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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.38 Córdoba dic. 2017

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

La militancia clandestina uruguayo-porteña: comunistas en el exilio1

 

Ana Diamant2 (Facultad de Psicología - UBA)
Silvia Dutrénit3 (Instituto Mora)

 

Resumen: Durante las dictaduras de los ‘70, en Argentina y Uruguay, la militancia clandestina de integrantes del Partido Comunista de Uruguay en Buenos Aires resultó un desafío para para la actividad política y la estructura orgánica. También para la vida cotidiana, familiar y laboral. Hombres y mujeres con diferentes responsabilidades se vieron en situación de aprender y actuar comportamientos desconocidos en territorios extraños, establecer formas de comunicación con códigos hasta entonces ajenos, desarrollando un novedoso saber y saber hacer.
La indagación sobre estas experiencias, a partir de testimonios, es un aporte para problematizar tanto escenarios como actores y las condiciones de un tema sobre el que poco se dice.

Palabras clave: Exilio - Militancia - Partido Comunista - Plan Cóndor.

Abstract: During the dictatorships in the '70s, in Argentina and Uruguay, the clandestine militancy of the members of the Communist Party of Uruguay in Buenos Aires was a challenge not only in the political activity and in the organizational structure, but also in everyday life, family life and work.Men and women with different responsibilities had to learn and act unknown behaviors in strange territories, establish communication forms with previously unknown codes, develop a new knowledge and know-how.The reserch of these experiences, based on testimonies, contributes to problematize scenarios, actors and the conditions of a subject which is not spoken.

Keywords: Exile - Militancy - Communist Party - Plan Cóndor

 

Introducción4

"Los seres humanos son demasiado importantes para ser tratados como meros síntomas del pasado"5

Durante las dictaduras y en ambas márgenes del Río de la Plata, pero sobre todo en Buenos Aires, la militancia clandestina de integrantes del Partido Comunista de Uruguay (PCU) adoptó diferentes formatos con asunción de responsabilidades diversas, aunando el trabajo comprometido de mujeres y hombres de diferentes edades y con experiencias partidarias diversas. Sin embargo, las historias de vida y de grupos de responsabilidades recogidas hasta el momento, vale la pena señalarlo, parecen ser en esencia masculinas, tanto por quienes las cuentan -hombres con responsabilidades explícitas al interior de la organización- como por el lugar relegado que le asignan a las mujeres y en el que algunas de ellas se colocan.

Llegar a Buenos Aires, ubicarse, establecer lazos con camaradas, desplegar habitualidades no propias en una geografía desconocida, adoptar medidas de cuidado, asumir responsabilidades, no resultó una actividad sencilla y así rememora sus inicios uno de los protagonistas:

"(...) era ser el segundo de quien era en ese momento el responsable del Partido en Bs.As. (...) Es más, yo tenía que llegar a Bs.As. a una calle determinada, un día determinado, caminar por la acera donde daba el sol y encontrarme ahí (...) yo no sabía quién era (...) iba a haber un compañero que yo conocía y nos encontramos caminando por la acera del sol (...) muy de espías" [sonríe] con una amapola (...) en el ojal."6

Ya se trate de la vida cotidiana como de acciones de alta exposición, se advierte en los relatos y en las prácticas un desconocimiento de los modos de operar en esas circunstancias y también un aprendizaje que, cercano al ensayo y al error, fue construyendo un saber y un saber hacer en el que se enlazaron conductas y necesidades concretas, con asignaciones de protagonismos diversas tanto para protagonistas como para testigos. Mayormente son los hombres quienes autorefieren a situaciones riesgosas mientras se percibe, en los testimonios brindados por mujeres, una escasa estimación protagónica. A pesar de que, por momentos, se advierte también una reflexión crítica sobre el contenido de relatos de aquéllos como de ellas mismas. Finalmente, interpelando memorias y narrativas empiezan de develarse -con esfuerzo-  acciones de responsabilidad y de riesgo que estuvieron en manos de mujeres y una cierta valoración por parte de los hombres.

Es así que, con esta percepción de las autoras, una conjunción de testimonios seleccionados para el artículo, de hombres y de mujeres, representan rememoraciones y posicionamientos desde el presente y de sus posteriores análisis, que brindan pistas para problematizar a la vez los distintos escenarios y las condiciones para debatir sobre el exilio y sus alcances. En las páginas siguientes la propuesta es avanzar sobre algunos interrogantes que a veces son preguntas y otras, intentos de respuestas respecto del contexto de despliegue de la militancia clandestina en el exilio. También es posible decirlo de otra forma, preguntar y preguntarse por el exilio como espacio práctico y emocional de militancia clandestina, en la tensión entre el cumplimiento de las responsabilidades asignadas o autoatribuidas y la lucha por la sobrevida, haciendo hablar voces que las referencien, sin dejar de considerar las particularidades que imponen la compartimentación como la reserva de información secreta en relación con la clandestinidad que subsiste en muchos testimonios. Asimismo, abordar prejuicios ancestrales de género, reflejados en testimonios que plantean posiciones que se sinceran al admitir que se tenía: "Mucho miedo (...) te voy a decir la verdad porque lo mío no ha sido el heroísm]o. [Pero] Lo haría de nuevo, creo que lo haría de nuevo(...)."7

Consolidarse para operar

El PCU, que fue ilegalizado en diciembre de 1973, se fundó en 1920 siendo desde entonces un actor importante del sistema de partidos, electoralmente pequeño, con un peso considerable en la conducción sindical y del movimiento estudiantil, mayormente masculino que, en términos generacionales, es quien toma la responsabilidad del aparato clandestino en Buenos Aires, como relata uno de los protagonistas:8

"Uno de los objetivos era organizar a los comunistas que estaban desperdigados en Bs.As. Establecer lazos, establecer mecanismos, trasladar información (...). Después pasaron tantas cosas que, de repente, se me reduce la importancia de ese periodo (...). Recuerdo las reuniones, la participación (...) me acuerdo porque [para] la primera entrevista, yo dije que andaba con un gabán beige, y ellos entendieron que era un gabán verde, y no me reconocieron, y no nos encontramos (...). Naturalmente, teníamos la sombra de la muerte de [Raúl en 1974] Feldman"9

Ese sistema de partidos fue central desde muy temprano en el siglo XX, a tal punto que llegó a ser caracterizado como una partidocracia y al Estado  como "de bienestar".10 Lo cierto es que hasta el ocaso de los sesenta, y con un breve interregno dictatorial, dirigido por civiles en los treinta, primó en Uruguay la estabilidad política y la legalidad de la gestión institucional, con pocas oportunidades para entrenar -más allá de las situaciones de simulación- conductas y formas de vida por fuera de la norma democrática. Esto marca una diferencia con los camaradas de otros países latinoamericanos que convivieron con periodos alternados de proscripciones e ilegalidad.

Durante algunas décadas, se visualiza en el Uruguay y no solo en el PCU y en sus áreas de influencia, ese fuerte predominio masculino en la conducción, pese a que había destacadas mujeres en distintos planos de la actividad política, sindical, gremial, cultural y parlamentaria. De ahí lo pertinente de retomar algunas remembranzas a manera de paréntesis necesario sobre esa militancia en Buenos Aires, semi legal o clandestina, y sobre el lugar de las camaradas, expresadas en testimonios que plantean entre descripciones y reflexiones:

"No sabría explicarte totalmente las causas de esto, pero efectivamente, en el grupo más estrecho (...) no había mujeres. Había mujeres muy cercanas (...) incluso en algún momento intermitentemente las hubo, pero no en forma permanente. El equipo permanente desde el principio, tuvo hombres. Una de las explicaciones (...) era que el Partido funcionaba así también, ¿no? (...) Pero, efectivamente, era la percepción que tú tenés, era así. Las causas, quizá haya que pensarlas un poquito antes de hablarlas."11

Se cierra el paréntesis testimonial para corroborar que el accionar semi legal o clandestino resultó todo un aprendizaje en un contexto de intensa y sistemática represión iniciado a finales de los sesenta, germinal del autoritarismo extremo que se manifestó de manera más explícita en los setenta y ochenta. A este aprendizaje se sumará el del exilio, prácticamente desconocido para los comunistas uruguayos que, por otra parte, tanto como partido como por país, a lo largo del XX fueron anfitriones solidarios de exiliados latinoamericanos.

La geografía receptora argentina, y porteña en particular, dio refugios temporales de corto como de largo plazo durante los primeros setenta y alojó un ámbito de reorganización y resistencia, para distintos grupos de militantes políticos y de grupos armados uruguayos. En algunos casos fueron residencias temporarias, en otros la oportunidad de trasladarse a distintos destinos como lo eran países latinoamericanos, europeos -incluida la Europa del este entonces bloque socialista- como también para planificar retornos clandestinos al país de origen, ingresando dinero y objetos resultantes de la solidaridad internacional, fundamentalmente para el aparato de propaganda.

Hay que considerar que Argentina fue comparativamente tardía en concretar el golpe de Estado (1976) y mutó rápidamente de un espacio de reorganización para los llegados, dentro de una muy frágil y breve institucionalidad democrática a otro en que la estructura funcionaba en un clima de caza para los opositores de los países cercanos marcado por el accionar de la coordinación represiva denominada Operación o Plan Cóndor. El origen de Cóndor, no formalizado pero sí practicado en su concepción, se ubica en 1974 en Argentina durante la gestión de Juan Domingo Perón.12 Ese clima se transmite en registros con recuerdos que se actualizan en expresiones como: "Yo cada vez que pensaba en la gente en Buenos Aires, decía realmente qué valor! ¿no? la gente la que estaba viviendo en Buenos Aires"13

Un universo aún no definido de comunistas llegados a Argentina, por decisión personal o por instrucción partidaria, se volcaron, primero a la reorganización partidaria, para luego constituir lo que sería la estructura que apoyaría la resistencia en Uruguay, y que actuaba como bisagra con el exterior.  La llegada a Buenos Aires fue un punto de inflexión, un desafío para reacomodar habitualidades y definir, en la medida que fue posible, cómo serían los tiempos posteriores:

"Yo llegué acá el 18 de febrero de 1976, y un mes antes me dicen que hay que irse. Eso significaba la movilización de toda la familia, porque eran tres niños en escalerita, mi madre, y el padre de los chicos, que también hacía tareas, pero las hacíamos como se debían hacer, compartimentadas (...) uno no estaba preparado para la clandestinidad, ni estaba preparado para el trabajo que ya estaba haciendo la Triple A acá (...)." Una regla de oro era no irte a las pensiones de alrededor de las estaciones, como por ejemplo la de Once, y tal cual fue lo que hicimos (...)."14

Ese universo fue mutando con el correr de los años como también de los ciclos de los regímenes en ambos "márgenes del Plata". Lo dicho se sostiene en el desplazamiento temporal manifiesto en que la dictadura argentina comenzó en 1976 y concluyó en 1983, en tanto que la uruguaya transcurrió entre 1973 y 1985. Por cierto, una fecha que registra acontecimientos formales trae consigo los procesos previos para la consumación y efectos posteriores de reacomodación. Así lo recuerda el próximo fragmento testimonial en donde se ubica el proceso de "desandar el camino" de comunistas uruguayos, afincados más lejos para llegar a países fronterizos y reforzar la estructura partidaria, en especial en Buenos Aires.15 Ciertamente, la capital argentina era también la principal conexión entre Montevideo y Moscú, donde radicaba el secretario general del PCU, Rodney Arismendi, como con otros puntos decisivos del exilio, de residencia de conductores partidarios en la cercaanía regional, en especial Cuba y de anclaje de experiencias "internacionalistas" como lo fueron Angola y Nicaragua. Experiencias de las que participaron uruguayos del exilio.16

Ahora bien, la localización clandestina en Buenos Aires resultó, como se ha mencionado, fuente de alimentación, de información y de reclutamiento financiero tanto para el sostenimiento del aparato partidario como de las familias con presos o exiliados, y especialmente de cuidado en el tránsito de militantes clandestinos en el Uruguay que requerían salir y regresar:

"(...) compañeros de diferentes orígenes estábamos allí (...) preparar el transporte de personas entre Bs.As. y Montevideo, preparar el viaje de compañeros que salían clandestinamente del Uruguay y volver (...) había que sacar a Altesor17 para operarlo del corazón (...) Lo sacamos. Salió con una lancha. (...) una lancha chiquita que alquilamos, de esas, como la del Tigre de pasajeros, pero más chica."18

Si aún se debe el cómo definir, conceptualizar, en tanto exiliados a quienes formaron parte de esa militancia en un país que transitó por un proceso que concluyó en un hecho ruptural y persecutorio como el golpe de Estado, desde la democracia "restringida" hasta la represión con ejecutados y desaparecidos dentro del marco institucional, hasta desembocar en la dictadura, es posible afirmar lo que sigue. Los comunistas que integraron esa organización en Buenos Aires, vivieron necesariamente una experiencia de aprendizaje de normas, prácticas comunicativas, estilos de convivencia, modos de sobrellevar la distancia, la soledad, la clandestinidad que poco tenían que ver con la vida democrática uruguaya, culturalmente como biográficamente referenciada". Se trató de dos procesos internos y conductuales casi simultáneos, desaprender lógicas y deshacerse de afectos, reaprender otras y establecer sentimientos sostenidos básicamente en la lealtad.

De ahí que la herencia de dramas individuales y colectivos, causada por la magnitud e intensidad de lo vivido durante el proceso autoritario y dictatorial, así como por el trauma generado -en ocasiones escondidos en el silencio- hacen que falte mucho por conocer. Ello desemboca a la vez en situaciones como la de encontrarse hablando y escuchándose con lo que sucedió, con una circunstancia que evidencia lo hecho, pero de lo que poco se dice, que hace una huella que funciona a la vez como oportunidad de descubrimiento,19 como marca, como camino para otros relatos. Al mismo tiempo genera un campo de interpelaciones y de construcción de representaciones a partir de datos descriptivos o explicativos que juegan con tiempos históricos y emocionales alógicos, diversos y simultáneos que requieren de mediaciones introspectivas y externas y que llevan a suponer que:

"Somos de una generación (...) un determinado grupo, determinada gente que estamos como repensando o revaluando ese periodo y yo creo que pensar acerca de Buenos Aires, ese periodo que vivimos (...) es como una excusa o metáfora de lo que estamos haciendo ahora. Nos sirve. Es la excusa para pensar sobre lo que nos sucede ahora"20

Cuando alguien cuenta experiencias extremas hace que otros participen de ellas, se incluya,21 operando simultáneamente como denunciante y como socializador. Se trata de expandir huellas ocultas de la micro historia reciente reforzadas por lo desconocido, lo no dicho, lo no contado, lo no hablado, tanto en lo individual como en lo colectivo, ya cuando aconteció, ya cuando se relata la vivencia.22 Esta perspectiva es fundamental por el reto que representa, desde la historia reciente, desde la información y desde el sentimiento al conocimiento de un período cercano vitalmente, sus hechos, procesos, protagonistas, para construir analíticamente un relato, para encontrarle un sentido a la experiencia de los participantes o las víctimas,23 remodelando el pasado en sus propios términos. Hay un propósito de traducción entre hablar, escuchar y procesar, un trabajo de extrañamiento en la tarea de mantener socialmente presente el recuerdo, no sólo en la mente, sobre todo en los afectos, mediante la memoria que se mantiene viva, creando otras memorias,24 las de los escuchas que luego serán también transmisores.

Aquellas etapas marcadas por las diferentes violaciones de derechos humanos dificultan el quehacer del historiador cuando se propone interactuar con el actor, el protagonista, y volver sobre hechos traumáticos, solo salvables cuando entre entrevistador y entrevistado se establecen fuertes pactos de confianza y contratos claros respecto a qué se hará con la información. Más aún, cuando el propósito es conocer la vida clandestina de un colectivo y de sus integrantes en sentido de acción y subjetivo, al tiempo que entender que esa vida transcurrió en un "estado" incierto de exilio.

Particularmente, reponer la experiencia clandestina como semi legal requiere de cuidados especiales y de estrategias combinadas para rescatar la información. ¿Por qué? Porque la clandestinidad impone la compartimentación y eso hace que quien integra una estructura con esas características solo conoce fragmentos, nunca el conjunto. Se carece de vasos comunicantes, se dificulta llegar a conocer la organización misma. A ello se suman las conductas conspirativas que obligan a secretos, a veces con una base de cultura política partidaria celosa de la discreción fuera del ámbito militante asignado. Esas situaciones vitales, se trasladan a las discursivas, entonces, relatar exige elaborarlas y superarlas.

Vale la pena reparar también, como dice Millán, que "Es una constatación: los comunistas no habían contado -con sus tripas, su humanidad, despojados de orejeras y anteojeras de comisario político- hasta ahora". El silencio ha desembocado en anonimatos múltiples de las manos y cerebros que realizaron un sin fin de tareas de resistencia.25 En clave de reconstruir estas formas de la militancia comunista en sus distintas facetas para abonar al conocimiento de aquella etapa,26 se debe ubicar a los testigos clave, no solo vencer sus olvidos -"obligados"- que muchas veces son anticipados por el entrevistado como posibilidad. Al mismo tiempo es necesario procurar reducir lo "reservado" del trabajo clandestino, trasladarlo a la legalidad del intercambio en una entrevista para amortiguar los efectos de aquellas circunstancias. Ese traslado, sostenido en el marco de la construcción de confianza, permite atemperar la dificultad generada por quien narra, que intenta cuidar la información obturada -por la experiencia de los códigos clandestinos- o que la desdibuje completamente. Se debe considerar el impacto que produce en quien habla escucharse relatando algo que suponía, por lo menos en otro momento, que no debía dar a conocer. Las dificultades también aparecen por las distorsiones del paso del tiempo, por su resignificación desde el presente en que se recuerda, por las posiciones desde las que se relata, desde la épica del triunfador hasta la nostalgia de quien perdió.

No obstante el desafío, los testimonios son una fuente esencial para el universo investigativo de la historia reciente. Su interpretación abre a contenidos disímiles sobre el significado de las acciones pasadas y a verdaderas arquitecturas de completamiento de datos. La fuente testimonial, oral o escrita, revela el mundo subjetivo -aunque el relato parezca de circunstancias objetivas- sobre aspectos de la vida clandestina en su faz política, familiar y de las convicciones para asumir una cotidianidad de enorme riesgo personal, de las emociones y los prejuicios, a la vez que se transforma en una oportunidad "sanadora", como se produce en quien relata que: "Escribir en el 2001, la verdad, para mí fue una cosa reparadora. Fue tremendo. Lloraba y lloraba y lloraba. Como había pasado de todo fue muy importante, fue la posibilidad que me dieron las mujeres ahí, muy importante."27

Sobre esto último vale señalar que lo mismo sucede con otras de las tantas experiencias dramáticas por las que han pasado mujeres y hombres bajo circunstancias de terrorismo de Estado. Un ejemplo es el de quienes han estado secuestrados, torturados y finalmente reconocidos como detenidos o quienes han vivido la experiencia de restitución de identidad. Esas situaciones transcienden las cuestiones de género y de edad, aun cuando tienen particularidades muy claras y dolientes en el tipo de violaciones de derechos humanos según fueron padecidas por mujeres o por hombres, por jóvenes o viejos. En todo caso las huellas traumáticas conforman un todo desgarrador que punza día a día y vuelven a doler a pesar del efecto reparatorio que tiene narrarlas. Por eso las palabras antes silenciadas al hacerse púbicas y ser dichas a "corazón abierto" expresan coraje al tiempo que son "una de las formas más radicales de comprometerse con el prójimo, con su tiempo y con su circunstancia" como lo manifiesta Gerardo Caetano en el libro Las palabras guardadas.

De esta forma está presente ese tránsito entre ¿cómo decir lo no dicho? ¿qué de lo no dicho decir? hasta dar el paso dudoso que desemboca en compartir lo silenciado, exponer a "otras y otros" el pasado vivido que, retomando a Caetano, "es una de las mejores formas de invitar al porvenir". Alusión referida a una forma de testimoniar, en narraciones escritas y compendiadas por demandantes de la Operación Morgan,28 militantes comunistas detenidos y violentados en sus derechos humanos o sus descendientes. Por eso, dar testimonio quizá es una forma de sanar y de compromiso a la vez.

Contar para consolidar

El texto oral, mientras fluye, es una "marca" y se hace marca. Marca un punto de inflexión en la memoria, en el discurso, en la vida, en el análisis del pasado, en la prospectiva entre presente y futuro, como aparece en la pregunta: "¿Qué caray qué fueron esos seis años o cinco años en Buenos Aires, ¿cómo fueron? Sí tengo una idea muy (...) a vuelo de pájaro (...). Algunos recuerdos, a esta altura, no sé si son recuerdos o son lo que me dijeron que fueron."29

A partir de esa marca, se construyen y reconstruyen historias que resignifican -incluyendo y excluyendo- presencias y ausencias, datos descriptivos o explicativos, valores y actitudes. Y esa marca del texto oral está en quién responde a preguntas como también en quién las formula y escucha respuestas. Provocar el encuentro con lo que sucedió desde una circunstancia que pone en evidencia eso de lo que poco se habla, eso que es poco pensado, que es pensado como poco posible, hace huella. En términos didácticos, la narrativa oral hace aprendizaje y genera un campo de interpelaciones y de sorpresas, no solo desde su abordaje, sino también en relación con las reflexiones a las que invita y con las representaciones que crea:

"Eso que tú me preguntaste hoy de la vida cotidiana, era, sí, mucho más dramática (...) Yo mismo tengo un episodio conLastreto y es que nos secuestran en plena Rivadavia en Bs.As. y hasta el día de hoy no sabemos por qué. E incluso nos llevan para fusilar, porque, en realidad, nos (...) ¡suponemos!, porque nos encapucharon, nos metieron adentro de un vehículo y todo y nos llevaron y por el tiempo en que viajamos y todo, yo siempre pensé que estaba en (...) fuera de Bs.As., ¿no?, incluso por los ruidos y todo. E incluso, sentíamos por los teléfonos que (...) en realidad eran intercomunicadores que ellos tenían que en determinado momento uno le decía al otro: "Deshácete de éstos, liquídalos y chau". Nunca supimos exactamente si tenía que ver con lo que nosotros hacíamos o con cosas que eran de Argentina."30

Así, la memoria individual se asume como referente social. Por efecto de la transmisión, construye parte del acervo cultural e histórico de una comunidad, mediante representaciones y recuerdos propios y heredados que estimulan la interacción entre el presente y el pasado. Y esto era en parte el día a día de esa vida clandestina o semi legal en un espacio exiliar, era un vivir el riesgo -no siempre consciente- a partir del convencimiento de un compromiso ideológico, político y ético que trascendía lo personal y familiar. Ese riesgo que abarcaba a la pareja, al grupo familiar, a los amigos, a los vecinos y que en muchos casos se manifestó en negativa o imposibilidad de nombrar, localizar, relacionar. En otros, permitió reelaborar y revisar acciones y situaciones, como cuando se afirma:

"Yo generalmente no tengo problema [en identificarme, pero esto me parece poquito], Lo único que tengo miedo es que la gente que estuvo realmente haciendo cosas [diga, piense] ‘ésta cruzó una vez el charco y ya aparece en un libro."31

Volver al texto -oral o escrito-, re escucharlo o releerlo es ingresar a un campo de variaciones sorprendentes32 en relación con la producción de contenidos, y con los tiempos del acontecimiento y los del relato. Y fue este ejercicio nos advirtió de un relato muy masculino y excluyente de la militancia clandestina. Aparecen en el fluir del recuerdo imágenes que lo ilustran. Ante el comentario de que se habla en masculino todo el tiempo -los compañeros, los camaradas [sic]- se le pregunta a un entrevistado si había mujeres y responde:

"(...) pero eran menos, por suerte eran menos ‘y por qué por suerte se le dice’: Porque las mujeres estaban más expuestas por la represión, me refiero. Era una cuestión de relatos que nosotros teníamos, de algunas que habían podido salir, o que la habían soltado)."33

Es decir, no hay una respuesta convincente, quizá puede extraerse la idea de fragilidad femenina o de formas de machismo encubiertas. Sin embargo, no pareciera que el rol desempeñado, al menos por algunas mujeres, pudiera valorarse por la debilidad y su paralización emocional y práctica frente a los retos presentados por la vida en un entorno de clandestinidad.

Un ejemplo de ese rol antes del tránsito a Buenos Aires y durante la residencia allí, convertida en una "trampa" por la extensión de la represión, y después, cuando por decisiones partidarias se alejaban del territorio argentino, está en testimonios como el siguiente:

"Durante la dictadura estuve militando, no en la clandestinidad, es decir, yo trabajaba y vivía acá [Montevideo] pero hacía la tarea clandestina del Partido (...) en enero del 76 me tuve que ir (...). Pudieron avisarle a mi marido que me habían ido a buscar (...) fui a hablar con la dirección del Partido, me dijo: ‘¡Ya! salís para Buenos Aires.’ (...) y allí empecé a vincularme, los primeros tiempos traté de no tener contacto con ningún compañero porque no tenía la seguridad si me habían seguido (...) porque tenía miedo  [de] perjudicar a compañeros que ya estaban allá (...) Cuando me vinculé a los compañeros (...) la idea era de que permaneciéramos en Buenos Aires (...) En marzo se da el golpe en la Argentina, el Partido decidió que teníamos que irnos, que no nos podíamos quedar."34

La idea sobre la presencia de mujeres y el convencimiento de su fortaleza, ha promovido otra relectura de las entrevistas y cuidadosamente extraer de los textos nueva información para revisar y captar un tornasol de protagonismos y acciones épicas, como el siguiente: "Estaban interrogando, en las terribles condiciones del interrogatorio, a mi amigo, director de escuela, como yo en aquel momento, Hugo Rodríguez, y le preguntaban por mí (...) y cuando él pudo comunicarse con la familia, me mandó decir que me fuera con lo puesto".35

En la entrevista a uno de los principales dirigentes de la estructura clandestina, enriquecida con la presencia de su esposa, emergió una evocación que la retroalimentó y plasmó el papel de la mujer, al mismo tiempo que sorprendió al develar un testimonio en segundo plano, no previsto, enriquecedor, que destaca, potencia, voces mucho más silenciadas. Ella escuchó casi toda la entrevista sin intervenir, hasta que se sintió convocada -no por su marido- a intervenir y asumir que:

"Hubieron cosas muy difíciles, muy difíciles, la noticia permanente de los compañeros y Geza grabando todo y sacando todo para mandar para un lado y para el otro (...) las noches, con cosas tremendas (...) realmente, había noticias de compañeros presos, era horrible, compañeros, amigos nuestros que caían, que los mataban (...) Esa parte fue tremenda (...)  por otra parte, la vida que nosotros estábamos obligados también a hacer era la de un matrimonio común y corriente, con una niña, argentinos, vinculándonos con la gente para no parecer bichos raros."36

Fue entonces cuando el protagonista la incluyó en su relato: "Teníamos un equipo con Raquel (...) uno recibía la persona, lo llevaba por un cierto recorrido, teníamos gente que controlaba los distintos puntos para ver si había ‘cola’37?, y recién después se venía a entrevistar conmigo".38

De la misma entrevista surgen otras narraciones que reconstruyen de manera fragmentaria el papel de mujeres y hombres comunistas que, aún haciendo vida legal, desarrollaban trabajo clandestino permanente. En estos fragmentos testimoniales se aprecia el involucramiento como el código de la secrecía que todo trabajo clandestino, que marca a sus protagonistas, aún habiendo pasado casi 40 años. Las dudas acerca de contar persisten y se explicitan en diálogos como el que se enuncia: 

"Vos sabés que nunca hablamos de esa parte de los documentos. Martín conseguía cédulas [de identidad]. (GS) Bueno, capaz que no hay que explicarlo tanto eso (...). (RR) Es que (...) tomábamos la fotografía, ampliábamos todo, yo lo que hacía era: ampliaba la fotografía que me mandaban (...) ampliaba la cédula para poder recortarle los numeritos, se los pegaba arriba, le sacaba una segunda fotografía, lo llevaba al tamaño (...) y lo colocaba en el lugar y Martín se encargaba de volver a plastificarlo y quedaba una cédula con la foto."39

Es probable, porque la memoria es selectiva, a lo que se suman las características del objeto de estudio -clandestinidad, obligada compartimentación y secrecía en una atmósfera de tierra extraña, como lo es la del exilio- que no todo fuera una rememoración marcada por la masculinidad como poder de "dominación" de lo fuerte y consistente del hombre frente a lo frágil y menos determinativo de las mujeres. Pero la realidad es que pareciera haber habido menos mujeres en los aparatos de conducción y, al día de hoy y en el estado en el que se encuentra la etapa de recolección testimonial de la investigación, las voces femeninas siguen siendo pocas y las masculinas lo destacan en alocuciones como:

"Vos sabés que en el aparato mío [no había mujeres] Éramos dos, bah, ¡éramos dos! El aparato del otro lado [de Buenos Aires] éramos dos, fuimos dos toda la vida: Milton y yo, ¿ta? (...) no necesitábamos más, porque entre uno y otro hacíamos las cosas (...) Después sí, yo conocí mujeres en la parte del aparato abierto, había una compañera de (...) Juan Lacaze, Ana (...) que yo me acuerde, así, de compañeras estaba Ana, estabas vos (...) No había muchas mujeres, digamos, que yo me acuerde."40

Resulta significativo que, en este parlamento, que marca restricciones diversas, al hacer mención a participantes, de cuatro que menciona, dos son mujeres, aún cuando destaca la vinculación -sujeción- de una de ellas a un varón.

Contar para materializar el registro

Recuperar testimonios de militantes clandestinos es rencontrarse con la novedad, con las incertidumbres, con los desgarramientos, con los desafíos, con los debates por las derrotas o los logros, los riesgos como los de quienes:

"Falsificaban documentos, tenían lugar donde ocultar gente. Algunos de ellos habían estado en operaciones de transportar gente a Montevideo y transportar propaganda o plata, conectarse con correos que venían de otros países, que traían a su vez ayuda económica para Uruguay digamos (...) aparatos muy pequeños del Partido que se manejaban con mucha discreción: tenían rápidamente que lograr comunicación con una colonia de uruguayos muy grande que salía de la conspiración (...) trabajábamos con imprentas, editando periódicos (...) pero al mismo tiempo teníamos que mantener una zona muy conspirativa porque había cosas de estas que se conectaban con el Uruguay y con compañeros que todavía estaban en la clandestinidad del Uruguay."41

Los testimonios tanto asignan heroicidad a hechos comunes como "devalúan" situaciones extremas, seguramente para hacerlas más soportables al recuerdo y al relato. También traen nombres y actuaciones que el paso del tiempo y la escritura "oficial" de una historia no oficial han dejado de lado. En otras oportunidades señalan excesos de sensibilidad, de solidaridad, de apoyos que se inician en acciones pensadas como menores, pero que van subiendo el voltaje a medida que se complejizan los contextos, como en el caso de autopreguntarse:

"¿Por qué me fui, y a dónde me fui? Empecé a militar como dirigente sindical de los maestros y tuve una actividad fuerte y en el momento de la dictadura. Era presidenta en ejercicio de la Federación Uruguaya del Magisterio. Y eso era motivo suficiente para la persecución, porque estábamos siempre peleando y preguntando por maestros desaparecidos, como Elena Quinteros,42 por camaradas presos, desaparecidos (...)."43

La memoria individual, hay que reiterarlo, estimula la interacción entre el presente y el pasado, apela a otros protagonistas, incluye otros temas vinculados, alude a circunstancias conexas como cuando una mujer, doblemente exiliada, tanto por sus propios traslados físicos, que fueron varios, como por su condición de acompañante relata que: "En el 75, la dictadura militar expulsa a mi marido que era un exiliado paraguayo en lucha (...) contra la dictadura de Stroessner. Desde el 45, de la revolución del 45, hasta el 85, que lo expulsaron de acá [Uruguay], estuvo exiliado cuarenta y tres años en total hasta que pudimos volver (...)."44

Al contar, el narrador-testimoniante se reposiciona, reubica a sus otros, reconstruye escenas con girones de memoria. La particularidad de los casos que aquí se presentan es el atravesamiento del dolor que produce el trauma para el que la recreación, matizada con nuevas ocurrencias y categorías, hace que la reconsideración del pasado sea más tolerable y que, posiblemente, se haga comprensible en un contexto diferente al que lo generó. Se trata de procesos mentales de "traducción" que permiten volver sin volver a sentir la profundidad de la laceración, como se aprecia en el siguiente relato:

"En el 73 estaba estudiando arquitectura (...) y salí a colgar un cartel en el aniversario de la muerte de Líber Arce.45 Muy inocentemente, salimos varios compañeros al cubo sur de la facultad, salimos por una ventanita del taller (...) y apareció una chanchita46 (...) se bajaron y vinieron a detener la colocación del cartel (risa). Yo no me di cuenta, el resto salió corriendo para atrás (...) y me agarraron y ahí comenzó el periplo (...) dos o tres meses, no me acuerdo exactamente en el cilindro municipal (...) A los pocos días me trasladaron a cárcel central y usaron la excusa de que era ciudadano argentino (...) me obligaron a firmar una declaración absolutamente absurda, que apareció publicada en el diario El País (...) en la publicación dicen que soy un terrorista internacional venido al Uruguay para producir desastres (...)  y que, por esa razón (...) me expulsaban del país [y ahí comenzó el periplo]." 47  

En el caso de las testimoniantes aparecen distintos rasgos que en general transitan o se balancean entre el demérito a su papel en situaciones tan complejas y riesgosas en lo personal como en lo familiar lo mismo que en la reivindicación, desde el presente en que se rememora, del rol de militante clandestina. En medio de ese discurso, advertido como masculino y un clima de marginalidad no ajeno a otras circunstancias de la vida exiliar, aunque sin duda más acentuadas por la compartimentación y la secrecía propia de las circunstancias, se relata que: "(...) cómo me enteré que mi marido estaba preso. Yo iba (...) a la calle Florida a comprar el diario (...) miro la primera página y dice, un título grande (...): ‘Periodista traidor. Su esposa, prófuga’ (...) de ese título no me olvido."48

Se debe entender que lo contado/narrado son historias situadas en un espacio diferente al conocido, aquel hostil no solo para la militancia, sino también para la vida cotidiana y parecería que más aún para las mujeres, materializado en narraciones así expresadas:

"La actividad militante de Buenos Aires fue: llegamos (...) nosotros teníamos los informes de Arismendi y los recibíamos en aquellos casetitos, donde nos decían que esto iba a ser un baño de sangre, que había muchos compañeros comprometidos que había que sacarlos (...) que se tienen que ir ya. Hubo dos salidas de las Naciones Unidas. Después de eso nosotros ya recibimos un informe donde justamente se nos pedía que todos los compañeros por favor quedaran acá, porque iban a ser necesarios (...) estábamos en el 76 caliente (...) del 76 al 78 medio que todos anduvimos haciendo eso (...) La tarea en [nuestra casa de] San Antonio de Padua era tener a los compañeros que iban saliendo (...)".49

Contar para valorar

Todo relato del pasado implica, necesariamente, una selección en la que se articulan olvidos y adaptaciones, los que otorgan sentidos diversos a los acontecimientos respecto de las condiciones en las que se generaron. Amalgama "olvidos" con desplazamientos -a veces voluntarios y estratégicos, a veces involuntarios, pero siempre selectivos- sobre huellas significativas.

El quehacer clandestino, finalmente, se convierte en una paradoja en la que se tensiona la soledad y la colectividad, se aleja la idea de exilio, aunque no los sentimientos que se cargan, las particularidades de las acciones y las condiciones para su desarrollo, las percepciones de género y lo cotidiano, refrendado en relatos como el que sigue:

"Nosotros no existimos, no somos, no estuvimos, no incidimos en el proceso (...) En la cotidiana trabajaban, te digo, esta compañera Juanita (...) Mirá que Juanita, había que moverse en esa época acá haciendo las reuniones clandestinas (...) no era fácil."50  

Las formas de narrar experiencias vitales reflejan formas de suponer y de estar en la historia que se relata y a su vez, "moldean" al relator. Son generalmente un mientras tanto, una invitación a seguir pensando y haciendo, porque testimoniar es una forma privilegiada de hacer, de legitimar personas, acciones y cronologías que no necesariamente concuerdan con lo acontecido, pero que fortalecen la constitución de una identidad individual y colectiva, históricamente situada, aún bajo la apariencia de la duda permanente.

Tanto en los testimoniantes como en los relatos se naturalizan excesos o se minimizan riesgos. En cualquier caso, hay respeto por el anonimato, la complicidad, los liderazgos, las voces de las figuras respetadas, el cuidado de los vasos comunicantes, de la estructura, de las acciones supuestamente desconectadas, de las exigencias y las dificultades de las conexiones conspirativas como en el caso de un:

"Contacto con la dirección del Partido, era este compañero Dardo y él me bajaba información de la línea del Partido. Hacíamos trabajo de conseguir ropa, comida, porque en esa época había muchos de la dirección y gente de inteligencia del Partido que cruzaba la frontera y que después había que sacarlo para el exterior (...) Ahí aprendí lo que era la militancia, la disciplina que había que tener en la militancia clandestina"51

Un caleidoscopio encierra historias cruzadas, silenciadas, de militancia ininterrumpida, con hombres y mujeres no siempre reconocidos, no incluidos o marginales en las narrativas sobre exilios, pero todas decisivas para poner fin a la dictadura y poder contarlas hasta con alegría, "lo hablo con mis hijas, con mis amigos, vienen mis amigos, vienen militantes siempre a charlar conmigo."52

Notas

1. Trabajo recibido el 05/10/2017. Aceptado el 02/12/2017.
2. Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación. Especialista en Evaluación. Doctora en Ciencias Sociales. Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Contacto: adiamant@me.gov.ar
3. Doctora en Estudios Latinoamericanos. Docente del Instituto Mora (México). Contacto: sdutrenit@mora.edu.mx
4. Las autoras agradecen la generosidad de los testimoniantes Alberto Grille, Alberto Lastreto, Cristina Zitarrosa, Chichita Rojas, Esteban Valenti, Geza Stari, Juana Canosa, José Cippolini, Nilda Iglesias, Raquel Romano y Roberto Pereira. Las entrevistas con cuestionario semi abierto fueron realizadas entre 2015 y 2017 en Buenos Aires, Carmelo y Montevideo por Ana Diamant, Silvia Dutrénit y Laura Bermudez, contando con el apoyo de Camila Diamant y Clarisa Caamaño.
5. Holroyd, (2011): 16.
6. Entrevista a Alberto Grille.
7. Entrevista a Juana Canosa.
8. En los últimos años se han editado libros sobre el PCU que abordan diversas temáticas desde la historia política, social como cultural y algunos más recientes que reconstruyen parcelas de la resistencia partidaria durante la dictadura y los debates suscitados durante la democratización. A manera de ejemplo, se mencionan: Toledo Casanova, (2008); Silva, (2009); Leibner, (2011); Garcé et al., (2012); Autores Anónimos, (2012); Martínez, Ciganda y Olivari, (2012) y Millán, (2014).
9. Militante de la Unión de Juventudes Comunistas de Uruguay (UJC) asesinado por la Triple A en las instalaciones porteñas del Movimiento Argentino Antiimperialista de Solidaridad Latinoamericana (MAASLA), en diciembre de 1974. Entrevista a Geza Stari.
10. Estas características del sistema político no dejan de ser llamativas en una historia regional que abunda en las rupturas institucionales, en la pre¬sencia de otras mediaciones entre sociedad y Estado y en la constante configuración y desaparición de los partidos políticos. Un análisis pormenorizado de la centralidad partidaria basada en la hipótesis de la partidocracia fue realizado por Caetano, Pérez y Rilla, (1988): 36-61.
11. Entrevista a Roberto Pereyra.
12. En un artículo de J. Patrice McScherry se delinean y establecen las circunstancias de esta coordinación de inteligencia. Véase McScherry (2010): 3-14 También en la novela "histórica" de Fernando Butazzoni se puede encontrar una reconstrucción documentada de aquellos comienzos del Cóndor. Véase Butazzoni, (2014).
13. Entrevista a Juana Canosa.
14. Entrevista a Cristina Zitarrosa.
15. "Después como yo tenía una invitación a ir a Río de Janeiro por una Conferencia Democrática, la asunción de Brizola como Gobernador de Río de Janeiro, fui a Río y de Río ya directamente fui a Foz de Iguazú y por Foz de Iguazú entré en la Argentina, pero todo ese último periodo lo hice todo con documento falso." Entrevista a Alberto Grille.
16. "El planteo fue primero ir para Cuba, pero después nos plantearon la posibilidad de ir a Angola. Entonces cuando me plantean Cuba y Angola yo dije ´Ay, Angola -digo- tan lejos´, porque en Cuba parecería que el vínculo con la familia [podría ser más cercano] pero ya Angola en África era aislarse de todo, del Uruguay, de la familia, de todo. Dudé un poco al principio, pero dudé muy poquito. En seguida dije que sí (...) había empezado un proceso, digamos, revolucionario (...) fue una experiencia magnífica (...) lo agradezco hasta el día de hoy." (NI) Para conocer algunas facetas de las experiencias exiliares y de los compromisos internacionalistas con fuerte anclaje en Cuba, puede consultarse  Dutrénit, (2007) y  la entrevista a Fernando Rama (internacionalista del exilio) en Yaffé, (2006): 75-88.
17. Alberto Altesor era miembro del Comité Ejecutivo del PCU. Fue operado en Buenos Aires y regresó a Uruguay. Fue detenido y estuvo preso durante casi toda la dictadura. Un relato de su traslado se puede consultar en: Valenti. http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?7722,7
18. Entrevista a Esteban Valenti.
19. Friedlander, (2007).
20. "Porque pasamos por todo eso, hicimos todo aquello. No voy a decir "valió la pena" porque esa no es la pregunta, pero ¿qué sacamos, a dónde llegamos? (...) de alguna manera tenemos que hacer un balance de algún tipo y una introspección (...) repensarlo de nuevo (...) Hablarlo ahora, si no me apretás a que me acuerde de cosas puntuales (...) no me voy a acordar, pero sí estoy seguro de lo que estoy pensando y cómo lo reveo; me apretás el botón y allá voy corriendo porque sale." Entrevista a Alberto Lastreto.
21. Levi, (2003).
22. "Tengo que ir a Bs.As. Habrá sido en noviembre-diciembre del ’83 (...) Pero entonces bueno ‘¿a qué vas?’ Nada. Viste que no se pregunta nada, ni a qué vas, ni a dónde vas: nada. Entonces vamos a un hotel que me acuerdo que era el Savoy (...) Y ahí cuando me quedo sola, que él se va (...) No creo que él tuviera militancia. Serían esas cosas (...) que se hacían colaboraciones (...) digo: ¡ah! ¿Y si no vuelve? ¿qué hago? Porque creo que no tenía ni los pasajes para volver (...) Volvió a las horas y traía lo que pienso que sería un informe (...) que teníamos que entrarlo, entonces (...) lo envolvimos en papel metalizado y lo trajimos. Teníamos que traer uno cada uno y teníamos la convicción de que si pasaba algo nos lo íbamos a tragar y si nos hubiéramos tragado creo que hacíamos una hemorragia gástrica (...) no nos tenía ni que agarrar la policía porque moríamos ahí desangrados (...) Ese fue mi contacto de saber que Bs.As. evidentemente tenía mucha gente funcionando y bueno, el pasar esa información, que supongo que sería un informe, nunca lo leí ni lo vi." Entrevista a Juana Canosa.
23. Friedlander, (2007).
24. Habermas, (1996).
25. Millán, (2014): 7.
26. Distintos libros como los de Millán y Autores Anónimos y otros recientes como Las palabras guardadas, (2017) y los de Barboza, (2016) y (2017), atestiguan las múltiples tareas de resistencia y los silencios que apenas comienzan a romperse.
27. La referencia es al Taller de Género y Memoria ex Presas Políticas, espacio en el que varias mujeres lograron procesar sus dolorosas experiencias a partir de relatar lo vivido. Algunos textos, no solo de ex presas, fueron seleccionados y compilados por la Editorial Senda en 2003. Entrevista a Juana Canosa.
28. Operación Morgan fue la que, a partir de 1975, se emprendió contra el PCU y la UJC. En esta operación participaron servicios de todas las fuerzas represivas. Su principal escenario de acción estuvo dentro de los límites territoriales uruguayos, sin embargo, alcanzó territorio argentino.
29. Entrevista a Alberto Lastreto.
30. Entrevista a Roberto Pereira.
31. Entrevista a Juana Canosa.
32. Arfuch, (2002).
33. Entrevista a José Cippolini.
34. Entrevista a Nilda Iglesias.
35. Entrevista a Chichita Rojas.
36. Entrevista a Raquel Romano.
37. La expresión  "traer cola" aludía a la posibilidad de haber sido seguido por integrantes de alguna fuerza represiva.
38. Y ella sumó su perspectiva: "Una vez [fue a Buenos Aires] Pedro Toledo y yo lo fui a esperar (...) yo tomaba todas las precauciones antes de encontrarme, ¿no? Pero además yo lo fui a esperar y empezamos a recorrer, y acá, y allá, bajar, subir, y dice: ‘Pero, ¿a dónde me llevás vos?’, me decía, porque no entendía nada, de qué se trataba, pobre Pedro, dice: ‘¿A dónde me llevás’, dónde está el Geza?" Entrevista a Geza Stari y Raquel Romano.
39. Entrevista a Geza Stari.
40. Entrevista a Esteban Valenti.
41. "(...) pasábamos folletos, libros, propaganda en autos camuflados, de manera de poder pasar esto en resortes de los asientos o en los forros de la puerta (...) viajábamos en lanchones con pintura, propaganda, spray, libros, en lanchones que en realidad eran lanchones que usaban los contrabandistas para contrabandear ropa y nosotros los contratábamos para eso." Entrevista a Alberto Grille.
42. Detenida en junio de 1976, "acordó" entregar a un contacto y se hizo conducir a las cercanías de la Embajada de Venezuela. Al llegar intentó fugarse, logró ingresar a los jardines de la Embajada y gritó pidiendo asilo. Los diplomáticos procuraron protegerla, pero los custodios, que la habían trasladado, forcejearon hasta arrastrasla a un automovil. No se conoce su destino.
43. Entrevista a Chichita Rojas.
44. Entrevista a Chichita Rojas.
45. Primer mártir estudiantil asesinado el 14 de agosto de 1968.
46. Se llamaba así a un vehículo que usaban los grupos represivos.
47. Entrevista a Alberto Lastreto.
48. Entrevista a Nilda Iglesias.
49. Entrevista a Cristina Zitarrosa.
50. "Es que el machismo, vos te das cuenta, yo creo que nosotros nunca nos pusimos a pensar. Las mujeres, y las mujeres militantes, y las mujeres marxistas, que se supone que miramos un poquito más, yo creo que nunca nos pusimos a pensar el papel real que nosotros tenemos en esta sociedad (...) Y en la militancia también. Son pocos los compañeros, te diría que hasta quizás hasta algún compañero obrero, quizás, que tratara a las compañeras con otra óptica, pero sino, no." Entrevista a Cristina Zitarrosa.
51. "(...) horario estricto, estricto, estricto, que a las 8 había que estar en una confitería, los códigos cuando hablábamos por teléfono (...) Nos reuníamos y me decían: ‘José, de aquí en adelante vamos a usar el código 21’. Eso quería decir que si te pasaban una fecha y una hora (...) había que correrla (...) si te decían un miércoles, iba a ser un viernes; y si la hora era la 20, había que restarle el 1." Entrevista a José Cippolini.
52. Entrevista a José Cippolini.

Bibliografía

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