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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.42 Córdoba jun. 2019

 

BIBLIOGRÁFICAS

Cárdenas Ayala, E. (2018). Roma: el descubrimiento de América. México, México: El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 196 pp.

Jimena Tcherbbis Testa1

El libro que nos ofrece la historiadora Cárdenas Ayala constituye un ensayo interpretativo en perspectiva transatlántica acerca de la relación entre Roma y América a lo largo del siglo XIX, un siglo de profundas transformaciones políticas y religiosas signadas por el impulso de la revolución. En efecto, desde la irrupción de la crisis de la monarquía hispánica, tras la invasión napoleónica, las colonias americanas, que habían sido conquistadas con la bendición romana, comenzaron un camino de transformación revolucionaria que rápidamente se expresó en el compromiso por la lucha por la independencia. Independencia que quebrantaría no solo un vínculo político con la metrópoli sino también uno religioso, en la medida en que a través del “Patronato Indiano” la Corona mediaba las relaciones del “nuevo continente” con la “Ciudad Eterna”. La historiadora argumenta que, en esa encrucijada de revolución e independencia, Roma descubrió a América al tiempo que América dirigió su mirada hacia Roma, en búsqueda de reconocimiento institucional y auxilio espiritual.

Constituye, entonces, el objetivo de la obra analizar aquellas miradas cruzadas entre América y Roma y el modo en que las representaciones elaboradas por ambas partes se transformaron a lo largo del siglo XIX, desde el inicio del proceso revolucionario hispanoamericano hasta el fin del pontificado de León XIII. Se trató de una intensa transformación, pues si a comienzos del siglo América era una colonia y Roma la cabeza de los Estados Pontificios, hacia el final del período nuevas comunidades políticas habitaban el “Nuevo mundo” mientras que el Papa se encontraba jaqueado en su posición de soberano temporal. En efecto, estimamos que la dimensión más interesante que ofrece el ensayo interpretativo de Cárdenas Ayala consiste en analizar el problema de la construcción de la soberanía en el siglo XIX interrelacionando las transformaciones americanas y romanas. Pues fue en ese marco temporal en que la relación entre religión y política se redefinió, iniciándose la lenta y, por cierto, sinuosa separación y configuración de ambos campos, al tiempo que se reconfiguraron los atributos de la soberanía pontificia y de las nuevas soberanías nacionales de la América hispana. Al respecto, la autora argumenta, en sintonía con la historiografía especializada, que los Estados nacionales se construyeron al mismo tiempo en que se edificaron las iglesias nacionales.

Se trata de un libro que, como cuenta la autora, es fruto de largos años de lectura, reflexión y trabajo en archivo, especialmente en el Archivo Secreto Vaticano y el Archivo de la Sacra Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios. Resulta atractivo para el lector el hecho de que la historiadora relata su propia experiencia de investigación al tiempo que construye su interpretación del objeto de estudio. A su vez, su apuesta interpretativa constituye una invitación a poner en diálogo las historiografías nacionales con aquellas especializadas en la historia de la Iglesia católica y el catolicismo. Por cierto, se trata principalmente de un ensayo bibliográfico en la medida en que el detallado análisis documental se limita a un conjunto preciso de documentos relevantes para la construcción de la interpretación ofrecida.

La obra, que cuenta con un apartado preliminar a modo de introducción y un epílogo con reflexiones finales, se encuentra estructurada en tres partes. Una primera, se dedica a analizar la disolución de los imperios, abarcando tanto la crisis de la monarquía católica como del poder temporal de los Estados Pontificios. La autora explica las características de la relación inicial entre Roma y América, una relación mediada por la metrópoli en un período en el que Roma comparte la visión eurocéntrica y colonial propia de la conquista católica.

La segunda parte está destinada a analizar lo que la autora denomina como “los caminos del descubrimiento mutuo” en el que América dirigió su mirada hacia Roma en búsqueda de reconocimiento y, a la vez, Roma, desconfiada, se acercaba con políticas sinuosas y tentativas a una América que no había logrado conocer de modo directo. Se trata de un desafío en el que Roma necesita imaginar una “nueva geopolítica” para América prescindiendo de España, aun cuando hasta la década de 1830 no reconoció a las nuevas naciones surgidas del proceso de independencia. Un aspecto que cobra aquí un significativo relieve es el problema del Patronato en la definición de los atributos de la soberanía nacional y pontificia, en la medida en que las nuevas naciones lo reclamaban como propio. Una figura que deviene central en esta segunda parte es Pío IX, el primer papa que, antes de ser elegido para la Silla Apostólica, había conocido América como integrante de la misión Muzi, la primera misión papal destinada al sur del continente (entre los años 1823-1824).

La tercera parte se centra en analizar la relación de la Iglesia católica con el fenómeno revolucionario y, también, con el concepto de revolución, prestando especial atención al modo en que aquél impactó en las relaciones de la “Ciudad Eterna” con una Hispanoamérica que transitaba la construcción de un orden laico. La territorialidad de las relaciones cobra sentido a través de un preciso análisis diplomático de los vínculos establecidos. Finalmente, el apartado concluye con un análisis de la llamada renovación católica liderada, hacia finales del siglo, por León XIII a través del impulso de la acción social. La obra concluye con un epílogo, que recoge las conclusiones finales, tras el cual se presenta un anexo que cuenta con dos cronologías para orientar al lector, lo cual denota que el texto ha sido concebido para un público más amplio que el especializado en la temática.

El ensayo interpretativo da cuenta, entonces, de un intento por poner en interrelación la construcción de las nuevas repúblicas americanas y la redefinición de la autoridad de la cabeza de la Iglesia católica en un contexto crecientemente signado por el desafío de la unificación italiana. Los ejes del análisis se centran, fundamentalmente, en el problema de la relación entre el catolicismo y la revolución, el catolicismo y el republicanismo y, finalmente, el catolicismo y la democracia; aunque resulta preciso recordar que el enfoque de análisis se centra en las altas jerarquías de la Iglesia romana antes que en las expresiones que, aun identificadas como católicas, disputaban el significado del catolicismo definido desde Roma.

En ese marco de tensión y rechazo de Roma hacia las construcciones políticas modernas, la relación con la América independiente sufrió modificaciones: de territorio colonial, a territorio de misión, mirado con recelo y desconfianza, para transformarse, finalmente, en territorio de diplomacia regional en el marco de la adjetivación de América como “latina” asociada al orbe católico. En ese sentido, la autora analiza el rol que ocupó la experiencia republicana americana, identificada como católica, en la aceptación romana de la conjunción de republicanismo y catolicismo que se evidenciaría hacia finales del siglo. Una Roma que, décadas antes, no había dudado en condenar la experiencia de la emancipación, aun cuando ésta se identificara como católica.

En ese sentido, Cárdenas Ayala argumenta que las independencias fueron revoluciones políticas y no religiosas en la medida en que las nuevas repúblicas se reivindicaban católicas esperando contar con el reconocimiento de Roma. En efecto, si bien las nuevas repúblicas adoptarían al catolicismo como religión oficial, la historiografía reciente también ha señalado el modo en que la propia concepción del catolicismo estaba en disputa en la Hispanoamérica independiente al legitimarse la posibilidad de experimentar distintas formas de imaginar el catolicismo, lejos de la intransigencia romana, abriendo paso a la tolerancia religiosa o incluso a la senda de la libertad de cultos. De allí que, como reconoce la historiadora, no fueron pocos los liberales que, reivindicándose católicos, impulsaban, a pesar de la condena romana, las reformas laicas en la región (el control de los nacimientos, matrimonios y defunciones; la educación aconfesional, entre otras).

A fines de siglo, la Silla Apostólica, tras la pérdida de sus Estados pontificios, se reconciliaría con la noción republicana (abandonando su defensa del trono y el altar), y, por tanto, con los nuevos principios de la soberanía popular e, incluso, se apropiaría, resignificándolo, del concepto de democracia que, ya hacia 1890, se adjetiva como cristiana caracterizada por la acción social impulsada por el papa León XIII. Sin embargo, Roma no se reconciliaría con el liberalismo. El recelo del papado hacia el liberalismo continuaría vigente trascendiendo, en cierto modo, hasta nuestro presente.

Estimamos que la obra de Cárdenas Ayala invita al lector a repensar el vínculo decimonónico entre Roma y América, ofreciendo una interpretación general y una agenda de investigación, como así también incita a reflexionar sobre el amplio proceso de secularización y construcción del orden laico que continúa protagonizando Occidente. En ese sentido, la relación de Roma con América y las imágenes mutuas que a ambas orillas del Atlántico han circulado no solo resultan dinámicas sino también desafiantes. Pues, si desde el proceso de emancipación, roto el vínculo con la Península, Roma redescubre América impulsándose su definición católica, a inicios del siglo XXI parece ser necesario para la Silla Apostólica reconstruir y liderar esa identidad en el continente.

Notas

1. Universidad Torcuato di Tella. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Contacto: jime-tt@hotmail.com

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