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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

On-line version ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.32 Córdoba Dec. 2014

 

ARTICULOS ORIGINALES

LA DINÁMICA DE EXCLUSIÓN E INCLUSIÓN DE LA ALTERIDAD POLÍTICA EN EL DISCURSO MENEMISTA

Hernán Fair 1


Resumen
El trabajo analiza la construcción de la alteridad política en el discurso de Carlos Menem, integrando herramientas de la teoría del discurso de Ernesto Laclau y el psicoanálisis lacaniano. Complejizando los estudios especializados, se sostiene que en el discurso menemista se presenta una cuádruple construcción de la alteridad, con dos características particulares. En primer lugar, aunque asume una estructuración difusa, por momentos la alteridad adquiere la forma de actores políticos concretos. En segundo término, el Presidente edifica una interpelación amplia, que construye a la alteridad en base a un mandato superyoico incluyente. En ese marco, el síntoma excluido asume una forma éxtima.
Palabras clave: Menemismo-Análisis del discurso-Identidades políticas-Teoría psicoanalítica lacaniana-Argentina.

Abstract
The paper analyzes the construction of otherness in Menem´s political discourse, integrating tools from discourse theory of Ernesto Laclau and Lacanian psychoanalysis. Incorporating more complex to specialized studies, it argues that Menem´s speech assumes a quadruple construction of otherness with two particular characteristics. First, although assumes a diffuse structuring, at times the otherness takes the form of specific political actors. Second, the President builds a wide interpellation, which constructs otherness based on an inclusive superego mandate. In this context, the excluded symptom assumes an extime form.
Keywords: Menemism-Discourse analysis-Political identities-Lacanian psychoanalytical theory-Argentina
.


 

Introducción

El presente trabajo se propone examinar la construcción de la alteridad política en el discurso de Carlos Menem. Aunque una multiplicidad de estudios analizó la construcción de la identidad menemista, la mayor parte de ellos se centraron en su dimensión conservadora o neoconservadora.2 En ese marco, entre aquellos análisis que colocaron el eje en el discurso de Menem, existe consenso en señalar que el menemismo se caracterizaría por asumir un discurso organicista y pacifista, que buscaba eliminar la alteridad, situándola en un demonizado "pasado" vinculado al "caos" hiperinflacionario y social de finales de los años ´80,3 o bien en los "atrasados" y "nostálgicos" que "se quedaron en 1945"4. Complejizando estas contribuciones, en este trabajo sostenemos que en el discurso de Menem se presenta una cuádruple construcción de la alteridad. Sin embargo, diferenciándonos de la bibliografía especializada, sostenemos dos hipótesis adicionales. En primer lugar, que, por momentos, la alteridad no se edifica frente a un pasado difuso, sino con un presente, asumiendo la forma de actores políticos concretos. En segundo término, que lejos de excluir a la alteridad de forma antagónica, el discurso de Menem se caracteriza por realizar una interpelación amplia, que construye a la alteridad en términos adversariales e incluyentes. En ese marco, el Presidente busca incluir al síntoma excluido, asumiendo la alteridad una forma éxtima.

Marco teórico

El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre la construcción discursiva de la hegemonía menemista, durante el primer gobierno de Menem (1989-1995). El marco conceptual toma como base los aportes de la teoría de las identidades políticas de Ernesto Laclau. Se asume, en ese sentido, que el discurso construye históricamente las identidades políticas y estructura, de forma contingente y parcial, el orden social. Sin embargo, junto con el componente de "homogeneización" interna, todo discurso edifica una "alteridad", que forma parte del campo de exclusión de la propia identidad.5

El análisis se complementa con la incorporación de algunas herramientas provenientes de la teoría psicoanalítica lacaniana6. Aunque los aportes del psicoanálisis lacaniano son ampliamente afines a la teoría del discurso de Laclau7, escasean, curiosamente, los análisis que apliquen sus herramientas al estudio de las operaciones hegemónicas y, en particular, al análisis del discurso menemista.8 Cabe destacar, no obstante, que, como lo ha señalado Stavrakakis9, Laclau no analiza la dimensión "afectiva" de la hegemonía, pese a que la destaca como valiosa10. A ello debemos agregar que no distingue entre los diferentes planos y niveles del discurso, por lo que no examina la dimensión imaginaria, en tanto diferenciable del orden simbólico y del registro de lo Real. En ese marco, existen conceptos lacanianos centrales que han sido escasamente desarrollados, o incluso ignorados, por la obra de Laclau. El presente trabajo se propone integrar al análisis político del discurso algunos de estos conceptos. En particular, examinaremos la potencialidad heurística de la Teoría de los cuatro discursos11, el "nudo borromeo"12 y los conceptos de "goce"13, "mandato superyoico"14 y "palabra plena"15, que resultan útiles para examinar las complejas formas de construcción imaginarias de las identidades políticas. A su vez, incluiremos algunos conceptos adicionales, como el "síntoma" y lo "éxtimo", que permiten analizar el juego de exclusión e inclusión de toda formación hegemónica.16

El recorte del corpus se basa los discursos oficiales de Carlos Menem y en una selección de declaraciones presidenciales, reproducidas en los principales diarios de circulación nacional (Clarín, La Nación y Página 12) entre 1989 y 1993. De este modo, se examina el período de construcción y sedimentación de la hegemonía menemista, tomando como eje el discurso de su principal figura y símbolo político.

La construcción discursiva de la alteridad en el discurso de Menem

¿Cómo construyó el discurso de Menem la alteridad? Una primera aproximación nos permite observar que en el discurso menemista tendía a desaparecer el antagonismo explícito en términos de sujetos concretos. En ese marco, el Presidente se oponía a un "pasado" difuso, que era negativizado de diversas formas. A continuación, examinaremos este eje, analizando la construcción de esta alteridad por momentos histórico-políticos.

La cuádruple construcción difusa de la alteridad con el "pasado"

La alteridad con el modelo económico del primer peronismo (1945-1955)

En primer lugar, desde el discurso menemista, la crítica se dirigía a un pasado difuso, ubicado en la experiencia histórica del primer peronismo (en particular, en 1945 o 1946). En ese marco, sin dejar de situarse como peronista, la alteridad se construía frente al modelo estadocéntrico, nacionalista y anti-imperialista del peronismo clásico.

En términos de agentes, la alteridad con este período se presentaba bajo tres variantes:

1) La crítica a los "nostálgicos" o "atrasados", entendido como los discursos "antiguos", que se habían quedado en el "pasado" de la posguerra.
2) La crítica a los irracionales, que "no logran comprender la realidad". La alteridad, en este caso, era simbolizada en aquellos miembros de la "comunidad" que no tenían en cuenta los cambios que se habían producido a nivel mundial con la caída del comunismo y el fracaso del Estado Benefactor. En ese sentido, Menem se dirigía a aquellos opositores que eran "incapaces de comprender los inmensos cambios que se registran actualmente en todo el mundo"17 , basados en una nueva era de "globalización" e "interconexión" planetaria. Esta nueva etapa mundial era definida por el Presidente como una "aldea global", basada en las ideas de "modernización", "progreso", "solidaridad" y "cooperación" a escala mundial. Estos sectores eran más ilusos o irracionales que nostálgicos, porque no se daban cuenta de la necesidad del cambio cultural.
3) La crítica a los "interesados", quienes defendían "intereses políticos" o "ideológicos", en tanto equivalentes a "sectoriales", "particulares", "personales", "electorales" o "partidarios", vinculados al antiguo modelo. Estos destinatarios eran relacionados al "pasado", aunque el eje de la crítica se situaba en que se beneficiaban políticamente del orden anterior.

Como se puede observar, la alteridad frente al pasado del primer peronismo se edificaba mediante la ausencia de actores sociales explícitos, asumiendo una forma difusa.

La alteridad con la etapa final del período alfonsinista (1989)

Con frecuencia, la alteridad era ubicada en un pasado negativizado vinculado al gobierno alfonsinista y, en particular, a la crisis económica y social de su última etapa, recordando los saqueos a comercios y supermercados y la debacle del primer semestre de 1989. En ese marco, salvo algún discurso en el que se criticaba la "herencia" recibida por parte de Alfonsín, la alteridad nuevamente era difusa y se situaba en la "hiperinflación" y el "caos social", asociado a significantes como la "ingobernabilidad", la "anarquía", el "incendio", el "atraso", la "postración", la "frustración", la "decadencia" y la "involución".

La alteridad con el Estado interventor (1945-1989)

Esta escenificación de la alteridad construía una frontera de exclusión más amplia y englobadora, cuyo eje se ubicaba en la intervención del Estado en la economía. El Estado era señalado por Menem como el "culpable" de todos los males de la sociedad, y vinculado equivalencialmente a la "inflación", lo "deficitario", "corrupto", "ineficiente" y "burocrático". En otros casos, era caracterizado como "elefantiásico", "macrocefálico", "gigante" y "dadivoso". Además, era acusado de defender "intereses particulares" de los sectores más acomodados de la sociedad, quienes eran asociados a la "especulación" financiera y la inflación, y encadenados a la "crisis" económica y la "decadencia" nacional. En ese marco, el Estado debía ser "transformado" y reducido a sus "funciones principales", inscriptas dentro del paradigma neoliberal. En este caso, el exterior discursivo se instituía contra las "administraciones pasadas", destacando que el país no se hallaba "subdesarrollado", sino "subadministrado".

Los "desencuentros" y "enfrentamientos" entre "los propios argentinos" (1810-1989)

Junto a la construcción de una triple alteridad en el plano económico, el discurso de Menem presentaba una última negatividad, con la particularidad de que se situaba dentro del propio "cuerpo social". Desde el discurso menemista, la crisis y debacle de la Argentina era producto de "décadas" de "desencuentros" y "enfrentamientos" entre "los propios argentinos", que habían generado "frustraciones", conduciendo a la "decadencia" nacional. El discurso menemista construía esta alteridad en un difuso pasado que se remontaba a los "inicios de la patria", con las luchas entre "unitarios y federales". En otros casos, la alteridad se ubicaba en las críticas al "imperialismo de turno" e, incluso, a las "oligarquías internas", reenviando a la violencia política y las "luchas fraticidas" de la segunda mitad del siglo pasado .18

La emergencia de la alteridad en el presente y la construcción de un adversario concreto

En ocasiones, Menem debía hacer frente a la emergencia de la alteridad en el presente, producto de los conflictos y antagonismos que se presentaban de forma concreta en la dinámica política. Cuando ello ocurría, además de situarlos en un pasado ya "superado" por la "historia", el Presidente acusaba a los opositores de tener intereses "políticos" o "sectoriales", en un sentido negativizado. En ocasiones, los descalificaba como "violentos", "subversivos" "terroristas" e "incivilizados".

Sin embargo, por momentos, como a comienzos de 1993, las diatribas menemistas eran más explícitas y se dirigían a sujetos políticos concretos. En ese sentido, frente a las críticas de algunos periodistas del diario Clarín a los efectos regresivos del modelo económico, la alteridad se ubicaba en los periodistas disidentes del diario, que "desinforman" a la ciudadanía" y realizan "operaciones de prensa". En ese contexto, los adversarios eran personificados como los periodistas o los medios de comunicación, que defienden intereses políticos particulares, aunque Menem se refería a ellos como "malintencionados" o "mentirosos"19 . En otros casos, frente a las protestas de sectores estudiantiles, la alteridad se dirigía a los "estudiantes", que protestan y "no quieren estudiar".

El empleo de conceptos del psicoanálisis lacaniano al análisis del discurso menemista

La Palabra plena de Menem

Para legitimar la exclusión de la alteridad, el discurso de Menem asumía una estrategia enunciativa basada en la "evidencia" objetiva de los hechos realizados. En ese marco, ya desde el primer día de asumir, contraponía la supremacía absoluta de los "hechos", frente a la "retórica" vacua de las palabras. En un contexto de descreimiento general en la palabra política, el Presidente se proponía dejar de lado las "palabras gastadas", "hablar poco" y "hacer mucho" o, en todo caso, "hablar para explicar acciones", en lugar de hacerlo "para ofrecer excusas". En palabras de Menem, la sociedad estaba "cansada de palabras", de las "promesas totalmente incumplidas" y de los "gestos de hipocresía y demagogia", por lo que su gobierno había "optado" por la "contundencia de los hechos".

A partir de la estabilización monetaria de 1991, producto de la sanción de la Ley de Convertibilidad (1 de abril de 1991), Menem logró reforzar la validez de este discurso de los hechos objetivos, incorporando una selección de indicadores macroeconómicos positivos. Los datos positivos (e incuestionados) en términos de estabilidad de precios, crecimiento del PBI e índices de consumo e inversión, materializaban y objetivaban la nueva "realidad" de la "transformación nacional". En ese marco, la concordancia entre el plano verbal del discurso de Menem y las prácticas cotidianas (precios de la canasta básica estables, índices macroeconómicos positivos, reactivación relativa de la economía, frente a la crisis del período 1989-1991), permitían relegitimar políticamente al discurso presidencial. En un contexto en el que, en palabras del Presidente, los "números" no hacían más que "hablar por sí mismos", Menem podía afirmar que "nosotros no nos vamos en promesas, lo que decimos lo cumplimos". 20

Desde una interpretación lacaniana, podemos decir que, frente a la inevitable brecha entre el enunciado y la enunciación, y la pregunta sobre el Che voui? (¿qué quiere?) del discurso del Otro, la (supuesta) objetividad de los enunciados de Menem actuaban como una especie de discurso de "Grado cero", esto es, como un discurso-realidad que evitaba, imaginariamente, la imposibilidad estructural de todo metalenguaje21, para mostrarse de forma transparente y plena, sin deseos ni intereses ocultos. Ello le permitía a Menem sostener, en un contexto de crisis de la palabra política, que "mis palabras son sinceras. Aquí no hay ningún tipo de trampa ni expresión fuera de lugar".

En sus Escritos I, Lacan se refiere al concepto de "palabra plena", para hacer mención a un discurso que adquiere una forma objetiva. Tomando como base sus categorías, podemos decir que el discurso de Menem se presentaba como una "palabra plena" que, desandando el nudo borromeo, permitía acceder al fantasma (la fantasía) del "goce" absoluto, es decir, el goce imaginario del cuerpo, a partir del ocultamiento de la división constitutiva. En otros términos, el discurso menemista se estructuraba forcluyendo la falla ontológica de lo Real, promoviendo el acceso (imaginario) a una "verdadera realidad" de las cosas, corporeizada plenamente, sin la mediación subjetiva del orden simbólico. De esta manera, apelando al relato "objetivo" y "transparente" de los hechos realizados y destacando los indicadores macroeconómicos positivos, en contraposición con el peor momento de la crisis, situado en la etapa previa a su llegada al poder, Menem se posicionaba desde un discurso de sentido común, difícilmente rebatible por la vía racional. Finalmente, el propio recuento (selectivo) de los "resultados" positivos en el campo macroeconómico, legitimados en base a datos "visibles" y objetivados en la vida cotidiana, que "nadie" podía "negar", le permitían reforzar la exclusión de sus adversarios de la racionalidad humana, de modo tal que, frente a una "realidad fáctica", "nadie puede decir que no estamos mucho mejor que el año pasado". Así, la apelación a la objetividad del discurso Universitario deslegitimaba toda expresión de la alteridad, que sólo podía tener intereses políticos, ideológicos o particulares, o ser unos ilusos (irracionales), que no comprendían la realidad social de los "nuevos tiempos". 22

El discurso de la "culpa compartida" y el imperativo superyoico de eliminación del síntoma

Hemos mencionado la construcción menemista de una alteridad que se ubicaba en los conflictos y enfrentamientos sociales entre los propios argentinos. Esos conflictos internos eran asociados a un pasado negativizado que debía "superarse". En ese marco, el discurso de Menem asumía una tesis de la "culpa compartida", en el que todos, incluso él, habían sido responsables de la violencia política del pasado. Ello lo conducía a adoptar la llamada "teoría de los dos demonios", para referirse a la violencia de los años ´70. En los términos lacanianos, podemos decir que el Presidente se posicionaba como una especie de Amo religioso-juzgador, incentivando en la sociedad la culpa superyoica por los "pecados" realizados en el pasado.

Este discurso parecía ser relativamente eficaz para disciplinar a la sociedad.23 Sin embargo, cuando las interpelaciones fallaban y el "pasado" emergía en el presente, las críticas y protestas eran mostradas como un síntoma de aquello que había que excluir del "cuerpo" social. Así, desde el discurso menemista, la emergencia de protestas sociales, paros, o simples críticas verbales al modelo económico, expresaban un presente que continuaba con aquellas "antiguas" divisiones políticas, fomentando los "desencuentros" y perpetuando la "decadencia" nacional. En ese marco, toda forma de protesta sólo podía representar un hecho de violencia e interés sectorial, que simbolizaba un síntoma indeseable, el mismo síntoma que impedía el "desarrollo" y el "despegue" nacional. Mediante un discurso organicista, carente de antagonismos sociales concretos, y apelando a un imaginario liberal y positivista, Menem asumía un imperativo superyoico, que instaba a eliminar estos conflictos "anormales" del "cuerpo social", para lograr la "unidad" y el "progreso" nacional.

La inclusión discursiva de los destinatarios negativizados. El mandato de modernización, reconciliación y actualización a los nuevos tiempos

Ahora bien, un análisis detenido del discurso de Menem nos permite observar que, lejos de excluir radicalmente a la alteridad, el Presidente construía al exterior constitutivo en términos no antagónicos. Así, en el contexto de un discurso liberal en el que predominaba la idea de unidad en la pluralidad, se trataba de entender a la política en términos de "adversarios" y no de "anti", por lo que tampoco debía existir el "anti-menemismo". En palabras de Menem, "las posturas antiperonistas, anticlericales y anti-militares, le han ocasionado daños tremendos a la Argentina. Los argentinos no queremos oír hablar nunca más de los anti, sino simplemente de adversarios con lealtad en el campo de la política"24 . Como destacará en otra oportunidad:

"Debemos entender que aquel que tenemos enfrente no es nuestro enemigo, es un argentino como nosotros, que quizás no comparta nuestras ideas desde el punto de vista político, pero quiere una argentina tan grande como la que queremos nosotros" 25

En ese marco, el Presidente construía un relato que, al tiempo que excluía a la alteridad, buscaba integrarla a su proyecto de país26. La principal estrategia de inclusión de lo excluido radicaba en el imperativo de "adaptarse" a los "nuevos tiempos" y "modernizarse". Ello implicaba la necesidad de asumir un doble mandato cultural de "aggiornamiento" y "actualización":

a) En el plano económico, el mandato superyoico se dirigía a los atrasados, nostálgicos o antiguos, que seguían defendiendo ideas y valores asociados al Estado Benefactor de posguerra, o a los "fracasados" proyectos de la "socialdemocracia", o bien no lograban comprender la nueva realidad histórica y social del mundo. Para ellos, se trataba de "modernizarse" y "aggiornarse", lo que era equivalente a "evolucionar", "progresar" y realizar un "cambio cultural", desde estas visiones del "pasado" (1945-1989), al nuevo orden de "transformación" del Estado e "inserción" a la "aldea global".
b) En el plano político, el mandato se dirigía a los "violentos" y a los "interesados" políticamente en que se permaneciera en el "viejo" orden, asociado a los "enfrentamientos" y "desencuentros", causantes de la "decadencia" nacional. Menem instaba a estos sectores a realizar un "aprendizaje" de los "viejos errores" cometidos, que ahora debían quedar en el "pasado". En ese marco, el imperativo superyoico instaba al goce de la unidad, de modo tal de "pacificarse" y "reconciliarse", olvidando los antiguos "rencores".

El positivismo, el pacifismo y el discurso liberal-conservador de Menem

A partir de los ejes que hemos mencionado, podemos destacar en el discurso de Menem la presencia de tres elementos conceptuales que ocupaban un lugar central en sus interpelaciones:

a) Una fuerte veta positivista: en el que la sociedad, al compás del derrumbe mundial del comunismo y el fracaso de las experiencias de economía "cerrada" y "aislada", ahora "evolucionaba" hacia un futuro mejor. Ello implicaba la necesidad de "adaptarse" a lo que acontecía a nivel mundial y "evolucionar" al discurso que articulaba el fenómeno de la globalización y la reforma del Estado, vinculados a significantes evolucionistas como el "progreso", la "modernización", el "crecimiento" y el "desarrollo", equivalentes al "avance" y al ingreso a los beneficios del "futuro", frente a un "pasado" de "atraso", "involución" y "decadencia".
b) Una fuerte veta pacifista en el plano internacional: con un discurso que legitimaba el "realismo" de la necesidad de integración acrítica al orden internacional, mediante un discurso "idealista", en donde el "mundo", tras el derrumbe de los totalitarismos y las dictaduras militares, era valorado como un lugar "solidario", "pacífico" y "amigable", basado en el "consenso", la "cooperación" y los "acuerdos" entre los países, por sobre la anterior lógica de "confrontación" y "antagonismos". De allí que Menem se refiera a metáforas como la "aldea global", la "comunidad internacional" o el "concierto de naciones del mundo", que implicaban un discurso carente de relaciones de poder y antagonismo entre los Estados, y también que preconizara relaciones "maduras" con los países centrales, incluyendo a los ex países "imperialistas" de Gran Bretaña y Estados Unidos. De ahora en más, se debía abandonar toda idea de "nacionalismo" y de "antiimperialismo", porque el objetivo actual era "incorporarse", "integrarse" o "insertarse" al "mundo" de la "globalización", en lugar de buscar modelos "cerrados" y "anacrónicos", que criticaban la integración al orden internacional27.
c) Una mixtura liberal-democrática-conservadora: en el contexto de difusión global de la tesis del Fin de la Historia y el derrumbe de los gobiernos "dirigistas-autoritarios", las alocuciones de Menem promovían los valores del liberalismo democrático, asociados a la "libertad" y el "pluralismo", aceptando la pluralidad de ideas y la legitimidad del "conflicto", promoviendo la "participación" social de los trabajadores y rechazando todo retorno al "pasado" de dictaduras y autoritarismos. Este discurso era mixturado con una crítica neoconservadora a los paros y movilizaciones sociales y un énfasis en el orden y la pacificación nacional como valores centrales, encadenados a la legitimación de las reformas neoliberales.

En ese marco, apelando a una compleja mixtura de tradiciones liberales, conservadoras, nacional-populares y de la doctrina peronista, presentadas de forma yuxtapuesta, y reformuladas hábilmente para legitimar el orden neoliberal, el discurso de Menem lograba edificar una amplia interpelación, que hemos definido como pulpística, en el que el síntoma excluido era, a su vez, convocado a sumarse al modelo de país promovido por el menemismo.

A modo de conclusión

Analizamos en este trabajo la construcción y descalificación de la alteridad política en el discurso de Menem. En un contexto de caos social e ingobernabilidad política, el discurso menemista ubicaba en un lugar central la búsqueda de la paz, la unidad y el orden social. Sin embargo, al mismo tiempo, presentaba un discurso liberal-democrático, que se posicionaba en defensa de la democracia, las libertades individuales y la legitimidad del conflicto y la pluralidad social. Finalmente, frente a la crisis de la matriz estadocéntrica y el fenómeno de la globalización, adoptaba un discurso de modernización y progreso, asociado a la aplicación de las reformas neoliberales y la inserción acrítica al nuevo orden internacional. Complejizando los análisis bibliográficos, destacamos la presencia de una cuádruple construcción de la alteridad, en el discurso de Menem. Luego, señalamos las estrategias enunciativas dirigidas a legitimar la exclusión de la alteridad. En ese marco, propusimos examinar estas estrategias desde un abordaje psicoanalítico, a partir del empleo de algunas herramientas de la teoría lacaniana que han sido escasamente examinados hasta el presente. En la última parte, destacamos que el discurso de Menem se caracterizaba por asumir una lógica de inclusión del síntoma excluido, que tomaba la forma de una interpelación éxtima. Las interpelaciones menemistas, en ese sentido, instaban a realizar un triple mandato superyoico de adaptación, actualización y modernización a los nuevos tiempos. En ese contexto, Menem se posicionaba desde un discurso que presentaba una filosofía realista, con fuertes aristas neoliberales y conservadoras y una filosofía positivista, que combinaba los clásicos objetivos de Orden y Progreso, junto con aspectos democrático-liberales y modernizadores en lo económico y pacifistas en el plano internacional. La yuxtaposición de diferentes tradiciones, que incluía, además, elementos nacional-populares y de la doctrina peronista clásica, le permitían al Presidente asumir una interpelación pulpística, en la que el síntoma excluido era, a su vez, convocado a sumarse al proyecto menemista.

Mediante esta amplia y heterogénea interpelación de carácter éxtima, reforzada por el contexto histórico-político de crisis del Estado Benefactor, fin de la Guerra Fría, revolución tecnológica y difusión mundial de las ideas (neo)liberales, el discurso menemista lograba legitimar socialmente las reformas pro-mercado y las nuevas alianzas políticas con el establishment, al tiempo que descalificaba a los adversarios, sus ideas nacional populares y sus habituales métodos de protesta y movilización social. Así, con un relato imaginario en torno a los valores positivizados de la inserción internacional, la modernización y el progreso, asociados a la estabilidad monetaria y las reformas neoliberales, el menemato logró sedimentar un nuevo orden político y social y un nuevo sentido común, con antecedentes en la última Dictadura militar, consolidando la aplicación de un modelo de país económicamente concentrador y reprimarizador y socialmente excluyente e injusto.

Notas

1.Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aire). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Quilmes. Contacto: herfair@hotmail.com
2.Giussani, (1990); Bonnet, (2008).
3.Aboy Carlés, (2001); Canelo, (2002).
4.Palermo-Novaro, (1996).
5.Laclau-Mouffe, (1987); Laclau,(1996); Aboy Carlés, (2001).
6.Lacan, (1971-1972), (2003) y (2006)
7.Glynos-Stavrakakis, (2008).
8.Entre las excepciones, véanse los textos de Gómez, (2006), desde un análisis semiótico, y Bonnet, (2008), desde un abordaje marxista. También puede verse Fair, (2010) y (2013). Para el estudio de otras experiencias históricas desde categorías lacanianas, véanse Arditi, (2003), Perelló, (2008) y Stavrakakis, (2010), entre otros.
9.Stavrakakis, (2010).
10.Laclau, (2005).
11.La teoría de los cuatro discursos refiere a los conceptos desarrollados en el Seminario XVII de Lacan,(2006). En este trabajo, examinaremos sólo el discurso Universitario, que corresponde al discurso posicionado como "supuesto saber" científico de la realidad. Para más detalle, véase Álvarez, (2006).
12.El "nudo borromeo" hace referencia a la anudación entre los componentes de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario (RSI). Desde esta figura, lo simbólico representa la construcción discursiva, lo imaginario es la forma de anudación que adquiere el lazo social y lo real está vinculado con los otros dos, pero es aquel registro que impide la conformación plena de ese orden imaginario, constituido desde lo simbólico. Según Lacan, en ocasiones la falla de lo Real (en tanto imposible) puede ser forcluida, en pos de una realidad social que permite, imaginariamente, el acceso al goce corporal del lazo pleno con la Cosa (la Madre, en tanto objeto perdido y prohibido) véase Lacan, (1971-1972) y (2006).
13.El goce corresponde a un principio lacaniano vinculado a los mandatos culturales, que asumen la forma de imperativos del superyó, que incitan a cumplirlos, con independencia de si causan placer o dolor. Al respecto, véase Braunstein, (2006).
14.Este concepto se vincula a los mandatos culturales deseantes, que se encuentran investidos de goce. Asumen la forma de imperativos para el sujeto. Véase: Zizek, (1992).
15.Lacan se refiere a la "palabra plena" como aquella que "se define por su identidad con aquello de lo que habla" Lacan, (2003): 366. Señala que su poder radica en "reordenar las contingencias pasadas, dándoles el sentido de las necesidades por venir" Lacan, (2003):246.
16.El síntoma es la forma simbolizada como se metaboliza la dislocación (lo Real lacaniano), mientras que lo éxtimo corresponde a un elemento que es, al mismo tiempo, interno y externo. Véase Zizek, (1992).
17.Discurso oficial del 24/10/89:132.
18.Por lo cual la autonomía en relación a la crítica al primer peronismo y a los "interesados", era sólo relativa.
19.En el contexto del enfrentamiento público con Clarín, en junio de 1993 el Gobierno presentó una nueva ley de medios, que buscaba limitar los "monopolios" mediáticos y promover el "respeto a la libertad de expresión", garantizando la "pluralidad informativa" (La Nación, 21/06/93:1). En ese contexto, el Presidente señalará que "la prensa tiene necesidad de vender" (Página 12, 03/06/93:4), caracterizándola como una prensa "que miente, que desvirtúa la verdad" (Página 12, 13/06/93:6). Frente a las críticas al proyecto oficial, Menem afirmaba que "forman parte de una campaña de corte netamente político", señalando que "hay una especie de confabulación, estamos en un período electoral y se apela a cualquier medio, se desvirtúa a la política como ciencia y como arte y se utilizan estos medios masivos de comunicación para generar una versión total y absolutamente mentirosa". En ese marco, la alteridad se centraba en el diario Clarín, considerado un "monopolio" (Página 12, 18/06/93:5).
20.Discursos oficiales de Menem del 29/08/91:160, 31/10/91:63, 10/12/91:162; 13/07/92:56, 29/04/93:202; 14/08/93:174, 10/11/93:104-105; 24/11/93:176.
21.Lacan, (2006).
22.En cuanto a los indicadores negativos, como el aumento de la desocupación, eran relegados del discurso, o bien asociados a la necesidad de profundizar las reformas pendientes, lo que permitiría a futuro generar un mayor empleo, tal como se había controlado la inflación. En ese marco se entiende la famosa frase de Menem de que "estamos mal, pero vamos bien".
23.De hecho, algunas entrevistas realizadas en 1993 a docentes, empleados bancarios, taxistas, trabajadores de servicios y trabajadores independientes, por la consultora Del Franco y Sthulman, mostraban que diferentes sectores sociales tendían a asumir la tesis menemista de la "culpa compartida", aludiendo a "crisis sucesivas" y asumiendo que "no hay responsables" o que "todos aportamos un poco" (a la crisis). Como señala Analía del Franco, a esta franja de entrevistados "le resulta difícil encontrar culpables" (Página 12, 14/05/93:2-3).
24.En el mismo sentido, Menem acusaba a la UCR, ya que "nunca nos hicieron una crítica constructiva, siempre con el agravio, siempre con los anti, como ahora, que quieren formar un frente anti-menemista" (Página 12, 01/02/93:3 y 02/02/93:4).
25.Discurso oficial del 26/08/91:140.
26.Esto marca, además, una diferencia con el discurso de la última Dictadura, asemejándolo a la lógica de exclusión-inclusión del peronismo histórico.
27.En palabras de Menem, la crítica al "imperialismo de turno" representa "una política ya superada aquí y en el mundo" (Discurso oficial, 07/111:89-90)

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Fuentes

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Discursos oficiales del Presidente de la Nación, Dr. Carlos Saúl Menem, Dirección General de Difusión, Secretaría de Medios de Comunicación, Presidencia de la Nación, República Argentina (varios tomos).

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