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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.33 Córdoba jun. 2015

 

BIBLIOGRAFICAS

CHIARAMONTE, José Carlos, (2013), Usos políticos de la historia. Lenguaje de clases y revisionismo histórico. Buenos Aires: Sudamericana. 300 pp.

Historia Y Política. Análisis De Una Crítica Académica Al Oficio Del Historiador

Agustín Rojas1

El consagrado historiador argentino José Carlos Chiaramonte en la introducción de su libro Usos políticos de la historia. Lenguaje de clases y revisionismo histórico (2013), advierte lo siguiente: "Entre los asuntos que por su naturaleza están expuestos a los riesgos que hemos señalado [adscripciones ideológicas/políticas] uno de los más sensibles es el de las independencias de las colonias hispanoamericanas y de los orígenes y conformación de los Estados nacionales que le sucedieron".2 Precisamente esta afirmación del historiador renovador presume la constante perplejidad en el momento de interpretar un período clave de la historia argentina: la primera mitad del siglo XIX. José Carlos Chiaramonte (1931-actualidad) es un intelectual cuya identidad profesional pertenece al campo universitario, participando como docente e investigador en numerosas altas casas de estudio argentinas. Tras un breve exilio en México continuando su labor logró instalarse definitivamente en su país luego de la recuperación democrática.3 Sin ser dato menor, su capital intelectual integra el legado historiográfico argentino de la llamada "renovación historiográfica", habiendo recibido actualmente importantes distinciones como el Premio Konex (2012) y el reconocimiento general de la crítica académica.

Usos políticos de la historia… debe leerse en clave política poniéndose en relieve desde el momento inicial de su publicación. Es decir, este texto que reseñamos puede interpretarse a partir de una doble función. Por un lado, constituye una síntesis de la vigorosa obra del autor: comprobamos un repaso integral de sus publicaciones en formato de libros, revistas académicas nacionales e internacionales y artículos -algunos de la mano de Pablo Buchbinder- del Instituto de Historia argentina y americana Dr. Emilio Ravignani, como parte de una amplia carrera académica que recupera con reflexiones personales sobre la disciplina que fueron editadas en diarios argentinos como Clarín y Página/12. Segundo, en vinculación con lo anterior, una crítica precisa a los "usos del pasado"4 de determinadas operaciones intelectuales y políticas sobre el imaginario colectivo "nacional" tendientes a "deformar" el "significado histórico real" del mismo. Para aquellos que se interesan en la obra de Chiaramonte, este libro resulta una defensa crítica acerca de los avances de la historiografía académica argentina desde comienzos del s. XX. Procede a desmentir las "injurias" de las políticas culturales del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien a través del decreto 1880/2011 creó el Instituto Revisionista Manuel Dorrego ignorando, según el autor, tales avances.5

En definitiva, este libro se divide en distintos capítulos tendientes a reflejar un balance favorable de la historiografía científica: 1) Una sección dedicada propiamente al desarrollo investigativo del historiador y la disciplina acerca de la primera mitad del siglo XIX; 2) Otra sección de "divulgación" acerca de los orígenes de la organización nacional y la historia constitucional comparativa entre Estados Unidos y Argentina; 3) Por último, una sección "polémica" donde utiliza los puntos débiles de los revisionistas del Instituto Dorrego abarcando la interpretación racional de las gestas patrióticas devenidas posteriormente en feriados (combate de la Vuelta de Obligado, la cuestión Malvinas, etc.).

Lo innovador en esta publicación consiste en la intención de deconstruir aquel imaginario intelectual/político dotándolo de racionalidad histórica. En palabras de Michel Foucault, desenmascarar las esencias y verdades universalistas. No es el primer intento intelectual del autor pero ahora cumple una función específica signada por el contexto político kirchnerista. Chiaramonte toma la palabra publicando en los diarios argentinos más prestigiosos, criticando "el agraviante mote de "liberales extranjerizantes'' por parte de historiadores presuntamente oficialistas.6 El núcleo principal de su argumentación se encuentra al momento de afirmar que la revisión de la historia es intrínseca al oficio intelectual: "Todo historiador es necesaria y obligadamente revisionista dado que, si algo nuevo tiene que decir, está obligado a revisar, variando lo que haya que variar, lo hecho hasta el momento".7 El autor critica no sólo la endeblez intelectual y metodológica de los historiadores revisionistas del Instituto Manuel Dorrego, sino particularmente la "manipulación política" del saber histórico que los atañe.

Claramente es el oficio del historiador y su función social el que está en juego en estas disputas políticas y simbólicas.8 Este libro se basa en los rechazos a los fundamentos del Instituto revisionista Manuel Dorrego apuntando a "otros" revisionistas que se "adelantaron" a la labor del revisionismo clásico del ‘30. El texto está dividido en los siguientes apartados: 1) una reivindicación del legado historiográfico de la Nueva Escuela Histórica; 2) los usos del lenguaje de clase; 3) reflexiones que atañen a la operación intelectual del historiador frente a los usos de la historia realizada a través del poder político.

Desde esta primera perspectiva, recupera elogiosamente a los primeros historiadores profesiones argentinos -de la primera mitad del siglo XX- basados en la "neutralidad erudita". Indaga, entonces, el pensamiento histórico de los constitucionalistas de la tradición platense -David Peña, A. González Litardo, José Matienzo, Juan Calderón y Emilio Ravignani- afirmando que existía concretamente a principios del siglo XX una original tradición revisionista con continuidad en las cátedras de Historia Constitucional en la Universidad de La Plata. Allí se planteó, entre miembros de una elite marginal, una clara reivindicación del federalismo desde ámbitos académicos.9 Explica cómo estos constitucionalistas resolverían una tensión que existía en la historiografía liberal -y en la cual se enmarcaban- en donde se intentaba rescatar el sistema constitucional federal y al mismo tiempo se rechazaba a sus primeros progenitores: los caudillos provinciales. La historia de raíz jurídica e institucionalista proporcionó el sustento necesario para revertir juicios de valor muy arraigados en ciertas historiografías decimonónicas y de principios del siglo XX.

Otro aspecto, desarrollado con menor importancia en un apartado, es el del "lenguaje de clases". Aquí el autor indaga los conceptos de "lenguajes de clases", "clase social", "lucha de clases" y "conciencia de clase" enfocándose en sus ambigüedades debido a los distintos usos erróneos. Recurre a los clásicos, a Carl Marx, los románticos, hasta las cuestiones semánticas cuya significación cambia la perspectiva conceptual de los términos. Trabaja en relación a la individualización de los fenómenos colectivos en los últimos estudios de las ciencias sociales. Chiaramonte es un estudioso del lenguaje no en el sentido propuesto por el giro lingüístico sino en la búsqueda constante de la historicidad de los conceptos y los anacronismos vigentes. Precisamente la utilización consciente del anacronismo con fines políticos es una operación frecuente en este libro. Las significaciones "reales" de los conceptos son la puja política y disputa simbólica que se resuelven entre las interpretaciones de los revisionistas y la de los historiadores académicos.

Florescano señala que la interpretación de los hechos históricos está precedida por los valores del investigador y que es inútil otorgarle un único sentido al relato histórico.10 Para Chiaramonte los rasgos científicos de la historia profesional sostienen, sin embargo, que "La intención de poner algunos resultados de la historiografía al servicio de otras actividades humanas no es ilegítima mientras ese servicio sea respetuoso del quehacer historiográfico", aunque es muy preciso al declarar que este tipo de historiografía neorevisionista queda "deformada por intereses políticos".11

En este sentido el autor disecciona puntos específicos de "mitos" utilizados por la gesta nacionalista y épica del gobierno populista de Cristina Fernández de Kirchner. En relación al episodio de la Vuelta de Obligado señala que "El aniversario del combate de la Vuelta de Obligado, en noviembre de 2011, dio lugar a juicios históricos que no reflejan la realidad de lo ocurrido" puesto que "Se ha vaciado anacrónicamente ese enfrentamiento de la primera mitad del s. XIX en el molde de antiimperialismo del s. XX".12 Esta interpretación intenta descalificar el feriado conmemorativo del 20 de noviembre sancionando por el gobierno nacional representándole a la sociedad el respaldo oficial a una versión "politizada" del pasado.

De la misma manera, analiza los anacronismos presentes en los discursos nacionalistas que se intensificaron a partir del Bicentenario: patria, nación, argentinos, estado. ¿Cómo era la realidad histórica de estos conceptos desde 1810 hasta 1853? Sin repetir los errores teóricos de los revisionistas -e inclusive de los creadores de la Nueva Escuela Histórica- desarticula el mito de la nación preexistente, el significado de "ser argentino" y la patria en los albores de la Revolución de Mayo. Definiendo estos "falsos supuestos", determina que "hacia 1810 la formación de un Estado nacional no basa su legitimidad en el supuesto de una nacionalidad -por lo demás, inexistente- sino en relaciones contractuales propias del derecho natural".13 También afirma que primero se crearon los estados y posteriormente las naciones logrando así desautorizar el mito nacionalista hispanoamericano de la primera mitad del siglo XIX. Esta idea de ruptura interpretativa resume los constantes avances de la historiografía de la renovación en cuanto se refiere a reformular el sentido común nacionalista a través de la invención política y social de la imaginería.14

El problema, insiste Chiaramonte, está en el "peligroso" vínculo entre la historia y la política. Así, pues, menciona que "la única manera de que la historia sea de utilidad a la política es ofrecer frutos que no hayan sido condicionados y deformados por intereses políticos con resultados que padecerán tanto la historia como la política".15 No puede existir una sana compatibilidad entre el oficio científico del historiador y la militancia política. Incluso sostiene que la labor científica es la forma más loable de servir a un país. En este sentido afirma que "una real defensa de los intereses nacionales en la arena internacional es incompatible con el nacionalismo ideológico. (…) Piénsese no más en la encerrona que la aventura de la invasión a las Malvinas implicó para quienes fueron atraídos por la retórica nacionalista".16 Para este caso Chiaramonte aprovecha a criticar las intervenciones de Cristina Fernández de Kirchner en torno a su política diplomática y retórica patriótica defendiendo los derechos argentinos sobre las islas australes comparándola con el patriotismo efectuado en 1982.

El período de organización nacional es analizado a partir de los estudios realizados por el historiador profesional Emilio Ravignani, quien construyó los principales esquemas teóricos-metodológicos para interpretar la conformación de los estados provinciales y luego el estado nacional. La raíz jurídica de la relación caudillo/provincias significó un quiebre original que superó la versión política de los padres de la historiografía erudita-documental: Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López. Elogia a este historiador jurista por su claridad al momento de cuestionar no solamente el mal llamado "período anárquico" en la historiografía argentina sino en la independencia ideológica que ha tenido con respecto al poder político defendiendo su autonomía profesional. Diferencia esta actitud ética de Ricardo Levene quien desarrolló una estrategia adaptativa incluso durante el peronismo.

Resumiendo el papel obtenido por los primeros historiadores profesionales advierte que "el revisionismo histórico, lejos de ser una corriente original surgida en la tercera década del siglo XX, no fue otra cosa, en sus orígenes, que una adaptación politizada de la renovación que sobre el papel de los caudillos y otras figuras destacadas del siglo XIX habían impulsado, entre otros, historiadores universitarios desde fines de esta centuria".17 En cuanto su relación con el federalismo desmenuza este concepto asegurando que, en realidad, existían instituciones confederadas tan múltiples como los actores políticos de las entidades provinciales. Aquí el autor reúne las hipótesis principales de sus obras anteriores. Nos referimos a Formas de sociedad y economía en Hispanoamérica (1983), Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempo de las independencias (2004) y Fundamentos intelectuales y políticos de las independencias. Notas para una nueva historia intelectual de Iberoamérica (2010), entre otros. Además, dispone de publicaciones recientes de artículos sobre divulgación en los diarios Clarín, Revista Ñ y, en menor medida, Página/12 obteniendo con ello una divulgación general de sus trabajos científicos a un público no necesariamente académico.

Curiosamente este libro que critica las consecuencias falaces de la relación entre la política y la historia, resulta ser un libro que atañe a la política. Siendo una crítica fundamentada del oficio del historiador científico frente a las interpretaciones ideologizadas, constituye una respuesta sectorizada a las políticas culturales impartidas por el gobierno nacional participando en las disputas simbólicas por la significación del pasado y la legitimidad de las narraciones.

Notas:

1 Profesor y Licenciado por la Universidad Nacional de Córdoba. Integrante el proyecto de investigación "Intervenciones sobre el pasado. Historia, política y memoria en la Argentina contemporánea. Lecturas desde Córdoba", dirigido por la Doctora Marta Philp (CIFFyH-UNC). Contacto: agustinrojas_0302@hotmail.com
2 Chiaramonte, (2013):78.
3 Zeitler, (2013):64.
4 Cataruzza y Eujanian, (2003):44.
5 Chiaramonte, (2013):78.
6 Chiaramonte, (2013):122.
7 Chiaramonte, (2013):134.
8 Florescano, (2003): 12.
9 Chiaramonte, (2013):135.
10 Florecano, (2003):17.
11 Chiaramonte, (2013):23.
12 Chiaramonte, (2013):263.
13 Chiaramonte, (2013):89.
14 Hobsbawm y Terencer, (2005):12.
15 Chiaramonte, (2013):23.
16 Chiaramonte, (2013):261.
17 Chiaramonte, (2013):21.

Bibliografía:

1. CATTARUZZA, Alejandro y EUJANIAN, Alejandro, (2003), Políticas de la historia: Argentina 1860-1960. Buenos Aires: Alianza.         [ Links ]
2. FLORESCANO, Enrique: La Historia y el historiador, (2003), México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]
3. HOBSBAWM, Eric y TERENCER, Ranger, (2005), La invención de la tradición. Barcelona: Crítica.         [ Links ]
4. ZEITLER, Elías, (2013), José Carlos Chiaramonte. Provincias, regiones y nación en la argentina actual. Tesis doctoral. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba.         [ Links ]

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