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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

On-line version ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.33 Córdoba June 2015

 

ARTICULOS ORIGINALES

Hegemonía, Performatividad Y Cambio Social.
Sobre La Reintroducción De La Temporalidad En Las Propuestas Teóricas De Judith Butler Y Ernesto Laclau
1

 

María Luz Ruffini2

Resumen

Una teoría social realmente crítica, que contribuya a generar conocimiento direccionado hacia la transformación posible de lo instituido, implica abordar tanto las modalidades de reproducción del orden social como sus dimensiones de apertura a la transformación. Concentrándonos en la segunda dimensión, destacamos la centralidad de la noción de iteración en las construcciones teóricas de E. Laclau y J. Butler, entendiendo que dicho concepto permite reconocer de qué manera toda estructura es producto de una instalación continua y repetida, no consolidada de una vez y para siempre sino profundamente contingente.Para dar cuenta de ello desarrollamos algunos aspectos relevantes de la teoría de la hegemonía de Laclau, al tiempo que abordamos ciertas dimensiones de la construcción de Butler en torno a la noción de performatividad. De este modo, pretendemos mostrar cómo las propuestas de ambos autores, más allá de ciertas diferencias, tienen en común la reintroducción de la dimensión histórica y contingente en lo social, lo que permite generar una visión de la política centrada en las posibilidades de una agencia transformadora encarnada en sujetos políticos históricamente construidos.
Palabras clave: Iteración; Hegemonía; Performatividad

Hegemony, Performativity And Social Change
About The Reintroduction Of Temporality In Theoretical Proposals Developed By Judith Butler Y Ernesto Laclau

Abstract

A really critical social theory which helps to generate knowledge directed towards the possible transformation of ‘the instituted', means approach both the forms of social order's reproduction as their dimensions of openness to transformation. Focusing on the second dimension, we highlight the centrality of the notion of iteration in E. Laclau and J. Butler, understanding that this concept enable recognize how every structure is the result of a continuous and repeated installation, unconsolidated once and for all but deeply contingent .
To account for this, we develop some relevant aspects of the Laclau's theory of hegemony while we work some dimensions of the Butler's construction around the notion of performativity. Thus, we try to show how the proposals of both authors, beyond some differences, share the reintroduction of the historical and contingent dimension of the social, which allows generate a vision of politics centered on the possibilities of a transformative agency embodied in historically constructed political subjects.
Keywords: Iteration; Hegemony; Performativity

La tendencia dominante en la teoría social crítica reciente ha centrado su indagación en las maneras en que es mantenido el orden social, las formas en que las resistencias al sistema capitalista pueden ser cooptadas y los mecanismos capaces de desactivar su eficacia política transformadora.3 Y si bien es indispensable aprehender los (sin duda muchos y muy efectivos) medios de incorporación y domesticación que hacen posible el sostenimiento de las formaciones sociales opresivas contemporáneas, también es de suma importancia pensar la posibilidad de los momentos de ruptura y viraje, las grietas que pueden ser abiertas en el casco del orden dominante. El hacer hincapié exclusivamente en la reproducción de las estructuras presentes haría a una teoría -y aquí coincidimos plenamente con Judith Butler- cómplice de la naturalización del orden social, con la imposibilidad de agencia transformadora que esta supone.

Al respecto, es sumamente interesante observar cómo Judith Butler y Ernesto Laclau arriban a resultados semejantes, por caminos diferentes (el proceso de formación del género y la lógica de la hegemonía, respectivamente), aunque conciliables en múltiples aspectos.4

El acuerdo en aspectos fundamentales de sus propuestas teóricas (la plena asunción de las consecuencias del giro lingüístico, el hincapié en la idea de transformación social y el impulso de mirar hacia el futuro, la negación de lo trascendental, lo dado, lo a priori en la vida social) hace posible la coincidencia respecto a la centralidad de la iteración, que incluso podríamos afirmar atraviesa ambas teorías.5 Esta noción subraya el hecho de que toda estructura, toda "fijación" en lo social es producto de su repetición, de una reinstalación, que supone al mismo tiempo la contingencia del proceso (nada asegura que tal reinstalación sea igual a la anterior), abriendo grandes posibilidades para la acción de sujetos políticos. Habiendo descartado el status ontológico prediscursivo o presocial de toda estructura, incluso identitaria, es claro que su existencia carece de un fundamento más allá de sí misma y que, en el marco de una apertura estructural que impide todo cierre definitivo, solo puede sostenerse por medio de su instalación repetida.

Desde luego, escapa a los objetivos del presente trabajo proporcionar una explicación exhaustiva de la concepción laclausiana de hegemonía o el concepto de performatividad de Butler. Lo que nos interesa aquí es brindar algunas aproximaciones que inviten a pensar las inmensas posibilidades que inauguran conceptos como hegemonía o performatividad, en tanto atravesados por la noción de iteración, considerando que la idea de futuro jamás debe claudicar, que la importancia de la tarea política implica no sólo el reconocimiento de las formas en que se manifiestan la dominación y la opresión. También debe ineludiblemente mostrar la historicidad y radical contingencia de las bases que las sustentan, así como emprender la difícil tarea de búsqueda y creación innovadora de formas de cambio y transformación social y política.

Hegemonía y articulación democrática

La hegemonía es definida por Laclau y Mouffe en Hegemonía y estrategia socialista como una forma de articulación política entre demandas diferenciales, que implica un proceso a través del cual una de estas demandas particulares, entendida como significante expande su significado para abarcar más de lo que significaría en el lenguaje corriente. De este modo, tal demanda particular ocupará el lugar de significante vacío, que representará a una cadena de equivalencias (tanto más vacío cuanto más extensa y heterogénea sea la cadena de demandas equivalenciadas), posibilitando su construcción como una "unidad identitaria" en oposición a un antagonismo. Por supuesto, la noción de unidad está colocada entre comillas: es parte constitutiva del concepto de hegemonía subrayar la apertura estructural en el problema de la identidad, recalcando su importancia pero rechazando su status ontológico fundacional. Estas identidades son intentos precarios y siempre subvertidos de domesticar el campo de las diferencias.

Disolviendo la distinción entre prácticas discursivas y no discursivas,6 el concepto de hegemonía se sustenta en una totalidad discursiva (entendiendo discurso como un sistema estructurado de posiciones) que nunca existe como pura positividad, dada y delimitada, en razón de la imposibilidad de concebir identidades plenamente constituidas y del exceso de sentido que la desborda e impide fijar significados últimos. Sin embargo, si la fijación absoluta no es posible, tampoco lo es la ausencia total de fijación: el discurso se constituye como intento por dominar el campo de las diferencias. Es así que existen fijaciones parciales (puntos nodales), establecidos precaria y contingentemente a través de prácticas articulatorias, teniendo en cuenta el límite que impide la constitución plena de lo social. En rigor de verdad, la superación de la dicotomía particularidad-universalidad es esencial para la noción de hegemonía: la universalidad solo existe si se encarna y subvierte una particularidad, mientras que ninguna particularidad puede tornarse política si no se constituye en el locus de efectos universalizantes.7

Para que una demanda en principio particularista se convierta en política, es necesario que asuma la representación de una totalidad inconmensurable, que ocupe el lugar de un significante tendencialmente vacío que hegemonice una cadena de equivalencias. De este modo, la demanda se encuentra dividida entre su particularidad insuperable y la universalidad que representa. Universalidad inalcanzable, en tanto el antagonismo, como negatividad subversiva de lo social que retorna mostrando la radical inconmensurabilidad entre ciertas particularidades y su pretensión de universalidad, aparece como la condición de posibilidad de la hegemonía impidiendo una sutura, negando el status ontológico positivo de la universalidad (que tendría consecuencias totalitarias). La presencia de lo antagónico se pone de manifiesto en la construcción del poder, internamente a lo social, ya que la interacción y limitación mutua de las lógicas de equivalencia y diferencia8 son expresión de la imposibilidad de suprimir alguna de estas lógicas en una sociedad democrática. Es indispensable, a este respecto, reemplazar el tratamiento puramente descriptivo de los agentes sociales concretos, que los considera plenamente constituidos por un análisis formal de las lógicas que intervienen en su constitución.9

Ya no podemos hablar de fundamentos trascendentales y el esencialismo que persiste a la hora de pensar las identidades interfiere en la construcción de una política democrática radical cuyo objetivo sea la articulación de diversas luchas contra la opresión. En efecto, pensar un sujeto histórico y social supone evitar la absoluta dispersión de "posiciones de sujeto" -ubicaciones recíprocamente sobredeterminadas en el interior de una estructura discursiva- y, también, el peligro contrario de la reducción de todas ellas a un "sujeto trascendental".10 Una formación social se construye en un proceso abierto, dependiente de múltiples articulaciones hegemónicas que configuran un espacio político y operan en su interior. En este marco, surge como una cuestión central el reconocer las condiciones discursivas de emergencia de una acción colectiva encaminada a luchar contra las desigualdades y poner en cuestión las relaciones de subordinación, en otras palabras, las condiciones que hacen posible transformar una relación de subordinación en una de opresión.11 A este respecto es ineludible la presencia de un "exterior" discursivo (para Laclau y Mouffe la cultura democrática -libertad e igualdad- constituye este discurso) a partir del cual la subordinación puede ser construida como ilegítima, como opresiva (ya sea que se haga referencia a un desplazamiento de este discurso que torne opresivas relaciones existentes o la verificación de nuevas relaciones sociales que se consideran opresivas desde el punto de vista de tal discurso).

Creemos que la riqueza de este planteo posestructuralista -más allá de la dimensión de contingencia que introduce y, con ella, el margen para la acción transformadora y radical- se encuentra en el intento de pensar las posibilidades de articulación de las diversas luchas contra la opresión en dirección a la construcción de un proyecto democrático radical, en la que los principios básicos de la misma se constituyan como principios articuladores de las diversas posiciones de sujeto, principios sometidos a diversas interpretaciones y que se caracterizan justamente por propugnar el respeto a las diferencias y la pluralidad. Esto, sumado al constante proceso transformador que resulta de concebir los límites de lo social como pura negatividad, permite pensar en la posibilidad de construcción colectiva de un proyecto de transformación profunda. Esto no implica, por supuesto, la ausencia de estructuras, sino que estas muestren continuamente su propia volubilidad y contingencia histórica, la evidencia de ser producto de la acción humana y, por tanto, susceptibles de ser cuestionadas, impugnadas y transformadas.

Esta última dimensión continúa, por su parte, siendo central en los trabajos más recientes de Laclau, entre los que se destaca su teorización en torno al populismo, que retoma y resignifica presupuestos de sus obras anteriores.12 En apretada síntesis,13 esta afirma que la insatisfacción de demandas sociales por parte del sistema institucional (cuya respuesta a demandas particulares constituye la base de la ‘lógica de la diferencia') tiende a separar a este de la población, dicotomizando el espacio social. A partir de esta fractura, se hace posible una articulación equivalencial entre demandas insatisfechas (lo que inaugura la ‘lógica de la equivalencia') que puede unificarse en un sistema estable pero contingente de significación. Así es como

"el populismo emerge, asociando entre sí estas tres dimensiones: la equivalencia entre las demandas insatisfechas, la cristalización de todas ellas en torno de ciertos símbolos comunes y la emergencia de un líder cuya palabra encarna este proceso de identificación popular"14

Dicha construcción teórica resulta sumamente potente a la hora de abordar la realidad política latinoamericana posneoliberal: en términos generales es posible observar cómo el proceso neoliberal implicó en numerosos Estados-nación la proliferación de demandas insatisfechas relativamente aisladas del sistema político, con lo que comenzaron un proceso diferencial de articulación populista cuyo contenido simbólico es comprensible sólo a la luz de un análisis histórico situado.15 En efecto, en línea con la indeterminación radical de las identidades construidas en el marco de la lógica de la hegemonía, resulta también clave para esta construcción asumir la radical indeterminación del contenido ideológico de la ruptura populista: el abordaje de la lógica de los procesos de politización de demandas no permite reconocer a priori el carácter del particular que universalizará la serie de demandas. Y es, justamente, en la radical indeterminación del resultado de la articulación populista, condición de toda política como dimensión transformadora de lo social, que podemos volver a la noción de iteración: lógicas políticas recreándose en distintos momentos históricos propenden a generar estructuras imposibles de definir a priori, radicalmente contingentes y de alcances indeterminados.

Performatividad y parodia

Cuánta locura necesaria, hermanito, locura inteligente y entradora que acabe por descolocar a las hormigas. Liquidar la noción de eficacia del adversario como decía Gine Tuney, porque mientras sea él quien la imponga nos condena a aceptarle sus cuadros semánticos y estratégicos. Habría que hacer como en aquel dibujo de Chaval, en que se ve una plaza en el momento que va a salir el toro, pero en vez del toro sale un tremendo gorila, y entonces qué te cuento, que el valiente torero y su cuadrilla rajan con el culo a cuatro manos.

Julio Cortázar, Libro de Manuel

En una elaboración teórica que comparte numerosos presupuestos fundamentales con la formulación de Laclau desarrollada en el apartado anterior, Judith Butler va a indagar sobre las identidades de género, construcciones que, a su entender, constituyen puntos de emergencia teórica y articulación política.16

La distinción sexo-género, base de gran cantidad de teoría y práctica política feminista, puede considerarse, al menos en el primer momento de introducción del concepto de género, correlativa a la tajante disyunción naturaleza-cultura. En este sentido, el concepto de género fue empleado para referir a lo culturalmente construido, en oposición al sexo como lo biológicamente dado.17 Este tipo de concepción se funda para Butler en la consideración del cuerpo como una superficie pasiva de inscripción, un sustrato "inerte", marcado y moldeado por la cultura. Por el contrario, ella va a argumentar, en línea con otras propuestas teóricas que surgen en la década del '80, que los límites del cuerpo son límites de lo social, que incluso aquello que denominamos cuerpo es socialmente construido. En realidad, lo interno y lo externo al cuerpo sólo tienen sentido en relación a un límite social y hegemónicamente construido, que implica la distinción entre el yo y lo abyecto, entre mi identidad y el otro, que es convertido en otro a partir de la exclusión.

De este modo, el género no puede ser considerado como la inscripción cultural de normas sociales en un cuerpo (pasivo), sino que este deviene un "cuerpo-con-género" en virtud de una serie de actos, gestos, deseos, etc. que son performativos, es decir que, lejos de ser emanaciones de una esencia anterior, producen la ilusión de existencia de tal esencia. La generización del cuerpo no posee una realidad ontológica distinta a los diversos actos que conforman su realidad: los actos, gestos o realizaciones crean en la superficie del cuerpo la ilusión de la existencia de un sustrato identitario previo a tales actos. Así, va a ser posible distinguir tres dimensiones contingentes de corporalidad significativa: el sexo anatómico, la identidad de género y la actuación de género, cuya relación es contingente. La relativa aleatoriedad de las relaciones entre ellas se manifiesta con particular claridad en las prácticas drag queen o de las lesbianas butch y femme,18 que hacen posible replantearse la relación entre los significados acordados al género y a la experiencia de género subsiguiente: "[…] al imitar el género, la travestida manifiesta de forma implícita la estructura imitativa del género en sí, así como su contingencia".19

Esto es lo que ella denomina parodia de género, no en el sentido de que se esté recreando burlonamente un original, sino en tanto se parodia la existencia misma de un original. Al introducir prácticas que subvierten la supuesta correlación natural entre la anatomía, la identidad de género y las prácticas que lo constituyen, se pone en evidencia la radical contingencia de la identidad de género. Habiendo descartado al cuerpo como pasiva superficie de inscripción cultural, afirmando su constitución social y destruyendo la noción de la esencialidad de la identidad de género como entidad unificada previa a los actos de género, Butler extrema las posibilidades de pensar cada una de estas instancias como no determinadas a priori y carentes de cualquier tipo de esencia, así como también susceptibles de ser articuladas entre sí de diversas maneras.

Las condiciones que posibilitan la afirmación de una identidad provienen de la significación y concebir la identidad como una práctica significante es concebir a los sujetos como el resultado de un discurso delimitado por normas que se inscribe en los actos. Estas normas están "[…] parcialmente articuladas sobre matrices de jerarquía de género y heterosexualidad obligatoria, y operan a través de la repetición",20 pero no sólo limitan la actuación de género al binarismo heterosexual, sino que brindan la posibilidad de construir nuevos campos de inteligibilidad. Por tanto, es a través del proceso de repetición de la actuación de género (esta así lo exige, a fin de preservar el género dentro de su marco binario) que la ilusión de una identidad esencial es creada, siendo en el mismo proceso de repetición donde encontramos la capacidad de una acción transformadora. La tarea consiste en localizar las posibilidades locales y coyunturales de estrategias subversivas, participando en las prácticas de repetición que forman la identidad. Así, y en contra de la salida (que Butler califica de imposible fantasía) propuesta por Monique Wittig, del separatismo lesbiano, para esta autora la salida está al interior del sistema de opresión. Sólo internándonos en la profundidad del proceso de repetición que legitima y naturaliza ciertas construcciones identitarias podremos descubrir las mejores estrategias para subvertirlas, desplazando las mismas reglas de género que permiten la propia repetición.21

Políticamente, el concepto de performatividad tiene una enorme importancia. Trasladando las consideraciones realizadas respecto de la constitución de la identidad de género a la formación del sujeto histórico feminista, la conclusión es que, así como no existe una esencia de género expresada a través de actos sino que son estos los que producen la ilusión de aquel, no es necesario que exista un agente detrás de la acción sino que el actor se construye de manera variable y conflictiva a través de la acción y toda fijación absoluta de este será una ilusión retrospectiva.

La identidad de género, en este marco, es un acto, una práctica abierta a todo tipo de significaciones y resignificaciones, por lo que la identidad del sujeto político no puede ser reducida a una enumeración sustancialista de características de miembros del colectivo, a riesgo de cerrar y constreñir una multiplicidad de opciones culturales. Lejos de eso, es fundamental para los movimientos feministas y LGTB reconocer a las identidades un carácter construido, no determinado (pues no existe una unidad identitaria esencial) ni arbitrario (existen reglas a partir de las cuales las identidades son construidas). Así, es posible reafirmar la idea de que la tarea central consiste en

"localizar las estrategias de repetición subversiva que posibilitan esas construcciones, confirmar las opciones locales de intervención mediante la participación en esas prácticas de repetición que forman la identidad y, por consiguiente, presentan la posibilidad inherente de refutarlas" 22

Las producciones más recientes de Butler, por su parte, extienden y amplían el alcance de esta concepción, destacándose entre ellas sus elaboraciones en torno a la vida y lo humano. En este sentido, la autora reconoce como dimensiones centrales que definen "lo humano" a la vulnerabilidad física -desigualmente distribuida- y a la condición extática del yo -la autonomía del sujeto está condicionada por la existencia de otros, no sólo otros sujetos sino también un amplio marco de regulaciones sociales (entre las que presta atención diferencial a las normas de género) que aseguran el reconocimiento de ciertas personas como seres humanos al tiempo que privan a otras de tal reconocimiento-.23 Con respecto a esta última dimensión, resulta clave dar cuenta de la contingencia de dicho marco regulatorio reconociendo su iterabilidad y, por tanto, la posibilidad de incidir en sus efectos y contribuir a su transformación.24

Como no podía ser de otra manera, estas elaboraciones tienen directas consecuencias para la lucha por los derechos (de las minorías sexuales y de otros grupos vulnerados),25 que en este marco puede concebirse como la lucha por redefinir los contingentes límites de lo humano, buscando incidir sobre las estructuraciones sociales que construyen a ciertas vidas como posibles y a otras no y que encarnan de manera paradigmática en el ejercicio de la violencia estatal. De este modo, cuestiones clave para el colectivo LGTB como las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género son puestas en cuestión en función de la ontología de lo humano que presuponen y los límites que esta les imprime, al tiempo que se clarifica la centralidad de exigir al Estado la atención prioritaria de las necesidades de los grupos más vulnerables en términos del reconocimiento de su humanidad.26

La iteración y su potencial para una nueva concepción de la política

Un principio común de la crítica al esencialismo ha sido el cuestionamiento de la categoría de sujeto plenamente constituido, completamente transparente y racional, como fuente de la acción política. En el libro colectivo Contingencia, hegemonía y universalidad, Butler reconoce que ella y Laclau están preocupados por las implicancias de una teoría del sujeto para la democracia y por la articulación de la universalidad en una teoría de la hegemonía. Las formulaciones teóricas de ambos representan, en este sentido, intentos de dar cuenta del status de un sujeto no reductible a una realidad ontológica determinada a priori, así como proveer herramientas que apunten a clarificar las condiciones necesarias para que esta nueva forma de concebir los sujetos sociales contribuya a una radicalización democrática.27

Para Judith Butler, el sujeto conformado a través de la contingencia dominada solo parcialmente por la nominación, es constantemente susceptible de ser transformado -subvertido- por la práctica política (paródica). En efecto,

"[…] una estructura logra su carácter de estructura, su estructuralidad, sólo mediante su instalación repetida. El hecho de que esa estructura dependa de su reinstalación significa que la posibilidad misma de estructura depende de una reiteración que en ningún sentido está totalmente predeterminada […] para que alguna formación social aparezca como estructurada debe haber abarcado de alguna manera la contingencia de su propia instalación"28

Para esta autora, el ritual por medio del cual se forman los sujetos es siempre susceptible de un cambio de rumbo, por la necesidad misma de repetirse y reinstalarse. Al decir de Derrida, toda estructura determinada adquiere su determinación mediante una repetición y, por lo tanto, existe una contingencia insuperable que pone en riesgo su constitución en un momento dado. La posibilidad de existencia de una formación social depende de la posibilidad de hacerse o deshacerse a sí misma.

Para Ernesto Laclau, la constitución definitiva de una identidad es imposible y se encuentra sujeta a articulaciones siempre precarias en razón de los antagonismos que concurren a impugnar aquellas construcciones de sentido representadas por un significado que se sitúan en el lugar de un significante tendencialmente vacío que, desprendido de una dependencia estricta del significado, posibilita la inclusión de múltiples elementos en una unidad precaria y contingente: "Considero que la iteración pertenece a la estructura de toda operación hegemónica, pero que ésta pone el acento en una doble dimensión a la vez de repetición y desplazamiento de significado".29

Los contenidos de las rearticulaciones hegemónicas son negociados constantemente: una cristalización parcial es el resultado de la lucha y esa cristalización es inherentemente transitoria por la imposibilidad manifiesta de cierre de lo social. En tanto la iteración contiene una ambigüedad (siguiendo a Hegel, podría pensarse que cada etapa de recreación de una identidad sea superior a la anterior, tendiendo a un cierre de tipo teleológico), se vuelve necesario reafirmar la contingencia de la serie, para lo cual son indispensables los conceptos de antagonismo y la consecuente inconmensurabilidad de lo particular y lo universal. Es en este contexto que se hace imprescindible el concepto de representación, en tanto la universalidad no existe más que como una particularidad que representa a otras de manera hegemónica. Es este uno de los puntos en los que chocan ambas posiciones, pues Butler va a considerar que hay universalidades en competencia, pues no le es tan evidente que los reclamos de un sector sean siempre particularísticos, en tanto pueden impulsar un imaginario político propio y con aspiraciones de extenderlo a toda la comunidad.30 Consideramos que Butler tiene aquí un problema, ya que reproduce la distinción rígida entre universal y particular que afirma superar. El hecho de que ciertos contenidos de un reclamo, que agrupan bajo su rúbrica una multiplicidad de posiciones de sujeto posea elementos que nos permitan calificarlos de universales para estas posiciones, no implica que estos no sean particulares ni impide tampoco que esta pueda ocupar el lugar de universal sin perder su status particular (es decir, ser articulado equivalencialmente con otros).31

La performatividad del lenguaje y su importancia para pensar el proceso de constitución de identidades, que ya no pueden ser consideradas como dadas, es esencial para estas posiciones. A partir del reconocimiento del vínculo contingente que existe entre el significante y el significado, ambos autores pueden desarrollar concepciones teóricas que colocan en primer plano la idea de lo social como construcción, cuya estructuración no posee un status ontológico fundacional e invariante y, por lo tanto, puede ser modificado a través de las prácticas.

Desde el punto de vista de Laclau, la política encuentra su margen de acción en la inconmensurabilidad entre un significante y lo que éste representa. Es en ese plus de sentido que desborda toda construcción donde encontramos el fundamento de la constante transformación de lo social. Para Judith Butler, esto también es importante: un significante no sólo se encuentra ligado de una manera contingente y culturalmente construida a aquello que representa, sino que el nombre construye como efecto retroactivo del acto de nombrar la totalidad a la que dice referir (algo que ella toma de Derrida).

Las construcciones teóricas y los análisis más recientes de estos autores, por otro lado, continúan en esa dirección: para Laclau el proceso de articulación populista de demandas se encuentra radicalmente indeterminado en su contenido positivo y su desarrollo a través del tiempo, en el marco de la tensión inerradicable entre lógicas de equivalencia y diferencia; mientras que para Butler la persistencia de las estructuras sociales que condicionan la producción de lo que se considera ‘lo humano' están sujetas a continuos actos de reproducción, susceptibles de derivar en actos de desviación o subversión.

En definitiva, creemos que uno de los mayores méritos de estas concepciones teóricas reside en el hecho de que la historicidad que adjudican a las estructuras sociales hace posible pensar en sus posibilidades de transformación, sin dejar de lado que estas se hallan profundamente enraizadas en nuestra gramática y en lo más íntimo de nuestra constitución psíquica (los elementos del psicoanálisis, fundamentalmente de Lacan, son esenciales a este respecto).

Es en esta dirección que, creemos, es realmente posible avanzar en una teoría y práctica política radicalmente democráticas: develando las estructuras del poder y su accionar pero, al mismo tiempo, reconociéndolas como históricamente construidas y proponiendo estrategias que contribuyan a su transformación.

Notas:

1 Trabajo recibido el 28/05/2015. Aprobado el 15/06/2015.
2 Licenciada en Ciencia Política, Universidad Nacional de Villa María. Tesista de Licenciatura en Sociología, Universidad Nacional de Villa María. Doctoranda en Ciencia Política, Centro de Estudios Avanzados-Universidad Nacional de Córdoba. Becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Contacto: mariluzruffini@hotmail.com.
3 Butler, (1997).
4 "Los tres [Butler, Laclau y Zizek] estamos empeñados en formas radicales de la democracia que tratan de comprender los procesos de representación a través de los cuales procede la articulación política, el problema de la identificación -y sus fracasos necesarios- a través del cual tiene lugar la movilización política, la cuestión del futuro tal como surge para los marcos teóricos que insisten en la fuerza productiva de lo negativo". Butler, Laclau y Zizek, (2004)
5 Asumimos aquí que dicha noción atraviesa las construcciones teóricas en que nos centramos (las teorías de la hegemonía y la performatividad del género), orientadas a deconstruir y reconstruir los procesos de conformación de identidades políticas asumiendo su contingencia e incompletitud radical. Y ello, en el marco de la ruptura posestructuralista y posmarxista con una izquierda que vio en los nuevos movimientos sociales un desafío a la unidad de las luchas construidas primariamente en torno a las demandas de la clase trabajadora -Ver nota 8- BUTLER, 82000). Asimismo, asumimos que la iteración también subyace a las elaboraciones más recientes de ambos autores, como la teoría populista de Laclau o la propuesta de una ontología social basada en la vulnerabilidad como característica distintiva de ‘lo humano' en Butler, a las que también nos referiremos someramente en este trabajo.
6 A este respecto, Laclau y Mouffe afirmarán que todo objeto se constituye en objeto de un discurso (lo que no implica, por supuesto, que no haya objetos fuera del pensamiento, pero su constitución como tales depende del contexto discursivo de emergencia -un terremoto pude ser construido en términos de un fenómeno natural o de la ira de Dios-). Asimismo, el discurso tiene un carácter material y no mental, cuestión en la que es fundamental el trabajo de Wittgenstein y su concepto de juego de lenguaje, entendido como el conjunto del lenguaje y las acciones en las que éste está entretejido. En definitiva, el discurso, en esta perspectiva, tiene existencia objetiva, pues su unidad no puede darse en la experiencia ni en la conciencia de un sujeto fundante (en tanto ambas están conformadas en base al lenguaje); y la articulación como práctica que fija/disloca un sistema de diferencias (algo a lo que volveremos en detalle más adelante) implica también la existencia y articulación de formas materiales del discurso (instituciones, rituales, prácticas). Laclau y Mouffe, (2004). Estas consideraciones tienen como consecuencia afirmar que el discurso es una fuerza real que contribuye a moldear y constituir las relaciones sociales. Y esta ruptura de la dicotomía discursivo/extradiscursivo lleva a ampliar enormemente el campo de categorías que pueden dar cuenta de las relaciones sociales.
7 Laclau y Mouffe, (2004).
8 Según Chantal Mouffe, ambas lógicas corresponden a las paradojas propias de la democracia liberal, cuyos principios, la igualdad y la libertad, siempre en tensión, se corresponden con la equivalencia y la diferencia respectivamente. Mouffe, (1996)
9 Laclau y Mouffe, (2004)
10 En el caso de la concepción marxista, los sujetos son las clases sociales, cuya unidad se conforma en base a intereses determinados por la estructura económica. En Hegemonía y estrategia socialista se plantea un interesante análisis (y crítica) de las maneras en que el marxismo ha intentado responder a la dispersión de las posiciones de sujeto que se verifican en los últimos años, con el surgimiento de los nuevos movimientos sociales y otros grupos que sostienen reivindicaciones no fácilmente asimilables a la clase como sujeto privilegiado de la historia. Entre estas respuestas se encuentran, por ejemplo, la asimilación ilegítima de todas las posiciones de sujeto de un agente a la clase y la ficción de la remisión de la unidad de la clase al futuro, que podrá ser alcanzado a través del accionar de la vanguardia del partido (Ver nota 3).
11 "Entenderemos por relación de subordinación aquélla en la que un agente está sometido a las decisiones de otro […] Llamaremos, en cambio, relaciones de opresión a aquellas relaciones de subordinación que se han transformado en sedes de antagonismos". Laclau y Mouffe, (2004): 96.
12 "La categoría del sujeto, relegada al cubo de la basura de la historia intelectual por la mayoría de las escuelas de las Ciencias Sociales -que en esa cuestión se encuentran en raro acuerdo con muchas escuelas del posmodernismo y el posestructuralismo (incluyendo el propio enfoque de Laclau y Chantal Mouffe en Hegemony and Socialist Strategy, donde ofrecen una teoría foucaultiana de tan solo posiciones-sujeto)- se vio repatriada, como meollo del pensamiento político, por los enfoques influidos por el psicoanálisis (incluyendo el propio trabajo de Laclau desde New Reflections on the Revolution of Our Time en adelante). Así que, antes que nada, la decisión de Laclau de dar nombre al sujeto de lo político significa apostar a que, para comenzar, existe un sujeto de lo político -esto es, existe aparte de posiciones de sujeto en el plano óntico de lo social-". Marchart, (2006).
13 Basada fundamentalmente en Laclau, (2005)
14 Laclau, (2006).
15 Laclau, (2006).
16Butler, (2001).
17 Roulet y Santa Cruz, (2007).
18 Beatriz Preciado define la performance drag queen como la "teatralización hiperbólica de la feminidad en la cultura gay" Preciado, (2004). Los términos "butch" y "femme" aplicados a lesbianas, refieren a performances que acentúan características asociadas a la masculinidad o a la feminidad, respectivamente.
19 Butler, (2001):123
20 Butler, (2001): 282
21 Sin duda, esta concepción es en cierta medida tributaria de la noción Wittgensteiniana de "seguir una regla": dado que la regla carece de trascendentalidad fuerte, la instancia de aplicación pasa a ser parte de la regla misma Laclau, (2004).
22 Butler, (2001): 286.
23 Mattio, (2010).
24 Butler, (2010).
25 En este sentido recordamos las palabras de Butler en torno a la cuestión bélica de Estados Unidos, importante disparador de muchas de sus reflexiones: "[…] la norma del género se convierte en una presuposición de la inteligibilidad humana. Pero también debemos preguntarnos qué otro tipo de presuposiciones funcionan de esa forma. Una cosa que está muy clara en Estados Unidos, después de haber emprendido dos guerras, contra Afganistán y contra Irak, es que cuando se emprende la guerra se decide y se propaga cierta idea de lo humano que es la que se trata de defender, y otra idea de lo no-humano en contra de la cual se lucha" Soley Beltran y Preciado, (2007).
26 Mattio, (2010).
27 Al decir de Butler: "La deconstrucción de la identidad no es la deconstrucción de la política; más bien instaura como política los términos mismos con los que se estructura la identidad" Butler, (2001): 288.
28 Butler y Laclau, (1995).
29 Butler y Laclau, (1995): 136-137.
30 Butler, (2004)
31 Entra aquí la semejanza que Laclau plantea entre prácticas de traducción entre universalidades en competencia y lógica de la equivalencia entre elementos-demandas particulares.

Bibliografía:

1. BUTLER, Judith, (1997), "Otras reflexiones sobre conversaciones de nuestra época". Diacritics, nº 27.
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