SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue47En torno a la participacion política de las mujeres en la Argentina contemporáneaNotes about a second line leader: Elsa Chamorro Alamán, first census delegate of the Female Peronist Party of Córdoba (1949- 1951) author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

On-line version ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.47 Córdoba May 2022

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Reorganizar sin elementos mágicos: análisis sobre la sucesión en un partido carismático

Reorganize without magic elements: analysis of the succession in a charismatic party

Carolina Barry1

Resumen
Este artículo pretende aportar conocimiento sobre uno de los grandes problemas que trae aparejado un liderazgo carismático: la sucesión del líder. El caso de estudio es la sucesión en el Partido Peronista Femenino y pone el acento en tres cuestiones. Los mecanismos de sucesión, las características que adquiere la organización y los resultados electorales.
Palabras clave: liderazgo – participación femenina – Partido Peronista Femenino - género

Abstract
This article aims to provide knowledge about charismatic leadership and dilemmas that arise with succession to the disappearance of their leader. The case study is the succession in the Peronist Feminine Party and emphasizes three issues. The mechanisms of succession, the characteristics that the organization acquires and the electoral results.
Keywords: Leadership - Female participation - Female Peronist Party - Gender

Introducción

La muerte de Eva Perón tuvo numerosas implicancias políticas, un momento de quiebres y cambios difíciles de conmensurar. Una de ellas fue la sucesión dentro del Partido Peronista Femenino (PPF) que había sido fundado y presidido por ella desde mediados de 1949. Se conformó como un partido político de características muy singulares, un partido integrado exclusivamente por mujeres. El poder político alcanzado por Eva Perón ayuda a explicar, en parte, los motivos por el cual la organización femenina peronista adquirió las características y prerrogativas de un partido más que de una rama femenina partidaria. De cualquier manera, esta condición de «partido» fue breve y se mantuvo hasta el momento de su muerte en que volvió a transformarse en la rama femenina del Partido Peronista, aunque mantuviera su nombre previo (Barry, 2014).

Este partido posibilitó el ingreso de miles de mujeres a la política en calidad de dirigentes o militantes, y desde esta fuerza, también, resultaron electas un alto número de parlamentarias nacionales y provinciales en la primera elección que votaron las argentinas. El PPF fue un partido carismático de acuerdo con la definición que debemos a Panebianco (1990), a los que describe como simbióticos con su líder fundador, creador e intérprete indiscutido de un conjunto de símbolos políticos inseparables de su persona. Estas características llevan consigo la imposibilidad de una existencia autónoma del mismo. El autor presenta una serie de ejemplos históricos de partidos muy diferentes entre sí y que no son siquiera concebibles sin referirse a quienes los fundaron. Sin embargo, en este paneo, no contempla los liderazgos femeninos como tampoco los liderazgos carismáticos dobles, complementarios y compartidos, una de las singularidades más llamativas del peronismo: el de Perón y Eva Perón.

Panebianco que, a su vez, retoma categorías planteadas en Economía y Sociedad de Max Weber, plantea que los dos problemas de una relación carismática son la rutina y la sucesión. Para este último punto, debemos al primer autor mencionado algunas respuestas desde la teoría política quien observa que las opciones para evitar el ocaso del partido serían un liderazgo personal o una organización colegiada. La literatura no ha sido pródiga al respecto quizás por la dificultad de plasmarlo en casos históricos puntuales.

Esta investigación pretende aportar conocimiento sobre las vicisitudes presentadas al momento de la sucesión a partir de una serie de preguntas que guían el trabajo. Primero, qué alternativas de sucesión generó teniendo en cuenta la coexistencia de otro líder carismático. Segundo, qué características adquirió el partido luego de la muerte de Evita quien se hacía cargo de las decisiones fundamentales. Tercero, cómo se enfrentó las nuevas coyunturas electorales luego de la exitosa experiencia de 1951. Como telón de fondo no pueden dejar de tenerse en cuenta dos escenarios, el primero, la institucionalización política formal de las mujeres argentinas con su ingreso a las cámaras; segundo, el final de ciclo del gobierno peronista preso de un proceso de radicalización y de fuerte enfrentamiento con diversos sectores, entre ellos, la Iglesia.

Santa Evita

El 26 de julio de 1952 murió Eva Perón, la líder política femenina más importante de Argentina. Ella personificó lo que Panebianco describe como un caso anormal en la política, el carisma personal donde una de sus características es la connotación religiosa de su figura. Las seguidoras de Evita se sentían más copartícipes de una misión divina que política dadas los atributos que se le asignaba a su liderazgo. Hacia el final de su vida, su figura había adquirido sugerentes e inquietantes ribetes celestiales al punto que el Papa recibió 26.000 pedidos de santificación que se sumaban a la solicitud formal de canonización que envió la CGT. Un par de meses antes de su muerte, el parlamento la había proclamado «Jefa Espiritual de la Nación» mientras un proyecto de ley proponía que en la bóveda de la cúpula del Congreso se representase la «glorificación de Eva Perón» como si fuera la capilla Sixtina.2 El periódico oficial, Democracia, se animó a decir que salvo la voz de Jesús, ninguna otra palabra en el mundo había despertado una resonancia igual en el alma de los seres humanos.3 Una diputada en plena sesión aseveró que: «Esa Eva de la historia sagrada se reencarnó en nuestra Eva de la historia argentina [...] Dios la puso en la tierra para reencarnarse a sí mismo, como lo hiciera con Cristo». La CGT, la central obrera más importante de América Latina, no se quedó atrás y a través de su órgano oficial, afirmó que ella remembró la actitud del maestro de Galilea, cuando dijo «mi reino no es de este mundo»4. La jerarquía eclesiástica hacía oídos sordos ante tamaños sacrilegios, en la esperanza de que Eva era efectivamente un freno al comunismo dentro del movimiento obrero (Zanatta, 2011).

Eva Perón ejerció un fuerte liderazgo carismático dentro del movimiento peronista pero fuera de la estructura del estado pues no ocupó ningún puesto oficial en el gobierno. Los títulos que ostentaba eran: «plenipotenciaria de los descamisados ante el líder», «abanderada de los humildes», «puente de amor entre Perón y su pueblo», «escudo de Pe- rón», «esperanza y eterna vigía de la revolución», «hada buena», «suprema inspiradora de las leyes», entre otros por el estilo. En 1951, en una multitudinaria concentración en la Plaza de Mayo, la Confederación General del Trabajo la distinguió con uno nuevo: «Eva, la Grande» como si se tratara de una emperatriz, al tiempo que Perón cambió el San Perón, propio de los 18 de octubres, por el Santa Evita. Estas denominaciones, sin sentido real aparente, en verdad, daban cuenta del papel que jugó en el peronismo. Su poder político lo construyó y asentó principalmente en su campaña por la obtención de la Ley de voto femenino y en tres instituciones la Fundación Eva Perón, el Partido Peronista Femenino (PPF) y la CGT: pobres, mujeres y trabajadores en un sentido amplio. No es de extrañar que con su muerte se abriera un complejo escenario que implicaba, también, la disputa de su herencia política. En un primer momento, se intentó de manera desesperada mantenerla viva con su cuerpo embalsamado mientras Perón pulseaba con la CGT los espacios de poder dejados por Evita al hacerse cargo de las organizaciones que presidía, el PPF y la Fundación. Los papeles parecían invertirse, así como Evita lo había reemplazado en ciertos ámbitos cuando asumió la presidencia de la Nación (Navarro, 2000) ahora él se hallaba en la tarea contraria: intentar asumir sus roles (Barry, 2009). De esta manera, el pueblo vería la continuidad y, al mismo tiempo, Perón renovaba los influjos carismáticos de su liderazgo. Un dato para tener en cuenta es que la misma Eva Perón en marzo de 1952 aprobó un estatuto que contemplaba los pasos a seguir en caso de que ella falleciera con nuevas direcciones y el nombre de quienes las ocuparían. Luego de su muerte comenzó a funcionar el Consejo de Administración que se encargaba de la dirección general de la FEP. Y en caso de que esa Consejo no pudiera hacerse cargo, lo haría Perón y la CGT.5 Sin embargo, nada dijo sobre el PPF, salvo que «no tuviera una presidenta».6

La naturaleza excepcional de su construcción política dificultaba cualquier alternativa posible que intentara frenar un proceso del cual parecía no haber retorno: el ocaso del partido. Perón con su figura buscó neutralizar, al menos por un tiempo, las posibles disputas internas controladas en su momento por Evita, por eso, asumió como presidente del PPF casi un mes después de su muerte. Sin embargo, con la tarea gubernativa a cuestas le fue muy difícil mantener el nivel de control, cuidado y seguimiento partidario y decidió delegarlo, casi en las sombras, en la diputada nacional Delia Degliuomini de Parodi.7 Los interrogantes surgían sobre cómo mantener una organización fuertemente centralizada como el PPF donde las decisiones clave habían estado en manos de su líder fundadora. Además, el PPF había sido crucial para que Perón obtuviera su segundo mandato presidencial cuando consiguió más votos femeninos que masculinos.

Primus inter pares

Delia Parodi, como ella sintetizó su nombre, fue una líder política en tiempos de intensos cambios que pivotean entre la muerte de Eva Perón y el proceso que derivó en el derrocamiento de Perón. En estrecha relación con los dos hechos señalados debe mencionarse un tercero, la institucionalización política de las mujeres con el ingreso del primer grupo de legisladoras al congreso del cual ella formaba parte quienes se transformaron en un nuevo polo de disputa de poder.

Luego de la muerte de Eva Perón, el tema de la reorganización partidaria requirió algún tipo de resolución, en especial cuando se avecinaron nuevos períodos eleccionarios. Si bien Perón estaba al frente de todos los sectores del movimiento peronista, la actividad no sería la misma. La cuestión principal versaba, según sus propias palabras, en la organización y la conducción política, sobre lo que afirmó que no podía lograrse en un sólo día, pues se trataba de proceso orgánico: «Nosotros damos responsabilidades, la jerarquía y la autoridad las conquista cada uno en su puesto».8 Perón había padecido arduas luchas internas dentro del Partido Peronista en sus años iniciales (Mackinnon, 2002) y la posibilidad de que ocurriera lo mismo con las mujeres generaba cierta inquietud. La rígida autoridad desplegada por Evita como presidenta del partido, la falta de mecanismos precisos de organización política y de promoción de dirigentes intermedias que acostumbradas a acatar disciplinadamente sus órdenes se hicieron sentir ante su ausencia.

La falta de una líder tan poderosa como Eva Perón, que prácticamente tomaba todas las decisiones clave de la política y la organización, cambió las reglas de juego. «Estábamos como las hormigas cuando se les patea el hormiguero», sintetizó una dirigente la conmoción que se vivía en el momento. ¿Cómo sustituir todos los roles y los mecanismos de decisión desplegados por ella? En los partidos carismáticos, la desaparición del líder suele constituir un punto sin retorno que marca también el de la propia organización. Las opciones que se planteaban transitaban entre un liderazgo personal o una organización colegiada de acuerdo con la teoría sustentada por Panebianco. Perón que también era un líder carismático habría tenido en cuenta que el inicio de un proceso de burocratización del partido podría sentar las bases para su autonomía. Mientras tanto, el PPF perdía fuerza, y la inminencia de nuevos procesos electorales y fuertes conflictos políticos hacía imprescindible su reorganización.

Una de las primeras medidas que tomó Perón fue nombrar a Delia Parodi como delegada del partido en la ciudad de Buenos Aires en un momento de mucha zozobra.9 Asumir esa delegación fue una forma discreta de ponerse al frente del PPF, y ejercer una suerte de presidencia de hecho, pero desde un segundo plano. Al poco tiempo, la designó directora interina nacional del partido.

Delia Parodi ocupó dentro del PPF todos los puestos jerárquicos imperantes; si hubiese existido algún mecanismo interno que implicara hacer cursus honorum ese hubiese sido su caso. En enero de 1950, Eva Perón la nombró subdelegada censista en el barrio de Belgrano en Buenos Aires. Su segundo destino político fue como delegada en San Luis, donde se hizo cargo de la organización completa del partido en la provincia. A dos años de haberse creado el PPF, y en plena campaña electoral donde las mujeres votarían por primera vez, el 25 de julio de 1951, se constituyó la Comisión Nacional del PPF que significó un nuevo escalón en su carrera como integrante del primer cuerpo directivo del partido. Esta entidad carecía de poder y tuvo una actuación meramente formal; su autoridad estuvo ligada al poder de la propia Evita, que como presidenta del partido estaba por encima de toda la estructura.

La primera elección en que votaron las mujeres, ella encabezó la lista de candidatos a diputados nacionales por la 1º sección electoral de la ciudad de Buenos Aires y al igual que el resto de las candidatas, no hizo campaña por su distrito sino por la provincia donde estaba asignada como delegada. Ni ella ni el resto de las candidatas fueron seleccionadas por su arraigo o ascendiente en el electorado. Hasta ese momento, su carrera política no había sido distinta a la de muchas de sus compañeras. En menos de dos años ya se había desempeñado como subdelegada y como delegada censista. Diputada e integrante de la Comisión Nacional del partido. Incluso, en una persona de confianza y muy allegada a Eva Perón. Sin embargo, la muerte de Evita le trajo aparejados nuevos e impensados retos.

Su designación no estuvo exenta de tensiones, conflictos y rivalidades. Varias legisladoras levantaron su voz para oponerse, señalando que nadie podía ocupar el cargo dejado por Evita, pues «hubo una sola presidenta y no puede haber otra».10 No era habitual que se lo enfrentara a Perón quien marcaba enfáticamente la necesidad de que el partido tuviera una presidenta. Su oposición estaba fundada entre otras cosas, en el juramento que le habrían realizado a Eva Perón en su lecho de muerte: nadie ocuparía ese puesto y que, a lo sumo, alguna lo haría como secretaria general del partido, pero nunca como presidenta. La actitud de Delia Parodi fue asumida como una traición nada menos que a Evita. Años más tarde, ella reconoció que nadie había querido ocupar ese cargo, pues se tornaba imposible reemplazarla o continuar con su labor. Evita aglutinaba y dirimía las diferencias entre las mujeres hasta su mínima expresión. Sin embargo, su muerte hizo emerger las potenciales rivalidades que le dificultaron hacer valer su autoridad. Bianchi y Sanchís (1988) señalan que «el General decía que cada peronista llevaba en su mochila el bastón de mariscal» y que cuando murió Evita entre las mujeres no hubo una que no lo haya sacado. Aunque en vida de su líder, ninguna osaba siquiera pensar en sus propias ambiciones personales (Guivant, 1985). ¿Sería posible para Delia Parodi construir un estilo particular y propio de liderazgo sobre la herencia de una figura de características tan excepcionales? ¿Cómo podría relacionarse con sus pares, con quienes se había iniciado en forma simultánea en la arena política?

Delia Parodi se enfrentó a «reemplazar lo irremplazable», como ella misma calificó su función, una tarea que no sería sencilla. Ser primus inter pares suele ser espinoso. Sobre sus hombros pesaba también, el salvaguardar el espacio para las mujeres en las listas del partido que tanto los integrantes del PP como de la CGT ansiosos querían ocupar. Asumió la conducción con cierta rigidez por temor a una eventual división del partido, cuyas estructuras y estrategias de conducción se habían asentado en el carisma, que lo hacía simbiótico a la figura de su líder; y debió ejercer un pragmatismo despojado de los «elementos mágicos» aportados por la figura de Eva. Sin embargo, debió recurrir a ellos en diversas oportunidades para hacer valer su autoridad o ante la dificultad de acatamiento una decisión política superior como por ejemplo las leyes de divorcio vincular o de equiparación de hijos «ilegítimos». La parangonaba con diversas advocaciones marianas, por ejemplo, la proclamó «Nuestra Señora de las Realidades»; «Señora del Sufrimiento, no caben los pequeños honores de los hombres en tu destino de cielo»; «Milagro hecho carne en el bendito siglo de Perón». Ella recurría permanentemente a la idolatría de Eva Perón tanto en el partido como en el Congreso, donde las alabanzas ofrecidas no tuvieron límites.

Parodi se reveló como una hábil operadora política al tiempo que hizo uso de sus conocimientos administrativos en el manejo de la burocracia. Intentó superar la ausencia de Evita priorizando la eficiencia y capacidad y la organización de las colaboradoras, «he tratado en todo lo posible, de elevar el nivel cultural para que el desempeño fuera más positivo y efectivo. Porque la presencia de Eva Perón cubría algunas deficiencias. Nosotras no podíamos cubrir nada. Teníamos que ser eficientes todas». Por otra parte, como fieles discípulas, «debíamos superar y mejorar la situación del partido».11 Delia designaba a las dirigentes sin consultar a Perón; priorizó la capacidad y la lealtad al movimiento y a su propia conducción. Su objetivo final habría sido democratizar el proceso dentro de las provincias eligiendo sus propias delegadas políticas, cosa que en los hechos nunca llegó a ocurrir.

El Consejo Superior del Partido Peronista Femenino

Ante la inminencia del proceso eleccionario nacional, en noviembre de 1953, Perón decidió reorganizar totalmente el PPF y creó el Consejo Superior del PPF (CSPPF), y confirmó a Delia como directora nacional quien se ocuparía de la reorganización integral partidaria.12 Generó una estructura burocrática y una línea de mandos que permitirían cierta previsión dentro del partido. La comisión directiva estaba integrada
por su presidenta, Delia Parodi; las secretarias generales fueron Ilda Pineda de Molins y Lidia Echalecu; secretaria política, Nélida Domínguez de Miguel; secretaria administrativa, Luisa Komel; secretaria de inspecciones, Elsa Chamorro; y secretaria social y cultural, María Rosa Bussallen de Cibrián. La sede central funcionaba en dependencias del Ministerio de Transporte, en el segundo y el octavo piso de Roque Sáenz Peña 570, de la Ciudad de Buenos Aires. El CSPPF se convirtió en la autoridad máxima partidaria después de Perón, que continuaba como Jefe Supremo del Movimiento tanto del PP como de la CGT. En su declaración de principios ratificaron no ser un apéndice del Partido Peronista y que su objetivo sería representar la voluntad y los intereses de la mitad de la población afirmando que el alto comando del partido de las argentinas estaba integrado por mujeres del pueblo que no llegaron a tal posición por cuna o herencia.13

Ella tuvo la astucia de apoyarse en un núcleo de legisladoras afines para que formasen un «organismo de gobierno» dentro del partido. Sin duda, las legisladoras en función, unas ciento cincuenta entre nacionales y provinciales, ejercieron un poder propio; de hecho, impartían directivas en las sedes centrales provinciales, senadoras y diputadas que no integraban el cuerpo directivo. Mujeres con fuerte participación desde los años iniciales quedaron afuera de la estructura directiva y con ellas, su encono con el nuevo organismo.

Los nombramientos se realizaron en julio de 1953 que pasaron desapercibidos para la prensa que recién lo publicó meses más tarde. Las unidades básicas, ajenas al proceso de selección, recibieron la notificación ocho meses después. De cualquier manera, todas sabían que Delia Parodi tenía un papel de mayor autoridad dentro del partido apoyada por Perón. Recién en marzo de 1954, coincidiendo con la campaña electoral que llevó a Alberto Teisaire a la vicepresidencia de la Nación, ella comienza a aparecer en los diarios como presidenta del CSPPF.

El CSPPF debía enfrentar varios retos. Primero, la reorganización partidaria y la cohesión del partido que atravesaba por fuertes luchas internas. Segundo, los procesos eleccionarios. Una de las primeras funciones fue redactar, el primer reglamento general, que fue dado a conocer recién en julio de 1955, por lo cual poco o nada pudo implementarse ante la inminente caída de Perón. De cualquier manera, el reglamento evidenciaba la necesidad de implementar una importante estructura bu- rocrática que supliera las funciones desplegadas por Evita. Se estableció que el gobierno del PPF estaría a cargo de las siguientes autoridades: en
primer lugar, el Jefe Supremo del Peronismo, es decir, Perón, que, en su carácter de tal, podía modificar o anular decisiones de las autoridades partidarias como también inspeccionarlas, intervenirlas y sustituir autoridades. Es decir, el liderazgo personal que refiere Panebianco. De él dependería el CSPPF, que tenía como «guía permanente a la inmortal Jefa Espiritual de la Nación, Eva Perón, creadora del PPF cuyas directivas y enseñanzas señalaban a la mujer peronista el camino a seguir en la inquebrantable lealtad al Jefe Supremo, General Perón, por la felicidad del Pueblo y la grandeza de la nación». Sería Evita quien, desde el más allá, les indicaba a las peronistas que debían mantener su obediencia y reconocimiento a Perón, y así se plasmó en el Reglamento.14

Las unidades básicas y sus subdelegadas mantuvieron sus actividades y formas de apertura. Las subdelegadas y delegadas perdieron el adjetivo censistas y comenzó a denominarse «personal» del partido como si efectivamente se tratara de una repartición administrativa, dejando por demás al desnudo la naturaleza de sus funciones. Las subdelegadas, muchas de ellas adscriptas a alguna dependencia estatal, continuaron siendo las autoridades de las unidades básicas femeninas y también desdoblaron sus funciones en tres personas distintas: la responsable de la unidad básica y la ejecutora directa de la acción política; la jefa de sección administrativa y jefa de sección social y cultural. La subdelegada debía ocuparse, entre otras cosas, de las afiliaciones teniendo como meta afiliar al padrón nacional femenino entero, una aspiración superior a la de 1950 en que se pretendía alcanzar el sesenta o setenta por ciento del total de las mujeres. Si lograba un mayor número de afiliaciones significaba «opinión favorable al peronismo» además se hizo más hincapié en la afiliación de las jóvenes que son «el futuro y perennidad del peronismo ». En esta etapa, la final de estos primeros años del peronismo, las medidas se radicalizaron y se ordenó la realización de una lista de las mujeres que se negaran a afiliarse, especificando todos sus datos y aclarando si era empleada nacional, provincial o municipal.15

La unidad básica debía continuar siendo una escuela de virtudes y lugar de «mayor vinculación moral, material y espiritual entre las afiliadas y el partido». Debían formar «verdaderas peronistas fanáticas» además de informar y orientar la solución de los problemas sociales de las afiliadas y también proporcionar a la «superioridad» la mayor información de todo orden. La radicalización política que imperaba hacia 1954 implicó la implementación de mecanismos de mayor control y vigilancia de propios y ajenos. La delación y denuncia sobre las actividades de distintos sectores de la sociedad se fue convirtiendo en una práctica habitual estimulada por la dirigencia y que tuvo su correlato reglamentario de la mano de la presidencia del CSPPF.

El blanco privilegiado fue la Iglesia y sus organizaciones. Como si fuera uno de los 10 mandamientos el órgano oficial del PPF indicaba: «Denunciarás a quien corresponda, cualquier trasgresión a las leyes de la Nación, no haciéndote partícipe ya por inocencia o temor, de falta de respeto público o encarecimiento del diario vivir».16 Debían informar sobre la acción de las dirigentes y agrupaciones femeninas adversarias, opinión pública, críticas, protestas, manifestaciones de desagrado, etc. Las adversarias abarcaban desde comunistas hasta las integrantes de Acción Católica. Los sacerdotes tampoco escaparon a la «vigilancia» de las mujeres del partido. Delia Parodi debió adoptar una de las medidas más controvertidas destinadas a controlar las actividades desarrolladas por las organizaciones católicas que se manifestaban «contrarias» al gobierno y al movimiento peronista.17 Se trataba de acciones de delación y espionaje que se implementaron desde el partido sobre la actividad de los sacerdotes y miembros de la Iglesia a partir de un informe sobre cada provincia o territorio. Las delegadas y subdelegadas debían mantenerse alertas «a cuanta actitud pueda parecer extraña en labios de quienes tienen una misión específica que cumplir y que al apartarse de ella realizan una campaña contraria al gobierno del general Perón […]». Cada mujer debía estar atenta para descubrir tales maniobras y denunciarlas sin demora a la sede central del PPF. Todos estos informes los elevaron al Ministerio del Interior y al secretario de Asuntos Políticos de la Presidencia de la Nación, Alberto Teisaire. No era la primera actividad de este tipo emprendida desde el PPF, las mujeres ya habían sido convocadas a denunciar a lo que el peronismo denominaba los comerciantes agiotistas e inescrupulosos, es decir, quienes subían los precios o acaparaban mercadería.

El partido parece más alerta adoptando medidas de mayor control. Las subdelegadas debían consignar todos los datos posibles de quienes se negaran a afiliarse, pedían justificaciones precisas a quienes no asistieron a los actos partidarios, o a las reuniones en que se solicitaba información sobre la Iglesia y sus organizaciones. Además, implementó una suerte de encuestas en las unidades básicas femeninas en que las subdelegadas debían indagar acerca de las situaciones sociales y políticas que generasen malestar en la gente y luego informar a la sede central del partido. Se evaluaba la reacción de las mujeres en los temas más candentes de la política nacional, como, por ejemplo, la ley de profilaxis social y
la ley de divorcio. Sin embargo, contrariando las directivas impartidas, muchas dirigentes se distraían a la hora de tener que informar sobre actividades disidentes. El año y medio en que funcionó el CSPPF sirvió para mantener las actividades de un partido que había perdido su efervescencia con mayores controles y burocracia. La pregunta siguiente es cómo se desempeñó en un proceso eleccionario luego del éxito alcanzado en 1951.

Hacia el tercio femenino y más …

El 11 de noviembre de 1951 las mujeres argentinas acudieron a las urnas por primera vez, al mismo tiempo fueron elegidas un número total de 133 compuesto por: 23 diputadas nacionales, tres delegadas territoriales, seis senadoras nacionales y 97 legisladoras provinciales. A ellas deben sumarse cuatro convencionales constituyentes pampeanas. Un punto de interés es señalar que dos territorios nacionales, Tierra del Fuego y Chubut, contaron con el 100% de representación femenina. Las legisladoras argentinas, todas electas por el peronismo, no decían representar al pueblo o las provincias, como lo señala la Constitución nacional, sino que representaban a Eva Perón (Peláez -Valobra, 2004). La vara estaba muy alta tanto para en Argentina como en el mundo. Un punto para destacar es que otros países de la región ofrecieron niveles ínfimos de inclusión de mujeres en los cargos legislativos El proceso de institucionalización de las mujeres en la política tuvo sus peculiaridades reveladoras en la Argentina, pues se trató de un caso original y único en Latinoamérica y quizás también, en Europa. Hacia 1945, prácticamente, todas las mujeres occidentales se hallaban en la misma situación, la puerta estrecha de la política solo permitía acceder a las elites dirigentes a una pequeñísima minoría de mujeres. Ningún país podía jactarse de designar más de una mujer para el Parlamento (Sineau, 2000). Trasladando la mirada al resto del mundo, los países de la órbita soviética ocupaban los primeros lugares con mujeres en la cámara baja. Para la misma época Argentina ostentaba el cuarto lugar en el mundo en cantidad de legisladoras luego de RDA, la URSS y Mongolia (Zaremberg, 2009). Aunque este registro no suma la cámara alta y las legislaturas provinciales argentinas con lo cual el número sería superior.

El primer reto electoral sin Evita fue en 1953 para elegir autoridades ejecutivas y legislativas provinciales y nacionales en las nuevas provincias Eva Perón (La Pampa) y Presidente Perón (Chaco).18 Si bien ambas se organizaron en paralelo, adoptaron diferentes regímenes electorales de acuerdo a las constituciones sancionadas en 1952. La novedad estuvo en la constitución chaqueña que incluyó el novedoso sistema del doble voto para la integración de la legislatura local, por el cual la mitad de los representantes debían ser integrantes de las asociaciones profesionales, es decir, de los sindicatos (Leoni de Rosciani, 1992). Las elecciones arrojaron resultados llamativos. A nivel nacional, las mujeres ocuparon el 50% de los lugares en las listas del Partido Peronista en Eva Perón y el 40 % en Presidente Perón y todas resultaron electas. Mientras a nivel provincial, los números representan el 33% en la primera y el 46%, en la segunda, con la salvedad que sólo se toma la rama política. (Barry, 2021). Es decir, estas primeras elecciones superaron en número y porcentajes a las efectuadas en 1951. Los resultados pueden explicarse por numerosas razones, pero interesa destacar que las dos provincias habían sido creadas por una iniciativa que Eva Perón envió al Congreso y que, en ambas, siendo territorios nacionales, la organización de mujeres peronistas comenzó al mismo tiempo que en el resto del país. Es decir, había un partido en marcha con dirigentes susceptibles de ocupar lugares en las listas del peronismo.

En 1954 las mujeres votaron por segunda vez en una elección nacional y Delia Parodi debió afrontar un nuevo desafío como presidenta del CSPPF y es probable que esa haya sido la razón del apresurado nombramiento y organización de esa estructura. El 25 de abril se realizaron las elecciones para elegir vicepresidente de la Nación, cargo que había quedado vacante desde la muerte de Hortensio Quijano en 1952. También se adelantaron las elecciones legislativas que debían tener lugar en 1955. El candidato oficialista fue Alberto Teisaire, presidente del CSPP y secretario de Asuntos Políticos de la Nación. Propulsor, entre otras iniciativas, de que los empleados públicos se afiliaran al partido, situación que tantos amargos momentos hizo pasar a los peronistas como a los opositores. También se renovó la mitad del parlamento nacional y de las legislaturas provinciales. Al igual que en 1951, no se realizaron reuniones partidarias orgánicas para elegir a los candidatos, quienes fueron dados a conocer como una resolución del Consejo Superior. Delia Parodi y el CSPPF, como en su momento lo había hecho Eva Perón, debió acordar con el resto de los sectores del peronismo, los lugares que ocuparían las mujeres en las listas. La designación de las candidatas a legisladoras nacionales y provinciales para la elección quedó en manos del organismo y contaba, por supuesto, con el visto bueno de Perón.

Delia Parodi tuvo una participación muy activa en un período en el que cobró, como señalamos, más fuerza, la triple división del movimiento, que no dejó de exhibir y exteriorizar a sus autoridades durante la campaña electoral. En todo acto de gobierno o del partido, Delia Parodi secundaba a Perón junto a Teisaire y al secretario general de la CGT, Eduardo Vuletich. Juntos hicieron campaña en todo el país. Los tres tenían la misma jerarquía política y daban la pauta de ser las cabezas
visibles de cada uno de los tres sectores. Y por encima de ellos, Perón como el jefe supremo del movimiento. Por otra parte, la acción política se comenzó a desplegar en conjunto con los presidentes de las tres ramas, pero cada una peleando por su propio espacio.

Durante la campaña electoral se recurrió más enfáticamente a la figura de Evita. La necesidad de perpetuar su imagen se manifestó en los emotivos discursos de Delia Parodi quien decía «miraremos al cielo y diremos hemos cumplido contigo Eva Perón, hoy, mañana y siempre». La consigna era «votar a Perón (que no era candidato) como se lo habían prometido a quien está en el más allá».19 El peronismo ganó con el 63% de los votos en la totalidad de los distritos electorales y todas sus candidatas resultaron electas. Además, fue la única fuerza política que incor- poró mujeres en el Congreso nacional y las legislaturas provinciales y en la Constituyente de la nueva provincia de Misiones.

Si la elección de 1951 había sido exitosa en cantidad de mujeres electas, cuáles fueron los porcentajes en esta nueva contienda electoral nacional. El número de candidatas aumentó en ocho puntos y superó a la elección anterior, con un 25, 47% sumadas las diputadas y senadoras nacionales y las delegadas territoriales. Si discriminamos por sector y al interior del peronismo se observa que las mujeres ocuparon en las listas de diputados el 27,02%; el 44, 44% de los delegados territorianos y el 16, 66% de los senadores. Es decir, el 29,37% del total de todos los
legisladores electos por el peronismo eran mujeres, casi el treinta por ciento anhelado. Y a nivel provincial, todas las candidatas a legisladoras ocuparon el 32% dentro las listas del Partido Peronista. El doble que en la elección de 1951 (Barry, 2021).

En esta elección también se eligieron convencionales constituyentes en la nueva provincia de Misiones. Nuevamente, todos los electos pertenecían al peronismo: diez hombres y cinco mujeres. Es decir, el 33.33% de la lista que junto a las pampeanas fueron las primeras convencionales constituyentes en Argentina. Incluso, una mujer presidió la convención de Misiones, María Elvira Baldi de Luján. En 1955, esta nueva provincia eligió dos diputados y dos senadores para el Congreso Nacional. El 50% le correspondió a las mujeres cuando eligieron una diputada y una senadora nacional. A nivel provincial, el porcentaje fue del 32% dentro del bloque peronista.

El objetivo era cumplir con el tercio de mujeres en las listas que generó no pocas tensiones al interior del peronismo. De no lograrlo, Delia Parodi consideraba que no merecería ser presidenta del Partido «ni alumna de Eva Perón». Es decir, las elecciones posteriores a 1951 fueron más contundentes en números netos y en porcentajes de mujeres al interior de las listas del peronismo y luego en las distintas instancias organizativas al interior de las cámaras. Hacia el final del peronismo se logró el tan mentado tercio, aunque algunas provincias nuevas lograron el cincuenta por ciento de mujeres en sus listas. Es decir, superaron con creces los propósitos iniciales. La organización partidaria de mujeres en todo el país iniciada en 1949 sentó las bases para lograr camadas de dirigentes susceptibles de ocupar lugares en las listas, proceso que se frenó con el golpe de estado de 1955.

Entre 1951 y 1955, el peronismo generó espacios para las mujeres en las bancas nacionales y provinciales, en las constituyentes provinciales, en el cuerpo directivo parlamentario y en las jefaturas del partido a nivel nacional y provincial. Se trató de decisiones políticas no sustentadas en una normativa específica que así lo considerara como décadas más tarde cuando fue preciso recurrir a la ley de Cupos (1991) y la de Paridad de Género (2017).

Reflexiones preliminares

Este trabajo pretende ser un aporte a los estudios sobre la sucesión dentro de un partido carismático como el presidido por Evita. Ella ostentaba junto a Perón una de las singularidades más llamativas del peronismo: un liderazgo carismático doble, complementario y compartido. En este caso histórico se observan las vicisitudes presentadas ante la muerte de una líder que se encontraba en el apogeo de su vida política y cuyo liderazgo, a diferencia del de Perón, había adquirido marcados tintes religiosos. Se trató de un liderazgo de tipo personal cuya institucionalización estuvo dada por fuera del estado con la presidencia del PPF, la Fundación Eva Perón y la estrecha relación política con la CGT; sin embargo, sus ámbitos de poder e influencia fueron más importantes que los de cualquier integrante del gobierno.

Este trabajo se focaliza en los mecanismos de sucesión dentro de una de las instituciones que presidió, el PPF. Tanto el PP como el PPF fueron organizaciones cuyas existencias serían incomprensibles sin aludir a sus líderes fundadores; partidos que se configuraron a su vez como instrumentos de su expresión política. Si no se toma en cuenta su origen carismático la lógica organizativa de los partidos de este tipo aparece completamente incomprensible. Estos pueden ser muy distintos unos de otros, así lo demuestran los ejemplos históricos que presenta Panebianco (1990). El autor no da cuenta de partidos carismáticos que se enfrentan
a la muerte de su líder; pero señala que en esas circunstancias, no contarían con muchas opciones. Se trataría de un punto sin retorno, el ocaso o desaparición del partido. Ahora bien, el tema analizado se complejiza por la permanencia de otro líder carismático, que cumplía la doble función de presidente de la Nación y líder popular. Si se toma en cuenta las alternativas al problema de la sucesión que plantea Panebianco, un liderazgo personal o un cuerpo colegiado, se observa que se producen ambas opciones a la par. Primero, el reemplazo por un liderazgo personal, como el de Perón que, si bien ya estaba establecido y era indiscutible, en ese momento adquiere otras características e influjos ante la ausencia de Evita y la apropiación simbólica de su legado. Segundo, una dirección colegiada, el CSPPF, encabezada por Delia Parodi y un grupo de legisladoras nacionales.

Perón acrecentó y consolidó su figura como «jefe supremo» y único de todo el movimiento peronista que abarcaba el PP, el PPF y la CGT. En este período se plasmó más taxativamente la división en ramas con sus respectivos dirigentes y con ellos una mayor institucionalización de las fuerzas. Parodi por el PPF, Teisaire por el PP y Vuletich por la CGT. De alguna manera, recobró la exclusividad de su conducción luego de la muerte de Evita. No obstante, dentro de este proceso de sucesión, se propició deliberadamente la acentuación de los componentes simbólicos que representaba Eva Perón.

Los roles y funciones descomunales que desempeñaba Evita intentaron cubrirse con una pormenorizada estructura burocrática-administrativa, con mecanismos de mayor control y una reglamentación «despojada de elementos mágicos», como señaló su nueva presidenta. Es decir, del componente carismático con connotaciones cuasi religiosas que se traducía en la carencia de normas claras en el partido. Sin embargo, los «elementos mágicos» habían formado parte indispensable de ese partido que fue un unicum histórico, fruto de circunstancias peculiares e irrepetibles a los que ella se veía en la obligación de recurrir para mantenerlo unido y lograr el acatamiento de directivas de difícil cumplimiento. El partido se podía burocratizar e institucionalizar creando secretarias, consejos, etc., pero faltaba el factor «Evita», es decir la mística, la pasión, la razón de ser del partido que no sobrevivió a la caída del gobierno de Perón como tampoco a la proscripción del peronismo, como sí lo logró, su par masculino. No obstante, en las nuevas instancias electorales logró el tercio real, y en algunos casos lo superó con un alto número de mujeres en las listas del Partido Peronista y un caudal de votos significativos. Ese número de legisladoras fue excepcional y no logró volver a alcanzarse hasta fines de siglo XX.

Notas:
1. Investigadora independiente de CONICET- Profesora e investigadora en UNTREFContacto: cbarry@untref.edu.ar
2. Democracia, 11 de septiembre de 1952.
3. Democracia, 1° de noviembre de 1951.
4. CGT, 20/06/1952, p. 1.
5. Ver Reglamento de la Fundación Eva Perón, Peuser, 1952.
6. Entrevista de la autora a la delegada del PPF en Salta y senadora nacional, Hilda Castañeira.
7. Todos los datos sobre la trayectoria de Delia Parodi fueron tomados de Barry (2013).
8. El Día (La Plata), 21 de octubre de 1952.
9. Partido Peronista Femenino, Sede Central Capital Federal, 4 de octubre de 1952. Archivo privado Nila Lloyd.
10. Hilda Castañeira, entrevistada por la autora, marzo de 2005.
11. Delia Parodi, entrevistada por Luis Alberto Romero, Buenos Aires 1982, CHO-ITDT.
12. PPF, 4 de noviembre de 1953, firmada Juan Perón. Archivo Marta Degli Uomini.
13. Consejo Superior del PPF, Acta nº 4, 16 de noviembre de 1953. Archivo Marta Degli Uomini.
14. Consejo Superior del Partido Peronista, Reglamento general del Partido Peronista Femenino, Buenos Aires, 1955.
15. CSPPF, Organización funcional de la secretaría política, Buenos Aires, 1955.
16. Conquista, Buenos Aires, mayo de 1955.
17. CSPPF, Presidencia, Acción desarrollada por el PPF para contrarrestar el Movimiento Clerical Antiperonista. Buenos Aires, 22 de noviembre de 1954. Archivo R. Baschetti.
18. A mediados del siglo XX, Argentina estaba compuesta por catorce provincias, la Capital Federal y diez territorios nacionales. A partir de la deìcada del cincuenta, comenzoì el proceso de provincializacioìn de estos uìltimos y la consecuente organizacioìn poliìticoadministrativa. La Constitucioìn de 1949 habilitoì a sus habitantes a que votaran para presidente y vicepresidente, y a una gradual representacioìn parlamentaria con el voto para delegados al Congreso nacional, con voz, pero sin voto, que se hizo efectiva en 1951.
19. Democracia, 20 de abril de 1954.

Referencias bibliográficas

1. Argentina, Congreso de la Nación de la República Argentina, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, 1954-1955.
2. Barry, C. (2009). Evita Capitana. El Partido Peronista Femenino 1949- 1955. Eduntref.         [ Links ]
3. Barry, C. (2014 a). «De la Rama al Partido: leyes, militancias y liderazgos entre 1948-1949». Temas de Historia Argentina y Americana, julio-diciembre (22), 17-46.         [ Links ]
4. Barry, C. (2014b). «Delia Degliuomini de Parodi: el desafío de reemplazar lo irremplazable». En Rein, R. y Panella, C. (comp.). La segunda línea del liderazgo peronista. Perfiles biográficos, Buenos Aires: PH - Eduntref.         [ Links ]
5. Barry, C. (2021). «Chicas de provincias argentinas: notas sobre la inclusión y representación femenina en legislaturas y convenciones constituyentes entre 1951 y 1955». Quinto Sol, 25 (1), 1-27.         [ Links ]
6. Bianchi, S.y Sanchís N. (1988). El Partido Peronista Femenino, Buenos Aires: CEAL.         [ Links ]
7. Guivant, J. S. (2002). «La visible Eva Perón y el invisible rol político femenino, 1946-1952», Cadernos de Ciencias Sociais (Universidad Federal de Santa Catarina), 5, (1).         [ Links ]
8. Leoni de Rosciani, M. S. (1992). Los comienzos del Chaco provincializado. Instituto de Investigaciones Geohistoìricas.         [ Links ]
9. Mackinnon, M. (2002), Los años formativos del Partido Peronista. Buenos Aires: Siglo XXI.         [ Links ]
10. Navarro, M. (2000) «El liderazgo carismático de Evita». La Aljaba, 5.         [ Links ]
11. Panebianco, A. (1990) Modelos de partido, organización y poder en los partidos políticos. Madrid: Alianza.         [ Links ]
12. Peláez, S. y Valobra A. (2004), «‘Sea legisladora...’ Una aproximación a la representación de las primeras legisladoras nacionales argentinas (1952-1955)», en Ramacciotti y Valobra,         [ Links ] Generando el peronismo, estudios de cultura y política, 87-122.
13. Sineau, M. (2000). «Las mujeres en la ciudad: derechos de las mujeres y democracia». En Duby G. y Perrot M. Historia de las mujeres. 5 El siglo XX. Madrid: Santillana.         [ Links ]
14. Zanatta, L. (2011). Eva Perón: una biografía política. Buenos Aires: Sudamericana.         [ Links ]
15. Zaremberg, G. (2009). Mujeres, votos y asistencia social en el México priista y la Argentina peronista. México: Flacso.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License