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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.37 Córdoba jun. 2017

 

ARTICULOS ORIGINALES

De la república democrática al desvío del golpe maximalista. El Partido Socialista de la Argentina frente a la Revolución Rusa (marzo-noviembre de 1917)1

 

Hernán Camarero2

 

Resumen: ¿Revolución democrática burguesa o revolución socialista? ¿Instauración de un régimen con instituciones típicas de la democracia representativa o poder de lo soviets?  A través del estudio del periódico La Vanguardia, se ofrece un análisis de los sucesivos posicionamientos por los que transitó Partido Socialista entre la revolución de febrero y la de octubre de 1917; proceso que condujo, finalmente, a la escisión con la consiguiente fundación del Partido Socialista Internacionalista, embrión del Partido Comunista argentino.

Palabras clave: Partido Socialista - La Vanguardia -Revolución socialista

Abstract: Bourgeo is democratic revolution or socialist revolution? Establishment of a regime with institutions typical of representative democracy or power of the Soviets? Through the study of the news paper La Vanguardia, an analysis of the successive positions by which the Socialist Party between the revolution of February and the one of October of 1917 was transited; A process that finally led to the split with the subsequent founding of the Socialist Internationalist Party, the embryo of the Argentine Communist Party.

Keyword: Socialist Party - La Vanguardia - Socialist Revolution

 

La Revolución iniciada en Rusia en febrero de 1917 fue uno de los procesos más significativos y controversiales de los tiempos contemporáneos. Se asemejó a una piedra que astilló los vidrios del mundo político, ideológico y cultural en todo el planeta, forzando a reacomodar piezas y a reconfigurar nuevos escenarios. Como se ha afirmado tantas veces, inauguró la dinámica del siglo XX y operó como un hito inevitable en todos los países. También en la Argentina. Algunos trazos de la historia local se enhebraron con los acontecimientos comenzados en aquellas lejanas tierras, que pronto se propagaron por otras partes de Europa y del mundo. Nuestro país interactuó con esa realidad en múltiples dimensiones: en el movimiento obrero, entre las izquierdas y las derechas, en la acción del Estado y el nuevo régimen político inaugurado por los gobiernos de la UCR, en los asuntos diplomáticos, en la vida de las colectividades de inmigrantes (sobre todo, la judía rusa), en ciertos espacios del periodismo y la opinión pública, en el mundo de la cultura, las ideas y el arte.

Dentro de los posicionamientos frente a la Revolución rusa me interesa explorar al Partido Socialista (PS), una de las expresiones políticas importantes de la Argentina durante las primeras décadas del siglo XX.3Desde que Juan B. Justo definió la orientación global del partido, depurando algunos de sus iniciales componentes ideológicos, éste quedó ordenado en torno a un horizonte reformista. Sus metas: el perfeccionamiento de las instituciones democráticas, el mejoramiento de las condiciones de vida de las clases subalternas y la modernización del país. El PS se expresó a favor de la reforma social y la integración al sistema político, a través de la conformación de un partido apto para pugnar en la lucha electoral y las lides parlamentarias.4 El socialismo poseía una maquinaria bien organizada, cuyo bastión se hallaba en la Capital Federal (en donde ya había podido consagrar a Alfredo Palacios como el primer diputado socialista en América Latina), pero que también se diseminaba por el resto de la geografía nacional. Con el paso de los años se proyectaron sus reconocidas figuras, destacándose los nombres de los propios Justo y Palacios, junto a Nicolás Repetto, Enrique del Valle Iberlucea, Mario Bravo, los hermanos Enrique y Adolfo Dickmann, Ángel M. Giménez y los más jóvenes Antonio de Tomaso y Federico Pinedo, entre otros. La actividad de la organización se complementó con su inserción en la sociedad civil, merced a su abigarrada trama de centros barriales, bibliotecas y asociaciones socio-culturales, una penetración sostenida y alentada, además, por una red de periódicos, revistas y editoriales. El eco alcanzado por el diario La Vanguardia logró incluso traspasar las fronteras nacionales. Todo ello, sumado a la acción de las cooperativas, convirtió al socialismo en una empresa social y política de importancia. Si bien los trabajadores no dejaron de ser mayoría en sus filas orgánicas y en sus redes de apoyo, el PS tuvo una seria debilidad para articularse en y con el movimiento obrero, al postular una radical escisión entre lucha sindical y acción política.5

Con los efectos aperturistas de la Ley Sáenz Peña el socialismo se consolidó aún más como una alternativa moderada y progresista, bajo un programa mínimo democrático y de justicia social, alejada de las prácticas de acción directa y extraña a modulaciones revolucionarias. En ciertas ocasiones, ese perfil fue cuestionado internamente, produciéndose escisiones. Durante la década de 1910 se incubó una de ellas, con la conformación de una corriente de izquierda que cuestionó las columnas vertebrales del proyecto reformista. Todo se aceleró en 1917, al irrumpir los nuevos acontecimientos internacionales: los ecos de la Guerra llegaron a las costas argentinas de la mano de ciertos incidentes bélicos, mientras de la lejana Petrogrado provenían noticias increíbles. El PS no salió indemne de esta doble conmoción: la Guerra y la Revolución. El ala mayoritaria de su dirección replanteó el ángulo internacionalista en su posición frente al conflicto armado. Y frente a Rusia, saludó la caída del zar y apoyó al gobierno provisional como expresión de una revolución democrática, para luego repudiar la insurrección bolchevique. La tendencia disidente se diferenció en estos aspectos, y acabó expulsada, conformando luego una nueva organización, el Partido Socialista Internacional (PSI). La Revolución rusa, entonces, cruzó un período de la historia del socialismo y configuró otro episodio en el devenir de la izquierda: contribuyó a impulsar la corriente prefiguradora del comunismo vernáculo.6

El objetivo de este artículo es analizar en detalle el modo en que el PS caracterizó, informó y se posicionó ante la Revolución rusa a lo largo del año 1917, con el fin de aportar nuevos elementos de balance acerca de la orientación teórica, política y estratégica de dicho partido. Propongo un recorte muy específico y puntual del tema, priorizando el examen de una fuente clave, el diario La Vanguardia, en todos sus números aparecidos entre marzo y diciembre de 1917.7 Pretendo capturar las sorpresas, expectativas, desafíos y perplejidades que el partido experimentó durante esos meses frente a un proceso radicalmente novedoso que, a pesar de la distancia geográfica, repercutió cada vez con más fuerza en el marcoen que se desenvolvió el socialismo local. Con posterioridad a la insurrección de octubre-noviembre de 1917, el PS estableció nuevas caracterizaciones y posicionamientos frente al naciente régimen soviético, que no alteró la sustancia de las posturas previas pero introdujo otros elementos.8

A partir deesta escala temporal acotada, exploro las ideas del PS acerca de la revolución y su relación con las reformas, intentando dilucidar hasta qué punto ambas nociones eran antitéticas o complementarias en las perspectivas del partido. También preciso los sentidos a través de los cuales el PS entendía la "revolución socialista" y la "revolución democrática", y los alcances de ambas como dinámicas de transformación social a escala mundial, en especial, en esos momentos surcados por la guerra europea. Asimismo, realizoalgunas observaciones sobre el modo en que los socialistas identificaron el lugar de las masas en los acontecimientos rusos y, más en general, a los sujetos sociales de aquellos procesos históricos.

En La Vanguardia encontramos tres niveles de materiales para examinar. El primero es el de los posicionamientos del partido a través de sus órganos directivos, como el Comité Ejecutivo (CE) y/o el grupo parlamentario. También debe incluirse aquí notas significativas o que figuraban en la tapa de alguna edición, que podían entenderse como una postura semioficial u oficiosa del socialismo. En un segundo término, los discursos y artículos que a título individual fijaban ciertos dirigentes y cuadros partidarios. Finalmente,  como ocurría con las demás noticias internacionales, el PS informó acerca de la Revolución rusa a través de materiales de otros órganos de prensa y reproducción de cables telegráficos (de Reuters, Associated Press y otras agencias), fechados en Londres, New York, Washington, Paris, Petrogrado y Moscú, que muchas veces el diario no lograba corroborar adecuadamente. Pero no eran meras transcripciones, pues existía una decisión respecto a qué se seleccionaba o se hacía hincapié, y en los títulos se detecta una subjetividad; algunos de estos informes eran comentados, dejando traslucir cierta concepción y un sistema de preferencias.

Revolución, Guerra y nuevo período histórico

Si bien el proceso revolucionario en la tierra de los zares se inició hacia el 8 de marzo y fue ganando rápida intensidad con el transcurrir de esa semana, la primera vez que el diario socialista se refirió a los acontecimientos fue el 16 de marzo, un día después de la abdicación de Nicolás II y de su hermano y mientras se avanzaba en la formación de un Gobierno provisional por parte de la Duma. Lo hizo bajo un título en tapa, de dimensiones modestas, que, con el paso de los meses, se convirtió en una sección casi fija, frecuentemente en la segunda página del periódico: "La revolución rusa". Ese día se apeló a una declaración del LabourParty de Inglaterra, que aclaraba: "Rodzianko, presidente de la Duma, es el jefe de la revolución estallada, a quien todo el pueblo acompaña, pues el movimiento parece asumir los visos de un resurgimiento popular".9 En verdad, el personaje en cuestión, del partido octubrista, era un político reaccionario, que había sido presidente de las anteriores etapas de la Duma bajo el Imperio. En cualquier caso, el diario afirmaba que la noticia del derrocamiento del Zar debía ser festejada por todos los socialistas del mundo, pero no por la autocracia prusiana, que no había tenido participación en los hechos y de los cuales no podría sacar provecho.

Dos días después el PS ofreció, desde un gran título central en la tapa de su periódico, una primera caracterización integral e histórica del significado del proceso abierto en Petrogrado y Moscú.10 Se trató de un artículo sin firma, pero que el diario estableció como virtual línea oficial. Allí se asumió una comprensión acerca de la dinámica y los desafíos que tenía planteada la revolución rusa. Se iniciaba afirmando: "El zarismo ha dejado de existir, iniciándose una nueva era en la historia de Rusia, y acaso en la historia del mundo. Ha caído una dinastía secular, que gobernó siempre autocráticamente, imponiéndose por el crimen y el terror. Ha sido barrida por la revolución (...) gracias a la decisión, la firmeza y el coraje del pueblo". Continuaba reivindicando el papel progresivo que habían cumplido las "grandes revoluciones de la historia", impulsando el avance de la civilización y la expansión de la libertad, y explicaba que ellas no se debían a un fenómeno súbito ni a un mero movimiento armado, sino a causas profundas. "Era allí donde calibraba la trascendencia de los acontecimientos: "La revolución rusa será para nuestros tiempos lo que la revolución francesa para los tiempos modernos". Esta última había desempeñado un papel enormemente transformador, pero había instaurado el dominio de la burguesía. La clase obrera luchaba ahora no sólo por los derechos civiles y las libertades políticas sino también por la conquista de la igualdad económica. Se abría, pues, una nueva época:

"Nada de extraño sería entonces que la revolución rusa iniciase un nuevo período histórico, el cual habría de caracterizarse por la emancipación social del trabajo. En Rusia podría originarse la revolución socialista, destinada a crear una nueva organización social fundada en los principios de la justicia económica, sin la cual es imposible la existencia real de la libertad individual, ya sea ésta civil o política"11

En Rusia se requerían soluciones que no podían limitarse a un cambio en la forma del sistema de gobierno: debían producirse una "revolución a la vez política y económica". El PS advertía que el proceso seguiría un curso ascendente, hacia nuevas etapas: "Los obreros no podrían conformarse, en verdad, con la sola conquista del régimen representativo (...) los trabajadores estarán dispuestos a obtener garantías para el reconocimiento de sus derechos económicos". Al mismo tiempo, quedaba claro que el partido depositaba expectativa en que ello podía ocurrir en los marcos del nuevo gobierno, toda vez que en su gabinete de ministros se hacía sentir una presencia socialista. El artículo concluía con un tono exultante, que parecía despertar ciertas dimensiones revolucionarias de la organización: "El socialismo democrático de América ve en la victoria del pueblo ruso el triunfo del proletariado internacional; hace votos por que la revolución renueve la vida de la Rusia libertada de la tiranía zarista a la sombra de la bandera roja, triunfadora en los recientes combates". Desde luego, el PS estaba lejos de una concepción revolucionaria internacionalista, por ejemplo, en relación a la conflagración bélica que sacudía el Viejo Continente. De hecho, en otras notas de este mismo número se hacía hincapié en que el nuevo gobierno provisional había hecho votos por la continuidad de Rusia en el conflicto y se alegraba de que hubiera triunfado el partido favorable a la continuación de la guerra contra los imperios centrales.12

A menos de una semana de la caída del zar, la dirección del PS evaluó la importancia de fijar posición pública en torno al tema. Con ese fin, el 20 de marzo fue convocada a una reunión extraordinaria, tras la cual el CE decidió enviar un telegrama de adhesión a la Duma, invitando al grupo parlamentario a que lo suscriba y encargando su redacción al entonces secretario general del partido, Antonio de Tomaso.13 Dicha misiva, dirigida al diputado Rodzianko, expresó:

"su profunda simpatía por el advenimiento de la revolución rusa, en la cual ve el más grande acontecimiento histórico contemporáneo, y al saludar a la Duma, que la ha realizado a nombre del pueblo y ha proclamado su voluntad de fundar el nuevo régimen político sobre la base inconmovible de las libertades públicas para todos y el sufragio universal directo y secreto, hace votos por que cumpla amplia y valientemente su misión"14

El 23 de marzo varios dirigentes y parlamentarios del partido hablaron en un acto organizado por el Ateneo Popular. El diputado Antonio Zaccagnini exclamó, conmovido: "Cuando la noticia de la revolución rusa llegó, hemos temblado, nos hemos quedado perplejos, y nos hemos preguntado si no sería una de esas mentiras que el telégrafo echa a rodar". Pero lo que más pareció interesar al orador era demostrar que tanto en Rusia como en la Argentina de HipólitoYrigoyen se producía un combate contra el autoritarismo y por la libertad, recordando que aquí "los oligarcas de nuestro pueblo amenazan con clausurar el congreso, y todo pasa como si nos gobernara un dictador". El senador del Valle Iberlucea (quien venía ejerciendo la dirección de La Vanguardia) también exploraba la dinámica que abrían los hechos de Petrogrado y Moscú y su impacto en Argentina: "...y ya flamea la bandera roja, esa bandera que une a todos los hombres y a todos los trabajadores, esa bandera prohibida en nuestro país por la ley social. Todo lo cual significa que el socialismo va a vencer primero en Rusia, después en Europa y luego en América".15

El PS había cerrado una primera caracterización sobre el carácter democrático y popular del proceso en Rusia, orientándose a un apoyo al Gobierno Provisional y a las instituciones aún persistentes, como la Duma. Ello incluía una mirada benevolente de las tendencias políticas y figuras que allí actuaban. Las referencias a Rodzianko fueron desapareciendo, pero cobraron peso las dirigidas al jefe del primer gobierno, el Príncipe Lvov, y al Ministro de Relaciones Exteriores Miliukov, ambos del partido kadete. Cuando sobrevino la llamada "crisis de abril" en Rusia, el PS no pudo registrarla o interpretarla con claridad, sobre todo, el carácter de las movilizaciones de obreros y soldados que condujeron a serios enfrentamientos con el gobierno y a la renuncia de Miliukov, tras lo cual se produjo el ingreso de los socialistas moderados a importantes puestos ministeriales. El PS saludó la incorporación socialista a la administración, procurando no referir al rechazo de las masas a la Guerra; tampoco identificó la incompatibilidad entre el gobierno y las propias demandas democráticas con las que el partido simpatizaba. La convocatoria a elecciones para constituir la asamblea constituyente parecía incompatible con la movilización de millones de soldados en el frente, así como la instauración de la jornada laboral de ocho horas lo era para asegurar la producción industrial para el conflicto bélico. Pero La Vanguardia reivindicaba todas aquellas causas y a la vez la imperiosa necesidad de que la Rusia revolucionaria mantuviera la línea de combate contra Alemania.

En cualquier caso, las referencias a la situación en Rusia siguieron existiendo, en buena medida con un seguimiento de los acontecimientos a partir de la reproducción y algunos breves comentarios de los cables telegráficos. Se depositaba la expectativa en la estabilización del Gobierno Provisional y sus objetivos de guerra. Con el avance de los días, se anunciaban las siempre buenas novedades sobre la nueva "Rusia democrática", sus creíbles promesas de conceder la independencia a Polonia o su decisión de abolir la pena de muerte.16 Hacia fines de abril fue cuando el PS comenzó a depositar aún más expectativas sobre la figura del entonces Ministro de Justicia, Kérenski, verdadero "intérprete del pueblo que representa".17

Por el momento, los acontecimientos de Rusia no promovían un eje de diferenciación interno serio en el seno del PS, o al menos la corriente de izquierda no lo convertía en un punto de impugnación significativo. Ello sí ocurrió con las polémicas a propósito de la posición que el país debía adoptar frente a la Guerra Mundial. Estas discusiones sacudieron a la II Internacional, provocándole varias rupturas. Lo que se debatió en el PS argentino era si había que promover el fin de los vínculos diplomáticos con el Imperio Alemán o mantener la neutralidad en el conflicto desde una posición "internacionalista". El socialismo tenía una postura contraria a la inminente guerra europea y había realizado campañas públicas en este sentido desde 1912, reafirmándola en sus congresos y desde su diario. Pero la dirección del partido, al promediar el conflicto bélico, estaba comprometida en una política de "defensa de los intereses nacionales". Estos intereses estaban ligados a los de las potencias aliadas (fundamentalmente Inglaterra), con las cuales Argentina mantenía un activo intercambio comercial basado en la exportación de carnes y cereales. El PS mantuvo un delicado equilibrio entre la defensa del comercio exterior y la propaganda del principio de la no intervención y denuncia de una contienda "interimperialista".

Pero la realidad se encargó de alterar este equilibrio en abril de 1917, al producirse el hundimiento del barco argentino "Monte Protegido", producto de un ataque alemán. El CE del PS se sintió forzado a definirse, emitiendo, junto al grupo de los parlamentarios del partido (el senador del Valle Iberlucea y los diputados Justo, Bravo, de Tomaso, Repetto, Giménez, Zaccagnini, E. Dickmann, Augusto Bunge y Francisco Cúneo), una declaración donde sostuvo que "en presencia de los actos de la guerra submarina, que afectan los intereses de la nación, cree que el gobierno debe adoptar todas las medidas necesarias de orden portuario y el empleo de la marina de guerra, para hacer efectivo tan ampliamente como sea posible el comercio argentino en buques de cualquier bandera".18

A partir de aquí comenzó una crisis en el seno del PS de ciertas proporciones. Muchos afiliados consideraron violentados los ideales de la organización. La discusión creció hasta tal punto que la dirección debió convocar a un III Congreso Extraordinario del partido para que decidiera sobre el asunto. Dicho encuentro, desarrollado en la sala del Teatro Verdi del barrio porteño de La Boca el 28 y 29 de abril, se convirtió en el escenario donde apareció desplegada, por primera vez, la izquierda socialista como tendencia pública del socialismo opuesta a la dirección justista. El CE y todo el partido se dividió en dos: de un lado, la mayoría del CE (De Tomaso, Repetto, Bravo y Giménez, entre otros) sostenía la posición del grupo parlamentario, contando con el apoyo de Justo; del otro lado, la corriente de izquierda que mantuvo la posición "internacionalista" contraria a cualquier tipo de participación en la Guerra, que contaba con la minoría en aquel comité (formada por José Fernando Penelón, Juan Ferlini y el concejal metropolitano Agustín Muzzio). A este cónclave se llegó con dos proyectos de resolución antagónicos; uno presentado por la mayoría del CE y el otro por la minoría del mismo.19 Algunos dirigentes, como Bunge, se colocaron en posiciones intermedias entre ambas grandes posiciones.

El congreso fue uno de los más tumultuosos realizados hasta ese momento por el PS. Las posiciones fueron argumentadas así: por la mayoría se adujo la defensa del comercio exterior como argumento para promover el rompimiento de las relaciones diplomáticas con Alemania (planteo de DeTomaso), aunque otros oradores del sector plantearon la intervención directa en la Gran Guerra como forma de combatir al peligro mayor que era la autocracia alemana (planteo de E. Dickmann); por la minoría intervinieron, entre otros, Penelón, Ferlini, Carlos Pascali, Alberto Palcos y el joven Rodolfo Ghioldi. Estos últimos reafirmaron que la responsabilidad de las hostilidades era de las clases dirigentes de todas las potencias imperialistas y no del militarismo de uno de los bandos; de este modo, el comercio exterior estaría dificultado no sólo por los alemanes, sino por todos los contendientes. La dirección del PS comenzó a advertir que se le haría difícil sumar apoyo entre los delegados, pues ya había perdido la primera votación, en la que se eligió la presidencia del congreso, que recayó en un opositor (Pascali). Terció, entonces, con otro proyecto de resolución, diseñado por Justo, de carácter más conciliador, en el que se afirmaba que el PS no quería una declaración de ruptura de relaciones ni una declaración de guerra, y que no debía tomar ninguna iniciativa parlamentaria sobre el enfrentamiento armado. Penelóndefendió la línea de la neutralidad y, en respuesta al discurso de Justo, quien había sostenido que el PS había actuado como un "verdadero partido de gobierno", planteó: "más que un partido de gobierno debemos ser un partido revolucionario".20 Una vez clarificados los dos proyectos, se procedió a la elección, la cual dio la victoria a la izquierda por unos cuatro mil doscientos votos contra tres mil quinientos.

Por supuesto, esto no significaba que la izquierda internacionalista se hubiera convertido en una corriente mayoritaria dentro del PS; más bien, demostraba que ésta había logrado empalmar con un sentimiento contrario a la Guerra de un sector importante de los militantes partidarios. Y que se proyectaba como un espacio perceptible dentro del partido. La ruptura del mismo aún no estaba definida ni anticipada. Desde Rusia, en tanto, no dejaban de llegar noticias de grandes acontecimientos. La dirección mayoritaria del PS comenzó a fijar posiciones en este sentido: frente al gobierno provisional, en relación a los soviets y, sobre todo, ante la cuestión de la Guerra.

El Gobierno Provisional, los soviets y el poder dual: los desafíos de un posicionamiento socialista

El gran acto de conmemoración del día internacional de los trabajadores que organizó el PS en la ciudad de Buenos Aires el 1 de mayo de 1917 le permitió exhibir su posicionamiento en torno a la revolución rusa. Varios miles de militantes y trabajadores simpatizantes se agolparon bajo las tribunas levantadas por el socialismo en la avenida Diagonal Sur para escuchar a los oradores designados por el CE. El intento fue mostrar una imagen de unidad, tras el tumultuoso congreso extraordinario culminado dos días antes. La revolución rusa no aparecía señalada en las pancartas más importantes llevadas por los manifestantes, las cuales se orientaban a las demandas pacifistas. Ese fue el eje temático recorrido en los discursos. Sin embargo, subordinado a éste, reapareció el motivo ruso. Cobró cuerpo en la arenga de DeTomaso, para quien lo iniciado dos meses atrás en Petrogrado había sido el hecho clave para la "causa del trabajo y de la democracia" en el mundo:

"Un régimen político nuevo ha surgido, proclamando la libertad para cientos de millones de hombres, la autonomía política y administrativa para varios pueblos sojuzgados, y afirmando el sufragio universal directo y secreto como la base inconmovible de la Rusia nueva. La Internacional contará, de ahora en adelante, con un formidable pilar más (...) La revolución triunfante tiene que dedicar sus fuerzas a la consolidación interna, para evitar que resurjan las fuerzas de la reacción, y a la prosecución de la guerra, aunque ha manifestado ya su voluntad de hacer la paz en la primera oportunidad, y de hacerla sin propósitos de anexiones ni de humillaciones nacionales"21

El secretario general del PS encontraba el signo distintivo de la revolución en su rasgo esencialmente democrático, el fuerte impacto universal que generaría y en el carácter abierto que aún presentaba su resultado. Pero en ese mismo discurso también ataba el destino del nuevo régimen poszarista a que mantuviera firme su lugar dentro del conflicto bélico. Y ello tenía que ver con la necesidad de derribar prontamente la autocracia y proclamar la república en Alemania.

Recién a partir de mayo La Vanguardia comenzó a registrar realmente la existencia y el poderío de los soviets, no utilizando aún ese nombre ruso, sino el de "Consejo de delegados obreros y soldados". Descubrió que allí había un sujeto social activo del proceso revolucionario. Hasta ese momento la mirada del partido se dirigía casi exclusivamente en dirección al Gobierno Provisional y la Duma. El socialismo no identificaba al Consejo de delegados obreros y soldados en una situación de contraposición al gobierno, sino de una complementación o, a lo sumo, de un intercambio de ideas y visiones compatibles. Desde la primera semana de mayo se celebraba: el Gobierno provisional "ha ido consolidándose", mientras los bandos de la Duma y del Consejo de delegados obreros y soldados ahora "se hallan bastante menos distanciados".22 Daba cuenta que el Consejo tenía el control de Petrogrado, asegurando el orden y la "calma absoluta", y que éste y el Ejército sólo veían "un peligro para la democracia en la actitud de los anarquistas".23 El diario socialista aún no podía precisar con claridad el perfil de esos "alborotadores", reproduciendo el término "anarquista". Pronto, se impuso otro: "maximalistas".

La Vanguardia reproducía las declaraciones del gobierno a favor de proseguir con los esfuerzos bélicos para abatir al "militarismo alemán" (la posición "defensista", es decir, partidaria de continuar la Guerra como asunto de "defensa nacional"). De la lectura del diario se atisbaba que en Rusia existía una corriente de oposición al curso oficial de la revolución, aunque aún no se la alcanzaba a nominar con claridad.El que sí comenzó a ocupar el centro de la atención y el juicio muy favorable fue el flamante Ministro de Guerra y Marina Kérenski. Lo ubicaban como un socialista laborista, "garante de la convocatoria de la asamblea constituyente, como igualmente de la realización de las reformas más democráticas".24 Desde luego, resultaban muy frecuentes los elogios a otras figuras del menchevismo, como el ministro Tsereteli o el Presidente del Soviet de PetrogradoChjeidze, y también de los socialrevolucionarios. La línea del PS era la de la unidad de todos los socialistas, de las más diversas tendencias, a excepción de los maximalistas de Lenin, quienes aún no aparecían en escena o con claridad.

Esta ansia del PS por mantener el acuerdo entre los socialistas y las izquierdas comulgaba con la lectura general del partido sobre el proceso ruso, al que deseaba ordenado conforme a un horizonte democrático-liberal, abierto a la justicia social y las demandas de los trabajadores, en suma, constituyente de un orden republicano progresista. Desde luego, toda idea de doble poder entre el gobierno y el soviet era descartado e invisibilizado. Antes que ello, se propiciaba la complementación de ambos. Y más aún, se identificaba en aquel primer organismo el reaseguro de la existencia del segundo y el mantenimiento de la guerra contra la autocracia alemana, así como la garantía contra las indebidas tendencias a la radicalización o desborde de la revolución, que expresaban ciertos grupos. A principios de junio, el diario socialista reproducía una enorme y lograda foto de las deliberaciones del Soviet de Petrogrado, como efecto de impacto para legitimar la frase que establecía una síntesis de las caracterizaciones del PS:

"Las fuerzas del pueblo ruso que han llevado a cabo una de las más grandes revoluciones de la historia, tienen una expresión orgánica en el consejo de obreros y soldados, elegidos por los soldados del frente y por los obreros de las fábricas. Al lado del gobierno revolucionario él es, con igual derecho y con no menor fuerza, el parlamento de la revolución, y será, a nuestro juicio, la más fuerte valla contra toda desviación anárquica capaz de poner en peligro a aquella"25

En cualquier caso, la tarea previa y esencial que el PS encontraba como necesaria en la Rusia revolucionaria era, junto a la supuesta organización de la convocatoria a la asamblea constituyente (cuyas inciertas novedades se informaban cotidianamente), la de ganar la guerra contra el Imperio alemán. El diario partidario hacía hincapié en la creencia de que el ejército se estaba reconstituyendo y cobrando impulso de la mano de Kérenski, y no ocultaba su simpatía por las posibilidades de que pudiera abrirse un curso victorioso en el conflicto bélico. Por ello, las "Jornadas de julio" tomaron de sorpresa, una vez más, a La Vanguardia. Hacía ya dos meses que el PS no emitía opiniones oficiales acerca de la revolución y en sus informaciones se develaba el desconcierto de un partido, que había pronosticado los progresos de la revolución de la mano del gobierno en colaboración con los soviets para proseguir la Guerra, y en cambio ahora debía dar cuenta de las crecientes convulsiones que sacudían a Rusia: el fracaso de la gran ofensiva en el frente, las deserciones, el salto en la descomposición del ejército, las masivas revueltas que presionaban al Soviet a tomar el poder, la renuncia del Príncipe Lvov y la asunción de Kérenski como nuevo jefe de gobierno. Para el PS, la clave era asegurar la "suprema autoridad del gobierno provisional". Seguía mostrando que esa era la estrategia de los socialistas rusos y del consejo de obreros y soldados, en contra de los maximalistas.

El PS advertía la debilidad del gobierno de Kérenski y la creciente incapacidad de la administración por controlar y orientar al ejército a un sendero victorioso en la Guerra. Parecía depositar expectativa en una gran conferencia nacional lanzada por el gobierno, a realizarse en Moscú a fines de ese mes, con el fin de encauzar el orden interno y aceitar el cumplimiento de las directivas militares.26 Se hacía eco del "mortal peligro" de la anarquía que acechaba a la revolución, según las palabras de Kérenski, y transcribía el convencimiento de este último de que "sólo el poder supremo puede asegurar la salvación del país".27 Daba cuenta en sus páginas acerca de la intranquilidad mostrada por los soviets y su vocación por alcanzar la paz, así como el clima de insubordinación "subversiva" y las tendencias de desafío a la autoridad política y castrense.

¿A partir de qué momento el PS advirtió la existencia del bolchevismo como corriente autónoma y revolucionaria del socialismo ruso y a intranquilizarse por su peso en el proceso político? Fue a partir de mediados de junio, cuando esa corriente fue ganando la mayoría de delegados en el Soviet de Petrogrado. La Vanguardia empezó a identificarla con las posiciones más radicales que podían encontrarse en los acontecimientos, junto a la de los anarquistas: "Los miembros del consejo de obreros y soldados que siguen al socialista Lenine (sic) votaron por el destierro de la familia del ex zar a la fortaleza de Kronstadt".28 Desde julio el autor del Qué Hacer, huido a Finlandia, fue haciéndose fantasmal en el diario socialista, quien pareció dar cierto crédito a la acusación de que estaba al servicio de la potencia extranjera rival: "El consejo de obreros y soldados ha resuelto que los maximalistas acusados de incitar a la rebelión o de haber recibido dinero alemán sean juzgados públicamente. Se declaró inadmisible que el extremista Lenine y sus colegas escapen a la acción de la justicia".29 En septiembre elegía destacar la caracterización del ex activista revolucionario Vladimir Burtsev acerca del bolchevismo como sirviente directo de Berlín: "el partido maximalista es un instrumento de Alemania, de la cual recibe dinero. Sus jefes Lenine y Ganedski [se refería a YakovGanetsky, un viejo militante y financista del partido] son los principales culpables de la descomposición de Rusia y de la debacle del ejército ruso. Máximo Gorki -terminó diciendo- es un escritor admirable, pero un político ciego y débil, que sostiene a los maximalistas".30

Se multiplicaron las noticias desopilantes, las mismas que podían hallarse en el resto de la prensa mundial. Por ejemplo, la que señalaba que en una reunión privada de la Duma, Vladímir Purishkévich (el diario no aclaraba que se trataba de un referente de la tendencia nacionalista y antisemita) había declarado: "Lenine falleció en Zurich en el año 1916 y que el seudoLenine es el señor Zaderblum, ex amigo de Lenine".31 Se trataba de un dislate, pues se lo confundía con Mártov (apodo del judío Yuli Zederbaum), gran amigo de Lenin pero que luego pasó a rivalizar con él, convirtiéndose en uno de los líderes del menchevismo. La Vanguardia transcribió ese cable y otros semejantes en esos meses.

La primera vez que el periódico del PS hizo conocer el nombre en ruso del partido de Lenin fue en septiembre, cuando anunció que los "bolshevikistas" (y lo colocó así, entre comillas, dando cuenta del exotismo del término) habían obtenido un excelente resultado en las elecciones municipales de Petrogrado.32 Se creyó útil reproducir un extenso artículo del tradicional diario francés Le Temps (vinculado al Ministerio de Asuntos Exteriores galo), en donde se intentaba una caracterización de las distintas tendencias políticas rusas. Aclaraba que si bien el socialismo ruso estaba dividido en dos campos, el de los socialistas demócratas (representante de la clase obrera), y el del socialismo revolucionario (gravitante entre los campesinos), las divisiones internas dentro de cada gran grupo eran grandes. La "extrema izquierda" en el interior del primero de ellos estaba constituida por los "bolcheviks", "es decir, partidarios del programa máximo". A su vez, los bolcheviques mostraban varios grupos. Uno de ellos, el nucleado en torno al periódico Pravda, lo dirigían Lenin y GrigoriZinóviev. Lo notable es que se señalaba que este sector estaba inspirado en planteos anarquistas: "Es de tendencias extremadamente violentas. Al volver a Rusia, Lenine ha pronunciado un discurso sensacional, para afirmar la superioridad de las teorías de Bakounine sobre las de Marx. Su propaganda en netamente antimilitarista".33

Ya en el período previo al desenlace de la Revolución bolchevique, La Vanguardia informó del levantamiento de Kornílov, hacia fines de agosto/principios de septiembre, de manera condenatoria. Antes le había dispensado cierta aprobación, sobre todo a sus proclamas en favor del reordenamiento militar para alcanzar la victoria en la Guerra con Alemania. Ahora se reprobaba la insubordinación del "generalísimo", sus intentos por asumir todos los poderes civiles y militares del país y su proyecto de conformar un nuevo gobierno dictatorial. El diario fijó posición en defensa de la administración deKérenski, editorializando con una teoría de las dos acechanzas: la del bolchevismo, de un lado; la de los contrarrevolucionarios, del otro. En sus palabras:

"Enormes han sido las dificultades internas con que ha tenido que luchar en los últimos meses el gobierno de Kerensky. En primer lugar, los maximalistas, que sin tener una conciencia muy clara sobre la situación exterior del país, pretendían efectuar un acercamiento entre Rusia y los imperios centrales. En segundo lugar, tuvo que luchar, y lucha hoy con más encarnizamiento que nunca, contra los conservadores y reaccionarios, que temen las graves consecuencias que ha de tener para ellos el avance de la revolución"34

Una vez anunciada la derrota de la asonada militar de Kornílov, se alertó en las semanas siguientes sobre la fragilidad en la que había quedado el gabinete de Kérenski, propiciando su amparo y celebrando cada indicio que creía reconocer de fortalecimiento de éste. A comienzos de octubre, una larga nota de tapa, perteneciente a un dirigente partidario, el escritor y periodista Ricardo Sáenz Hayes, cubría de elogios la figura del Primer Ministro ruso, definido como por su "vigorosa silueta", "el más bello símbolo del héroe civil", "suave con los humildes y aterciopelado con las damas", "el honor de su patria, el salvador de sus pueblos, el orgullo de los hombres libres y bien nacidos", al que contraponía con el "agitador Lenine", quien ya desde Suiza conformaba "un grupo minúsculo" que "realizaba laboriosas propagandas para que la clase trabajadora se declarara adversa a la guerra".35 La dirección mayoritaria del PS se colocaba en el campo de Kérenski. Pero el ala izquierda ya tomaba distancia también de esa posición y comenzaba a pronunciarse a favor de Lenin.

Había ocurrido algo importante: la corriente de izquierda socialista no sólo no se había disuelto sino que se corporizaba cada vez más como línea opositora interna. Desde comienzos de agosto había lanzado un órgano de prensa propio, bajo la dirección de Penelón, llamado La Internacional, el que acabó siendo, durante las siguientes casi dos décadas, el periódico oficial del PSI y el comunismo local. El grupo también comenzó a editar la Revista Socialista. La crítica a las concepciones reformistas del PS se había profundizado. Se volvía a centrar el ataque en una influencia que se entendía como clave y de efectos funestos, la del alemán Bernstein, "un retrógrado que labora contra el socialismo", al apostar "todo al movimiento y nada al fin último" de éste, como sostenía Penelón en la editorial del primer número de La Internacional.36 También cuestionaba la posición partidaria en relación a la Revolución rusa, sobre todo, el apoyo al gobierno provisional, mientras observaba con creciente simpatía la posición de los bolcheviques: "estamos con Lenin y no con Kerenski".37

Un PS conmocionado: el regreso de la discusión por la Guerra y la inesperada toma del Palacio de Invierno

El PS no sólo tenía el desafío de interpretar y posicionarse ante la Revolución rusa. El otro gran fenómeno de la arena internacional, la Guerra, continuaba conmoviendo al país y al propio partido, con un ala izquierda en estado de rebeldía e impugnación a la dirección. Esta última no quiso quedar subordinada a este cuestionamiento. Es cierto que en el III Congreso Extraordinario de fines de abril el oficialismo partidario había conocido una circunstancial derrota de sus posiciones a favor de propiciar, en el caso que fuese necesario, la ruptura de los vínculos diplomáticos con el Imperio Alemán. El sector de izquierda había logrado ganar la mayoría del conclave con la postura de reclamar el mantenimiento de la neutralidad en el conflicto, levantando consignas "internacionalistas". Pero el grupo de parlamentarios del partido acabó obrando con independencia de las resoluciones del congreso.

Tras el ataque alemán al velero argentino "Toro" y el incidente con el conde Luxburg, que llevaron al conservador Joaquín V. González a solicitar al gobierno de Yrigoyen la suspensión de relaciones diplomáticas con Alemania, volvió a estallar el conflicto dentro del partido. Los legisladores del PS apoyaron esa propuesta, esgrimiendo sus posiciones aliadófilas y contraviniendo las disposiciones del III Congreso Extraordinario. Lo hicieron los diputados y el único senador que disponía el partido, del Valle Iberlucea. El caso de este último es interesante por los matices que presentó su trayectoria. Sus posiciones en el tema quedaron bien expuestas en sus obras La guerra europea y la política internacional de 1914 y La cuestión internacional y el Partido Socialista de 1917. No obstante, este profesor de derecho internacional en la Universidad Nacional de La Plata y militante del partido desde comienzos de siglo, levantaba posiciones a la izquierda del justismo. Se advierte en las publicaciones por él fundadas, Revista Socialista Internacional y Humanidad Nueva, atentas a cuestiones de filosofía y derecho, con críticas a las posturas bernstenianas en el socialismo. De hecho, había mirado con simpatías la dinámica de los jóvenes de la izquierda socialista. Tiempo después, incluso, brindó su apoyo a la Revolución rusa.38

En cualquier caso, en la polémica interna de aquel momento quedó en debate el desempeño del senador y los diputados socialistas, y el control que debía ejercerse sobre los mismos, pues con aquel voto, argumentaba la izquierda socialista, los parlamentarios, avalados por la mayoría del CE, violaban la democracia al desconocer el mandato que habían recibido de un congreso soberano. La discusión se expresó en las páginas de La Vanguardia de septiembre a diciembre de 1917, participando las grandes figuras de ambas fracciones contendientes y también cientos de militantes de base del partido que, en un proceso asambleario y de fuerte debate y a través de múltiples declaraciones, a veces matizaron las posiciones de los bandos en pugna.39

Pero, además, ya la tendencia de izquierda podía expresarse desde su periódico, La Internacional. Y en ese medio de prensa se lanzaron a una impugnación global a la dirección del PS. Frente a las declaraciones de ésta, a propósito de la posición ante el pedido de suspensión de relaciones diplomáticas con Alemania, cuando afirmó que no se quería ser sólo un partido de oposición sino también de gobierno, la izquierda sostuvo:

"... que el error no haga desviar al movimiento socialista hacia la negación de su política de clase, de su misión histórica que consiste en orientar la clase trabajadora hacia su emancipación integral y no en procurar su tutela solidarizándola con la clase capitalista, haciéndola copartícipe de un gobierno burgués, puesto que un gobierno socialista sólo será posible cuando llegue la hora de que las clases desaparezcan"40

Y allí mismo se continuaba con un cuestionamiento al camino del acceso al poder por la vía electoral y a través de las "instituciones burguesas": "El único sentido posible de las palabras de Marx al referirse a la conquista del poder, es la conquista revolucionaria para establecer la dictadura proletaria a fin de realizar la transformación histórica que el socialismo persigue". Y finalizaba con una advertencia acerca de la pérdida del carácter obrero y revolucionario del PS, devenido en un simple partido de gobierno al estilo radical europeo. Se caracterizaba a las posiciones oficiales del socialismo como ajenas al principio de la lucha de clases e identificadas con la defensa del Estado nacional, desde un chauvinismo que se negaba a reconocer el carácter interimperialista y reaccionario de la Guerra. Asimismo, se denunciaba la ausencia de democracia interna en la organización y el modo en que ésta habría sido afectada por una suerte de oligarquización, que dejó los resortes fundamentales de la vida partidaria en manos de un puñado de "doctores" que dominaban el CE, monopolizando la representación parlamentaria y La Vanguardia.

Con el objetivo de tensar aún más la confrontación interna, la corriente internacionalista, que recordemos tenía dos militantes de su sector en el CE partidario (Penelón y Ferlini), reclamó la convocatoria a un nuevo congreso extraordinario que tomara medidas contra los parlamentarios del partido. La crisis dentro del PS parecía escalar un paso más. Pero los legisladores socialistas, procurando evitar aquella convocatoria, a principios de octubre realizaron un giro de la discusión política con una hábil iniciativa: presentaron como opción la renuncia a sus bancas y pidieron al CE que el voto general de los afiliados fuera el que juzgara, en definitiva, su actitud. El carácter mismo de la consulta incrementaba las posibilidades para un triunfo de los parlamentarios, pues de ganar la moción contraria, el PS hubiera perdido todas sus bancas, dejando amenazada su principal base de sustentación política. El concejal Antonio Mantecón cuestionó el modo en que el grupo parlamentario distrajo la crítica a su acto de indisciplina con un ardid: "¿Por qué el Comité Ejecutivo en vez de llamar a un voto general no llamó a un congreso extraordinario?".41 De manera obvia, el resultado fue favorable al grupo parlamentario (5.345 votos contra 909, y 72 abstenciones y más de 2.000 ausentes), lo que exhibió la pérdida de espacio de la izquierda internacionalista, que no supo calibrar la capacidad de reacción y maniobra de la dirección. La vieja conducción justista otra vez sobrevivió a un desafío interno. Y se preparó para ajustar cuentas con la tendencia de izquierda a la que acababa de propinarle un certero golpe. Lo debió hacer en medio del nuevo torbellino en el que cayó Rusia.

El PS argentino quedó completamente sorprendido por la insurrección de octubre. Las primeras informaciones en su vocero de prensa aparecieron en su edición del 8 de noviembre, con un desordenado conjunto de cables fechados el día anterior, mientras los acontecimientos aún se hallaban en desarrollo. El diario transcribía las noticias con mucha confusión y, aún, estupefacción. Se iniciaba señalando que "un destacamento naval armado, bajo las órdenes del comité revolucionario maximalista, ocupó la oficina de la agencia telegráfica oficial de Petrograd".42 Desde el inicio, la insurrección fue caracterizada como un golpe de mano o asonada armada de unos miles, bajo responsabilidad del bolchevismo. Los datos eran contradictorios, mostrando que la situación aún estaba abierta: "Una delegación de cosacos visitó al señor Kerenski y le declaró que los cosacos están dispuestos a defender la capital, pero piden que los Bolskewkis [sic] sean puestos fuera de la ley". Al día siguiente, La Vanguardia confirmaba la sucesión de eventos: el derrocamiento de la administración de Kérenski, el ataque al Palacio de Invierno por parte de "las tropas del Soviet" (se trataba de una de las primeras veces que en el diario se empleaba este término), la disolución del anterior parlamento, la realización del "congreso general de los obreros y soldados" (aludía al II Congreso Panruso de los Soviets), el arresto de los ministros y el control de Petrogrado en manos de los maximalistas, quienes habían iniciado las tratativas para una "paz inmediata", la resolución del problema campesino y la convocatoria a la asamblea constituyente. Transcribía una proclama: "Depusimos al gobierno, quien se irguió contra la revolución. La única autoridad es, actualmente, el comité revolucionario".43 Ya desde ese momento se definían a los hechos como un "golpe de estado sin verter sangre". En su edición del 10 de noviembre, informaba del encierro de los ministros en la fortaleza de Pedro y Pablo, acusados por su responsabilidad en los intentos de contrarrevolución de Kornílov. Pero también reproducía los juicios de diarios extranjeros, en donde se evaluaba que la crisis política no se había cerrado en Rusia y que pronto los maximalistas perderían el momentáneo control del poder.44

A una semana de la toma del Palacio de Invierno, el PS debía lidiar con un panorama confuso respecto de la revolución rusa, en base a noticias en su mayoría falsas o distorsionadas. Parecía cifrar expectativas en una de las informaciones que brindaba: en las afueras de Petrogrado "el ejército revolucionario fue completamente derrotado ayer por fuerzas contrarrevolucionarias comandadas por Kerenski y Korniloff", las cuales, además, eran dueñas de parte de la ciudad, "especialmente de la NevskyProspekt", mientras que los "los maximalistas se refugiaron en el instituto Smolny".45 Más aún, señalaba allí que "las últimas noticias de Petrograd son satisfactorias. Hacen esperar que el efímero reinado de los maximalistas toca a su fin". Un día después, el nivel de distorsión de la realidad se acentuaba, afirmándose que las fuerzas de Kérenski ya estaban en Petrogrado y eran "virtualmente dueñas de toda la ciudad", para culminar: "Se prevé el fin próximo del movimiento maximalista".46 Varias de las noticias transcriptas en La Vanguardia eran equivocadas: Kérenski nunca pudo tener el control de Petrogrado ya que jamás llegó a reingresar a la ciudad pues sus tropas alcanzaron a combatir en TsárskoyeSeló (la Villa de los Zares), a 24 kilómetros de aquella urbe, donde no fueron victoriosas, sino derrotadas por la Guardia Roja. Con el paso de los días el diario seguía insistiendo: "La población parece retirar su confianza a Lenine y a Trotsky", "la anarquía llega ahora al colmo", "la demostración de autoridad de los 'bolsheviki' disminuyó en forma considerable", mientras se informaba en forma fantasiosa sobre un total control de Moscú por parte de las tropas de Kérenski y la inminente formación de un nuevo gobierno de coalición sin la presencia de los seguidores de los "agitadores Lenin y Trotsky".47

Sin embargo, para el 19 de noviembre se comenzaba a aceptar que los bolcheviques ya eran "dueños de la situación" y controlaban las dos grandes ciudades del país.48 A quince días de iniciados los sucesos, finalmente La Vanguardia se dispuso a establecer una opinión de fondo acerca de los hechos. Lo hizo a través de la pluma de Arturo Havaux, periodista del partido que integraba el equipo de redactores del diario. Se trataba de la primera opinión oficiosa por parte del PS en varios meses acerca del tema:

"Las noticias de Rusia, contradictorias durante los primeros días del golpe de estado de los maximalistas, son ahora bastante claras desde las distintas fuentes de que proceden. Kerensky derrotado y desaparecido, sin que se conozca su paradero; los maximalistas en el poder, dueños de Petrograd y de Moscú, a pesar del descontento que sus procedimientos provocan; la anarquía en Finlandia; el ejército, disuelto o desorganizado; la lucha de los partidos con la perspectiva de la inevitable guerra civil y el espectro del hambre que amenaza, constituyen el espectáculo que ofrece hoy la nación moscovita"49

Havaux contrastaba esta situación con la ola de simpatía y júbilo que en todo el mundo había generado la Revolución rusa desde sus inicios, cuando había sido desmontado el despotismo y se habían promovido reformas liberales avanzadas, como la supresión de la pena de muerte y las promesas de distribución de tierras. Si la oposición a estas medidas o la incapacidad política habían conducido al fracaso al gobierno de los Lvov y los kadetes, con la llegada de Kérenski y los socialistas moderados se había inaugurado la etapa de los "estadistas prácticos", quienes habían hecho todo lo posible para encauzar el proceso. Con la derrota del levantamiento de Kornílov y la burguesía rusa, parecía que se consolidaba el camino de la república y las reformas. Sin embargo, había fracasado. ¿Por qué?:

"... la agitación ultrarrevolucionaria contagió los espíritus de los descontentos de nacimiento contra todo lo establecido y normal, y logró hacer desviar la revolución de la pauta lógica y sensata que, a mi parecer, le estaba dando el gobierno provisional derrotado. Vemos el resultado de ello: Rusia sin gobierno reconocido por las demás potencias, ni por el mismo pueblo ruso; el desquicio más completo en la administración del país"50

El periodista del PS establecía una comparación con las naciones "avanzadas" de la tierra para postular una suerte de imposibilidad de que Rusia saltara etapas intermedias. Hacía este presupuesto: "Los países cuyas instituciones aseguran desde mayor tiempo la libertad individual más amplia a sus súbditos son los más democráticos". Y luego se preguntaba: "¿Cómo iríamos a creer los que eso sabemos que el pueblo ruso, que hasta ayer vivió bajo la amenaza del knout, y cuya ignorancia es supina, puede dar un salto que lo coloque en un plano superior de vida democrática al de Inglaterra y Francia?". La conclusión era elocuente: "Pueden Lenine y Trotsky concebir ese salto: el pueblo ruso no puede darlo". Desde luego, el cierre de la reflexión daba cuenta lo que más desvelaba al PS, es decir, la impugnación a la decisión del flamante gobierno soviético de retirarse de la Guerra: "Lenine y sus adictos creerán servir la causa de la paz duradera con su irrisorio ofrecimiento de armisticio a los beligerantes; pero los aliados: Inglaterra, Francia, Norte América e Italia, son los que crearán esa paz luchando sin tregua y aumentando sus sacrificios para soportar el peso que correspondía a Rusia".

Completando la situación de conmoción, casi en las mismas semanas de la toma del Palacio de Invierno el PS debía administrar la ruptura de su corriente de izquierda internacionalista. En la consulta interna el oficialismo había logrado una victoria para la posición de sus parlamentarios, pero los disidentes movieron sus piezas. En octubre constituyeron un Comité pro defensa de la resolución del III Congreso Extraordinario. Aprovechando el respaldo obtenido en aquella votación, la dirección mayoritaria les decidió propinar un golpe contundente: disolvió por "ilegal, disolvente y anarquizante" dicho Comité. Al mismo tiempo, Penelón y Ferlini renunciaban al CE. Libre de esta presencia, la dirección completa del PS procedió en noviembre y diciembre a tomar una medida drástica y definitiva: disolver a los centros socialistas opositores y expulsar a sus afiliados. Ahora se conformó un Comité de Relaciones de los Centros Socialistas Disueltos y Minorías Expulsadas. Fue esa estructura la que convocó a un Congreso de Expulsados del PS, a sesionar en enero de 1918.51 Se consumaba así una nueva división, que alumbró una nueva formación política: el Partido Socialista Internacional.

¿Qué lugar ocupó la Revolución rusa en el proceso de constitución del PSI? Es evidente que el largo ciclo de desarrollo de la corriente de izquierda que acabó formando el PSI preexistió a la toma del Palacio de Invierno y comenzó a estructurarse como espacio alternativo global con la aparición de La Internacional, apenas tres meses antes de dicho evento. Pero, como se ha visto, en el proceso de diferenciación total entre el oficialismo y la disidencia, las formas de abordar el proceso ruso, política, teórica y programáticamente ya eran radicalmente distintas desde antes: no hubo un extenso período de transición para clarificar esta desigual postura. Por ello, en su manifiesto constitutivo, de enero de 1918, el PSI consideraba a la posición del PS frente a los hechos de Petrogrado el ingrediente decisivo para la erección de una valla entre ambos partidos: "para hacer más patente esa absoluta desvinculación del Partido Socialista con el socialismo, el órgano oficial del partido, en un comentario sobre los maximalistas, llamó a éstos 'los peores enemigos de la Revolución Rusa', como si el advenimiento al poder del primer gobierno genuinamente socialista que registra la historia fuera una gran desgracia". La disonancia entre los planteos del PS y el PSI son claros, pues mientras el primero aludía a un desafortunado golpe de estado, el segundo retrataba la faena de "un pueblo que se propone firmemente concertar la paz mundial, derrocar a la burguesía e implantar el tan anhelado reino del proletariado socialista...". En fin, cuando el PSI buscó concluir su manifiesto y completar su identidad pública, eligió la Revolución rusa como su desiderátum:

"Un ardiente e impetuoso soplo revolucionario parece cruzar triunfante por el planeta. Ha comenzado en Rusia y se extiende hacia todos los rincones del mundo. Su móvil: la instauración del socialismo. Con la mirada elevada en tal alto ideal queremos ser en esta sección de América, los agentes eficientes, activos, de esta hondísima transformación revolucionaria"52

Estas formulaciones ocurrían cuando el régimen soviético estaba apenas en ciernes, con menos de dos meses de existencia. El PSI debía aún fraguar su propio perfil. Lo que sí estaba claro desde un inicio es que esa organización, y su heredero, el Partido Comunista, nacía con la causa del país de los Soviets como punto de referencia, en colisión con el PS.

Durante los primeros meses posteriores a la caída del zarismo el PS argentino apeló a una comprensión de los acontecimientos de Rusia bajo un diagnóstico general: se estaba ante los inicios de una "revolución socialista" (una era de transformación a favor de los trabajadores) a escala mundial, que impactaría primero en Europa y luego en América. ¿Cuál era la concepción del partido acerca del carácter de la revolución, tanto en Rusia como en Argentina? En tanto se derrocase un régimen despótico, la legitimidad histórica estaba presente. Por ello se aludía a una revolución democrática, que abría curso a la conquista de las libertades individuales, civiles y políticas. Pero a la vez implicaba la lucha por la justicia social y las reformas a favor de los trabajadores, y era allí donde asumía un sentido vagamente socialista, pero de orientación indeterminada, sin temporalidad, tareas, sujetos o procesos claramente establecidos. Esa revolución no estaba limitada a un tiempo corto y rupturista, era identificada como un proceso largo, de gradual expansión de los valores y los logros materiales de la libertad y la igualdad, conquistados en un camino de reformas. Entendido de este modo, reforma y revolución quedan concatenadas, no excluyentes, es decir, la reforma y la revolución no eran antitéticas. Así, no estaba completa o necesariamente ausente del horizonte del reformista PS argentino el planteo de la revolución.

El partido de Justo reconocía la participación de las masas en el proceso de la Revolución rusa (a veces, alertando acerca de los desbordes que ello implicaba), pero dirigía preponderantemente su mirada en las representaciones políticas, sin calibrar cabalmente el peso del protagonismo popular. Era expresión de la orientación institucionalista del PS, que tendía a no encontrar carácter positivo en las formas deacción directa y en una movilización confrontativade las masas. Entendía al sujeto social participantecomo clase trabajadora en lucha por sus derechos,antes que como una suerte de pueblo cívico activo. Sólo ocasionalmente diluía a la clase obrera en un sujeto más indeterminado, al sumarle los campesinos y otros sectores oprimidos. Es decir, se trataba de una explicación reformista e institucionalista, pero en términos de clase.

En el balance del PS lo acaecido en octubre era un golpe de estado, protagonizado por agitadores, sin reconocimiento ni respaldo popular, que habían extraviado el curso sensato de la construcción de la república abierta a las reformas democráticas y atenta a sus responsabilidades en la Guerra, para reconducirlo a la aventura de un gobierno extremista, que dejaría como consecuencia el marasmo del hambre, el desquicio en la administración, la guerra civil y un armisticio indigno con la autocracia alemana. En esta visión, la saga abierta en Petrogrado se había desnaturalizado y había perdido su destino histórico, descarriándose hacia el caos, la confrontación social y la política violenta. Reconocían una suerte de período ascendente hasta el levantamiento de Kornílov: en ese período todas las informaciones sobre el tema en La Vanguardia estuvieron bajo el título "La revolución rusa". Desde ese momento en adelante quedaron bajo el rótulo "La situación en Rusia". La revolución verdadera era la de febrero y su estela,mientras que lo siguiente era la anarquía, la inconcebible lucha por el poder entre soviets, gobierno y partidos, y finalmente el golpe de estado.

Más allá de las complejidades del caso y las dificultades en el acceso a la información, detrás de esta idea de desvío, ¿no queda exhibida la ausencia de una genuina teoría de la revolución en el socialismo argentino y, en algún sentido, algunos de los límites de su instrumental teórico y programático? Para dar cuenta de estos acontecimientos, el partido apeló a una serie de enunciados generales, pero no alcanzó a definir con coherenciala dinámica del proceso revolucionario, las estrategias puestas en juego, las fases, las fuerzas motrices, los aliados y adversarios de cada orientación. Como ocurrió con la mayor parte de la II Internacional, al socialismo local se le dificultó la comprensión de las contradicciones y dilemas que esmerilaronal gobierno provisional, fortalecieronla autonomía de los soviets y encumbraron a los bolcheviques. Era sintomática la acusación hacia estos últimos como anarquistas bakuninistas, fuera de la tradición socialista. Para el PS no podía existir un socialismo revolucionario: lo consideraba una contradicción de términos. Ese debate lo tenía ya puertas adentro del partido. Su ruptura, y la posterior constitución del PSI en enero de 1918, fue su evidencia.

Notas

1. Trabajo recibido el 14/03/2017. Aceptado el 17/05/2017.
2. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Universidad de Buenos Aires/Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". Contacto: hercamarero@gmail.com
3. La historia del PS durante la década de 1910 mereció distintos abordajes. Entre muchos otros textos, remitimos a: Walter, 1977; Adelman, 2000; Camarero y Herrera, 2005.
4. Aricó, (1999).
5. Tortti, (1989); Martínez Mazzola, (2011); Camarero, (2015).
6. Sobre estos aspectos ver: Corbière, (1984); Campione, (2005); Camarero, (2007); Pittaluga, (2015).
7. Hasta el 1 de febrero de 1918, Rusia mantuvo el calendario juliano, que en el siglo XX estaba anticipado por 13 días respecto al viejo calendario gregoriano usado en Occidente. Dado que aquí se analizan las posiciones del PS y su diario en la Argentina, utilizamos las fechas según este último calendario.
8. Por ejemplo, en 1919 de Tomaso asistió al Congreso de Berna de la Internacional Socialista, teniendo la oportunidad de entrevistarse con PávelAxelrod, EduardBernstein y Alexander Kérenski. Su periplo europeo pudo ser reconstruido mediante las crónicas publicadas en La Vanguardia y finalmente editadas en el libro La Internacional y la revolución, en donde teorizó acerca de la contradicción entre la dictadura del proletariado de los bolcheviques y la democracia propugnada por los socialistas. De Tomaso, (1919).
9. La Vanguardia, 16/03/17.
10. La Vanguardia, 18/03/17.
11. La Vanguardia, 18/03/17.
12. La Vanguardia, 18/03/17.
13. La Vanguardia, 21/03/17.
14. La Vanguardia, 22/03/17.
15. La Vanguardia, 25/03/17.
16. La Vanguardia, 01/04/17.
17. La Vanguardia, 25/04/17.
18. La Vanguardia, 18/04/17.
19. La Vanguardia, 20/04/17.
20. El discurso de Penelón en: Corbière, (1984): 35-36.
21. La Vanguardia, 02-03/05/17.
22. La Vanguardia, 07/05/17.
23. La Vanguardia, 09/05/17.
24. La Vanguardia, 19/05/17.
25. La Vanguardia, 06/06/17.
26. La Vanguardia, 24/08/17.
27. La Vanguardia, 28/08/17.
28. La Vanguardia, 10/06/17.
29. La Vanguardia, 30/07/17.
30. La Vanguardia, 05/09/17.
31. La Vanguardia, 06/09/17.
32. La Vanguardia, 07/09/17.
33. La Vanguardia, 09/09/17.
34. La Vanguardia, 12/09/17.
35. La Vanguardia, 05/10/17.
36. La Internacional, 05/08/17.
37. La Internacional, septiembre 1917.
38. Inspirado en la experiencia soviética, se manifestó a favor de los consejos obreros, llevando esa propuesta al plano institucional en el país, planteando en el Senado la conformación de un Consejo Económico del Trabajo en septiembre de 1920. Por su discurso a favor de la Revolución rusa en el congreso socialista de enero de 1921 un juez federal le inició una causa, exigiendo su desafuero. Era una condena "por delito de opinión". El Senado argentino, por iniciativa de las bancadas conservadora y radical, debatió durante tres días el caso del parlamentario socialista, ya afectado por un cáncer terminal, y el 25 de junio procedió a votar su desafuero. Hubo grandes manifestaciones populares en contra de esta decisión. Cuarenta días después, en agosto, del Valle Iberlucea murió. Ver: del Valle Iberlucea, (1934); Marianetti, (1971); Corbière, (1987); Becerra, (2009).
39. Campione, (2005): 25-51.
40. La Internacional, 27/10/17.
41. Mantecón, (1917): 14.
42. La Vanguardia, 08/11/17.
43. La Vanguardia, 09/11/17.
44. La Vanguardia, 10/11/17.
45. La Vanguardia, 14/11/17.
46. La Vanguardia, 15/11/17.
47. La Vanguardia, 17/11/17.
48. La Vanguardia, 19/11/17.
49. La Vanguardia, 23/11/17.
50. La Vanguardia, 23/11/17.
51. La convocatoria apareció en La Internacional, 06/12/17.
52. PSI, Historia del socialismo marxista en la República Argentina. Origen del Partido Socialista Internacional, 1919.

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