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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.29 Córdoba jun. 2013

 

BIBLIOGRAFICAS

Lo impropio

Diego TATIÁN (2012), Buenos Aires: Editorial Excursiones

Micaela Cuesta1 y María Stegmayer2

Sin lugar a dudas, la cuestión de la democracia en su singular apertura e interrogada a la luz de sus múltiples y polémicas declinaciones constituye la fibra más tangible del último libro del filósofo y escritor cordobés Diego Tatián. Acudiendo a autores clásicos y contemporáneos cuya lectura se hilvana en un paciente y delicado ejercicio, no solo de erudición filosófica, sino de sensibilidad y escucha atenta a la dimensión ético-política del pensamiento, el recorrido ofrece algunas preguntas cruciales cuya despliegue conduce, por momentos muy rápidamente, a figuras ya
transitadas: lo impolítico, lo inhumano, lo irrepresentable, lo incalculable, en suma, lo impropio. Si estas palabras señalan una clara inscripción al interior de los debates contemporáneos de la filosofía política (Rancière, Espósito, Agamben, Badiou, entre otros), el autor consigue reelaborarlas, casi siempre de manera original, a partir de una lectura en la cual el pensamiento de Spinoza, pero también la literatura y el arte ocupan un lugar de privilegio. Con todo, este libro, escrito en una impecable prosa, logra atrapar al lector no sólo por los tópicos que aborda, sino también por el estilo y la cadencia intimista que pulsa su relato.

«Igualdad como declaración» es el primero de los diez ensayos reunidos en Lo impropio. Allí se afirma, a propósito de la idea filosófica de igualdad, que «todos los seres comparten la in-diferencia de existir, y el destino de dejar de hacerlo, morir » (Tatián: 7). Esta impronta ontológica que alcanza a todas las criaturas al nivel de la existencia y que antecede al juego sobre la cual podrá instituirse (o no) el reconocimiento de la singularidad de cada cual, supone en sí misma una distancia radical respecto del conocido adagio que reza que «los seres humanos son iguales por naturaleza». Si este último designa, en palabras del autor, «el corazón de la querella entre Antiguos y Modernos en filosofía política» (Tatián: 7) se tratará, a lo largo del ensayo pero también del libro, de interrumpir su evidencia a favor de otra modulación -de resonancia spinozista- de la cuestión de la igualdad: aquella que articula -estableciendo mucho más que un matiz- dos presupuestos capaces de revestir de contenido filosófico la irrupción siempre imprevista de una politicidad igualitaria: a saber, que «los seres son iguales en existencia» y que «la naturaleza es una y la misma para todos» (Tatián: 7). Tanto si se ejercen a la intemperie como si son cobijadas por el Derecho, ambas declaraciones revisten una fuerza preformativa en tanto producen efectos sobre los cuerpos y los lugares, sobre lo visible y lo invisible y también sobre lo humano y lo inhumano, entendido esto último no como violación de los derechos de lo humano sino más bien como esa dimensión de la vida en que «gravita algo impersonal, infantil (en el sentido de in-fans), anónimo, indisponible, impropio (Tatián: 23)». Enmarcado en la semántica del don, pensado como «bien sobrenatural », como «imposible bondad» y como desocultamiento semejante al transitado por el arte, lo impropio es puesto en el centro de una tarea política de preservación de la fragilidad de la condición impersonal -sagrada en los términos de Simone Weil- del hombre cuyo resguardo instituye una responsabilidad que resiste la apatía técnica y la despersonalización burocrática. En otras palabras, podría decirse que lo impropio constituye una experiencia de desposesión -nadie es sujeto de esa experiencia- que inscribe una falla en la administración de las vidas y las conductas, una falla inexplicable capaz de interrumpir el mandato de (auto) conservación consustancial a toda lógica instrumental de dominio. Así, a la crítica tenaz de las diversas formas de administración de la vida se articula otra de las inquietudes centrales del libro: la cuestión de la democracia. En «Irrepresentable» -otro de los ensayos del volumen- una serie de reflexiones en torno al problema de la representación en el campo del arte conducen a una interrogación política de la democracia como aquello que nombra una pluralidad irrepresentable, la ausencia de un fundamento último o, dicho en otros términos, la experiencia impolítica -palabra que insiste en el recorrido del autorde una apertura que, a la manera de los denominados anti-monumentos «confía a la potencia del secreto una presentación de lo impresentable»(Tatián: 37). A diferencia del símbolo que procura volver a presentar una totalidad inmemorial, la política, y sobre todo la política de índole democrática, no puede abjurar de su antónimo griego, el diabolos -»desavenir, imposibilidad de reunir, desacordar» (Tatián: 31)- so pena de precipitarse en el totalitarismo: «sólo anteponiendo el diablo a la violencia del símbolo y la nada al terror del fundamento, evitan los hombres el sacrificio de sí mismos, de lo que pueden ser y de lo que pueden concebir» (Tatián: 32). En «Incalculable» también se alude a la democracia pero para meditar, ahora, sobre la politicidad de las pasiones y sus modos respectivos de composibilidad. Mientras la administración es gobernada por la lógica del cálculo, las pasiones se rigen por lo incalculable y lo enigmático que se abre en la convivencia de los hombres. Sostener esta apertura, no clausurarla reconociendo su determinación histórica y cultural es tarea, pero también cifra, del destino de la democracia. Sería preciso distinguir, y así lo habilita una lectura conjunta de los ensayos, a la philautía o «amistad consigo mismo» como pasión democrática afectada de pluralidad - en tanto refiere al individuo como pueblo- de la misautía, es decir, del despotismo de los placeres y dolores de los que el démos es simple objeto. Se trata no ya de administrar estos placeres y dolores sino de asumir ese «no saber» dramático respecto de lo que «puede un pueblo». A esta proposición la continúa la afirmación del carácter mitopoiético de la idea de pueblo. Bajo él se mienta la crítica tanto de una noción de mito que lo piensa como pura repetición e identidad, como de aquella otra de tinte racionalista que no sólo niega su propio fundamento mítico sino que también se afirma como proyecto orientado a lo que los seres humanos debieran ser. Distanciándose de ambas variantes, lo mitopoiético integra a su concepción de pueblo todo lo éste tiene de «irrespresentable, abismático, contingente, no repetitivo, no objetivable y emancipatorio» (Tatián: 84). No se trata luego, para Tatián, de reemplazar una noción por otra, menos aún de postular la potencia de un pueblo definido en términos identitarios. Antes bien, a partir de la reintroducción de la contradicción, la ambivalencia y la controversia, lo que se quiere es disputar la noción antipopular de república asentada en el puro imperio de la ley y, por tanto, inmune al deseo. En contra del mito, la figura de lo arcaico: fondo inmemorial e inaropiable. Enigma, en suma, que hiere la soberanía del individuo y saca de quicio al tiempo, y al que toda experiencia que se diga republicano-democrática ha de acoger. Precisamente en otro de los ensayos, «Elogio de la inapetencia », nos vemos confrontados de un modo radical con este no saber que se halla en el centro de la cuestión democrática. La figura de Bartleby, el enigmático e intratable copista de Melville empeñado en hacernos escuchar una y otra vez su célebre frase, descubre «el punto de anegamiento del poder, su insoluble cortocircuito» (Tatián: 61) bajo la forma de una destrucción radical de la idea de persona. Bartleby el inapetente es un anti-personaje y su fórmula «preferiría no.» revela lo que la existencia tiene de impersonal y de impropio haciendo gala de una empecinada forma de cautela. La cautela como paradójica pasión salvaje, sugiere Tatián, designa lo común como aquello que permanece oculto en la caverna o replegado en la selva inaccesible. Deseo de población como pasión política nombra entonces no un deseo identitario sino la tarea de recuperar la capacidad de afectar y ser afectados. En otras palabras, se trata de oponer la noción políticamente potente de hospitalidad a las pasiones anti-políticas que el autor nos descubre en la misantropía, filantropía y apatía a cuya crítica dedica otro de los textos que componen el libro. La interrogación de estos afectos en relación a la práctica filosófica se extiende en «Lectura y naufragio» donde a partir de la metáfora del mundo como libro y sus distintas apreciaciones en la tradición filosófica, se problematiza la interpretación negativa de las pasiones -asociadas a la causa del naufragio- y se explora en clave nietzscheana su dimensión de liberación, promesa o descubrimiento de otros modos de vivir y pensar. En «La Revolución y la Paz» se vuelve sobre Kant y la cuestión del extranjero como problema político de primer orden para sostener -aun si la masacre, el exterminio o las violencias perpetradas parecieran confinarnos a un pesimismo sin remedio- la exigencia de producir las condiciones necesarias para la vigencia del respeto y la hospitalidad. Dejarnos interpelar por la idea de paz perpetua, anunciada en la revolución como signo inequívoco de mejoramiento humano, supone la necesidad de no abandonar su búsqueda precisamente cuando la figura del Imperio nos confronta hoy con un nuevo estadio de lo teológico-político cuya forma, sugiere Tatián, caricaturiza de modo trágico la condición cosmopolita propuesta por el autor de las tres críticas. Por último, en «El fin de la cultura» se retoma la discusión del humanismo, su crisis y sus distintas variantes post para proponer con Heiddeger un pensamiento ético del fin de la cultura capaz de resistir el post-humanismo técnico dominante.

Notas

1 Doctora en Ciencias Sociales (UBA), Magister en «Comunicación y Cultura» (UBA) y Lic. en Sociología (UBA). Becaria postdoctoral de CONICET en el Instituto de Investigación Gino Germani (IIGG) de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Contacto: micaelacuesta@yahoo.com.ar
2 Doctora en Ciencias Sociales (UBA) Becaria postdoctoral (CONICET) en el Instituto Gino Germani (Fsoc/UBA).

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