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Sociohistórica

versión On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.29 La Plata  2012

 

ARTÍCULOS

"Contra toda forma de opresión": Sexo, política y clases medias juveniles en las revistas de humor de los primeros ´70

Valeria Manzano

IDAES / University of Chicago, Estados Unidos

vmanzano@uchicago.edu


Resumen: Este artículo explora cómo las revistas de humor político-cultural de los primeros´70 devinieron una fuente de autorreflexión para un público, o espacio social, que se constituyó en torno a ellas. A partir del análisis de la más importante de esas publicaciones, Satiricón, es posible aseverar que en términos socio-demográficos ese espacio social se componía de segmentos juveniles de los sectores medios intelectualizados que podían a la vez reírse y hacer reír, en especial cuando se remarcaban incongruencias en sus experiencias sexuales y políticas. Las revistas de humor elaboraron múltiples incongruencias: los llamados a una educación sexual imbricados con la persistencia de viejas creencias sexuales; el lenguaje "psi" domesticando, antes que ayudando a liberar, las represiones sexuales; los varones temiendo por el fin de privilegios ante la afirmación sexual de las mujeres; y, más en general, la militancia política como forma de opresión. Las incongruencias eran la base de lo risible, mientras que en su centro estaban los y las jóvenes de los sectores medios, a quienes se convocaba a un tipo de reflexión que, en ese contexto político, quizá era solo viable a partir de la exageración y del humor.
Palabras clave: Juventud; Clases medias; Radicalización política; Humor; Contraculturas

Abstract: This article explores how the magazines devoted to political and cultural humor in the early 1970s became a source of self-reflection for a readership, or "social space," that emerged around them. Through the analysis of the most important of these magazines, Satiricón, it is possible to show that in socio-demographic terms that social space was made of youth, middle-class, and intellectualized groups, who could at the same time laugh and make laugh—chiefly when the magazines highlighted the inconsistencies in their sexual and political experiences. The magazines elaborated on many inconsistencies: the calls to sex education interwoven with persisting old sexual beliefs; the "psi" language domesticating, instead of helping liberate, sexual repressions; men fearing the end of their privileges in the context of women's sexual assertiveness; and, more broadly, political militancy as a way of oppression. These inconsistencies were the basis for the laughable, focused on middle-class youth who was called to a kind of reflection that, in that political context, perhaps was only viable through exaggeration, and humor.
Keywords: Youth; Middle class; Political radicalization; Humor; Countercultures


En noviembre de 1972, el periodista Tomás Eloy Martínez publicó en el diario La Opinión cuatro columnas dedicadas a desentrañar las características de "los del medio". Martínez sentía temor por "la bestia que votaría en marzo de 1973": una "criatura sin ideología", individualista, obsesionada por las apariencias, reprimida sexualmente, y resistente a todo cambio. Sin embargo, Martínez mostraba cierta confianza al concluir que, desde los levantamientos obrero-estudiantiles de 1969, "los del medio" habían"perdido exclusividad": sin saberlo, estaban "marginados".1Esas reflexiones eran parte de una extensa literatura producida por intelectuales de izquierda y nacionalistas populares que, a lo largo de la década de 1960, se había concentrado en dibujar los contornos de las clases medias. Como lo sintetizó Carlos Altamirano, provenientes de ese segmento social, esos intelectuales crearon una literatura de "automortificación", un intento de expiar culpas por el rol que los sectores medios habrían tenido durante el régimen peronista y su derrocamiento.2 Herederas de esa tradición, las reflexiones de Martínez parecían fuera de su tiempo. En el mismo mes en que esa serie de columnas se publicaba, y compartiendo una franja de lectores con La Opinión, se lanzaba al mercado la revista humorística Satiricón. Desde sus notas y humor gráfico, Satiricón ironizaría que, lejos de marginados, eran los segmentos jóvenes e intelectualizados de "los del medio" los que estaban en la cresta de la ola tanto de las dinámicas de politización y radicalización como de las transformaciones en la moral sexual de la Argentina de los primeros ´70. Humorística y hasta agresivamente, empero, buena parte del programa político-cultural delineado por Satiricón y sus sucesoras —Mengano y especialmente Chaupinela— se orientaba a marcar los límites por los que el sexo y la política revolucionaria podían ser liberadores, especialmente para "los del medio".
Satiricón fue uno de los pivotes del renacimiento del periodismo humorístico en los tempranos setenta. Un año después que saliera a las calles cordobesas Hortensia—para muchos, la verdadera pionera de ese renacimiento—, y cuando la censura cultural comenzaban a relajarse y el llamado a elecciones para marzo de 1973 tomaba
visos de realidad, llegó a los quioscos Satiricón.3 Publicada bajo el sello "Editores Asociados", la revista fue producto de la confluencia de Oskar Blotta —miembro de una conocida familia de dibujantes y él mismo con una vasta trayectoria— y del también dibujante y publicista Andrés Cascioli; la redacción, de hecho, funcionaba en una agencia de publicidad. Al consejo de redacción se añadieron Carlos Ulanovsky —quien ya había transitado por Confirmado, Extra y La Opinión, desde donde había actualizado el periodismo de espectáculos a partir de una mirada compleja sobre la relación de los medios y la vida diaria—; y Mario Mactas, que por entonces trabajaba en Gente. A ese núcleo inicial se sumaron viejos y nuevos dibujantes —Caloi, Fontanarrosa, Crist, Viuti, Limura, Amengual, Grondona White, Sanzol—; emergentes duplas del periodismo de humor, como las formadas por Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya o Alejandro Dolina y Carlos Trillo; y una ex modelo y periodista de una revista juvenil, Alicia Gallotti.4 Un equipo joven, así, se hizo cargo de recorrer lo que considerara o instalara como noticia en el terreno de las costumbres, la política o el sexo. Desde mediados de 1974 ese elenco inundó otros espacios de humor: mientras algunos, descontentos con la línea de la revista, anclaron en Mengano —dirigida por Carlos Marcucci y bajo el amparo de la editorial Julio Korn—, muchos otros dieron vida a Chaupinela, la revista que Cascioli creó y dirigió desde que un decreto del Poder Ejecutivo ordenó la clausura de Satiricón en septiembre de 1974 hasta que la misma fue levantada un año después.
El proyecto de Satiricón se articuló en torno al eslogan "Contra toda forma de opresión", que quizá da una clave para entrever la creación de un público que se amplió exponencialmente, a juzgar por el pasaje de los 27.000 ejemplares vendidos del primer número hasta alcanzar una tirada de 250.000 en los tres últimos antes de la clausura.5 El eslogan hizo su aparición en octubre de 1973, cuando Mactas dio inicio a una
serie de columnas con esa frase en el título, que luego se repitió en editoriales de Satiricón y Chaupinela. "Contra toda forma de opresión" sintetizaba una suerte de programa que apuntaba a la construcción de un espacio autónomo donde primara la crítica radical de la cultura y de la política de los primeros ´70. Las "formas de opresión" que Satiricón y sus sucesoras identificaban de manera gráfica y escrita eran variadas e incorporaban un amplio espectro de prácticas: desde las modas en la vestimenta, los estilos corporales y los tics del lenguaje hasta los mandatos genéricos y sexuales como los políticos, resumidos en la necesidad de "encuadrarse" o militar. Si bien esas posturas reactivas a tantas formas de opresión generaron airadas respuestas de los lectores —en especial en lo tocante a la crítica a la militancia revolucionaria—, estuvieron en la base de la originalidad de Satiricón y fueron puntales para la construcción de un público. Como señala el crítico cultural Michael Warner, antes que pre-existente, un público se crea en torno al consumo regular de una serie de textos y deviene en un "espacio social" que emerge de la circulación reflexiva de un discurso.6 El espacio social que confluyó en la lectura de las revistas de humor se configuraba en torno a un discurso centrado en la noción de "liberación" que, con distintas inflexiones, era común a la izquierda militante y a formaciones contraculturales, como las surgidas alrededor del rock. Aun más allá de cualquier intencionalidad autoral, las publicaciones aquí analizadas intentaron crear un puente entre las sensibilidades de ambas configuraciones, puente que quizá sólo era posible a partir del humor.
Como su nombre lo indica, Satiricón, y también sus sucesoras, hicieron uso medular de la sátira. Reconocidamente la forma más agresiva de lo cómico, la sátira funciona en tanto "ironía militante" —tal como la definió el crítico literario Northop Frye— y organiza los elementos del humor con el propósito de atacar, por lo general, a instituciones y figuras políticas o a ciertos grupos étnicos o sociales.7 Las revistas de humor de los primeros ´70 intervenían en la escena pública ni sólo ni principalmente para erosionar legitimidades de figuras y regímenes políticos o para desarticular esquemas de deferencia y autoridad (temáticas recurrentes de los historiadores que estudiaron el lugar del humor en situaciones de cambio social y político acelerado).8 Antes bien, historizar esas publicaciones permite avizorar que el núcleo de la sátira se centraba en la posibilidad de trazar un perfil y poner en el centro de la discusión los límites de los sectores medios juveniles— de los que provenían sus hacedores y su público— a la hora de involucrarse en proyectos que se proponían como liberadores. Como lo señaló Frye, la sátira es efectiva cuando el satírico y su público comparten el objeto de ataque: en el caso de Satiricón y sus sucesoras, no se trataba de uno externo sino de un "nosotros" definido en términos generacionales y socio-culturales. En este sentido, esos proyectos actualizaban los modos por los cuales, desde la década de 1920, el humor fue una herramienta para bosquejar una emergente identidad de clase media. Sin embargo, a diferencia de la "crítica piadosa y comprensiva" que advirtió Ezequiel Adamovsky al explorar, por ejemplo, la dramaturgia de Federico Mertens, la que producían las revistas de humor de los ´70 era explícita, militantemente despiadada.9 En el ínterin entre un momento y el otro, había cristalizado una identidad para esa clase en estrecha relación con la emergencia del, y la oposición al, peronismo, y la subsecuente irrupción de una tendencia de "automortificación" entre ciertos segmentos intelectualizados.10 Las revistas de humor hicieron de la sátira un suplemento de la actitud de "automortificación" y fueron un llamado a la autorreflexión en un contexto en el que la "liberación" se vivió como una inminencia.
Esas publicaciones fueron —siguiendo a Raymond Williams— "prácticas significantes", esto es, productos culturales que trabajaron con materiales de la sociedad y la cultura sobre los que crearon sentidos.11 Así, explorar esta franja del periodismo humorístico también puede permitir revisar aspectos de la sexualidad, la política y la cultura de los tempranos ´70.12 Primero, desde un lenguaje homofóbico y machista, esas publicaciones marcaban, por un lado, los alcances de las transformaciones en la moral sexual iniciadas en la década de 1960 y, por el otro, los modos en que podían, o no, constituirse en un terreno liberador. A su manera, se entroncaron en un movimiento más abarcador datado a comienzos de la década de 1960, que consistió en haber puesto al sexo "en habla" y en el cual se había destacado la legitimidad del lenguaje psicológico, o "psi", en la esfera mediática.13 Las publicaciones humorísticas mostraban el éxito y ocaso de ese movimiento: no sólo arremetían contra los "psico-periodistas" sino que subrayaban que habían sido agentes de la domesticación del sexo, una dinámica que terminaba por hacer de lo sexual —tal cual la experimentaban franjas de los sectores medios— otra "forma de opresión". Y si esa arena no podía ser fértil para cualquier proyecto liberador ¿qué decir de la política y su encarnación en militancia revolucionaria? Segundo, en lo referente a la historia política argentina de los tempranos ´70, una revisión de las revistas de humor no sólo confirma saberes que la historiografía se ha encargado de producir y, más recientemente, debatir, a saber, la centralidad de los sectores medios juveniles en las dinámicas de radicalización política, sino que también puede contribuir a reponer sentidos más cotidianos de la militancia.14 Ciertamente exagerados y con tendencia a la estigmatización, los perfiles de la militancia juvenil trazados en las revistas de humor ofrecen pistas para adentrarse tanto en gustos y estilos político-culturales y de militancia como en zonas no ideológicas de la misma. Más fundamentalmente, esas representaciones y las discusiones que incitaron entre muchos lectores también ofrecen indicios para percibir la existencia —precaria— de un espacio de autorreflexión sobre esas prácticas y sus implicancias culturales y políticas. Por último, entonces, las revistas de humor permiten poner entre signos de pregunta algunas hipótesis sobre las relaciones entre política y cultura en los primeros ´70. Esos emprendimientos humorísticos reclamaron y, en la medida de sus posibilidades, intentaron sostener una doble autonomía: frente a la colonización política de las prácticas culturales y frente a la necesidad de localizarse a un lado u otro del espectro político. Las respuestas a esos proyectos que encapsulaban una voluntad de autonomía, si se las evalúa en términos cuantitativos, fueron más que exitosas, aunque menos lo fueron los intentos de circunvalar las opciones políticas. De hecho, si algo arrasó con la voluntad de autonomía, eso fue la censura.

El sexo después de la segunda década infame

El periodista Mario Mactas fue uno de los que más contribuyó a la creación de eslogans para Satiricón: además del "Contra toda forma de opresión", acuñó la noción de "segunda década infame" para referirse a la de 1960. Escindida entre una dinámica política proscriptiva y autoritaria e intentos de modernización cultural, esa década fue la de la expansión del psicoanálisis y la emergencia de nuevos personajes en la esfera mediática ampliada. Mactas apuntaba a esos personajes, los "psico-periodistas", una"mezcla de Tita Merello con Melanie Klein", cuya tarea consistía en ofrecer, desde revistas femeninas o de actualidad, "recetas prefabricadas para ser masticadas por la clase media". Esas recetas, sostenía, habían resultado en "una generación de chicos insoportables" y en la "domesticación del sexo".15 Mactas trazaba así la herencia cultural y sexual de los 1960', resaltando la ubicuidad de la "cultura psi" y los modos en los que penetró en la vida diaria y enfatizando la centralidad de emprendimientos como las escuelas para padres de la "psico-periodista" por excelencia, la psicóloga Eva Giberti.16 El uso del lenguaje "psi" hacía que el sexo —en las familias y, especialmente, las "parejas modernas"— se convirtiera en "otra forma de opresión" para amplios segmentos de las clases medias. A su manera, sin embargo, las revistas de humor se imbricaron en ese movimiento iniciado en la "década infame" tendiente a hacer del sexo un objeto de atención pública y, al hacerlo, incorporaron cada vez más actitudes y prácticas sexuales en el terreno de lo decible y lo risible.
A partir de las recurrentes parodias a las escuelas para padres, las revistas humorísticas satirizaban los alcances de proyectos que combinaban intentos de erosionar las relaciones autoritarias entre padres e hijos y de llevar adelante un nuevo tipo de educación sexual. Una revista pionera, la cordobesa Hortensia, inició en 1971 su propia escuela, recordándoles a sus lectores de quienes "todos se ríen en la oficina", que en sus hogares tenían la solución para descargarse: "el nene", algo que en 1974 recuperaba Geno Díaz desde Mengano, agregando que "si pregunta sobre sexo, péguele". 17 Sin embargo, fue Alfredo Grondona White quien mejor explotó la sátira de las escuelas, combinando el dibujo, donde anotaba "la realidad", y el texto, en el que usaba el lenguaje de los "psico-periodistas". Así, en las 12 lecciones para que los papás criaran
un "nacionalmachista", los textos indicaban la importancia de no confundir los roles genéricos desde la cuna, mientras los dibujos mostraban al nene con la camiseta de Boca o a las trompadas con sus compañeros de colegio. Y, cuando los textos resaltaban la importancia del padre en la orientación sexual del chico, los dibujos y sus diálogos nos devolvían a "la realidad" del papá, que le enseñaba a masturbarse o lo empujaba a iniciarse con la misma prostituta que él (Ilustración No. 1). Era una tarea materna, en cambio, hacer "de la hija una señora". La mamá debía "vigilar discretamente las amistades de la chica" —mientras la madre del dibujo grita "No te quiero ver más con esa chica pintarrajeada"—, estar atenta a sus primeras citas y orientarla en temas sexuales y sus "posibles consecuencias": ante una consecuencia obvia de las relaciones sexuales prematrimoniales —el embarazo—, la madre llorosa del dibujo atina a preguntar: "¿Y decíme, ese Ernesto no conocerá un doctor?".18 La exageración y la burla hacia esas escuelas indicaban la popularidad de los "psico-periodistas" —arquetipos reconocibles— y, a la vez, el carácter inconcluso de sus proyectos. Bajo la adopción de un lenguaje "psi" entre los padres de sectores medios, satirizaban las revistas, habrían pervivido creencias y prácticas que poco tenían de novedosas y que echaban un manto de sospecha tanto sobre la modernidad de esos sectores como sobre las posibilidades de lo "psi" para remover atavismos sexuales.


Ilustración No. 1 "Cómo hacer de su hijo un nacionalmachista", A. Grondona White

Y si las publicaciones humorísticas resaltaban la superficialidad de las apropiaciones del lenguaje "psi" en las relaciones familiares, ¿qué decir de su uso en las "parejas modernas"? La sátira de esas parejas fue recurrente en las revistas de humor, en especial Satiricón. Es más, en las descripciones costumbristas de esas parejas resaltaba uno de sus recursos más originales: la recuperación de los tics del lenguaje de los sectores medios juveniles e intelectualizados, que denotaba la ubicación generacional y de clase de periodistas y público por igual. La fórmula misma "estar en pareja" indicaba, según la dupla Ulanovsky y Mactas, una novedad del habla: no alcanzaba con "tener novia o esposa" porque "estar en pareja" remitía ante todo a una forma de concebir una relación entre varones y mujeres, en la que se destacaba la puesta en práctica de un lenguaje común tamizado por las inflexiones provenientes del universo "psi" y sus mandatos, como por ejemplo "abrirse al otro". Así, en un supuesto diálogo que los periodistas escucharon entre dos jóvenes vestidos con reminiscencias hippies, el varón le contaba a su amiga que "Anoche lloramos mucho: yo le conté lo de Teresa, y ella lo de Ricardo, Ernesto y Elsa, porque todavía no superó su etapa homo. Nos hizo muy bien".19 Pero fue posiblemente Alicia Gallotti quien, en su mapa de los tipos de parejas de los tempranos ´70, produjo uno de los registros más acabados acerca de cómo era una "pareja moderna". Gallotti anotaba que se trataba de una mujer y un varón jóvenes, independientes, que tenían "poco tiempo para verse" y estaban dispuestos a hacer terapia de pareja en caso de que "algún conflicto los excediera". En el terreno sexual, describía Gallotti, ambos "participaban activamente" y, lo más importante, creían "obligatorio" que tras la relación sexual "hablaran de cómo la vivió cada uno". Los diálogos no dejaban a un lado las fantasías, como las tocantes a la infidelidad, y quizá, concluía Gallotti su descripción, las parejas podían terminar por decidir "incorporar la experiencia".20 A partir del triple mandato de estar en pareja, asumir sin complejos cualquier aspecto de lo sexual y obligar a hablarlo todo, el lenguaje "psi" había terminado por configurar, sostenía Mactas, una cadena de opresiones a la que estaban sujetos varones y mujeres en sus terceras o cuartas décadas de vida: poca duda tenía, entonces, de que la práctica sexual pudiera representar, para ellos, un espacio de liberación.21
Sin embargo, la actitud desencantada frente a la herencia de la "década infame" no obturó un hecho básico: las revistas de humor profundizaron la disposición a hacer del sexo un objeto de discusión —y risa— pública. Como señaló Jorge Rivera, si algo distinguía a Satiricón y sus sucesoras no eran las transformaciones en el plano estético que introducían sino la recurrencia a temáticas que no habían constituido un bagaje del periodismo humorístico con anterioridad, y entre esas temáticas se destacaba el sexo. Para el caso de Satiricón, Ulanovsky ha puntualizado que desde el retorno definitivo de Juan Domingo Perón a la Argentina en junio de 1973 —y el ascenso de sectores de la derecha peronista a posiciones de poder—, en la revista operó una suerte de autocensura que implicó un viraje hacia el humor sexual y escatológico a expensas del político, movimiento que resultó en que atrajo lectores más jóvenes, "casi adolescentes".22 En efecto, en una encuesta que La Opinión llevó a cabo entre 250 estudiantes secundarios, una mayoría incluyó a Satiricón entre sus lecturas favoritas a la vez que señalaban su preferencia por notas y chistes que refirieran "a las chanchadas y al sexo".23 Y es verdad que tenían mucho para elegir: ya desde el primer número, Fernández Branca inició la tira "El sátiro virgen", la historia de un personaje que busca, desesperada e infructuosamente, la forma de iniciarse sexualmente, algo que con seguridad podía resonar entre muchos varones adolescentes. También podrían regocijarse con la serie "Filosofía de tocador", firmada por la dupla Guinzburg y Abrevaya. Parodiando el lenguaje de los correos sentimentales, la psicología, o la sociología, la serie habló de los anticonceptivos, la infidelidad, el nudismo y otros tres temas que podían interpelar a lectores adolescentes: la masturbación, la menstruación y el "desarrollo".24Y quizá el perfil de edad de los lectores ayuda a explicar por qué Satiricón brindó tanta importancia a un aspecto de las transformaciones de la moral sexual en la intersección de las décadas de 1960 y 1970: las relaciones sexuales prematrimoniales.
La aparente naturalización del sexo antes del matrimonio, y la concomitante pérdida de valor social de la virginidad femenina, fue un objeto permanente de atención. Por supuesto, no eran sólo las revistas de humor las que daban cuenta de la novedad: desde fines de los sesenta, el sexo prematrimonial —y la sexualidad juvenil en general— era un lugar común de encuestas, mesas redondas o conferencias organizadas por revistas de actualidad, femeninas o juveniles.25Ahora bien, mientras que con diferentes matices esas revistas ponían el sexo prematrimonial entre signos de pregunta, a la vez dando cuenta de la extensión de su práctica y de las dudas que generaba —entre jóvenes y adultos por igual—, las revistas de humor lo presentaban como un hecho insoslayable."Algunas veces es saludable practicar arqueología", avisaba Gallotti, y un buen ejemplo podría ser "el tema de la virginidad, cuyo significado puede ser ininteligible para las generaciones actuales, pero supo estar bastante en boga en tiempos pretéritos".26 Un mes después, Escaleno (un seudónimo de Abrevaya y Guinzburg) volvía sobre la pérdida del significado social de la virginidad. Parodiando el lenguaje "psi" que buena parte de las revistas de actualidad abonaban al alertar, por ejemplo, sobre la necesidad de que los y las jóvenes tuvieran suficiente "madurez psíquica" para mantener relaciones sexuales, Escaleno diseñó un "test" en el cual las chicas debían responder a cuatro preguntas:"puedo hacerlo", "quiero hacerlo", "sé lo suficiente (pregunta tramposa)", y "estamos preparados". Si todas las respuestas eran afirmativas, entonces la chica estaba "madura" y podía avanzar sin problemas.27Esto último lo "probaba" Satiricón a partir de una encuesta —cuya veracidad es difícil de comprobar— entre "pibas de barrio", adolescentes de clase media baja de un barrio de Buenos Aires. A cargo del informe y de los reportajes a chicas de entre 12 y 20 años, "vestidas con jeans ajustados y abusadoras del rimel", Gallotti concluía que las pibas de barrio vivían la virginidad como "una carga" antes que como un valor a cuidar (Ilustración No. 2).28 Veraz o no, la encuesta dio que hablar: mientras cuatro lectores escribieron asombrados de que "chicas de 14 o 15" hubieran reconocido haber tenido o querer tener relaciones sexuales, otros dos respondieron acusándolos de hipócritas y sosteniendo que "las relaciones sexuales son una necesidad física y psíquica en la que hombres y mujeres son iguales".29 Pero esa igualdad era, sin dudas, un territorio en disputa.


Ilustración No. 2 "Las pibas de barrio", Broccoli

Con mayor intensidad que otro tipo de publicaciones, las humorísticas registraban las ansiedades generadas por la reformulación de la doble moral por la cual a las mujeres se les había requerido escasa o nula experiencia sexual antes del sitio legitimado —el matrimonio— mientras que los varones se (auto)requerían lo opuesto. En particular, desde un lenguaje y una perspectiva ciertamente machista, las revistas ponían en foco las nuevas autoexigencias a las que se sometían los varones de clases medias en un contexto en que las chicas, subrayaban, se habían vuelto más activas en el terreno sexual. Así, mientras aseguraba que "eso que tienen entre las piernas" era el único privilegio que les quedaba, Gallotti relataba las infinitas y, a su juicio, nuevas tareas que los "obreros del sexo" debían realizar para cumplir con los requisitos de chicas que, a mayor edad —y experiencia— se volvían más exigentes con la probidad sexual de sus parejas.30 Y si en la sátira de Gallotti en torno a los efectos de la afirmación de las mujeres en el terreno sexual éstas devenían "patronas" de los "obreros del sexo", para muchos de quienes escribieron y dibujaron para Mengano pasarían a ser "explotadoras". A diferencia de Satiricón o Chaupinela, Mengano era una publicación "varonil" y buena parte de sus artículos se construían retóricamente como diálogos entre quienes escribían —Geno Díaz, Osvaldo Soriano (con nombre propio o con el seudónimo Max Ferrarotti), Dolina o Carlos Marcucci, entre otros— y un lector virtual, varones de lo que la revista solía denominar "generación intermedia". Por ejemplo, uno de los periodistas mudados de Satiricón a Mengano, Dolina, asimilaba a las mujeres jóvenes con "máquinas de pedir", desde comprensión y afecto, carteras y zapatos hasta, "ahora", también "buen sexo".31 Esa mirada se imbricaba en una tradición de asociación de lo femenino con la demanda y la superficialidad pero lo novedoso radicaba en la inclusión de las nuevas "demandas sexuales" y las implicancias que ello tendría para mantener el dominio masculino. Por eso, Mengano también hizo uso del recurso de la encuesta, esta vez con veinteañeras, para que opinaran sobre la performance sexual del "hombre argentino". Si bien dieron respuestas variadas, la revista ironizaba que el "hombre argentino" podía estar tranquilo y reproducía en negrita las respuestas favorables, como la de una empleada de 24 años que decía que eran "sensacionales" y la de una estudiante de 23, que remataba concluyendo que lo que más le gustaba era que fueran "tan machos". Una nueva encuesta, esta vez con varones, apuntaba a que evaluaran a las "mujeres argentinas", aunque no necesariamente en lo sexual. De todas formas, Mengano creyó conveniente cerrar el informe con una respuesta hiperbólica de "Juan Carlos, jefe de sección, 40", quien sentenció que las chicas "están muy liberadas, tirando a loquitas". 32Amparándose en el humor, esa "respuesta" no recibió comentario alguno, lo cual terminaba por confirmar aquello que las revistas de humor pusieron sobre el tapete: las profundas ansiedades generadas entre los varones por la reformulación de la doble moral sexual.
Y las revistas de humor también enfatizaron otra área expresiva del entrecruzamiento entre ansiedades genéricas y sexuales al parodiar abundantemente sobre la homosexualidad. El interés público en la homosexualidad, o más bien en el "afeminamiento" de los varones y el desarrollo de la llamada "moda unisex", había ganado presencia en la esfera mediática desde fines de la década de 1960 con la irrupción de los jóvenes pelilargos que se aglutinaban alrededor de la cultura rock.33 Unos años después, tras la formación del Frente de Liberación Homosexual, la discusión pública tomó un nuevo cariz, no sólo más politizado sino también más agresivo.34 Las revistas de humor combinaron la burla a los "afeminados" —representados como jóvenes de sectores medios "vanguardistas"— con una repulsa a la organización política en función de las opciones sexuales. Así, por ejemplo, mientras reconocía que "los homosexuales argentinos luchan contra formas de represión de una sociedad machista", Gallotti concluía que el "clasista Frente de Liberación Homosexual" erraba su estrategia al"guetizarse" y "sentir orgullo de minoría", algo que repetiría Mactas en el último número de Satiricón antes de su clausura en 1976; agregaba que los "maricas" estaban ejerciendo una suerte de dictadura cultural, imponiendo reglas sobre gustos y modas que "el resto de nosotros debe cumplir".35 La apelación al humor actuaba como garantía de impunidad del lenguaje homofóbico de quienes escribían o dibujaban. Desde Crist representando un diálogo entre padre e hijo —joven, pelilargo, vestido con pantalones ajustados— en el que éste se hace cargo y saluda que el padre haya reconocido que era "mariquita" hasta Killian presentando una serie en torno a los "muchachos que usan hormonas", el humor gráfico modeló y explotó el carácter icónico de los varones "afeminados" (Ilustración No. 3).36 En el mismo movimiento en el que hacían visible la emergencia pública de la homosexualidad, y de esta manera contribuían a poner en la escena mediática temáticas relativamente novedosas, las revistas de humor estigmatizaban las supuestas prácticas culturales y sexuales de los varones homosexuales, posiblemente como parte de las mismas ansiedades generadas por las transformaciones en la masculinidad de los sectores medios.


Ilustración No. 3. 1 "Afeminado", Crist


Ilustración No. 3. 2 "Los muchachos de antes no usaban hormonas", Killian

El sexo, de esta manera, se instalaba en el centro de las producciones humorísticas que, en su tematización, dieron cuenta de un doble movimiento. Por un lado, entroncándose con la disposición a "hablar", o a poner al sexo en discurso, registraron de manera hiperbólica ciertas transformaciones de la moral sexual —como las relaciones prematrimoniales— y, más allá de cualquier intención autoral, ofrecieron materiales para entrever las implicancias genéricas de la reformulación de la doble moral, en especial en lo tocante a la masculinidad. Por otro lado, las revistas de humor—con Satiricón a la vanguardia— recurrieron a una serie de recursos estilísticos, notablemente la oposición entre dibujo y texto (en el caso de Grondona White) o el registro casi testimonial de las transformaciones del habla, para poner en entredicho los efectos del lenguaje "psi" en la práctica y representación del sexo. Ese lenguaje, que se había extendido durante la década de 1960, prometía colaborar con la erosión de tabúes pero, aseguraban las publicaciones humorísticas con ironía, su apropiación no solamente había sido superficial sino que había terminado por cristalizar en otra"forma de opresión". Exageración mediante, la apuesta recurrente tendía a cuestionar que, para los sectores medios juveniles e intelectualizados, el sexo pudiera implicar una experiencia liberadora.

Y vos, ¿en qué andás?

Aunque no sólo dedicadas a ello, las revistas de humor de los primeros ´70 sí abordaron la coyuntura política. Un editorial de Hortensia se sumaba, por ejemplo, a la demanda social por la liberación de los cientos de presos políticos y gremiales que había a fines de 1971, pidiendo celebrar la "feliz libertad" esa Navidad.37 Satiricón, por su parte, siguió de cerca el retorno de Perón en noviembre de 1972 y se sumó a las dudas acerca del rol que tendrían las Fuerzas Armadas a partir de la "salida institucional" —el título de una serie de viñetas de Fontanarrosa aparecidas en el primer número de la revista—; compartió la euforia popular tras las elecciones de marzo de 1973 y contribuyó con una tapa memorable —la primera dibujada por Cascioli— a la idea de que "el sol del 25 [de mayo de 1973] viene asomando". Como señaló Ulanovsky, el viraje iniciado tras los hechos de Ezeiza hizo que la revista fuera dejando a un lado la coyuntura política, lo cual no impidió que siguiera satirizando a las figuras de Isabel Perón, José López Rega o el secretario general de la Confederación General del Trabajo, José Ignacio Rucci, a quien le dedicó una tapa un mes antes de ser asesinado. Pero si hubo una recurrencia en las aproximaciones de las revistas de humor a la política, estuvo en los modos en que construyeron un tipo sociocultural: el de varones y chicas de los sectores medios politizándose o ya activos en organizaciones revolucionarias, en especial peronistas. Ese segmento social era el compartido por los hacedores y lectores de las revistas y lo risible —y debatible— en esas representaciones estuvo dado por el autorreconocimiento en los detallados perfiles de gustos y hábitos culturales, formas de habla, estilos de militancia y descripciones de las "limitaciones de clase". Las revistas de humor mostraban a la militancia juvenil como un fenómeno reciente, y a los y las jóvenes guiados por motivaciones mucho más mundanas que el compromiso ideológico per se. Aunque exagerados, los perfiles trazados reponían dimensiones de la subjetividad militante difíciles de rastrear, por ejemplo, a partir de la prensa partidaria. Y, mucho más significativo para la mirada político-cultural de las revistas, presentaban la militancia como otra "forma de opresión".
Las revistas de humor presentaron la politización de los sectores medios juveniles como una oleada masiva y reciente, de la cual era aparentemente imposible escapar. En la calle, durante el mismo mes en que retornó Perón en el famoso charter, Satiricón abundó sobre la oleada juvenil en las filas peronistas, enfatizando dimensiones genéricas. En un informe sobre la renovación de los piropos masculinos, por ejemplo, comentaba que el hecho de que las chicas se hubieran volcado en masa al peronismo "en los últimos meses, días, e incluso horas" había redundado en la aparición de nuevos dichos callejeros masculinos, al estilo de "¿Cómo le va compañera?" —que generaba simpatía— o el más agresivo "¿Qué clase de peronista sos que no te invitaron al charter?". En el mismo número se sugería, además, que a las chicas ya no les alcanzaba con "ser monas" o que, en todo caso, el "ser mona" se convertía en una condición "para la lucha por la liberación".38 La representación de la "chica peronista" con pelo largo y liso, bolso de arpillera, jeans y zuecos era
recuperada por Bróccoli en un mural donde ilustraba qué habían dicho los argentinos en las elecciones del 11 de marzo de 1973: mientras hombres y mujeres, adultos y jóvenes, todos se habían vuelto peronistas, las chicas habían dado un paso más, y en su diálogo dos de ellas afirmaban haber sido fiscales (Ilustración No. 4).39Sin embargo, la revista tenía dudas sobre el alcance de esa peronización y proponía a sus lectores un test para que pudieran identificar las siglas en las que se repartían las fracciones de ese espacio político, sugiriendo que "tras su carácter fetichista" aquellas volvían menos seria la política, "acercándola más a la gente" a la vez que se habían convertido en una suerte de lenguaje cifrado, sólo para iniciados, que manejaban mucho mejor los "más jóvenes".40


Ilustración No. 4 "Algo de lo que hicimos, dijimos los argentinos el 12 de marzo de 1973", Broccoli

Posiblemente fue tanto en el registro de los cambios en el habla como en el trazado de un perfil de los gustos político-culturales donde las revistas de humor más abundaron en estrategias de estigmatización, aunque también en ese terreno son potencialmente más ricas en su aporte para reconstruir dimensiones de la militancia juvenil. En 1971, retomando procedimientos de clasificación iniciados por Landrú en Tía Vicenta —señalando qué estaba "in" y qué estaba "out" entre los jóvenes porteños de mediados de los sesenta—, la revista Hortensia proporcionaba listados mensuales de lo "tostado y "bian" en Córdoba. Era "bian", por ejemplo, "tener discos de Daniel Viglietti y sentirse comprometido", y era mucho más "bian" deslizar subrepticiamente en una conversación que se tenían "contactos clandestinos con alguien de la guerrilla".41 Satiricón, por su parte, abundó en descripciones del "gusto por lo clandestino", aunque más generalmente, en la extensión del gusto por lo latinoamericano o lo nacional y popular entre segmentos de los sectores medios juveniles e intelectualizados, al punto de devenir la forma de "ser moderno" en los tempranos ´70. En su perfil de las "parejas modernas", la dupla Ulanovsky y Mactas hablaba de aquella que se había conocido "durante la proyección clandestina de 'La hora de los hornos' en un departamento" pero fue mucho más ácida a la hora de referirse a cómo los "nuevos modernos" articulaban sus gustos político-culturales. "Cambiar la realidad no es lo mismo que imaginar estar cambiándola", escribían, para luego detallar "un arsenal de tics, frases, modos de vida", como por ejemplo "ponerle Juan Manuel o Facundo al hijo", "decir que esto es reformista o aquello para nada popular", o "casarse con un cura tercermundista". Para la dupla, esa mezcla de gusto por el revisionismo histórico, capacidad de categorizar al otro y maquillaje de ciertas prácticas —casarse por la iglesia, pero con una tonalidad ideológica diferente— constituían "una corriente petardista que es, en definitiva, cantar todo el tiempo una canción de protesta".42
Y si una figura alcanzó una dimensión casi mitológica en las revistas de humor, ésa fue, precisamente, la del "cantante de protesta" o, como variante, la de los grupos vocales folklóricos. Tal como en el terreno de lo sexual sucedía con los "psico-periodistas", la figura del cantante de protesta era un arquetipo reconocible. En esa construcción reverberaba un referente concreto: como en buena parte de los países de la región, a comienzos de la década de 1970 se había expandido en la Argentina la llamada "nueva canción latinoamericana" que, más allá de las múltiples diferencias entre sus cultores, recuperaba sonidos denominados folklóricos y tendía a combinarlos con una poética que elaboraba las luchas populares. En Buenos Aires, la prensa registraba la expansión en la venta de discos de esta corriente y la creación de un circuito de recitales, como uno famoso en agosto de 1972, al que asistieron 10.000 personas para escuchar a la venezolana Soledad Bravo, al uruguayo Viglietti y a la local Nacha Guevara, y que, de acuerdo con un reporte, devino un "acto político", en el que los jóvenes parecían "apreciar menos los talentos musicales que las palabras incendiarias de los artistas".43 Ahora bien, los humoristas, especialmente los dedicados a la gráfica, ironizaban precisamente sobre el alcance del compromiso político de los artistas vis-à-vis con sus intereses mercantiles, como lo exageraba el cordobés Ian a partir de cuatro viñetas en las que el "cantor de protesta" escribía y cantaba sobre los campesinos, los obreros y los mineros, a quienes luego les agradecía: "Benditas sean vuestras penas y vuestras lágrimas que le han servido de tema a este humilde operario de la guitarra para componer su décimo y exitoso long play".44 Otros dibujantes prefirieron, mientras tanto, enfocarse sobre los modos en que "cantantes de protesta" o grupos vocales tendían a sobreintelectualizar la práctica musical, pues despojaban a los estilos y ritmos populares que pretendían rescatar no sólo de su "popularidad" —tornándolos elitistas— sino también de su argentinidad, como sugieren las viñetas de Crist en las que se mofa de la combinación de un carnavalito con Bach y Vivaldi, o nos deja imaginando cómo sonaría una baguala con instrumentación electrónica, símil a la de rock (Ilustración No. 5).45 Más ácidamente aún, Dolina daba rienda suelta a su ironía al escribir que los grupos folklóricos vocales, además de apelar invariablemente a "los pantalones y las tricotas negras y a alguna chuchería en el cuello", creían encontrar en los sonidos onomatopéyicos "la clave del proceso de liberación".46



Ilustraciones No. 5.1 & 5.2, "Gueit a moment Martin Fierro", Crist

Mientras las revistas de humor ironizaban sobre el verdadero compromiso ideológico de los artistas, también lo hacían de un modo más general, esto es, respecto de las motivaciones que llevaban a amplios segmentos juveniles a involucrarse en el proceso político en su vertiente más radicalizada. En 1972, continuando una serie sobre personajes "de familia", Miguel Bravo escribía sobre la "hija", una joven que describía como de clase media acomodada, irresponsable con respecto a la facultad y sólo interesada en salir a la noche con sus "hot pants". Tras una discusión con sus padres, para "luchar contra el orden burgués que la oprime", la chica decide que "se irá con la guerrilla": así, "mete en su bolso de arpillera un par de blue jeans, zapatillas de tenis y un solo hot pant", pero pronto se da cuenta de que olvidó algo y vuelve a su casa, diciendo "Viejo, dáme plata".47 Con ironía y desde una revista que se encolumnaba en la izquierda, Bravo delineaba una serie de motivos que serían luego recurrentes entre la derecha peronista para deslegitimar a la militancia juvenil: por ejemplo, en septiembre de 1974, al asumir como Ministro de Educación, el ultramontano Oscar Ivanissevich justificaba la intervención a las universidades y las escuelas arguyendo que era para poner fin a la "vagancia" y la "superficialidad" de los y las estudiantes, a la vez que sostenía que muchos se habían vuelto "revoltosos" por los problemas de comunicación con los padres, a quienes invitaba a que lo apoyasen para reponer el "principio de autoridad".48 Desde una perspectiva más cargada de humor, los dibujantes de las revistas encontraban también otras motivaciones no ideológicas para la militancia, sugiriendo que ésta no era sino el camino hacia el sexo, y viceversa. Así, Fontanarrosa dibujaba a dos chicas y dos varones desnudos en una cama, contándole a una señora asombrada que "la idea original era formar un grupo para estudiar marxismo-leninismo"; o a una pareja joven, en la cual el varón rezonga a la chica por "estar siempre descolgada del proceso" y no querer "participar en una cama redonda" (Ilustración No. 6).49 Asimismo, Gallotti describía a aquellas "parejas que opinan que solamente compartiendo la experiencia política pueden crecer como parejas" y señalaba que sus integrantes fantaseaban con un "desclasamiento carnal", algo que Viuti puso en imagen al dibujar a una mujer joven, en la cama con un trabajador, comentándole a su pareja —recién llegado a la escena— que por fin tenía "verdadero contacto con las bases".50



Ilustraciones No. 6.1 & 6.2, Fontanarrosa

La expresión "desclasamiento" o, en su reverso, "dificultades para superar barreras de clase", también fueron parte del acervo satírico de las revistas de humor, y en especial se relacionaban con las experiencias militantes de jóvenes universitarios. La dupla Ulanovsly y Mactas detectaba la expansión de esos términos —herencia de la "década infame", dirían, esta vez por influjo de la sociología— y tomaba lista de algunos de sus usos en el habla cotidiana de la militancia de izquierda: "No podés desclasarte, hay un contexto", sostendría un pesimista, mientras alguien con opinión más matizada podría agregar que "Antes que desclasarse hay que asumirse como clase media, lo que no significa negar las falencias".51 Sin embargo, sería otra vez Viuti quien, desde el humor gráfico, más acabadamente se aproximó a las entonces llamadas "dificultades para superar las barreras de clase". Arquitecto y profesor de arquitectura él mismo, en su serie "Vino de U.B.A." Viuti detallaba escenas en las cuales jóvenes universitarios iban a hacer trabajo social y político en barrios humildes, mostrándolos no sólo torpemente fuera de lugar sino incapaces de dejar a un lado la jerga político-ideológica, o técnica, para contactar con las "bases" (Ilustración No. 7).52 Llamativamente, esas eran también las críticas que otros sectores del peronismo prodigaban a la llamada Tendencia Revolucionaria, fundamentalmente a la Juventud Peronista y sus ramas secundaria y universitaria. Por ejemplo, hacia fines de 1973 el semanario Militancia —dirigido por Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña, y expresión del Peronismo de Base— comenzó a diferenciarse cada vez más de la Tendencia, acusándola de aceptar cualquier movida de la derecha para poder permanecer dentro de un movimiento que, de todas formas, le daba la espalda. Eso era, subrayaba Militancia, parte del "síndrome de recién llegados", que también se manifestaba en el éxito que tenía la "tarea barrial" entre los jóvenes, quienes "tranquilizaban sus conciencias al ir a tomar mate a cualquier local" sin siquiera "tener un lenguaje común con los vecinos". Aun más cercano a las viñetas de Viuti, Militancia concluía que los jóvenes, en definitiva, confundían "reconstrucción nacional con albañilería".53



Ilustraciones No. 7.1 & 7.2, "Vino de U.B.A.", Viuti

Desde Satiricón, al menos, la crítica más abarcadora a la politización juvenil — especialmente, pero no sólo, en su versión peronista— se formuló desde una premisa básica: el activismo, o la "necesidad" de encuadrarse, eran visualizados, ya desde el manifiesto de Mactas, como la forma más sublime de opresión. Mactas comenzaba por plantear que no valoraba negativamente que "las juventudes de la patria se politicen cada día más y militen para transformarla", pero pronto sostenía que "había que reconocer otras ventanas para ver otros vientos de la vida" y no afirmar que quienes abrían esas ventanas eran "aliados calificados del sistema". Esto último, escribía Mactas, era la base de la opresión que la militancia juvenil implicaba. Esta representaba el "valor más alto", ironizaba, porque lo importante era "encontrarse en el bar de la Facultad y preguntar 'y vos, ¿en qué andás?", sin tolerar respuestas evasivas. "Un primor de forma de opresión", concluía, que llevaba al ostracismo "a los solos, a quienes no forman parte de secta o partido".54 El manifiesto singularizaba a la militancia revolucionaria en su forma juvenil o estudiantil como demiurgo colectivo de la opresión hacia quienes estaban "solos" y valoraban esa soledad política tanto como la apertura hacia otras sensibilidades, o "ventanas". Satiricón, y luego Chaupinela, hicieron propio el eslogan y también la posición anárquica que Mactas capitaneaba, y que tanto él como el periodista Rolando Hanglin —una vez incorporado al staff— ahondarían al despotricar, por ejemplo, contra prácticas político-culturales "comprometidas".55
Si alguna coherencia puede encontrarse en la respuesta que se propuso desde las líneas editoriales a la ubicuidad de la militancia revolucionaria, ésta provenía de su inscripción —oblicua, si se quiere— en una sensibilidad asociada a formaciones contraculturales articuladas en torno a la noción de "micro-liberaciones". Mactas usaba esa expresión para referirse a cómo el individuo podía, y debía, desprenderse de las múltiples formas de opresión que lo sujetaban: atavismos sexuales, prejuicios culturales, mandatos políticos. El foco estaba puesto, en su caso, en la valorización de la rebelión individual frente a un sistema —opresivo— que era la base de una realización más plena de las energías y de las libertades y, a su juicio, el paso fundamental para la liberación colectiva.56 Esa perspectiva era recurrente también entre periodistas y músicos de rock. En marzo de 1973, por ejemplo, un editorial de la revista de rock Pelo sostenía que "la gente del rock en la Argentina" buscaría un cambio, pero "no sería un cambio a nivel de la producción (aunque no se opondría a éste); no sería el cambio político en el que una clase arrebate el poder a otra; sería algo así como una reordenación del mundo de acuerdo a una nueva óptica (...) El gran cambio sería la Revolución Síquica. La revolución en las costumbres. La revolución de los valores".57 En un sentido similar, Luis Alberto Spinetta hacía uso de la noción de "micro-liberaciones" en su propia poética y en sus declaraciones públicas: ante la inminencia de la asunción de Cámpora en 1973, por ejemplo, comentaba que a él —y a los roqueros en general, suponía— les interesaba efectivamente la "liberación", pero de "los procesos sociales y patriarcales de edu-castración en los que fuimos criados".58Mactas llevaba premisas similares a Satiricón e impregnaba la revista y, en particular, sus representaciones de las implicancias de la militancia revolucionaria, de esas nociones que servían, a su vez, para producir una crítica.
Sin embargo, entre los hacedores de Satiricón existieron zonas más grises respecto de la evaluación del proceso político y algunos de ellos —y muchos lectores—reaccionaron airadamente frente a la expansión del "Contra toda forma de opresión", al que veían como un giro a la derecha en la revista. En lo tocante a las posiciones intermedias, Ulanovsky —cuya gravitación central en Satiricón fue indudable— combinó su participación en la revista con su incorporación al diario orientado por Montoneros, Noticias. No era militante, pero se reunía con el Bloque de Prensa Peronista y su paso por el diario, asegura, lo "llenó de contradicciones".59Mientras que Ulanovsky continuó en Satiricón hasta su clausura en septiembre de 1974 —cuando se fue a México—, otros periodistas, como Alejandro Dolina y Carlos Trillo, disconformes con el "gorilismo" de la revista, además de por conflictos personales, se embarcaron antes de la clausura en el proyecto Mengano, que inicialmente prometía ser más politizada y acompañar el "proceso de liberación". La aparición de esta revista, de todas maneras, coincidió con la asunción de Isabel Perón al gobierno, la creciente violencia y la censura, y su abordaje de la coyuntura política fue, como mínimo, tibio. Por su parte, muchos lectores de Satiricón escribieron al "correo umbilical de lectores" tan pronto como la revista hizo suyo el slogan "Contra toda forma de opresión". Si bien algunos lectores se complacían en cómo Mactas, y Satiricón en general, habían apuntado a "desenmascarar esas opresiones" de corte político, los más reaccionaron de modo adverso. Un lector entrerriano, por ejemplo, disentía con el lema y en especial con el modo en el que Mactas concebía como opresión al "trabajo político organizado". Era "falsa o ridícula", sostenía, la forma en que presentaba la militancia como "cosa de la facultad o del café" y, mientras reconocía que la revista era "humorísticamente buena", rechazaba el "contrabando ideológico" y se apropiaba de una cita de John William Cooke para acusar a Mactas de ser un "rebelde tolerado". En términos similares escribía otra lectora, quien sostenía que Mactas había dado un "golpe palaciego" para adueñarse del "control ideológico" de la revista y darle "un claro sentido hacia la derecha".60 Una lectora de Capital, de todas formas, buscó mayor precisión en su análisis:

"Ustedes se ríen de la clase media intelectual e impotente, incapaz de modificar y participar en el cambio revolucionario porque se ríen de ustedes mismos y quizá esa sea la clave del éxito de su revista. La clase media intelectual aplaude, con su masoquismo de siempre, la agudeza con la que ustedes se burlan del snobismo, el psicoanálisis y el intelectualismo que la (y los) caracteriza. Espero que este placer de revolcarse en su propia pobreza histórica desaparezca algún día, cuando ustedes, como muchos de nosotros, asuman la necesidad de participar, aunque no sea como furgón de cola, en la gran movida de piso que conducirá la clase obrera".61

Si bien casi todas las cartas eran contestadas de manera muy particular por Viviana Gómez (a la sazón, esposa del director de la revista), ésta mereció algunas líneas más, (como ha merecido, en este trabajo, una cita tan extensa). Gómez le recordaba a la lectora que, en efecto, reírse de ellos mismos era el lema de Satiricón desde el primer número y que, en lo tocante a que esperara que "participemos de no sé qué movida de piso en la que vos recién 'algún día participarás', ¿qué tal si esperamos hasta ese día para discutirlo?". En su respuesta dejaba a un lado, sin embargo, una de las claves más originales de esa carta; esto es, el modo en que la lectora identificaba que existía una suerte de isomorfismo de clase y ubicación cultural entre hacedores y lectores de la revista, ya que todos pertenecerían a la "clase media intelectual", a la cual tildaba de masoquista y llamaba a "desclasarse". Exagerada y dotada de léxico epocal, esa carta, sin embargo, aporta una serie de pistas para entrever la relación de un discurso y la construcción de un público en los tempranos ´70. En primer lugar, ese público fue confluyendo en torno a un discurso centrado en una serie de vocablos, entre los que predominaba la dicotomía "liberación" y "opresión". Polisémicos ambos, Satiricón y sus sucesoras tomaron partido por algunas inflexiones, lo que generó reacciones de parte de ese público que privilegiaba otras lecturas posibles. En segundo lugar, respuestas airadas como la de aquella lectora dan la pauta, sin embargo, de la reincidencia de ese público en el contacto con textos como los propuestos por Satiricón, y muy especialmente con la "ironía militante" que las revistas de humor delinearon a la hora de apelar e interpelar a los sectores medios juveniles. Es posible que, más allá de la disconformidad de muchos con respecto a las inflexiones que las revistas de humor le dieran al discurso "liberador", éstas operaran como un irónico cable a tierra: eran, en definitiva, una suerte de autorreflexión para que un público, un espacio social, se reconociera y eventualmente se cuestionara. O, como el caso de esta lectora y otros muchos lectores, cuestionaran las líneas desplegadas con la "ironía militante" de una serie de revistas que, sin embargo, no dejaban de comprar.

Ni rojos ni blancos

Las revistas de humor de los primeros ´70 ofrecieron a un público, a un espacio social que se constituyó en torno a ellas —como parte de una serie de discursos alrededor de términos como "liberación"—una fuente de autorreflexión. La más importante de esas publicaciones, Satiricón, quizá es también la que ofrezca más indicios para entrever que, en términos socio-demográficos, ese público se componía de segmentos juveniles de los sectores medios intelectualizados, que podían a la vez reírse y hacer reír, en especial cuando se tematizaban sus experiencias sexuales y políticas. Como ha señalado hace muchos años el analista de la comunicación Asa Berger, una de las diferencias entre el humor y otras formas de comunicación es que el primero establece relaciones incongruentes, que son las que mueven a la risa.62Y las revistas de humor detectaron y elaboraron múltiples incongruencias: los llamados a una educación sexual imbricados con la persistencia de viejas creencias sexuales; el lenguaje "psi" domesticando, antes que ayudando a liberar, las represiones sexuales; los varones temiendo por el fin de privilegios ante la afirmación sexual de las mujeres o el "afeminamiento" de otros varones; y, más en general, la militancia política como forma de opresión. Las incongruencias eran la base de lo risible, mientras que en su centro estaban los y las jóvenes de los sectores medios a quienes se convocaba a un tipo de reflexión que, en ese contexto, quizá era sólo viable a partir de la exageración y del humor.
En efecto, los periodistas y dibujantes parecían convencidos de que el margen de maniobra era estrecho en medio de una dinámica de intensa politización y radicalización—así como de una rápida evaporación de las expectativas de "liberación"—, lo cual no impidió que buscaran construir ese margen, y que lo ampliaran mientras se podía. En el primer editorial de Satiricón, de hecho, la revista se presentaba como un intento de "mirarnos al espejo y reírnos", a la vez que se filiaba con el proyecto de un tal Arkadi Averchenko, escritor y periodista que habría fundado una revista en la Rusia prerrevolucionaria y, aunque ambos bandos lo persiguieron, "no fue blanco ni rojo, sino libre de cabeza y de corazón abierto a la gracia de la vida".63Apelando a la ironía y a la vaguedad, por cierto, Satiricón y sus sucesoras intentaron articular espacios autónomos en dos sentidos interrelacionados. Por un lado, en cuanto productos culturales emergentes a partir de 1972, retomaron materiales de una sociedad ciertamente politizada, pero ni estos serían los únicos ni la política en sí misma sería
su terreno de legitimación. En este sentido, una mirada a estos emprendimientos puede permitir volver a interrogar algunas hipótesis respecto de la virtual anulación de la autonomía relativa del campo cultural a partir de 1969, o ayudar a detectar que en uno de los momentos más altos de politización social emergieron proyectos como estos —que devinieron ciertamente masivos— y que se caracterizaron por la búsqueda de cierta autonomía.64
Por otro lado, las revistas de humor pretendieron mantenerse "ni rojas ni blancas"; esto es, por fuera de las opciones políticas que pronto se confundirían con las luchas internas dentro del peronismo. En consonancia con el llamado a "mirarse en el espejo y reírnos", la mirada más aguda y sistemática se dirigió a los sectores revolucionarios del peronismo —a su lenguaje, a sus estilos de militancia, a sus incongruencias— y al menos una nota editorial sugería que "un pelirrojo de anteojos", a quien se sindicaba como "funcionario nacional y popular", se habría quejado ante la dirección de la revista porque ésta, acusaba, era "imprevisible y muy discutible desde el punto de vista de la militancia".65 Sin embargo, la mirada hacia "la juventud" continuó teñida por una combinación de ironía y simpatía: cuando Perón se refirió despectivamente a los Montoneros como "Mongo Aurelio", por ejemplo, Satiricón le dedicó la tapa de su número 11 —septiembre de 1973—, en la cual era al líder a quien se ridiculizaba; lo mismo puede decirse de la casi muestra de solidaridad prodigada en marzo de 1974 —luego que Perón hubiera expulsado de las filas peronistas a la Tendencia Revolucionaria—, cuando se dedicó el número 16 "a la juventud, porque siempre hay 18 años de lucha en el corazón".
La mirada a la derecha del peronismo fue mucho menos equívoca. Esto puede relacionarse con que desde las revistas de humor existía cierta comunión ideológica más cercana a la izquierda, pero mucho más con un hecho básico: desde la derecha del peronismo provinieron, en formas de resoluciones municipales o decretos, las disposiciones de censura y clausura. Tal fue lo sucedido con el número 12 de Satiricón (octubre de 1973), "observado" por una comisión de moralidad de la Ciudad de Buenos Aires, y mucho más con el número 22 (septiembre de 1974), tras el cual, por el decreto 866/74, quedaría prohibida su circulación; meses más tarde, otra resolución municipal restringió la exhibición y venta de los números 2 y 3 de Chaupinela "por razones de moralidad pública", hasta que en septiembre de 1975 un decreto ordenó su clausura después que el número 20 hubiera puesto en cuestión la figura presidencial y preguntado en un pie de página: "¿cuántos votos avalan a López Rega?"
Si el margen que las revistas de humor habían intentado construir se achicaba, fue ante todo por el accionar cada vez más sistemático de la censura. La combinación de
apelaciones al sexo y a la política, los territorios que por algunos breves años parecían haber sido fértiles para que segmentos de los sectores medios juveniles intentaran proyectos "liberadores" —y devinieran objetos y sujetos de la risa vía la incongruencia que delineaban las revistas—, se volvía imposible. Esos breves años (grosso modo, 1972-1974) constituyeron un paréntesis dentro de un largo ciclo iniciado a comienzos de la década de 1960 y que se profundizaría desde 1974; en él, como lo sintetizó Andrés Avellaneda, los grupos cultural y políticamente más conservadores dinamizaron la creación de legislación sobre la circulación de materiales impresos y audiviosuales, junto con la creación de innumerables consejos, comités y comisiones que la pondrían en práctica. Desde la perspectiva de esos grupos que se enquistaron en los aparatos estatales de censura —las más de las veces se trataba de Ligas o asociaciones católicas que pretendían "defender a la familia" y en especial a las generaciones más jóvenes—, el sexo y la política, alternativa o conjuntamente, estaban dotados del potencial de alterar y socavar al "espíritu occidental y cristiano" que se le intentaba imprimir a la Argentina.66 En abril de 1973, un editorial de Satiricón tras la primera escaramuza con la censura —en ese caso, la Ciudad de Buenos Aires había prohibido la circulación del número 6, presuntamente por ser obsceno— se mofaba de la "bruja buena" que los había "retado y mandado al rincón". Meses más tarde, cuando Perón se hacía cargo de su tercera presidencia, Ulanovsky revisaba esas otras herencias de "la segunda década infame" —las regulaciones establecidas desde 1961 en adelante—, saludaba que el "gobierno nacional y popular" parecía empezar a desoírlas y recordaba que la censura no era sino una de las formas más acabadas de opresión.67 Y fue precisamente la censura cultural —no desterrada siquiera en los meses en que la "liberación" parecía más cercana— la que terminó por erosionar el lugar que las revistas de humor intentaron construir en los tempranos ´70.

Notas

1 Tomás Eloy Martínez, "Los del medio", La Opinión, 1, 2, 3 y 4 de noviembre de 1972, siempre en p. 8.

2 Carlos Altamirano, "La pequeña burguesía, una clase en el purgatorio", Prismas No. 1, 1997, pp. 105-123; ver también Ezequiel Adamovsky, Historia de la clase media argentina: Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, Buenos Aires, Planeta, 2009, pp. 384-388.

3 Sobre la emergencia de una nueva cohorte de humoristas a inicios de los setenta, ver Jorge Rivera, "Historia del humor gráfico argentino", en Aníbal Ford, Jorge Rivera y Eduardo Romano, comps., Medios de comunicación y cultura popular, Buenos Aires, Legasa, 1989, pp. 128-137; Oscar E. Vázquez (Siulnas), Historia del humor gráfico y escrito en la Argentina, vol. 2, 1940-1986, Buenos Aires, EUdeBA, 1987, pp. 402-410; Laura Vázquez, El oficio de las viñetas: La industria de la historieta argentina, Buenos Aires, Paidós, 2010, pp. 208-210.

4 Para información básica sobre Satiricón y subsecuentes emprendimientos humorísticos del equipo, ver Carlos Ulanovsky, Paren las rotativas: Diarios, revistas y periodistas, 1970-2000, Emecé, 2005, pp. 34-37, 48, 63; y también Judith Gociol y Diego Rosemberg, La historieta argentina: Una historia, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2000, pp. 47-48. Los periodistas Jorge Bernardez y Diego Rottman publicaron, a modo de novela de no ficción, una historia del periodismo humorístico cuyos primeros diez capítulos están dedicados a Satiricón. Publicada por entregas en Internet en 1997 como Vida de Averchenko, puede consultarse en http://www. vidadeaverchenko.com.ar; y en papel, bajo el título Ni yanquis ni marxistas, humoristas, Buenos Aires, Fundación Editorial Belgrano, 1997.

5 Ver Carlos Abrevaya, "El caso Satiricón", Chaupinela No. 16, junio de 1975, pp. 42-43.

6 Michael Warner, "Publics and Counterpublics," Public Culture, Vol. 14, No. 1, 2002, pp. 49-90.

7 Northop Frye, Anatomy of Criticism: Four Essays, Hardomsworth, Penguin, 1990, p. 233; para una lectura de la sátira como arma de ataque, ver Peter Berger, Redeeming Laughter: The Comic Dimension of Human Experience, New York, Walter de Gruyter & Co., 1997, p. 157 y ss.

8 Ver, por ejemplo, Alison Olson, "Political Humor, Deference, and the American Revolution", Early American Studies, Vol. 3, No. 2, otoño de 2005, pp. 363-382 y Herbert Spier, "Wit and Politics: An Essay on Laughter and Power," American Journal of Sociology, Vol. 103, No. 2, 1998, pp. 1352–1401.

9 Adamovsky, Historia de la clase media, pp. 223-224.

10 Ídem, pp. 265-86; Enrique Garguin, "'Los argentinos descendemos de los barcos': The Racial Articulation of Middle Class Identity in Argentina (1920-1960)", Latin American& Caribbean Ethnic Studies, Vol. 2, No. 2, septiembre de 2007, pp. 161-184.

11 Raymond Williams, Sociología de la cultura, Barcelona, Paidós, 1994, p. 3.

12 Los estudios de la historia reciente han comenzado a indagar el humor desde una dimensión política, ver especialmente Florencia Levín, "La realidad al cuadrado: Representaciones sobre lo político en el humor gráfico del diario Clarín (1973-1983)", Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2010. (Mimeo)

13 Ver Isabella Cosse, "Una revolución discreta: el nuevo paradigma sexual en Buenos Aires (1960-1975", Revista Secuencias, Instituto de Investigaciones María Luis Mora, No. 77, mayo-agosto de 2010, pp. 111-148.

14 La centralidad de la militancia juvenil en los primeros ´70, especialmente la volcada al peronismo revolucionario, ha sido un motivo recurrente en la producción académica: ver por ejemplo, Richard Gillespie, Soldiers of Perón: Argentina's Montoneros, Oxford, Clarendon Press, 1982, pp. 48-72 y 118-122; Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte: los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, Buenos Aires, Legasa, 1986, especialmente pp. 131-170; María Cristina Tortti, "Protesta social y 'Nueva Izquierda' en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional", en Alfredo Pucciarelli, ed., La primacía de la política: Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en tiempos del GAN, Buenos Aires, EUdeBA, 1999; y, de modo general, Liliana De Riz, La política en suspenso, 1966/1976, Buenos Aires, Paidós, 2000, pp. 75-77 y 125-127. Para intervenciones historiográficas que discuten la centralidad de los sectores medios juveniles poniendo en foco a la militancia obrera, ver Pablo Pozzi y Alejandro Schneider, Los setentistas: izquierda y clase obrera (1969-1976), Buenos Aires, EUdeBA, 2000; y, desde una perspectiva disímil, Federico Lorenz, Los zapatos de Carlitos: Una historia de los trabajadores navales de Tigre en la década del setenta, Buenos Aires, Norma, 2005.

15 Los entrecomillados provienen de Mario Mactas "La segunda década infame (segunda parte)", Satiricón No. 19, junio de 1974, pp. 42-43; y Maruja Bonnicelli (Mario Mactas), "De lo maduro a lo podrido el paso es breve", Chaupinela No. 14, mayo de 1975, p. 21.

16 Sobre la expansión de la cultura "psi", ver Mariano Plotkin, Freud en las pampas: origen y desarrollo de una cultura psicoanalítica en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2003; sobre las escuelas para padres, Isabella Cosse, "Argentine Mothers and Fathers and the New Psychological Paradigm of Child-Rearing (1958-1973)", Journal of Family History, Vol. 35, No. 2, 2010, pp. 180-202.

17 "Hortensia Express: Escuela para padres", Hortensia No. 3, octubre de 1971, pp. 10-11; Geno Díaz, "Aprenda a ser madre o padre en sus ratos libres", Mengano No. 3, 2 de octubre de 1974, p. 18.

18 Alfredo Grondona White, "Escuela para padres: haga de su hijo un nacionalmachista", Satiricón No. 9, julio de 1973, pp. 21-23; "Escuela para padres: haga de su hija una señora, señora", No. 12, octubre de 1973, pp. 51-53.

19 Carlos Ulanovsky y Mario Mactas, "Las parejas modernas", Satiricón No. 4, febrero de 1973, pp. 22-23.

20 Alicia Gallotti, "Las parejas: tipas y tipos", Satiricón No. 11, septiembre de 1973, p. 46.

21 Mario Mactas, "La segunda década infame, 1960-1970 (más o menos)", Satiricón No. 17, abril de 1974, p. 10.

22 Jorge Rivera, "Historia del humor gráfico argentino", p. 134; Carlos Ulanovsky, Paren las rotativas, 1970-2000, p. 63.

23 "Pensamiento del poder adolescente", La Opinión Cultural, 22 de septiembre de 1973, p. 3.

24 Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya, "Filosofía de tocador: diafragmas", Satiricón No. 5, marzo de 1973, p. 28; "La infidelidad", No. 7, mayo de 1973, p. 47; "El nudismo al desnudo", No. 9, julio de 1973, p. 35; "Mano a mano con la masturbación", No. 11, septiembre de 1973, pp. 52-53; "La menstruación que confirma la regla", No. 12, octubre de 1973, pp. 46-47; "La edad del 'subdesarrollo'", No. 18, mayo de 1974, pp. 26-27.

25 A modo de ejemplo, ver E.L.G, "Cómo se aman los jóvenes," Análisis No. 422, 15 de abril de 1969, pp. 40-46; "Sexo, ¿quién nos lo explica?," La Bella Gente No. 3, diciembre de 1969, pp. 82-85; Adriana, "Proceso a la virginidad," Siete Días No. 152, 6 de abril de 1970, pp. 58-63; "¿Creen los jóvenes argentinos en el matrimonio?," Atlántida No. 1242, septiembre de 1970, pp. 12-20; "Educación sexual: Las relaciones pre-matrimoniales," Para Ti No. 2633, 25 de diciembre de 1972, pp. 10-13.

26 Alicia Gallotti, "Señoritas... y la virginidad", Satiricón No. 3, enero de 1973, pp. 12-13.

27 Escaleno, "La virginidad", Satiricón No. 4, febrero de 1973, p. 43.

28 Alicia Gallotti, "Sociología barata: la piba de barrio", Satiricón No. 14, enero de 1974, pp. 21-24.

29 "Correo umbilical de lectores", Satiricón No. 16, marzo de 1974, pp. 4-6; No. 17, abril de 1974, pp. 4-5.

30 Alicia Gallotti, "Los obreros del sexo", Satiricón No. 18, mayo de 1974, pp. 30-31; ver también "Los que perdieron el invicto", Chaupinela No. 17, julio de 1975, pp. 14-15.

31 Alejandro Dolina, "Que no te agarre nunca una mujer", Mengano No. 14, 3 de marzo de 1975, pp. 35-37.

32 "Los argentinos... ¿potencia?", Mengano No. 18, 24 de julio de 1975, pp. 5-7; "Cuando los argentinos hablan de mujeres", Mengano No. 24, 21 de julio de 1975, pp. 7-9.

33 He trabajado sobre las respuestas homofóbicas que incitó la aparición pública de los roqueros en mi tesis doctoral, The Making of Youth in Argentina: Culture, Politics, and Sexuality, 1956-1976, History Department, Indiana University at Bloomington, 2009, pp. 224-240. (Mimeo)

34 Sobre el Frente y las reacciones que suscitó, ver Juan José Sebreli, "Historia secreta de los homosexuales en la Argentina", en Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades, Buenos Aires, Sudamericana, 1997, pp. 322-340; Osvaldo Bazán, Historia de la homosexualidad en la Argentina, Buenos Aires, La Marea, 2004, pp. 340-345.

35 Alicia Gallotti, "Minorías: la ofensiva de la subcultura homosexual", Satiricón No. 12, octubre de 1972, pp. 20-21; Mario Mactas, "Los maricas", Satiricón No. 26, marzo de 1976, pp. 46-47.

36 Ver Crist, Chaupinela No. 6, enero de 1975, p. 4; Killian, "Los muchachos de antes no usaban hormonas", Mengano No. 3, 2 de octubre de 1974, p. 22.

37 "Carta al que lee", Hortensia No. 5, diciembre de 1971, p. 2.

38 "Señoritas...y los piropos masculinos" y "Señoritas", Satiricón No. 1, noviembre de 1972, pp. 52-53 y pp. 44-45.

39 Bróccoli, "Algo de lo que hicimos, dijimos y escuchamos los argentinos el 12 de marzo", Satiricón No. 6, abril de 1973, p. 4.

40 "¿Es usted el mejor peronista del barrio?", Satiricón No. 10, agosto de 1973, p. 42.

41 "Tostarse y ser bian", Hortensia No. 3, octubre de 1971, p. 3; "¿Es tu novio bienudo o tostado", Hortensia No. 5, diciembre de 1971, p. 25.

42 Mario Mactas y Carlos Ulanovsky, "Cómo ser un moderno de la gran siete", Satiricón No. 8, junio de 1973, pp. 14-15; ver también, "Las parejas modernas", Satiricón No. 4, febrero de 1973, p. 23.

43 "Un recital de canciones se transformó en llamativo acontecimiento político," La Opinión, 16 de agosto de 1972, p. 8; para datos sobre la expansión de ventas de discos, ver "Sonidos e ideas: la canción argentina de hoy," Clarín Revista, 26 de septiembre de 1971, p. 14. Un ensayo pionero sobre esta corriente a escala latinoamericana, en Fernando Reyes Matta, "The 'New Song' and Its Confrontation in Latin America", en Cary Nelson y Lawrence Grossberg, Marxism and the Interpretation of Culture, Chicago, The University of Illinois Press, 1988, pp. 447-461.

44 Ian, "Cantautor", Hortensia No. 35, junio de 1973, p. 21.

45 Crist, "¡Güeit a moment Martin Fierro!", Chaupinela No. 15, junio de 1975, pp. 44-45

46 Alejandro Dolina, "Conjuntos vocales: los que cantan pal' carnero", Mengano No. 9, 23 de diciembre de 1974, pp. 40-41.

47 Miguel Bravo, "Hija", Hortensia No. 6, enero de 1972, p. 11.

48 "Discurso pronunciado por el Dr. Oscar Ivanissevich el 11 de septiembre de 1974," Carpeta 042-I93, Centro de Investigación y Documentación Educativa, Ministerio de Educación y Cultura. La revista El Caudillo, vocera de la Triple A, usaba argumentos similares a los del Ministro: ver por ejemplo, "Carta abierta a un Ministro", No. 42, 6 de septiembre de 1974, p. 9 y "Universidad: la ofensiva gorila marxista", No. 50, 8 de noviembre de 1974, pp. 12-13.

49 "Fontanarrosa", Satiricón No. 6, abril de 1973, p. 9; "El humor de Fontanarrosa, ¿viste?", Satiricón No. 14, enero de 1974, p. 19.

50 Alicia Gallotti, "Las parejas: tipas y tipos", Satiricón No. 11, septiembre de 1973, p. 48; "La realidad de Viuti", Chaupinela No. 6, enero de 1975, p. 50.

51 Mario Mactas y Carlos Ulanovsky, "El milagro de hablar todos los días sin decir nada", Satiricón No. 9, julio de 1973, pp. 50-51.

52 Viuti, "Vino de U.B.A.", Satiricón, No. extraordinario de fin de año, diciembre de 1973, pp. 64-65.

53 "La tarea barrial," Militancia No. 18, 11 de octubre de 1973, p. 8; "Defender el espacio político," Militancia No. 24, 22 de noviembre de 1973, p. 8; "Las vacilaciones de la Tendencia," Militancia No. 33, 31 de enero de 1974, p. 9.

54 Mario Mactas, "Periodismo fumado: contra toda forma de opresión", Satiricón No. 12, octubre de 1973, pp. 17-19.

55 Ver, por ejemplo, Rolando Hanglin, "La vida del chamuyo y el chamuyo de la vida", Chaupinela No. 7, febrero de 1975, p. 6; Mario Mactas, "Que se comprometa tu abuela", Satiricón No. 23, diciembre de 1975, pp. 23-25.

56 Mario Mactas, "Déjenme en paz", Satiricón No. 12+1, diciembre de 1973, p. 37.

57 Hugo Tabachnik, "Rock y revolución", Pelo No. 37, marzo de 1973, pp. 40-41.

58 Zully Pinto, "Rock nacional: en busca de una definición," Panorama No. 317, 24 de mayo de 1973, pp. 51-52; y, muy similares, en "Ni la derecha ni la izquierda: el rock y la verdad", Chaupinela No. 20, septiembre de 1975, s/p.

59 Ver Gabriela Esquivada, Noticias de los Montoneros: la historia de un diario que no pudo anunciar la revolución, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, pp. 162-164.

60 "Correo umbilical de lectores", Satiricón No. 12+1, noviembre de 1973, p. 6; No. 14, enero de 1974, p. 5; No. 15, febrero de 1974, pp. 5-6.

61 "Correo umbilical de lectores", Satiricón No. 19, junio de 1974, p. 4.

62 Asa Berger, "Anatomy of the Joke", Journal of Communication, Vol. 76, No. 2, invierno de 1976, p. 113.

63 El Director, "Editorial", Satiricón No. 1, noviembre de 1972, p. 12.

64 La formulación inicial sobre la anulación virtual de la autonomía relativa del campo cultural en 1969, en Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991, pp. 251-255.

65 "Editorial: Estamos muy superpodridos", Satiricón No. 10, agosto de 1973, p. 10.

66 Andrés Avellaneda, Censura, autoritarismo y cultura, 1960-1983, vol. 1, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1986. Ver también Laura Podalsky, Specular City: Transforming Culture, Consumption, and Space in Buenos Aires (1955-1973), Philadelphia, Temple University Press, pp. 198-205.

67 Carlos Ulanovsky, "La censura madre que nos parió", Satiricón No. 12, octubre de 1973, pp. 36-39.

Fuentes primarias

Revistas humorísticas

Chaupinela

Hortensia

Mengano

Satiricón

Otras publicaciones periódicas (revistas y diarios)

Análisis

La Opinión

La Bella Gente

Panorama

Para Ti

Pelo

Siete Días

Prensa política

Militancia

El Caudillo

 

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