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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.33 Córdoba jun. 2015

 

DOSSIER

Eliseo Veron: Las Condiciones Tecnologico-Enunciativas De Los Saberes Sobre El Sentido O El Espesor De La Escritura

 

Guillermo Olivera1

Resumen

Concentrándose en la interpenetración o amalgamamiento intrínseco entre mediatización, desfasaje constitutivo del sentido y enunciación, este artículo argumenta que el concepto de mediatización en Verón intenta dar cuenta de un proceso de verdadera cesura en el estatuto tanto ontológico como epistemológico de estructuración de las sociedades modernas. El objetivo es rastrear la gran hipótesis teórico-histórica que recorre la obra de Verón, a partir de dos líneas genealógicas: (a) por un lado, la mediatización como condición de posibilidad de la emergencia de un pensamiento ternario sobre el lenguaje y el sentido, y (b) a la inversa, el concepto de décalage [desfasaje/desencastre/desfase] entre producción y reconocimiento -núcleo constitutivo del sentido- opera como la superficie argumentativa de emergencia del concepto veroniano de mediatización. Desde el punto de vista cronológico, sin embargo, el concepto de décalage precede, en su obra, al de mediatización en tanto que este último fue formalmente elaborado como tal recién en los años 80 y 90, mientras que el primero ya estaba siendo formulado en su pensamiento desde por lo menos mediados de los años 70. El trabajo argumenta que: (a) el concepto de mediatización sólo pudo emerger a partir de un concepto no sólo solidario, sino lógica y genealógicamente anterior, décalage; (b) la noción de sentido y lenguaje en Verón es también indisociable de aquella de mediatización.
Palabras clave: Mediatización; Décalage/Desfasaje; Enunciación; Ecart [distancia, desviación, intervalo]; Semiosis social; Eliseo Verón

Abstract

Focussing on the intrinsic amalgamation or interpenetration between the processes of mediatisation, enunciation and décalage [semiotic ‘out-of-phase-ness' or ‘out-of-joint-ness'], this paper argues that Eliseo Verón's concept of mediatisation attempts to account for a process of veritable rupture in the ontological as well as the epistemological status of modern societies' structuration. Its principal aim is to trace what is considered to be one of the major historico-theoretical theses that traverses Verón's oeuvre, by means of exploring two genealogical lines of analysis: (a) on the one hand, mediatisation as the condition of possibility for the emergence of a ternary way of thinking about language and meaning (i.e. the so-called ‘triadic models' of the sign), and (b) conversely, the concept of décalage [semiotic gap or constitutive interval in meaning-making processes] between production and recognition/reception -the constitutive kernel of meaning- is examined as the argumentative surface of emergence of Verón's concept of ‘mediatisation'. From a chronological viewpoint, however, the concept of décalage antedates, in the course of his work, that of mediatisation: the latter was, in effect, not elaborated as such until the 1980s and 1990s, whereas the former had been formulated, and further developed in the historical process of his thought, since at least the mid-1970s. The article argues that: (a) the concept of mediatisation could only emerge from another concept (i.e. décalage) that was not only interdependent, but which also preceded it both logically and genealogically; and (b) Verón's conception of language and meaning is also inseparable from that of mediatisation.
Keywords: Mediatisation; Décalage; Enunciation; Ecart [distance, deviation, gap]; Social semiosis; Eliseo Verón

El homenaje como género: ¿deshacerlo o ‘ponerse de costado'?

Quisiera comenzar este artículo con una reflexión sobre el homenaje como género, una reflexión que convoca y recuerda el homenaje que el propio Verón realizara a Barthes ‘en ocasión' de su muerte. Su intento de resistir contra el género ‘homenaje' y deshacer su juego necrológico, a la vez que la imposibilidad de evadirlo, le permiten al semiólogo argentino alejarse de la posición metalingüística de ‘escribir sobre', y así emprender un diálogo, una retoma de la palabra de Barthes a partir de una re-elaboración de lo que sus lecturas del semiólogo francés habían podido producir en su propia enunciación. Esto lo obliga a reflexionar sobre los estatutos diferenciales del metalenguaje -ese lugar analítico donde se efectúa el poder sobre los lenguajes objetos (el lenguaje del análisis y de la ‘ciencia')- y la reprise2 como aquel discurso que retoma o recupera el discurso retomado a la manera de un saber (el lugar de la escritura). Verón se ubica así en posición de lector, y en este particular sentido, en posición de interlocutor y discípulo de Barthes: en el ‘homenaje' de Verón, los textos de Barthes son lo contrario de un ‘lenguaje objeto' a ser analizado desde un metalenguaje. Por el contrario, es el poder del discurso de Barthes, retomado por Verón, aquello que se realiza como saber en el discurso-‘homenaje' de su lector.3

El retomar es, en última instancia, un reconocimiento del discurso del otro en lo que hay del otro en el discurso propio, una instancia en la que a través de la lectura, cuanto más enunciativamente marcado es el discurso retomado, cuanto más tiene de escritura (Barthes), más posibilidades tiene de realizarse como saber en un discurso otro (Verón). El homenaje es transformado así de género necrológico en ocasión de una interdiscursividad que permite que la muerte de una instancia discursiva (y su poder) se transforme en vida a través del saber inscripto en otra subjetividad, en otra instancia enunciativa: Verón convoca entonces a ‘Brecht citado por Barthes: "Il pensait dans d'autres têtes; et dans la sienne d'autres que lui pensaient."'4 Yo espero poder demostrar aquí los efectos de la singularidad de esa herencia que la lectura de Verón, a lo largo de los años, ha hecho posible en mi propia enunciación no sólo a través de las posibilidades técnicas (el poder de su lectura), sino también, en el punto de esa singularidad que habita y a la vez excede la propia lectura como técnica: como en la frase de Brecht, ese ‘exceso de lectura' que nombra aquello que de escritura hay en el saber -la escritura en el saber o el saber como escritura- lejos de todo metalenguaje.

Es entonces a partir de mi lectura y relectura casi obsesiva de la obra de Verón -y espero que con una sistematicidad comparable a la que Verón realizara de Barthes, Althusser o Lévi-Strauss5- que el objetivo de este artículo es rastrear la gran hipótesis teórico-histórica que recorre la obra de Verón, a partir de dos líneas genealógicas: (a) por un lado, la mediatización -un proceso socio-tecnológico- como condición de posibilidad de la emergencia de un pensamiento ternario sobre el lenguaje y el sentido, y (b) a la inversa, postulo que el concepto de décalage [desfasaje/desencastre/desfase] entre producción y reconocimiento, como núcleo constitutivo del sentido, opera como la superficie argumentativa de emergencia del concepto veroniano de mediatización. En esta segunda hipótesis de lectura, la noción semiótica de décalage opera como la condición argumentativo-formal que hizo posible la formulación del concepto filosófico-tecnológico de mediatización en la propia textura discursiva de sus escritos. Mediatización y engendramiento del sentido (décalage) deben leerse, entonces, como dos procesos conceptuales solidarios tanto en su genealogía dentro del proceso intelectual de Verón -su ‘obra'- como en los lugares discursivos que ocupan dentro de la estructura argumentativa de sus textos.

La tesis del décalage como teoría socio-semiótica del discurso: entre filosofía del lenguaje y teoría de los medios

Una lectura atenta de la obra de Verón muestra que uno de sus aportes más originales al campo de las ideas -pensado a lo largo de su vida desde por lo menos sus textos de los años 70- es su insistencia en que la emergencia de saberes se producen a partir de procesos socio-tecnológicos que nunca les son enteramente exteriores, en un constante esfuerzo de historización tanto en el uso y desarrollo de conceptos heredados como en la creación de los suyos propios,6 hipótesis general de trabajo cuya insistencia habla de la naturaleza profundamente materialista a la vez que formalista (aunque de ningún modo ‘inmanentista') de su trabajo. En particular, en el caso que nos ocupa en este artículo, sus textos parecen insistir en el hecho de que las tecnologías y sus configuraciones sociales - los ‘medios'7- no operan como ‘contextos empíricos' a los que los saberes ‘se aplican' (y por lo tanto habría que ‘adaptar' la teoría como respuesta a aquellos, en una dialéctica sociológica entre tecnologías y conocimiento), ni tampoco como tecnologías determinantes (determinismo tecnológico), sino que hay una inseparable imbricación o amalgamamiento intrínseco entre tecnologías y saberes. Los procesos de mediatización que atraviesan la sociedad, lejos de ser ‘hechos tecnológicos', empiricidades o positividades, son condiciones de posibilidad, siempre ya discursivas, y por lo tanto no primariamente del orden de la percepción, sus fenomenologías y sus sensoriums, sino del orden del saber. Este orden propiamente epistemológico-político que, al incluir lo visible y lo perceptible, hace de los medios y sus tecnologías verdaderas máquinas epistemológicas que, más allá de sus ‘cegueras ideológicas', arrojan luz, iluminan; máquinas, en fin, que, al decir de Deleuze refiriéndose a la concepción foucaultiana del poder, aun cuando ellas mismas sean ‘mudas y ciegas', ‘hacen ver' y ‘hacen hablar', es decir ‘hacen saber'8. Los procesos de mediatización, parece afirmar Verón, son ya una epistemología, una condición epistemológica de posibilidad y emergencia no solo de las teorías de los medios sino de los modos de pensar el lenguaje en la modernidad.

El décalage como concepto

Como concepto, es posible leer en Verón una genealogía del décalage. Ya desde los años 70, Verón9 plantea un desfasaje, o no correspondencia, entre las teorías del lenguaje y los desarrollos (socio-)tecnológicos -mediados, estos últimos, por sus respectivos imaginarios u ‘horizontes ideológicos'. De hecho, Verón se pregunta por qué hubo que esperar casi un siglo entre la superación de las teorías positivistas del lenguaje10 -lo que en cierta tradición filosófica se retrotrae a la vuelta del siglo XIX al XX en los escritos de Frege y Peirce- y la históricamente tardía emergencia de las concepciones ternarias sobre el signo, el sentido y la construcción de la realidad como proceso semiótico. ¿Por qué no fue sino hasta los años 70 que la academia occidental comienza a pensar el lenguaje y el sentido mas allá de las dos formas de idealismo que habían dominado ese pensamiento, a saber: por un lado, la concepción empirista de la significación en el uso que hizo de Peirce el pragmatismo norteamericano; por otro, cierto cartesianismo ‘binario', abstractizante, reificante y ahistórico practicado por algunas variantes del estructuralismo, o más precisamente, ciertas lecturas estructural-funcionalistas de Saussure. ¿Por qué esta ‘demora' en reconocer el interpretante peirceano o el Sinn [sentido] de Frege y en deshacerse del empirismo idealista del ‘referente', es decir, su confusión (con las operaciones de) referenciación y de denotación? ¿Por qué, en fin, este desfasaje temporal? Su carácter temporal apunta, anticipemos, al (meta)proceso histórico de la mediatización.

Verón11 ofrece una explicación en términos de ideología en tanto que condiciones de inteligibilidad de lo real: fue la dominancia, durante la mayor parte del siglo XX, de la "ideología comunicacional" de las ‘democracias de masas' -afirma el semiólogo- aquello que volvió al "horizonte intelectual" "históricamente incapaz" de formularse una pregunta ternaria, no lineal por el lenguaje y el sentido: "Cómo se producen socialmente -se pregunta- los sistemas de operación-representación que construyen ‘lo real'?"12 En el diagnóstico de Verón, el obstáculo era de orden ideológico, es decir imaginario: un sentido común ‘comunicacionalista' -un comunicacionalismo reflejado también, en sede teórica, en gran parte de las lecturas estructuralistas de Saussure a través del concepto de ‘código'13- era aquello que obstruía la formulación de una concepción a la vez ‘constructivista' (en lugar de ‘representacionalista') y materialista (en lugar de empirista) del lenguaje y el sentido. Las dificultades del pasaje de una tal concepción a un umbral de simbolización teórica -más o menos reconocido por la institución académica y las voces intelectuales críticas con el así llamado ‘giro lingüístico'- solo se superaron mucho después de los escritos de Frege y Peirce. Fue sólo a partir de la confrontación discursivo-experiencial con el nuevo estatuto de lo real hecho posible por las tecnologías mediáticas, que dicha ideología comunicacional-instrumental -tan característica tanto de la ‘primera fundación' de la lingüística como de la semiología- pudo dejar de ser un ‘obstáculo epistemológico' para las ciencias del lenguaje.

Hasta aquí el diagnóstico agudo; ahora la hipótesis innovadora: no fue este ‘desfasaje' el resultado de una evolución académica interna, de un desarrollo ‘autónomo' de las ciencias del lenguaje, sino una cuestión de tecnología y condiciones de inteligibilidad. Es decir, fue el resultado de transformaciones propias del ‘desarrollo tecnológico de los lenguajes masivos'.14 Verón no busca la respuesta ni en la metafísica, ni en la teoría crítica ni en ‘la realidad'. El semiólogo argentino nos ofrece, en cambio, cuatro pistas, cuatro vías de acceso a esta nueva filosofía del lenguaje: las telenovelas latinoamericanas,15 la circulación pública y privada de las fotografías,16 la prensa escrita17 y las interfaces televisivas entre discurso político y discurso de la información.18 Es a nivel del ‘funcionamiento discursivo' de estos soportes significantes donde podemos encontrar los ejemplos más elocuentes de este salto epistemológico, esta cesura radical en las condiciones de inteligibilidad de lo real-social, y por ende, las condiciones que vuelven posible la emergencia de concepciones propiamente modernas sobre el lenguaje.

Décalage y mediatización

Ahora bien, postulo que es en esta instancia de décalage entre tecnologías y saberes -la conciencia que una sociedad tiene de sí, las teorías que es capaz de darse a sí misma y los debates que éstas generan- donde emerge, en Verón, el concepto de mediatización. Sabemos que la mediatización es un concepto más próximo al campo de estudios mediáticos de los países del norte de Europa19, y que se diferencia de otro concepto cercano -‘complementario' y a veces parcialmente superpuesto pero de ninguna manera idéntico20- que ha adquirido centralidad en los debates de las teorías sociales y culturales de la comunicación tanto en Francia y Gran Bretaña como en América Latina: la mediación. El concepto veroniano de mediatización -transnacionalmente producido entre Francia y América Latina- emerge así de un modo muy original en un contexto ya constituido por los debates académicos ya establecidos, a ambos lados del Atlántico, en términos de ‘mediación cultural y social', e introduce -recontextualizando y sobredeterminando a estos últimos- una dimensión de ‘meta-proceso' según la cual los propios procesos de mediación social -mediáticos o interpersonales, virtuales o presenciales- resultan siempre ya sujetos a ‘meta-procesos históricos de mediatización'.21 La mediatización veroniana entendida así como ‘meta-proceso' no apunta sino a una noción cuya genealogía habría que buscarla en sus primeros trabajos sobre los medios que datan de mediados de los años 60: la noción de medio ambiente mediático en su análisis de la oposición medio/contexto en los happenings ditellianos,22 contiene ya, como en ciernes, el concepto de mediatización generalmente aceptado en el siglo XXI: aquellos ‘procesos […] de vivir con los medios y la comunicación a través de los medios', de modo que los mundos sociales -tanto las prácticas sociales como su sentido- resultan ‘inseparablemente enmarañados' con los medios.23

El concepto veroniano de mediatización fue así históricamente capaz de abrir los debates socio-culturales sobre mediación a una dimensión que los excede en la medida en que introdujo una problemática ‘más abierta' al mundo ‘medioambiental' de una ecología de la comunicación más allá de toda dicotomía entre naturaleza y cultura, una categoría que apunta, en fin, a una filosofía de la tecnología -y no simplemente a un enfoque socio-antropológico dentro de los estudios culturales (Martín Barbero, García Canclini). Dicha apertura del concepto de mediatización ha sido señalada por Averbeck-Lietz24 para sus formulaciones nordeuropeas, y es aquí donde esta autora señala el nudo gordiano de la fundamental separación y divergencia entre dos conceptos que para ella tendrían mucho en común: la ‘mediación' de la academia latinoamericana y francesa, y la ‘mediatización' formulada por el discurso académico de los países del norte de Europa. Averbeck-Lietz no reconoce, sin embargo, una formulación conceptual equivalente en la mediatización veroniana. Desde mi punto de vista, la mediatización veroniana excede los parámetros más estrechos del constructivismo social propios de las teorías de la mediación social, aproximándose más bien al concepto de Latour según el cual los seres humanos son inseparables de las tecnologías, destacando el ‘amalgamamiento' y la ‘saturación mutua entre tecnologías y asuntos sociales' antes que la separabilidad presupuesta en modelos -socio-constructivistas o tecnologistas- basados en formas de determinación sociedad/tecnologías.25 Es menester aclarar que esta dimensión tecnológica es sólo teorizada como un aspecto más dentro de los fenómenos de mediación social estudiados por los estudios culturales latinoamericanos en el nuevo milenio, a saber, el ‘aspecto [específicamente] tecnológico' de la mediación.26 En Verón, por el contrario, la mediatización no es simplemente un aspecto o una dimensión entre otras, sino que adquiere un estatuto instituyente -simultáneamente ontológico y epistemológico- de la realidad social: los medios no sólo representan y organizan, sino que instituyen relaciones y mundos sociales en la medida en que le confieren una conciencia reflexiva -aunque no necesariamente crítica- de su propia (auto)producción.

La mediatización como décalage en Verón no es entonces simplemente un fenómeno social más de la mediación cultural. Aproximándose un tanto a la noción de ‘meta-proceso social'27 a la manera de la tradición sociológica nordeuropea apunta más precisamente a una condición (constitutiva) que se encuentra en la base del sentido en su dimensión propiamente ontológica, es decir, es una operación que abre el horizonte intelectivo de visibilidad al volver opaco al lenguaje -y no solo a la relación medios-sociedad- en su terceridad. En efecto, la mediatización no refiere a un ‘código' o conjunto de reglas instituyentes sino a una red de ‘encastramientos' que da cuenta a la vez que vuelve ostensible cómo se produce el sentido de lo social a partir de operaciones detectables no a nivel de reglas sino a nivel de ‘discursos' siempre ya mediatizados. De hecho, Verón, en la evolución histórica de su pensamiento, rechaza casi desde el principio tanto la noción heredada de código como la de contexto como ‘añadido' -ésta fue su discusión con la pragmática lingüística- y opta ya en los años 60 por la de ‘mensaje' como punto de partida para los análisis de corpus siempre ‘auténticos' o atestados. El estudio de los ‘mensajes' fue, en este autor, desde el principio de sus investigaciones y aun antes de que emergiera el concepto más sofisticado de ‘discurso', una exploración de ‘determinaciones intercódicas múltiples'.28 Incluso antes de romper explícitamente con el concepto de código, en "Para una semiología de las operaciones translingüísticas" Verón, inspirado en Hjelmslev,29 Eco y la translingüística bajtiniana vía Kristeva, logra apartarse de la idea informacional-comunicacional ‘recibida' de códigos analógicos y digitales. Ubica ya en 1973 al objeto de estudio de una semiología ‘operatoria' (entendida como ‘translingüística') en el orden de los ‘discursos sociales' en tanto que ‘paquetes significantes' o ‘prácticas textuales' (no códigos pero tampoco textos) resultado de operaciones en las que intervienen simultáneamente una multiplicidad de ‘códigos', y define a éstos a nivel operatorio, es decir, al nivel del tipo de operaciones de investimento de sentido que generan, y no a nivel de unidades ni de reglas abstractas. En repetidas instancias y en los más diversos textos a lo largo de su obra, Verón insiste en este partir de los ‘mensajes' (primero) o de los ‘discursos' (después) para arribar a algo del orden operatorio, es decir al conjunto de reglas de producción -construidas históricamente por mensajes/discursos concretos30 y no por códigos abstractos a ser ‘reconstruidos' por el analista- el cual fue siempre el principal objetivo e interés de su socio-semiótica.

Verón (1994) mismo reflexiona sobre este modo de proceder en la historización que él mismo efectúa del campo disciplinario, particularmente evidente en su reconstrucción teórica de la historia de la semiótica visual, tomando como casos ejemplares los desarrollos epistemológicos de Metz respecto del cine y Barthes respecto de la fotografía. Es en la temprana paradoja barthesiana de un ‘mensaje sin código' donde la fotografía obligaría a la semiótica a indicar la irrelevancia e improductividad de la noción de código, a la vez que a reconocer la necesidad de una teoría del discurso que dé cuenta de su estatuto de ‘mensaje': la paradoja, evalúa Verón31 distanciándose un tanto del primer Barthes (1964),32 no es tal, es sólo ‘aparente', porque los ‘mensajes' nunca se producen a partir de códigos, o lo que es lo mismo, los códigos, en realidad, no existen, en ningún ‘mensaje', en ningún discurso. Esto no implica, sin embargo, que no existan reglas operatorias, aun en el nivel indicial-existencial de la fotografía: reglas semióticas de producción de sentido -esto es, distintos niveles irreductibles del sentido pero funcionando como paquetes significantes inseparables del lenguaje y sus operaciones de referenciación- y no encuentro fenomenólogico de un sujeto encarnado con un objeto. El discurso fotográfico no haría más que hacer esta inexistencia (de los códigos tout court), flagrantemente evidente. Pero existen siempre, aun en la fotografía, condiciones históricas, formales y materiales, esto es, reglas generativas y de reconocimiento o, dicho de otro modo, discursos: las nociones barthesianas de punctum y studium serán leídas por Verón, veremos, no como fenomenología, sino como apuntando a sus nociones de producción y reconocimiento, es decir, reenviando a una teoría del discurso: el sentido del punctum fotográfico se produce, enunciativamente, en su recepción.

La mediatización señala entonces un (meta)proceso de desfasaje que vincula a la vez que distancia desarrollos socio-tecnológicos y epistemológicos (saberes). Dicho vínculo se registra en el orden de lo intelectivamente visible: del horizonte de inteligibilidad y la hendidura que las tecnologías y los medios son capaces de abrir sobre el orden de lo visible/inteligible. Esto es, no sólo de lo sensible sino de los saberes: lo intelectualmente visible no sería separable aquí de lo perceptible por los sentidos. Ya desde principios de los años 60, Verón parece ir más allá de cierto ‘idealismo fenomenológico' según el cual el orden de la percepción es extralingüístico, prelingüístico o ‘silencioso', en la medida en que reduce el sentido a los ‘fenómenos del cuerpo vivido' e interpreta unilateralmente el lenguaje ‘a la luz de la "comunicación intercorporal"'.33

El décalage como figura: un ‘malestar de nacimiento'

Pero el décalage recorre la obra de Verón no solo como concepto sino como figura, y ciertamente como una figura de gran fuerza retórica. Tropo sugerente y hermenéuticamente productivo, es precisamente un décalage, una fundamental falta de correspondencia, aquello que ‘habita', desde su nacimiento, la relación entre la semiótica (como ‘disciplina nueva') y sus objetos, como una especie de ‘malestar [malaise] de nacimiento'. Verón34 lo identifica en los trabajos semióticos de Barthes sobre fotografía: desajuste desproporcionado entre título y texto, entre disciplina y objetos, un ‘síntoma' que deviene ‘síndrome' en la ‘semiología de la imagen', dado que es especialmente constatable en esta última. El décalage deja de ser un simple concepto (abstracto) dentro de una teoría, para devenir figura, síntoma, material interpretable de un discurso argumentativo con toda la fuerza retórica y crítica propia del Verón ensayista y polemista (mal que le pese al ‘científico').

Los vínculos de naturaleza más diversa -entre desarrollos tecnológicos e historia de los saberes, entre disciplina y objetos, entre producción y reconocimiento de un discurso dado, entre enunciación y acto de enunciación- son así caracterizados como de décalage, una metáfora que tiene su origen en un ‘desfasaje', esto es, literalmente un desajuste temporal: ‘el décalage entre producción y reconocimiento -sintetiza Verón35 - no expresa sino la dimensión temporal' [mi traducción].

La figura temporalizante del desfasaje [décalage] sirve, en el aparato teórico veroniano, para historizar la noción espacial de sentido como distancia y recordarnos de la historicidad de su propias condiciones de formulación: la figura temporalizante del desfasaje recupera, en su interior, a la mediatización en tanto que ‘meta-proceso' histórico. Las interacciones interpersonales ‘no mediatizadas' lo demuestran con elocuencia: en éstas, es precisamente el desfasaje temporal aquello que se borra -‘permanece invisible' dirá el semiólogo-.36 Es esta borradura de la diferencia temporal en la ‘inmediatez' de la comunicación presencial aquello que explicaría la elección del concepto de décalage producción/reconocimiento -antes que écart [distancia, desviación, intervalo]- para definir la mediatización según una estrategia conceptual que torna espacialmente ostensible su carácter de (meta)proceso o ‘meta-relación' [meta-rapport'],37 esto es, su historicidad y temporalidad. En este contexto, el pasaje a la mediatización no es neutral en la medida en que implica una ruptura (insuperable, de escala) entre producción y reconocimiento, y en el mismo acto que la rompe, la hace visible -y es en este sentido, que esta visibilidad es tecnológico-política antes que meramente sensorial, ‘física' o fenomenológica. El pasaje de las sociedades mediáticas a aquellas mediatizadas en Verón no es entonces un mero cambio del sensorium, sino un verdadero ‘meta-proceso' histórico del orden del saber-poder: ‘Las tecnologías de comunicación pueden ser caracterizadas como dispositivos de ruptura de escala dentro de la configuración de los espacios mentales de la sociedad.'38

Si bien Verón insiste en que ‘el tercer término' (Peirce, Frege, Bateson) introduce la dimensión de temporalidad y proceso en la semiosis social39 y que ésta se desarrolla en el tiempo y tiene una historicidad, en su modelo del décalage el núcleo del sentido es un écart, una distancia insuperable -aun en ‘tiempo real'- entre producción y reconocimiento, una diferencia configurada espacialmente.40 La noción de écart nombra, antes que nada, una distancia, un intervalo espacial, un desvío,41 un desencastre entre condiciones, instancias o ‘lugares' de producción de sentido, un desajuste fundamentalmente espacial: la distancia entendida como una suerte de meta-desfasaje interpuesto ‘entre dos desfasajes' (producción/reconocimiento) fatalmente irreductibles.42 A pesar de sus declaraciones teóricas que privilegian las dimensiones temporales y dinámicas, el énfasis acordado, a la hora de los análisis concretos, a las dimensiones espaciales del modelo -condiciones, posiciones de los discursos, centralidad de las nociones espacializantes de ‘objeto' y de ‘observador'- pueden quizás leerse como un efecto de los aspectos deterministas ya inscriptos en un modelo de producción de sentido que luego será revisado y reelaborado, como veremos, por el propio Verón.

Mediatización: ruptura de escala y espacios mentales

Ya a la vuelta del milenio, su conceptualización de los ‘espacios mentales'43 viene a resituar y refinar su concepción espacio-temporal del sentido en la mediatización como desfasaje mediante la introducción de otro concepto espacial que enfatiza la idea de desplazamiento y movimiento, antes que la mediatización como mero colapso de diferencias44 o la construcción de la semiosis mediatizada como un mundo necesariamente ‘paralelo', sin pasajes entre experiencias individuales y el devenir colectivo de la actualidad pública.45 Los espacios mentales, en cambio, tienen que ver con una ‘segregación de mundos', que reconfiguran o ‘re-agrupan' (históricamente) los espacios mentales y sus ‘componentes semióticos'.

Si la mediatización fue definida desde el principio como una insuperable ‘diferencia de escala'46 en la producción del sentido -determinada por las condiciones tecnológicas que se interponen, como hendiduras espacio-temporales, entre producción y reconocimiento- dicho proceso será re-elaborado en el nuevo milenio como un movimiento del orden del desplazamiento (en el interior de la red semiótica): los espacios mentales serán ahora, para Verón, configuraciones de trayectorias. Al historizar la reflexión veroniana sobre la mediatización, percibimos una importante evolución: si a principios de los 80, refería a un vector que marcaba, ya sea ‘deconstrucción' de oposiciones47 o colapsos de diferencias en un único espacio,48 ya sea separación e imposibilidad de pasaje entre dos órdenes irreductibles49 -ambas concepciones dejan leer el resabio de un cierto binarismo del sentido- dos décadas más tarde, el concepto pasa a adquirir un sentido más dinámico y efectivamente temporal: la mediatización como aquel proceso operador de desplazamientos y ‘segregación' de mundos50 que constantemente ‘reagrupa' tanto los espacios mentales como sus componentes semióticos, a la manera althusseriana de la (re)distribución topológica, pero sin la necesidad de una perspectiva distanciada, metalingüística de ‘observador' que solo desde el juego discursivo de la ciencia51 podría comprender la no linealidad de la producción de sentido en el tiempo, esto es, su verdadera temporalidad e indeterminación.52

La centralidad de las operaciones indiciales en los procesos de mediatización -uno de los ‘descubrimientos' de Verón- es aquello que conduce a la superación del problema unidimensional implícito en el concepto de ‘representación', en la medida en que éste supone un aplanamiento o reducción de lo social al orden del plano: el de la analogía y la primeridad en semiótica; el del componente semántico, en lingüística y lógica. Es precisamente lo indicial -la enunciación y el orden del cuerpo53- aquella dimensión dinamizante que permite desplazamientos y pasajes entre diferentes espacios mentales, conexiones y reconfiguraciones de mundos, haciendo efectiva la dimensión temporal de la semiosis -su radical indeterminación- a partir del énfasis puesto sobre las trayectorias del sentido no necesariamente ancladas en un discurso en la posición relativamente determinante de ‘objeto'. De este modo, si bien sigue siendo cierto que la ‘ruptura de escala' que ha caracterizado a la mediatización desde la prensa de masas del siglo XIX sigue haciendo visible el sentido como radical desfase y distancia insuperable entre producción y reconocimiento, son las operaciones indiciales -la enunciación y la mirada como constitución e institución de colectivos- aquello que permite también pensar, hacia fines del siglo XX, pasajes y conexiones en el proceso de producción de sentidos entendidos ahora como desplazamientos a la vez que como distancias insuperables.

Décalage y enunciación: el orden del cuerpo

Ahora bien, ¿por qué tanto el orden del cuerpo como el proceso de enunciación son tan centrales en el concepto veroniano de mediatización? Desde el punto de vista de la génesis del concepto, el mismo Verón54 admite que la ‘conjunción de la mediatización y la corporeidad' no fue casual, sino que fue elaborada en su obra como una verdadera ‘doble problemática'. De hecho, es fundamentalmente a partir de sus estudios sobre el cuerpo significante que el concepto de mediatización emerge como, precisamente, una ‘ruptura de escala espacio-temporal'.55 Ahora bien, no es el orden icónico/analógico ni fenomenológico, como así tampoco semántico -el problema de las ‘imágenes del cuerpo', las ‘percepciones del sujeto encarnado' y las ‘representaciones del cuerpo', respectivamente- aquello que le permite a Verón elaborar y reelaborar su concepto de mediatización, sino el orden propiamente indicial de la enunciación. Enunciación y cuerpo están, así, en la base del concepto veroniano de mediatización. Hay razones tanto históricas como semióticas que explican esta génesis. Estas tienen que ver con la naturaleza de las materias significantes en las cuales se inscribe el proceso de enunciación: si hubo que esperar décadas ya bien entrado el siglo XX, historiza Verón,56 para que la enunciación pudiera ser comprendida y analizada por los lingüistas en los textos escritos, aun con la mediatización de la prensa escrita desde principios del siglo XIX, es sólo ‘a partir de la mediatización de otros registros significantes (la imagen, la voz, el cuerpo)',57 que la enunciación adquiere esa visibilidad opaca que nombra el estatuto de la ‘evidencia': esta sería la enseñanza de la teoría de la enunciación, el hecho de que ‘no hay producción de sentido sin puesta en escena'.58 Pero el proceso no es tan simple, ya que la consciencia de la puesta en escena y la visibilidad de la enunciación dependen de complejos mecanismos de creencia, de modo tal que la mediatización se define tanto como la visibilidad de las puestas en escena de la enunciación -su evidencia abierta a la consciencia de los actores sociales- como así también en términos de la denegación de esas mismas puestas en escena en nombre de una cierta ‘transparencia enunciativa'.59

Si el proceso de mediatización tiene que ver con condiciones y no con contenidos, su campo de emergencia histórica y de análisis teórico y empírico se jugarán en el orden de la enunciación y no de los enunciados, o dicho de otro modo, en el orden del cuerpo (de las imágenes o de los textos) y no de las imágenes (del cuerpo). Campo de problemas eminentemente indicial, enunciativo y político que Verón60 supo sintetizar en el título de uno de sus libros: ‘el cuerpo de las imágenes'. El eje de una problemática así definida se sitúa no a nivel de las representaciones del cuerpo, sino del análisis de las ‘condiciones enunciativas no lingüísticas de la mediatización'.

Si bien es cierto que en la ‘enunciación pública' (presencial), ‘el acto de enunciación y el acto de recepción coinciden temporalmente', es a nivel de la enunciación donde éstos siempre difieren aun cuando empíricamente (‘en tiempo real') los actos coincidan. Este diferir entre producción y reconocimiento -ubicado en el interior del proceso (semiótico) de la enunciación y no en su acto (empírico)61- es precisamente lo que nombra el desfasaje que produce sentido. La distinción entre enunciación y acto de enunciación,62 esto es, entre enunciación discursiva y los actos que la transportan (producción y recepción), no es sino otra forma de referirse al desfasaje del sentido, y es en este punto en el que la socio-semiótica veroniana difiere fundamentalmente del empirismo propio tanto de la teoría de los actos de habla y la pragmática lingüística63 como de su recepción francesa64 y se acerca un tanto a la concepción derridiana del sentido como diferencia/diferancia. Su planteo de una ‘teoría de la actividad del lenguaje' nombra, ya desde 197365 precisamente su distancia respecto de ese idealismo empirista que consiste en concebir reductivamente la dimensión performativa -la acción y el poder del discurso, su ‘agencia' singular- como, por un lado, ‘actos' convencionalizados por condiciones ideales y, por otro lado, como instancias individuales de un ‘habla' donde lo social funciona solo como convención extrapolada a partir de corpus no atestados, inventados por el analista e interpretados según la intuición lingüística normalizante impuesta por éste.66 El análisis sociosemiótico de la enunciación en los trabajos de Verón siempre ha buscado, por contraste, estudiar la performatividad y el poder de los discursos - los ‘actos perlocutorios' de la filosofía del lenguaje ordinario- como parte de una actividad del lenguaje que tiene que ver con efectos de sentido siempre variables, situados, y semióticamente diferidos o distantes67 en corpus efectivamente atestados (es decir, considerados en sus contextos discursivos y situacionales reales). El lenguaje como ‘actividad' alude así, en Verón, a un juego cuyas reglas constitutivas son, desde el principio, sociales y discursivas, y en este sentido, no deben tratarse como reglas normativas impuestas por la intuición lingüística del analista respecto del ‘elemento extralingüístico'.

Ahora bien, la enunciación así entendida ocupa un lugar central en el proceso de mediatización en tanto instancia que especifica la lógica del décalage -el proceso de mediatización especifica e historiza la lógica propia del sentido, la lógica del sentido mismo-. En efecto, si ‘los espacios de la mediatización testimonian el avance de la enunciación sobre el enunciado',68 es precisamente en este avance de la enunciación donde se verifica el paso de las sociedades mediáticas a las sociedades mediatizadas. Ahora bien, este avance de la enunciación hay que entenderlo no como una proliferación de actos (empíricos) de enunciación (en los medios), ya que actos de enunciación (y medios) hubo siempre. Por el contrario, el ‘avance' del que habla Verón es del orden del desplazamiento operado sobre las operaciones de referenciación, es decir en el régimen de producción de lo real en las ‘nuevas' sociedades mediatizadas. Se trata de concebir la significación referencial ya no como resultado de operaciones sintáctico-semánticas -a las que su dimensión pragmática se añadiría como determinación de ‘actualización contextual externa' (psicológica y social, pero no discursiva) posterior a un sentido ya constituido en un orden que le sería lógicamente previo (las reglas sintácticas y los contenidos semánticos)- sino como efecto de sentido de una operación propiamente enunciativa (la referenciación). Esto conduce a una ruptura o cesura fundamental en el rol que cumple la enunciación propiamente dicha -las figuras construidas en el discurso y no el acto empírico de producción de un enunciado- a partir de los procesos de mediatización: el referente se hace cada vez más visible como un mero efecto de operaciones de referenciación, dentro de las cuales los pactos de confianza propios de los contratos enunciativos con los medios determinan la existencia social de los referentes, o dicho de otro modo, las condiciones de connotación determinan el sentido denotado69 como referencia fundada en pactos. Esto es lo que lleva a Verón,70 a sostener que, con la mediatización hay una conciencia de que la ‘realidad no es otra cosa que el discurso que la enuncia' y de ahí la necesidad de los pactos enunciativos fundados en vínculos (intersubjetivos) de creencia entre enunciadores y destinatarios.

Reteniendo su foco sobre las problemáticas de la enunciación y la mediatización, Verón71 posteriormente criticará, sin embargo, su noción de décalage o desfase (entre producción y reconocimiento) como punto en el que se expresaría la inconsistencia de todo su modelo. La noción de desfase le había permitido estudiar, claro está, la producción de sentido como desplazamiento del objeto (dinámico) a través de la red semiótica: el sentido como movimiento ‘espacial' de un objeto en la semiosis fue aquello que él había formulado durante años en términos de ‘indeterminación relativa del sentido' o ‘campo (parcialmente determinado) de posibles efectos de sentido',72 es decir como una síntesis productiva entre modelos deterministas (Marx) y la fundamental indeterminación del sentido (Peirce, Bateson) que sólo devendrá visible ‘en el tiempo'73 y que se debe no sólo al desajuste discursivo entre producción y reconocimiento, sino a la radical irreductibilidad y no-pasaje entre los tres diferentes órdenes de la semiosis.74 Esta síntesis productiva se mostrará luego75 como un modelo ‘híbrido' e ‘impreciso', insuficiente para analizar juegos discursivos diferentes del saber científico. Formulará así, ya en la vuelta del milenio, una nueva ‘proto-teoría' del observador en la que reconoce terceridad tanto en el punto de vista del actor social como en aquel del observador: en esta revisión ‘proto-teórica', la equivalencia o coincidencia de terceridades -y aquí no habría propiamente ‘desfase' entre objetos- para los propios actores sociales (no observadores), depende de la creencia. En un intento por superar su noción de desfase -demasiado determinada por el objeto y la referenciación- Verón arriba a la importancia de la escritura como ‘reverso' no solo constitutivo sino vital para el discurso de la ciencia. Admite, así, haber aprendido de Barthes que no es la posición metalingüística -‘terrorista', según la hipérbole barthesiana- de la ciencia sino el lugar de la escritura aquello que le permitió ocupar su posición epistemológica de observador: el ‘estar fuera de juego', o el hecho de que ‘no se puede, al mismo tiempo, jugar un juego y observarlo'.76 Fue, también, ese ‘ponerse al costado' propio de la retoma enunciativa aquello que hizo posible realizar su sueño, a lo largo de toda su vida y obra, de explorarla. Este ‘estar fuera de juego', le habría enseñado Barthes, no es ciencia, es escritura.

Notas:

1 Division of Literature and Languages, School of Arts and Humanities, University of Stirling, Stirling FK9 4LA, Scotland, UK. Contacto: guillermo.olivera@stir.ac.uk
2 El término francés reprise, utilizado por Verón, se refiere a la recuperación o reanudación de la palabra del otro -del discurso de otro sujeto- en el discurso propio. Agradezco a Lucrecia Escudero su sugerencia de la forma infinitiva ‘el retomar' como traducción de reprise, pero debido a que en su contexto de uso, se refiere a una operación del discurso a la vez que a un efecto de sentido (y no a una acción consciente de un individuo) opto por la forma nominal, es decir, el neologismo que el propio Verón (2001) eligió para su traducción castellana: ‘la retoma'. De hecho, Verón (1982) utiliza otras expresiones para las acciones ligadas al ‘retomar', para las cuales usa formas del verbo ‘retomar' (reprendre) que enfatizan las dimensiones de acción antes que de operación o efecto de sentido: el participio presente en le discours prenant (el discurso que retoma a otro, el retomar discursivo) y el participio pasado en le discours repris (el discurso retomado).
3 Verón, (1982):71-73.
4 Verón, (1982):71.
5 Verón, (1982):50-51.
6 Verón, (1979).
7 En su sentido inseparablemente socio-tecnológico de "conjunto constituido por una tecnología más las prácticas sociales de producción y apropiación de tal tecnología". (Verón, 1994:51); también ver Verón, (1988b).
8 Deleuze, (1987):64.
9 Verón, (1980 [1978]).
10 Verón, (1987a):11-86.
11 Verón, (1980):27.
12 Verón, (1980):27.
13 Verón, (1987a):80.
14 Verón, (1980).
15 Verón, (1980).
16 Verón, (1994).
17 Verón, (1987a):147-148, (1988b), (1999).
18 Verón, (1983), (1992), (1985), (2001).
19 Schulz, (2004); Livingstone, (2009); Krotz (2006), (2009) y (2012) citado por Averbeck-Lietz, (2013); Hepp (2011) citado por Averbeck-Lietz, (2013).
20 Averbeck-Lietz, (2013).
21 Averbeck-Lietz, (2013):188.
22 Verón, (1967).
23 Averbeck-Lietz, (2013):187.
24 Averbeck-Lietz (2013):187.
25 Latour, (2000), citado por Averbeck-Lietz, (2013):182.
26 Averbeck-Lietz (2013):182-183 traduce del siguiente modo el elemento de mediatización presente en las teorías latinoamericanas de la mediación producidas en el campo de los estudios culturales en la última década: ‘The medium is not simply a vehicle or translator of existing representations but an institution in its own right and way. For instance, the ritual and theatrical routines of politics are unthinkable without media'.
27 Averbeck-Lietz, (2013):178-179; 187-188.
28 Verón (1974a [1973]).
29 Como lo ha sido señalado tan acertadamente por Dalmasso (1994):37,40.
30 Verón (1994):51 ha expresado esta historicidad de las reglas operatorias, a la vez que su inmanencia en los mensajes/discursos, de modo elocuente: no son sino los ‘mensajes' los que construyen reglas operatorias ‘en el curso del tiempo' [mi traducción].
31 Verón, (1994):50.
32 Barthes (1972 [1964]).
33 Verón, (1962):30.
34 Verón (1994):46-47.
35 Verón (1988a):182-183.
36 Verón, (1987a):147-148.
37 Bateson citado por Verón, (1988a):180.
38 Verón, (2001:106-107.
39 Verón, (1987a); (1988a).
40 Verón, (1987ª):131-136. En su conocida definición del sentido como ‘red de distancias', hay que enfatizar que una de las tareas centrales del análisis del discurso que recorre la obra de Verón (1987a:135) es ‘la localización' de diferencias [sistemáticas] desde el punto de vista del funcionamiento discursivo, y recurrentemente, la identificación de puntos de repérage [localización], puntos de referencia fundamentales en los que el sentido puede leerse como distancias ‘espacialmente' especificables dentro de la red de la semiosis social, red de distancias y puntos especificables que nunca pueden reducirse a un sistema cerrado de representación unidimensional (el ‘texto' de los inmanentistas), sino que articula espacialmente en un mismo espacio discursivo multidimensional lo que algunos sociólogos habían separado como dos niveles de lo social: organización y representación (esta distinción de la sociología clásica es insostenible en la semiosis social propuesta por Verón). Su insistencia recurrente en la búsqueda y especificación relacional de puntos de repérage (localización), siempre respecto de condiciones especificadas por el analista como estrategia inicial de todo análisis (para la fotografía, ver por ejemplo, Verón, (1994):51, es elocuente para comprender el rol de las metáforas espaciales no solo en su concepción de la semiosis social, sino en sus estrategias metodológicas de cómo abordarla.
41 Verón, (1979).
42 Verón, (1988a):180.
43 Verón, (1999), (2001).
44 Verón, (1980).
45 Verón (1987b [1981]).
46 Verón (1987a):147.
47 Verón, (1980).
48 Verón, (1985).
49 Verón, (1987b [1981]).
50 Verón, (1999), (2001).
51 Verón, (1997); (1974b).
52 Verón, (1999):187-189.
53 Verón, (1978); (1987a):137-150.
54 Verón, (2001):105.
55 Verón, (2001):106.
56 Verón (2001):67-86.
57 Verón, (2001):78.
58 Verón, (2001):77.
59 He analizado este doble movimiento de visibilidad del proceso enunciativo (incluyendo cierta ostentación de su dispositivo tecnológico) y la denegación de este mismo dispositivo en nombre de cierta ‘sinceridad' y veracidad ‘no mediada' de sus enunciados, a partir de un corpus de la televisión argentina de principios de los años 90. Mi teorización fue en términos de aporía entre evidencia y denegación: entre la ostentación del dispositivo enunciativo-tecnológico televisivo y su simultánea denegación en el orden del discurso (en el cual los periodistas y presentadores ‘borran' su propia enunciación, la puesta en escena y la mediación técnica del medio como ‘garantía' de cierta transparencia y autenticidad de la comunicación). Cf., Olivera, (1995-1996).
60 Verón (2001):110.
61 Si el acto de enunciación es empírico, el proceso de la enunciación puede ser caracterizado como semiótico en la medida en que se trata de un proceso discursivo, esto es, a la vez material y formal.
62 Verón y Sigal (1986):127-128 criticarán como ‘empirista' a la teoría de los actos de lenguaje en la medida en que, al no distinguir entre (a) la enunciación como "concepto teórico que define un modo particular de analizar los mecanismos de la producción discursiva" (a través de la construcción de las figuras discursivas del enunciador, el destinatario y sus relaciones enunciativas), y (b) el "acto de enunciación" como acontecimiento empírico de producir un enunciado "en una situación dada", usan el término "enunciación" para referirse a este último tipo de actos.
63 Verón, (1987a):153-225; (1983):100-102.
64 Verón: (1973):261-265; Sigal y Verón, (1986):127-128.
65 Verón, (1973):261-265. En el número de la revista Communications que él mismo coordinara en 1973 sobre Lingüística y Sociología, alrededor de los acercamientos de trayectorias y preocupaciones comunes por parte de ambas disciplinas y en relación con la creciente relevancia de la noción de ‘discurso' en las ciencias sociales.
66 Verón, (1973:264).
67 La distancia de los efectos de sentido, prefigurados pero nunca enteramente contenidos ni ‘convencionalizados' en producción, esto es, el poder de los discursos sólo realizable y legible como distancia, es uno de los focos del análisis en Perón o muerte de Sigal y Verón, (1986). En dicho estudio, el sentido como distancia espacial (y desfasaje temporal) se materializa en el momento de circulación del discurso: la obvia distancia espacial entre producción y reconocimiento (ausencia de cuerpo pero fuerte presencia discursiva) que el exilio de Perón impone a su discurso, y las múltiples lecturas que tal distancia real determinan dentro del espacio político argentino. En la tercera parte del libro, Sigal y Verón (1986) analizan estos efectos de sentido como el momento en que la distancia del sentido se evidencia como instancia de diferencia y variación (a partir de una economía enunciativa definida por invariantes) en un caso particular del reconocimiento del discurso del líder: cómo las estrategias discursivas adoptadas por la Juventud Peronista (JP) pueden leerse como un caso particular y situado de un conjunto de posibles efectos de sentido. Los discursos de la JP solo son legibles como distancia y diferencia: no estando ‘contenidos' en el discurso del líder, son a la vez impensables por fuera de la ‘enunciación peronista', es decir dentro del peronismo entendido no como una doctrina (o conjunto de enunciados o contenidos ideológicos) sino como ‘dispositivo discursivo' caracterizado por un conjunto de invariantes enunciativas (regularidades operatorias -como, por ejemplo, la intransferibilidad de la palabra del líder o su carácter de única fuente de legitimidad del discurso justicialista y de todos los enunciadores peronistas incluida la JP- analizadas, ‘en producción', en la primera parte del libro).
68 Verón, (1985):17 [cf. Verón, (2001):21].
69 Verón, (1982); Colon Zayas, (2013).
70 Verón, (1980):27.
71 Verón, (1999).
72 Sigal y Verón, (1986); Verón, (1988a):180.
73 Verón, (1988a):182-183.
74 Verón, (1987a):145-146.
75 Verón (1999).
76 Verón (1997).

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