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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.34 Córdoba dic. 2015

 

ARTICULOS ORIGINALES

Los semanarios «El Descamisado» y «El Caudillo»: antagonismos y filones de una cultura política compartida1*

María Clara Iribarne2

Resumen
Este artículo propone un análisis político comparado de dos publicaciones claves del universo peronista de los años setenta: El Descamisado y EL Caudillo. La primera fue material de lectura de amplios sectores de base que simpatizaban con las organizaciones armadas peronistas, y en especial, con Montoneros. La segunda fue vocero de la extrema derecha peronista, contó con recursos financieros del Ministerio de Bienestar Social y el respaldo del Consejo Superior del Movimiento Nacional Justicialista y la JPRA (Juventud Peronista de la República Argentina).
El texto centra su interés tanto en sus diferencias ideológicas como en los filones de una cultura política compartida.
Palabras clave: cultura política - prensa - política - guerra - peronismo

Abstract
This article proposes a political analysis compared two key publications of the Peronist universe seventies: The Shirtless and the leader. The first was reading material basis of broad sectors of the Peronist sympathizers armed organizations, especially with Montoneros. The second was spokesman of the extreme right Peronist, he had financial resources of the Ministry of Social Welfare and the backing of the High Council of the National Movement and the JPRA Justicialista (Peronist Youth of Argentina).
The text focuses its interest in both their ideological differences and the seams of a shared political culture.
Keywords: political culture - press - politics - war - Peronism

«El peronismo lleva en su seno la revolución y la contrarrevolución»
(El Descamisado, 21-2-1974)

«Vamos a hacer una patria que sea libre, vamos a hacerla de todos los calibres»
(El Caudillo, 23-11-1973)

Introducción

¿Existe una gramática compartida en la disputa política entre la derecha y la izquierda peronista tras las elecciones de marzo de 1973?

La producción académica y testimonial ha logrado reconstruir y esclarecer el universo ideológico, organizacional y cultural de las organizaciones revolucionarias de izquierda de los años sesenta-setenta en Argentina.3 Mucho menos se conoce sobre las organizaciones de la «derecha» peronista, las cuales, como sostiene Besoky,4 han sido frecuentemente asociadas a la violencia represiva y la complicidad del estado peronista. En consecuencia, negativamente connotadas.

Sin pretender equiparar coordenadas ideológicas excluyentes, la presunción subyacente en este trabajo es la de una cultura política compartida, entendiendo por ella, en términos de Clifford Geertz,5 «las estructuras de significación en virtud de las cuales los hombres dan forma a su experiencia». Dicho en otros términos, aludimos a un sistema de significados expresado en un conjunto de formas simbólicas (lenguajes, mitos y ritos), que encarnando visiones de mundo, habilitan la acción. Estas tramas de significación implican valores sedimentados y elementos de diversa naturaleza: principios filosóficos, mitos fundacionales y referencias históricas.6

Carl Schmitt plantea que «la diferencia específicamente política, con la cual se pueden relacionar los actos y las motivaciones políticas» es la distinción entre el amigo (el nosotros) y el enemigo (la alteridad).7 Esta perspectiva relacional tiene, al menos, tres consecuencias. En primer lugar la idea de máxima intensidad en el vínculo pero también en la separación. La segunda cuestión, relativa a la constitución del «enemigo» como «otro» susceptible de amenaza, expresa una radicalidad existencial en términos de diferencias. La tercera cuestión que se desprende de la distinción binaria de lo político supone que la guerra no es «la continuación de la política por otros medios» -de acuerdo con la fórmula de Clausewitz- sino más bien el único modo de relación con el enemigo. 8

Si se admite que en una parte del universo peronista primó la perspectiva schmittiana de la política, la pregunta que se impone es ¿Quién era el enemigo? Una primera respuesta fue aquella dada por Schmitt: el que encarna la diferencia extrema y radical. En esa primera demarcación se inscribe el antagonismo de «pueblo-antipueblo». Pero en la dinámica política de la etapa ese enemigo fue eclipsado por la aparición de una amenaza más próxima. El enemigo susceptible de despertar semejante intensidad fue el que podía infligir un ataque a la propia identidad; el que, compartiendo las características constitutivas del «nosotros», encarnaba un proyecto radicalmente distinto.

La comparación entre dos revistas militantes -del ala derecha y de la izquierda peronistas- arrojan que la pertenencia al universo peronista y la concepción de la lucha política como «guerra» son ejes que articulan una práctica, el eslogan como parte de la producción simbólica de la cohesión militante y el ejercicio de la violencia contra los opositores como un medio legítimo de disputar espacios de poder pero también de pedagogía política.

El Descamisado

El Descamisado fue la primera, de una serie de publicaciones de la organización Montoneros y sus agrupaciones de superficie, que apareció a pocos días del triunfo electoral de Héctor Cámpora, el 8 de mayo de 1973 y se extendió, con 47 números, hasta el 8 de abril de 1974, en que fue clausurada por el gobierno nacional. El semanario tuvo una tirada que osciló entre los 40 y los 70 mil ejemplares.9 La dirección del emprendimiento estuvo a cargo de Ricardo Grassi. Contó con figuras con trayectoria política en la resistencia como Dardo Cabo y periodistas prestigiosos como Héctor Germán Oesterheld, aunque la revista nunca publicó su consejo de redacción y las notas no fueron firmadas.10

El Descamisado se autodefinió, en sus primeros números y mientras Cámpora presidía el país, como «Prensa del Régimen» y se presentó como «instrumento para servir de vehículo a todos los que durante estos 18 años hemos estado proscriptos sin posibilidad de expresarnos».11 A lo largo de su circulación, sin embargo, se observa un sistemático y sostenido alejamiento del poder, en consonancia con la derechización del gobierno.

La perseverancia que mostró la organización Montoneros en sostener sus medios gráficos, transformando los nombres de sus publicaciones y redacciones, al calor de la censura oficial, demuestra la enorme importancia que asignaba a la difusión de sus posiciones y miradas de mundo. Manteniendo una tradición arraigada en las organizaciones de izquierda, El Descamisado, semanalmente, trazaba la línea política de su militancia y adherentes, fijando su propia agenda, visibilizando sus acciones y cohesionando a sus lectores en un contexto atravesado por la disputa por el control del movimiento y el gobierno entre los distintos sectores del peronismo. El lector destinatario de la revista era la militancia de ese espacio y su periferia, aunque buena parte de sus editoriales pueden ser leídas como una interpelación al jefe del movimiento, produciéndose una especie de «desdoblamiento de destinatario», tal como señalan Sigal-Verón.12

La revista contó solo esporádicamente con publicidad de la editorial de la Universidad Nacional de Buenos Aires EUDEBA y en alguna ocasión con la del Ministerio de Economía, lo que revela la distancia que tomó el oficialismo de la misma. Estaba dividida en secciones relativamente estables. Comenzaba con un editorial firmado a veces por Dardo Cabo y otras simplemente por El Descamisado. En ellos se expresaba la posición política de la organización. Su lenguaje claro y a veces emotivo, apelaba a la sensibilización y la empatía del lector, esclareciendo aspectos de la semana política, denunciando los enemigos del proceso y, con frecuencia, estableciendo un diálogo imaginario con Perón, situándose, a pesar de la retórica de la «obediencia », en un plano de igualdad en la conducción del movimiento. Contaba también con una sección dedicada a mostrar los avances organizativos de las distintos frentes de militancia, y los conflictos por lo que atravesaban.

Desfilaron por esas páginas el movimiento villero y de inquilinos, los estudiantes secundarios con la UES, las mujeres y la organización del movimiento Evita y en forma muy destacada la conformación de la Juventud de Trabajadores Peronistas, el brazo sindical que enfrentaba a la «burocracia» de la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas, decidido antagonista interno. También estuvieron presentes la Juventud Peronista regionales y la política de la Juventud Universitaria Peronista. Se buscó la visibilización de representantes de las distintas expresiones a través de reportajes, fotos de actividades territoriales, y movilizaciones masivas, resaltando el poder de convocatoria y militancia. La revista, además, cubrió en sus distintos números diferentes conflictos. El hilo conductor de la sección fue la denuncia de una realidad que imponía ser transformada. El Descamisado no solo tomaba partido por los más postergados y humildes, sino que denunciaba a los responsables de cada violencia.

Historia y memoria ocuparon un espacio central en la revista y desde allí construyeron su legitimidad en tanto se presentaban como actores principales de la resistencia peronista, artífices del fin de la proscripción y de la victoria conseguida por el regreso de Perón. Fue muy innovador el recurso de contar la historia en forma de cómics. La resignificación de la gesta emancipatoria ilustraba la lucha de dos bandos enfrentados: explotadores y explotados, que, más allá de los ropajes de cada etapa, signaban una continuidad a lo largo del tiempo. La resistencia peronista13 fue el tópico recurrente y un sello de identidad (se presentaban como sus artífices o herederos legítimos), fundamentalmente a través de sus víctimas. La recuperación de biografías de quienes habían dado la vida por Perón, abarcaba al menos, tres planos: a) la reivindicación de la moral revolucionaria, del compromiso militante en la lucha popular, b) los testimonios de los afectos cercanos, ratificando desde su palabra y anécdotas personales la ofrenda de esa vida al servicio de los otros y de la patria y c) la narración de la caída. Presente y pasado jugaban con una fuerte carga emotiva, en las que la muerte era presentada como la trascendencia a una vida en la memoria colectiva, el afecto popular y como bandera de lucha. Las imbricaciones entre el mundo privado y el político en el reforzamiento del imaginario militante fue parte constitutiva de los homenajes y permiten advertir la fuerte carga moral que se imprimía a través de los ejemplos de vida (y de muerte).

Otra constante de la publicación fueron los análisis de los medios de comunicación, entendidos como parte de la «superestructura» ideológica, a la que era necesario de-construir y señalar los intereses a los que respondían. Frecuentemente apelaron a denunciar las «mentiras» de los diarios o a la «penetración cultural» perpetrada por el imperialismo a través de la TV.

De Cámpora a Ezeiza

A través de los primeros números de El Descamisado puede reconstruirse la euforia militante frente a la asunción de Cámpora, la amnistía a los presos políticos y el sentirse artífices de la victoria popular.

Hasta los hechos de Ezeiza, las denuncias sobre los atropellos cometidos por las Fuerzas Armadas tuvieron una fuerte centralidad, apuntando a rememorar la violencia, la mentira y todo lo ominoso que representaba el régimen militar. El paradigma de la brutalidad fue la masacre de Trelew. Los testimonios de los sobrevivientes, María Antonia Berger, Miguel Angel Camps y René Haidar sobre el asesinato de los 19 detenidos en la Base Almirante Zar por parte de miembros de la Marina y la reconstrucción del perfil humano y militante de las víctimas recibieron particular atención a través de fotos, participación en actos, reuniones y otras expresiones públicas. La acción concientizadora de El Descamisado apuntaba a reivindicar la épica militante frente a una de las masacres que horrorizaron a la opinión pública en general y a la juventud radicalizada en particular

También se apeló a posicionar las figuras de Roberto Quieto y Mario Firmenich, como voces con autoridad y legitimidad. Un extenso reportaje en el Nº 4, postulaba las coincidencias de las respectivas organizaciones, en proceso de fusión, otorgando una clave de análisis para entender los enfoques políticos de las respectivas organizaciones.14 A través de las expresiones de sus dos principales referentes, se invocaba como único criterio de verdad el de las masas -que habían acudido masivamente a las urnas el 11 de marzo del '73- aunque sin renunciar a sus propias organizaciones militares. Por el contrario, se promovía su acción justiciera al margen de la legalidad democrática. La contradicción entre estos dos criterios de legitimidad, el electoral y el del fusil, fue una tensión presente al interior del colectivo y de la publicación.

La agresión perpetrada por la derecha peronista en la llamada «masacre de Ezeiza», a menos de un mes de asumido el gobierno popular y coincidente con el regreso de Perón, marcó un punto de inflexión en la publicación, dejando en evidencia que las contradicciones en la lucha interna se habían acelerado e implicaban una guerra declarada.

El Descamisado ensayó un equilibrio inestable entre la declamación de subordinación a la conducción de Perón y el derecho a disentir. Para ello apelaron a distintos recursos. Una primera estrategia desplegada fue la de mostrarse como el «verdadero» peronismo, despegándose de la acusación de «infiltrados»; señalando, en consecuencia a los «traidores» que disputaban anticipadamente la herencia de Perón y que habían defeccionado a lo largo de la historia del peronismo. La argumentación del semanario pasó por invertir la imputación, apelando, básicamente a la rememoración de la resistencia y a «la sangre derramada». La segunda, fue la de asumirse como «el pueblo», en consecuencia se multiplicaron las fotografías y crónicas en relación a la masividad de las expresiones de las distintas ramas de la juventud. Se trataba de mostrar el poder de convocatoria y de inserción en la sociedad, contraponiéndola a la escasa representatividad de la «burocracia» sindical. Y la tercera fue la de confrontación de lo que dijo Perón con lo que empezó a decir Perón, como señalan Sigal-Verón.

El número 6 de El Descamisado, que publicó el acto organizado por el regreso de Perón en Ezeiza, logró un importante impacto político. Sus fotógrafos, preparados para cubrir una movilización sin precedentes y testimoniar el reencuentro de «Perón con su pueblo» lograron documentar escenas que conmovieron a la opinión pública, en tanto respaldaron las denuncias realizadas ante el ataque sufrido por parte de la derecha. Bajo títulos como «La gente de Osinde mató peronistas» o «Crueldad sin límites» narraban episodios de la extrema violencia descargada contra los manifestantes e identificaban a los grupos que prepararon la emboscada. «El Pueblo con Perón» mostraba fotografías de la impresionante movilización encolumnada tras los carteles de Montoneros y Dardo Cabo firmaba un breve editorial donde sostenía «esta tristeza se me ha vuelto bronca y quiero ver a los culpables»15 Las declaraciones de Perón, reproducidas en el semanario, en las que no condenó expresamente a los autores materiales e intelectuales del episodio, sin embargo, fueron presentadas en una clave de lectura funcional a la posición juvenil.16

La necesidad de construir un Perón de acuerdo al costado revolucionario que le asignaba la revista los condujo a presentarlo víctima de la dictadura franquista, desviando la mirada sobre la despedida con honores que realizara el propio Francisco Franco. Se denunciaba «el carácter policial y represivo que el gobierno español dio al asilo del General Perón» y se omitían los agradecimientos y discursos oficiales encabezados por el Presidente Cámpora al gobierno español. Esta nota que reflejaba el último día de Perón en España, dejaba al descubierto el sometimiento de los cronistas al deseo militante y a la mistificación de los hechos. La palabra de El Descamisado y su pretensión de verdad encontraba como límite la lucha política, o en otros términos, como señalan Sigal-Verón «.todo discurso político contiene, como una de sus dimensiones fundamentales, la recuperación de la historia, y (.) esta recuperación está siempre asociada, de una u otra manera, a la legitimación del enunciador».17

El alejamiento de Cámpora, denunciado como «golpe palaciego» fue una de las consecuencias directas de la ofensiva del ala derecha del peronismo tras la llegada de Perón. Sin embargo, la portada de la revista llevaba el título de «Perón sale a parar la mano»,18 en contradicción con todo el contenido del número en cuestión. El editorial, firmado por Dardo Cabo, dejaba al descubierto la trampa del eslogan de campaña «Cámpora al gobierno,

Perón al poder», utilizada por los «enemigos internos» para desplazar la influencia juvenil en el poder: «.el anuncio de que Perón sería Presidente lo detonaron media docena de segundones con triste historia de traiciones y negocios.»,19 se quejaban. También, el semanario hacía mención con grandes titulares: «La historia de una conspiración para la traición». Frente a las evidencias de los hechos, El Descamisado intentaba la teoría del «cerco», que aludía al aislamiento al que era sometido el general por su círculo íntimo. Como sostiene Tcach, este argumento «tenía una triple virtud: autorizaba la crítica a los actos gubernamentales soslayando la responsabilidad de Perón, permitía conservar la adscripción a la identidad colectiva y deslegitimaba la de sus adversarios internos».20 Su debilidad, sin embargo, residía en anclar el eje de legitimidad sobre el liderazgo carismático. Esta posición los enfrentó a los espacios del peronismo de izquierda -que asumieron una posición crítica de Perón- «que sólo consigue marginarse del pueblo» señalando que «al movimiento tenemos que transformarlo desde adentro y junto a Perón, que marca con precisión el objetivo de la hora.».21 Por consiguiente, aun cuando se hacía cada día más evidente la inviabilidad de que el General Perón inclinara la balanza en favor del sector más combativo del movimiento, la revista persistió en declamar su apoyo incondicional.

Tensiones y fractura

En septiembre de 1973, un texto titulado «El valor político del fusil» sintetizaba las declaraciones de Mario Firmenich en una entrevista realizada por el semanario. La nota se esmeraba en describir la concepción de Montoneros sobre la política: «La guerrilla es sólo una de las formas de desarrollar la lucha armada; es sin duda el más alto nivel de lucha política (.)» Parafraseando a Mao enfatizaba: «El poder político brota de la boca de un fusil» Y añadía: «Si hemos llegado hasta aquí es porque tuvimos fusiles y los usamos; si abandonáramos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas».22 Estas declaraciones, formuladas unas semanas antes de las elecciones que consagraron la fórmula Perón-Perón con más de siete millones de votos muestran el difícil equilibrio de la organización político-militar oficialista, que por un lado había logrado una importante inserción política pública, pero que continuaba, sin embargo, con sus operaciones clandestinas. Pese a ello o, quizás a causa de ello (teniendo en cuenta que el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército revolucionario del Pueblo (PRT-ERP en adelante) constituyó su principal competidor de la lucha revolucionaria, El Descamisado salió a distanciarse repetidamente de las acciones llevadas adelante por ellos. El semanario los acusaba de izquierdismo y vanguardismo y sostenía que la lucha revolucionaria se plantea «en el pueblo, con las masas (.) variando sus expresiones de acuerdo a cada etapa»23 y reivindicando los espacios políticos que abría el estado de derecho. No puede dejar de mencionarse, sin embargo, que tanto el intento de copamiento al Comando de Sanidad intentado por el PRT-ERP el 6 de septiembre de 1973 y cuestionado por la revista, como el asesinato de José Ignacio Rucci, adjudicado a Montoneros, el 25 del mismo mes de 1973, se realizaron en el marco de las elecciones que consagraron a Perón presidente.

La revista mantenía una posición equívoca en relación a dos legitimidades contrapuestas. Por un lado, cuestionaba la trampa de un sistema constitucional construido por los enemigos y retomaba el análisis marxista sobre el estado; al mismo tiempo, definía la situación argentina como de «guerra» y reivindicaba el ejercicio de la violencia como «respuesta a una violencia injusta.».24 Sin embargo, la fuerza expresiva de la «resistencia peronista» - marco identitario constitutivo de la izquierda peronista- fundó la justicia de su reivindicación en la exclusión del peronismo de la legalidad democrática.25 Resignar esa bandera, reconocida como una demanda del pueblo, mucho más ante la perspectiva de elecciones que consagrarían a Perón a la presidencia de la nación, significaba distanciarse de las masas que aspiraban a representar. Por consiguiente, la ambigüedad que expresaba la revista estaba inscrita también en la organización de la que era su vocero.

El asesinato de José Ignacio Rucci, Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT), aunque nunca firmado oficialmente por Montoneros, fue atribuido a esa organización, enrareciendo aún más la relación entre esa fracción y el líder del movimiento, ya entonces devenido presidente. La escalada de crímenes políticos se sucedió de allí en más y se instauró un verdadero clima de persecución legal e ilegal hacia la izquierda peronista. La revista cubrió el hecho y el editorial firmado por Dardo Cabo transmitía la angustia del estrechamiento de la situación: «La cosa ahora es cómo parar la mano», sostenía. Desde el semanario acusaban al atentado de Rucci de una operación para «acentuar la ofensiva de los sectores reaccionarios infiltrados en nuestro movimiento.».26

No obstante el diagnóstico certero sobre la difícil situación en que se encontraba ese colectivo, frente a la puesta en vigencia del Documento Reservado27 emitido por el Consejo Superior de Movimiento Nacional Justicialista y publicado en La Opinión, el 2 de octubre de 1973, que convocaba a la depuración de infiltrados en el peronismo; la respuesta de El Descamisado fue su negación.28 La portada del Nº 21 denunciaba «El invento de la purga» e instruía a sus lectores a cuestionar la verosimilitud del documento y del mencionado respaldo de Perón al mismo. Richard Gillespie llama la atención sobre la errática posición de la JP, que por un lado, denunciaba los efectos concretos de la implementación de la «purga», mientras negaba la participación del General en la decisión, aun cuando fue el mismo Perón quien realizó el anuncio público y lo ratificó con su firma.29 Las páginas del semanario daban cuenta del incremento de «bajas» de trabajadores y luchadores sociales vinculados a la organización, pero acusaban a «los intermediarios» de armar el clima de violencia30 y deslindaban la responsabilidad de Perón. Por el contrario, sostenían «Es iluso pensar que los decretos de (Humberto) Martiarena31 y los tiros de los matones van a pararnos. (.) La única unidad que puede darse en el movimiento es la lealtad al General Perón, su conducción y su doctrina (.)».32 Nuevamente, se esgrimía la teoría del cerco, evitando la responsabilidad de Perón es esas decisiones.

La revista ensayó distintas estrategias discursivas. Pasó desde enunciaciones que apelaban a la profesión de fe de las «20 verdades» peronistas, por cierto resignificadas, y la lealtad a la conducción de Perón; la identificación con Eva Perón y la publicación de sus frases combativas. La gráfica acompañó la iconografía peronista. Simultáneamente, incontrastables hechos, señales y declaraciones críticas de Perón fueron silenciadas, negadas o distorsionadas. En forma paralela, se publicaban las «deslealtades» de los principales antagonistas del momento. Las acusaciones a los miembros del Consejo Superior del Movimiento Nacional Justicialista (en adelante CSMNJ) (H. Martiarena; Camus;) Lorenzo Miguel (Secretario General de la UOM); José López Rega; y distintos funcionarios, bajo titulares como «Radiografía de la Traición» o el «Consejo ataca a los Leales» pasaron a ser constantes.

Las páginas de la revista, enfatizaron la cohesión y la reivindicación identitaria en los distintos frentes de lucha. Así, ante a los embates de la derecha en las gobernaciones más cercanas a la izquierda peronista, El Descamisado redobló su discurso combativo e hizo públicas las conspiraciones,33 reforzó la utilización de consignas34 y se esforzó en mostrar el desarrollo de sus frentes de masa.

Si una parte importante del esfuerzo editorial estuvo concentrado en contrarrestar los ataques de la derecha, no menos energía demandó esclarecer la postura crítica de la publicación ante medidas concretas del gobierno de Perón. El acuerdo social, la designación de Alberto Villar y Luis Margaride al frente de la policía federal,35 la reforma del Código Penal y las intervenciones a varias provincias cuyos gobernadores eran cercanos a la «tendencia», concitaron duras respuestas por parte del semanario. A pesar de las persecuciones y allanamientos, de las detenciones a los máximos dirigentes (Roberto Quieto, Carlos Caride y Mario Firmenich), el asesinato de muchos militantes y las bombas a las unidades básicas y ateneos controlados por la organización, El Descamisado seguía reivindicándose peronista y leal a Perón. Un editorial de febrero de 1974 señalaba: «el peronismo (.) es el marco político donde los argentinos que sienten la liberación han decidido su lucha. (.) Y el pueblo eligió un conductor que lo expresara (.) En la lucha fuimos armando nuestro propio camino. Y también enfrentándonos en luchas internas; porque el peronismo lleva en su seno la revolución y la contrarrevolución».36 Lo que no estaban dispuestos a asumir públicamente era que Perón ya había decidido a favor de los señalados por la «contrarrevolución». La evaluación de la situación interna como de «guerra» y dividida en dos campos antagónicos (revolución/contrarrevolución; imperialismo/antiimperialismo; pueblo/oligarquía; leales/traidores) restaba también margen político de alianzas. En consecuencia, explicaban que «en medio de una revolución (.) los reformistas terminan siempre pisoteados de uno u otro lado, generalmente de los dos (.)».37 Argumentando que la neutralidad favorecía a uno de los bandos en disputa, instaba a todos sus lectores a tomar partido y también advertía «De aquí nadie tiene derecho a echarnos. (.) Porque nosotros somos los hijos legítimos de esta lucha».38 El destinatario de esta frase no era otro que el General.

La primera alusión autocrítica al respaldo incondicional a Perón se planteó en el editorial del 12 de marzo, donde se expresaba «el error de creer que un solo hombre podía cambiar toda la situación» y se señalaba la alianza en ciernes entre «el imperialismo; la oligarquía; las Fuerzas Armadas y la burocracia sindical vandorista».39 La radicalización de las posiciones enfrentadas y el aumento de la represión tornaron más explícitas las alusiones al ejercicio de la violencia. A diferencia de la derecha, la izquierda peronista expresada en El Descamisado concebía el uso de la violencia como una reparación de la injusticia u opresión sufrida, entendida como «justicia popular» y no como violencia. De este modo puede leerse, «.se levantarán voces que clamarán contra la violencia. Así, en general, sin entrar a ver las causas, más aún tratando de ocultarlas, recurriendo a la ya vieja sensiblería liberal».40

El último número de El Descamisado denunció el asesinato de Alberto Chejolán, del Movimiento Villero Peronista, a manos de la policía, sindicando al Ministro de Bienestar Social y Secretario Privado de Perón, José López Rega, como su responsable. Como todas sus denuncias, se acompañaron las fotos documentales del episodio y las expresiones de solidaridad y exigencia de castigo. Aunque también levantaba su voz crítica por la intervención federal a Córdoba, la represión e intimidación al gremio bancario en lucha y cuestionaba severamente la implementación de la política económica, la clausura de la publicación parece haber obedecido a la elocuencia de la acusación contra el «Ministro del Pueblo».

El Caudillo de la Tercera Posición

En noviembre de 1973, con Juan Domingo Perón al frente de la Presidencia de la Nación y al fragor de la violenta disputa de poder al interior del movimiento justicialista, devenido partido de gobierno, vio la luz pública El Caudillo de la Tercera Posición; semanario de la derecha peronista. Circulan distintas versiones sobre los verdaderos interesados en el desarrollo del emprendimiento. Investigaciones periodísticas41 realizadas durante los últimos años concuerdan en que el financiamiento partió del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José Lopez Rega -ministro de esa cartera y secretario privado del General Perón- pero también señalan la participación del CSMNJ. El asesinato del secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), José Ignacio Rucci, parece haber sido el desencadenante para invertir en una publicación que coadyuvara a legitimar la «depuración» interna emanada por el Documento Reservado emitido por el cuerpo colegiado.

La publicación fue un semanario de información general, dirigido por Felipe Romeo -y durante 10 números por Enrique Gerez de la Juventud Peronista de la República Argentina (en adelante JPRA) - 42 y concebida como «trincheras al servicio de la militancia revolucionaria peronista».43 Felipe Romeo provenía de la Guardia Restauradora Nacionalista y fue un admirador del falangismo español, con el que mantuvo estrechos vínculos, especialmente con su brazo universitario. Se lo sindica, junto al Coronel Osinde como uno de los organizadores de la JPRA.44

Entre sus objetivos explícitos, la revista planteó la necesidad de difundir las ideas y acciones de la JPRA y la Juventud Sindical Peronista (JSP). También el Comando de Organización (CO) de Alberto Brito Lima y la Corriente Nacionalista Universitaria (CNU) contaron con amplia cobertura y simpatías entre sus páginas. Su primer número apareció el 16 de noviembre de 1973 y se extendió hasta el 18 de Diciembre de 1975 (con una breve interrupción en el transcurso del año 1975). José Miguel Tarquini (proveniente de Tacuara) fue el secretario de redacción desde su nacimiento hasta marzo de 1974 y contó con la participación de Héctor Simeoni, Luis Cabré, Natalio Palazzo, Luis Saavedra y Salvador Nielsen entre sus redactores.45 Sin embargo, solamente fueron firmadas sus editoriales y la revista nunca publicó su comité de redacción.

Se calcula que tuvo una tirada cercana a los 950046 ejemplares que se distribuían en quioscos de la Capital Federal, aunque es probable que también haya tenido circulación en el interior del país, a juzgar por la cobertura periodística realizada en las provincias. José Luis Besoky47 señala que el semanario nació la semana previa a la irrupción de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), a la que vincula. Fue financiada con publicidad oficial, fundamentalmente del Ministerio de Bienestar Social de la Nación, pero también publicaron anuncios Ferrocarriles Argentinos, Banco Nación, Lotería, Banco Social de Córdoba y solicitadas de Sindicatos afines a la línea editorial y del CSMNJ.

El Caudillo se autodefinió revolucionario, nacionalista, católico y peronista. Hizo culto del verticalismo a Perón y posteriormente a Isabel Martínez. La gráfica y la organización de la revista estuvieron concebidas como el reverso de El Descamisado, la publicación de la JP dirigida por Ricardo Grassi. Sus portadas y contratapas sintetizaban la consigna que buscaban enfatizar, teniendo como gráfica, las letras de molde del título de la publicación y una lanza tacuara. Con un lenguaje directo, plebeyo y vulgar apelaba en todas sus páginas a una violencia explícita, legitimada a partir de la necesidad de defender el «verdadero» peronismo.

Contaba entre sus secciones fijas una evaluación de la coyuntura política, una sección de investigación-denuncia de las prácticas «sinárquicas». El análisis y crítica de los medios de comunicación «liberales» fueron objeto de un singular seguimiento en todos sus números, remarcando la «insidiosa» campaña de la prensa independiente contra la revolución peronista. Además de publicitar a la JPRA, la revista celebraba la tarea y posiciones de los dirigentes «amigos». Representantes de la JPRA, sindicalistas y funcionarios fueron entrevistados por la publicación. Una sección titulada OÍME CHE, en la que se ensalzaba o, con mayor frecuencia, se condenaba a algún representante de la política argentina fue otro de sus sellos distintivos. La revista dedicó especial atención a la política universitaria y se dedicó también a señalar a los «infiltrados» en las filas del gobierno. Finalmente, terminaba con una sección de «entretenimiento» que graficaba el golpetear de un bombo y la consigna ¡Dele, Dele!, que consistía en denuncias -realizadas en forma de viñetas- contra los «enemigos» y engarzaba con humor gráfico de contenido homofóbico y violento. En otros términos, era una publicación pensada para el universo militante, por lo que sus páginas interpelaban al lector a actuar en defensa de los valores que se declamaban, al tiempo que proporcionaba argumentos e información para el combate por la causa.

En su primer número, del 16 de Noviembre de 1973, la revista comenzó definiendo su razón de ser y su identidad. Sus autores se autoconcebían soldados de Perón: «Estamos con él a muerte y a MUERTE pelearemos por la fidelidad doctrinaria de la revolución»;48 también demarcaban los enemigos internos: la tendencia revolucionaria del peronismo y los externos: «la sinarquía,49 fuerza de la oligarquía financiera internacional». Precisaban la situación política como de guerra y hacían un dogma de la verticalidad a Perón. Con esta hoja de ruta, semana tras semana se publicaron artículos que apelaban a la acción directa y a la violencia contra los enemigos ya delimitados. Pero también, como reverso se insistía en un «nosotros»: los verdaderos peronistas y patriotas, el pueblo.

El Caudillo se caracterizó por un lenguaje brutal. Directo y sin eufemismos, apeló sistemáticamente a la violencia explícita contra sus enemigos. No hubo espacio neutral en su demarcación binaria del mundo: «.el que no está de acuerdo, es un enemigo, o lo que es peor, es un zonzo que pagará amargamente las consecuencias».50

Aun cuando todas sus editoriales culminaban diciendo «Porque es así. Y porque Perón manda» el semanario no dudaba en señalar también a los distintos funcionarios del gobierno nacional, considerados «enemigos». Esta larga lista incluyó a dirigentes del Ministerio de Educación, designados «guerrilleros de chaleco», a la conducción del Ministerio de Economía, a la Cancillería y, en general, a todos los dirigentes enfrentados a José Lopez Rega.

El número aparecido el 14 de diciembre de 1973 inauguró una práctica que haría tristemente célebre a la publicación: las amenazas, que por esos días ya obtenían total credibilidad. Denunciando a Alejandro Romay, empresario y director de canal 9, por el despido y salarios adeudados a los trabajadores a su cargo, anunciaban: «(Alejandro) Romay debe abandonar el país inmediatamente. El pueblo así lo exige». En la misma nota celebraban el incendio intencional ocasionado a su teatro «.donde expuso dos porquerías (.) Jesucristo Superstar (.) sufrió la censura de todo el pueblo que prefirió ver su antro quemado antes que presenciar la ópera blasfema».51

La apología de la violencia, sintetizada en la consigna de cada editorial «el mejor enemigo es el enemigo muerto» fue desplegada y desmenuzada a lo largo de sus apariciones, impregnada de amenazas y sentencias de muerte. «Tenga en claro el enemigo que nuestra lucha no es una mera afirmación doctrinaria, tiene también la implicancia práctica de una guerra llevada hasta el exterminio contra todos los que atentan contra las verdades del pueblo y de la patria. Porque somos machos y porque Perón manda».52 Fanatismo e irracionalismo fueron sus sellos característicos, enlazando con la tradición cultural del fascismo europeo de entreguerras que proporcionó una concepción de hombre, sociedad y política.53

Aunque la virulencia de los ataques a miembros de la oposición suscitó cuestiones de privilegio en el Parlamento y denuncias judiciales contra el director de El Caudillo, el Poder Ejecutivo continuó con su aporte de pauta oficial hacia el semanario. A diferencia de lo ocurrido con El Descamisado, Militancia y también diarios comerciales que fueron clausurados por el gobierno, El Caudillo parece haber gozado de protección oficial tanto durante la gestión del General, como fundamentalmente de su esposa, devenida Presidente en julio de 1974. En no pocas ocasiones, incluso, aparece un «nosotros» comprendido en las decisiones de gobierno.54

Nacional-justicialismo

La marca distintiva de la publicación, como ya se dijo, fue el fanatismo violento expresado en la consigna «Vamos a hacer una patria que sea libre, vamos a hacerla de todos los calibres».55 El Caudillo intentó construir un espacio que unificara, en medio de una lucha política cruenta, la radicalización del peronismo enfrentado al ala de izquierda, otorgando ejes conceptuales y representantes del movimiento desde los cuales identificarse. Desde sus números desfilaron los distintos representantes de la JPRA, con fotos y declaraciones, pero también con información sobre sus actividades territoriales. La omnipresencia de Perón e Isabelita, con fotos, discursos, frases resaltadas, al igual que la declamada pertenencia al peronismo intolerante y verticalista, permiten suponer que la revista apuntó a estructurar un discurso unívoco y proporcionar herramientas de discusión y cohesión al interior del movimiento.

Es posible trazar esquemáticamente las intervenciones sistemáticas de la publicación desde los siguientes ejes:

En primer lugar, la demarcación del «enemigo». En ellas se abarcó a) el llamado «universo comunista», distinguiendo dos tendencias, la del «marxismo- leninismo», integrado por el PRT-ERP; FAS, FJC y FAL y la del Trotskismo y variantes, en el que involucraban al arco político de la llamada tendencia revolucionaria del peronismo -enumerando entre ellas a FAP 17, FAPCN, MONTONEROS, Peronismo de Base, Juventud Trabajadora Peronista, Movimiento de Inquilinos Peronistas y Movimiento Villero Peronista- es decir, el Peronismo de Base y Montoneros con sus frentes específicos de militancia. La inclusión en esta nómina de las agrupaciones de inquilinos, villeros y de la juventud trabajadora peronista (no así de la JP regionales) parecería revelar el enfrentamiento que aliados de peso dentro de la llamada «burocracia » sindical y del Ministerio de Bienestar Social mantenían con estas organizaciones. Al mismo tiempo buscaban horadar su influencia bajo la tan mentada idea de la «infiltración». Y, b) dirigentes de la rama política del movimiento. Contra Héctor Cámpora, fueron recurrentes los ataques, buscando mancillar la idoneidad moral del ex presidente través de fotos y rumores que lo mostraban en cabarets y dedicado a la vida licenciosa y acusándolo de traición a Perón. Tampoco los gobernadores electos el 11 de marzo de 1973 -a quienes identificaban cercanos a la «tendencia»- estuvieron a salvo de los ataques de El Caudillo: Ricardo Obregón Cano, Miguel Ragone, Jorge Cépernic, Oscar Bidegain, Alberto Martínez Baca, recibieron la sentencia del semanario56 y fueron celebrados sus desplazamientos.

En segundo lugar, la apelación a la acción. Esto implicó que cada semana se particularizaran las listas de «sentenciados» como traidores, infiltrados o subversivos que en no pocas ocasiones se hicieron realidad. La mirada mesiánica sobre el proceso político en curso y los éxitos conseguidos en la arena práctica estimuló a la arenga de empuñar las armas y «copar» los bastiones enemigos. Las amenazas se extendieron también a los miembros del Partido Radical, que «en su afán de 'colaborar', vienen limitando (.) el poder del gobierno legalmente constituido.», a los equipos camporistas que «deben ser exterminados» y «andarse con cuidado (.). Les conviene tomarse el bondi ahora y no salir después, envidiablemente tranquilos con un sobretodo de roble».

La expresiva violencia del editorial del 14 de marzo de 1974, remite al accionar de las bandas parapoliciales de la autodesignada Alianza Anticomunista Argentina, que se caracterizó por realizar asesinatos y atentados con explosivos bastante espectaculares, amparados en la clandestinidad e impunidad brindada por la policía y el poder político: «.si es necesario saldremos a la calle a cara descubierta (.) los perseguiremos hasta sus madrigueras y los haremos volar por los aires hasta que alcancen, finalmente, el infierno que se merecen».58 ¿Cuál era el impacto buscado a través de estas expresiones? Difícilmente el mensaje producía «efectos» de amedrentamiento en las organizaciones armadas de la izquierda. El discurso que apelaba al terror aparece más como a) advertencia hacia los sectores internos del peronismo que insistían en una apuesta institucionalizada, y b) un intento de disciplinar, acallando, la oposición política. Pero, más allá de la funcionalidad disuasiva del discurso terrorista de la revista, la violencia fue parte constitutiva de su definición política

En tercer lugar, la utilización de un lenguaje que instaba a la deshumanización para con los «enemigos» de izquierda: «hay que liquidarlos como alimañas». «Para ellos (.) ni siquiera justicia. Tienen un proyecto político diferente que el nuestro»59. De los dirigentes montoneros y de sectores de la tendencia se expresaba: «La inconsciencia criminal de los traidores merece un solo castigo: el fusilamiento por la espalda».60 La legitimación de la supresión física del «enemigo interno» se plasmó entonces en el centro de gravitación para la movilización por la defensa de los valores de la «nación».

Frente al intento de Copamiento del regimiento de Azul perpetrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el 21 de enero de 1974, sostenían «estos mercenarios no son argentinos (.) Estamos en guerra contra un enemigo que nos invade desde afuera. Con gente de afuera y con dinero de afuera. Esto es la guerra».61 El antagonismo con los combatientes del ERP, los llevó a presentarlos como drogadictos y sifilíticos y «ente destructor de todo lo que sea sano y limpio» y convocaba a «liquidarlos» como al cáncer.

En cuarto lugar, el recurso utilizado por el semanario -al igual que en El Descamisado- fue la de la victimización de la propia facción a través de «los caídos», muertos o asesinados por su pertenencia al «verdadero» peronismo. Las exequias, sin embargo, estaban lejos de una inscripción emocional. Antes bien, lo que se enfatizaba en ellas era la lealtad a Perón y la entrega comprometida a la causa. Los mártires eran soldados. Lucha y muerte, en la sensibilidad de estos sectores, cultores de la acción directa, eran sinónimos. Una perspectiva un tanto diferente fueron los homenajes a los militares caídos, también presentes en la publicación. En ellos puede advertirse un matiz conmovedor, por otro lado, más en consonancia con las estrategias discursivas de los propios militares para con sus «víctimas» y los ascensos post-mortem que imperaron durante esos años. Mientras para unos era la consecuencia necesaria del enfrentamiento ideológico en la lucha interna y del slogan «la vida por Perón», para los otros constituían las consecuencias indeseables del desarrollo de los conflictos suscitados por la «guerra fría». Hacer visible la noción de que el país era objeto de ataque por parte del «comunismo internacional» fue parte de la campaña psicológica y discursiva destacada por la Doctrina de Seguridad Nacional. Los «mártires» de las fuerzas de seguridad fueron utilizados para concitar la cohesión al interior de cada una de las fuerzas y buscar en la opinión pública el consenso que legitimara su accionar «defensivo»

Un quinto elemento presente en la revista pasó por enfatizar la posición ideológica del peronismo. A ella dedicarán páginas y energía. Entre sus principales lineamientos se encuentran:

a) La noción de «ultraverticalismo» como modo de concepción de la política. El «jefe» manda, conduce y hay que seguirlo fanáticamente.
b) Un nacionalismo anclado a una matriz hispanista: «. Argentina es producto de la colonización hispánica que trajo hermanadas a nuestra tierra, en una sola voluntad, la cruz y la espada (.); valor incorporado y absorbido por nuestra cultura, lo que ha suscitado una comunidad de ideas e ideales; valores y creencias.».62
c) La adscripción a un catolicismo ultramontano y preconciliar «nuestro ser, nuestra nacionalidad está constituida por la religión de Cristo. (.) Religión o muerte es entre nosotros, Argentina o nada (.) Ser verdadero cristiano es colaborar con las autoridades en la desinfección de la moral pública (.) Y en el tiempo libre correr a fierro limpio a los mercaderes del templo».63 La consigna «Religión o Muerte» aludía a la mazorca rosista del S. XIX, de la que se erigieron herederos.
d) Desprecio de la tradición liberal: «.Desde 1853 a la fecha, el liberalismo ha ido distorsionando los esquemas políticos del país (.) El problema consiste en recuperar el concepto de representatividad (.) y esto no está limitado al concepto restringido (.) de los partidos políticos»,64 o bien: «En nuestros planes la partidocracia está de más (.) En los sindicatos y los cuarteles están los dirigentes del mañana.».65
e) Adopción de teorías conspirativas: la sinarquía internacional, definida como el poder financiero e ideológico de las principales potencias mundiales, que desde las sombras apuntaba al control y sometimiento de los diferentes países.
f) Anticomunismo y antisemitismo.
g) Tercera posición, parte del título de la revista, sintetizaba las coordenadas doctrinales del grupo.

A partir de la muerte de Perón fueron radicalizando aún más sus posiciones, pasando a identificarse con un «nacional-justicialismo» con evocaciones del falangismo español.66 En ese sentido, aspiraban a la construcción de la «comunidad organizada», «forjada por el movimiento obrero, las FFAA, el empresariado y la Fe»,67 apuntando al control de los medios de producción, la censura de la prensa libre y la eliminación de los partidos políticos.68

La revolución encarnada por esta facción resumía un espíritu de cruzada conservadora y reaccionaria que sintetizaron con el eslogan de Dios, Patria y Hogar. En ese sentido, se ocuparon muy especialmente de las llamadas «industrias culturales» a las que, desde un exacerbado antiliberalismo, no solamente criticaban sino que reclamaban un estricto control sobre ellas. La prensa fue combatida con particular encono. Cada número del semanario arengaba contra los diferentes periódicos «al servicio de la Sinarquía». El Mundo, Noticias y La Opinión estuvieron en la cumbre de los pedidos de clausura, pero también los periódicos más tradicionales como La Nación, Clarín, Crónica, incluyendo en sus diatribas al Buenos Aires Herald y Le Monde. El Caudillo sostenía la necesidad del Estado de defenderse de medios de comunicación que atentaban contra la seguridad de la población. Pero no se limitaba solamente a pedir la clausura de la prensa sino también a intervenir en los contenidos de los programas de radio y televisión. Celebró las iniciativas impulsadas por el Poder Ejecutivo de convertir en públicos varios canales privados, eliminando el formato de series norteamericanas69 (muy comunes en la época) y fustigando las telenovelas, bajo valoraciones tales como el «decoro» y la familia. También propugnaron la difusión del folklore nacional tradicionalista, vapuleando intérpretes como Horacio Guaraní, Mercedes Sosa y Víctor Heredia, por el contenido ideológico de sus temas. Se declaraban contrarios a la libre expresión de ideas, aduciendo «razón de Estado»:

«Se comienza permitiendo mesas redondas con marxistas, liberales, masones y judíos en la TV, la radio, sobre temas argentinos; se permite la pornografía en los espectáculos públicos, se autorizan revistas y periódicos blasfemos y se termina después (.) con policías destrozados, soldados asesinados delante de sus familias, sindicalistas desangrados en la calle»70

El cine fue otra de las industrias culturales que reclamó la atención de la revista y la acción represiva del estado.

Su preocupación por los espacios de reproducción simbólica tuvo a la Universidad en el centro de su interés, trascendiendo la lucha política con las otras facciones peronistas que pugnaban su conducción. Para este sector, se disputaba desde allí, la formulación y formación de un auténtico pensamiento nacional y fue concebida, en consecuencia, como un resorte estratégico para la revolución que los tenía como protagonistas. La designación al frente del Ministerio de Educación de Oscar Ivanissevich y el nombramiento de Alberto Ottalagano como rector interventor de la UNBA, durante el gobierno de Estela Martínez, contó con el caluroso entusiasmo del equipo periodístico, que encontró en ellos interlocutores en sintonía ideológica y un equipo dispuesto a realizar una depuración de «infiltrados marxistas» y liberales en ese ámbito. Los referentes intelectuales mencionados fueron una mezcla de nacionalistas de distintas vertientes: desde el nacionalismo profascista de Gustavo Adolfo Martínez Zuviría (Hugo Wast),71 al nacional-popular de Raúl Scalabrini Ortiz.72

El recurso del Poder Ejecutivo a las intervenciones de todos los ámbitos no controlados por el ala derecha del peronismo, no solo fue legitimado desde las páginas de El Caudillo apelando a los siete millones de votos obtenidos en las elecciones de octubre de 1973, sino también a la luz de la «revolución » encarnada por el sindicalismo y las fuerzas armadas. Para ello reclamaron la creación de una «falange de argentinos» que disciplinara las múltiples oposiciones al proyecto hegemónico. En ese sentido, apelaron a justificar tanto la represión ilegal como la tortura. Latía, en el horizonte de anhelos de este sector de la ultraderecha peronista, la instauración de una dictadura.

Conclusiones: proyectos distintos y filones de una cultura política compartida

Las diferencias ideológicas entre la -genéricamente llamada- «ortodoxia»73 y la izquierda peronistas, el carácter antagónico de sus proyectos (en términos genéricos, Patria Peronista y Patria Socialista), los contradictorios intereses sociales que expresaban uno y otro y, fundamentalmente, la participación de muchos integrantes de la derecha peronista en la violencia represiva paraestatal a partir de 1974 -que contó entre sus principales víctimas a la tendencia- ha puesto en un cono de sombra filones de una cultura política compartida, es decir, los puntos de contacto existentes sobre una cantidad importante de representaciones que ambos sectores compartieron y que tuvieron como sustrato común la lucha por el regreso de Perón y la pertenencia declamada por todos ellos al colectivo peronismo.

La lectura de los dos semanarios precedentemente analizados permite ilustrar al menos tres características que conducen a esa misma matriz doctrinaria, que impregnó una cierta mirada de mundo. Un marcado nacionalismo, una noción de la democracia limitada a la regla de mayoría, desconectada de los componentes del liberalismo político74 y una concepción de la construcción política schmitteana. Ambos sectores coincidieron en un proyecto hegemónico de sociedad y en la revolución como modo de consolidarlo.

El nacionalismo se expresó a través de la defensa de los valores «autóctonos» y de la denuncia a la penetración imperialista. Aunque es evidente que esta característica de su pensamiento reviste para los distintos grupos orígenes y explicaciones diferentes. Los primeros, nutridos en un origen hispanista, católico y conservador; los segundos, imbuidos de la teoría de la dependencia y el marxismo. Ambos colectivos compartieron un mismo diagnóstico sobre la función de las agencias culturales y los medios de comunicación. El Descamisado denunciaba: «Canales de TV: siempre listos (.) para servir al imperialismo»75 también sostenían que «las series de TV estadounidenses son realizadas bajo la estrecha supervisión de los organismos de inteligencia».76 Para El Caudillo también la TV era un arma imperial y señalaban que «Nuestros hijos y hermanos son catequizados diariamente en la doctrina norteamericana de la libertad y democracia»77. El contexto de «guerra fría» y la convicción de que el país era objeto de operaciones diversas para apropiarse de sus cuantiosos recursos permeabilizaron las creencias de conspiraciones y poderes ocultos para concretar la dominación. El Caudillo, nutriéndose de la noción de «sinarquía internacional», desarrolló teorías conspirativas de los «grandes poderes mundiales» contra la Argentina, El Descamisado denunció a la CIA y sus socios regionales (refiriéndose a las dictaduras militares del cono sur) también en clave conspirativa.

Fue compartida la interpretación brindada por el revisionismo histórico, que reivindicó como padres fundadores de la patria a José de San Martín; Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón, en contraposición con la historiografía calificada de «liberal». Desde esta mirada interpretativa se transmitía la existencia de una contradicción de larga duración que se expresaba en dos polos: pueblo/antipueblo; patria/colonia; y un fuerte antiimperialismo británico y norteamericano. (La derecha haría extensiva también a la Unión Soviética la amenaza imperialista)

La definición del pueblo se asentó sobre la construcción de una entramado policlasista, en el que se incluyó tanto a los empresarios «nacionales», como a los trabajadores y a los grupos más desprotegidos de la sociedad. El peronismo de izquierda invistió a estos sectores -los desposeídos- de valores como la solidaridad y la portación de la verdad: «El pueblo nunca se equivoca» y «ejercita naturalmente el socialismo, del mismo modo que las primeras comunidades cristianas que lo compartían todo.».78 También la derecha compartió la fe en la pureza de lo «popular» y, aunque con menos precisiones conceptuales, apeló a definir al pueblo como una entidad con características propias: los trabajadores, las amas de casa, los estudiantes, en definitiva, los peronistas. Aunque como señala Luis A. Besoky79 la derecha fue la confluencia de diferentes grupos con distintas influencias ideológicas, El Caudillo, adhirió a las ideas del falangismo de José Antonio Primo de Rivera.80

Para El Descamisado «El peronismo es un movimiento nacional que abarca toda la nación y a todo el pueblo; por eso, su lucha interna no es la de un partido (.) sino una lucha nacional»81. Recíprocamente El Caudillo sostenía: «.Nosotros somos pueblo. Vos y nosotros somos peronistas y lo tenemos a Perón».82 La identificación de pueblo y peronismo revelaba también una tendencia a la unanimidad.

Tanto la izquierda como la derecha peronista expresaron una profunda desconfianza al componente liberal de la democracia y la relación con esta fue más bien de carácter instrumental (por otro lado, en consonancia con las concepciones dominantes de la época), como muestran afirmaciones de El Descamisado: «el lujo absurdo de un Congreso construido por los liberales para escenificar (.) la farsa de la democracia representativa».83 El Caudillo sostenía: «Planteamos que cuando se consume la comunidad organizada, el pueblo tirará al tacho de la basura el comité.».84 En la misma sintonía, consideraban la libertad de prensa como otra de las trampas del régimen. Mientras para El Descamisado, los diarios construyen «una situación de caos nacional y anarquía (.)»,85 El Caudillo opinaba que «no se puede seguir soportando una prensa disociadora que esconde la realidad».86

En relación a la idea de organización política, ambos colectivos plantearon la total subordinación al liderazgo de Perón. Es sorprendente, fundamentalmente en el caso de El Descamisado -que mantuvo una serie de diferencias políticas con la marcha del gobierno- leer expresiones tales como «nosotros vamos a obedecer aunque no estemos persuadidos (.)»87 o, por ejemplo, «Cuando el General da una orden para el conjunto hay que obedecer »88 o «Ahora y siempre la ortodoxia pasa por la palabra del General Perón, nuestro líder y conductor». Esta concepción jerárquica de la política fue también extensiva hacia el interior de la organización.89 En el caso de El Caudillo, la noción de mando-obediencia está inscrita en la autodefinición como grupo: «Si Perón quiere el Pacto Social, nosotros también. Si Perón quiere ahorcar a los empresarios; nosotros también (.) Perón manda. Nosotros obedecemos y punto».90 También reprodujeron ese esquema al interior de su agrupamiento, estableciendo sanciones y expulsiones ante la disidencia.

Ambos grupos coincidieron en interpretar la situación interna como de guerra y pregonaron una revolución, obrando en consecuencia. Desde lo discursivo mantuvieron expresiones de condena simétricas en relación a una serie de tópicos coyunturales, como el desabastecimiento, la especulación empresarial, las agencias culturales. Sin embargo, a pesar de los filones compartidos en su cultura política, fueron las expectativas de la sociedad presente y los proyectos de futuro -expresados en el clivaje Patria Peronista vs Patria Socialista- y el tipo de vínculos con el poder político nacional, lo que los enfrentó de modo irreconciliable.

Notas

1.Trabajo presentado el 20/10/2015. Aceptado el 18/11/2015.
* Versiones preliminares de este texto fueron discutidas en las XV Jornadas Interescuelas de Historia, celebradas en Comodoro Rivadavia y en el 55 Congreso Internacional de Americanistas realizado en El Salvador. Agradezco los comentarios y sugerencias recibidos de la Dra. Alicia Servetto y el Dr. José Rilla, de la Universidad de la República, Montevideo
2 Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Río Cuarto y doctoranda en Ciencia Política del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. Contacto: claireiribarne@gmail.com
3 Para una excelente exposición de los trabajos sobre la temática puede consultarse Romero, (2001).
4 Besoky, (2013).
5 Geertz, ( 2003):262.
6 Berstein, (2003).
7Schmitt, (1963):15.
8 URL:http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Clausewitz/DeLaGuerra_01.htm/ consulta 25/9/2013
9 No hay unanimidad sobre este dato; Sigal y Verón estiman una tirada de entre 40 y 60000. Sigal y Verón, (2003):150; Bortnik en el diario La Opinión, estipula unos 70 mil ejemplares. (tomado de foto facsímil aparecido en EC, Año 2, Nº 9, 11/01/1974. Por su parte, el Portal Ruinas Digitales, sostiene el número de cien mil. http://www.ruinasdigitales.com/el-descamisado/
10 En rigor, hasta la aparición del libro de Grassi, se pensaba que la dirección estaba a cargo de dardo Cabo, entre otras cosas por su firma en diversos editoriales. Véase Grassi,(2015).
11 El Descamisado (en adelante ED) Año I, Nº 5, 19/06/1973.
12 Sigal y Verón, (2003):161.
13 A diferencia de la interpretación realizada por Slipak, que sostiene que «la revolución era situada en el decenio 1945-1955» considero que es la Resistencia peronista la reivindicación identitaria de la revista, de cuya lucha se declaran parte y herederos. Véase Slipak, (2015):99.
14 Firmenich destacaba los términos de la contradicción fundamental enmarcada en la oposición Liberación o Dependencia. Desde una postura pedagógica enunciaba la composición de los respectivos sectores que componían la antinomia: Por un lado, el pueblo (la clase trabajadora, los pequeños productores agrarios y urbanos, un millón y medio de desocupados, la mayoría del estudiantado) expresados en el Frente Justicialista de Liberación (Fre.Ju.Li) y la Asamblea de la Unidad Nacional (UCR y APR) y por otro el Imperialismo y sus aliados. Este universo, integrado por las grandes empresas monopólicas y sus aliados nativos, la «oligarquía» industrial, financiera, comercial y agropecuaria, era ligada políticamente a «los partidos gorilas (sic) (Nueva Fuerza, Ezequielismo y Manriquismo); a las asociaciones empresariales (Unión Industrial Argentina, Sociedad Rural; Bolsa de Comercio; Cámara Argentina de Comercio,
etc) y sus expresiones militares («la camarilla militar»; los asesores yanquis y las bases extranjeras como la de El Plumerillo)». Postulaba también que el movimiento peronista conducía la alianza de clases para enfrentar esa contradicción y la necesidad de empujar al trasvasamiento generacional, que implicaba adecuación doctrinaria; abandono de métodos burocráticos y organización y lucha. Advertía que «quienes incurran en desviaciones o traiciones, serán pasibles de las medidas punitivas que establezca la justicia popular» Quieto, en cambio, expresaba más abiertamente las contradicciones inmanentes al propio movimiento peronista y enumeraba que «el vandorismo, el participacionismo político y sindical, que utiliza matones a sueldo, pueden ser considerados como enemigos internos» acotando, para mayor claridad «y actuaremos con ellos de la misma manera como lo haremos con los enemigos del pueblo» ED, Año I, Nº 4, 12/06/1973.
15 ED, Año I, Nº 6, 26/06/1973.
16 Sigal y Verón, (2003).
17 Sigal y Verón, (2003):196.
18 ED, Año I, Nº 9, 17/07/1973.
19 ED, Año I, Nº 9, 17/07/1973.
20 Tcach, (2003):40.
21 ED, Año I, Nº 16, 04/09/1973.
22 ED, Año I, Nº 17, 11/11/1973.
23 ED, Año I, Nº 17, 11/11/1973.
24 ED, Año 1, Nº 19, 26/09/1973.
25 Ollier, (1998).
26 ED, Año I, Nº 20, 02/10/1973.
27En el mismo se caracterizaba la situación interna del peronismo como de «guerra» estableciéndose la demarcación del «enemigo interno», e instruyendo precisas directivas tendientes a centralizar las decisiones con la máxima disciplina y respetando el entramado jerárquico, tendiente a hacer efectivas las acciones de erradicación de los «infiltrados». El texto, contemplaba la realización de tareas de inteligencia, propaganda, y medios de lucha para expulsar «por todos los medios» a «las facciones vinculadas al marxismo». Consejo Superior Peronista, texto del Documento Reservado en Baschetti. (1999): 66-69.
28 ED, Año 1, Nº 21, 02/10/1973.
29 Gillespie (2008):228.
30 ED, Año I, Nº 22, 16/10/1973.
31 Secretario del CSMNJ.
32 Año I, Nº 23, 23/10/1973. Editorial firmado por Dardo Cabo.
33 «No le pedimos. Le exigimos que no afloje» Año I, Nº 25, 06/11/1973.
34 «A la lata, al latero, sindicatos peronistas, sindicatos montoneros» Año I, Nº 25, 06/11/1973.
35 Alberto Villar se había desempeñado en las «brigadas antiguerrilleras» creadas durante la dictadura encabezada por el General Onganía.
36 El Caudillo de la Tercera Posición (en adelante EC), Año I, Nº 39, 12/02/1974. Editorial de Dardo Cabo.
37 ED, Año I, Nº 39, 12/02/1974.
38 ED, Año I, Nº 39, 12/02/1974.
39 ED, Año 1, Nº 43, 12/03/1974.
40 ED, Año 1, Nº 45, 26/03/1974; Editorial: Por qué murió Coria?
41 Tiempo Argentino, 05/05/2014; Página 12, 07/01/2007.
42 Posteriormente Gerez fue aparatado y descalificado públicamente por el semanario por«graves desviaciones ideológicas»
43 EC, Año 2, Nº 30, 07/06/1974.
44 Besoky, (2013):11.
45 Revista 23, Nº 450, 15/02/2007; Investigación del periodista Murano, Adrián y Moya Alberto.
46 Besoky, (2010).
47 Besoky, (2010).
48 EC, Año I, Nº I, 16/11/1973.
49 La noción de sinarquía, remitía a los grandes poderes concentrados. El general Perón la definía en 1971 como «manejada desde las Naciones Unidas, donde están el comunismo, el capitalismo, el judaísmo, la Iglesia Católica -que también cuando le pagan entra- la masonería, todas esas fuerzas que tienen después miles de colaterales en todo el mundo (.)». Véase en línea:«http://ciriaco-cuitinio-vuelve.blogspot.com.ar/2007/12/hechos-y-verdades-delconcepto.html» Disponible 28-9-2015. Sin embargo, la noción de uso, en las páginas de El Caudillo estuvo fuertemente asociado a una concepción anti-sionista. 50 EC, Año I, Nº 4, 07/12/1973.
51 EC, Año I, Nº5, 14/12/1973.
52 EC, Año I, Nº 7, 28/12/1973. Editorial firmada por F.Romeo
53 Gentile, (1975): 88.
54 (Ah! Casi nos olvidamos: También clausuramos Militancia) Año 2, Nº 21, 05/04/1974.
55 EC, Año 1, Nº 2, 23/11/1973.
56 «Los gobernadores camporistas deben ser echados a patadas» o bien «La tarea de eliminación de los parásitos políticos que tiene prendidos el peronismo sigue registrándose a lo largo y ancho del país (.) Salta (.), Córdoba (.); Mendoza (.); San Luis. EC, Año 2, Nº 14, 15/02/1974.
58 EC; Año 2, N 18; 14 de marzo de 1974.
59 Muy notoria fue la apología realizada al Teniente Coronel Navarro, protagonista principal del golpe policial celebrado contra el gobernador cordobés. No sólo fue presentado como un «patriota», sino que las crónicas del «navarrazo» narraron los episodios de tomas de medios de comunicación, proclamas y «limpieza del malevaje izquierdoso de las calles» desde un nosotros -el pueblo- protagonistas de la gesta. (EC: Año 2:N 39, 16 de Agosto de 1974 60 EC, Año 2, Nº 14, 15/02/1974.
61 EC, Año 2, Nº 11, 25/01/1974.
62 EC, Año I, Nº 6, 21/12/1973.
63 EC, Año 3, Nº 67, 19/03/1975.
64 EC, Año 2, Nº 26, 10/05/1974.
65 EC, Año 2, Nº 50, 08/11/1974.
66 (En España) «Hubo una doctrina y un movimiento. El Nacional sindicalismo y la Falange de Fe de la JONS. Un héroe que se convertiría en mártir (.) José Antonio Primo de Rivera. (.) F.Franco y JD Perón tenían una misma fe, hablaban el mismo idioma y cultivaban el mismo amor por la nacionalidad. Ambos también eran militares (.)» Año 3, Nº 73, 18/12/1975.
67 EC, Año 3, Nº 67, 19/03/1975.
68 «. la oposición está de más! .el silencio es la complicidad. Vivimos momentos decisivos. O se está con Isabel o se está contra la Patria. (.) los radicales, los conservadores, los socialistas, los comunistas, LA OPOSICION TODA TIENE QUE DESAPARECER. Hay un proyecto popular con prioridad absoluta, tenemos que aplastar todo lo que se nos oponga, por eso el pueblo nos dio la mayoría». Edit: Año 2, Nº 56, 26/12/1974.
69 «Nuestros hermanos y nuestros hijos son catequizados diariamente en la doctrina norteamericana de la libertad y la democracia» EC, Año 2, Nº 52, 26/11/1974.
70 Año 3, Nº 67, 19/03/1975.
71 Entre sus obras más profundamente antisemitas se encuentran 666 de 1942, en línea «http://es.scribd.com/doc/112030895/Hugo-Wast-Juana-Tabor-666» disponible 29-9-2015 y Kahal y Oro; de 1935. En línea «http://es.scribd.com/doc/36533215/Hugo-Wast-Kahal-y-Oro» disponible 29/09/2015.
72 Scalabrini Ortíz,(1940).
73 Véase el interesante aporte de Besoky, (2013).
74 Véase O'Donnell, (2007).
75 ED, Año I, Nº 28, 27/11/1973.
76 ED, Año I, Nº 30, 11/12/1973.
77 EC, Año II, Nº 52, 19/11/1974.
78 ED, Año I, Nº 3, 05/06/1973.
79 Besoky, (2013).
80 Propiciaba un Estado fascista en el que los sindicatos fueran parte constitutiva del mismo, tenía un tono marcadamente antiliberal, fuertemente católico y bregaba por la formación de milicias del partido. El ideario falangista pregonaba la disolución de los partidos políticos
81 ED, Año I, Nº 31, 18/12/1973. D. Cabo.
82 EC, Año II, Nº 30, 07/06/1974.
83 ED; Año I, Nº 0, 08/05/1973.
84 EC, Año III, Nº 67, 19/03/1975.
85 ED, Año I, Nº 6, 26/06/1973.
86 EC, Año II, Nº 12, 01/02/1974.
87 ED, Año I, Nº 13; 14/06/1973.
88 ED, Año I, Nº 26, 13/11/1973.
89 Son ilustrativas las notas de ED referidas al Operativo Dorrego, en el que la JP participó activamente junto al Ejército de la recuperación de las zonas afectadas de Buenos Aires por la inundación. Las notas dan cuenta de la incomodidad de la militancia peronista frente al desconocimiento que los militares hacían de las jerarquías internas, que tuvieron que ser exacerbadas. Reivindicándose como una organización político-militar comparaban: «Hubo dos fuerzas en el Operativo Dorrego. Una regular, institucional, conformada por la ley de obligatoriedad (.) La otra irregular, impulsada por la voluntad y cohesionada por un objetivo común» Además de adscribir al centralismo democrático, la organización de Montoneros fue, cada vez más, estructurándose a imagen de una fuerza militar, con sus rangos y ritos. Véase también Gillespie, (2011).
90 EC, Año II, Nº 19; 22/03/1974.

Fuentes:
Semanario El Descamisado: 46 números (mayo de 1973-abril de 1974)
Semanario El Caudillo: 73 números (noviembre de 1973-diciembre de 1975)

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