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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.34 Córdoba dic. 2015

 

ARTICULOS ORIGINALES

Ante el síndrome de Hamlet: Evita es montonera1*

Rocío Otero2

Resumen
En el presente artículo reconstruiré emprendimientos de memoria dedicados a la figura de Eva Perón entre los años 1970 y 1972. En primer lugar, procuraré observar los esfuerzos simbólicos realizados por ámbitos y grupos de la izquierda peronista para proyectar en esta figura una versión radicalizada del peronismo. En segundo lugar, intentaré describir y analizar el matiz particular que tomó este esfuerzo simbólico en el caso de la organización guerrillera Montoneros.
Con la metáfora del «síndrome de Hamlet» trataré de poner de manifiesto un «cuadro sintomático» en torno a la figura de Eva, común en los grupos del peronismo revolucionario, que se caracterizó por un conjunto de percepciones que otorgaron un sentido retrospectivo a la figura y la acción de esta líder, tendientes a legitimar y reforzar la idea de que el peronismo debía radicalizarse como movimiento político para no desaparecer y para cumplir con su misión histórica. Mientras que en el caso de Montoneros, mostraré que las utilizaciones de las que fue objeto la figura de Eva en esos primeros años de la década en acciones, documentos, eslogan y canciones, pueden ser tomadas como evidencia de formas sui generis mediante las cuales este grupo se apropió de la memoria de Eva, como parte de su vocación de liderar el espacio político de la izquierda peronista y de iniciar la lucha armada.
Palabras clave: Peronismo – Eva – Izquierda peronista – Montoneros - Revolución

Abstract
In this article I will rebuild Memory enterprises dedicated to the figure of Eva Peron between 1970 and 1972. First, I will try to observe the symbolic efforts by areas and groups of the Peronist left to project in this figure a radicalized version of Peronism. Second, I try to describe and analyze the particular shades that take these efforts in the case of the guerrilla organization Montoneros. With the metaphor of «Hamlet syndrome» I will try to highlight a common « clinical manifestation» about Eva in the groups of the revolutionary Peronism, characterized by a set of perceptions that gave a retrospective meaning to the figure and the action of Eva tending to legitimize and reinforce the idea that Peronism had to radicalize as a political movement not disappear and fulfill its historic mission. While in the case of Montoneros, I will show that the uses of which was subject the figure of Eva in those first years of the decade in stocks, documents, slogans and songs, can be taken as evidence of sui generis forms through which this group appropriated the memory of Eva, as part of their vocation to lead the political space of the Peronist left and begin the armed struggle.
Keywords: Peronism – Eva – Peronist left – Montoneros – Revolution

El «evitismo» de la izquierda peronista

A principios de la década del setenta tuvo lugar el desgaste final de la dictadura instalada en el poder desde 1966. Tras el derrocamiento de Perón en 1955, el reclamo por su retorno se había vuelvo para muchos actores una reivindicación aglutinante y un símbolo de denuncia de la ilegalidad e ilegitimidad que caracterizaban al sistema político argentino. Desde el golpe de Estado de 1966, sin embargo, a la par de los crecientes niveles de represión política, se dio un proceso de efervescencia social y de malestar generalizado, una de cuyas consecuencias más importantes fue la emergencia de la denominada «Nueva Izquierda», la que involucró nuevas formas de protesta y de lucha política. En este contexto, el reclamo por el retorno de Perón se masificó, y las reflexiones sobre el rol histórico del peronismo se revitalizaron.3

Desde principios de 1969 la dictadura autodenominada Revolución Argentina comenzó a sufrir una serie reveses que parecieron ser la eclosión de este estado de rebeldía generalizada y que determinaron su agotamiento. En efecto, la emergencia de los primeros grupos guerrilleros, sumada al alzamiento social en Córdoba conocido como Cordobazo y su réplica en distintas provincias, pusieron en jaque al poder militar. Fue precisamente este desgaste el que condujo en 1971 a la designación del Jefe del Ejército Alejandro Lanusse como presidente. Sería el encargado de lanzar el Gran Acuerdo Nacional (G.A.N.), una propuesta en la que se convocó a las distintas fuerzas políticas a establecer las reglas del juego electoral en pos de iniciar una transición democrática, la cual se puso en marcha en 1972 y se concretó el 25 de mayo de 1973 con la asunción del candidato del peronismo Héctor J. Cámpora como presidente.4

En este apartado, atenderé a las resignificaciones que en este contexto singular –en el cual distintos sectores del peronismo redoblaron sus esfuerzos para lograr el retorno de su líder al país y por proponerse como fuerza capaz de ganar las próximas elecciones– sufrieron los recuerdos de Eva entre grupos y actores de la izquierda peronista, para entonces magnificados por la desaparición de su cadáver desde 1955 en manos de quienes habían derrocado a Perón –lo que se había vuelto un símbolo del odio antiperonista–, y por una serie de mitos y leyendas que involucraban interpretaciones sobre su accionar político y social en los primeros gobiernos de su marido.5

En efecto, en estos convulsionados años, tuvo lugar en la Argentina un auge de discursos e imágenes sobre Eva Perón (1919-1952): videos, fotos, audios, escritos, biografías, cobraron progresivamente estado público. Diarios y revistas de circulación masiva, publicaciones políticas directamente vinculadas a grupos y organizaciones del peronismo, numerosas empresas editoriales, pintadas en las calles, murales, recordaron a Eva. Específicamente, lo primeros dos años de la década fueron testigos del proceso de consolidación de una opción revolucionaria dentro del movimiento peronista, que se ancló fuertemente en el peronismo que Evita había parecido, según su percepción, representar.

Así lo testimonia, por ejemplo, un ex militante, quien recuerda que el 17 de Octubre tenía por aquellos años una significación conceptual vinculada con la idea de que dicha fecha había sido un momento histórico en el cual los trabajadores en la calle habían logrado empujar un proceso histórico. En cambio, el 26 de julio, aniversario de la muerte de Eva, tenía para él una significancia emocional y era una ocasión de movilización, a través de la Marcha de las Antorchas, convocada muchas veces por los sectores más combativos del peronismo y consistente en definir un punto de encuentro y marchar por las calles de la ciudad. También recuerda que

«…cuando fue consagrada, comenzó a ser separada de Perón, una cosa era Perón y otra Evita (…) Por otra parte, Evita era más peronista que nadie, lo tocabas a Perón y te mataba. (…) Ahí está toda la cosa de la construcción de la mística, y en la construcción de la mística Evita es absolutamente el personaje central, no es Perón. Perón es central en muchos sentidos, pero no en términos de una mística revolucionaria, combativa»

Otro entrevistado, quien tras el derrocamiento de Perón en 1955 había militado en la resistencia peronista primero (en un ignoto grupo llamado Juventud Peronista Anárquica de Ciudad Evita, barrio en donde continuó su militancia en espacios del peronismo revolucionario de los años setenta), conserva recuerdos de la representación de Eva que proponía la izquierda peronista en el mismo sentido: para él Eva representaba el odio antiperonista, lo prohibido (su ciudad fue renombrada tras el golpe de Estado que derrocó a Perón) y ese peronismo radicalizado que ellos aspiraban consumar.6

En 1970 el destacamento armado Eva Perón de las Fuerzas Armadas Peronistas, que con su nombre rendía homenaje a la líder, produjo al menos dos importantes acciones. Por un lado, la distribución en el día de Reyes de un cargamento de juguetes robados en Villa Piolín, un barrio de Capital Federal, mientras un camión también robado dejaba escuchar por su altoparlante la Marcha Peronista. Por otro, la toma de Radio Rivadavia el 26 de julio de 1970, en homenaje al fallecimiento de Eva. La acción consistió en la toma de la planta transmisora de la radio, que fue simbólicamente rebautizada con el nombre de la líder. Se esperaba transmitir unos minutos del último discurso de Eva, del 1° de mayo de 1952, y leer un comunicado de la organización, pero una serie de errores técnicos lo impidió. En 1971, en ocasión del aniversario de la muerte de Eva, 26 bombas estallaron en Córdoba en una acción a cargo de las «Unidades Básicas Peronistas» y el «Comando Obrero Peronista».7

También comenzó a extenderse la imagen de Eva como representante de los sectores oprimidos, en un momento en el cual se volvía central la definición del sector social cuyos intereses la revolución venía a consagrar. Asimismo, fue común la idea de que la figura de Eva había representado un freno a las tendencias reaccionarias, tanto al interior del peronismo como hacia fuera, algo que constituía una preocupación actual del peronismo de los primeros años de la década del setenta. En 1971, un documento escrito desde la cárcel titulado «La hora del pueblo en armas», firmado por Carlos Caride, Néstor Verdinelli, Amanda Peralta, Envar El Kadri, Carlos Maguid, Edgardo Olivera, David Ramos y Mario Franco (importantes dirigentes de grupos del peronismo revolucionario), caracterizaba la crisis y caída del peronismo en 1955 como parte de una ausencia de cuadros políticos «capaces de representar fielmente los intereses de la clase trabajadora», situación que era atribuida a «la falta de idoneidad de su estructura orgánica para enfrentar al brazo armado de la burguesía». Asimismo, se atribuía el supuesto retiro progresivo de Evita de la toma de decisiones poco antes de su fallecimiento – algo que había caracterizado su accionar en los primeros años de gobierno peronista– al «ataque solapado al principio, posteriormente desnudo, de los enemigos internos y externos del Movimiento Peronista».8

En septiembre de este año, la tapa del último número de la revista Cristianismo y Revolución exhibió la leyenda «El peronismo será revolucionario o no será» y una imagen que fue reiteradamente utilizada en distintas publicaciones de la izquierda peronista: Eva con el pelo recogido en un rodete, dando un encendido discurso. La opción de la revista respondía a un intento de dar síntesis al dilema fundamental que atravesaba en ese momento la reflexión de la izquierda, reafirmando su apoyo abierto a la opción revolucionaria del peronismo.

En este mismo número, un documento producía conexiones de sentido entre Eva y la lucha presente, cobrando un lugar ejemplar para la militancia movilizada y actualizándose su significancia:

«Evita es el ejemplo que la nueva generación peronista sigue y practica para sentirse digno de la histórica responsabilidad de liberar la Patria. Su palabra, su doctrina, su trabajo, su sacrificio, es el ejemplo que nos impulsa y guía para llevar adelante la guerra del Pueblo. Evita nos legó un mandato irrenunciable para aniquilar la reacción gorila y sus filtraciones dentro del Movimiento, cuando el 17 de octubre de 1951, en su última aparición pública, señaló: ‘Es necesario mantener, como dijo el General, bien alerta la guardia de todos los puestos de nuestra lucha. No ha pasado el peligro’»9

Más aún, se rendía homenaje a militantes caídos como Bruno Cambareri, Felipe Vallese y los montoneros Emilio Masa, Gustavo Ramus y Fernando Abal Medina y «tantos otros compañeros caídos [que] en estos 16 años de lucha supieron hacer realidad el mandato de Evita». También, se denunciaban supuestos acuerdos en torno a sus restos –desaparecidos desde 1955 por decisión de los líderes de la dictadura que había derrocado a Perón– como parte de los intentos de algunos sectores de salvar a la burguesía y al sistema capitalista «que Evita sentenciara a muerte cuando afirmó que ‘con sangre o sin sangre, la raza de los oligarcas explotadores del hombre desaparecerá de la faz de la tierra en este siglo’». Finalmente, se asociaba la figura de Eva con la moral de sacrificio que subyacía el combate armado que la militancia afrontaba contra la dictadura al sostener que «el mejor homenaje que podía brindársele a Eva era llegar hasta la entrega de la propia vida por la causa del pueblo».10

También en este número, un artículo del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo fundamentaba su opción por el peronismo como parte de una valoración de la experiencia histórica de los primeros gobiernos de Perón, específicamente en aquellos ámbitos en los cuales la militancia de Eva había tenido un rol central. Según este artículo, en aquel momento se había introducido la igualdad social y política del hombre y la mujer, «no sólo en el voto femenino, sino en las múltiples incidencias de la figura de Eva Perón, el Peronismo introdujo esa ‘segunda revolución democrática’ como se ha llamado al gran tema contemporáneo de la lucha por una igualdad real del hombre y la mujer».11

A mediados de 1972 circuló en distintas publicaciones de la izquierda un artículo firmado por Dardo Cabo, quien para entonces acumulaba cierta trayectoria en la juventud peronista. En este artículo se ponía en escena, reactualizaba y brindaba un análisis de lo que es posible considerar un mito, debido a la debilidad de las reconstrucciones históricas: el intento de Eva Perón, en septiembre de 1951 tras el primer intento de golpe de Estado contra su marido por parte de un grupo de militares sublevados, de conformar milicias obreras para defender al gobierno en caso de que volviera a haber un intento de derrocarlo. Según reconstruyen distintas biografías sobre Eva, existió una reunión clandestina, que mantuvo en su lecho de enferma con diferentes dirigentes sindicales y militares, en la que habría informado su decisión de comprar 5.000 pistolas automáticas y 1.500 ametralladoras con dinero de la Fundación Eva Perón.12

El relato de Dardo Cabo publicado en 1972 fundaba su verosimilitud en la supuesta participación directa de su padre en dichos acontecimientos, que habían tenido lugar veinte años antes, lo cual implicaba que se trataba de un relato de primera mano. Vale decir, la legitimidad de las afirmaciones de Cabo se asentaba en una valoración del testimonio en primera persona, en este caso, de su padre, quien, según sostenía, había sido colaborador personal de Eva y partícipe del proyecto de formación de milicias. Para Dardo Cabo, el proyecto de Eva de conformar milicias armadas de obreros, se había tratado de un plan que de concretarse hubiera significado «la incorporación armada de los trabajadores al proceso peronista» (…) y «un desplazamiento definitivo de los sectores reformistas que saboteaban la marcha de la revolución.13

Aunque las fuentes históricas consultadas resultan vagas respecto de este acontecimiento, coinciden en fechar la decisión de formar las milicias en septiembre de 1951, inmediatamente luego del levantamiento, lo que habría sido estímulo para la toma de la decisión. Dardo Cabo, en cambio, fechaba el plan de Evita bastante antes en el tiempo, al regreso de su gira europea, en 1947, momento en el que habría convocado al Secretariado de la CGT para proponer la formación de milicias obreras, encomendando la tarea a su padre, Armando, y a dos Tenientes Coroneles de Inteligencia. Dardo Cabo sostenía que la CGT había solicitado a todas las organizaciones que elaboraran un padrón con los activistas que formarían parte de las milicias. Al propio tiempo, las organizaciones debían consignar a aquellos obreros que estuvieran próximos a realizar el servicio militar y elegir a los más formados políticamente para ejercer la función de delegados de cuartel una vez que fueran conscriptos. Evita, según este relato, habría quedado a cargo de la captación de suboficiales, iniciando un viaje por todo el país y visitando cada guarnición. Luego de una visita protocolar al Casino de Oficiales, se habría dirigido expresamente al de los Suboficiales: «‘ahora vamos a ver a los nuestros’ dijo en más de una oportunidad a los miembros de la comitiva». Según Cabo, «las charlas con ellos eran verdaderas arengas y la adhesión de los cuadros intermedios del Ejército, absoluta. Según un ex militante, la idea de crear milicias en el caso de Montoneros tenía su fundamento en la convicción de aquel proyecto de Eva que había quedado trunco.14

En septiembre de 1972, semanas antes del primer regreso de Perón al país tras su derrocamiento, el número 11 de la revista Antropología para el Tercer Mundo evidenció la vitalidad de las memorias sobre Evita al publicar en su tapa una foto de su enfervorizado y último discurso del 1º de mayo de 1952, acompañado de la leyenda «El pueblo es la trinchera de Perón-Evita». En dicho número, un artículo del líder del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, Rolando Concatti, titulaba con el sintagma «Si Evita viviera…» un largo análisis histórico y político de la líder. En el marco de una abierta interpretación revolucionaria del peronismo, Concatti destacaba que Evita, además de haber sido la mujer y compañera del conductor, una muchacha a la que Perón apostó, había significado la irrupción de una mujer distinta, la entrada profunda y agresiva de la mujer en la tarea política. Sin embargo, Concatti ponía también en evidencia la condición de mito de Eva:

«…los que van cristalizando y superponiendo son los rasgos de un pueblo al que representa y que se identifica con ella, la idolatra a fuerza de sentirse interpretado, defendido, proyectado. Con más fuerza tal vez que el mismo Perón, por lo de novedoso y radical que toma su figura, es lo más marginado y lo más sumergido de nuestra clase trabajadora quienes reconocerán en Evita ‘la abanderada de los humildes’, la voz violenta donde reconocen su propia voz largamente silenciada»

Más adelante, también se proponía una semblanza de Evita en tanto que el aspecto clasista del peronismo y como ejemplo de militante: «lo de militancia adquiere vital importancia para juzgar y comprender al peronismo como experiencia combativa y triunfal». Pero también, «su imagen es un llamado intenso a vivir al peronismo tal como ella lo vivió, con un profundo clasismo». De esta forma, «su vida deja de ser un recuerdo triunfal o nostálgico, para convertirse en un motivo de valoración del Peronismo y en una perspectiva de combate». Es que, Eva Perón es además «el prototipo de un cierto militante revolucionario: el que ejecuta, tenazmente, los objetivos de la revolución». Eva representó «un modo agresivo de asumir la militancia, y una manera insobornable de encabezar la lucha del proletariado. (…) una actitud dentro del Peronismo. El sentimiento de que la lucha debe radicalizarse y debe darse al servicio de la clase trabajadora».15

En la frase «El peronismo será revolucionario o no será» –atribuida a Eva y enarbolada en los primeros años de la década del setenta por los grupos de la izquierda peronista– se sintomatizaron las ambigüedades y dilemas más profundos de estos actores: ante la perspectiva de que Perón recuperara el poder, la figura de Eva fue exacerbada como arteria combativa y revolucionaria del peronismo, en lo que expresó un intento de subsanar aquel dilema. Lo que metafóricamente denominaré como «Síndrome de Hamlet» (en alusión al famoso soliloquio de la obra El príncipe de Hamlet de William Shakespare) involucró ideas e imágenes sobre la líder que la caracterizaron como lo más visceral y clasista del peronismo y como el nudo conductor de sus ambigüedades primordiales en tanto que movimiento político, a la vez que como uno de sus mejores cuadros y como una de sus grandes líderes. Una figura de Eva como una agitadora social y como prototipo de militante peronista, que mientras vivió había logrado frenar el avance de la derecha al interior del propio movimiento.

Este cuadro de representaciones involucró también la revitalización del mito sobre las milicias obreras, el cual permitió presentarla incluso como ideóloga de un proyecto de crear organizaciones civiles armadas. Todos estos esfuerzos por representar una Eva revolucionaria deben ser comprendidos en el marco del proceso de radicalización que atravesaba la sociedad argentina en esos años y, también, en la nueva coyuntura que abría la posibilidad de una contienda electoral. Las organizaciones armadas peronistas –cuya existencia fue legitimada en el momento de su surgimiento por su oposición a la dictadura que detentaba el poder de manera ilegítima– posteriormente se enfrentaron, sin embargo, a nuevos dilemas, vinculados con su rol en el proceso político ante una posible apertura democrática y, más aún, ante el posible retorno de Perón al poder, lo cual había constituido hasta entonces su principal leit motiv.

Todos los caminos conducen a Eva: si Evita viviera sería montonera

En el caso de Montoneros, como mostraré en este apartado, entre los años 1970 y 1972, aquellos que el historiador Richard Gillespie cataloga como los de su emergencia y consolidación, la reivindicación de Eva, en sintonía con las apropiaciones de la izquierda peronista, incluyó representaciones que la delinearon como una líder revolucionaria y radicalizada, dispuesta a armar al pueblo para defender sus intereses. Sin embargo, los Montoneros fueron más radicales en su reivindicación de Eva, al auto percibirse como los vengadores de su memoria profanada y sus herederos políticos.16

El 29 de junio de 1970 la organización Montoneros se dio a conocer públicamente con el secuestro y posterior asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, líder del levantamiento militar que había derrocado a Perón en 1955, responsable de la desaparición del cuerpo de Eva y de los emblemáticos fusilamientos que en 1956 acabaron con la vida de un grupo de militares y civiles que intentaron derrocar el gobierno militar por él instaurado. En este acto, Montoneros puso en evidencia una doble vocación. Hacia el interior del campo revolucionario, a través de este acto realizó una apropiación radical del peronismo simbolizado por Eva –la apelación a su figura y al ultraje de su cadáver fundó la sentencia de muerte de Aramburu– mostrando de hecho su afán de posicionarse como vanguardia armada del peronismo en lo que constituyó un salto directo y violento a la acción. En este sentido, tal como ha analizado Beatriz Sarlo, una de las consecuencias fundamentales de este hecho fue volverse un punto de giro «que marcó los años siguientes y afectó la interpretación de los años anteriores. Toda la simbología peronista se reordenó en este acto que, independientemente de los móviles de quienes lo realizaron, «fue un momento incandescente de pasión política». Para la autora, en este acto se condensó una asunción radical de una identidad por parte de Montoneros a través de un acto de venganza por el derrotero del cuerpo de Eva y los caídos de la Resistencia, por los cuales Montoneros realizaba justicia.17

También, este acto puso en evidencia que los Montoneros albergaban una vocación de poder mayor, dirigida a la sociedad en su conjunto. Informar sobre el secuestro de Aramburu fue el motivo del primer comunicado que los Montoneros dirigieron al Pueblo de la Nación, el que fue encabezado con la leyenda «Perón vuelve» y firmado: «Perón o muerte». Mientras que el retorno del líder exiliado desde 1955 era el principal objetivo, la lucha hasta la muerte por este objetivo era el límite al que los Montoneros estaban dispuestos a llegar. Resulta innegable que la amenaza de «realizar justicia por mano propia» proferida por Evita en su discurso del 1º de mayo de 1952 encontró con este acto un hecho lo más cercano a su materialización: los Montoneros pretendieron instaurar una justicia paralela en virtud de la cual Aramburu era condenado a muerte. Esta aspiración de impartir justicia es otro indicio de la fuerte vocación de poder que motorizó el origen de la organización, guiada por un horizonte vinculado a la instauración de una sociedad nueva.18

La condena a muerte de Aramburu se fundó en declararlo culpable de cinco cargos. El primero de ellos, «La pública difamación del nombre de los legítimos dirigentes populares en general y especialmente de nuestro líder Juan Domingo Perón y de nuestros compañeros Eva Perón y Juan José Valle». Eva junto a Valle evidenciaban una operación simbólica: ambos eran revolucionarios y mártires del pueblo. Las resoluciones del Tribunal Revolucionario incluyeron «Dar cristiana sepultura a los restos del acusado que sólo serán restituidos a sus familiares cuando al Pueblo Argentino le sean devueltos los restos de su querida compañera Evita».19

Un año después esta doble vocación se puso nuevamente en evidencia en un documento de septiembre de 1971 que apelaba a la figura de Eva, titulado «Si Evita viviera sería montonera». El propio título significó una clausura retórica del sintagma que había sintomatizado algunas ideas del Peronismo Revolucionario y la izquierda peronista en los años anteriores (al referirse a lo que hubiera hecho Eva, ante diversos acontecimientos, si hubiera vivido) para enlazar su propia acción y concepción como una continuación directa de la de Eva y delinear así el peronismo montonero: «Eva ha sido la mujer más importante de la historia política argentina», encarnación del «nervio y motor de la rebeldía proletaria que significó el peronismo». Su aparición no solo era una victoria local, sino para toda América Latina, y su acción «inspiró en los espíritus sometidos» y colaboró «a la toma de conciencia del proletariado llevada al terreno de la lucha de clases», «sensitivamente constituida para representar su rol histórico. Medular, sectaria, compulsiva, anárquica, sabía más allá de las teorizaciones, que con las clases dominantes no se podía ni se debía pactar».

Más adelante, el documento anclaba su representación de Eva en el mito de las milicias obreras al señalar que había sido voluntad de Evita promover «milicias urbanas», verdaderas fuerzas populares, pero que «fue boicoteada por la burguesía del Partido y por la cipayería encarnada en el Ejército». Para los Montoneros la muerte de Eva, una «combatiente», había significado no solo la derrota histórica del ala más radical del peronismo, sino el retroceso del proceso iniciado en 1945 y el inicio de la contrarrevolución. Pero dado que Eva continuaba representando un «auténtico carácter actual y vivencial del símbolo revolucionario de clase», es que se hacía necesario «recoger su mandato y limpiar nuestras filas de traidores, conciliadores, reformistas y claudicantes». Para Montoneros, existía una imagen «verdadera de Evita», la que «se proyecta en los numerosos comandos armados que llevan su nombre o en los obreros y estudiantes argentinos, hombres y mujeres que repiten su consigna de batalla: ‘si Evita viviera, sería montonera’», quienes «han recogido su coraje y lo llevan hecho bandera hacia la victoria, es decir, hacia la construcción de la Patria Socialista en pos de la cual Evita diera su vida». Como puede verse, se da un singular sincretismo entre dichos y palabras de Eva y concepciones de Montoneros: retomando la frase «yo sé que ustedes llevarán mi nombre como bandera a la victoria», proferida por Eva antes de morir, la victoria a la cual habían de llevar las generaciones siguientes el nombre de Eva era la instalación de la Patria Socialista, algo que no había formado parte de la concepción y retórica de Eva, pero que en cambio, era el objetivo central declarado por la organización. Meses después de publicado este documento de Montoneros, el 18 de abril de 1973 –días antes de la asunción de Cámpora– Rodolfo Galimberti (designado por Perón como delegado de la juventud) llamó a la puesta en marcha de las milicias populares, «aquello que intentó organizar la compañera Evita», apelación que le valió la remoción del puesto por orden del propio Perón.20

La singular valoración que Montoneros realizó de Eva es reafirmada también por los recuerdos personales de ex militantes. Ignacio Vélez Carreras, militante montonero, perteneciente al grupo originario de Córdoba, sostuvo en un artículo que:

«…donde poníamos toda nuestra veneración ilimitada era en la memoria de la inolvidable compañera Evita. Recordábamos algunas de sus frases que nos conmovían en nuestro sentir humanista y popular del proceso revolucionario del cual aspirábamos ser principales actores: (…) Hay numerosos datos que prueban esta diferente valoración que hacíamos de Perón y Evita. Uno de ellos es que en la primera época de pintadas, todavía con tachos y pinceles, el grupo que luego fue la semilla en Córdobade Montoneros hizo todas sus pintadas con frases de Evita»21

Una canción que en la época se cantaba en reuniones de militantes pone en evidencia que además de representar una Evita de la cual se consideraban herederos, su imagen fue también un estandarte político y símbolo de juventud para los militantes montoneros:

«Lo que fue tu vivir hoy es tu idea / No importa que hoy no luches con el cuerpo / Estás en cada corazón alerta / Palomita dorada de mi pueblo / Muchachita vital, sangre caliente / Tu cuerpo se gastó con tanta fuerza / Pero tu luz nacía tan intensa / Que no pudo ganarte ni la muerte / Se siente, se siente, Evita está presente / Evita, presente, en cada combatiente / Qué linda te ponías muchachita / Metiéndote en la patria de raíz / Cómo no ibas a ponerte bonita / Andando entre lo hermoso del país / Figurita de sol entre la gente / en vos corría sangre Montonera / Por eso bien sabemos que tu vida / Es sendero de lucha compañera / Se siente, se siente, Evita está presente / Evita, presente, en cada combatiente / Si Evita viviera sería Montonera»22

El recuerdo de Eva en los dos primeros años de la década fue para los Montoneros una manera de delinear su concepción acerca del peronismo al propio tiempo que una justificación de su salto a la acción y de su fuerte vocación vanguardista respecto de otras organizaciones peronistas armadas. Respecto del cuadro de percepciones sobre Eva común a la izquierda peronista, si bien Montoneros mantuvo la idea generalizada de que se había tratado de una revolucionaria, en nombre de Eva dieron el salto a la acción con su primer y espectacular acto y en su nombre ejercieron justicia revolucionaria, debido a que se percibieron a sí mismos como su continuación histórica y por lo tanto la acción de aquella y la suya propia (que en su nombre se hacía), eran parte de una misma lucha. La inclinación por la figura de Eva y su reivindicación fueron elementos comunes a grupos y actores de la izquierda peronista y a Montoneros. Pero esta agrupación radicalizó esta apropiación al actuar en su nombre e identificarse con ella como sus herederos políticos. En este sentido, el «Síndrome de Hamlet» del peronismo (ser o no ser revolucionario) perdió su ambigüedad entre los Montoneros, quienes entendieron que sin lugar a dudas Eva era un nervio conductor revolucionario al interior del propio peronismo, y ellos, sus herederos: de allí que si Evita hubiera vivido, según su percepción, hubiera sido montonera.

Al terminarse la proscripción en 1973, la organización había logrado concitar el apoyo masivo de la juventud de izquierda, en parte por su rol en el retorno de Perón y en la campaña electoral que consagró nuevamente al peronismo en el poder. Pero también se agudizó la violencia entre facciones de derecha e izquierda del peronismo (desatándose el conflicto interno al movimiento) y emergieron las contradicciones entre Montoneros y Perón, vinculadas con una disputa por el liderazgo del peronismo y con una diversa concepción acerca de la sociedad. En este contexto, el evitismo montonero se revitalizó y complejizó sus sentidos, del mismo modo que el mito de las milicias obreras, que sirvió para legitimar la existencia de organizaciones armadas en un contexto democrático. Pero esto deberá ser materia de futuros artículos.

Notas

1 Trabajo presentado el 23/09/2015. Aceptado el 24/11/2015.
* El presente artículo es un avance de mi tesis de doctorado titulada «Montoneros y la memoria del primer peronismo. Símbolos, líderes y actores», entregada recientemente y a la espera de ser defendida (Facultad de Ciencias Sociales/Universidad de Buenos Aires). Contacto: rociootero3000@hotmail.com.
2 Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Doctoranda en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Instituto Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires).
3 Según la definición de María Cristina Tortti (1998) la «Nueva Izquierda», surgida a mediados de los años sesenta, fue socialmente heterogénea y se trató de un conglomerado de fuerzas sociales y políticas, muchas veces amorfo, que desde fines de los años sesenta produjo un intento de protesta social, agitación política y contestación generalizada. Dentro de esta denominación conviven grupos que adoptaron métodos como la lucha armada y la guerra de guerrillas con experiencias de sindicalismo de base y combativo, provenientes de vertientes del peronismo y también del marxismo. Esto se debe a que la categoría de «Nueva Izquierda» refiere especialmente a estilos de reivindicación y lucha diferentes a los de la llamada «Izquierda Tradicional», característica de las décadas anteriores. Varios trabajos han analizado la evolución y las variaciones en la tradición peronista tras el derrocamiento de Perón en 1955 y, más específicamente, sobre las vertientes de evolución de izquierda: James, (1976) y (2010); Ollier, (1986); Gil, (1989); Amaral y Plotkin, (1993); Bozza, (2001); Scoufalos, (2007); Melón Pirro, (2009) y Ehrlich, (2013).
4 Para el contexto general ver Cavarozzi, (1983); para la situación particular del peronismo ver Namhías, (2013).
5 Pocos trabajos han analizado las variaciones específicas que sufrió la figura de Eva Perón en tanto que símbolo del peronismo en general y, en particular, entre los grupos de izquierda. Dos trabajos contemporáneos a los hechos que aquí intentan reconstruirse constituyen la excepción. El de Juan José Sebrell publicado en 1966 [Ver Sebreli, (1971)], que analizó los costados militantes de la figura de Eva y el trabajo de Julie Taylor publicado en 1972 [Ver Taylor, (1981)], que mostró parcialmente la exacerbación de su condición de revolucionaria en las representaciones de la Izquierda Peronista de los primeros dos años de la década del setenta. Con posterioridad, el trabajo de Silvia Sigal y Eliseo Verón publicado en 1986 [Veri Sigal y Verón, (2008)] y el de Beatriz Sarlo (2003) analizaron representaciones sobre Eva pero en el caso específico de Montoneros y solo en los primeros años de su existencia. Finalmente, el trabajo de Gabriel Lerman (2005) ha analizado la evolución del 17 de Octubre a lo largo de los años y las variaciones que sufrió la figura de Eva respecto de su rol en esa fecha también simbólica del peronismo –tendiendo a ser representada con el paso del tiempo como una temprana agitadora social e incluso como la organizadora detrás de la jornada emblemática del peronismo que concluyó con la liberación de Perón de su prisión. Sin embargo ninguno de estos trabajos enfoca especialmente en su figura.
6 Entrevista mía a Marcelo Langieri y a «Juan», ambas realizadas en julio de 2015.
7 Cfr. los partes de las Fuerzas Armadas Peronistas de estas dos acciones en Duhalde y Pérez, (2003): p. 136-138 y160-165. Las acciones de este grupo fueron mencionadas en la revista Cristianismo y Revolución Nº 25, septiembre de 1970: 2; y Nº 27, febrero de 1971: 23. Los datos sobre las acciones de 1971 del Nº 30, de septiembre de 1971: 26. Las Fuerzas Armadas Peronistas fueron uno de los primeros grupos guerrilleros de orientación peronista surgidos en el país [Sobre este grupo ver Luvece, (1993), Duhalde, (2003) y Pérez, (2003)]. La revista Cristianismo y Revolución fue un ámbito de radicalización del peronismo y dio lugar a comandos armados en los cuales varios militantes montoneros iniciaron su militancia. Para una historia de esta revista Cfr. Morello, (2003) y Campos, (2007).
8 Cristianismo y Revolución, Nº 29, junio de 1971: 4. Eva tuvo una influencia importante desde los prolegómenos del liderazgo de Perón, incluso antes de que fuera electo presidente. Tomando la propuesta de Estela Dos Santos es posible señalar que las actividades de Eva se desplegaron fundamentalmente en torno a tres ámbitos: el gremial, el femenino y el asistencial. Sin embargo, a fines 1951 y hasta su fallecimiento en julio del año siguiente, abandonó dichas actividades. Ver Dos Santos, (1983).
9 Cristianismo y Revolución, Nº 30, septiembre de 1971: 17.
10 Cristianismo y Revolución, Nº 30, septiembre de 1971: 17.
11 Las notas de Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y de Dri fueron extraídas de Cristianismo y Revolución, Nº 30, septiembre de 1971: 30. Para una historia del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo ver Martín, (1992).
12 La nota de Dardo Cabo fue publicada originalmente en el semanario Nuevo Hombre, que dirigido por Silvio Frondizi funcionaba como órgano de superficie del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Citada en el artículo «Gobierno», firmado por Juan Pablo Franco como parte de una sección dedicada al peronismo titulada «El peronismo: primera parte desde el 45 hasta el 55», publicado en Antropología para el Tercer Mundo, Nº 9, Año 1972: 49-88. La referencia al artículo de Dardo Cabo en p. 81 y ss. Desde los primeros días del año 1951 distintos rumores habían alimentado la versión de que Eva sería postulada como vicepresidente en la fórmula que pretendería mantener a Perón en el poder en un nuevo llamado electoral para presidente. El 22 de agosto de 1951 tuvo lugar el «Cabildo Abierto del Justicialismo», convocado por la CGT en la avenida 9 de julio para consagrar dicha candidatura. Sin embargo, días después se emitió por cadena nacional un mensaje en el cual Eva comunicó su decisión de renunciar a la candidatura. Días después, el 28 de septiembre, tuvo lugar el primer intento de derrocar a Perón por parte de un núcleo de oficiales de caballería encabezados por el general Benjamín Menéndez. Según se reconstruye en los trabajos de investigación histórica, al día siguiente del levantamiento y desde su lecho de enferma –luego de su renuncia a la candidatura, habría comenzado sus problemas de salud-, Eva organizó la reunión en la que participaron varios miembros de la CGT, entre ellos José Espejo, y el general Humberto Sosa Molina, comandante en Jefe del Ejército, en la que informó sobre la compra de las armas. Las reconstrucciones sobre esta reunión que proponen las distintas biografías sobre Eva son breves y vagas, y en ninguna se menciona la presencia de Armando Cabo [Ver Zanatta, (2011): 373; Navarro, (2005): 290; Navarro y Fraser, (1982): 247; Dujovne Ortiz, (2005): 433].
13 Antropología para el Tercer Mundo, Nº 9, Año 1972: 82. Recientemente, la investigación periodística de Rubén Furman ha intentado probar que semanas antes del golpe de Estado que derrocó a Perón, este desestimó un plan que estaba ideando John William Cooke –quien posteriormente sería una figura central en la radicalización del peronismo- junto con el intelectual anarquista y veterano de la Guerra Civil Española, Abraham Guillén, que resucitaba la idea de las milicias de Eva, conocido como «Plan Guillén-Cooke». Ver Furman (2014): p.29 y ss. Según el periodista Norberto Asquini, el 16 de septiembre de 1955 en la provincia «Eva Perón» (luego La Pampa) un grupo de dirigentes sindicales de Santa Rosa realizó un conato de defender al gobierno a través de las armas. Ver el artículo de Asquini publicado a modo de adelanto de su libro Días de odio. De la Libertadora a la Revolución del 56 en la Pampa (2014). Disponible en http://www.primerodeoctubre.com.ar/Archivo/historia/diasdeodio.htm. Consultado por última vez en marzo de 2014.
14 Citado en Antropología para el Tercer Mundo, Nº 9, Año 1972: 82. Entrevista mía a Marcelo Langieri, julio de 2015.
15 Las citas fueron extraídas Antropología para el Tercer Mundo, Nº 11, Año 1972:21-25, los subrayados son míos.
16 Ver Gillespie, (2008): 155-203.
17 Sarlo, (2003): 165. Para Sarlo, el aramburazo no fue una decisión táctica ni estratégica, sino simbólica, sostenida en la reivindicación del cadáver de Eva y los muertos del peronismo. El 9 de junio de 1956 había tenido lugar un intento de sublevación por parte de un grupo de oficiales comandados por Juan José Valle con apoyo de civiles, que buscaban derrocar al gobierno militar. El saldo de la frustrada intentona fue el fusilamiento de veintisiete personas: un General, dos coroneles, dos tenientes coroneles, tres capitanes, dos tenientes, seis suboficiales y diez civiles. Estos fusilamientos se volvieron desde entonces un emblema de la violencia antiperonista, siendo la obra Operación Masacre de Rodolfo Walsh una de los principales vehículos [Ver Walsh, (2011). Según Sarlo, al aludir a Eva y a estos fusilamientos en su sentencia contra Aramburu, la pasión habría coagulado una serie virtudes en torno a la disposición al sacrificio y a la muerte. Con el tiempo el aramburazo se volvió un mito montonero, como lo muestra la entrevista tomada a Mario Firmenich y Norma Arrostito, líderes montoneros, que en 1974 publicó La Causa Peronista relatando los hechos. Para un análisis de la forma en que Montoneros se inscribió en la Izquierda Peronista al asumir en su acto fundacional la identidad peronista cfr. Bartoletti, (2011).
18 Dos años después de que Montoneros enjuiciara y condenara a Aramburu en virtud de una concepción y aplicación de la «justicia revolucionaria», Michel Foucault mantuvo un encendido debate con un dirigente maoísta en torno al proyecto de un tribunal popular para juzgar a la policía. Para Foucault el establecimiento de una instancia neutra entre el pueblo y sus enemigos, susceptible de establecer una división entre lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto, podía ser una manera de oponerse a la justicia popular o ser su primera deformación: «las formas de aparato de Estado que nos ha legado el aparato burgués no pueden servir en ningún caso de modelo para las nuevas formas de organización. El tribunal, que arrastra con él la ideología de la justicia burguesa y las formas de relación entre juez y acusado, juez y parte, juez y demandante que son aplicadas por la justicia burguesa, me parece que ha jugado un papel muy importante en la dominación de clase burguesa» (2008): 63.
19 Comunicado Nº3, citado en Baschetti (2004): 50-51, subrayados míos. Los restos de Eva fueron devueltos a su marido luego del secuestro de Aramburu. Sin embargo, fueron repatriados en 1974 luego de que Montoneros secuestrara el cadáver de Aramburu, forzando al gobierno de Isabel Perón a traerlos de regreso.
20 Todas las citas de este documento corresponden a Cristianismo y Revolución, Nº 30, 1971:1. Discurso de Galimberti citado en Vélez Carreras, (2010): 22.
21 Vélez Carreras, (2005): 17.
22 Pinedo, (1973): 110.

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