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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

On-line version ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.45 Córdoba Feb. 2021

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Historias renovadas e interrumpidas: Guillermo Beato y Waldo Ansaldi. Investigar el pasado y disputar el presente en Córdoba durante las décadas del sesenta y setenta del siglo XX1
Stories renewed and interrupted: Guillermo Beato and Waldo Ansaldi. Investigate the past and dispute the present in Córdoba during the sixties and seventies of the twentieth century

Marta Philp2

Resumen
En este texto, fundado en una concepción ampliada de historiografía, preocupada por los usos del pasado y las relaciones entre la historia, la política y la memoria, proponemos una lectura de la producción historiográfica en Córdoba a partir de la reconstrucción de algunas de las experiencias de escritura de la historia, realizadas en el marco de la Universidad Nacional de Córdoba en las décadas del sesenta y setenta, en una época signada por dos dictaduras, la de 1966 y la de 1976 y el breve y convulsionado período del tercer gobierno peronista. En un primer momento haremos referencia a la escritura de la historia en Córdoba, en las primeras décadas del siglo XX hasta el derrocamiento del peronismo en 1955 con el objetivo de presentar un mapa de la historiografía provincial. En un segundo momento, nos detendremos en dos huellas: la tesis de Licenciatura en Historia de Guillermo Beato (1963) y la tesis doctoral de Waldo Ansaldi (1991), gestada en los años setenta e interrumpida por la dictadura de 1976. Consideramos que las mismas contribuyen a la comprensión de un problema clave, constituido por los vínculos entre la producción historiográfica y los contextos político-sociales.
Palabras clave: historia; historiografía; política; memoria

Abstract:
In this text, founded on an expanded conception of historiography, concerned with the uses of the past and the relationships between history, politics and memory, we propose a reading of the historiographic production in Córdoba based on the reconstruction of some of the experiences of writing history, carried out within the framework of the National University of Córdoba in the sixties and seventies, at a time marked by two dictatorships, that of 1966 and 1976, and the brief and convulsed period of the third Peronist government. At first, we will refer to the writing of history in Córdoba, in the first decades of the 20th century until the overthrow of Peronism in 1955, with the aim of presenting a map of provincial historiography. In a second moment, we will stop at two tracks: Guillermo Beato's Bachelor's thesis in History (1963) and Waldo Ansaldi's (1991) doctoral thesis, created in the 1970s and interrupted by the 1976 dictatorship. We consider that they contribute to the understanding of a key problem, constituted by the links between historiographic production and political-social contexts.
Keywords: history; historiography; history; politics; memory

Introducción: la historiografía cordobesa en el mapa nacional

Los estudios históricos comenzaron a institucionalizarse en Córdoba en diálogo con el espacio central, Buenos Aires, y otros espacios provinciales. El Instituto de Estudios Americanistas (IEA), fundado en 1936 durante el rectorado de Sofanor Novillo Corvalán con el objeto de promover e intensificar las investigaciones de carácter histórico, se constituyó en el mito de los orígenes de la historiografía cordobesa; su primer director, Enrique Martínez Paz, fue un abogado, protagonista de la Reforma universitaria de 1918; su base fue la colección documental del sacerdote-historiador, monseñor Pablo Cabrera (Requena, 2013; Reyna Berrotarán, 2016). Durante el peronismo, en 1946, al crearse la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Universidad Nacional de Córdoba, este instituto se integró a esta nueva estructura y fue la base sobre la que surgió el Departamento de Historia (1957), la actual Escuela de Historia (1968) y el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH) que en 1987, asumió, no sin conflictos, las actividades del disuelto Instituto de Estudios Americanistas, dentro de una de sus áreas, la de Historia.

En 1934, el gobierno nacional materializó, a través de un crédito extraordinario, su voluntad política de construir una historia nacional, tarea encomendada a una institución como la Junta de Historia y Numismática que ya contaba con la buena consideración de sectores políticos equidistantes y que parecía haber superado su carácter de institución representante de determinados sectores para erigirse en cultores de un oficio, el de historiadores profesionales (Philp, 2015). Las provincias se sumarán a esta gran historia oficial. El 21 de junio de 1941, Enrique Martínez Paz leía en Buenos Aires en la Academia Nacional de la Historia su conferencia titulada “La misión histórica de Córdoba” que contenía la tesis principal de su obra “La Formación histórica de la provincia de Córdoba”, publicada el mismo año por el Instituto de Estudios Americanistas; sus ideas fueron las que representaron a Córdoba en la Historia de la Nación Argentina publicada por la Academia Nacional de la Historia (Escudero, 2013).

El gobierno peronista fue un activo promotor de intervenciones sobre el pasado y sobre el presente, a partir de una idea de futuro. Si en 1949 se recordó al Deán Funes, en 1950 las operaciones de memoria estuvieron centradas en San Martín, el padre de la patria, en ocasión del centenario de su muerte. Dos actores ejercieron su papel de operadores de memoria, que intervinieron en el pasado desde el presente: la Academia Nacional de la Historia y el gobierno nacional, a través de la figura del presidente; en este contexto, los historiadores cordobeses o quienes oficiaban de tales también intervinieron activamente (Philp, 2015).

Si bien la “Revolución Libertadora” marcó el fin de la universidad peronista, la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba nos muestra las continuidades en los modos de concebir la historia, en los referentes, en las temáticas.3 En 1959, el número de la Revista de la UNC, correspondiente al año 1958, publicado un año más tarde debido al incendio de la Imprenta de la Universidad, daba cuenta de las coexistencias entre los historiadores formados en la tradición de la Nueva Escuela Histórica y los cultores de una historia que pretendía renovarse al calor de los modelos propuestos por los Annales franceses. El escenario para esta coexistencia fue un nuevo homenaje a monseñor Pablo Cabrera, al cumplirse el primer centenario de su nacimiento, promovido por el director del Instituto de Estudios Americanistas, Ceferino Garzón Maceda, durante el rectorado de Jorge Núñez, nombrado rector interventor después del derrocamiento del peronismo. En el acto académico, realizado el 12 de septiembre de 1958 en el Salón de Grados de la Universidad Nacional de Córdoba, los oradores fueron Ceferino Garzón Maceda; el religioso jesuita Guillermo Furlong Cardiff, en representación de la Academia Nacional de la Historia; Pedro León, rector de la Universidad Nacional de Córdoba y el también religioso jesuita Pedro Grenón, por la Junta Provincial de Historia de Córdoba, creada en 1941. Quienes oficiaban de historiadores en esta Córdoba de mediados del siglo XX, aprovechaban la oportunidad para delinear las características esenciales de la historia a escribir. En este sentido, Garzón Maceda, al tiempo que marcaba las continuidades con la manera de intervenir sobre el pasado del sacerdote-historiador, establecía las diferencias con estas formas de hacer historia.

El jesuita Guillermo Furlong, en representación de la Academia Nacional de la Historia, situaba a monseñor Pablo Cabrera en la saga de los Mommsen y los Lavisse, nombres claves de la historiografía alemana y francesa, respectivamente, y destacaba su obra como una etapa central que habría permitido llegar al “movimiento histórico actual que aspira a la clara conciencia de nuestro pasado; la serena objetividad con que proceden ya los mejores; los hábitos de probidad científica que empieza a imponerse a los díscolos”.4 El homenaje fue el escenario donde Grenón, en representación de la Junta Provincial de Historia, presentó una genealogía de quienes escribieron y escriben la historia de la provincia mediterránea desde los tiempos de la colonia hasta su presente, donde monseñor Cabrera fue retratado como el mayor historiador. Esta genealogía-cronología incluía a religiosos, como Lozano, Furlong, Funes; a militares como el general José María Paz; a hombres de la universidad, que detentaban diferentes visiones de mundo, donde coexistían el liberalismo y el integrismo católico, como Juan Garro, Ignacio Garzón, Félix Garzón Maceda, Luque Colombres –señalado como el historiador más competente. Esta opción por este último autor, abogado devenido historiador, militante del hispanismo católico, evidencia una de las formas de hacer historia predominante en la Córdoba postperonista.

El Instituto de Estudios Americanistas fue durante varios años uno de los escenarios no sólo de coexistencia sino también de disputas entre, por lo menos, dos tendencias, con matices al interior de cada una de ellas. El listado de publicaciones del Instituto, presentado en 1982, es ilustrativo de esta situación al tiempo que dos nombres: Carlos S.A. Segreti,5 representante de la historiografía vinculada a la Academia Nacional de la Historia, y Garzón Maceda,6 de la renovación historiográfica, se erigen en “lugares de memoria” de tradiciones diferentes. Si partimos de una concepción ampliada de historiografía, preocupada por los usos del pasado y las relaciones entre la historia, la política y la memoria –en el sentido planteado por Cattaruzza (2017)– la coexistencia, no siempre pacífica, para decirlo en términos de disputa de territorios, es una imagen más acertada, que explica mejor la larga hegemonía de los herederos de la Nueva Escuela Histórica y su lenta pero continua metamorfosis desde los años ochenta del siglo XX.

Una huella de la historiografía cordobesa en los años sesenta: Guillermo Beato o el cuestionamiento de la historia historizante

En 1963 Guillermo Beato defendió su tesis de Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional de Córdoba, titulada “Observaciones en torno a un problema metodológico: Historia y Ciencias Sociales”, dirigida por Ceferino Garzón Maceda y desde una perspectiva crítica a la historia historizante, en el sentido expresado por Lucien Febvre.
¿Qué nos decía Guillermo Beato en esa tesis?

El hombre, a través del tiempo ha ido incrementando cada vez más, el cúmulo de sus conocimientos y hoy es tan vasto el mundo alcanzado por la ciencia que nos encontramos ante la imposibilidad de conocer individualmente el producto del intelecto colectivo. Como en tantos otros, en el campo real del conocimiento se ha producido una especialización harto ramificada que ha obtenido grandes resultados en lo que se refiere especialmente a la profundización de las investigaciones. En efecto, muchos beneficios ha arrojado la división de la tarea intelectual, pero a menudo sucede que el especialista, al apartarse, no digamos ya de ciencias desvinculadas totalmente de sus estudios específicos, del trabajo sino de otras ciencias afines, suele perder la perspectiva necesaria para la comprensión más acabada de los problemas comunes.
Entendemos que entre las ciencias sociales se ha producido este fenómeno y en la medida que podamos señalar las relaciones que puedan vincularse entre ellas, contribuiremos a facilitar las posibilidades del trabajo complementario que se impone. Trataremos de destacar aquí este problema en lo que concierne a la Historia. (Beato, 1963, p. 3)

¿Quiénes fueron los interlocutores de nuestro autor al momento de escribir su Tesis de Licenciatura en Historia? Las lecturas que guiaron sus indagaciones se situaron en el marco de la Escuela francesa de los Annales, que tienen como horizonte una concepción de la Historia como totalidad. Pero antes de mencionar la figura de Fernand Braudel, Guillermo Beato se remitía a Giambattista Vico quien en el siglo XVIII sentó las bases de la distinción entre el conocimiento del mundo de la naturaleza y el mundo de lo humano, susceptible de ser conocido ya que es producto del hombre mismo. Desde la mirada del novel historiador cordobés, en esta obra se legitimaba la existencia del mundo cultural. Si Vico es un punto de partida, Karl Marx es el pensador que “adjudica a la Historia un carácter de totalidad ya que entiende que el Hombre, sujeto hacedor de la Historia, manifiesta su acción en forma múltiple, es decir, en el terreno económico, político, social, cultural, religioso, etc” (Beato, 1963, p. 3). También Dilthey se hacía presente con su obra “Introducción a las ciencias del espíritu” (1883), donde trata de asentar una epistemología de las ciencias humanas.

Esta historización le permitía al joven tesista rastrear los esfuerzos realizados para construir las aspiraciones científicas de las distintas ciencias sociales y en particular las de la Historia, aunque para la época en que escribió esta Tesis (mediados de los años sesenta) consideraba que gran parte de estas discusiones habían sido superadas. Sin embargo, destacaba la confusión existente por la falta de una terminología precisa para definir conceptos comunes a las distintas disciplinas, tales como coyuntura, estructura, clases sociales, función, sociedad, cultura, primitivo, arcaico, economía cerrada, economía natural, etc. La referencia a estos conceptos comunes iba acompañada del reconocimiento de la existencia de zonas fronterizas y de la hegemonía que algunas ciencias sociales pretendían ejercer sobre otras. En este sentido, Beato acudía a Charles Morazé: “Los especialistas han creído aceptar el postulado que explica la Historia por lo histórico, la Economía por lo económico, lo social por lo sociológico. Sólo podemos resignarnos a esta limitación si la experiencia así lo indica, no desde el principio. Por el momento no podemos aceptar ninguna barrera”.7

Para fundamentar estos argumentos, acudía a dos historiadores claves para quienes intentaban renovar la escritura de la historia: Fernand Braudel y Lucien Febvre. Beato citaba al Braudel de “Historia y Ciencias Sociales: la larga duración”:

Las vemos empeñadas (a las ciencias del hombre) a porfía, en altercados acerca de las fronteras que las separan, o que no las separan, o que las separan mal, de las ciencias vecinas. Cada una de ellas sueña, de hecho, con quedarse en algún lugarcito o regresar pronto a él… Más aún. Sin quererlo en forma explícita, las ciencias sociales se imponen las unas a las otras; cada una tiende a ocuparse de lo social íntegramente, en su “totalidad”, cada una invade la heredad de la vecina con la creencia de estar en su propia casa (Beato, 1963, p. 7).

Para el joven tesista, esta cita legitimaba la necesidad de una Historia total, que tenía por objeto conocer al hombre. También Febvre se hacía presente para fortalecer estos argumentos:

La Historia no se aprende. La Historia se comprende. Ciencia del Hombre, la Historia estudia en el tiempo y en el espacio los cambios que han diferenciado y que continúan diferenciando a los diversos grupos de la Humanidad. Y como el Hombre es un todo viviente, no excluye de su investigación ninguna de las funciones, ninguna de las manifestaciones de ese todo viviente. En el tiempo y en el espacio estudia sus transformaciones sucesivas y simultáneas, ya se trate de política o de Religión, de actividad militar o económica, de la técnica más humilde o del arte más refinado, del folklore más modesto o de la más altiva Filosofía.8

Desde su concepción, la construcción del conocimiento histórico necesitaba de la concurrencia de las distintas ciencias sociales por lo tanto dedicaba un espacio a cada una de ellas: la geografía, la sociología, la psicología, la economía y la antropología.

¿Qué necesitaba la Historia de cada una de estas disciplinas? Respecto a la geografía, Beato señalaba la complementariedad entre el tiempo y el espacio como “coordenadas permanentes del hombre” (Beato, 1963, p. 8). Consideraba que se trataba de la fusión de la “Historia integral (la cual sólo por un esfuerzo de abstracción solemos descomponer en Historia Política, Historia Económica, Historia Social, Historia Religiosa, etc., cuando en realidad sería más preciso hablar de aspectos políticos, económicos, sociales, etc. de la Historia) y de la Geografía Humana, considerándola a ésta como una Geografía-Cultura desarrollada” (Beato, 1963, p. 8).

Si la cronología es el primer y necesario fundamento de la Historia, el historiador también necesita localizar los hechos, identificar los lugares, observar los sitios de los acontecimientos y los vestigios del pasado. Aquí, el joven tesista acudía al término de Geohistoria, usado por Fernand Braudel para señalar la convergencia de la Historia y la Geografía.

Cuando abordaba otra de las ciencias sociales, la Sociología, su referente era el sociólogo norteamericano Charles Wright Mills quien en su libro “La imaginación sociológica” sostiene:

El tedioso debate acerca de si el estudio histórico es o no o si debe ser considerado una ciencia social no es importante ni interesante: la conclusión depende muy claramente de la clase de historiadores y de la clase de investigadores sociales de que estamos hablando. Algunos historiadores son, manifiestamente, compiladores de hechos que procuran abstenerse de “interpretar”, se dedican, a veces fructíferamente a un fragmento de historia y parecen resistirse a situarlo dentro de un campo más vasto de acontecimientos.9

Además del sociólogo norteamericano, se sumaban otros referentes como Georges Gurvitch y el ya citado Braudel, quien también se hacía presente para justificar los vínculos entre la Historia y la Economía junto con autores como Maurice Dobb, Witold Kula, Pierre Vilar y Walter Rostow. Cuando se trataba de hablar de otra de las ciencias sociales, la Antropología, nuestro autor reconocía la existencia de diferencias entre distintas perspectivas: evolucionistas, difusionistas y funcionalistas, entre otras. Sus referencias a esta ciencia social anticipaban discusiones que estarán presentes en su Tesis de Doctorado en Historia centrada en la época colonial.10 Para legitimar la necesidad de renovación en los estudios históricos, citaba el Programa de Historia de la América Indígena, del Departamento de Asuntos Culturales de la Unión Panamericana, con sede en Washington (1957) que se hacía eco de lo discutido en Santiago de Chile en 1950 en la Asamblea General del Instituto Panamericano de Geografía e Historia sobre la necesidad del trabajo coordinado de historiadores y antropólogos.

En las conclusiones de su Tesis, Beato recurría a Lucien Goldman para destacar la importancia de un conocimiento integral: “Todo hecho social es un hecho histórico y a la inversa. Por consiguiente la historia y la sociología estudian los mismos fenómenos y si cualquiera capta un aspecto real, la imagen que da de él tiene que ser parcial y abstracta si no está complementada por los aportes de la otra”.11 Para fortalecer sus conclusiones, acudía a un autor como Charles Morazé, presente a lo largo de su trabajo, para justificar una síntesis general de las ciencias humanas. Finalizaba con una cita de Marc Bloch:

La ciencia no descompone lo real sino para mejor observarlo, gracias a un juego de luces cruzadas, cuyos rasgos se combinan y se interpenetran constantemente. El peligro empieza únicamente, cuando cada proyector pretende verlo todo él sólo, cuando cada cantón del saber se cree una patria.12

La Tesis defendida en 1963 tiene el carácter de un manifiesto por una nueva historia en un contexto hegemonizado por la historia historizante, político-institucional. En este sentido, expresaba:

Consideramos que particularmente en nuestro medio es evidente la falta de una concepción más dinámica y realista de la historia tal cual la propugnamos. No pretendemos ni mucho menos, en este breve trabajo haber hecho aportes revolucionarios, pero si es nuestra intención destacar la necesidad de remozamiento si es que pretendemos verdaderamente realizar una tarea constructiva más ambiciosa que las desarrolladas por los estudiosos enrolados, en forma tácita o no, en la visión cosista de la historia. Insistimos en reconocer el aporte muy significativo de determinadas especialidades de los estudios históricos, pero paralelamente señalamos la insuficiencia que ello implica, insuficiencia propia de lo parcial que adquiere caracteres negativos cuando se carece simultáneamente de la conciencia de que dichas especialidades de una misma disciplina son partes de un todo y no el todo mismo (Beato, 1963, p. 35).

Su tesis de Licenciatura es una muestra de los intentos de renovación historiográfica realizada en los años sesenta y marginada después de los sucesivos golpes militares. Quien fuera un joven tesista, será Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba durante el tercer gobierno peronista, entre junio y noviembre de 1973; antes del golpe cívico-militar de 1976, se exilió en México después de haber sido amenazado de muerte en una Córdoba post Navarrazo (golpe policial que derrocó el gobierno constitucional en febrero del mismo año).13 En México trabajó como historiador en diversas instituciones, entre ellas en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y regresó a la Argentina con la recuperación de la democracia, insertándose como Profesor Titular en la cátedra de Historia de América II de la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Desde allí diseñó equipos de investigación que se constituyeron en los primeros espacios de formación de una generación de docentes e investigadores que se desempeñan en el presente.14 Murió en la ciudad de México en el año 2002. La publicación del siguiente texto: Assadourian, C.S., Beato, G. y Chiaramonte, J. C. Argentina (1972). De la conquista a la independencia. Buenos Aires: Paidós es otra de las huellas para explorar las trayectorias seguidas por quienes participaron en procesos de renovación historiográfica truncados por los sucesos políticos.

Con el golpe militar de 1966, la renovación historiográfica, impulsada por Garzón Maceda, comenzó a ocupar un lugar marginal ya que los sectores más conservadores se fortalecieron dentro de la Universidad Nacional de Córdoba; en realidad, desde una mirada de larga duración, aquella Córdoba docta y santa retratada por el profesor alemán George Nicolai en 1928 estuvo presente a lo largo de todo el siglo XX; su texto, escrito a pocos años de la Reforma Universitaria de 1918 es un testimonio de esta presencia.15 Con la “Revolución Argentina”, comenzaron sus exilios algunos de sus miembros, por ejemplo, Assadourian, radicado actualmente en México. En el homenaje a Garzón Maceda, realizado en 1969, después de su muerte, Carlos Luque Colombres, cultor de una historia tradicional, minimiza las diferencias entre sus modos de escribir historia en una operación de memoria que es a la vez una muestra de supremacía.16 Supremacía que se mantendrá durante el tercer gobierno peronista y se consolidará durante la dictadura cívico-militar de 1976.

Indicios de una historia interrumpida: Waldo Ansaldi y la escritura de la historia entre dos fechas: 1973-1991

En 1991, el historiador Waldo Ansaldi presentaba en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba su tesis de Doctorado en Historia titulada “Industria y urbanización. Córdoba, 1880-1914”, dirigida por Alejandro Rofman.17 Después de los agradecimientos, el autor se explayaba sobre las condiciones de producción de un trabajo iniciado en 1973. De este modo, su “acotación de carácter personal, considerada necesaria, a manera de prólogo” constituye una huella clave para comprender las rupturas en la producción historiográfica argentina, mirada desde Córdoba, en el marco de las violentas interrupciones del orden constitucional en el país.

En el prólogo Ansaldi daba cuenta de los diferentes momentos de aproximación al tema. El primero comenzó en 1973, cuando ingresó por concurso como docente del Campo de Conocimiento Antropología-Economía-Sociología, en la SubÁrea de Ciencias Sociales de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba. En esta época, entre los años 1970 y 1975, tuvo lugar la experiencia conocida como Taller Total,18 que promovió una perspectiva transformadora de la sociedad (Malecki, 2016). Esa experiencia, dice Ansaldi, le enseñó muchas cosas, “entre ellas una cierta y diferente forma de mirar la ciudad” (Ansaldi, 1991, xvii). El segundo momento tuvo lugar entre agosto de 1973 y marzo de 1975 cuando se desempeñó como profesor de Sociología e Historia social argentina en la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba y como coordinador del Área de Ciencias Sociales; en este espacio, al igual que en el Taller Total también se promovía la interdisciplina. Ansaldi relata que fue convocado a participar como historiador-asesor en la elaboración del guión del mediometraje Casa derruida, arquitectura y régimen en Córdoba, 1870-1920, filmado en 1974 bajo la dirección de Federico Bazán, Director de la Escuela de Artes y cineasta; la experiencia quedó trunca en el marco de la llamada misión Ivanissevich.19

La tercera aproximación al tema fue la investigación “Crecimiento industrial en la ciudad de Córdoba, 1880-1970”; junto a otros colegas de la Facultad de Arquitectura de la UNC, con los que debatían estas cuestiones en el marco de la asignatura “Historia crítica del Hábitat” del Taller Total, fueron seleccionados, en 1975, en el primer concurso internacional del Programa Subregional de Becas de Investigación, convocado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). En estos tiempos políticos ya complicados, la investigación encontró obstáculos tales como el cierre del Archivo de la Legislatura, las negativas empresarias a abrir los archivos de sus fábricas, entre otras. Fue otro de los tantos proyectos interrumpidos por la dictadura cívico-militar del 24 de marzo de 1976.

Waldo Ansaldi, después de un frustrado proyecto de trabajo en Quito, comenzó su exilio interno en San Carlos de Bariloche, como investigador visitante en el Departamento de Ciencias Sociales de la Fundación Bariloche hasta fines de 1976. En este tiempo incierto, recibió un ofrecimiento para desempeñarse como profesor e investigador en el Programa de Estudios Comparados de América Latina (PECLA), con sede en la Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil. Uno de los requisitos era poseer título máximo universitario; para el logro del mismo, Ansaldi retomó sus investigaciones y escribió entre enero y mayo de 1977 una tesis sobre Industria y urbanización en Córdoba, 1880-1913 con la intención de presentarla y defenderla en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Cuenta el historiador que “se trataba de un texto de 250 páginas, prolijo, casi ascéptico –el “clima” no permitía demasiadas disquisiciones teóricas– desarrollado en una Introducción y dos capítulos” (Ansaldi, 1991, xx). Viajó a Córdoba con la intención de registrarla, esa constancia ya hubiera cumplido con el requisito de la universidad brasileña pero se encontró con una respuesta negativa. El testimonio del autor de la tesis es muy ilustrativo:

…me encontré con una cerrada, fortísima negativa-expresada por Carlos Luque Colombres20 en su sala de trabajo. Custodiado por una armadura medieval (¡todo un símbolo!), muro contra el cual se estrellaron todos mis intentos. No tuve tampoco una respuesta con argumentos –no digo sólidos, ni siquiera que pudieran ser considerados tales–, quedando en claro que había un evidente ejercicio de discriminación, castigándoseme por el pensamiento, por la disidencia y quizás sólo por mi pasado estudiantil, durante el cual no sólo me había formado con quienes bregaban por el conocimiento científico de lo social –en particular de la historia–, sino con los cuales compartía posiciones en favor de la renovación en tal campo, amén de una destacada actuación como dirigente del Centro de Estudiantes, que presidí durante dos mandatos sucesivos (Ansaldi, 1991, xx).

Frente a esta negativa, con la consiguiente pérdida de la oportunidad en Belo Horizonte, Ansaldi se sumó a CLACSO, con sede en Buenos Aires, a través del ofrecimiento del secretario ejecutivo, Francisco Delich, institución donde trabajó entre abril de 1977 y junio de 1988 y fortaleció su perfil como latinoamericanista, orientado hacia los estudios agrarios y los procesos constitutivos de las clases sociales y del Estado en Argentina. Durante este tiempo, entre 1977 y 1985, aquella tesis que intentó ser presentada en Córdoba quedó archivada. Ya con la recuperación de la democracia, fue invitado por Susana Torrado, directora de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, a incorporarse a la planta docente como titular interino de Historia social argentina y latinoamericana, materia desdoblada por la reforma curricular de 1985; al poco tiempo concursó como profesor titular en Historia social latinoamericana y en 1989 ingresó a la carrera de investigador científico de CONICET y definió sus principales temas de investigación: la cuestión social agraria y los mecanismos de dominación social y política, en las sociedades argentina y latinoamericana desde la sociología histórica, donde convergen la historia, la sociología y la ciencia política.

Frente a sus intereses actuales de investigación, Waldo Ansaldi justifica su opción por recuperar el tema de aquella tesis de 1977:

Quizás por considerarlo una “asignatura pendiente”, por un deseo y una intención de cerrar un capítulo de mi vida profesional y académica, de no dejar trunco un proyecto que, aunque en cierto sentido –podría decir– no había elegido, sino que fui elegido por él, pero que decidí trabajar lo mejor posible. También, porque lo entendí como una manera de saldar, de alguna manera, mi relación con Córdoba, una ciudad cara a mis afectos, la de mis estudios universitarios, la de mis primeras experiencias en docencia e investigación, la de mi familia, la del nacimiento de mi primer hijo y sobre todo la de mis amigos más queridos (Ansaldi, 1991, xxiii).

En diciembre de 1986, presentó el proyecto sobre la base de aquella tesis, retomó la Investigación, consultó otras fuentes, construyó nuevos datos, exploró otras claves explicativas, en fin, intervino nuevamente sobre aquel pasado, el de Córdoba entre 1880 y 1914. Terminó de escribir la tesis en Brasil, en el segundo semestre de 1989, durante su estancia como profesor visitante en la Universidad de Sao Pablo. El historiador finaliza su prólogo expresando su necesidad de “incluir una dimensión personal –íntima, si se quiere– pero necesaria para entender desde qué lugar escribo y cuál es la implicancia con el tema y con el texto” (Ansaldi, 1991, xxiv).

La relación de Waldo Ansaldi con la Universidad de Córdoba continuó a lo largo del tiempo y se mantiene hasta el presente. En las primeras décadas del siglo XXI, su nombre fue invocado como antecedente clave en el proceso de discusión y posterior creación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba en el año 2015. Antecedente clave ya que en 1988 había sido convocado por el rector normalizador Luis Rébora, por su trabajo en CLACSO, para proyectar esta Facultad, proceso que demoró casi 30 años en concretarse. Una entrevista realizada recientemente da cuenta de esta experiencia.21

A modo de cierre

Como señalamos, propusimos una lectura de la producción historiográfica en Córdoba a partir de la reconstrucción de algunas experiencias de escritura de la historia, realizadas en el marco de la Universidad Nacional de Córdoba en las décadas del sesenta y setenta, en una época signada por dos dictaduras, la de 1966 y la de 1976 y el breve y convulsionado período del tercer gobierno peronista. En un primer momento hicimos referencia a la escritura de la historia, en las primeras décadas del siglo XX hasta el derrocamiento del peronismo con el objetivo de presentar un mapa de la historiografía provincial que nos permita establecer cambios y continuidades con la época objeto de este texto. Rescatamos brevemente los comienzos de la institucionalización de la historia; destacamos que el peronismo fue un momento de ruptura en lo político pero con continuidades en la escritura de la historia, donde se consolidan espacios institucionales como el Instituto de Estudios Americanistas (1936) y la Junta Provincial de Historia (1941). Desde estos espacios, los historiadores se sumaron a las operaciones de memoria realizadas por el peronismo en torno a las figuras de San Martín y el Deán Funes. Después de septiembre de 1955, estos historiadores siguieron actuando, los unía un factor de larga duración: su pertenencia a un orden que consideraban natural, único, basado en la religión católica y el hispanismo pero también hay novedades: la renovación historiográfica impulsada por Garzón Maceda, fundada en la formación de sus discípulos en las técnicas de investigación de la historia económica y social, proceso interrumpido por el golpe militar de 1966 cuando, como ya señalamos, estos espacios universitarios comenzaron a desarticularse, proceso que se intensificó con la dictadura de 1976.

En las décadas del sesenta y setenta del siglo XX al tiempo que se investigaba el pasado, con los rigores críticos fijados por los cánones de la profesionalización, también se disputaba el presente. Consideramos que las dos huellas rescatadas, entendidas como las historias renovadas e interrumpidas que dan título a este trabajo: la tesis de Licenciatura en Historia de Guillermo Beato (1963) y la tesis doctoral de Waldo Ansaldi (1991), gestada en los años setenta e interrumpida por la dictadura de 1976, constituyen indicios para comprender un problema clave, referido a los vínculos entre la producción historiográfica y los contextos político-sociales, que condicionan las elecciones y posibilidades de las y los historiadores, que podemos ejemplificar con las circunstancias que rodearon el exilio de Guillermo Beato antes del golpe de 1976 y con la ya citada expresión de Waldo Ansaldi en el prólogo de su tesis doctoral.

Al mismo tiempo, estas Historias renovadas e interrumpidas dan cuenta de otros itinerarios posibles; nos invitan a pensar el pasado en términos de encrucijada –tal como planteó el historiador catalán Josep Fontana (1992)– en la que fueron posibles diversas opciones, evitando admitir sin discusión que la fórmula que se impuso haya sido la única o la mejor.

Notas

1. Trabajo recibido el 03/09/2020. Aceptado el 14/11/2020.
2. Universidad Nacional de Córdoba. Contacto: marta.philp@unc.edu.ar
3. Los estudios sobre el campo académico destacan a la época iniciada con el derrocamiento del peronismo en 1955 como un momento de renovación, fundamentalmente en lo que hace a las universidades; respecto a la historiografía, esta época es señalada como el momento de la renovación historiográfica (Devoto y Pagano, 2009).
4. Del R.P. Guillermo Furlong Cardiff, S.J. en Homenaje jubilar a Monseñor Doctor Pablo Cabrera, 1857-1957, número especial, parte 1, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba: Dirección General de Publicidad, 1958, p. XXXIII.
5. Carlos S. A. Segreti (1928-1998) era egresado como profesor de historia en el Instituto Nacional Superior del Profesorado Joaquín V. González. Se había radicado en Córdoba desde 1956. Fue director del Instituto de Estudios Americanistas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, institución de la que fue decano normalizador durante la transición a la democracia en los años 80. Académico de número y vicepresidente primero de la Academia Nacional de la Historia, y director del Centro de Estudios Históricos que lleva su nombre, fundado en 1978. Sobre Segreti, véase Rojas (2020).
6. Ceferino Garzón Maceda (1895-1969) era abogado, participó en la Reforma Universitaria de 1918; fue uno de los impulsores de la Escuela de Ciencias Económicas, luego convertida en Facultad, donde fue profesor de la cátedra de Historia económica y social; director del Instituto de Estudios Americanistas (1957-1966) y director del Departamento de Historia (1960-1962), es considerado uno de los referentes de la renovación historiográfica en Córdoba.
7. Morazé, Charles: “Tres ensayos de historia y cultura”. Cahiers des Annales, A. Colin, París. Traducción de María E. Vela. Edición mimeografiada, cit. En Beato, G., 1963, p. 7
8. Febvre, Lucien, en la Introducción al trabajo de Morazé, Charles: “Tres ensayos de historia y cultura”. Cahiers des Annales, A. Colin, París. Traducción de María E. Vela. Edición mimeografiada, cit. En Beato, G., 1963, p. 8
9. Wright Mills, C. (1961). La imaginación sociológica. México, México: Fondo de Cultura Económica, citado en Beato (1963, p. 13)
10. Beato, G. (1969). La época colonial entre los años 1600 y 1750 (aspectos económicos y sociales). Tesis de Doctorado en Historia. Córdoba, Argentina: Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba. http://blogs.ffyh.unc.edu.ar/escueladehistoria/files/2015/04/TESIS-DOCTORALES-DE-HISTORIA.pdf
11. Goldman, L. (1958). Las ciencias humanas y la filosofía. Buenos Aires, Argentina: Galatea Nueva Visión, citado en Beato (1963, p. 33).
12. Bloch, M. (1957). Introducción a la Historia. México, México: Fondo de Cultura Económica, citado en Beato (1963, p. 35).
13. En la revista Cabildo, vocera de los sectores nacionalistas católicos, se definía a Guillermo Beato como “marxista-leninista y para colmo, profesor de historia argentina”. En la portada del número, significativamente, se mostraba a un grupo de soldados acompañados de la leyenda: “Mueren por la nación, no por la constitución”. Véase: “El marxismo en la Universidad de Córdoba” (1974). Cabildo, año II, 20, p. 16.
14. La siguiente publicación constituye una huella de esa etapa en la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco: Beato, G. (1993). Grupos Sociales Dominantes. México y Argentina. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba. Sobre la participación de Beato en la Universidad Nacional de la Patagonia, véase: Cabral Marques, D. (2018). Una experiencia de formación en los inicios de la democratización en la UNSJB. Albatros, Vol. 1. N° 1, 21-22. Recuperado de https://es.calameo.com/read/00552880256ef70170d05
15. George Nicolai ocupó la cátedra de Fisiología de la UNC. Su Homenaje de despedida a la tradición de Córdoba docta y santa publicado originalmente en 1927, fue reeditado por la Editorial de la UNC en el año 2008.
16. Homenaje al Doctor Ceferino Garzón Maceda / Universidad Nacional de Córdoba; introducción de Carlos Luque Colombres, Córdoba: Universidad Nacional. Facultad de Filosofía y Humanidades. Instituto de Estudios Americanistas, 1973. En el Homenaje participó Tulio Halperin Donghi, señalado como uno de los modelos a seguir en la historiografía argentina
17. La tesis se compone de tres tomos. El jurado estuvo integrado por Aníbal Arcondo, Norma Pavoni (historiadores), María Elena Foglia (arquitecta) y Roberto Miatello (geógrafo). En 2015, Waldo Ansaldi sintetiza su trayectoria de esta manera: “Es Doctor Historia por la Universidad Nacional de Córdoba. Latinoamericanista especializado en análisis sociológico de procesos históricos, particularmente mecanismo de dominación y violencia política. Actualmente es Profesor Titular Consulto de la Carrera de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Es profesor de posgrado en distintas universidades nacionales y del exterior. Se jubiló como Investigador Principal del CONICET. Dirige e integra proyectos de investigación sobre de su especialidad. Sus libros más recientes son América Latina. La construcción del orden (Ariel, 2012, 2 tomos), escrito con Verónica Giordano, y el colectivo, fruto de un proyecto de investigación, América Latina. Tiempos de violencias (Ariel, 2014), coordinado con Verónica Giordano”. Recuperado de http://www.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/CV-Ansaldi-2015
18. Para una lectura contemporánea de esta experiencia, véase: “Universidad y lucha de clases. Facultad de Arquitectura de Córdoba. La experiencia del Taller Total” (1971). Los Libros (23), pp. 7-10.
19. En referencia al ministro de Cultura y Educación de la nación que reemplazó a Jorge Taiana a partir de agosto de 1974 y destacó la importante de luchar contra la “infiltración marxista” en todos los espacios.
20. Carlos Luque Colombres fue Delegado rectoral en la Facultad de Filosofía y Humanidades entre 1952 y 1954. En marzo de 1977 estuvo nuevamente a cargo del Decanato, función que volvió a desempeñar desde junio de 1981 hasta diciembre de 1983, fecha de asunción de las nuevas autoridades constitucionales en el país. Había ejercido como Director de la Escuela de Historia de la misma Facultad desde 1963 a 1969 y desde junio de 1976 hasta el mismo mes de 1981 (Philp, 2020).
21. Véase la entrevista a Waldo Ansaldi en el marco de un documental promovido por la Licenciatura en Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales (UNC) sobre la historia de la Sociología en la provincia de Córdoba buscando reconstruir el proceso de constitución del campo de la Sociología en Córdoba en sus dimensiones académica, profesional y política. https://sociales.unc.edu.ar/content/entrevista-waldo-ansaldi

Referencias bibliográficas

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