otra vez, de que lo peor ha pasado.Pero llegará. Europa saldrá de la Historia. De una u otra forma, si no se hace algo, desaparecerá. Esto ha dejado de ser una hipótesis, un vago temor, un trapo rojo que se agita ante los europeos recalcitrantes. Es una certeza. Un horizonte insuperable y fatal. Todo lo demás -trucos de magia de unos, pequeños acuerdos de otros, fondos de solidaridad por aquí, bancos de estabilización por allá- solo sirve para retrasar el fin y entretener al moribundo con la ilusión de una prórroga.*Firmantes: Humberto Eco, Julia Kristeva, Fernando Savater , Vassilis Alexakis, Hans Christoph Buch, Juan Luis Cebrián, György Konrád, Bernard-Henri Levy, Antonio Lobo Antunes, Claudio Magris, Salman Rushdie, y Peter Schneider. Fuente: El País, 25-01-13, Madrid, España.

Notas

1 Fragmentos extraídos de Natacha Bacolla La Revista de Economía Argentina. Política, elites y producción de conocimiento sobre la sociedad en la entreguerras. Argentina, 1918-1943., Tesis doctoral, inédito, 2013, capítulo 3 «Pensar lo incierto. La crisis del '30 en la Revista de Economía Argentina.»

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